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Sergio Cabrera
El cine en espa�ol |
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Considero preciosa esta oportunidad que la Real Academia espa�ola
y el Instituto Cervantes nos brindan a los cineastas para que se hablemos
de la importancia de nuestro trabajo. Yo considero que el cine en
espa�ol desborda el �mbito cinematogr�fico y
que no solo es un ejercicio art�stico, es adem�s una
forma de reafirmar nuestras identidades y de crear cultura, cultura
en espa�ol.
Un antiguo proverbio japon�s dice que cultura es lo que nos
queda cuando todo lo dem�s se olvida y Ortega y Gasset ya advert�a
que toda la cultura de un pa�s puede desaparecer por un min�sculo
agujero. Y nuestro agujero, para hablar solo del cine, no es propiamente
peque�o.
Cuando vemos las cifras que nos hablan del cine que ven los hispanohablantes
no podemos menos que estremecernos. El 90% son doblajes o traducciones,
con frecuencia malas, de pel�culas originalmente habladas en
ingl�s. El 90% de cine extranjero contra menos del 10% de cine
filmado originalmente en espa�ol, es sin duda una cifra desproporcionada,
pero estamos tan acostumbrados a soportar el yugo audiovisual extranjero
que nos hemos habituado a ella; por lo dem�s, no es reciente,
hace much�simos a�os que esa proporci�n crece
en forma inversa a nuestros intereses. |
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Me gustar�a imaginar un escenario dram�tico. Un d�a
cualquiera entramos a una librer�a en cualquier ciudad de habla
hispana y empezamos a constatar que el 90% de los libros en venta
son traducciones de obras escritas en ingl�s. Aun si fueran
�nicamente traducciones de maravillosos libros en ingl�s
la perplejidad dar�a paso a la indignaci�n. Y sin embargo
esta situaci�n es un hecho cotidiano que se repite 5 veces
por d�a en cada una de las ciudades de habla hispana del mundo.
�Que pasar� el d�a en que a la literatura en
espa�ol le suceda lo que actualmente le ocurre al cine en espa�ol?
�Para que querr�amos un idioma si no nos sirve para
generar nuestra propia cultura?
Y es que el peligro de vivir una cultura traducida ya no es un temor
injustificado y los que nos interesamos por nuestra lengua, no podemos
perder de vista la importancia de la existencia de un cine en espa�ol,
que no solo transmite nuestra cultura, nuestra idiosincrasia y nuestra
identidad, tambi�n transmite nuestro idioma.
El cine en espa�ol es adem�s de un inmenso vivero de
nuestro idioma, una fuente gigantesca de cultura, un inmenso crisol
donde se funden armoniosamente la literatura, la m�sica, la
arquitectura, la danza y en fin, todas las artes que forman parte
de nuestra cultura.
El cine es adem�s la punta de lanza de la industria audiovisual
mundial que a su vez es una gran generadora de riqueza y de empleo.
En Estados Unidos, adem�s de ser considerado estrat�gico,
el sector audiovisual y sus derivados contempor�neos, ligados
a las nuevas tecnolog�as inform�ticas, son hoy los que
mayor saldo positivo aporta al comercio estadounidense. Esto no siempre
es producto de la calidad de sus pel�culas. De lo contrario
no se explicar�an pr�cticas tan ilegales de las majors,
que colapsan las salas de cine imponi�ndoles a los distribuidores
un lote de pel�culas mediocres a cambio de permitirles llevar
a las pantallas los �xitos de la temporada. Ni se sacar�an
de las salas, como suele ocurrir, pel�culas latinoamericanas
y europeas de indiscutible �xito, para garantizar la entrada
en pantalla de las producciones norteamericanas. |
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En la reuni�n que en sostuvimos en mayo de este a�o
los cineastas iberoamericanos en La Habana con miras a la creaci�n
de una Comisi�n del Audiovisual Latino, todos coincidimos en
una serie de conclusiones en torno a la necesidad de defender nuestro
cine en espa�ol que me gustar�a citar:
�Abrir las puertas a todas las cinematograf�as
del mundo se hace irrenunciable. La democratizaci�n de la
Cultura Audiovisual se vuelve indispensable. El mundo latino, dadas
sus ra�ces, est� unido por razones hist�ricas
y culturales. En Europa han sido justamente pa�ses latinos
como Espa�a, Italia y Francia, quienes m�s consecuentes
han llevado a cabo sus esfuerzos para el fomento y promoci�n
y defensa del cine europeo. La propia realidad cultural reclama
la uni�n de los cineastas de esos pa�ses con los de
Am�rica Latina. El cine europeo que se ve tan poco en Europa
como el latinoamericano en Am�rica Latina puede y debe aspirar
a que no s�lo el europeo se vea en Europa sino tambi�n
en Am�rica Latina y viceversa.
�La Federaci�n Europea de Realizadores Audiovisuales,
FERA, precisa que la Uni�n Europea produce 635 largometrajes
anuales frente a los 442 de Estados Unidos y cuenta con un p�blico
potencial de 375 millones de espectadores frente a los 272 del otro
lado del Atl�ntico, y eso se traduce, no obstante, en que
el 70,4% de las entradas vendidas en Europa son para ver una producci�n
americana mientras que en Norteam�rica solo un 1% de las
entradas corresponde a producciones europeas. El resultado es que
el d�ficit de la balanza comercial entre la Uni�n
Europea y Estados Unidos es, solo referido a programas audiovisuales,
de 6 600 millones de d�lares. El sector audiovisual y sus
derivados contempor�neos, ligados a las nuevas tecnolog�as
inform�ticas, es hoy el que mayor saldo positivo aporta al
comercio estadounidense.
�As� como los europeos, los cineastas latinoamericanos
no hemos dejado de luchar por terminar con estas aberrantes condiciones,
pero hoy es m�s evidente que nunca que no es s�lo
el cine latinoamericano y caribe�o el excluido. Hoy tambi�n
padece de la misma marginaci�n el cine europeo. Ya no son
solamente nuestras cinematograf�as incipientes, hoy las v�ctimas
tambi�n son las cinematograf�as que tienen un lugar
por derecho propio en la Historia del Cine, cinematograf�as
que han enriquecido la Cultura Universal�.
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�Qu� razones, que no sean las de la manipulaci�n
m�s abyecta del dinero, pueden justificar unas leyes de mercado
que impiden la diversidad, que se oponen a una libertad donde el espectador
tenga garantizado su derecho a elegir? Porque la libertad de expresi�n
no se refiere exclusivamente a decir lo que pensamos, tambi�n
necesitamos tener derecho a saber lo que piensan los dem�s.
Nuestros p�blicos tienen derecho a ver el cine que se produce
en todo el mundo y no solo en latitudes privilegiadas.
Las sociedades, al igual que las corporaciones est�n obligadas
a crear la gente necesaria para garantizar su existencia. En la sociedad
pol�tica actual, dominada por las corporaciones de todo tipo,
los lobbies que ellas ejercen son la principal herramienta
para imponer cultura. Esas corporaciones est�n dispuestas a
poner todos los obst�culos que sean necesarios para evitar
que sus intereses sean obstaculizados y dedican esfuerzos gigantescos
para evitar que fuerzas contrarias a sus intereses se desarrollen
y crezcan.
Y para ello no dudan en hacer uso de todo tipo de armas que van desde
la competencia desleal hasta la utilizaci�n de sus t�cnicas
mafiosas para evitar el desarrollo de su competencia. Y desgraciadamente,
nuestro cine, el cine en espa�ol, es su competencia.
Podr�amos, como espor�dicamente proponen algunos distribuidores
cinematogr�ficos, en aras de una competencia m�s justa,
rodar nuestras pel�culas en ingl�s, pero, y sin que
ello pueda dejar de ser una opci�n para competir en los grandes
mercados mundiales, considero que no se puede pensar que esa sea una
soluci�n.
A principios del XIX, los armadores de los grandes
veleros holandeses de la �poca, asustados por la inminente
llegada de los barcos a vapor que pon�an en peligro su prospero
negocio, decidieron apostar por su muy peculiar concepto del desarrollo.
Decidieron construir gigantescos veleros, capaces de competir en velocidad
con los modernos vapores que estaban empezando a salir al mercado
y en lugar de investigar y desarrollarse creativamente se dedicaron
a insistir en el modelo conocido, con resultados desastrosos. |
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Yo creo que en el cine al igual que los holandeses con sus buques,
nosotros corremos el peligro de ser contagiados por una enfermedad
similar. Cuando veo algunas de las pel�culas que hacemos no
puedo evitar pensar que estamos, consciente o inconscientemente repitiendo
aquel proceso.
Por ello es fundamental que encontremos f�rmulas para desarrollar
nuestro propio lenguaje cinematogr�fico, nuestras propias historias,
nuestros propios actores y directores. Y esas f�rmulas sin
duda pasan por el derecho a la existencia de las cinematograf�as
regionales, porque as� como el equilibrio ecol�gico
de nuestro planeta depende de la biodiversidad, la salud de la cultura
mundial depende de nuestra capacidad de defender la diversidad cultural.
Pero la avalancha de cine industrial norteamericano copando las pantallas
y ejerciendo una competencia que tiene todas las caracter�sticas
de ser desleal, hace que el desarrollo de nuestra cinematograf�a
marche a paso de tortuga por un camino minado. La defensa de las peque�as
cinematograf�as es vital no solo para nuestros pa�ses,
tambi�n lo es para los grandes industriales del cine, que deber�an
saber que detr�s de esas peque�as industrias pueden
estar los futuros genios y creadores del cine del futuro.
Pero no quisiera caer en el pesimismo, si en nuestra literatura no
estamos dispuestos a ceder ante el embate de los best sellers
norteamericanos, buenos o no, traducidos o no, aburridos o no, tampoco
podemos rendirnos ante la fuerza y potencia del cine en ingl�s,
aunque como dicen algunos defensores de aquellas corporaciones que
mencionaba al principio, el cine en ingl�s y sobre todo el
rodado en Hollywood sea mejor producido, escrito, dirigido o actuado
que el nuestro, lo cual entre otras cosas tambi�n es un buen
tema de discusi�n.
Los cineastas nos hemos encontrado siempre en una encrucijada bastante
extra�a; somos artistas que, por encima de todo, debemos defender
nuestra integridad art�stica, pero simult�neamente debemos
cumplir con las exigencias propias de una industria que no responde
a las leyes industriales tradicionales. El cineasta es pues una curiosa
amalgama de sensibilidad art�stica y comercial que, para sobrevivir,
necesita un h�bitat complejo y fr�gil que en nuestros
pa�ses solo pueden existir con la colaboraci�n del Estado.
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Es triste constatar que el matrimonio entre una forma de arte y un
m�todo industrial de producci�n han hecho tan poco en
beneficio del director creativo e independiente. Tal vez por eso,
todos los directores creativos prefieren ser independientes y alejarse
de la industria.
Pero no quiero especular sobre si la direcci�n que le ha impuesto
al arte cinematogr�fico el hecho de ser un producto industrial
es bueno o no; lo que si quiero reafirmar es la imposibilidad de que
esa industria exista sin la complicidad de las instituciones encargadas
de vigilar y garantizar la existencia de las empresas industriales.
Los estadounidenses nunca han tenido escr�pulos a la hora de
aclarar que producen cine para hacer dinero, pero al mismo tiempo
han mantenido la sensatez de su apuesta, y desde mi punto de vista
as� como en el sistema les funciona a ellos, nosotros tenemos
derecho a un sistema que nos funcione a nosotros sin que por ello
tengamos que perder las bondades y ventajas de nuestra forma de ver
y hacer cine. No porque el f�tbol americano sea un buen negocio
vamos a dejar de jugar nuestro f�tbol y jugar al de ellos.
Y quisiera aqu� detenerme unos momentos para hablar de la cinematograf�a
de mi pa�s. A m� me parece conmovedor y emocionante
lo que sucede con la producci�n cinematogr�fica en Colombia.
Un pa�s en guerra, con una gigantesca crisis econ�mica
y cultural y sin industria de cine podr�a justificar su ausencia
cinematogr�fica. Y sin embargo hay una gran cantidad de directores
sacando adelante sus proyectos. Proyectos detr�s de los cuales
abundan las ideas y la destreza profesional. Ya quisiera Hollywood
tener directores j�venes con la frescura y el esp�ritu
de riesgo de nuestros cineastas.
Lamentablemente el apoyo del Estado en esta tarea es insignificante
y a pesar del inter�s del Ministerio de Cultura de Colombia
por apoyar la cinematograf�a, los recursos que el Estado le
dedica a la cultura son no solo insuficientes sino desproporcionados
respecto al inmenso presupuesto que se le dedica a la guerra. Una
guerra que dicho sea de paso solo podr� terminar cuando los
colombianos adoptemos una cultura de paz y tolerancia , fruto de un
gigantesco trabajo cultural en el cual los cineastas junto con el
resto de los trabajadores de la cultura de nuestro pa�s tendremos
responsabilidades y obligaciones que nunca podr�n reemplazar
las armas ni la intolerancia.
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Y hablando de soluciones, estoy convencido de que una verdadera soluci�n
tiene que pasar por la aceptaci�n y comprensi�n de lo
que acabo de escribir por todos los involucrados en esta industria,
incluyendo los grandes estudios.
As� como la m�sica o la literatura estadounidenses han
aceptado y aprendido a convivir con el resto de m�sicas y literaturas
del mundo, el cine debe hacerlo tambi�n. Le va su vida en ello,
porque la diversidad cultural por que luchamos los artistas de todo
el mundo no es un simple caballo de batalla. As� como el equilibrio
ecol�gico de nuestro planeta depende de la biodiversidad, el
equilibrio de las culturas del mundo depende de la diversidad cultural.
En mis pel�culas siempre he privilegiado las historias de personas
que a pesar de sus diferencias logran tener proyectos comunes. Creo
que el cine en espa�ol se trata de eso: un proyecto com�n.
Un territorio con 200 millones de personas que hablan, estudian, se
divierten y sue�an en espa�ol es algo digno de pensar.
Bertrand Russell dec�a que la primera dictadura que existi�
en el mundo fue la del dinero, y es probablemente la contradicci�n
entre la cultura y el dinero la causante de las escasas cosechas de
cine en espa�ol de los �ltimos a�os. Y es que
si nos detenemos a calcular, las cifras son estremecedoras. Mientras
el costo promedio de una pel�cula de Hollywood se encuentra
hoy en d�a en los 50 millones de d�lares, el costo promedio
de una pel�cula iberoamericana no supera los 2 millones de
d�lares.
Resulta evidente deducir lo dif�cil que es competir con esos
presupuestos, si adem�s tenemos en cuenta que un espectador
paga por su entrada la misma cifra independientemente del costo total
de la pel�cula. En otras palabras, un espectador gasta la misma
cantidad de dinero por ver una pel�cula de 150 millones de
d�lares que por ver una que ha costado un mill�n. Una
l�gica que no funciona en ninguna otra industria; es como si
una bicicleta costara lo mismo que una limusina �ltimo modelo.
No es posible competir partiendo de estos presupuestos, la dictadura
del dinero hay que afrontarla defendiendo una mayor democratizaci�n
de la cultura y en eso todos tenemos una responsabilidad que no podemos
eludir.
Es nuestra obligaci�n influenciar a la gente que esta a nuestro
alrededor para que se tomen medidas importantes que permitan que el
cine en espa�ol sobreviva al acoso de las grandes multinacionales
del cine. Ya es hora de que nuestros pueblos, incluyendo la inmensa
poblaci�n hispanohablante de Estados Unidos, vean sus paisajes,
sus h�roes y sus sue�os en las grandes pantallas.
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