(PDF) ¿QUÉ ES EL LENGUAJE? | Juan Carlos Moreno Cabrera - Academia.edu
1 [En M. Mendizabal Ituarte Hizkuntzen Berdintasun Komunikatiboa: Mitoa ala Errealitatea?, Donostia: Utriusque Vasconiae, 2014: 59-106.] [Nota: por razones editoriales el artículo fue reducido. En el presente documento aparece completo junto con las réplicas a las demás contribuciones del libro, que tampoco han aparecido en él.] Juan Carlos Moreno Cabrera Universidad Autónoma de Madrid ¿Qué es para ti el lenguaje? ¿Cómo lo definirías? El lenguaje es una capacidad específica del ser humano al desarrollar la cual, es capaz de transmitir señales orales y gestuales que funcionan como indicios de una determinada intención y contenido comunicativos. Estas señales se pueden analizar como articuladas en dos niveles: un primer nivel significativo y un segundo nivel no significativo compuesto de un pequeño conjunto de elementos sin contenido con cuya combinación se puede obtener un número ilimitado de unidades del primer nivel. A su vez, las unidades significativas de primer nivel pueden combinarse entre sí de una serie de formas definidas de antemano a través de las cuales se puede producir un número ilimitado de señales complejas que pueden provocar la construcción de un determinado mensaje complejo de forma más o menos inequívoca, gracias a que esa combinatoria se atiene a una serie de estipulaciones que limitan y a la vez dan sentido a los productos de la actividad lingüística que poseen forma gramatical. Esto es lo que se denomina habitualmente doble articulación del lenguaje humano (Moreno Cabrera 2014, 2.1). Para entender la contestación de las preguntas que siguen es necesario hacer una distinción crucial, que paso a explicar a continuación. El lenguaje humano se manifiesta en una serie potencialmente ilimitada de lenguas naturales. Esas lenguas naturales son las que se usan habitualmente en las interacciones lingüísticas espontáneas y más o menos automáticas de la vida cotidiana, en las que la propia lengua no es la protagonista del acto comunicativo, es decir, no se habla sobre la misma lengua sino sobre otros temas. Ese uso es inadvertido y está casi completamente automatizado, de modo que el hablante no piensa de antemano en cómo ha de construir las frases, sino que simplemente las construye sin prestar la más mínima atención a y sin ser consciente de los complejos mecanismos gramaticales que hay que poner en marcha y aplicar para construir el producto de esa actividad lingüística. Es la lengua que tenemos interiorizada porque la hemos adquirido en nuestra infancia. Estas lenguas naturales o, mejor, las competencias lingüísticas naturales de cada individuo que la habla, son adquiridas por los infantes de modo totalmente espontáneo, sin ningún tipo de acción educativa intencional específica y sin que el niño tenga que realizar ningún esfuerzo consciente de atención sostenida, ni ningún intento de memorización consciente ni pretendido. El infante aprende de modo espontáneo y sin estudiar decenas de reglas 2 sintácticas y miles de palabras en los primeros años de su vida, sin que haga falta ningún tipo de instrucción educativa ni ninguna actividad pedagógica dirigida conscientemente por los adultos. Todo lo anterior nos lleva a hablar de lenguas naturales. A modo de resumen, diremos que son aquellas que hablamos de adulto de forma automática, sin ser conscientes de sus complejas reglas gramaticales y fonéticas y que los niños adquieren de forma espontánea, sin que tenga que mediar actuación específica pedagógica alguna. El adjetivo natural deriva en este caso del hecho de que los seres humanos estamos programados o predispuestos genéticamente para adquirir y emplear automáticamente sin esfuerzo aparente alguno las lenguas de uso espontáneo que se usan en las situaciones informales de todos los días. Pero hay otro tipo de lenguas que no son naturales, porque se derivan de las naturales o, si se quiere para ser más preciso, de las actividades lingüísticas naturales derivadas de nuestra competencia lingüística interiorizada, a partir de una serie de modificaciones conscientes realizadas con un determinado propósito. Se trata de lo que se puede denominar lenguas cultivadas o, si se quiere, elaboradas culturalmente. Todas las sociedades humanas conocidas elaboran o cultivan sus lenguas naturales con determinados fines: sociales, mágicos, rituales, religiosos, estéticos, lúdicos, comerciales, literarios, pedagógicos, políticos, judiciales, militares, científicos y un sinfín de aspectos más, típicos de las sociedades humanas. Una vez modificadas en una de las líneas anteriores, las lenguas naturales dejan de serlo y pasan a convertirse en lenguas artificiales. Estas lenguas, a diferencia de las naturales, no se adquieren espontáneamente por parte de los niños, sino que deben ser enseñadas a estos por los adultos mediante instrucción programada de antemano. Por otro lado, los que aprenden estas lenguas cultivadas obtendrán un dominio mayor o menor de ellas según sus aptitudes y actitudes y el tiempo y la dedicación que hayan invertido en su estudio y asimilación. A diferencia de lo que ocurre con las lenguas naturales, los resultados no serán nunca uniformes. Unos individuos dominarán mejor que otros esas lenguas cultivadas. Las lenguas se pueden cultivar haciéndolas más complejas o simplificándolas con fines, por ejemplo, esotéricos. Lo primero se produce habitualmente cuando se trata de establecer ritos de carácter mágico o religioso, que solo pueden ser entendidos y llevados a cabo por personas iniciadas previamente. Se recurre, por ejemplo, a un vocabulario extraño o poco habitual y a palabras de idiomas desconocidos o poco o nada entendibles por parte de la población no iniciada (por ejemplo, pocos cristianos conocen el significado de palabras como haleluya u hosanna que puede que hayan repetido cientos de veces, si son practicantes) y a todo tipo de figuras retóricas y de comparaciones y metáforas oscuras y arcanas, que hacen que esa lengua sea difícilmente comprensible por parte del no iniciado. Las lenguas escritas y las lenguas estándares típicas de los países occidentales son ejemplos de lenguas cultivadas, es decir, de lenguas naturales que han sido modificadas de modo artificial para ser convertidas en un tipo de lengua aparentemente idéntico al de las lenguas naturales, pero que en realidad pertenecen a otro tipo muy diferente, dado que carecen de las dos propiedades esenciales de las lenguas naturales: su 3 uso espontáneo automático y no supervisado intencionalmente y su adquisición espontánea por parte de los niños, sin que sea necesaria instrucción o actividad pedagógica específica alguna. Pero también puede producirse una simplificación con fines exotéricos, como, por ejemplo, para intentar hacerse entender por comunidades que desconocen por completo la lengua propia de la comunidad. En este caso, se reducirá el vocabulario, la morfología y se recurrirá a una sintaxis sencilla y apoyada por medios paralingüísticos, como gestos en el caso de las lenguas orales. Un ejemplo típico de esto son los sabires o pidgins, que son modalidades lingüísticas reducidas y simples que se utilizan en los intercambios comerciales entre comunidades que no comparten una lengua común o cuyas lenguas resultan incomprensibles. Tanto la complicación como la simplificación de una lengua natural con fines determinados son ejemplos de cultivo de lenguas naturales, que producen lo que denomino lenguas cultivadas. No se trata de lenguas naturales que se adquieran y usen de modo espontáneo, sino de lenguas artificiales, culturalmente elaboradas en unos pocos o muchos puntos. Naturalmente, cuando más elaborada tanto hacia la complejidad o hacia la simplificación, esté una lengua natural, más artificial será y, por tanto, más esencialmente distinta será de una lengua natural genuina. En la contestación a cada una de las preguntas siguientes, es absolutamente imprescindible tener en cuenta esta distinción, ya que las lenguas naturales y las lenguas cultivadas son dos tipos esencialmente distintos de lenguas, aunque a muchos les parezcan idénticas, y las propiedades de una no necesariamente son también propiedades de la otra. Es importante dejar claro desde el principio que si bien las lenguas cultivadas se derivan de las naturales mediante una serie de intervenciones dirigidas por una determinada finalidad, no es cierto que las lenguas naturales se deriven de las cultivadas, ni menos aún que sean una especie de degeneración o realización imperfecta de ellas. Esta idea es típica y tópica en la cultura occidental, en la que se toma la lengua escrita culta o estándar como el modelo de lengua y la lengua oral espontánea, la lengua natural de la que se deriva por elaboración esa lengua estándar, como una especie de realización imperfecta o defectiva de aquella. Esta idea es claramente falsa. Es cierto que alguien que no domine la lengua estándar puede, al intentar hablarla o escribirla, hacerlo de modo imperfecto o desviado y, de hecho, es lo esperable, dado que la lengua estándar escrita no es una lengua natural. Pero de ahí no puede deducirse que la lengua oral espontánea cotidiana, la que habla la gente de modo descuidado y automático sea una versión empobrecida de la lengua estándar escrita, dado que es ésta la que proviene de aquella por elaboración y no al revés. Al realizar esa elaboración, al perfeccionar la lengua natural lo que se obtiene no es una nueva lengua natural mejor o más perfecta, sino una lengua artificial, tanto más cuanto más se aleje de la lengua natural en la que se basa, que carece de las características esenciales de una lengua natural y que, por tanto, no es equiparable a ella. Todo esto vale también para la distinción entre lengua hablada y lengua escrita. Hay muchos tipos de lengua hablada. Un profesor, locutor, juez o político puede hablar la lengua culta estándar haciendo un mayor o menor esfuerzo y con unos resultados más o 4 menos correctos o adecuados. Este tipo de lengua hablada ocasional y circunstancial se basa, en las sociedades occidentales, en el modelo de la lengua escrita, por lo que esta lengua hablada en realidad es una variante de la lengua escrita. Pero lo que la gente usa en su vida cotidiana de modo espontáneo y automático y con un dominio total es la lengua hablada espontánea o coloquial, que es la auténtica lengua natural. En este caso, a diferencia de lo que ocurre con la lengua escrita o estándar, no cabe hablar de realización más o menos perfecta o adecuada, ni de dominio mayor o menor de la lengua. Todos los hablantes normales de una comunidad lingüística dominan esta lengua oral espontánea y solo los extranjeros o quienes han estudiado esa lengua de adultos cometen errores o incorrecciones al usarla. Por todo ello, es fundamental distinguir, tal como he sugerido de pasada anteriormente, entre la lengua hablada como realización más o menos imperfecta o perfecta de la lengua estándar culta basada en modelos escritos y la lengua hablada coloquial espontánea, que no es una realización de dichos modelos escritos que, por otro lado y como he dicho, no surgen sino de elaboraciones culturales de ésta. La lengua que se habla como realización de un ideal idiomático socialmente establecido y representado por la lengua estándar escrita o la lengua culta literaria escrita, nunca se realiza de modo totalmente perfecto o adecuado, dado que ese modelo ideal no es natural, sino que está determinado por una serie de elaboraciones especializadas y elitistas que producen una naturaleza artificial y artificiosa en esa lengua estándar, lo cual la hace extraña y no asimilable a los mecanismos automatizados que caracterizan la lengua oral espontánea o coloquial, que es la lengua natural propiamente dicha y no una de sus posibles variedades culturales. Los individuos que intentan realizar en su habla esa lengua estándar escrita, que intentan atenerse a los modelos conscientes considerados cultos y recomendables socialmente en una determinada comunica lingüística, tienen que realizar un esfuerzo consciente y deliberado por atender las reglas sancionadas por esos modelos y eliminar todo aquello que se desvíe de esas reglas en algún punto y, por tanto, no se atenga a ellas, sino a otras de carácter implícito e inconsciente, no sancionadas y, en muchos casos, ni siquiera reconocidas como tales. Por tanto, tienen que atender continuamente a unos patrones y desatender conscientemente otros. Todo ello supone la realización de un esfuerzo deliberado en el que hay que invertir un grado de atención alto o muy alto, según los casos. Esto supone una actividad de autocensura que en muchos casos, en los que los modelos estándares no están bien definidos o no lo están en absoluto, lleva al hablante a realizar sobre la marcha decisiones lingüísticas que pueden considerarse dudosas e incluso incorrectas. Existen muchos libros dedicados precisamente a criticar o poner en cuestión algunas de estas decisiones gramaticales y léxicas hechas sobre la marcha, algunos de gran éxito, como las obras El dardo en la palabra y El nuevo dardo en la palabra del académico y filólogo Fernando Lázaro Carreter. Todo lo anterior tiene que ver con la realización de los modelos de la lengua estándar escrita, que son los únicos considerados correctos en las sociedades que los crean, implantan y promueve. Esa actividad de realización lingüística de esos modelos es una actividad intencionada y consciente, que exige un alto grado de atención, de esfuerzo y 5 de formación, que no todo el mundo tiene o es capaz de realizar. Todo esto nos indica que esta actividad no es natural, sino cultural, supone el aprendizaje de unas destrezas y el desarrollo de unas posibilidades que solo pueden obtenerse mediante el aprendizaje y ejercicio continuado deliberado y constante y para las cuales no todo el mundo dispone del tiempo, interés y capacidad necesarios. La actividad lingüística natural de la lengua coloquial espontánea, que usa todo el mundo en las situaciones cotidianas informales, tiene unas características totalmente diferentes. Se realizan sin ningún esfuerzo consciente, ni ningún reparo explícito en el seguimiento de regla gramatical alguna, ni ningún propósito explícito de seguimiento de convención gramatical alguna. Esas reglas, modelos y convenciones gramaticales existen y son muy estrictas, pero han sido asimiladas por el individuo desde pequeño, que ha aprendido a atenerse a ellas sin que en ningún momento haya sido consciente de la existencia y exigencias de esas reglas y convenciones gramaticales y lingüísticas. Como ejemplo, puedo poner el uso del subjuntivo en castellano. A la mayoría de los hablantes nunca les han explicado cuándo ha de usarse el subjuntivo y cuándo no se debe usar, pero todo el mundo dice deseo que vengas pronto y no *deseo que vienes pronto. Si a uno de esos hablantes le preguntamos cuántos y cuáles son los usos del subjuntivo en español, seguramente no nos sabrá contestar, ni siquiera sabrá en muchos casos qué es el subjuntivo y, probablemente, nunca habrá sido consciente hasta el momento de la pregunta, de la existencia de tal categoría. Los hablantes del castellano usan el subjuntivo de acuerdo con unas reglas precisas que han adquirido al aprender de de niños la lengua y que han interiorizado y automatizado de tal manera que no son conscientes en modo alguno de ellas ni de las categorías en las que se basan, ni tampoco necesitan para el uso cotidiano esa autoconsciencia lingüística. Estamos en el terreno de la lengua natural, interiorizada y automatizada por el individuo. Este conocimiento no da pie errores de ningún tipo que no estén determinados por algún factor extralingüístico (esto emocional, distracción, estado físico….), porque si dos hablantes nativos del castellano no usan el subjuntivo de distinto modo no es porque uno domine la lengua mejor que otro, sino porque las reglas interiorizadas no son exactamente las mismas, varían en algún punto, lo cual produce los usos distintivos o diferentes. Si, mediante la educación, al hablante nativo del castellano se le enseña gramática española de modo explícito y se le obliga a aprender los usos del subjuntivo que se consideran correctos en el modelo estándar escrito, el individuo tiene que hacer un esfuerzo de memorización para aprender esos usos y un esfuerzo de aplicación para emplearlos de modo consciente según el contexto. Esta actividad ya no es natural, sino artificial y se realizará con mayor o menor esfuerzo según el siguiente parámetro. Si la variedad de castellano que el individuo adquirió de pequeño y la lengua escrita estándar que se le enseña en la escuela tienen las mismas reglas de uso del subjuntivo, entonces el aprendizaje consciente de esas reglas no interferirá de modo apreciable en su habla; pero si son parcial o totalmente diferentes, entonces el conflicto de reglas generará una situación de perplejidad e inseguridad que puede afectar, a veces de modo grave, a la competencia natural del individuo que titubeará al usar el subjuntivo o, incluso, aplicará incorrectamente las reglas aprendidas conscientemente para obtener 6 una manera de hablar que no es ni la reconocida como correcta por el estándar, ni tampoco la característica de su propio dialecto. Por consiguiente, el aprendizaje explícito de una lengua estándar escrita, puede interferir en la actuación lingüística del individuo de tal manera que puede impedir o distorsionar gravemente su competencia lingüística natural de forma que quien hablaba antes de modo fluido y automático su propia lengua, empieza a tropezar y a titubear en sus usos lingüísticos. La razón de esto no es que el habla espontánea coloquial es una forma incorrecta, degenerada o imperfecta del modelo estándar escrito, sino que la lengua estándar escrita es artificial y requiere un esfuerzo y una atención muy costosos para los individuos que, por sus intentos de adaptarse a lo que se considera la única forma correcta de hablar, terminan por ver interferida de modo más o menos notable su capacidad natural de hablar fluida y automáticamente, basada en las reglas gramaticales interiorizadas que constituyen su competencia lingüística natural. Vistas así las cosas, queda claro que las preguntas que voy a contestar a continuación deben estar relativizadas a esta dicotomía fundamental entre lengua natural (LN) y lengua cultivada (LC); si no se hace así, entonces se mezclan de forma incoherente y desastrosa criterios que convienen a dos realidades muy diferentes. Precisamente, esa mezcla incontrolada es el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de ciertas ideologías que desean presentar la lengua estándar escrita como la única lengua correcta posible y las hablas naturales que la gente usa en su quehacer cotidiano de forma espontánea como una especie de desviaciones y realizaciones alternativas e imperfectas de esa lengua estándar o culta escrita. Mientras no se realice y mantenga escrupulosamente esta distinción, las discusiones sobre estos temas seguirán siendo inacabables y totalmente improductivas y hueras. Esta dicotomía entre lenguas naturales y lenguas cultivadas ha sido propuesta y desarrollada en diversas publicaciones recientes a las que remito para mayor explicación e ilustración (Moreno Cabrera 2011, 2013 y Moreno y Mendívil-Giró 2014). ¿Tienen todas las lenguas la misma capacidad comunicativa? La capacidad comunicativa es una propiedad que no tienen las lenguas, sino las personas que las hablan. Las lenguas no son entidades autónomas que tengan capacidad alguna. Tampoco son objetos análogos a instrumentos como un sacacorchos o un sacapuntas. Llamamos lengua a un conjunto de actividades comunicativas específicas y características realizadas en el medio oral o gestual. Las lenguas no son medios a través de los cuales realizamos una comunicación lingüística, sino la propia actividad comunicativa lingüística característica de una comunidad de hablantes. La pregunta se podría reformular de la siguiente manera: ¿permiten todas las lenguas el desarrollo de una capacidad comunicativa similar? Esta pregunta podría surgir de la sospecha de que la comunicación humana puede verse impedida o potenciada por la naturaleza de las lenguas naturales implicadas. Habría unas lenguas que limitarían la capacidad comunicativa de los seres humanos y habría otras que la potenciarían. Pero este razonamiento caería de nuevo en la falacia de considerar que las lenguas son una especie 7 de objeto que utilizamos para comunicarnos. Es evidente que un cuchillo romo no corta igual que uno afilado y, por tanto, un cuchillo romo limita nuestra capacidad de cortar y un cuchillo afilado la potencia. Pero las lenguas no son objetos que se utilicen para comunicarnos, tal como se suele decir habitualmente, sino que son el producto siempre efímero, inestable y ocasional de la puesta en práctica de la capacidad lingüística de los seres humanos. Hay actividad lingüística como algo observable y verificable y hay capacidad lingüística como algo verificable aunque no observable directamente. Pero no hay lenguas como entidades u objetos autónomos, aislables y verificables. Las lenguas, tal como las concebimos habitualmente, son creaciones idealizadas de ciertas culturas, similares a conceptos como democracia, espiritualidad, sociedad, cultura y muchos otros (Harris (ed.) 2002). No parece lícito, desde un punto de vista lógico, observar una determinada actuación y luego decir que esa actuación limita o potencia esa misma actividad. Por tanto, desde el punto de vista que mantengo aquí, no tiene sentido la pregunta de si tal lengua tiene o mayor capacidad comunicativa que otra. Es claro que las diferentes lenguas expresan formalmente diferentes elementos. A partir de ahí, se podría uno preguntar si esto influye de una determinada manera en la capacidad comunicativa de los hablantes de las lenguas. Por ejemplo, hay lenguas que tienen género gramatical y otras que no lo tienen. Esto pasa, por ejemplo, con el castellano y el euskera. Cuando hablamos castellano estamos obligados a atender formalmente al género de todos los sustantivos que utilizamos, cosa que no ocurre cuando hablamos euskera. ¿Implica esto que los hablantes euskaldunes nativos están más limitados comunicativamente que los castellano-hablantes nativos? Creo que está bastante claro que no existen estas limitaciones comunicativas. Los euskaldunes tienen la misma capacidad de comunicar cuestiones de sexo que los castellanohablantes; no parece haberse comprobado ninguna deficiencia al respecto. Si a alguien se le ocurriera contraargumentar que gracias a que la gran mayoría de los euskaldunes sabe castellano pueden ser eficientes hablando de los géneros, habría que aducir que ni el finés, ni el húngaro, ni el turco tienen género gramatical y tampoco se ha observado que sus hablantes sean menos eficientes comunicativamente cuando hablan de género o sexo. Las LCs han sido diseñadas y elaboradas para unos determinados fines y es de esperar que cumplan esos fines mejor que las LNs, siempre que estos fines sean específicos de las primeras. Por ejemplo, podría decirse que las LCs son más adecuadas en el medio escrito que las LNs, pero esto no se debe a que las LCs tengan más capacidad comunicativa que las LNs, simplemente se debe a que las LCs han sido construidas, a partir siempre de una LN, para ese fin, a medida de esa fin. Los letreros en las estaciones de los medios de transporte están redactados en los términos de la lengua escrita. Por eso, cuando, por ejemplo, cuando va a entrar un tren en una estación y se quiere informar de ellos a los pasajeros aparece un letrero que dice: EL EXPRESO –BILBAO-VITORIA VA A EFECTUAR SU ENTRADA POR VÍA 6. Este mensaje, editado en lengua escrita puede ser pasado a la lengua hablada mediante un anuncio de megafonía. Ahora bien, si observamos lo que dice la gente en el andén oiremos cosas como YA VIENE EL TREN DE BILBAO o simplemente YA VIENE EL TREN o incluso YA VIENE. Ninguna de 8 estas expresiones sería aceptable como letrero: si vemos un letrero que dice YA VIENE EL TREN seguramente esbozaremos una sonrisa de sorpresa. La misma que podemos esbozar si alguien nos pregunta en el andén algo así ¿SABE USTED POR QUÉ VÍA A EFECTUAR SU ENTRADA EL TREN BILBAO-VITORIA? Lo que esperaríamos sería algo así como POR FAVOR, ¿POR DONDE VA A ENTRAR / DÓNDE VA A PARAR EL AVE/ TREN A VITORIA?, ¿DÓNDE PARA EL DE/QUE VA A VITORIA? o cosas semejantes. La pregunta que nos hacemos ahora es ¿qué mensaje es más eficiente comunicativamente: EL TREN BILBAO-VITORIA VA A EFECTUAR SU ENTRADA POR VÍA 6, típico de la lengua escrita o YA VIENE EL TREN, típico de la lengua hablada espontánea? Los criterios que determinan una y otra lengua son diferentes, tienen diferente naturaleza; por ello no tiene sentido responder esta pregunta de modo absoluto. La cosa se hace más grave cuando comparamos dos lenguas, una escrita y hablada y otra que solo se habla y comparamos las expresiones escritas típicas de la lengua que se escribe, con las expresiones espontáneas habladas de la lengua que no se escribe. La objeción que acabamos de formular se aplica de nuevo en este caso. No hay comparación directa posible y, por tanto, las conclusiones que se suelen extraer de esa comparación están basadas en la mezcla arbitraria, pero guiada ideológicamente, de entidades cualitativamente distintas. Este es un error muy frecuente cuando se compara la forma estándar escrita de una lengua europea como el inglés, el francés o el español con el habla oral espontánea de una comunidad que no tiene lengua escrita estándar alguna. En muchos aspectos, el habla espontánea de esa segunda comunidad aparecerá como más simple que las expresiones escritas de la lengua con la que se la compara. Pero, claro es, como esa lengua escrita están basada en una lengua oral espontánea de naturaleza similar a la lengua oral espontánea de la comunidad que no conoce la escritura, lo único que cabe hacer de modo cabal es comparar el inglés o el español hablado espontáneo, no el escrito con la lengua oral espontánea de esa comunidad que no conoce la escritura. Entonces, casi con toda seguridad comprobaremos que la LN de esa comunidad no parece tan simple y primitiva como resultaba cuando el otro término de la comparación es la lengua escrita (Moreno y Mendívil-Giró 2014, secciones 5.1 y 6). De aquí procede precisamente el mito de que las lenguas criollas están más simplificadas y menos elaboradas que las lenguas occidentales escritas en las que se basan. Si comparamos el francés estándar escrito con el criollo de base francesa de Haití, el haitiano, observamos enormes diferencias que serán juzgadas como negativas por parte del criollo: el haitiano se evaluará como una especie de francés corrupto, deformado, simplificado y degradado en todos los niveles (fonética, léxico, morfología, sintaxis y semántica). Ahora bien, si comparamos algunas de las variedades del francés hablado en Francia con el haitiano, esas enormes diferencias iniciales se verán muy disminuidas y las semejanzas entre las dos lenguas serán mucho mayores y, por supuesto, ya no se verá tan clara ninguna simplificación o degradación. Esto tiene mucho sentido, dado que el haitiano no procede del francés escrito, sino del francés hablado dialectal vulgar que llevaron a aquella isla los franceses desde el siglo XVI (Chaudenson 2003). 9 Hay lenguas en las que el verbo contiene una determinada información que está ausente en los verbos de otras lenguas. Por ejemplo, en catalán, en el verbo se expresa la persona, el número, el tiempo, el aspecto y el modo, pero en chino mandarín no hay ninguna de estas especificaciones en los verbos. ¿Podría decirse que la complejidad del verbo catalán constituye un obstáculo para la comunicación activa? ¿Podría decirse que la simplicidad del verbo chino significa un obstáculo para la comunicación pasiva? En efecto, al hablar, los catalanes tienen que elegir una de cientos de formas verbales que varían de forma más o menos marcada según el número, persona, tiempo, modo o aspecto parece que esto dificultad la emisión del discurso catalán, aunque facilita su comprensión por parte del interlocutor. En el caso del chino ocurre lo contrario: al no tener que especificar ninguna forma para el verbo, dado que la forma de los verbos no varía según la persona, el número, el tiempo, el modo o el aspecto, parece que hablar chino es bastante más sencillo que hablar catalán, pero al no estar especificada esa información el oyente tendrá que estar más atento a otros elementos de la oración para extraer la información que en catalán se expresa en la forma del verbo. Aquí hay una ley bastante evidente: lo que facilita la emisión dificultad la comprensión y lo que facilita la comprensión dificultad la emisión. Independientemente de esta ley no se puede evaluar si un elemento de una lengua facilita o dificulta la comunicación. Esta pregunta habría que relativizarla a la ley que acabamos de enunciar. Para los hablantes nativos la producción y recepción de su lengua está totalmente automatizada. Esto significa que no son conscientes de ningún tipo de dificultad u obstáculo a la hora de hablar de forma rápida y espontánea. Un hablante nativo de catalán selecciona la forma verbal adecuada sin realizar ningún esfuerzo consciente para ello y un hablante nativo de chino deduce las especificaciones de persona, número, aspecto y modo de la oración que contiene el verbo invariable, de forma también automática y sin que tampoco realice ningún esfuerzo consciente mantenido. De aquí sacamos una importante conclusión: las formas automatizadas de la lengua son igualmente eficientes y fáciles para los nativos y no suponen obstáculo alguno para la comunicación. Esto se aplica totalmente a las LNs, pero no a las LCs, que son mucho más difíciles de automatizar de una forma similar a la que presentan esas LNs. Por tanto, podríamos decir, que las LCs, las lenguas estándar escritas, como lenguas artificiales, sí que constituyen para la inmensa mayoría de la población un auténtico obstáculo para la comunicación. Conseguir una automatización de la LCs similar a la que se observa respecto de las LNs es una labor de muchos años que exige una gran dedicación continuada a lo largo de prácticamente toda la vida. Esto ya lo observó Dante en su De Vulgari Eloquentia hace setecientos años: “2 Pero puesto que a cada ciencia conviene no sólo probar, sino evidenciar su propio objeto, para que se conozca todo lo que existe sobre su contenido, afirmamos, tomando rápidamente una postura, que llamamos lengua común a aquella que los niños aprenden de los que les cuidan, en cuanto empiezan a distinguir sonidos; o bien, lo que puede decirse con menos palabras, declaramos como lengua común la que aprendemos sin regla alguna, imitando a la que nos alimenta. 3 Tenemos también nosotros otra segunda forma de hablar, a la que los romanos llamaron gramática. Por cierto, que esta segunda lengua la poseen también los griegos y otros pueblos, pero no todos; realmente pocos llegan a su uso habitual, porque sólo 10 con el paso del tiempo y la perseverancia en su estudio nos formamos en sus reglas y aprendemos sus principios. (Dante Alighieri, De vulgari eloquentia, I, 2-4. Traducción de Manuel Gil Esteve y Matilde Rovira Soler, 1997: 54-55) Es evidente que no todo el mundo tiene las posibilidades de adquirir esa automatización, por lo que la mayor parte de las personas usarán la LC basada en su LN nativa con grandes dificultades y con resultados no totalmente satisfactorios la mayor parte de las veces. Por esta razón se menciona continuamente lo mal que habla la gente y lo mal que se escribe en los medios de comunicación tales como la prensa diaria. Hay muchas obras que denuncian el supuesto mal uso de la lengua y los supuestamente graves atentados contra el idioma que se cometen en los medios escritos de ámbito general (Vilches Vivancos 2001, Celdrán 2009, 2010, 2011, entre otros muchos ejemplos). Todo esto es así sencillamente porque la lengua estándar escrita, como LC, no es tan fácil de automatizar como la LN en la que se basa y, por tanto, de hecho supone un obstáculo para la comunicación lingüística para la mayor parte de la población. ¿Por qué la LC es tan fácil de automatizar como la LN? La respuesta es obvia: porque la LC es una lengua artificial para cuya automatización no estamos biológicamente preparados, como ocurre con la LN. ¿Algunas lenguas son más sencillas que otras, tanto a la hora de aprenderlas como de hablarlas? Las lenguas naturales (LN), es decir, las adquiridas por los niños de modo espontáneo, tienen todas la propiedad de ser susceptibles de ser dominadas mediante un proceso natural de adquisición, para el que todos los seres humanos estamos genéticamente preparados. No se ha podido verificar ningún caso en el que según las lenguas los niños tarden más o menos en adquirirla de modo natural. Es decir, para lenguas presuntamente difíciles como el japonés o el húngaro, no se ha podido demostrar que los niños tarden más en aprenderlas que las lenguas consideradas más fáciles como el inglés o el indonesio. Es decir, no se ha observado que los niños japoneses tarden más años en adquirir el japonés que los niños ingleses cuando adquieren el inglés de forma natural. El mismo razonamiento vale para el uso de las lenguas. Los hablantes de japonés no parecen tener más dificultades a la hora de hablar su lengua con soltura y rapidez que los hablantes de inglés o indonesio. Todos los hablantes nativos de estas lenguas las usan con similar rapidez, facilidad y comodidad. Los hablantes de las lenguas presuntamente difíciles no parecen tener la menor dificultad en usar su lengua nativa, sin que apreciemos una cadencia más lenta o insegura en la actuación lingüística que la que presentan los hablantes de las lenguas supuestamente más fáciles. Esto se aplica a las LN pero no a las LC: el japonés escrito puede ser más difícil en algunos aspectos que el japonés hablado tanto por la escritura en sí como por el carácter artificial de esta lengua escrita. Por consiguiente, sólo podría decirse que el japonés escrito pudiera ser más difícil que el catalán escrito: En caso de que esta afirmación resultara cierta, debido fundamentalmente al tipo de escritura implicado, seguiría sin poderse concluir que el japonés como LN es más difícil que el catalán hablado espontáneo. 11 Estos hechos a los que me estoy refiriendo no son opiniones o interpretaciones interesadas, sino que pueden considerarse a todos los efectos hechos establecidos y difíciles de refutar. Todo este razonamiento se basa en las lenguas naturales que habla espontáneamente la gente y al aprendizaje y uso de las lenguas por parte de los que las adquieren de pequeños mediante un proceso natural de adquisición lingüística, para el que, repito, todos los seres humanos estamos preparados genéticamente, como una de las características particulares de nuestra especie. Todo esto es diferente cuando de lo que hablamos es del aprendizaje y uso de una lengua no nativa por parte de una persona en la edad adulta. Entonces sí que cabe esgrimir criterios de dificultad o facilidad que se basan en el siguiente axioma fundamental: A los adultos que aprenden una nueva lengua, esa lengua les parecerá tanto más difícil cuanto más se aparte o difiera de las lenguas que aprendió de niño de forma natural. Este criterio de dificultad o facilidad no es absoluto, sino relativo y depende totalmente de la lengua de partida del que aprende una segunda o tercera lengua en la edad adulta. Es claro que el portugués y el catalán se parecen mucho más entre sí que el catalán y el neerlandés. Por otro lado, es también evidente que el neerlandés y el alemán se parecen mucho más entre sí que el neerlandés y el catalán. Esto tiene la siguiente consecuencia. Para un catalanohablante el portugués es mucho más fácil que el neerlandés pero para un neerlandófono, el alemán le es mucho más fácil que el portugués. Pero de este hecho indudable y fácilmente comprobable no se puede deducir que el portugués sea una lengua más sencilla que el neerlandés en términos absolutos; lo es para una catalano- o castellanohablante, pero no lo es para un hablante de alemán. De modo similar, para un hablante del neerlandés el alemán le es mucho más fácil que el portugués, el castellano o el catalán; de donde no se puede deducir que el alemán sea más fácil que el portugués o el castellano en términos absolutos, solo lo es para un hablante de una lengua germánica como el neerlandés. Veamos dos líneas en alemán y neerlandés sacadas de las instrucciones de un ordenador personal. Alemán: Anschließen einer Stromquelle Für die Stromversorgung Ihres Computers können Sie entweder das Netzgerät oder einen aufladbaren Akku verwenden. Neerlandés: Een stroombron aansluiten De computer kan werken op netstroom (via een netadapter) of op een oplaadbare batterij Y ahora las mismas instrucciones en castellano y portugués: Castellano: ¿Cómo conectar una fuente de alimentación? 12 Para suministrar energía al ordenador, se puede utilizar un adaptador CA o un paquete de batería recargable. Portugués: Ligar uma fonte de alimentação Pode utilizar um transformador ou uma bateria recarregável como fonte de alimentação para o comutador. Es fácil comprobar que para un castellano hablante las instrucciones en portugués son bastante fáciles de entender y viceversa. Sin embargo, desde el castellano o portugués las instrucciones en alemán o neerlandés son imposibles de entender. Para un castellanohablante o un portugués hablante el alemán y el neerlandés resultan lenguas difíciles. Sin embargo, las cosas cambian radicalmente para un hablante nativo de neerlandés. Para él, el texto alemán es tan transparente como el texto castellano para un portugués; este hablante considerará el alemán una lengua mucho más fácil que el castellano o el portugués, que les resultan incomprensibles desde el neerlandés. Si el lector no cree esto puede hacer la prueba con un hablante de neerlandés que no sepa ninguna lengua romance. Se convencerá. ¿Qué lengua es más fácil? ¿El portugués o el neerlandés? ¿Qué lengua es más difícil? ¿El neerlandés o el portugués? Es claro que la respuesta dependerá de las lenguas que los hablantes dominen. Lo que es clarísimo es que estas preguntas no se pueden contestar independientemente de este factor. En cuanto a las LC, las lenguas escritas, podemos comprender que se pueden aplicar también estos mismos criterios. El catalán estándar es más fácil de aprender para un catalanohablante nativo que para un hablante nativo de alemán. Esto se debe a que la distancia entre el catalán hablado y el catalán escrito es mucho menor que entre en catalán escrito y el alemán hablado espontáneo. La razón es evidente: el catalán escrito es una LC que se basa en el catalán hablado como LN. Para un catalanohablante nativo el alemán estándar escrito es mucho más difícil que el catalán estándar escrito, precisamente por la misma razón. Aquí se observan dos grados de dificultad: la de la LC misma y la gran distancia que hay que entre la lengua natural catalana y su correspondiente LC y la LC alemana. De ahí surge la idea de que el alemán es una lengua muy difícil. ¿Cuál sería el idioma ideal a nivel de…: Las lenguas naturales, desarrolladas a lo largo de la dilatada trayectoria evolutiva del ser humano durante muchas decenas de miles de años surgen, como indica el adjetivo, de actividades naturales llevadas a cabo por entidades, los seres humanos, también naturales. Estamos, pues, en el terreno de lo natural no de lo ideal. Igual que un ser humano ideal no es, ni podría ser, un ser humano natural, tampoco una lengua ideal o con características ideales podría ser en ningún caso una lengua natural. En este sentido, la actividad lingüística humana es igual de imperfecta o perfecta que otras actividades naturales modeladas por las leyes de la evolución natural. 13 La idealidad de una lengua está determinada por lo que podemos denominar construcción cultural de las lenguas, que implica fundamentalmente las LCs basadas en elaboraciones de las LNs. Como ya dije al principio, además de las lenguas naturales, que los humanos estamos capacitados para adquirir y usar de forma automática y sin ningún tipo de esfuerzo, algunas sociedades crean y elaboran, sobre la base de una lengua natural, otro tipo de lengua, las LCs, esta vez de carácter artificial, que está basada en una serie de actuaciones que tienen que ver con unos determinados fines llevados a cabo de forma consciente y deliberada. Entre esos fines está precisamente el modificar las lenguas naturales para que se acerquen a determinados ideales lógicos y sociales que dependen de cada cultura y de cada sociedad. Estas lenguas artificiales y artificiosas, que provienen de una serie de modificaciones realizadas sobre las lenguas naturales en las que se basan, se presentan como lenguas más perfectas, más estables, más ricas, más profundas, más desarrolladas que las lenguas naturales y se considera que estas lenguas (que se suelen adoptar como un estándar lingüístico general) son lenguas más perfectas, más idóneas que las lenguas naturales. Estamos aquí ante una evaluación cultural, que se basa en una serie de presupuestos ideológicos según los cuales la sociedad que crea esa lengua es una sociedad más avanzada, más desarrollada y más perfeccionada que la que no la desarrolla. De esta manera, se afirma que tal o cual comunidad de vida tradicional todavía no ha desarrollado la escritura, ni lengua estándar, ni tiene, por tanto, una ortografía, una gramática y un diccionario, como si estos desarrollos fueran peldaños de un escalera que lleva a la cúspide de la perfección. Esta es una visión lineal del progreso que tiene su origen próximo en el racionalismo del siglo XVIII y que está basada en un claro y más que objetable etnocentrismo. Tiene sentido la aplicación de esta noción de idealidad a las lenguas cultivadas (LCs) elaboradas artificialmente, puesto que esas elaboraciones están precisamente dirigidas al acercamiento a un determinado tipo de ideal, pero no lo tiene aplicado a las lenguas naturales (LNs), ya que éstas no han surgido a partir de un proyecto dirigido a unos determinados fines previamente marcados, sino que se han desarrollado a través de mecanismos evolutivos que no están controlados por lo que los agentes prevén, planifican, quieren o desean, sino por las contingencias y los requisitos de la actuación lingüística de los individuos y de las comunidades en las que llevan a cabo ese comportamiento. Una pregunta como la de esta sección llevada al terreno de lo natural o de lo biológico nos llevaría a preguntarnos cosas como cuál es el mamífero ideal o cuál es el insecto ideal. Mamíferos, insectos y lenguas naturales no se han desarrollado de acuerdo a unos ideales, dado que la evolución natural no tiene fijados de antemano unos fines determinados a largo plazo, sino que va actuando de forma local sin que haya de por medio ningún designio a largo plazo que haya que seguir o que haya que alcanzar. Dicho de otra manera, la evolución natural no es teleológica ni intencional. La evolución no sucede para algo o con algún fin determinado. Antes de la existencia del ojo de los mamíferos no hubo unos planes de hace cientos de millones de años que previeran la construcción de un ojo humano y que crearan los primeros pasos a partir de determinadas células sensibles a la luz y luego fueran, a través de sucesivos pasos, constituyendo lo que hoy es un ojo humano. Por eso, los objetos 14 naturales no son ideales; de hecho, distan mucho de serlo. No tiene sentido aplicar a un objeto natural ningún ideal, ni ningún objetivo previamente establecido. Por esa razón, tampoco lo tiene hablar de ideales en una lengua natural. Sí lo tiene, como he dicho, cuando hablamos de una lengua artificial basada en una lengua natural, sencillamente porque los procesos de modificación de esa lengua natural han sido realizados con un propósito y de acuerdo con unos determinados fines. En diversas épocas se ha realizado idiomas artificiales que se consideran encarnaciones de un ideal idiomático, tales como el esperanto. Esta lengua se creó, sobre la base de varias lenguas europeas, con la idea de solucionar algunos problemas de las LNs europeas y de las LCs basadas en ellas. En ella, entre otros objetivos, se intenta crear una lengua sin irregularidad alguna y totalmente transparente, dado que se supone que una lengua así se acerca más al ideal según el cual la regularidad y transparencia de los idiomas contribuye a su mayor facilidad de uso. ¿Es realmente el esperanto una lengua más fácil que cualquier otra lengua? No está esto tan claro como pudiera parecer. Por ejemplo, en esperanto hay una forma singular y otra plural de los sustantivos. Hay muchas lenguas del mundo, algunas muy extendidas, que no tienen esta característica. ¿Por qué introducir este rasgo morfológico que aumenta de modo aparente la complejidad de una lengua, cuando hay muchas lenguas que se las apañan sin él perfectamente y que, al menos desde este punto de vista, son más simples? La razón es clara: el esperanto tiene una clara base europea y está claramente determinado por un tipo ideal de lengua europea y no por un tipo ideal de lengua universal. Lo primero parece más o menos realizable, tal como muestra el propio esperanto, pero lo segundo es algo claramente utópico dada la gran variedad de formas que se pueden observar en las distintas lenguas del mundo. -…sintaxis? La sintaxis está constituida por una serie de mecanismos que regulan la combinación de las palabras para la obtención de expresiones complejas y, en última instancia, de discursos enteros. Es muy importante tener en cuenta que las lenguas naturales han sido modeladas evolutivamente mediante la interacción lingüística entre los hablantes. Si queremos decirlo así, podríamos afirmar que la actividad lingüística natural ha sido modelada para la conversación entre los individuos. Una conversación no es no puede ser una concatenación o sucesión de monólogos, sino todo lo contrario: una sucesión de intervenciones relativamente cortas que se interrumpen y se retoman continuamente. Hay que tener todo esto muy presente, porque, cuando se habla de sintaxis, la mayor parte de las personas está pensando en textos escritos (típicos de una LC) o alguna incluso, en los largos monólogos perfectamente trabados y organizados (casi siempre por escrito) de determinados personajes públicos en determinadas situaciones, como, por ejemplo, una conferencia. La situación en la que una persona habla y las demás escuchan, que se da en una conferencia o en una reunión en la que alguien cuenta algo real o imaginario con carácter informativo, mágico, religioso o simplemente festivo, es un tipo de situación en la que se usa una lengua desde tiempos inmemoriales pero que no ha dado origen ni 15 modelado a las lenguas naturales tal como las conocemos. Se trata de un uso derivado de las lenguas naturales, a veces determinado por la propia necesidad o simplemente por curiosidad o gusto de unas personas que gustan escuchar lo que dicen otras. He aquí la clave del asunto. Frente a la lengua conversacional, en la que todo el mundo es competente para los quehaceres de la vida diaria, la lengua monológica del relato o del discurso mágico, religioso o político, que es por definición una LC, es un modo de expresión lingüística que no todo las personas de una comunidad lingüística dominan bien; de hecho, precisamente porque pocos dominan ese tipo de actividad lingüística, se producen reuniones en las que muchos gustan de escuchar lo que dicen unos pocos que tienen un especial don de palabra o una capacidad notable para hablar en público y al público de modo eficaz, ameno, divertido o dramático. Este tipo de discurso no puede ser la base sobre la que se han modelado las lenguas naturales, porque no obedece a unas capacidades compartidas por todos los hablantes de una comunidad lingüística, sino solo por algunos. Solo aquellos aspectos de la lengua para los que todas las personas están dotadas naturalmente son los que han podido modelar evolutivamente una lengua natural. Éste del discurso monológico, continuado y perfectamente trabado no es uno de ellos. Parece una verdad de Perogrullo, pero las lenguas naturales han evolucionado para conversar, para el diálogo y no para el monólogo. La sintaxis en la que suele pensar la gente es en la sintaxis monológica, aquella en la que una sola voz va trabando amplios discursos con complejas construcciones, llenas de información y con una estructuración perfectamente establecida y delimitada. Como ya he dicho que un diálogo no es una sucesión de monólogos adjuntos uno a otro, es claro que esa sintaxis en la que se piensa habitualmente, no es la sintaxis relevante cuando estamos considerando las lenguas naturales. La sintaxis natural, la de las LNs, es lo que se denomina a veces sintaxis coloquial y , aunque parezca increíble, el estudio de esta sintaxis ha sido relegado durante siglos por los investigadores, porque durante siglos se pensó que el habla vulgar cotidiana apenas tenía sintaxis alguna, que la sintaxis desarrollada solo se podría encontrar en los textos escritos de la LC y en los parlamentos de las personas cultas o educadas y nunca en las breves intervenciones que hacen las personas normales en la conversación cotidiana, tan poco trascendental e importante en su temática. El resultado de esto es que se conoce muy bien la sintaxis de la lengua escrita, que no es una lengua natural y que, por tanto, no está determinada por las circunstancias de la evolución ancestral de las lenguas y que, por consiguiente, no todos los hablantes de una comunidad lingüística conocen suficientemente, ni menos aún usan de forma natural y automática como lo hacen en el habla diaria; y no se conoce apenas la sintaxis de la lengua coloquial espontánea. Siempre se supuso que no hacía en realidad falta estudiar la sintaxis coloquial porque se suponía, de forma claramente errónea, que no era más que una realización imperfecta, defectiva y puramente improvisada de la sintaxis escrita. El error de este razonamiento es patente: los analfabetos hablan lenguas naturales con una sintaxis bien definida. Teniendo en cuenta que incluso hoy en día no se escribe ni se ha escrito nunca un porcentaje muy alto de las lenguas que se hablan en el mundo (de las 6.000 lenguas del mundo se escriben habitualmente muchas menos de 1000), resulta que hay muchos millones de personas que 16 son analfabetos en su propia lengua nativa. Esta situación ha sido la habitual durante las decenas de miles de años de evolución de nuestra especie, dado que la generalización de la escritura es un fenómeno muy reciente, que hay que situar en los siglos XIX y XX. Sobre la base de estos supuestos, no cabe duda de que, si ni siquiera conocemos cómo funciona la sintaxis de los actos lingüísticos fragmentarios e incompletos de la conversación ordinaria, malamente podremos determinar cuál sería la sintaxis ideal para las lenguas naturales. Ciertamente esta sintaxis no es la que aparece en los textos escritos monológicos, dado que las tareas de la vida cotidiana difícilmente podrían realizarse a través de discursos prolongados de los individuos que intervienen en ellas. A pesar de todo lo dicho, podríamos razonar sobre algunos aspectos elementales de la sintaxis de la lengua para comprobar si existe algún criterio para establecer si una sintaxis es mejor o más adecuada que otra. Una propiedad evidente de todas las sintaxis de las lenguas orales es que las palabras han de ser dispuestas a lo largo de una línea temporal de sucesividad. Esta propiedad no la comparten las lenguas naturales orales con las lenguas naturales de señas, en la que hay una simultaneidad en la producción imposible en las lenguas orales. La sucesión de elementos obliga a ordenarlos de una determinada manera de forma que uno va antes que otro. En este punto las lenguas difieren. Unas prefieren poner primero el sujeto (S), después el verbo (V) y a continuación el objeto directo (O) tal como en Juan lee el libro; son las lenguas SVO (lenguas como el inglés). En otras lenguas el orden es SOV como en Juan el libro lee (como ocurre en turco, vasco o japonés). Estos son los dos tipos más habituales. Un tercer tipo con cierta frecuencia en las lenguas es VSO en el que primero se pone el verbo, luego el sujeto y a continuación el objeto, como en el caso de lee Juan el libro (lenguas celtas como el galés). Otras presentan órdenes como OVS, o VOS (Velupillai 2012: 277-300). Se podría alguien preguntar si alguno de estos ordenamientos es mejor o más efectivo o se acerca más a algún ideal que otro. Un primer criterio es precisamente el de la frecuencia. Se podría considerar que el ordenamiento más frecuente sería el más eficiente, el mejor. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con este criterio, porque el ordenamiento de los elementos de una oración suele ser un rasgo genético característico de una familia de lenguas. Así, la inmensa mayoría de las lenguas indoeuropeas son SVO y las lenguas túrquicas son SOV. Ocurre que los hablantes de estas lenguas, mediante una serie de procesos históricos que no son de carácter lingüístico, han ido expandiéndose por territorios muy amplios y han ido imponiendo sus lenguas, que han ido diferenciándose con el tiempo según los lugares en los que se han impuesto, pero conservando casi siempre muchas de las características de la familia lingüística. Una de las características de la familia túrquica que se conservan es precisamente el ordenamiento básico SOV. Gracias a una serie de procesos de expansión encontramos lenguas túrquicas a lo largo de toda Asia en un inmenso territorio que llega hasta China, donde hay una importante comunidad de hablantes de una lengua túrquica, el uygur. Si contamos todas estas lenguas, veremos que solo la familia túrquica aporta una buena cantidad de lenguas SOV. Pero esta cantidad no se debe a que ese ordenamiento de palabras sea el mejor o más eficiente lingüísticamente, sino a unos procesos de expansión y de imposición lingüísticos (Ostler 2005 y Haarmann 2006). Por 17 eso hay que decir que no se puede echar mano de este criterio de la frecuencia, sin antes haberlo relativizado respecto de estas condiciones históricas. Esta relativización no se hace en esos recuentos estadísticos, por lo que, por principio, han de ser sospechosos. Ensayemos ahora otro tipo de criterio, el criterio semántico para la determinación de cuál ordenamiento de palabras podría ser más eficiente. ¿Qué es más eficiente? ¿Referirse primero al agente, luego a la acción y luego al objeto de la acción? ¿Referirse primero a la acción, después al agente y después al paciente? ¿Referirse primero al agente, después al paciente y después a la acción? Es evidente que no pueden contestarse estas preguntas en forma absoluta, sino solo de forma relativa. Dependerá de las circunstancias concretas si es más o menos eficiente mencionar primero el agente, el paciente o la acción. Depende del discurso que estemos realizando y sus funciones. Esto lo vemos, por ejemplo, en español. Podemos decir Juan ha visto la película, La película ha visto Juan y Ha visto la película Juan según estemos interesados, dependiendo de las funciones discursivas, en mencionar el primer lugar el agente, el paciente o la acción. Todo esto a pesar de que el español es una lengua típica SVO y no SOV ni VSO. Lo que esto nos enseña es que aunque una lengua opte por establecimiento de un orden de los que hemos visto, tiene mecanismos para adaptarse a otras presentaciones posibles que permitan ajustarse a las diversas necesidades discursivas en el uso de la lengua. Esto ocurre con todas las lenguas en general, por lo cual, la eficiencia sintáctica de las lenguas en este aspecto, y en otros muchos que no se pueden tratar aquí, es similar; en lo único en que se diferencian es en las formas en las que se producen los ajustes necesarios para una adaptación determinada, una vez que se adopta como criterio organizador uno de los órdenes posibles. ¿Qué es más eficiente partir del orden SVO y obtener los otros mediante diversos mecanismos morfosintácticos? ¿Tomar SOV como orden estructurador y obtener los demás mediante mecanismos morfosintácticos? ¿Tomar VSO como orden básico estructurador y obtener los demás mediante mecanismos morfosintácticos? No parece que tenga mucho sentido la investigación de qué es más efectivo en estos casos, dado que existe una restricción de partida: el ordenamiento lineal de los sintagmas de la oración. A lo mejor, sin esta restricción, podríamos proponer una forma ideal de estructurar la sintaxis de una lengua, pero las lenguas son fenómenos naturales determinados por mil y un factores contingentes a los que han de adaptarse de forma continuada. Por ello, la flexibilidad que procura la adaptabilidad es uno de los rasgos tanto de la sintaxis, como de los otros aspectos de las lenguas naturales. -…morfología y sistema verbal? Habitualmente, se dice que hay tres tipos de lenguas desde el punto de vista de su morfología: flexivas, aglutinante y aislantes. En las primeras suelen existir complejos paradigmas con irregularidades de la flexión nominal, con distinción de género, número o caso y de la flexión verbal, con distinción de persona, número, modo, tiempo y aspectos como en griego y latín clásicos, donde hay varios modelos de declinación nominal y varios modelos de conjugación verbal de acuerdo con los parámetros que estamos señalando. Las lenguas aglutinantes como el vasco, el finés, el húngaro o el turco se 18 caracterizan porque, en general, presentan un solo modelo de declinación o conjugación y porque las determinaciones morfológicas se realizan mediante morfemas que se van aglutinando o añadiendo sucesivamente al tema nominal o verbal para obtener palabras con gran transparencia morfológica. Para ejemplificar esto comparemos el latín hominis ‘a los hombres (dativo)’ con la palabra húngara correspondiente embereknek (dativo) ‘a los hombres’. En la terminación latina “is” se realiza una serie de determinaciones morfológicas (género masculino, número plural y caso dativo) sin que se pueda determinar qué segmento de esa terminación expresa cada una de esas determinaciones morfológicas; se dice que esos morfemas aparecen fusionados en su realización fonética. Sin embargo, en la palabra húngara embereknek podemos identificar perfectamente qué elementos de la terminación –eknek realiza el morfema de número (-ek) y de caso (-nek); en húngaro, como ocurre en vasco, finés y turco, no hay morfema de género. Las lenguas denominada aislantes no presentan ningún tipo de flexión en el sustantivo ni en el verbo. En estas lenguas, las diversas determinaciones gramaticales de las palabras no se expresan mediante elementos adicionales, morfemas, que se integran morfológicamente en ellas, sino que se expresan echando mano de otras palabras auxiliares con función gramatical. Por ejemplo, en chino y en gran medida también en inglés, el verbo no tiene terminaciones de persona, como ocurre en latín, griego o español. Las determinaciones de persona se señalan mediante pronombres personales, de modo opcional en chino y de modo obligatorio en inglés. Por ejemplo, en chino kàn ‘ver’ puede usarse para denotar ‘veo’, ‘ves’, ‘ve’, ‘vemos’, ‘veis’ ‘ven’; cuando se desee especificar la persona de forma explícita se recurre a los pronombres personales adecuados en cada caso. El tiempo y aspecto verbales tampoco se expresan en el verbo, de modo que para decir kàn en pasado o en futuro, se recurre a determinadas palabras auxiliares con función gramatical que se añaden al verbo. El inglés, como he dicho, es una lengua muy similar al chino desde este punto de vista. La persona en el verbo, excepto la tercera del singular del presente de indicativo, no se expresa mediante ningún elemento morfológico integrado. Por ejemplo saw puede significar ‘vi’, ‘viste’, ‘vio’, ‘vimos’, ‘visteis’, ‘vieron’. A diferencia de lo que ocurre en chino es obligatorio el uso de los pronombres personales. De modo que es obligado decir en inglés I saw ‘vi’, you saw ‘viste’, he saw ‘vio’ etc…. En cuanto al tiempo verbal, en inglés solo hay marca morfológica de tiempo verbal pasado, los demás tiempos se obtienen de modo análogo al chino: mediante el uso de elementos auxiliares. Por, ejemplo, el futuro en inglés se forma mediante el verbo auxiliar will, I will see ‘veré’. Conviene ahora realizar una observación importante. Todas las lenguas naturales del mundo se hablan de corrido, juntando todos los elementos de expresión en secuencias fónicas más o menos largas. En la escritura, estas secuencias se suelen segmentar en unidades más pequeñas resultado de un análisis de dichas secuencias típicas de las lenguas habladas. Cuando oímos hablar a los chinos, lo que percibimos es un continuo fónico que no está dividido en sílabas y que, por tanto, no está constituido por monosílabos. En cualquier lengua se puede silabear. Cualquier hablante del castellano puede pronunciar la oración saldrá mañana por la tarde como sal-dra-ma-ña-na-por-la-tar-de. Pero esta 19 habla telegráfica es extremadamente artificiosa y anormal. Ninguna lengua se habla por sílabas separadas y aisladas, ni el chino, ni el castellano. Esto tiene una consecuencia importante. Los diversos elementos de la oración se aglutinan unos con otros de forma inexorable y, por tanto, en el habla real, en la lengua natural real tal como se realiza de forma natural y espontánea, todas las lenguas son aglutinantes. No hay lenguas aislantes. La diferencia entre unas lenguas y otras está solamente en el grado de fusión morfológica de los elementos gramaticales respecto de los lexemas: en unas hay una fusión morfológica mayor que en otras, pero esto es siempre, por otra parte, cuestión de grado. La conclusión es que todas las lenguas naturales reales del mundo son aglutinantes y que, en todo caso, que unas pueden tener más flexión que otras. Por otro lado, hay que tener en cuenta que existen unas limitaciones muy severas sobre las expresiones que se pueden emitir en una sola orden en bloque y sobre la carga en la memoria a corto plazo que se puede tolerar en el procesamiento de las emisiones lingüísticas. El habla se organiza en torno a una serie de unidades de producción y procesamiento que cumplen una serie de requisitos fisiológicos tales como la planificación y realización neurofisiológica de los movimientos articulatorios que se pueden realizar de una forma unitaria, en bloque, de cara a la automatización del habla y que han de compatibilizarse con los requisitos de funciones más básicas del lenguaje tales como la respiración; en cuanto al procesamiento, también hay restricciones que tienen que ver con las limitaciones de la memoria a corto plazo que tenemos que utilizar para el procesamiento automatizado. Todo esto significa que las unidades básicas del habla deben tener unos límites muy estrictos en cuanto a complejidad y extensión y esos límites son iguales para todos los seres humanos, hablen la que lengua que hablen. El resultado es que las unidades de la lengua hablada deben tener una complejidad y extensión muy parecidas en todas las lenguas naturales (LNs) de la humanidad. Se sitúa en torno a unos límites entre dos y diez sílabas y entre dos y diez elementos gramaticales por expresión básica. Sin embargo, las lenguas escritas, como LCs no respetan estos límites. Por ejemplo, ni en latín, ni en griego, ni en sánscrito se dividían los escritos por palabras, sino que la redacción se solía expresar mediante la denominada scriptura continua en donde observamos largas ristras de letras que hay que segmentar y analizar a la hora de leer los textos. Hoy en día, en la escritura tai tampoco se separan las palabras de que constan los discursos. En otras escrituras, como en la china, cada sílaba se corresponde con un signo logo-silabográfico y los caracteres nunca se escriben juntos, sino separados por la misma extensión de espacios en blanco. Por tanto, un texto chino se escribe de forma silabeada, cuando dos o más sílabas pertenecen a la misma palabra, se escriben separadas, como si no formaran una unidad morfológica. El resultado de todo esto es justamente el opuesto al de la scriptura continua: al leer el texto escrito en chino hay que juntar los caracteres para obtener de este modo palabras y expresiones reconocibles por los hablantes de chino. Es cierto, que la lengua escrita china, como LC, es una lengua aislante y monosilábica, pero la lengua hablada china, la LN en la que se basa la lengua escrita, presenta expresiones de dos o más sílabas que constituyen unidades mínimas de producción y procesamiento. 20 …aspecto fónico? El aspecto fónico es el que mejor se presta a una crítica adecuada al término ideal. El componente fonético de las lenguas está totalmente adaptado al tracto vocal y auditivo del ser humano. En este sentido, todos los sistemas fónicos de las lenguas están sometidos por necesidad a ese proceso de adaptación. Se observan, sin embargo, importantes diferencias entre los sistemas fónicos de las lenguas. Lo que esto indica es que no hay una única forma de adaptarse al funcionamiento de los órganos articulatorios y auditivos, sino que esa adaptación se puede producir de diversas maneras. No tiene sentido, en mi opinión, afirmar que unos sistemas fonéticos están mejor adaptados que otros a los órganos articulatorios y auditivos de los humanos. Respecto de los sistemas fonéticos muy complejos, como los de determinadas lenguas africanas, caucásicas o americanas no se ha observado que los hablantes y oyentes de estos idiomas tengan dificultades grandes para pronunciar los enunciados de sus lenguas ni para entenderlos. Estos hablantes y oyentes usan sus lenguas con complejos sistemas fonéticos con la misma soltura, facilidad, automatismo y despreocupación con las que los hablantes y oyentes de lenguas con sistemas fonéticos aparentemente más fáciles se comunican oralmente en sus vidas diarias. Esto se produce por una simple razón: todos esos sistemas fonéticos están igualmente adaptados a las condiciones articulatorias y auditivas de los seres humanos. No se ha observado que los hablantes de lenguas con un sistema fónico más complejo sean menos eficientes y rápidos en la generación, transmisión y análisis de sus discursos y que los de lenguas con un sistema mucho más sencillo sean mucho más eficientes y rápidos en sus interacciones lingüísticas. ¿Quiere esto decir que todos los sistemas fónicos conocidos son de eficacia similar? La respuesta es claramente sí. Desde este punto de vista, preguntarse si hay un sistema fónico ideal de forma absoluta y abstracta carece de sentido. Como en los casos anteriores habría que señalar su idealidad respecto de alguna característica o fin determinados. Por ejemplo, ¿Cuál es el sistema fónico ideal para facilitar al máximo la articulación de los discursos? ¿Cuál es el sistema fónico ideal para facilitar al máximo la percepción auditiva de los discursos? Basta reflexionar un poco para darse cuenta que las exigencias relativas al primer aspecto y las relativas al segundo aspecto llevan a posiciones contradictorias. Podría parecer evidente que, por lo menos en teoría, cuantos menos sonidos distintos tenga una lengua, más fácil será su articulación y, por tanto, desde el punto de vista de la articulación, las lenguas con menos sonidos lingüísticos serían mejores que las lenguas con muchos sonidos lingüísticos. Ahora bien, cuantos menos sonidos tenga un sistema, más largas habrán de ser las palabras, si es que pretendemos tener un vocabulario suficientemente grande. Esto supone un esfuerzo adicional para la articulación, dado que ha de invertirse más tiempo en articular los discursos, dado que las palabras han de ser más largas. Por ejemplo, imaginemos que en un sistema fonético solo hay dos sílabas: [pa] y [ka], es decir, se trata de un sistema en el que hay solo dos consonantes y una vocal. En esta lengua solo puede haber dos palabras con una sílaba, es decir pa y ka para obtener más palabras debemos unir sílabas. Con dos sílabas tenemos: papa, kaka, paka, kapa. Es 21 decir, solamente cuatro palabras. Es fácil ver que la mayor parte de las palabras de este idioma tendrían que tener tres o más sílabas. Esto aumentaría de modo importante el tiempo necesario para emitir incluso los mensajes más sencillos. Desde el punto de vista del oyente, esto implicaría tener que prestar una atención más detenida a los mensajes y, lo que es aún más decisivo, tener que introducir muchos elementos en la memoria auditiva a corto plazo, necesaria para procesar analíticamente los mensajes vocales, que, como he dicho antes, tiene unas limitaciones muy severas. Por consiguiente, no parece razonable pensar que los sistemas fónicos con inventarios muy reducidos se acercan más al ideal fonético de una lengua. ¿Debemos entonces concluir que el ideal de sistema fonético está del lado de los sistemas fonéticos con muchos elementos, es decir, con muchos sonidos lingüísticos? Imaginemos un sistema fonético que tenga 5.000 sílabas diferentes. En una lengua así todas las palabras o la inmensa mayoría de ellas, podrían ser monosilábicas y se invertiría muy poco tiempo en emitir discursos con mucho contenido. Ahora bien, desde el punto de vista articulatorio, surge un problema grave. Para poder emitir 10.000 monosílabos diferentes, los órganos articulatorios tendrían que hilar tan fino que habría que hacer un esfuerzo extraordinario para emitir cada monosílabo. Habría que recurrir a movimientos muy pequeños de la lengua, que exigirían una precisión absolutamente mecánica y una fidelidad absoluta en cada caso. Los movimientos de los órganos articulatorios habrían de coordinarse con una precisión muy por encima de lo realizable mediante la fisiología humana. Por otro lado, el oyente tendría que ser capaz de percibir matices fónicos casi infinitesimales. Es evidente que, por las razones que acabamos de explicar, ninguna lengua humana conocida presente sistemas fónicos como los caracterizados en los párrafos anteriores. Los límites del número de elementos de un sistema fonético de una lengua natural está en un amplio margen que va de unos quince a unos ochenta elementos. Estos límites vienen dictados por las características y condicionantes fisiológicos de los sistemas articulatorio y auditivo de los seres humanos. Ahora bien, ¿podría afinarse más de modo que se pudiera determinar el número exacto de elementos que debería tener un sistema fónico de una lengua dentro de los límites establecidos por los condicionantes fisiológicos? Como estamos ante entidades y actividades biológicas y no ante entidades y actividades mecánicas, en ningún caso podremos establecer unas mediciones ultra-precisas. La cuestión parece estar en que el estado realmente adaptado a esos condicionantes es un estado de variación entre unos límites sin que ningún punto entre esos límites pueda considerarse el mejor. Es decir, la adaptación ideal consiste en la variación dentro de unos límites y no en la fijación en un punto determinado. Esto se debe a la adaptabilidad y flexibilidad que debe tener todo sistema lingüístico. En efecto, los sistemas fónicos naturales han sido desarrollados de acuerdo con el hecho de que los seres humanos, como las demás entidades vivas, no son máquinas capaces de realizar la misma tarea exactamente del mismo modo y con resultados idénticos en todas y cada una de las situaciones posibles. La realización de los sonidos lingüísticos está sometida a un sinfín de condicionantes de todo tipo que hace que ni todos los individuos pronuncien los sonidos exactamente igual, y que ni siquiera un mismo individuo pronuncie los mismos sonidos siempre de exactamente la misma forma. Pongamos un 22 ejemplo sencillo de este último. Cuando un individuo se acatarra, cosa que ocurre con más o menos frecuencia, su fonética sufre cambios importantes. Muchos sonidos tienen una resonancia nasal característica que hace del habla del individuo en ese período de catarro diferente de la que habitualmente se asocia con él. A pesar de ello, ese individuo no experimentará muchas dificultades para hacerse entender entre los hablantes habituales de su lengua. El sistema fónico de una lengua está preparado no solo para esta contingencia sino también para otras muchas contingencias que le puedan suceder a un individuo a lo largo de su vida, como los episodios de hipofonía o afonía, la pérdida de dientes o muelas y otras muchas circunstancias difícilmente previsibles. Si la realización de un sistema fónico, y el sistema fónico mismo, se basara en una forma canónica, considerada óptima en determinadas condiciones, exacta y mecánica, sin presentar variación o desviación alguna, entonces, en determinadas condiciones más o menos óptimas o ideales el sistema se podría realizar, pero en la mayor parte de las condiciones reales de la vida cotidiana, sería irrealizable. El sistema tiene que permitir una gran variedad de realizaciones si quiere realmente ser eficiente, es decir, adaptable a todo tipo de situaciones. Un sistema perfecto desde el punto de vista formal y desde el punto de vista de su adaptación total y perfecta a los órganos del habla y de la percepción auditiva no podría ser realizado en todas las condiciones posibles imaginables, tales como la de un acceso de gripe o la pérdida de dientes o algún otro tipo de contingencia similar. Los sistemas fónicos reales que observamos en las lenguas tienen un grado apreciable de variabilidad, establecen unas fronteras más o menos fijas, pero con distintos grados de acercamiento y alejamiento permisibles de esas fronteras. Esto hace que esos sistemas fónicos, en su estructura y en su realización tengan el grado suficiente de flexibilidad y adaptabilidad, que implica un cierto grado de variabilidad e indeterminación. Estas dos propiedades, que pueden parecen contrarias a la perfección de los sistemas, son precisamente las que les dan a los sistemas fónicos de las lenguas del mundo la moldeabilidad necesaria para poder ser realizados de modo eficiente en todo tipo de situaciones por los seres humanos. Los sistemas fónicos de todas las lenguas del mundo presentan estas propiedades de flexibilidad y adaptabilidad, tanto en su configuración estructural como en su realización física, porque están dentro de los parámetros realizables y permisibles de variabilidad que se exige en este tipo de sistemas. Podría argüirse que un sistema fónico ideal, aunque admita cierto tipo de variación, podría estar más o menos perfectamente definido para ella. Ahora bien, el problema fundamental es que no se pueden prever todas las circunstancias y situaciones que pueden afectar la actuación fonética y auditiva de los hablantes y, por tanto, es imposible diseñar el sistema previendo exactamente la adaptabilidad a un número de situaciones n previstas y definidas de antemano. No existe ningún algoritmo que permita prever todas las situaciones de la vida real que pueden afectar en mayor o menor medida a la actuación lingüística fónica de los hablantes y, por tanto, si diseñáramos el sistema fónico ideal de acuerdo con su adaptabilidad a n situaciones descritas y previstas de antemano podríamos obtener un sistema más perfecto y mejor definido que los sistemas fónicos de las lenguas naturales, pero, como el número de situaciones para las que se prevé una adaptación es limitado, el sistema y su realización dejarían de ser totalmente eficientes y perfectos en 23 aquellas circunstancias que no habían sido previstas de antemano. El nivel de flexibilidad, variabilidad y apertura (indeterminación) de los sistemas fonológicos de las lenguas del mundo es exactamente el necesario para adaptarse de un modo dinámico y variable a una serie abierta de situaciones que no se pueden prever de antemano. Para que podamos darnos cuenta de la impresionante perfección adaptativa de los sistemas fónicos de las lenguas naturales podemos comprobar cómo estos sistemas y su realización efectiva pueden adaptarse fácilmente a situaciones que difícilmente pueden haber sido previstas en la evolución de esos sistemas. Hace no muchos decenios que el ser humano encontró medios para registrar permanentemente los sonidos, almacenarlos y reproducirlos cuantas veces fuera necesario. Es decir, para hacer permanentes esas ondulaciones del aire que caracterizan los diversos sonidos y que son puramente ocasionales y tienen una duración efímera. Pensemos ahora a sonidos creados por el ser humano tales como la música o el habla. Estos sonidos se adaptan perfectamente al medio grabado. Es decir, tanto la música como el habla grabada no pierden ninguna funcionalidad cuando son grabados y reproducidos y esto a pesar de que ese medio no es un medio natural, sino artificial, que introduce elementos nuevos que pueden distorsionar el resultado. Pero lo más importante de todo, es que tanto la música como el habla humana evolucionaron sin tener en cuenta para nada la posibilidad de ser registrados en un medio permanente; es una posibilidad que en modo alguno se podía haber anticipado y tenido en cuenta para el desarrollo de esos aspectos del comportamiento humano. Un discurso o una sinfonía grabados son tan interpretables, interesantes y disfrutables como pueda serlo un discurso o una sinfonía oídas en directo y ello a pesar de que hay muchos elementos importantes que están ausentes en la grabación. El habla humana ha sido desarrollada a lo largo de decenas de milenios a través de la interacción cara a cara, presencial de las personas y se supone que está perfectamente adaptada a esos parámetros; sin embargo, su adaptabilidad y flexibilidad son tales que pueden ser también funcionalmente efectivas en medios tan artificiales y recientes como una grabación. Más aún, no sabemos qué nuevas tecnologías tendremos a nuestra disposición dentro de cincuenta años, pero podemos estar seguros de que las lenguas humanas se adaptaran sin grandes problemas a ellas. No se conoce ninguna lengua natural humana que no ofrezca unos resultados similares cuando se graban o escriben los discursos producidos en ellas. Ello indica que todas las lenguas naturales conocidas, son, desde el punto de vista de sus sistemas fónicos, igualmente flexibles, moldeables y adaptables. Esto es así porque la naturaleza de los sistemas fónicos de las lenguas del mundo tiene en esencia las mismas propiedades y su funcionamiento y realización es esencialmente el mismo. ¿Hay algún sistema fónico de alguna lengua que se adapte mejor y que sea más flexible que el de otra? Como todos los sistemas fónicos de las lenguas son variables, dinámicos y adaptables y no se ha podido encontrar ninguna lengua cuyo sistema fónico sea mucho más adaptable o flexible que otra, dado que todas las lenguas reestructuran con el tiempo esos sistemas eliminando elementos o creando otros nuevos, la única contestación que concuerda con los datos que tenemos en estos momentos ha de ser negativa. 24 Según lo que hemos visto en esta sección, no podemos evaluar los sistemas fónicos de las lenguas haciendo una comparación superficial y simplista de ellos, como, por ejemplo, la que se deriva del número de elementos fónicos o fonemas que presentan, sino que tenemos que determinar el nivel de variabilidad, flexibilidad y adaptabilidad de esos sistemas fónicos. Esto no es en modo alguno fácil de hacer, dado que hay que tener en cuenta muchos factores tanto sincrónicos como diacrónicos que no están disponibles para todas las lenguas conocidas. Pero hay datos más que suficientes para sospechar que todos los sistemas fónicos de las lenguas del mundo poseen un grado de flexibilidad y adaptabilidad similares. Hay que insistir en que el mero recuento de entidades fónicas, de fonemas, que se utiliza muy a menudo en la comparación de los sistemas fónicos de cara a la determinación de su complejidad o simplicidad, es un criterio no solo insuficiente, sino confundente debido a su superficialidad e ingenuidad. Ello es así porque en ninguna lengua ocurre que todos los fonemas tienen el mismo grado de carga funcional. Lo que quiero decir con esto es que no todos los fonemas se usan con igual frecuencia para distinguir palabras. Unos tienen mayor rendimiento funcional que otros. Consideremos, por ejemplo la oposición en castellano entre r y rr: No hay muchas palabras que se distingan solo por esos todos sonidos: caro/carro, pero/perro, coro/corro; eso significa que el rendimiento funcional de esta oposición fonética es pequeño, frente al de otras oposiciones como m/n o a/e . Por consiguiente, al hacer el recuento de fonemas de una lengua con objeto de compararlo con el recuento de los fonemas de otra con objeto de llevar a cabo una comparación, es necesario tener en cuenta el mayor o menor rendimiento funcional de cada uno de los fonemas en cada lengua, dado que dicho rendimiento puede cambiar de forma drástica de una lengua a otra, aunque los fonemas comparados sean idénticos o casi-idénticos. Esto no se hace casi nunca, ya que es mucho más fácil comparar dos inventarios contando el número de sus elementos, como si cada elemento tuviera una función similar en cada una de las lenguas comparadas, lo cual es claramente falso. Es evidente que cuantos menos consonantes y vocales tenga una lengua, mayor rendimiento funcional tendrán que tener para poder diferenciar un número suficiente de palabras y también es claro que cuantos más elementos (fonemas) tenga el sistema fonológico de una lengua, menos rendimiento funcional podrán tener sus elementos. En última instancia, se observará que en todas las lenguas hay un equilibrio más o menos estable entre el número de elementos y su rendimiento funcional y que todas las lenguas presentan una proporción equivalente entre elementos fónicos y su grado de rendimiento funcional. Al final seguramente podrá demostrarse que el rendimiento funcional de los sistemas fónicos de las lenguas del mundo es más o menos similar. Esto, a su vez, se deriva del hecho de que todas las lenguas naturales (LNs) que se hablan de forma espontánea, tienen un vocabulario de extensión similar, que abarcaría entre 5.000 y 10.000 palabras. ¿Podemos encontrar en una lengua elementos que dificultan la comunicación? No cabe hablar de comunicación a secas, como si la comunicación pudiera definirse en abstracto independientemente de la comunidad a la que pertenecen los 25 individuos o instituciones que se comunican y los códigos de comunicación compartidos que utilizan. Cada sociedad, cada comunidad tienen unas particularidades materiales, sociales y culturales en las que se basa la comunicación. Por consiguiente, no puede hablarse de comunicación en abstracto y, menos aún, de elementos que facilitan o dificultan, también en abstracto, la comunicación. Esto se debe a que determinado elemento que facilita la comunicación en un tipo de sociedad puede resultar un auténtico obstáculo para la comunicación en otro tipo de sociedad y a la inversa. La gran paradoja del las lenguas humanas surge cuando los que propugnan que las lenguas humanas son sistemas para la comunicación se dan cuenta que son precisamente las lenguas las que impiden de la comunicación entre comunidades que hablan lenguas muy diferentes. Si las lenguas han surgido de forma natural para cumplir la función de la comunicación, ¿por qué han surgido muchas lenguas distintas que impiden u obstaculizan gravemente la comunicación entre los seres humanos? Una respuesta posible consiste en decir que quizás las lenguas no han surgido para la comunicación, sino para otros fines diferentes, tales como la expresión del pensamiento, la cohesión de una determinada comunidad, o la expresión de una determinada idiosincrasia cultural. Si se mantiene que las lenguas han surgido como expresión de una mentalidad, de una cultura y de unas relaciones sociales dentro de una comunidad, entonces se explica fácilmente por qué la lengua puede constituir una barrera para la comunicación entre comunidades diferentes, más que un medio de propiciar esta comunicación. Ahora bien, todas las lenguas del mundo tienen una propiedad que precisamente, tiene que ver con la superación de las barreras comunicativas entre los idiomas. Se trata de la propiedad de poder ser aprendidas, tanto en la época infantil como en la adulta, aunque con diferentes resultados. Esta propiedad es precisamente la que permite decir que la comunicación es otra de las fuerzas motrices que ha dirigido el desarrollo evolutivo de las lenguas naturales. Diga lo que diga muchas veces el público en general, respecto del supuesto hecho de que hay lenguas que no se pueden aprender, todas las lenguas naturales (LNs) tienen la propiedad de poder ser aprendidas por personas que no las han aprendido en la infancia. Precisamente, esta propiedad que, desde luego no es necesaria lógicamente, es la que hace que las lenguas no solo no sean un obstáculo para la comunicación, sino que parezcan pensadas para propiciarla, siempre y cuando se esté dispuesto a hacer el esfuerzo pertinente para ello. La diversidad lingüística, por tanto, es la respuesta evolutiva de compromiso a dos exigencias fundamentales: el establecimiento y cohesión de las relaciones sociales dentro de una comunidad y la expresión de una mentalidad y de una cultura idiosincrásicas, por un lado, y la necesidad de transmitir información y conocimiento en una comunidad y entre comunidades diferentes, por otro. Este compromiso se manifiesta en la propiedad de la aprendibilidad, que se desdobla en dos aspectos fundamentales. El primero es un aspecto natural y no intencional que consiste en la capacidad que tienen los infantes para adquirir sin ningún tipo de acción educativa intencional las lenguas que se hablen en el entorno en el que se desarrollan. Se trata de la capacidad de adquisición nativa de una o varias lenguas, para la que todos los seres humanos estamos genéticamente predispuestos. En segundo es un aspecto también natural pero no automático ni espontáneo, que consiste 26 en la capacidad de los seres humanos para aprender lenguas diferentes de las nativas en la edad adulta, en este caso, con un esfuerzo más o menos intencionado, aunque sin necesidad de un método planificado previamente, como los que son habituales en la enseñanza de idiomas en las sociedades industrializadas actuales. En efecto, durante milenios los seres humanos han aprendido lenguas extranjeras o lenguas segundas, distintas de las nativas propias, de forma más o menos espontánea, mediante la interacción más o menos intensiva con los hablantes de esas lenguas y realizando un esfuerzo más o menos consciente y también continuado. Todo ello, sin manuales, ni cintas grabadas, ni academias, ni profesores, ni ningún tipo de acción y organización educativas específicas o planificadas institucionalmente. Hay una base natural que hace que todas las lenguas sean aprendibles como lengua segunda de forma más o menos espontánea mediante la interacción mantenida con aquellos que hablan habitualmente la lengua. Los resultados de este proceso no son los mismos que los obtenidos mediante la adquisición natural de una lengua nativa por parte de los niños, pero sí permiten solventar la barrera comunicativa y hacer que la lengua de otra comunidad ajena a la nuestra pueda ser también un instrumento de comunicación. La pregunta que da origen a esta sección podría reformularse de la siguiente manera ¿hay elementos en una lengua que dificulten o impidan su aprendizaje como lengua segunda por parte de un extranjero? La respuesta es que no hay elementos que impidan el aprendizaje de una lengua extranjera, aunque sí se pueden localizar elementos que pueden dificultar ese aprendizaje. Pero esos elementos no son fenómenos que dificultan intrínsecamente el aprendizaje de una lengua segunda, sino fenómenos que son diferentes o muy diferentes de aquellos que presenta la lengua o lenguas nativas de quien aprende la segunda lengua. Por consiguiente, esa dificultad no es absoluta, sino relativa, depende de la lengua o lenguas de partida de quien aprende una lengua extranjera. Aquellos elementos ausentes o muy distintos de esa lengua extranjera, pueden dificultar el aprendizaje, pero, y esto es lo importante, no porque sean intrínsecamente difíciles, sino porque son diferentes de elementos o fenómenos análogos de las lenguas que se toman como punto de partida. Se deduce, entonces, que la dificultad para la comunicación que una lengua presenta es un concepto relativo y no absoluto. No hay elementos que dificulten la comunicación en absoluto. Hay elementos que pueden dificultar la comunicación, si son diferentes de los elementos análogos de la lengua de la que se parte; pero esos mismos elementos pueden facilitarla si son análogos a los de la lengua de partida. Por ejemplo, que una lengua sea tonal, como el chino mandarín, puede ser un elemento de dificultad el aprendizaje de esta lengua parte de individuos cuya lengua nativa es una lengua europea, como el gallego, pero puede ser un elemento de facilidad para aquellos individuos que parten de otra lengua tonal, como, por ejemplo, los vietnamitas. ¿Dificulta la comunicación la distinción de elementos léxicos mediante el tono? La respuesta a esta pregunta es a la vez sí y no dependiendo de la lengua desde la que se intenta aprender la lengua tonal. Las lenguas cambian. ¿En qué dirección? 27 Hablando en sentido estricto, las lenguas no cambian. Para que una lengua pudiera cambiar necesitaría ser un objeto autónomo e independiente a modo de instrumento que usan los hablantes. Esta es la visión tradicional, pero es una concepción es claramente errónea. Las lenguas no son objetos hechos de antemano que los hablantes utilizan con mayor o menos pericia, sino que lo que llamamos lengua es el conjunto de actividades que realizan los hablantes y esas actividades, dentro de unos patrones generales comunes, que a veces se denominan lengua, experimentan un grado de variación notable, dado que los seres humanos no somos máquinas de repetición, afortunadamente. Por tanto, lo que varía y lo que cambia, que son dos aspectos del mismo fenómeno, es la actuación lingüística de los hablantes (Moreno y Mendívil-Giró 2014, cap. 3). La razón fundamental por la que no se puede decir que las lenguas cambien es porque no son entidades que se transmitan a través de las generaciones de usuarios, dado que en cada generación la lengua ha de ser construida de nuevo por quienes la aprenden. Sabemos a ciencia cierta que la adquisición natural de una lengua no consiste en que al niño se le introduzca en la cabeza la gramática de la lengua que intenta aprender de modo directo: esto es un imposible. ¿Cómo adquiere la gramática de una lengua el ser humano en su infancia? Lo hace indirectamente, ya que no tiene acceso directo a la gramática (la competencia lingüística) de los hablantes de los que adquiere la lengua. Lo hace a través de su actuación lingüística y, a partir de ella y de modo indirecto, construye su propia gramática interna, su propia competencia lingüística de la lengua. Por tanto, las lenguas no se transmiten de generación en generación, sino que se crean de generación en generación. La idea de que las lenguas continúan de modo ininterrumpido tiene que ver, entre otras cuestiones, con el hecho de que el reemplazo generacional no es abrupto ni instantáneo, sino gradual y lento. En efecto, los niños tienen que construir su competencia lingüística, pero una vez que lo han hecho la mayoría de los hablantes en los que se basó para ello, siguen vivos y siguen comportándose lingüísticamente de su modo característico. Como el reemplazo generacional no es completo, ni supone la inmediata desaparición de quienes presentan una gramática o competencia gramatical antigua, existe la sensación de que las lenguas perviven. Sin embargo, llega un momento en el que los hablantes de una determinada generación van desapareciendo y, con ellos, determinadas formas de hablar: el cambio lingüístico se produce, pero no por transformación de las competencias gramaticales que se mueren, sino por eliminación de éstas y su sustitución por otras nuevas. Por tanto, las competencias lingüísticas, y, por consiguiente, las lenguas no se transforman ni cambian sino que se sustituyen. Las lenguas escritas, como lenguas artificiales, LCs, tal como razonamos al principio, no cambian, ni varían de forma espontánea, sino que se modifican de modo intencionado y planificado. Es decir, los cambios en la lengua escrita han de ser decretados y planificados de antemano de una determinada manera. Normalmente, esto se hace para que esa lengua no se aleje demasiado de la lengua natural de que la que está derivada y los hablantes tengan cada vez más dificultades para aprenderlas, entenderla y utilizarla. Pero esto significa que las lenguas escritas no son dinámicas sino estáticas y que, por sí mismas, no cambian, permanecen para siempre inmutables. Esto es así porque, a diferencia de las lenguas naturales, los que aprenden la lengua escrita sí tienen acceso a una gramática, a 28 unas reglas gramaticales que están en los libros y tratados de gramática, en los libros de aprendizaje que se usan en las escuelas y en los colegios. Esas reglas gramaticales han de estudiarlas y aprenderlas de memoria, no de modo espontáneo, como en el caso de las lenguas naturales. Una vez aprendidas, el niño adquirirá, con mayor o menor perfección, exactamente la misma gramática que se le ha enseñado y, si esto se consigue, es así, la lengua habrá sido transmitida a una nueva generación. En estas circunstancias observamos que, idealmente, las lenguas escritas no cambian y se transmiten de generación en generación. Como vemos, esta visión de que una lengua se transmite de generación en generación es literalmente válida para la lengua escrita y las LCs en general. Sin embargo, en esta visión la lengua no cambia, no puede cambiar si el aprendizaje es correcto y, si cambia, es que el aprendizaje ha sido incompleto o deficiente, cosa que ocurre en la mayor parte de los casos; de ahí las continuas quejas de los preceptivistas sobre lo mal que escribe la gente y el rechazo de la interpretación de las actuaciones que se desvían de la lengua escrita normativa como puras incorrecciones o defectos (Celdrán 2009, 2010, 2011 y Vilchez Vivancos 2001) y no como propuestas de cambio lingüístico, es decir, de construcción de nuevas reglas gramaticales, o, dicho de otro modo, de nuevas lenguas que no son idénticas a la lengua escrita normativa, que por definición, no se puede cambiar ni modificar en ningún sentido, sin el consentimiento de las instancias culturales (academias, institutos) que tienen como misión precisamente la modificación de las normas gramaticales existentes o la introducción de otra nuevas. Hay que tener en cuenta que las LCs escritas no modifican el carácter dinámico de las LNs en las que se basan, ni siquiera frenan o ralentizan su transformación y, por tanto, no influyen en nada esencial de su naturaleza. La razón de esto es clara. Aunque en una sociedad haya una LC escrita, la LN en la que se basa se sigue adquiriendo de modo natural por parte de los niños antes de que estos tengan la oportunidad de experimentar los procesos de enseñanza relativos a la LC escrita. Es decir, se sigue produciendo la creación de nuevas competencias lingüísticas y la lengua se irá recreando en cada nueva generación. En ninguna sociedad industrializada en la que la educación en la LC escrita está generalizada se observa el más mínimo indicio que lleve a pensar que la forma natural en la que los niños adquieren la lengua de su entorno cambia de tal forma, que se empieza a producir un aprendizaje espontáneo de esa LC escrita. Al contrario, la transmisión lingüística natural en las sociedades industrializadas se produce exactamente del mismo modo que el que se observa en las comunidades no industrializadas de organización social y económica tradicional. Lo que sí se observa en las sociedades industrializadas en las que está generalizado el uso de una LC escrita, una lengua estándar, es que la LN en la que se basa no deja de influir continuamente en esa LC hasta llegar a cambiarla en algunos aspectos. Las instituciones que regulan la lengua estándar, academias, institutos de cultura o ministerios de cultura o educación, se ven obligados periódicamente a aceptar o a admitir determinadas palabras, expresiones o giros ausentes inicialmente en la lengua LC escrita, pero cuyo uso generalizado aconseja algunos reajustes realizados de modo intencional en la LC con el objetivo de que esta LC o lengua estándar no se aleje tanto de la LN en la que se basa que se convierte en difícilmente utilizable por la población. De esta manera, se observa que 29 la LN influye en el cambio de la LC mientras que la LC apenas influye en la fijación de la LN. La LN sigue cambiando a pesar de que la ideología dominante mantiene que gracias a la lengua estándar escrita, la lengua de una comunidad determinada ha sido fijada de forma más o menos permanente. El ejemplo, de Alemania es muy claro. A pesar de que en Alemania, Suiza y Austria se lleva educando a la gente desde hace muchos decenios en el alemán estándar, la gente sigue utilizando sus hablas alemanas locales, que hoy en día están completamente vivas y siguen teniendo gran pujanza. La educación universalizada en alemán estándar y la adopción de esta LC como única lengua de la administración, no ha ocasionado la desaparición de los llamados dialectos alemanes, que son numerosos y que, desde el punto de vista adoptado aquí, son lenguas naturales, LNs, de pleno derecho perfectamente establecidas y desarrolladas. Algo similar se puede decir el árabe culto, una LC, y de los llamados dialectos árabes, que son también lenguas naturales completas de pleno derecho, y no hablas corruptas y degeneradas, según mantienen muchos de sus propios hablantes, inducidos por una ideología lingüística existente también en otras sociedades, tal como hemos tenido ocasión de comprobar. -¿Simplificación de la gramática? A esta pregunta podría contestar, desde la perspectiva que he esbozado en la sección anterior, haciéndonos la pregunta de si las nuevas competencias gramaticales, las nuevas lenguas creadas a partir de otras lenguas o competencias gramaticales suponen una simplificación. Por ejemplo, podríamos suponer que las nuevas lenguas que crean los niños tienden a ser más simples que las lenguas de los adultos. Primero, habría que determinar qué entendemos por simplificación. Esta no es una tarea sencilla porque, en la lengua hay varios componentes que interactúan de forma integrada y lo que parece simplificación de uno de los componentes no suele contribuir a la simplificación de todo el sistema, sino, normalmente a la complicación de algun otr de los componentes del idioma, con lo que se obtiene una simplicidad o complejidad del sistema similar a la del sistema anterior. Veamos un ejemplo. El paso del latín vulgar al castellano supuso la pérdida de las declinaciones nominales del latín. Los sustantivos castellanos no conocen distinciones morfológicas de caso como los latinos. En latín el sujeto de una oración se ponía en caso nominativo y el objeto directo en caso acusativo. De modo que en puer rosam videt ‘el niño ve la rosa’, puer está en caso nominativo y rosam, en caso acusativo. Sin embargo, en castellano decimos el niño ve la rosa y ninguno de los dos sintagmas nominales tiene marca de caso. ¿Se ha simplificado la gramática del castellano respecto de la gramática del latín vulgar? Podemos decir que, desde el punto de vista de la morfología nominal, ha habido una simplificación, dado que el castellano no tiene flexión morfológica de caso nominal. ¿Significa esto que la gramática del castellano se ha simplificado respecto de la gramática del latín? Vamos a ver ahora que la respuesta no puede ser afirmativa. Cuando el objeto paciente denota una entidad que por sus características podría ser el agente, en castellano se introduce una preposición, la preposición a para señalar el objeto directo: Juan vio a Pedro frente a *Juan vio Pedro. Esto es así porque, dado que en castellano el 30 orden de las palabras es general bastante flexible, la pura colocación de los sintagmas no es suficiente para indicar cuál es el agente y cuál el paciente. Si tuviéramos Juan besa María, María besa Juan, Juan María besa, María Juan besa, podríamos tener problemas para determinar quién besa a quién; ahora bien, desde el momento que marcamos el paciente mediante la preposición a, ya no hay duda posible en cualquiera de los ordenamiento vistos: Juan besa a María, a María besa Juan, Juan a María besa, a María Juan besa. En castellano ha desaparecido el caso acusativo en la morfología, sin embargo, ahora aparece en algunos casos una marca de acusativo prenominal. En este sentido, la sintaxis se ha visto complicada dado que ahora hay en ella una regla de marca de caso acusativo obligatoria en algunos contextos que antes no existía en latín vulgar, a no ser como una especie de refuerzo optativo. Pero la cosa no acaba aquí, porque la marcación de objeto directo con la preposición a es uno de los capítulos más complejos de la gramática del español, muy difícil de dominar totalmente por parte de los extranjeros que aprenden español como lengua segunda. La complejidad deriva de que, además de la marca de acusativo, en la asignación de la marca a como acusativo intervienen también otros fenómenos tales como la definitud, la referencialidad y la animación, ambos bastante complejos de por sí. Por ejemplo, cuando un sintagma nominal con artículo indefinido no referencial aparece como paciente, no se puede anteponer la preposición: busca una secretaria que sepa ruso; pero cuando se usa referencialmente ese sintagma, entonces hay que anteponer la preposición: busco a una secretaria que vi ayer en la oficina. En latín, en ambos casos se utilizaría el caso acusativo, pero en castellano, la preposición a, que tiene funciones similares a las del acusativo, latino es sensible a una propiedad muy sutil, pero fundamental: el uso referencial de los sintagmas nominales. Por otro lado, cuando el sustantivo no lleva determinante, la preposición de la a tampoco es posible: encontró por fin secretaria frente a *encontró por fin a secretaria, sin embargo con determinados sustantivos sin determinante la aparición de a es obligatoria: ¿Has visto a madre/mamá? frente a *¿Has visto madre/mamá? A veces, la preposición a puede o no aparecer, con lo que se obtienen sentidos con diferencias semánticas muy sutiles. Por ejemplo, comparemos sacó el perro / sacó al perro. En el primer caso, cuando está ausente la preposición a hacemos referencia al hecho de extraer el animal concreto de un determinado lugar. Por ejemplo, si metemos a nuestro perro en una tienda y la dueña nos hace ver que no se permiten animales, entonces me pueden pedir que saque el perro de la tienda. Ahora bien, si voy a salir con el perro al parque para que haga sus necesidades, entonces diríamos preferentemente saqué al perro al parque, por eso suena extraña la oración saqué el perro al parque. La determinación de las reglas que establecen cuándo ha de aparecer a ante objeto directo cuándo no está entre las cuestiones más difíciles y debatidas de la sintaxis del español, hay centenares de artículos y monografías enteras dedicadas a esta cuestión, que todavía no ha podido ser resuelta con suficiente solvencia, dada su complejidad. Al perderse en español los casos morfológicos del latín, la primera lengua vio simplificada su morfología nominal. ¿Significa esto que el paso del latín vulgar al castellano supuso una simplificación gramatical? Acabamos de ver que una simplificación en un ámbito, la morfología, ha supuesto en castellano un aumento de la 31 complejidad en otro, en la sintaxis. A resultas de ello, la mayor simplicidad de un ámbito conlleva la mayor complejidad de otro y, en líneas generales, se conserva el mismo grado de simplicidad o complejidad total en las dos lenguas implicadas. Se podrían a aportar centenares de ejemplos como éste en lenguas y familias lingüísticas de los cinco continentes. -¿Tendencia a ser más analíticas? El análisis es una de las constantes de todas las lenguas del mundo. Esto se debe a la siguiente ley: los elementos silábicos y por encima de la sílaba tienden a ser interpretados semánticamente. Un ejemplo de la actuación de este principio se ve en la etimología popular, fenómeno en el que se asigna un determinado significado a un elemento silábico o suprasilábico que carece de él. El ejemplo típico es la interpretación por los anglohablantes de la sílaba ham de hamburger ‘hamburguesa’ como ‘jamón’, a partir de donde se crea la nueva palabra cheeseburger ‘hamburguesa con queso’. El término hamburguer entró en inglés como un elemento indescomponible, pero esta tendencia analítica ha hecho que se vea como la concatenación de dos elementos cada uno de ellos con un significado propio. La palabra hamburguer, que de ser sintética ha pasado a ser analítica. Sin embargo, junto a este principio está el principio contrario, el que lleva a la síntesis. Según este principio, opuesto al anterior, tendemos a asignar a una secuencia un significado completo e inanalizable, aunque esa palabra esté compuesta por varios elementos cada uno con su significado. Este es un proceso tan activo como el anterior y que se verifica también en todas las lenguas. Por ejemplo, en latín existían las secuencias tecum ‘contigo’, mecum ‘conmigo’, secum ‘consigo’: Por motivos de cambios fónicos se observa la transformación tecum < tegu< tigo, en la que se pierde la conexión de la forma con cum ‘con’ de forma que tigo pasa a denotar ti, es decir, el pronombre de segunda persona en caso oblicuo (es decir, no nominativo). De manera que la forma analítica tecum pasa a la forma sintética tigo en la que no hay más que un elemento significativo, un pronombre, determinado para caso no nominativo. A partir de ahí y de formas perifrásticas y redundantes como cum tecum, pasamos a las formas actuales conmigo, contigo y consigo. Este ejemplo es ilustrativo de que los procesos analíticos y sintéticos coexisten en las lenguas. Primero tenemos una síntesis en las formas pronominales tigo, migo, sigo, desconocidas en latín y luego un análisis cuando prefijamos la preposición con. Desde este punto de vista ¿Qué es más analítico o sintético: la forma latina tecum o la forma castellana contigo? Ambas formas tienen aspectos analíticos y sintéticos: el latín te y el castellano tigo son formas sintéticas del correspondiente pronombre personal y el latín cum y el castellano con son formas de la preposición que se adjuntan analíticamente al pronombre. Si pensamos que contigo procede en realidad del latín vulgar cum tecum, entonces observamos que la forma castellana es algo más sintética que la forma vulgar latina. Pero el grado síntesis o análisis permanece más o menos igual. Para comprobar si los cambios lingüísticos hacen más analíticas a las lenguas, habría primero que medir el grado de análisis de una lengua en todos los niveles de ella. Sin 32 embargo parece más creíble y en consonancia con los hechos el pensar que todas las lenguas del mundo presentan un cierto compromiso entre los aspectos sintéticos y analíticos necesario para impedir que una lengua se excesivamente analítica y, por tanto, que se necesite hacer discursos muy largos para expresar las cosas más sencillas o excesivamente sintéticas, en las que los discursos serían mucho más cortos pero en las que las necesidades de análisis en el procesamiento de esos discursos excedería con mucho las capacidades de procesamiento analítico del ser humano. Estos límites naturales son los que hacen que las lenguas no evoluciones hacia el análisis o hacia la síntesis, sino a una serie de estados intermedios en los que hay un determinado equilibrio más o menos estable entre los dos polos. ¿Mayor expresividad, vocabulario, matizaciones…? La cuestión del vocabulario es muy interesante. En las sociedades occidentales que conocen desde hace siglos la escritura, estamos acostumbrados a ver y consultar enormes diccionarios escritos, en los que aparecen centenares de miles de términos. Esto lleva a algunos a afirmar que el inglés o el español, como lenguas naturales, tienen doscientas, trescientas, cuatrocientas o quinientas mil palabras. Pero esto solo puede ser adecuado para la lengua escrita artificial, nunca para la lengua hablada natural. Las lenguas habladas naturales solo se pueden apoyar en el cerebro, el órgano de la mente, de los individuos que las usan y la capacidad de almacenamiento de ese cerebro no es ilimitada, no puede crecer indefinidamente. Los repertorios léxicos de las lenguas escritas, sin embargo, sí pueden hacerlo. Basta con añadir nuevos tomos a un diccionario o enciclopedia escritos. El número de vocablos que una persona puede reconocer es limitado y más aún el número de ellos que puede usar activamente de forma natural y espontánea. Ese vocabulario pudiera estar en torno a cinco o diez mil palabras, pero, desde luego, no se alcanza en ningún caso los cientos de miles de palabras. Por tanto, es imposible que una lengua natural tenga quinientas mil palabras y, por consiguiente, no se puede predicar esta propiedad del inglés, del francés o del español como lenguas naturales, sólo en cuanto lenguas artificiales escritas. Téngase en cuenta lo dicho antes sobre el hecho de que las lenguas naturales no se transmiten sino que se recrean de generación o generación. Esto significa que el vocabulario de las lenguas naturales no va creciendo con cada nueva generación, sino que permanece más o menos igual de grande: van desapareciendo unas palabras e incorporándose otras palabras nuevas. Al final, siempre queda en la lengua natural un número de vocabulario que se podría situar entre cinco mil y diez mil palabras, aproximadamente. Lo mismo que se dice del número de palabras vale también para los usos de las palabras. Una misma palabra puede haber sido utilizada por varias generaciones, en cada una de ellas con diferentes usos. Pero todos esos diferentes usos no se van acumulando de generación en generación: unos perviven y otros desparecen. De esta manera follador era el que manejaba en fuelle en una fragua, pero en la actualidad, con la decadencia de las 33 fraguas manuales, esta acepción ha desaparecido prácticamente. Algo similar pasa con retrete y con otros cientos de palabras algunos de cuyos significados han caído en desuso y ya no existen en la competencia de las nuevas generaciones de hablantes. Otras palabras adquieren nuevos significados. Es el caso de ratón, que ha visto incrementado el número de sus acepciones con el advenimiento de la informática casera, aunque su acepción tradicional sigue existiendo y, probablemente seguirá existiendo, dada la gran capacidad de estos mamíferos para sobrevivir en las más variopintas condiciones. El cambio de tipo de vida tiene una influencia determinante en el vocabulario espontáneo de las lenguas naturales. El paso de la vida en el campo a la vida en la ciudad ha hecho que se pierda una gran parte del vocabulario referido al entorno y a las actividades del campo; este vocabulario ha sido sustituido por otro adaptado a las condiciones de la vida urbana. Se ha perdido por un lado, pero se ha ganado por otro. Al cambiar con el tiempo, las lenguas no se hacen más ricas en su vocabulario, sino que van cambiando su vocabulario para adaptarse en las diversas situaciones por las que van atravesando sus hablantes. Por supuesto, todo ese vocabulario que se va perdiendo puede ser almacenado en forma escrita en los diccionarios. Pero esos diccionarios no expresan el vocabulario de ninguna lengua, sino que atesoraron las palabras de muchas lenguas diferentes, aunque muy cercanamente relacionadas. Si reunimos, por ejemplo, todo el vocabulario que se usa en el español de todos los países de América y de España, obtendremos seguramente un volumen inmenso de palabras. Ahora bien, ese impresionante acervo léxico no es característico de ninguna competencia gramatical de ningún individuo; no constituyen el vocabulario inmenso de una lengua, sino de decenas de variedades lingüísticas cercanamente emparentadas entre sí. Cada una de esas variedades lingüísticas tiene un vocabulario mucho menor respecto de la totalidad de palabras registradas en ese inmenso diccionario que hemos descrito. Asignar ese inmenso vocabulario a una única lengua omnicomprensiva puede tener un sentido ideológico y cultural muy concreto, pero no tiene el menor sentido lingüístico. El vocabulario de una lengua natural permanece, en cuanto a cantidad y complejidad, más o menos constante a lo largo de su historia. -¿Cuál debería ser el quehacer de la lingüística? Creo que uno de los quehaceres de la lingüística, aparte, claro es, de ofrecernos una descripción científica del lenguaje humano y de las lenguas, debería ser educativo y debería consistir en combatir de forma contundente los numerosos prejuicios e ideas falsas sobre el lenguaje y las lenguas que predominan en la población y que son arteramente aprovechadas por las instituciones para mantener y potenciar determinadas desigualdades sociales en beneficio de unas instancias o clases dominantes determinadas. Sin duda, la idea falsa más recurrente que tiene un papel determinante en ese aprovechamiento, es la que de que hay formas correctas e incorrectas de hablar una lengua. Normalmente, la supuesta corrección se basa en unos patrones determinados que coinciden con las hablas de las entidades, estamentos o clases más privilegiados de la sociedad, que intentan presentan su modo de hablar como el único correcto, de manera 34 que se introduzca inseguridad y falta de confianza lingüística en los individuos o estamentos sociales que se rigen por unas normas lingüísticas diferentes, consideradas incorrectas. Por supuesto, las hablas tildadas de incorrectas se van a conceptuar como imperfectas y se van a ver como formas degradas o corruptas de esos modelos lingüísticos asociados a los estamentos política, económica o culturalmente dominantes. Ya hemos razonado en la introducción que esta idea se fundamenta en una confusión interesada entre lenguas naturales y lenguas cultivadas y en la suposición demostrablemente falsa de que las lenguas naturales son una versión imperfecta y empobrecida de las correspondientes lenguas cultivadas. De esta manera, se dice de forma falsa e injusta que la gente que dice me se cayó el libro o habían muchos allí habla mal, cuando en realidad tienen simplemente una competencia lingüística con reglas diferentes que las que sirven de base para la lengua cultivada, la lengua escrita culta, correspondiente. Existe, por otro lado, otro concepto de hablar mal o bien que se mezcla interesadamente con el anterior para demostrar la verdad de esa injusta acusación. Se refiere a la capacidad dialéctica de la gente, que se refleja la claridad y precisión de su discurso. Este aspecto obedece a un tipo de competencia que no es estrictamente lingüística y que tiene que ver, entre otros muchos factores, con la claridad y organización de las ideas, por ejemplo. En este campo hay una gran variabilidad en las sociedades: hay individuos que son capaces de trabar discursos coherentes y transparentes y otros individuos que no son capaces de hacerlo con similar eficacia y brillantez. De los primeros podríamos decir que hablan bien y de los segundos, que hablan mal. Ahora bien, esto se observa en todas la variedades lingüísticas, tanto en las menos prestigiosas como en las más prestigiosas. Hay analfabetos, por ejemplo, cuentistas, poetas, o charlatanes, que son capaces de articular discursos brillantes y con gran capacidad retórica, es decir, que hablan muy bien, y hay personas muy cultas que son incapaces de hablar en público con una mínima brillantez retórica, cuyas capacidades retóricas efectivas son muy limitadas, de las que se puede decir que hablan muy mal, aunque su forma de hablar sea la que tiene prestigio. En resumidas cuentas, hay que decir que la gente no habla mal porque no use una variedad estándar: puede usar su variedad lingüística con brillantez y eficacia y con gran capacidad retórica. Por otro lado, el dominar la variedad lingüística prestigiosa tampoco garantiza el hablar bien en el sentido que estamos mencionado. Muchos que hablan esta variedad prestigiosa tienen un discurso desastroso desde el punto de vista retórico. Voy a examinar a continuación dos conceptos muy populares que se manejan habitualmente con el propósito de divulgar y afianzar la ideología lingüística consistente en mostrar las LNs como versiones degradadas o imperfectas de las correspondientes LCs. Se trata de los conceptos de lengua y dialecto. LENGUA Y DIALECTO La distinción entre lengua y dialecto es muy frecuente en la conversación informal y también en los discursos formales y, por desgracia, es utilizada a veces por los propios lingüistas y filólogos y por los intelectuales en general para dar apariencia científica a lo 35 que no es más que una promoción y valoración lingüísticamente injustificable de una variedad lingüística como mejor que otra. Algunos lingüistas o estudiosos de la lengua, lejos de luchar sin descanso en contra de esta idea de que hay formas de hablar correctas y formas de hablas incorrectas, imperfectas o degeneradas, ponen sus conocimientos científicos al servicio de un discurso público que, lejos de contribuir a deshacer esas falsas ideas utilizadas torticeramente con propósitos políticos, intentan afianzarlas, justificarlas y potenciarlas para, de ese modo, poner su ciencia al servicio de los intereses del poder. No cabe, desde luego, una utilización más ilegítima y negativa de una ciencia, que como conocimiento, debe servir para liberar a los seres humanos de la esclavitud de la ignorancia y de la superstición. El caso de la oposición entre lengua y dialecto es paradigmático a este respecto. La idea que habitualmente se tiene de este asunto es que una lengua se compone de diversos dialectos, que se conciben como diversas variedades de esa lengua. De esta manera, se dice que el andaluz, el castellano, el mexicano o el argentino son dialectos del español, son variedades o formas regionales de esta lengua. ¿De qué lengua se trata? La respuesta habitual es que se trata del español estándar escrito en sus variedades americana y peninsular. De esta forma, se considera que esa lengua estándar, la que se enseña en las escuelas y la que se utiliza en los medios de comunicación, es la lengua completa, la lengua correcta, la lengua adecuada y la lengua culta, y que todas las demás formas habladas, los dialectos, son variaciones más o menos incompletas, imperfectas y vulgares de esa lengua completa, la lengua estándar. Por consiguiente, los dialectos son una especie de realizaciones locales, parciales, incompletas, más o menos incultas, de esa lengua universal estándar que unifica a los hablantes de todas las variedades dialectales. Además, esa lengua estándar es una lengua unificada, general, culta, global, literaria, científica, pedagógica, filosófica, judicial, administrativa e institucional. Por su parte, los dialectos son particulares, locales, incultos e inutilizables como variedades literarias, científicas, pedagógicas, filosóficas, judiciales, administrativas e institucionales. Esta es la idea aceptada comúnmente de la división entre lengua y dialecto. Es además la idea cultivada e impulsada por las instituciones administrativas y culturales, y justificada por muchos especialistas utilizando los instrumentos conceptuales de la filología y de la lingüística. El problema con esta forma de concebir la oposición entre lengua y dialecto es que es sencillamente falsa desde el punto de vista estrictamente lingüístico, aunque sea correcta desde el punto de vista ideológico. Lo que habitualmente se llaman dialectos son las auténticas lenguas naturales (LNs) y lo que se denomina lengua en la visión que acabamos de dar de la oposición, no es más que una variedad elaborada, de un dialecto determinado, que, por tanto, no es una lengua natural, sino cultivada, es decir, artificial, una LC. Lo más frecuente es que lo que se denomina lengua no sea más que una versión o forma elaborada en los diversos niveles, de un determinado dialecto, es decir, de una determinada lengua natural. Esta elaboración afecta a todos los niveles: el fónico, el morfológico, el sintáctico, el semántico y el léxico y se establece mediante una normativa, unas leyes gramaticales regulatorias que se suelen publicar en forma de una ortografía, de una gramática y de un diccionario. En el terreno de la fonética se eligen algunas pronunciaciones y se rechazan otras (se admite cantado 36 y se rechaza cantao en el castellano estándar peninsular); en el terreno morfológico se seleccionan algunos procedimientos morfológicos, se añaden otros y se rechazan algunas regularizaciones (por ejemplo anduve por anduve; se rechaza cuála, cuálo y solo se admite cuál, en castellano estándar peninsular); en el terreno sintáctico, se admiten unas construcciones y se rechazan otras (por ejemplo, se selecciona cuyo padre y se elimina que su padre, en castellano estándar peninsular); en la semántica, se hace algo similar: se admiten algunas acepciones de un término y se rechazan otras (por ejemplo, no se admite que desapercibido signifique inadvertido en castellano estándar culto peninsular); en el léxico se admiten unas palabras, se rechazan otras y se añaden palabras nuevas (se elimina, por ejemplo, vagamundo y se añade incoar, en castellano estándar peninsular). Todas estas operaciones modifican de una determinada manera un dialecto concreto para crear una lengua cultivada o dialecto modificado y elaborado de una determinada manera y a eso se le llama lengua estándar o lengua culta. El resultado no es una lengua natural (LN) con la misma naturaleza de la que se modifica, sino un nuevo tipo de lengua de carácter artificial, cultivada (LC) que ha sido modelada teniendo en cuenta una serie de objetivos y metas concretas concebidas de forma explícita e intencionada. Téngase en cuenta que las lenguas naturales no se establecen y desarrollan mediante acciones específicas intencionadas y con unos objetivos concretos que desean cumplirse, sino de forma espontánea y natural, sin que medie ningún tipo de acción consciente dirigida a un determinado fin. Por ejemplo, la oraciones de relativo como la que aparece en el sintagma nominal castellano el hombre que ha venido el sintagma nominal euskérico etorri den gizona, que traduce el anterior, no han sido creadas en las lenguas mediante una serie de objetivos intencionados planteados de antemano en el sentido de que no ha habido ninguna reunión de personas en las que se haya nunca planteado cómo y para qué construir este tipo de subordinadas y cuáles serían las mejores formas y mecanismos para llevar esto a cabo; ni en las que se haya llegado a un acuerdo mediante un consenso o votación para dirimir posibles discrepancias. Téngase en cuenta que la gramática, a modo de contraste con esto, ortografía y diccionario de la lengua estándar sí han sido construidos de esta manera intencional y explícita. Se ha reunido un grupo de expertos, académicos, en el caso de la lengua española, que han decidido qué pronunciaciones, palabras, acepciones, estructuras sintácticas son las que han de considerarse correctas y cuáles han de tacharse de incorrectas. Precisamente esto es lo que hace que esa lengua estándar no sea una lengua natural, dado que no ha surgido de forma espontánea e inconsciente como ocurre con las lenguas efectivamente naturales. Pues bien, si realizamos una serie de elaboraciones selectivas, aditivas y modificativas sobre una lengua natural, lo que se obtiene es una versión modificada de esa lengua natural que, como ya he dicho, ha perdido su índole natural para pasar a ser una construcción artificial. De aquí se deduce que la lengua escrita normativa estándar es una variedad modificada de la lengua natural sobre la que se basa que, además, desvirtúa esa lengua natural, es decir, cambia su naturaleza. Pero lo que no se puede deducir de ninguna manera, a partir de ello, es que la lengua natural o dialecto que sirve de base es una variedad incorrecta, empobrecida o incompleta de esa lengua escrita estándar normativa. Menos aún que, el dialecto de partida, una LN, es una realización de esa lengua cultivada 37 elaborada a partir de él. Para ver esto con más claridad tomemos el ejemplo de una piedra y una estatua. Es claro que la estatua se obtiene de la piedra mediante un proceso de elaboración en el que se eliminan partes de la piedra, se tallan y pulen otras e incluso se le añade algún elemento extraño a la piedra. Podemos decir, con toda lógica, que la estatua ha surgido de una elaboración de la piedra original y que la estatua adquiere, precisamente por esa elaboración, una serie de propiedades que no tenía la piedra original. Podemos decir, de la escultura que es buena o mala o que está bien o mal hecha. Lo que no tiene sentido decir es que la piedra es una versión degenerada, imperfecta de la estatua o que es una realización pobre y grosera de la estatua o que la piedra está bien o mal hecha. Ninguna de estas cosas tiene el menor sentido y cualquiera que las mantuviera sería seguramente tachado de insensato o estúpido. Pues bien, exactamente lo mismo ocurre con los dialectos como lenguas naturales (LNs) y las lenguas estándar escritas como lenguas cultivadas (LCs). Tiene perfecto sentido decir que una lengua cultivada es una versión enriquecida, elaborada o cultivada de un determinado dialecto, pero es totalmente absurdo pensar que el dialecto es una variedad o realización grosera o vulgar de la correspondiente lengua cultivada. La lengua cultivada es discutible y puede, por tanto, ser discutida o puesta en cuestión, porque, como ha sido elaborada de modo intencional, puede estar mejor o peor hecha, ser más o menos apropiada o correcta, ser más o menos eficiente o pertinente, tener mayor menor valor estético o comunicativo como ocurre de forma similar con la estatua, pero no tiene el menor sentido decir que el dialecto, como lengua natural, está mejor o peor hecho, es más o menos apropiado tiene mayor o menor valor estético o comunicativo o es más o menos eficiente o pertinente. Por lo anterior es muy importante distinguir, tal como he hecho al principio entre lenguas naturales y lenguas cultivadas, porque son dos entidades de índole muy diferente. La primera es una entidad espontánea y no intencional y la segunda es artificial e intencional. Pero la segunda es dependiente de la primera, ya que es la base a partir de la cual se crea y sin la cual no tendría ningún sustento. Lo curioso del caso es que la ideología dominante vuelve las cosas del revés y hace de la lengua cultivada la base en la que se sustenta la lengua natural, como si ésta fuera una especie de realización incompleta o imperfecta de aquella y además aplica a la lengua natural criterios que solo pueden aplicarse a las lenguas cultivadas, tales como el de la corrección o la eficiencia, la complejidad o la simplicidad, la capacidad comunicativa y otros similares. Cuando se habla, por ejemplo, de lenguas más o menos complejas sólo debería hablarse de las lenguas cultivadas escritas y, en efecto, aquí podríamos encontrar lenguas escritas más elaboradas respecto de la lengua natural en la que se basan que otras lenguas escritas. Por ejemplo, el sánscrito clásico es una lengua mucho más elaborada que el hindi estándar escrito. La prueba es que le es mucho más difícil a un indio el aprender sánscrito que hindi escrito, aunque las dos son lenguas cultivadas. De igual manera, el latín escrito es mucho más difícil de aprender para los hispanohablantes que el español estándar escrito. La trampa en que nos hace caer la ideología dominante es meter en un mismo saco las lenguas habladas espontáneas, lenguas naturales y las lenguas escritas elaboradas a partir de las primeras, lenguas cultivadas, para comparar con los mismos criterios cosas que no son comparables, aunque en apariencia sean idénticas o casi idénticas. 38 En consecuencia con lo anterior, no tiene el menor sentido afirmar, contra lo que se hace habitualmente, que una lengua se compone de dialectos. De esta manera, se afirma habitualmente, como ya he notado antes, que el andaluz, el murciano, el castellano o el leonés son dialectos del español. Pero ¿qué sentido tiene decir que una lengua se compone de dialectos? Hay dos respuestas: una, que va de arriba abajo, según la cual los dialectos son realizaciones de una lengua y otra, que va de abajo arriba, según la cual los dialectos forman o constituyen la lengua. Respecto de la primera, ya he expresado los reparos que hay que formular. La lengua que se supone que se realiza en los dialectos se identifica habitualmente con la lengua estándar escrita, una LC. Pero ya he dicho que las lenguas naturales en las que se basa esa LC no son realizaciones o encarnaciones de dicha lengua cultivada estándar, sino que ocurre algo parecido a lo contrario: esa LC es una versión elaborada de uno de los dialectos o LN en la que se basa y no tiene, sentido decir que se realiza en el dialecto o LN que le sirve de base y, con más razón aún, en un dialecto o variedad diferente de la que le sirve de base. Como, en el ejemplo que he puesto, los dialectos andaluces no constituyen la base de la lengua estándar española peninsular, vemos que carece de sentido decir que la variedad malagueña o sevillana son realizaciones de la lengua española estándar. Históricamente las hablas andaluzas proceden o son variedades del castellano que se hablaba hace varios siglos, pero es evidente que no proceden del castellano actual y, menos aún de la lengua estándar española peninsular, que es una elaboración del castellano central moderno. Pasemos a la segunda de las respuestas posibles, según la cual los dialectos forman o constituyen una lengua. Ninguna de las posibles concreciones de esta afirmación da unos resultados satisfactorios. Si suponemos que cada dialecto o variedad es una parte incompleta de una lengua, de forma que reuniendo todos esos dialectos o variedades se conforma o configura una lengua completa, podríamos decir que, en efecto, un conjunto de dialectos constituye o forma una lengua. Pero esto supondría afirmar que las lenguas naturales (LNs), es decir, los dialectos son lenguas incompletas o parciales algunas de las cuales se complementan entre sí para obtener una lengua. Si unimos el sevillano, el leones, el castellano, el murciano más todas las variedades americanas de la lengua española, no obtenemos una lengua completa. Dado que todas estas variedades no encajan para formar una única lengua unitaria. No tiene el menor sentido afirmar que todas las variedades mencionadas son el complemento que le falta al castellano de Valladolid, pongamos por caso, para conformar o constituir la lengua española completa. Los dialectos y variedades de una lengua no encajan entre sí para obtener una lengua completa, como si una lengua fuera un rompecabezas cuyas piezas son los dialectos o hablas. Cada pieza, en realidad es un mapa o rompecabezas completo y no una simple pieza de un rompecabezas más amplio. ¿Qué podría significar entonces que una lengua se compone de dialectos, como se afirma tan a menudo? La única respuesta razonable que se puede hacer a esta pregunta es diciendo que hay una serie de lenguas naturales que son tan próximas entre sí que se pueden agrupar juntas en un conjunto de lenguas naturales. Es evidente que podemos construir uno de estos conjuntos con las hablas andaluzas y las hablas castellanas, pero 39 no podemos incluir en él las hablas francesas y excluir las hablas riojanas, porque las hablas riojanas tienen una afinidad lingüística mucho mayor con las andaluzas y castellanas que con las francesas. Por consiguiente, podemos agrupar las hablas castellanas, andaluzas y riojanas en un conjunto de hablas o, dicho de otro modo, de lenguas naturales (LNs). Pero exactamente igual que un grupo de vacas no es una vaca, un grupo de hablas o lenguas naturales no es una lengua natural, sino un conjunto de LNs. De hecho, en puridad, las únicas lenguas reales son las competencias lingüísticas de los individuos que las conocen y lo que he llamado lengua natural no es tampoco sino un conjunto de competencias lingüísticas. Por eso, no podemos decir, igual que el caso de la lengua y los dialectos, que las competencias lingüísticas realizan las LNs ni que las LNs se componen o están conformadas por competencias lingüísticas, dado que, como en el caso anterior, un conjunto de competencias lingüísticas no es una competencia lingüística. Por consiguiente, lo que consideramos como LN en realidad no es una entidad aislable y unitaria, sino un conjunto de competencias lingüísticas muy similares entre sí. Pero, como digo, un conjunto de competencias lingüísticas no es una competencia lingüística. Igual que no existe una mente comunitaria de la que la mente de cada uno de los individuos de esa comunidad sean realizaciones más o menos completas o perfectas, no existe una competencia lingüística comunitaria de la que las competencias lingüísticas de cada individuo serían una realización más o menos completas o perfectas de esa competencia comunitaria. Eso no quiere decir, por supuesto, que las mentes de los individuos de una comunidad y un aspecto de ellas, las competencias gramaticales, no experimenten una serie de procesos de coordinación y de homogeneización que las congenian de forma más o menos perfecta. Todo esto nos puede convencer que no tiene mucho sentido de hablar de las lenguas naturales como de objetos autónomos e independientes de las personas que las hablan y de que, por consiguiente, no tiene mucho sentido decir que tal o cual lengua tiene tal o cual propiedad inherente que hace que los hablantes se vean limitados o potenciados por ella, como si fuera un instrumento ya terminado y acabado que determina en buena medida la eficacia las acciones que se llevan a cabo mediante ese instrumento. Esta concepción instrumental de la lengua sí se puede aplicar a las lenguas estándar escritas, que se conciben como unas entidades autónomas que poseen una serie de características intrínsecas fijadas y reflejadas en gramática, una ortografía y un diccionario. Se trata de una entidad inmaterial de carácter ideológico y cultural, que existe como tal en ese ámbito. Pero es que una lengua estándar escrita no es, a pesar de las apariencias, una lengua natural, sino una lengua artificial y las propiedades que la hacen artificial no son aplicables a la lengua natural en cuya elaboración se basa. A partir de lo visto en las páginas anteriores, es claro que cuando se evalúan las lenguas respecto de su dificultad o facilidad o respecto de su eficacia comunicativa, es absolutamente necesario establecer antes de forma nítida y razonada aquello sobre lo que estamos hablando, porque si no se hace así estaremos mezclando de forma arbitraria y anárquica elementos pertenecientes a ámbitos muy diferentes con propiedades muy heterogéneas y la única guía que tendremos a nuestra disposición serán determinados 40 presupuestos ideológicos que posiblemente nos lleven a realizar muchos juicios marcadamente entocentristas. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Chaudenson, R. (2003) La créolisation: théorie, applications, implications. París : L’Harmattan. Celdrán, P. 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Mendívil-Giró (2014), On Biology, History and Culture in Human Language. A critical overview. Londres: Equinox. Ostler, N. (2005) Empires of the Word. A Language History of the World. Londres: HarperCollins Velupillai, V. (2012) An introduction to linguistic typology. Amsterdam: John Benjamins. Vilches Vivancos, F, (2001) El menosprecio de la lengua. Madrid: Dikynson 1 Jesús Rubio Buruz hizkuntzen garapen syntaktiko-diskursivoa La aportación de Jesús Rubio es muy interesante porque permite hacer una clarificación fundamental en las consideraciones relativas al desarrollo o eficacia de las lenguas naturales. He aquí la definición de que se parte: “Hizkuntzak dira tekhnologia kulturala te erraztu kommunikazioa (eta pentsamendua), dira systemak hon zeinu konventzionalak tu transmititu representazio symbolikoak hon ideiak, dira kodeak zein duten jartzen hegoak ki kommunikazioa hon ideia komplexuak, imaginarioak edo guztiz abstraktuak, afin hobeto (zehatzago eta erosoago) adierazi norberaren haserreak, sentimenduak, nekeak, humorea, informazioa …” La calificación de la lengua natural como tekhnologia kulturala, pone de manifiesto que Jesús Rubio (JR) dirige sus consideraciones, no a las lenguas naturales, sino al reflejo lingüístico de una determinada serie de elaboraciones culturales. Es crucial diferenciar entre lo que yo denomino lenguas naturales y lenguas cultivadas (Moreno Cabrera 2011a y 2011b). Las primeras están fundamentadas en la capacidad biológicamente determinada de la Facultad del Lenguaje, común a todos los individuos de la especie humana, que se manifiesta en las diversas lenguas naturales, que son los idiomas que se adquieren de forma espontánea y que se usan de manera inadvertida en la comunicación diaria espontánea de los miembros de una determinada comunidad lingüística. Estas lenguas tienen una base biológica idéntica para todos los seres humanos y unas propiedades lingüísticas, denominadas en conjunto como Gramática Universal, también idénticas. Las diferencias entre las lenguas naturales concretas, no son más que superficiales, dado que todas las lenguas naturales espontáneas están configuradas de acuerdo con dichos principios rectores de la Gramática Universal. Esto es muy difícil de entender incluso para muchos lingüistas, para los que la diversidad lingüística les parece demasiado grande como para reducirla de manera drástica. Aquí tenemos la paradoja de la Torre de Babel frente a la Torre de Pisa, como convincentemente argumenta Boeckx (Boeckx 2010: 82-94). Los aspectos biológicos de las lenguas naturales en su fenomenología y evolución se analizan en varias publicaciones (Jenkins 2002, Rosselló y Martín (eds.) 2006, Lieberman 2006, Laka 2008, Fitch 2010, Di Sciullo y Boeckx (eds.) 2011). Por otro lado, tenemos las lenguas cultivadas, que se obtienen culturalmente mediante determinadas elaboraciones a partir de las lenguas naturales, y que las modifican de forma más o menos intensa para obtener unas entidades lingüísticas que no son naturales, sino artificiales: las lenguas estándar, las lenguas escritas, las lenguas religiosas y otras variantes culturalmente determinadas como la lengua científica, son ejemplos de estas elaboraciones. Las lenguas cultivadas, que no son adquiribles espontáneamente sino que tienen que ser enseñadas mediante acciones educativas específicas, reflejan de manera muy evidente los conocimientos y tecnologías desarrollados en una determinada comunidad lingüística. Son estas lenguas, las caracterizadas por JR en su definición, ya que dichas lenguas, en efecto, son tecnologías culturales que están delimitadas muy precisamente mediante una serie de códigos para la expresión de determinadas relaciones sociales-tecnológicas. Está claro que las lenguas cultivadas se cimentan sobre la base de las lenguas naturales, pero no solo no las modifican o sustituyen, sino que se sustentan sobre ellas: sin lenguas 2 naturales no hay lenguas cultivadas. Estas son una elaboración cultural de aquellas. Por ello, no podemos estudiar las lenguas naturales sobre la base de las elaboraciones culturalmente determinadas de las lenguas cultivadas, porque éstas se basan sobre aquellas y no al revés. Igual que no tiene sentido estudiar geología a partir de las construcciones artificiales que muchas culturas humanas hacen con las piedras, no tiene sentido caracterizar las lenguas naturales, a través de las elaboraciones culturales y tecnológicas que se realizan a partir de ellas. Por ello, no tiene el menor sentido caracterizar una lengua natural como más o menos avanzada, cuando la comparamos con una lengua cultivada: estamos haciendo una comparación ilegítima. Esa confusión se produce también en la siguiente cita aportada por JR: Hizkuntza bakoitzak bere komunikazio-estrategiak ditu. (Larrinaga 2004) Las lenguas no tienen estrategia comunicativa alguna, son los hablantes los que desarrollan social y culturalmente esas estrategias comunicativas. Esta frase solo tiene sentido si se aplica a las lenguas cultivadas: es decir, a aquellos medios de comunicación, basados en las lenguas naturales, que los usuarios en una comunidad adaptan a determinadas funciones sociales, culturales y tecnológicas. Buena parte de la aportación de JR está centrada en el sistema numérico, que es un caso claro de elaboración tecnológica, que pueden reflejar en mayor o menor medida las lenguas cultivadas. En este terreno, hay muchas diferencias entre las culturas y las sociedades: es evidente que las necesidades numéricas de una sociedad de cazadores recolectores son diferentes de una sociedad de agricultores y ganaderos o de una sociedad industrializada. Las tecnologías numéricas desarrolladas en cada uno de estos tipos de sociedad, pueden reflejarse en sus lenguas cultivadas, independientemente de cómo están configuradas en este ámbito las lenguas naturales correspondientes. Como es perfectamente sabido, lenguas naturales como el francés, el euskera o el georgiano poseen un sistema de numeración vigesimal, donde el número veinte es la base para construir números entre veinte y cien. Sin embargo, esto no impide que en las culturas en las que se utilizan esas lenguas se utilicen unas matemáticas de base decimal. Por ejemplo, un matemático francés lee 80 como quatre vingts, pero esto no le impide manejar el número sobre base decimal y no sobre base vigesimal; no hay necesidad alguna de cambiar nada de la lengua francesa para razonar decimalmente con unas denominaciones lingüísticas vigesimales de los números. De hecho, ha habido y hay eminentes matemáticos franceses que utilizan habitualmente su lengua de base vigesimal sin que esto signifique ninguna limitación en su capacidad matemática. Por tanto, queda claro que la configuración de la expresión numérica en las lenguas naturales no influye para nada en la expresión, desarrollo y manejo de diferentes tipos de numeración basados en diferentes bases. Por ejemplo, en español podemos hablar de numeración de base binaria, usando el español y sin cambiar un ápice la gramática de la lengua española natural, aunque es claro que está gramática no se basa en la numeración binaria. JR menciona un artículo sobre los piraha, una tribu amazónica, cuya lengua no dispone de números, según los autores de ese trabajo. Puedo mencionar un trabajo sobre la tribu amazónica de los mundurucús (Dehaene, Izard, Lemer y Pica 2010), cuya lengua tiene solo números hasta cinco. Después de realizar varias pruebas empíricas los autores llegan a la siguiente conclusión: “Concluimos que una competencia numérica sofisticada, aunque aproximada, puede existir en ausencia de un léxico de números bien desarrollado.” (Dehaene, Izard, Lemer y Pica 2010: 361) Esta conclusión es consistente con la cita al respecto que aporta JR de mi libro de introducción a la lingüística. La idea de que sólo las sociedades más recientes y civilizadas han desarrollado el pensamiento matemático y numérico es un prejuicio que en ningún modo puede 3 considerarse avalado por los hechos. Este prejuicio proviene de la observación de que las sociedades tribales actuales no tienen números o tienen muy pocos. (…) Las conclusiones que se suelen sacar de este hecho son interesadas: las tribus primitivas no tienen noción de número ni saben contar. (Moreno Cabrera 2004:264, emphasia nirea) Además, los autores de este trabajo sugieren que la capacidad de conteo rápido, posible gracias a la recitación rápida de la serie infinita de designaciones de números y que permite resolver de modo certero las tareas de aritmética exacta, proviene de ciertas prácticas de actuación existentes en determinadas sociedades y ausentes en otras y, por tanto, son aspectos de prácticas culturales (Dehaene, Izard, Lemer y Pica 2010: 365). Por ejemplo, la tabla de multiplicar se recita (se recitaba) de memoria en los colegios para adquirir unos automatismos necesarios para el cálculo exacto rápido. Esto es así porque ese tipo de tarea no parece ser una propiedad universal de la competencia matemática natural, y, por tanto, tiene que ser culturalmente introducida y se aprende con mucho esfuerzo y dedicación (y a veces se olvida). Por consiguiente, en las culturas donde no existe este tipo de educación no se puede esperar la realización automática de este tipo de tareas. Estamos, pues, ante una cuestión cognitiva cultural y no natural y, por tanto, es independiente de las lenguas naturales, de la de los pirahas, de la de los mundurucús y de la de los españoles cuando usamos nuestra lengua oral espontánea de todos los días, en la que los cálculos numéricos exactos no son precisamente continuos, ni necesarios. En general, en todas las sociedades se cuenta, se tiene idea de la singularidad y la pluralidad aunque cada sociedad desarrolla los modos y formas de contar que le son necesarios para su actividad. Es verdad que en la sociedades esclavistas (la Grecia clásica) e industrializadas (las sociedades capitalistas actuales) la ciencia matemática ha tenido un gran desarrollo y existen sofisticados instrumentos matemáticos desarrollados en ellas, que otro tipo de culturas no presentan. Ahora bien, incluso en las sociedades industrializadas en las que la educación está omnipresente, ocurre que la mayor parte de la población apenas maneja unas pocas operaciones matemáticas sencillas y es incapaz de operar con soltura con operaciones con números racionales, por ejemplo. Por no hablar de cosas como el cálculo infinitesimal o el análisis numérico, que solo una ínfima parte de la población domina. Las capacidades matemáticas de la mayor parte de las personas no especialistas en esta disciplina son muy limitadas en el mejor de los casos y pueden ser análogas, sobre todo en el caso de las personas analfabetas o con muy pocos estudios, a las de los pirahas o mundurucús. Si pedimos a personas que tienen bachillerato e incluso título universitario que no sea de ciencias que simplifiquen el quebrado de 10 dividido por la raíz cuadrada de 2, muy pocos sabrán realizar esa sencillísima operación: la respuesta inmediata es 5 multiplicado por la raíz cuadrada de 2. En efecto, para llegar a este resultado basta multiplicar la fracción por: que es igual que si la multiplicáramos por 1, con lo que la fracción no varía en absoluto. Obtenemos: 4 Como vemos, con aritmética elemental podemos resolver la operación, pero aunque la mayor parte de las personas conocen esas operaciones aritméticas elementales, pocas tienen la práctica necesaria para aplicarlas allí donde es necesario hacerlo. Todo esto se explica porque la matemática es una tecnología cultural, no natural, que solo se puede aprender con gran esfuerzo y dedicación y que no pertenece, por tanto, al dominio de la lengua y la cognición naturales. Por tanto, todas las observaciones JR sobre los sistemas numéricos y sus ventajas e inconvenientes son muy interesantes pero poco o nada tienen que ver con las lenguas naturales y, por tanto, son perfectamente irrelevantes para este tema (no para el tema de la comparación de sistemas de numeración, claro está). Mi crítica a las respuestas de JR se basa en dos hechos esenciales que me parecen claramente probados: primero, las lenguas naturales no determinan las elaboraciones matemáticas de las sociedades que las desarrollan y, segundo, las lenguas naturales pueden ser elaboradas culturalmente para incluir los desarrollos matemáticos de una sociedad determinada, para obtener una lengua cultivada tecnológica que, como tal, no es una lengua natural. Es importante señalar que los sistemas numéricos y su evolución, nada tienen que ver con las lenguas naturales, sino con el desarrollo cultural y tecnológico de las sociedades. A continuación JR trata el sistema sintáctico, que sí es claramente pertinente para la cuestión que nos ocupa. En la contribución de JR, se usan datos referidos a la lengua amazónica mura-piraha sobre la base de algunos artículos de Everett. Sin embargo, no se menciona y, por tanto, no se tiene en consideración la demoledora crítica de los análisis de Everett hecha de Nevis, Pesetsky y Rodrigues (2009), que se basa, entre otras cosas, en los datos de la tesis doctoral del propio Everett, que es la descripción más completa existente hoy en día sobre la estructura lingüística de este idioma. Tomemos la cita de deutscher 2005 que JR aporta: “Modern languages have thus developed a sophisticated system of grammatical conventions, which enable them to make the relations between words and clauses more explicit, and thus to ensure coherence even when the natural principles [nola Caesar’s principle] are overruled. What they gaigned in consequence was a much wider and more intricate range of expression. (Deutscher 2005:222-223, emphasia nirea)” En este pasaje se produce una confusión muy habitual entre los lingüistas apegados a la tradición filológica, que no se han dado cuenta de la diferencia esencial que hay entre las lenguas naturales y las cultivadas (escritas). Las lenguas que se escriben o han escrito, han desarrollado (de modo cultural) una serie de mecanismos para crear discursos escritos coherentes que, aunque se basan en mecanismos presentes en las lenguas naturales sobre las que se elaboran esas lenguas cultivadas, son específicos de dichas lenguas escritas y que no se dan o son muy esporádicas en la lengua natural espontánea. Miller y Weinert (1998) han demostrado que la sintaxis de las lenguas escritas occidentales (inglés, alemán, ruso, italiano…) difiere de modo significativo de la sintaxis de las correspondientes lenguas espontáneas y han defenido que no tiene el menor sentido ver en las lenguas escritas (cultivadas) una continuidad evolutiva con las lenguas naturales. Es decir, las lenguas naturales evolucionan y cambian de acuerdo con leyes no establecidas por las sociedades y las culturas, sino independientes de ellas. Por ejemplo, la transformación del latín vulgar en castellano, no se debió a una serie de actuaciones teleológicas llevadas a cabo conscientemente por una sociedad determinada para diferenciarse del latín con un propósito determinado. Esta transformación se debe a leyes naturales no culturales, que son iguales para todas las comunidades lingüísticas, indpendientemente de la cultura que han desarrollado. Sin embargo, el desarrollo de las convenciones de la lengua escrita no es natural, sino artificial, es dependiente culturalmente y, aunque se basan en los mecanismos gramaticales de las lenguas naturales espontáneas, desarrollan algunos de estos mecanismos de diversas manera siguiendo unas actuaciones conscientes y dirigidas a un determinado fin que, por consiguiente, crean un tipo de discurso no natural, culturamente determinado, que no constituye un ejemplo de una lengua natural, sino de una lengua elaborada culturalmente determinada. 5 La necesidad de la expresión morfológica de la trabazón típica de la lengua escrita y su desarrollo teleológico va dirigido conscientemente a suplir la falta de contexto concreto en el que se desarrolla la lengua natural espontánea, que está adaptada fundamentalmente a la conversación, es decir, a la interacción lingüística entre dos o más participantes en el acto de habla. Comentarios aducidos por JR como: “mutilación importantísima en al expresión” (Gili Gaya), “This grammaticization not only results in the systematic marking of distinctions often previously left vague, but peharps also in the heightened identity of the sentence as a fundamental unit of linguistic structure”, “This suggest that grammaticized coordination might afford some power of quality of expression impossible with intonation and discourse particles alone, but that this extra power may not always be felt to be cognitively essential “(Mithun), son muestras evidentes de esta mezcla de dos entidades cualitativamente diferentes: las lenguas naturales espontáneas modeladas por la conversación y las lenguas elaboradas culturalmente, que son lenguas artificiales y, por tanto, no son naturales. A Mithun se le puede objetar que el concepto de oración en la lengua natural espontánea, es muy distinto del que existe en la lengua escrita, tal como han mostrado Miller y Weinert (1998) en su estudio de la lengua natural espontánea alemana, inglesa o rusa. El problema metodológico y epistemológico que da lugar a esta confusión es claro: no se puede comparar la lengua espontánea conversacional de los pirahas (o de cualquier otra comunidad indígena) con las lenguas escritas cultivadas europeas, sino con las lenguas orales espontáneas correspondientes. Es decir, hay que comparar una lengua natural con otra lengua natural y no una lengua natural espontánea, con una lengua artificial elaborada, por ejemplo la lengua escrita inglesa, alemana o rusa. Si estudiamos el alemán, el ruso o el inglés orales espontáneos tal como los usa la gente normal en la calle veremos que presentan unas características muy similares a la de los discursos espontáneos orales de las comunidades que hablan lenguas supuestamente simples y primitivas como el piraha. Lo que sí es lícito es comparar lenguas cultivadas entre sí. Si lo hacemos y comparamos, por ejemplo, las estructuras subordinativas del alemán escrito y del ruso escrito, observaremos que algunas propiedades están directamente copiadas de las lenguas escritas clásicas (griego, latín). Esto es así, porque, aunque estas lenguas cultivadas se basan en las correspondientes lenguas orales, se producen una serie de modificaciones intencionales para adecuar esas lenguas cultivadas a modelos que se consideran culturalmente prestigiosos. Esa es la razón por la que por ejemplo, cuyo aparece muy frecuentemente en la lengua escrita española, pero es de aparición prácticamente nula en la lengua oral espontánea. El par el niño cuyo padre murió y el niño que su padre murió es un ejemplo típico de esto, que se da también en las demás lenguas europeas (Moreno Cabrera 2011c). Por supuesto, todos los ejemplos que da JR de coordinación y subordinación son de la lengua escrita, que es una lengua artificial, no natural, mientras que los ejemplos del piraha son todos de las lengua hablada espontánea y tiene que ser así precisamente porque el piraha no se escribe y, por tanto, no presenta este tipo de lemgua cultivada (aunque sí otros tipos; por ejemplo, un lenguaje ritual o un lenguaje poético también derivado de elaboraciones culturalmente determinadas de su lengua natural espontánea). Todo ello, indica que JR cae en el error que estoy comentando. JR se refiere también a una supuesta evolución desde la parataxis a la hipotaxis mediante una serie de pasos intermedios, a la que yo mismo me referí en un artículo de los años ochenta del siglo pasado y que es la forma en que la gramática tradicional decimonónica ha concebido la generación de estructuras y elementos subordinantes. Sin embargo, los avances en el estudio del cambio lingüístico hacen totalmente implausible esta supuesta evolución gradual, dado que la creación de estructuras y partículas subordinantes tiene que ver con la reasignación mediante reanálisis de determinantos elementos gramaticales a determinadas posiciones funcionales que están presentes desde el principio de la evolución (Harris y Campbell 1995, Roberts y Roussou 2003, van Gelderen 2004, Moreno Cabrera 2008 entre otros muchos estudios). Los conceptos de parataxis e hipotaxis se han desarrolado sobre la base de la lengua escrita, de los discursos escritos y, por consiguiente, no son adecuados para describir las lenguas naturales por lasd razones que acabo de mencionar antes. En las palabras citadas “la constatación de que en la gran mayoría de las lenguas del mundo que no tienen desarrollo literario no existen o 6 escasean los conectores específicos para marcar la hipotaxis.” (Elvira 2002, citado por JR) se constata este hecho de manera meridiana. Lo que no se dice en esta cita es que esa gran parte de lenguas naturales espontáneas no escritas presentan habitualmente varias (o incluso muchas) partículas discursivas que funcionan más allá de las fronteras oracionales tal como se definen en la lengua escrita y que son de muy compleja descripción, ya que presentan un funcionamiento discursivo bastante más complicado que el de los conectores oracionales típicos de las lenguas escritas. Estos conectores discursivos los tienen todas las lenguas naturales espontáneas, se escriban o no. Por ejemplo, la partícula discursiva [eske] (escrita es que) en español coloquial tiene una serie de complejas funciones discursivas que sobrepasan con mucho las de conjunciones subordinantes como porque (que es común a la lengua escrita y la lengua coloquial). Véase la panorámica dada por M. A. Martín Zorraquino y J. Portolés Lázaro (1999) Para finalizar, es necesario hacer algunas consideraciones sobre el orden de palabras SVO frente a SOV con el que concluye la contribución de JR. La idea de que la ordenación SVO es más lógica, transparente y fácil de procesar que la ordenación SOV, que aparece en algunas de las citas aportadas por JR, se basan en un análisis superficial extremadamente ingenuo de los datos lingüísticos, para analizar los cuales se requiere una sofistación gramatical mucho mayor. Las notaciones SVO y SOV son abreviaturas y no tienen nada que ver con la estructura lingüística de los idiomas y menos aún con el procesamiento de las lenguas. Observamos en estas abreviaturas una adyacencia entre S y V en el primer caso y una separación entre S y V en el segundo caso. Recordemos que S singifica sujeto y O significa objeto directo. Pues bien: no hay ninguna lengua del mundo que tenga una regla como la siguiente: la palabra que aparece inmediatamente a la izquierda del verbo es el sujeto y la palabra que aparece inmediatamente a la derecha del verbo es el objeto directo. Esta ley va contra los principios generales del lenguaje humano, concretamente contra el más importante de todos: la sintaxis de las lenguas funciona con estructuras jerárquicas y no con la simple yuxtaposición de elementos. Si consideremos oraciones como Juan no mira nunca a Mira, Juan casi nunca mira a los ojos a María y miles de posibilidades más, observaremos que la regla que acabo de dar basada en la adyacencia entre el Sujeto y el verbo produciría resultados desastrosos, ya que seleccionaría como sujetos: no, nunca o como objeto directo nunca o a los ojos. Lo cierto es que los aniños, al adquirir el español, no se dejan llevar por el orden lineal de los elementos, sino que postulan estructuras jerárquicas para formular las reglas gramaticales que necesitan para construir su competencia lingüística: por eso, cuando se establece la concordancia sujeto/verbo una oración como La madre de mis amigos es muy amable, se ha de hacer sobre la estructura jerárquica y no sobre la adyacencia lineal, ya que, por ejemplo *mis amigos es muy amable es agramatical, dado que, a pesar de que mis amigos aparezca inmediatamente antes del verbo no garantiza que sea el sujeto de ser amable. Además, el sujeto de es muy amable no es la madre en este caso, sino la madre de mis amigos, un sintagma con estructura propia. Por tanto, quienes utilizan las notaciones SVO o SOV como descripciones de estructuras lingüísticas y no como meras abreviaturas de estructuras sintácticas complejas en donde hay una jerarquización sintáctica, caen una confusión absolutamente desastrosa. Decimos que S significa sujeto y, por tanto, es un concepto relacional, no categorial. Categorialmente, en la gramática de constituyente clásica, S es una abreviatura de [O,SV], donde O (oración) es el constituyente del que el Sintagma Nominal (SN) que recibe la funciòn sintáctica de sujeto es constituyente inmediato y SV es el constituyente que domina inmediatamente a V (verbo). Esta relación jerárquica entre constituyentes es lo que determina la función de sujeto, que abreviamos como S. Lo mismo ocurre con O interpretado como el objeto directo. En realidad O (objeto), abrevia, en ese modelo clásico de constituyentes, la estructura [SV,V], donde SV es en constituyente del que el SN objeto es constituyente inmediato y V es el co-constituyente de SV: por tanto V Y SN (objeto) son hermanos, cosa que no ocurre con el SN (sujeto) y el Verbo, pues el primero domina jerárquicamente al segundo. Por consiguiente SVO es una abreviatura de [SN[V SN]] y SOV es una abreviatura de [SN [SN V]]. Como vemos, en ninguno de los dos casos el SN sujeto aparece contiguo a V, sino al constituyente [V SN] o [SN V]. Basándose en este tipo de análisis jerárquico, y no en el análisis ingenuo de la adyaciencia inmediata, que toma una pura abreviatura como un análisis de un hecho sintáctico, J. A. Hawkins, en su estudio experimental sobre la eficiencia computacional y complejidad de las 7 gramáticas de las lenguas naturales (Hawkins 2004), llega a la conclusión de que los óerdenes SVO y SOV son equivalentes desde el punto de vista de la eficiencia de procesamiento (Hawkins 2004: 231-232). Como vemos, existe una gran confusión conceptual en los análisis de la variación lingüística, que son perfectamente comprensibles porque las lenguas tienen aspectos naturales y aspectos artificiales o culturales que se presetan continuamente mezclados y en interacción. Sin embargo, es fácil salir de esta confusión si se aplican de modo competente y profundo los instrumentos de la lingüística teórica contemporánea. Por desgracia, muchos lingüistas no hacen esto y no lo hacen porque prejuicios ideológicos fortísimos que les llevan a sospechar que todo aquello que no se adecua a los patrones lingüísticos y culturales de las sociedades industrializadas u occidentalizadas es sospechoso por principio de ser primitivo o de estar menos desarrollado. Para sustentar esta ideología podríamos utilizar una versión ingenua y simplificada de algunas notaciones lingüísticas para concluir que las lenguas SOV son menos eficientes que las lenguas SVO. Esto puede ser muy útil para justificar que, por ejemplo, el euskera sea hoy en día una lengua minorizada en el País Vasco y ocultar o poner en un segundo plano, de esta manera, los procesos histórico-sociales que han llevado aesta situación del euskera. Pero, si como he mostrado antes, se demuestra que tal menor eficiencia de las lenguas SOV no tiene apoyo lingüístico, entonces la poca extensión en Europa de las lenguas SOV frente a las SVO solo pueden tener explicaciones histórico-políticas como las que proporciono en mis respuestas a las preguntas formuladas. REFERENCIAS Boeckx, C. (2010) Language in Cognition. Uncovering Mental Structures and the Rules Behind Them. Oxford: Wiley-Blackwell. Dehaene, S., V. Izard, C. Lemer y P. Pica (2010) “¿Cuáles son los vínculos entre la aritmética y el lenguaje? Un estudio en la Amazonia”, en, J. Bricmont y J. Franck Chomsky [I]. Teoría Lingüística y procesos del lenguaje. Ciencias cognitivas y Filosofía del espíritu. Madrid: Popular, pp. 353-368. Harris, A. & L. Campbell (1995). Historical Syntax in Cross-Linguistic Perspective. Cambridge: Cambridge University Press. Hawkins, J. A. (2004) Efficiency and Complexity in Grammars. Oxford. Oxford University Press. Jenkins, L. (2002) Biolingüística. 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La lengua no es un instrumento como un abrelatas o un cuchillo, es decir, un objeto que utilizamos para un determinado fin. Es claro que con un abrelatas no se puede abrir una botella de vino. Si las lenguas fueran objetos instrumentales como abrelatas, sacacorchos, palillos o destornilladores, es claro que con cada lengua solo se podrían llevar a cabo determinadas tareas condicionadas por la configuración concreta del instrumento. Las cosas que se pueden hacer fácilmente con una lengua-abrelatas, no se pueden hacer fácilmente o no se pueden hacer en absoluto con una lengua-sacacorchos. Pero las lenguas no son objetos, sino conjuntos de habilidades mentales y expresivas de carácter adaptable y dinámico. En todas las lenguas naturales hay variación e indeterminación, lo cual hace posible que todas las lenguas sean extraordinariamente flexibles y maleables y puedan ser utilizadas en muchas situaciones nuevas no previstas. Es cierto que las lenguas tienen también determinadas reglas constitutivas más o menos rígidas. Sin embargo, no hay que olvidar que las lenguas funcionan, como habilidades discursivas que son, de modo adaptativo y fluido en el discurso y que, en él, se pueden adaptar para expresar todo tipo de ideas, sucesos o fantasías. Por ejemplo, en todas las lenguas naturales se pueden contar los sueños que una persona tenga por extraños, surrealistas o irreales que esos sueños puedan ser. Esto es así porque la competencia lingüística es lo sufcientemente flexible y adaptable como para posibilitar esto. La idea de que las lenguas son códigos fijos, estáticos e inmutables y, por tanto, no adaptables, de modo similar a un instrumento como un abrelatas, viene de las elaboraciones culturales de las lenguas cultivadas escritas, que se desarrollan en ciertas sociedades y que nos proporcionan la idea de que las lenguas son objetos autónomos que usamos como instrumentos para comunicarnos. Existen gramáticas y diccionarios escritos que nos sugieren la idea de que al hablar seleccionamos y aplicamos una regla gramatical de un conjunto cerrado de reglas y seleccionamos varias entradas de un diccionario escrito en una de las acepciones presentes en dicho diccionario. Creemos erróneamente que esas gramáticas escritas y esos diccionarios constituye la descripción de un objeto usado para la expresión y comunicación similar a un abrelatas o a un sacacorchos. 10 Pero las lenguas naturales no son así: las reglas gramaticales están sometidas a diversos grados de variación paramétrica contralada muchas veces por determinadas propiedades léxicas y las palabras que se usan funcionan dinámicamente, adquiriendo en cada contexto usos nuevos o matices semánticos nuevos que no están necesariamente presentes en los diccionarios. Este carácter dinámico y adaptable de las lenguas naturales, contrasta con el carácter fijo y estático de las lenguas cultivadas, como las lenguas escritas. Las lenguas naturales son capacidades dinámicas y adaptativas; las lenguas cultivadas son códigos fijos y rígidos. La idea de que las lenguas son instrumentos procede de esta segunda concepción culturalmente determinada (Harris 19890, 1981, 1987). 3. Are some languages easier to learn than others when it comes to speaking them? Al contestar esta pregunta BHB hace referencia a que la dificultad o facilidad de las lenguas no se puede adscribir a las lenguas en sí, sino a determinados rasgos de ellas. Inmediatamente, BHB se refiere a la teoría de la marcación. Según esta teoría en los diversos niveles lingüísticos hay rasgos más marcados que otros. Por ejemplo, las vocales nasales están marcadas frente a las orales, o las consonantes africadas están mas marcadas que las fricativas. Esto supone que, en efecto, hay aspectos en las lenguas más complejos o marcados que otros. Esto da lugar a implicaciones que son válidas interlingüísticamente, de forma que si una lengua tiene vocales nasales también las tendrá orales (el caso del francés), pero puede haber lenguas en las que hay vocales orales pero no nasales ( el caso del español). Todo esto me parece muy correcto y pertinente. Pero lo que BHB no dice es que no existen lenguas cuyo sistema fonológico conste únicamente de fonemas marcados; por ejemplo, no hay ningún sistema fonológico que conste de vocales nasales exclusivamente o solo de consonante africadas o de consonantes coarticualdas exclusivamente. Una lengua que constase solo de elementos lingüísticos marcados sería, sin duda, más difícil de adquirir que otra que constase solo de elementos no marcados. Pero ocurre que todavía no se ha encontrado una lengua del primer tipo: en la que todas sus estructuras fonológicas, morfológicas, sintácticas y semánticas consten exclusivamente o predominantemente de elementos altamente marcados. La razón obvia es que estas lenguas no se adecuan a los patrones generales o universales de la facultad humana del lenguaje. Por tanto, sí que se puede responder la pregunta: no hay lenguas más difíciles o fáciles que otras en términos absolutos y holísticos. 4. What would be the ideal language as regards syntax, morphology, verbal structure, phonetics? Según BHB la asignación funcional nominativa es más flexible que la ergativa: “In syntax, nominative argument alignment provides greater advantages than its ergative or active predecessors because the basic structure lends itself to transformations that enable the speaker to express actions from different vantage points.” Pero esta observación es claramente falsa. Las lenguas que presentan asignación funcional ergativa tienen medios para presentar las acciones desde diferentes puntos de vista. Igual que en las lenguas de asignación nominativa existe la regla de pasivización 11 para expresar la acción desde el punto de vista del paciente y no del agente, en las lenguas ergativas existe la regla de antipasivización, que presenta la acción desde el punto de vista del agente y no del paciente (Feuillet 2006: 401). Además, hay lenguas con ergatividad nominal pero que conocen la voz pasiva y la antipasiva, como ocurre con el euskera (Hualde y Ortiz de Urbina 2003: 298, 299, 307, 430-431, 589, 604, 747 para la pasiva y 431 para la antipasiva) o con el georgiano (Tschenkéli 1958: 418-425, 434-445, 542-590, 608-622, Hewitt 1995: 70, 71). BHB hace otras afirmaciones de este estilo en esta respuesta sin demostrar la presunta ventaja de unos rasgos gramaticales sobre otros. Dice por ejemplo: “I always wondered why ordinary Turkish-speaking people in the street had difficulties in understanding long and complicated sentences. I think the ‘reverse’ Turkish language word order [i.e., the head-last order] is the reason. Technically speaking, it requires a kind of "memory" to store all the necessary operational parameters until the operation code (verb) is caught.” La opinión de que el turco, lengua SOV presenta un orden de palabras revertido, es una idea claramente etnocentrista que no se apoya en ninguna investigación gramatical serie y fundamentada. Puede verse las consideraciones que hago sobre esta cuestión en mi respuesta a Jesús Rubio. Por otro lado, es claro que las oraciones largas y complejas son típicas de la lengua escrita y no de la lengua oral y que, si utilizamos un pasaje complejo de un libro de metafísica y se lo leemos a la gente que pasa por la calle, pocos podrán entenderlo sean españoles, vascos, turcos o japoneses. De nuevo vemos una mezcla arbitraria de la lengua natural y la lengua cultivada escrita para hacer argumentos supuestamente lingüísticos que no prueban más que la gran diferencia que hay entre las lenguas cultivadas, culturalmente determinadas, y las lenguas naturales. BHB es perfectamente consciente de esa diferencia cuando afirma: “Language is a reflection of our human nature. Most of the time we seek efficiency and we demand a maximum return for the efforts we invest in the task. In those moments we seek to make communication as unencumbered as possible. But there are also times we make measured concessions to our ego and in those moments the efficiency of language suffers. But the damage remains controlled.” De forma algo velada se refiere al autor a las lenguas naturales, caracterizadas en la primera oración y a las lenguas elaboradas y cultivadas, caracterizadas en la segunda de las oraciones de este párrafo. Las primeras son naturales y reflejan la naturaleza biológica del ser humano y las segundas con artificiales y culturalmente dependentientes y reflejan la índole social del ser humano. Este tipo de elaboración a que se refiere BHB lo ilustra el autor con este pasaje: With his characteristic humor, but also with enviable acuity, Mark Twain identified the processing problem that the SOV word order can represent when the number of embedded elements is extended and took perverse pleasure in pillorying the practice of authors who exploit this syntactic possibility. He illustrated the abuse with the following example, somewhat overdone and caricatural perhaps, but by no means atypical. 12 Wenn er aber auf der Strasse der in Sammt und Seide gehüllten jetzt sehr ungenirt nach der neusten Mode gekleideten Regierungsräthin begegnet, ....” La dificultad de dicho pasaje se adjudica a la supuesta dificultad perceptual del orden SOV. Primero, remito a mi contestación a Jesús Rubio en la cual explico que de ningún modo está demostrado que el orden SOV sea más costoso de procesar que el orden SVO y que SOV y SVO no responden a ninguna característica sintáctica, dado que son abreviaturas de estructuras sintácticas complejas en las que no hay adyacencia entre S y V, a pesar de lo que la abreviatura pudiera indicar. En una lengua SVO como el español podríamos proponer una expresión igualmente complicada y difícil de procesar como la siguiente: La mujer del ministro de gobernación del último gobierno legítimo del presidente cuyo nombre todos tenemos en mente en cuanto hablamos de este tema en las tertulias radiofónicas emitidas de madrugada y que tienen como oyentes habituales a los taxistas nocturnos no parece que pueda asistir a la cena de gala. He aquí un discurso difícil de procesar, en el que el sujeto la mujer y el verbo pueda está separado por un sintagma nominal con múltiples ramificaciones a la derecha que hacen difícil el procesamiento en un contexto hablado espontáneo, no necesriamente en un contexto escrito como éste, típico de una lengua cultivada. 6. Languages change. En esta sección, BHB explica el cambio lingüístico como la sustitución de rasgos gramaticales menos adaptados por rasgos gramaticales más adaptados o más eficientes. La idea de BHB de que el cambio de una asignación ergativa a una nominativa en las lenguas indoeuropeas se basa en el supuesto no probado y criticado anteriormente de que la asignación nominativa es más eficiente que la ergativa. También considera que el cambio OV a VO se ajusta a este tipo de evolución hacia una mayor ventaja adaptativa. Pero para aceptar esto habría que demostrar que el orden head-last (es decir OV) es menos eficiente que el orden head-first (VO) y esto no está demostrado. En mi contestación a JR he hecho referencia a los hallazgos de Hawkins (2004) quien en su estudio llega a la conclusión de que ambos órdenes OV y VO presentan la misma eficiencia procesual. El reemplazo de un sistema basado en el aspecto por otro basado en el tiempo, se considera como un avance evolutivo. Pero no está en absoluto demostrado que los sistemas basados en el aspecto sean menos eficaces lingüísticamente que los que se basan en el tiempo. De hecho, las lenguas eslavas, una familia indoeuropea, basan su sistema en el aspecto y no se ha demostrado que los hablantes de las lenguas eslavas sean menos eficientes en el señalamiento de los tiempos y las relaciones temporales entre los sucesos que los hablantes de las lenguas romances, cuyo sistema verbal se basa en el tiempo y no en el aspecto. BHB hace la siguiente afirmación: “Temporal systems are more advantageous than exclusively aspectual systems because they allow speakers and listeners to travel through time instead of keeping them shackled to the present.” 13 Y yo pregunto, ¿están los hablantes de las lenguas eslavas, cuya estructura verbal se basa en el aspecto y no en el tiempo, más apegados al presente que los hablantes de las lenguas romances? Mi respuesta es un categórico ¡No! BHB afirma: it is clear that under normal conditions languages proceed in the direction of ever more efficient features – features that increase the productivity while decreasing the cost Si esto fuera verdad, las lenguas modernas tendrían que ser más eficientes que las lenguas antiguas. Sin embargo esto no parece ser así. No encuentro rasgos en sumerio, la lengua más antiguamente atestiguada, que lo hagan menos eficiente que el latín o el inglés. Si esta tendencia unidireccional y progresiva fuera cierta, todas las lenguas habladas en el mundo actual serían prácticamente iguales o muy parecidas: habrían de tener todos los rasgos que BHB identifica en las lenguas indoeuropeas actuales. Pero esto no es así. BHB tendría que responder por qué. Por qué en unos casos funciona la evolución hacia una mayor eficacia lingüística y en otros no. En la actualidad hay muchas lenguas OV, con nominalización para la subordinación o con morfemas trabados para determinadas funciones gramaticales. No se me ocurre ninguna respuesta estrictamente lingüística a esta pregunta. En general, la argumentación en la que se basa BHB para mostrar la mayor eficiencia de los rasgos gramaticales que considera mejores se basan en observaciones superficiales y no estructurales, cuando es perfectamente sabido que las lenguas no funcionan por mera yuxtaposición de elementos, sino mediante estructuras sintácticas y morfológicas. Sus juicios son totalmente subjetivos y, en la mayor parte de las ocasiones, no aparecen apoyados por ninguna investigación empírica y teóricamente fundamentada que los apoyen REFERENCIAS Feuillet, J. (2006) Introduction à la typologie linguistique. París : Honoré Champion. Harris, R. (1980) The Language-Makers Worcester: Duckworth Harris, R. (1981) The Language Myth, Worcester: Duckworth Harris, R. (1987) The Language Machine, Worcester: Duckworth Hawkins, J. A. (2004) Efficiency and Complexity in Grammars. Oxford. Oxford University Press. Hewitt, B. G. (1995) Georgian. A structural Reference Grammar. Amsterdam: John Benjamins. Hualde, I. y J. Ortiz de Urbina (2003) A grammar of Basque. Berlin: Mouton de Gruyter. Tschenkéli, K. (1958) Einführung in die Georgische Sprache. Band I. Theoretischer Teil. Zürich: Amirani. 14 MIREN AZKARATE 1. ZER DA ZURETZAT LENGOAIA? NOLA DEFINITUKO ZENUKE? Es interesante subrayar la idea de que las diferencias entre lenguas, aunque aparentemente son arbitrarias y no sistematizables, en realidad obedecen a la combinación idionsincrásica de la determinación de una serie de parámetros universales, que dan una base igual para todas las lenguas humanas. No se insiste de modo suficiente en que hay muchas lenguas que son imposibles si se basan en reglas gramaticales que no se ajustan a los principios y parámetros universales que comparten todas las lenguas humanas. Por ejemplo no existe ninguna lengua natural que tenga reglas como las siguientes: a) Los elementos de una oración se disponen ordenando las palabras según el número de sílabas que tengan. b) Hay reglas gramaticales que estipulan que el primer elemento de una oración ha de colocarse detrás del cuarto elemento de esa oración. c) El sujeto concuerda con el elemento que esté más a la izquierda del verbo. d) Hay reglas que estipulan que los elementos en posición par e impar de una oración intercambian sus lugares de modo que, por ejemplo, el elemento en una posición par (la segunda) pasa a la siguiente o precedente posición impar (la primera o la tercera). e) Una oración interrogativa se forma invirtiendo el orden de todos los elementos de una oración enunciativa para obtener una imagen especular de ella. Los principios y parámetros universales determinan lo que llama Moro (2008) “los límites de Babel” que obedecen al hecho de que la diversidad de lenguas está severamente limitada por una serie de principios que configuran la capacidad humana del lenguaje. 2. HIZKUNTZA GUZTIEK BERDINA AL DUTE? KOMUNIKATZEKO GAITASUN MAILA M. Azkarate nos da una estupenda ilustración de los prejuicios típicos sobre las lenguas. El euskera ha sido visto como una lengua primitiva o como una lengua casi perfecta. La lingüística contemporánea ha demostrado claramente que tales juicios de valor sobre las supuestas virtudes o defectos de las lenguas no se basan más que en análisis superficiales y carentes de base gramatical alguna. Tiene toda la razón la profesora Azkarate cuando dice que las limitaciones de expresión no las determinan las lenguas, sino los propios hablantes con sus diferentes capacidades y conocimientos. 6. HIZKUNTZAK ALDATU EGITEN DIRA: ZEIN NORABIDETAN? Azkarate en su contestación a esta pregunta cita un párrafo de Mitxelena en el que se pone de manifiesto el carácter cíclico y no lineal del desarrollo de las lenguas. Esta observación es, desde mi punto de vista, crucial. Si el cambio de las lenguas fuera lineal, entonces todas las lenguas tenderían hacia un objetivo determinado: el análisis o la síntesis, por poner un ejemplo. Aunque unas lenguas puedan cambiar más deprisa que 15 otras, con el paso del tiempo, todas las lenguas serían analíticas o sintéticas si el cambio fuera lineal. Pero se ha observado muchas veces que tanto una lengua predominantemente sintética puede hacerse predominantemente analítica como lo contrario; y, lo que es más importante, una misma lengua puede pasar por varios períodos analíticos y sintéticos si podemos estudiarla sobre períodos de tiempo suficientemente dilatados. Por ejemplo, se ha postulado un proto-indoeuropeo (Adrados 2008: 25-94) no flexional (IE I), al que siguió un indoeuropeo aglutinante (IE II) y otro flexional (IE III) que ha dado origen a lenguas de predominio claramente analítico como el inglés o el búlgaro modernos. REFERENCIAS Adrados, F. R. (2008) Historia de las lenguas de Europa. Madrid: Gredos. Moro, A. (2008) The boundaries of Babel. The brain and the enigma of impossible languages. Cambridge, Mass.: The MIT Press