CIENCIA

Cop�rnico

500 a�os de la teor�a helioc�ntrica

Cuando la Tierra dej� de ser el centro del Universo

Actualizado

La idea de que la Tierra no estaba en el centro del Universo, sino que era tan s�lo uno de los planetas que orbitaba el Sol, contribuy� de manera esencial a cambiar la visi�n del hombre respecto a su lugar en el Cosmos e inici� una revoluci�n cient�fica cuyo impacto llega hasta nuestros d�as.

La cosmolog�a helioc�ntrica de Cop�rnico, en el manuscrito...
La cosmolog�a helioc�ntrica de Cop�rnico, en el manuscrito original, que muestra el Sistema Solar con la Tierra orbitando alrededor del Sol, al igual que el resto de los planetas. BIBLIOTECA JAGIELLONSKA

Hace 500 a�os, Nicol�s Cop�rnico, un desconocido canon de la catedral de la ciudad de Frombork, en la actual Polonia, distribuy� un peque�o op�sculo manuscrito entre su c�rculo m�s pr�ximo. El texto conten�a, sin aparato matem�tico, un programa helioc�ntrico que culminar�a con su magnum opus, "De revolutionibus", que apareci� cuando Cop�rnico se hallaba ya en su lecho de muerte, en 1543. Sin saberlo, su trabajo contribuir�a de manera esencial a cambiar la visi�n del hombre respecto a su posici�n en el universo, a pesar de la censura a la que eventualmente se enfrentar�a. En el proceso la teor�a copernicana ser�a una de las piedras angulares sobre las que se edificar�a la revoluci�n cient�fica, cuyos efectos hoy en d�a son tan patentes.

El "programa de investigaci�n" helioc�ntrico que expuso en el "Commentariolus", nombre que dio a su manuscrito, se bas� en siete axiomas o principios, entre los que destacaba dos ideas totalmente fuera de la visi�n del hombre medieval: que el movimiento nocturno aparente de las estrellas era debido a la rotaci�n de la Tierra y que el ciclo anual del Sol se produc�a porque nuestro planeta gira alrededor de aqu�l.

Muy poco tiempo despu�s de la distribuci�n del �Commentariolus�, Mart�n Lutero, un te�logo y fraile agustino, clav� en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg sus 95 tesis contra las indulgencias, iniciando la reforma del cristianismo. Se sumi� as� el continente en numerosos conflictos que contribuyeron a un nuevo reparto de poder, proceso que supuso el cambio de la fisonom�a pol�tica y econ�mica de Europa. As�, la reforma protestante y el subsecuente proceso de contrarreforma favorecieron la aparici�n de cierta fractura cultural en Europa, a la que no ser�a ajena la teor�a helioc�ntrica.

Justamente desde el protestantismo vendr�a una de las primeras respuestas al programa de Cop�rnico. Lutero reaccion� muy negativamente a la interpretaci�n helioc�ntrica de Cop�rnico, bas�ndose en las escrituras cristianas, hasta el punto de denigrarlo, aunque sin nombrarlo, en un comentario formulado en 1539.

La azarosa publicaci�n de 'De revolutionibus'

Cop�rnico trabaj� durante varias d�cadas en su gran obra. Aunque pudo terminarla hacia 1530, no se decid�a a publicarla, a pesar de existir cierta expectativa en determinados c�rculos. As�, Johann Albrecht Widmannstetter, secretario del Papa Clemente VII, imparti� una serie de explicaciones sobre la teor�a helioc�ntrica en 1533 a distintos miembros de la curia romana y el mismo pont�fice le regal� un valioso manuscrito griego en agradecimiento. Tras el fallecimiento de Clemente, Widmannstetter pas� a ser secretario del cardenal Sch�nberg, procurador general de la orden de Santo Domingo, quien en 1536 apremi� por carta a Cop�rnico para que publicase su trabajo, incluso afirmando que �l se har�a cargo de los gastos. Pero el impulso final que decidi� la impresi�n no vino del lado cat�lico, sino de un joven e impulsivo profesor protestante: Georg Joachim Rheticus.

Portada de "De Revolutionibus Orbium Coelestium", por Cop�rnico, en la edici�n inicial de 1543.
Portada de "De Revolutionibus Orbium Coelestium", por Cop�rnico, en la edici�n inicial de 1543.UNIVERSIDAD DE VIENA

Rheticus estudi� el texto junto a Cop�rnico durante dos a�os. En 1540, le permiti� que publicase un resumen bajo el t�tulo "Narratio prima de libris revolutionum Copernici". Un a�o m�s tarde le entreg� el manuscrito corregido, en su versi�n final, con objeto de que se imprimiese en la ciudad de N�remberg, famosa por la calidad de sus textos astron�micos. Rheticus, con un criterio equivocado, confi� la supervisi�n del proceso a Andreas Osiander, te�logo y editor protestante.

En abril de 1541 Osiander escribi� a Cop�rnico y a Rheticus sugiriendo que tal vez fuera mejor presentar los movimientos de traslaci�n y rotaci�n la Tierra como una hip�tesis y no como un hecho comprobado, con objeto de acallar a los ortodoxos, tanto desde el punto de vista teol�gico como acad�mico, aunque no se conoce la respuesta del astr�nomo. Sin embargo, al igual que Lutero pocos a�os antes, el reformador religioso Philipp Melanchthon mostr� su oposici�n y Rheticus se vi� obligado a solicitar por carta al Duque Alberto de Prusia que interviniese para evitar las objeciones de estos dos l�deres del movimiento religioso protestante.

El heliocentrismo y su legado

Tras su impresi�n, los primeros ejemplares de "De revolutionibus", alcanzaron a Cop�rnico el mismo d�a que �l muri�. De llegar a leer las primeras p�ginas, tal vez lamentase c�mo se consum� el proceso, ya que Andreas Osiander cambi� ligeramente el t�tulo inicial motu proprio. No solo eso, su temeridad lleg� hasta el extremo de insertar un aviso al lector afirmando que el resultado del trabajo no era la b�squeda de la verdad, sino un artificio matem�tico para calcular las posiciones de los planetas de manera m�s sencilla. �Qu� razones se ocultaban detr�s de este proceder tan inaceptable? Y, sobre todo, �qu� relevancia tuvo y tiene la obra de Cop�rnico?

Diagrama de Nicholas de Fer, publicado en 1699, con las cosmolog�as de Ptolomeo, Cop�rnico y Brahe.
Diagrama de Nicholas de Fer, publicado en 1699, con las cosmolog�as de Ptolomeo, Cop�rnico y Brahe.BIBLIOTECA CONGRESO EEUU

"De revolutionibus" fund� la cosmolog�a moderna, negando la centralidad de la Tierra, expandi� el tama�o del Universo y situ� al Sol muy cerca del centro de aqu�l. Estos conceptos se opon�an al saber de los sabios y a la experiencia m�s directa del hombre com�n, pero sobre todo a la doctrina eclesi�stica de los doctores de la iglesia. Era pues un salto en el vac�o, que requiri� un gran esfuerzo intelectual para su concepci�n. Un riesgo para su carrera profesional, pero tambi�n personal: otros, entre los que se encuentran Giordano Bruno y Galileo Galilei, sufrir�an d�cadas despu�s presiones, juicios, encarcelamientos y hasta el ajusticiamiento en la hoguera en el caso del primero.

En plena Era del Descubrimiento, con las exploraciones portuguesas y espa�olas, y con la masiva llegada y publicaci�n de manuscritos griegos, con su consiguiente cr�tica a la luz de los nuevos hallazgos, se produjo un cambio completo de paradigma. El Renacimiento hab�a puesto al hombre y no a Dios en el centro; ahora la cosmograf�a colocaba a la naturaleza en el punto focal de la realidad.

La idea copernicana tuvo varios antecendentes. Aristarco de Samos, en el siglo III antes de nuestra era, abraz� este concepto, pero fue mucho m�s all�. Identific� el fuego central con el Sol, al que coloc� en el centro del Universo, y postul� que las estrellas son objetos similares al Sol. Pero estas revolucionarias ideas, que eran conocidas por Cop�rnico, no est�n recogidas en la versi�n impresa de �De revolutionibus�. Ni siquiera en el manuscrito que recibieron Rheticus y Osiander. Curiosamente, fue el mismo Cop�rnico quien elimin� la referencia del heliocentrismo de Aristarco, tal vez en un ejercicio de prudente autocensura y quiz�s influido por la carta de Osiander de 1541.

Tras su aparici�n, el pr�ncipe Felipe de Austria estudi� el texto con su preceptor el obispo Juan Mart�nez Sil�ceo por orden de su padre el emperador Carlos V. Y es que el nuevo c�sar era un apasionado de la ciencia y disfrutaba de las lecciones del cosm�grafo Alonso de Santa Cruz. El mismo pr�ncipe, ya reinando como Felipe II, dio mucha importancia a las matem�ticas, contrariamente a su imagen de persona oscura y en exceso religiosa.

En el resto de Europa el heliocentrismo se abri� paso lentamente. Entre sus defensores se encontraron Thomas Digges, Giordano Bruno, Christopher Rothmann o Jer�nimo Mu�oz antes del final de siglo. Una de las primeras aceptaciones expl�citas y p�blicas vendr�an de Diego de Z��iga en 1584, aunque posteriormente se retractar�a en base a postulados puramente acad�micos, sin presi�n eclesi�stica.

Edici�n de 1819 del "Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum". Es la �ltima en la que  todav�a figuran obras helioc�ntricas de Kepler y Galileo, junto a "De revolutionibus" de Cop�rnico.
Edici�n de 1819 del "Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum". Es la �ltima en la que todav�a figuran obras helioc�ntricas de Kepler y Galileo, junto a "De revolutionibus" de Cop�rnico.

La Iglesia Cat�lica mostr� una actitud inicialmente positiva. De hecho, la reforma del calendario realizada bajo el Papa Gregorio XIII, promulgada en 1582 en Portugal, Espa�a y los estados de la pen�nsula It�lica, estuvo basada en las tablas Prut�nicas de Erasmus Reingold. Esta herramienta astron�mica fue publicada en 1551 y fue la primera basada en el heliocentrismo copernicano, a pesar de asumir que solo era un "artificio matem�tico" para "salvar las apariencias", un conveniente eufemismo que se utilizar�a en numerosas ocasiones, tanto desde la Antig�edad como en el propio pr�logo de "De revolutionibus". Al final, tras los descubrimientos realizados con el telescopio a partir de 1610 y la intervenci�n de Galileo Galilei en el terreno de la teolog�a, varias obras helioc�ntricas ser�an prohibidas hace justo 400 a�os, y el texto de Cop�rnico fue sometido a un interdicto hasta su "correcci�n".

Luces y sombras en el mundo acad�mico

Las reacciones en los estamentos acad�micos de los pa�ses protestantes fueron, sin embargo, indiferentes cuando no negativas. As�, el profesor de la universidad de Wittenberg Caspar Paucer aconsej� en 1551 al Landgrave de Hesse que prohibiese la ense�anza del heliocentrismo, que en cualquier caso ser�a condenado de manera expl�cita por las universidades de Z�rich, Rostock y T�bingen. Aunque tambi�n la Sorbona en Par�s seguir�a la estela de las universidades protestantes. Este hecho contrasta con la universidad de Salamanca, en donde se ense�� el heliocentrismo como m�todo de c�lculo astron�mico en la segunda mitad del siglo XVI, sin entrar en disquisiciones sobre sus implicaciones como representaci�n de la realidad.

Ya en el XVII, aparecieron las figuras de Thomas Harriot, Galileo Galilei, Sim�n Stevin, Michael Maestlin, Johannes Kepler, Juan Cedillo D�az y Juan Bautista V�lez. Una escasa colecci�n para una interpretaci�n de la realidad destinada a cambiar el mundo. La primera gran figura que se "convirti�" al heliocentrismo fue Kepler, aunque Galilei, en sus intercambios epistolares con aqu�l, afirm� que era un helioc�ntrico convencido mucho antes de sus escritos de 1612-1616, a�o de su primer encontronazo importante con el Santo Oficio y la consiguiente admonici�n para que no ense�ase la teor�a copernicana. A partir de ese momento, la jerarqu�a cat�lica cambiar�a completamente su posicionamiento: pasar�a de una flexibilidad utilitaria a una gran intransigencia militante. Al final ser� la interpretaci�n de una Tierra est�tica la que perdurar�a hasta el siglo XVIII en los pa�ses cat�licos. El uso de "De revolutionibus" se limit� a la realizaci�n de c�lculos de efem�rides y permanecer�a formalmente en el �ndice de los libros prohibidos por la Inquisici�n hasta el a�o 1835.

La historia que subyace en el desarrollo del heliocentrismo iniciado con el "Commentariolus" de Cop�rnico es, en realidad, el enfrentamiento del individuo con el poder y las creencias asentadas. Un fen�meno que se repite una y otra vez, y no solo en la ciencia, como recientemente hemos visto con la teor�a de la gravitaci�n de Albert Einstein y la espectacular detecci�n de las ondas que predijo hace 100 a�os. En todos los campos del saber, en cualquier actividad humana, unos pocos visionarios empujan los l�mites del conocimiento y nos ofrecen nuevas v�as de desarrollo y, finalmente, de bienestar.

(*) David Barrado Navascu�s es investigador del Departamento de Astrof�sica del Centro de Astrobiolog�a (CSIC-INTA).

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3 Comentarios

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Muy interesante art�culo. Sin embargo, hay un detalle que suele ser desconocido, y es que desde finales del s. XIV y primeros del s. XV ya se somet�a a discusi�n la teor�a helioc�ntrica de Arsitarco de Samos en muchos monasterios y algunas universidades. Dicha discusi�n se realizaba como ejercicio de dial�ctica. Lo novedoso de Cop�rnico no es el plantear la teor�a helioc�ntrica, sino la forma de defenderla: no por la dial�ctica, sino de forma matem�tica y contrast�ndola con los datos experimentales.

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Por todas estas mentes maravillosas debemos creer en planetas y vidas en el exterior. Si algo nos ense�a la naturaleza es que todos los fen�menos se repiten sea cual sea la dimensi�n.

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Ahora estamos en camino de otro cambio de paradigma en el cual la Tierra no es algo externo a nosotros sino nuestra casa en la que vivimos como un bebe viviendo en la placenta. Cuando una masa critica de personas se comporte en consecuencia se habr� producido el cambio. Los astronautas o Lovelock podr�an ser el Copernico de nuestra �poca http://autonomiaybienvivir.blogspot.com.es​/2016​/04​/22-de-abril-dia-internacional-de-la.html