ABDICACI�N El ejemplo del abuelo de don Juan Carlos

La decadente vida del Alfonso XIII en el exilio

  • La reina Victoria Eugenia pidi� que le devolviese su dote

  • Viv�a en hoteles y se quejaba de estar sin 'guita'

  • "A la larga, los reyes exiliados aburrimos", dijo

Cuando desembarc� en el muelle de Marsella, Alfonso XIII parec�a un distinguido viajante de comercio. Iba con traje y sombrero, y acababa de abdicar despu�s de que en las elecciones municipales del 14 de abril de 1931 hubieran ganado las candidaturas republicanas en las ciudades. En el muelle tan solo lo esperaba el embajador Qui�ones de Le�n, que le dijo que la reina ir�a directamente a Par�s. Un taxi lo condujo al hotel, pero don Alfonso prefiri� pasar esa noche en Hotel de Par�s, de Montecarlo, en cuyo bar lo fotografiaron los periodistas franceses. �El rey playboy degustando el c�ctel Alfonso XIII que ha inventado el barman Emile�, dec�an en el pie de foto, y precisaban la composici�n del brebaje: �Ginebra, dubonet y un chorrito de angostura�.

Cuando el jueves 16 de abril se reuni� en el vest�bulo del hotel Meurice con do�a Victoria Eugenia, sus hijos y los nobles espa�oles que se hab�an exiliado con ellos, lo esperaban periodistas, autoridades y cientos de curiosos porque el rey ten�a el atractivo rom�ntico de un gal�n de cine. Don Alfonso, que apenas salud� a su familia, encarg� a Qui�ones que le comprara media docena de camisas de seda en Sulka, en la rue de Rivoli, y se lanz� a conceder entrevistas y a sumergirse en un carrusel sin fin de actividades en un estado de euforia enfermizo, mientras los nobles que lo acompa�aban se quedaban en el hotel comiendo a su costa mientras conspiraban contra la rep�blica.

Aunque m�s tarde el historiador Guillermo de Cort�zar cifr� la fortuna de don Alfonso en 16 millones de euros al cambio actual, el ex rey temi� arruinarse y despidi� a nobles, servidores, vendi� los coches, y en un viejo Hispano, al que hab�an raspado las flores de lis de las portezuelas, oblig� a su familia a refugiarse en Fontainebleau, en el Savoy, un hotel de medio pelo con las habitaciones tan peque�as que los ba�les se colocaban en los pasillos. No ten�an cuarto de ba�o y costaban cinco francos por noche. Volvi�ndose los bolsillos del rev�s, don Alfonso, muy campechano, dec�a: ��Comprendedlo! �Estoy sin guita! �Soy un rey en paro!�.

Siempre seductor

Lo cierto es que el rey guard� una suite en el Meurice para sus citas galantes y se compr� un Bugatti para recorrer el trayecto Par�s-Montecarlo a la vertiginosa velocidad de 120 kil�metros a la hora.

Pero, poco a poco, la gente empez� a cansarse de la familia real espa�ola. Lo reconoc�a don Alfonso delante del su amigo Cort�s Cavanillas mientras fumaba aburridamente en el hall vitr� del hotel viendo caer la lluvia interminable: �Estoy pasado de moda. �A la larga, los reyes exiliados aburrimos!�.

Y tambi�n declaraba con falso cinismo tent�ndose la barriga: �Lo peor del exilio es que se engorda mucho�.

El matrimonio, que en Espa�a no se hablaba desde hac�a tiempo y que, con el nacimiento del �ltimo hijo, Gonzal�n, hab�a interrumpido su contacto carnal, se ve�a obligado a soportarse a diario. Do�a Victoria Eugenia se consolaba de sus penas con la compa��a de sus amigos, los fieles y abnegados duques de L�cera, hasta el punto de que empezaron a circular falsas historias sobre la naturaleza de esta amistad. Y al final ocurri� lo irremediable. Alfonso y Ena se enfrentaron en el saloncito de fumadores del hotel. El rey le reproch� a su mujer su estrecha relaci�n con los L�cera y le exigi�: �O ellos o yo�.

La reina casi le escupi� con toda la rabia acumulada durante 25 a�os de infidelidades y humillaciones: ��Los escojo a ellos y no quiero ver tu fea cara nunca m�s!�.

"'No quiero ver tu fea cara nunca m�s!, le dijo a modo de despedida la reina Victoria Eugenia

Se fue a Inglaterra junto a su madre abandonando marido e hijos, y se enfrent� a su c�nyuge en los tribunales reclamando su dote, los intereses durante 24 a�os y una pensi�n anual, arguyendo que estaban separados �de facto�.

Amargado por este largo pleito del que se hizo eco �vidamente toda la prensa europea, don Alfonso se convirti� en un n�mada de lujo, dedicado a deambular por Par�s, Roma, la Riviera, Cannes, los cotos de caza europeos, el Hotel Sem�ramis de Egipto o Deauville, en cuyo casino jugaba a le chemin de fer cuya apuesta m�nima eran 80 libras. Era una figura decadente y pat�tica, con los ojos tristes de todos los desterrados. Su mujer lo describi� con agudeza, �a pesar de sus errores, Alfonso amaba profundamente a los espa�oles y se sent�a como un enamorado al que su novia abandona sin ninguna raz�n�.

Diez a�os dur� esta vida, hasta que el 28 de febrero de 1941, en el Gran Hotel de Roma, temblaron las luces de las velas y don Alfonso gimi� con la �ltima convulsi�n de la muerte: ��Dios m�o! �Espa�a!�.

Al cabo de un mes justo, una bomba alemana cay� sobre el Hotel de Par�s de Montecarlo matando a Emile, el barman. Y esta noticia tuvo m�s repercusi�n en los peri�dicos que la muerte del �ltimo y desgraciado rey de Espa�a.

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Alfonso XIII a su llegada a Fontainebleau, donde se refugi� la...

Alfonso XIII a su llegada a Fontainebleau, donde se refugi� la familia real EFE