Deslumbrante brillo, refrescante sombra

Crítica de música

Deslumbrante brillo, refrescante sombra

La Orquesta Barroca de Sevilla finaliza una temporada con grandes logros artísticos

Fiesta barroca en familia

Alfonso Sebastián ha vuelto a dirigir a la Orquesta Barroca de Sevilla Luis Ollero

Carlos Tarín

Cerraba esta temporada de abono de la OBS un concierto de campanillas a cargo de compositores mayormente desconocidos (es verdad que Valetti hizo un programa parecido en 2006, también con la OBS, dedicado igualmente a Dresde y a sus más destacados músicos, aunque estos no se habían oído otra vez desde entonces). La fama en calidad de intérpretes/compositores y en cantidad (numerosa orquesta en la época) hacía más que adecuado este programa para un fin de curso. Lo que deslució quizá fue la elección del día , un domingo de ‘preverano’ por la mañana, porque en esta época, aunque no haga calor, la gente suele marcharse los fines de semana .

También señalamos un pequeño cambio en el orden del programa, al anteponer el ‘Concerto grosso’ de Pisendel al primer lugar, ya que contaba esta pieza con las trompas y las flautas, es decir, con la orquesta al completo (21 músicos) para abrir el concierto. Y aquí ya hemos de significar la vuelta de Guillermo Peñalver junto a Rafael Ruibérriz , un tándem lujoso con el que pocas orquestas pueden contar. También Ricardo Rodríguez y Rafael Mira lucharon con las trompas naturales de cuanta mejor forma pudieron, si bien no son instrumentos fáciles de domeñar.

Dirigía nuevamente Sebastián , y aunque figuraba como clavecinista y tuvo el instrumento delante, apenas pasó de tocar unos cuantos acordes; claro que para eso estuvo ahí Alejandro Casal , colocado en una posición ligeramente adelantada a los demás músicos y con la tapa del clave perfectamente orientada, con lo que consiguió que su instrumento -y su esforzado trabajo- se oyese suficientemente frente a la numerosa orquesta .

Se centró, pues, Sebastián en dirigir, a la vez que ir presentando las diferentes obras, al igual que hizo Bernardini en el anterior programa, aunque este desde su visión de músico y Sebastián prefirió una suerte de juego de roles en el que más parecía querer demostrar su erudición que la explicación. Y entre eso y la rutilante orquesta, que a la vez ‘representaba’ en este juego a la formación más importante de la primera mitad del siglo XVIII, el director se vino arriba y toda la primera parte del programa resultó restallante , casi instalada permanentemente en el ‘forte’, en una incontenida vehemencia. Sin embargo, en la segunda mitad aparecieron las matizaciones, los juegos tímbricos y melódicos y, en fin, la música.

Sirva como ejemplo la última obra de la mitad del programa y la primera de la segunda parte, ambas de un mismo compositor, Zelenka . La primera parecía moverse más que por impulsos por los forzados empujones que una y otra vez requería Sebastián desde la dirección; sin embargo, la ‘Hypocondrie’ captó mucho mejor la variada y original inestabilidad musical del contrabajista y compositor checo. De la misma forma, los ricos y coloristas conciertos de Heinichen (en Sol M y Fa M) subrayaban la diversidad de texturas y tinturas que movían interiormente las piezas, sobresaliendo nuevamente el dúo de flautas en el primero y el de trompas en el segundo. No olvidamos el trabajo activo y brillante del fagotista Eyal Street .

Aún así, hemos de señalar de este mismo autor el delicioso tratamiento solista que otorgaron en la primera parte el concertino Leo Rossi y el oboísta Pedro Castro al concierto para dichos instrumentos en Do menor del referido Heinichen, de manera verdaderamente seductora.

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