Estilo: el vestuario de El gran Gatsby
De la época en que charleston y champagne parecía la fórmula mágica en el moderno mundo que salía de la Primera Guerra para hundirse diez años después en la Gran Depresión, nos llega –revisitado por el furor de la nueva versión cinematográfica de El gran Gatsby– un estilo tan lujoso como decadente, que las mejores marcas no tardaron en apropiar. / Por Karina Noriega
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Las flappers: esas chicas libertinas de los locos años veinte que usaban faldas hipercortas, no llevaban corsé, lucían bob cuts, fumaban y tomaban bebidas blancas, escuchaban jazz, conducían a toda velocidad y usaban pintalabios a prueba de besos, y que llegaron al cine de la mano de Olive Thomas. The flapper fue el primer film en Estados Unidos que retrataba por primera vez la cultura hipster de los roaring twenties. Y un poco más tarde, Betty Boop les puso silueta dibujada. Pero el salto definitivo a la industria de la moda se dio con la versión cinematográfica de 1974 que Jack Clayton (con guión de Francis Ford Coppola) hizo de El gran Gatsby, la novela de F. Scott Fitzgerald. Allí es donde hizo furor a gran escala el vestuario creado por la griega Theoni V. Aldredge para Robert Redford y Mia Farrow. La vestuarista no solo ganó un Oscar en 1975, sino que la locura por el estilismo del charleston, las perlas y el art decó se tradujo en una muy rentable colección para Bloomingdale’s. Ahora, con la remake en 3D dirigida por Baz Luhrmann ocurre otro tanto. En alianza con la diseñadora y vestuarista del film (y esposa de Luhrmann), Catherine Martin, Miuccia Prada, Tifanny’s y Brook Brothers lanzan a las vidrieras sus diseños para la pantalla grande. Y así lo explica Martin, también responsable del vestuario de Moulin Rouge: “Los años veinte es un período al que nunca dejaremos de volver. Es el primer período contemporáneo en cuestión de vestuario. Y a veces olvidamos que fue la primera época fotografiada de un modo intenso”.
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Brooks Brothers, la firma de la que el propio Fitzgerald era cliente habitual, fue la que reinterpretó los “locos veinte” para los hombres, investigando en los archivos documentales de la marca: un tendal de tuxedos y trajes color pastel con una sastrería exquisita. Para las mujeres, la encargada fue Miuccia Prada, que diseñó cuarenta trajes que convirtieron su tienda del Soho neoyorkino en una galería de arte que se mudará a Tokio a mediados de mes, y luego a Shangai. ¿La estrella del vestuario femenino? El esplendoroso vestido de cristal de araña que viste Carey Mulligan (en la piel de Daisy Buchanan) y cuya estructura cotiza a más de veinte mil dólares en la tienda de la italiana. Pero las estrellas indiscutidas del estilismo “gatsbyano” son las joyas que Tiffany’s diseñó especialmente, y que tiene a la venta en su remodelado local de la Quinta Avenida, decorado con pilares de cristal, pequeñas miniaturas de clásicos edificios del siglo XX y pirámides con burbujeantes copas de champagne. Todo listo para vivir las espumantes y frívolas charlas en las fiestas venideras.
