Eduardo VIII, el rey que quería Hitler en Inglaterra
Libros

Historia

Eduardo VIII, el rey que quería Hitler en Inglaterra

Una nueva biografía aporta nuevos datos sobre el monarca que tuvo que dejar la corona en 1936

Los duques de Windsor durante una visita a Hitler
Los duques de Windsor durante una visita a HitlerLa Razón

No son pocos los escándalos que han perseguido a la corona británica en los últimos años, pero no menos cierto es que sigue siendo un tema tabú todo lo que rodea al efímero reinado de Eduardo VIII, aquel rey que supuestamente abdicó para poder casarse con Wallis Simpson, una divorciada estadounidense y que se convirtió en el amor de su vida. Sin embargo, desde la abdicación el 10 de diciembre de 1936 comenzó a aflorar nueva documentación que permitió a los historiadores y a los periodistas saber que tras la renuncia al trono había algo más, especialmente las simpatías que Eduardo sentía por los nuevos vientos que soplaban en Alemania y que acabarían llevando al mundo a la ruina. El pequeño rey que simpatizaba con Hitler es ahora el protagonista de una nueva biografía que acaba de publicarse en Reino Unido y que aporta nuevas informaciones sobre su controvertida vida.

Buena parte de la bibliografía sobre el duque de Windsor ha partido del libro de Frances Donaldson, “Edward VIII: The Road to Abdication”, y que fue una bomba en su momento al exponer las sombras del personaje como un niño triste que acabó interesándose por las políticas fascistas. Aquel ensayo, en voz baja, contó con la simpatía de la casa real británica. Desde entonces todo lo escrito sobre el duque de Windsor ha tenido en cuenta ese trabajo, con pocas aportaciones nuevas. Evidentemente hay excepciones interesantes, como sucede con “El rey traidor” de Martin Allen y, ahora, “The Crown in Crisis: Countdown to the Abdication”, de Alexander Larman.

El autor, quien en la actualidad trabaja en una biografía sobre el actor Peter O'Toole, ha publicado libros sobre las mujeres de Lord Byron, una biografía sobre John Wilmot y una completa aproximación a la Inglaterra de 1666, el año del gran incendio en el que ardió Londres. Con este nuevo libro sigue caminando por la historia de su país con paso firme y descubriendo nuevos y sorprendentes datos.

Entre las aportaciones realizadas por el autor destaca su aproximación al mundo nazi en la Gran Bretaña previa al estallido de la Segunda Guerra Mundial. En esta línea, resulta crucial el papel de Oswald Mosley. Wilmot también recoge las opiniones de Hitler sobre Eduardo VIII, como su preocupación por el hecho de que no le dejaran casarse con “una chica del pueblo”, su muy peculiar manera de referirse a Wallis Simpson. Para el líder nazi, que Eduardo continuara en el trono le facilitaba poder seguir con su cruel plan de invadir Europa. Incluso para hacer todo más sencillo a sus pretensiones bélicas, Hitler hizo que uno de sus hombres de confianza, Joachim von Ribbentrop, fuera su embajador en Gran Bretaña mientras Eduardo VIII seguía en el trono.

El libro también centra su atención en un episodio que ha estado rodeado de misterio, como es el intento de asesinato de Eduardo VIII a manos de un misterioso hombre llamado George McMahon quien apuntó con poco interés contra el monarca el 16 de julio de 1936. Sobre McMahon ser ha dicho que pudo haber sido un agente de los alemanes o los italianos, e, incluso, un agente del MI5. Larman cree que se trataba de un tipo con serios problemas con el alcohol a quien nadie tomó en serio, pero que a la hora de la verdad se dejó hacer probablemente esperando que tuviera suerte. Lo que está claro es que el intento de magnicidio dejó en evidencia a las autoridades del momento y McMahon solamente fue sentenciado a doce meses de cárcel por un delito menor: posesión de armas.

Este ensayo también dibuja un nuevo retrato de Wallis Simpson quien ya no aparece como una mujer ambiciosa deseosa de poder y fortuna, sino como alguien que soñaba con casarse con un príncipe, como si se tratara de un cuento. Lo que logró a cambio de casarse con el rey que abdicó fue, en palabras del biógrafo, algo parecido a “una cadena perpetua”.