Esclavos de su amor: así fue la tormentosa relación de los duques de Windsor

Dominación, maltratos y aburrimiento fueron algunos de los ingredientes de este "cuento de hadas". La última etapa de su historia vuelve a 'The Crown'.

Los duques de Windsor en París en 1950.

©Gtresonline

Cuando el rey Jorge V de Inglaterra agonizaba, estaba seguro de que su hijo mayor, el heredero, arrojaría la monarquía por la borda: David, el príncipe de Gales, era entonces un solterón que cortejaba a la estadounidense Wallis Warfield, por entonces casada con el infiel Ernest Simpson, y era amante del industrial Guy Trundle.

Dicho y hecho: el 10 de diciembre de 1936, diez meses después de la muerte de su padre, David, ahora rey Eduardo VIII, renunció al trono "por amor" y se sumergió en una vida completamente vacía en el exilio. "¡Maldito imbécil!", le gritó Wallis a su amante al enterarse de que jamás sería reina.

Aquellos que ven el romance entre el apuesto y joven rey y la estadounidense doblemente divorciada como una de las grandes historias de amor de nuestro tiempo sufrieron suficientes golpes con las más recientes revelaciones históricas.

¿Era ella una aventurera que se propuso atrapar al hombre más deseable del mundo? ¿Se arrepintió Eduardo VIII después de haber abdicado al trono de forma tan precipitada? ¿** Qué había** en esta mujer “de abrumadora personalidad y lengua afilada” que la hacía tan irresistible para él?

Una de las teorías más absurdas es que Wallis practicaba con Eduardo misteriosas técnicas sexuales que aprendió, supuestamente, en un burdel chino en su juventud.

Lo cierto es que 'esa mujer' americana no era una belleza, tampoco era joven, y a decir verdad, era una mujer insoportable. Definida como una persona “fría y dura”, al parecer Wallis habría llegado a someter a David a una vida mucho más aterradora que la que llevó como príncipe de Gales.

Sus biógrafos explican que el duque de Windsor sentía una fuerte atracción sexual al verse dominado por una mujer, por la que dejó todo (¡un imperio!) y por la que luchó sin éxito durante tres décadas para conseguirle un título real. ¿Son verdaderos los rumores de que Eduardo de Windsor buscaba ** ser dominado y esclavizado** para ser feliz?

Ulick Alexander, un miembro de la corte cercano a Eduardo, comenzó que el duque estaba realmente “poseído” por “la perversión sexual del auto-menosprecio”. Por su parte, la antigua amante de Eduardo, Freda Dudley Ward, dijo: “Yo podría haberle dominado si hubiera querido. ¡Podría haber hecho con él TODO lo que hubiera querido”.

Las confesiones de Freda son realmente interesantes: aseguraba que el duque de Windsor estaba “embrujado” por amor a Wallis. “Él se convertía a sí mismo en esclavo de aquella a quien amaba. Estaba en su naturaleza. Era un masoquista. Le gustaba que lo humillaran, que lo degradaran. ¡Rogaba que le hicieran eso!”

Si realmente era lo que Eduardo buscaba, se habría sentido muy feliz de encontrar a la dominante Wallis. Un historiador cuenta que Wallis “trataba alternadamente al antiguo rey como a un niño rebelde y con un obvio desprecio, y a veces lo hacía llorar”.

EN MI CASA MANDO YO

“¡Dios mío! Esa mujer es mala”, diría Edward "Fruity" Metcalfe, ayudante de cámara de Eduardo en su época de príncipe de Gales. “Desde hace mucho tiempo, convirtió la vida del duque en una infierno ”. “El duque perdió toda la confianza en sí mismo y sigue a W. como un perro faldero”, reflexionó su secretario, John Aird.

Estas palabras son apoyadas por una anécdota que recoge el biógrafo del duque, Philip Ziegles, sucedida en una cena con amigos. Durante la comida, Eduardo pidió al mayordomo que le transmitiera sus órdenes al chef sobre lo que deseaba comer al día siguiente. Pero al escuchar esto, la duquesa alzó los brazos y dejó caer sonoramente los puños contra la mesa, ante la sorpresa de todos los invitados.

“¡Nunca, nunca más te atrevas a dar órdenes en mi casa!”, gritó la duquesa. Al notar que todos los asistentes a la comida observaron aquel exabrupto, Wallis quiso disimular su enojo diciendo con su natural encanto: “Ya saben, el duque manda fuera de casa, yo mando dentro de la casa”.

Una fotografía oficial de la pareja.

©Cordon Press

Según el más reciente libro sobre los duques de Windsor, de Andrew Morton, Wallis tenía sometido al duque a un régimen que comenzaba a las 11:30 a.m., cuando le dictaba todo lo que debía hacer en el día. “Le armaba bronca por lo más mínimo, odiaba que cantara jingles y nada era suficiente para ella”, escribe Morton. "¡Lárgate, mosquito!", le gritaba al mandarlo a dormir para quedarse bailando con sus amigos.

Wallis lo maltrataba de palabra con tal saña, que Eduardo acuñó una pregunta: "¿Me voy a ir a la cama llorando esta noche?".

UN ABURRIMIENTO ETERNO

Esclavo de Wallis, conseguir el título de Alteza Real para ella fue prácticamente la única ocupación del duque, lo que habría significado una existencia de lo más aburrida. Su casa en el Bois de Boulogne (Francia) era horrible, y Lord Lichfield, un primo de la reina, que visitó varias veces el lugar para tomar fotografías, la describe como “un mini-castillo oscuro, sombrío y muy majestuoso, memorable para la enorme cantidad de pugs de porcelana”.

Litchfield encontró a Wallis intimidante. "En el funcionamiento de su casa, ella era más formal que cualquier miembro de la realeza: quería que las cosas se hicieran al instante. Todo estaba tan inmaculado que me sentí avergonzado incluso apagando un cigarrillo. Sentí que estaba arruinando su mundo perfecto”.

"El duque era muy vanidoso, muy elegante”, relató Litchfield. “Siempre llevaba una falda escocesa para la cena y tenía una enorme colección de trajes inmaculados. La duquesa hablaba y hablaba constantemente”.

Wallis era una mujer avasallante. El diseñador de interiores Nicky Haslam la conoció en 1962, cuando trabajaba para American Vogue: "La amaba. Era amable, amable, divertida, atrevida. Cuando entraba en una habitación, algo destellaba. Siempre tenía el último chiste y la ropa más maravillosa. Era muy informal y abierta también".

Haslam dice Wallis comía poco y en sus últimos años consumió poco aparte de vodka y lechuga. “La conversación era su fuerte y ella era experta en molestar a los invitados y lanzar la conversación sobre la mesa”. “Hola, soy Wallis”, decía con la misma naturalidad que había cautivado al heredero del Imperio Británico en los años 30.

Las listas de invitados de los Windsors incluían a embajadores, científicos, y siempre uno o dos alemanes, porque al duque le encantaba el idioma. A menudo, recordó Haslam, el duque se emborrachaba y comenzaba a cantar canciones alemanas, en ese momento Wallis decía: "Oh David", y se iba de la habitación.

Los duques vivían con lujo, lo que les granjeó muchas críticas de parte de los británicos en la posguerra. En su casa atendían sirvientes con librea real de corbata blanca; en el extranjero, se alojaron en suites en los mejores hoteles, como el Waldorf de Nueva York. Eduardo colmó a su esposa de joyas, pieles y ropa de alta costura, pero cuando él hacía alguna compra personal, ella lo regañaba diciéndole que estaba derrochando el dinero.

Más allá de aquellas diversiones, los duques de Windsor pasaron el resto de sus vidas en el más completo ocio. Un típico día en la vida de Eduardo estaba compuesto por una partida de golf (si no llovía) y una siesta. Su principal misión era transmitir a otros las órdenes de la duquesa o cumplirlas él mismo mientras ella se dedicaba a su cabello, sus joyas y sus pieles.

En un inusual momento de honestidad, el duque de Windsor dijo en una ocasión a la esposa de un diplomático estadounidense: “¿Sabe qué he hecho hoy? Me levanté tarde, acompañé a la duquesa a comprarse un sombrero y luego, de regreso a casa, paré en el Bois para ver un partido de rugby, y después se me ocurrió ir a dar un paseo, pero hacía frío. Cuando llegué a casa, la duquesa estaba dando sus clases de francés, así que como no había nadie con quien hablar, me puse a curiosear el contenido de unas cajas que me mandó mi madre...”.

Esa noche, lo más probable es que quien había sido príncipe, rey y emperador se fuera a la cama llorando.

Artículo publicado originalmente en junio de 2018 y actualizado.

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