Constantinopla - Enciclopedia de la Historia del Mundo

Constantinopla

Definición

Donald L. Wasson
por , traducido por Antonio Elduque
Publicado el 09 abril 2013
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés, turco
Map of Byzantine Constantinople (by Cplakidas, CC BY-SA)
Mapa de la Constantinopla bizantina
Cplakidas (CC BY-SA)

Construida en el siglo VII a.C, la antigua ciudad de Bizancio demostró ser muy valiosa tanto para griegos como para romanos. Debido a su ubicación en la orilla europea del Estrecho del Bósforo, el emperador Constantino comprendió su importancia estratégica y, tras la reunificación del Imperio en el 324 d.C., fundó allí su nueva capital – Constantinopla.

Fundación por Constantino (284 - 337 d.C.)

El emperador Diocleciano, que gobernó el Imperio romano entre el 284 y el 305 d.C., consideró que era demasiado grande para que una sola persona pudiera dirigirlo, y lo dividió en una tetrarquía (gobierno de cuatro), con un emperador (augusto) y un coemperador (césar) tanto en el este como en el oeste. Diocleciano escogió gobernar el este. El joven Constantino subió al poder en el oeste a la muerte de su padre, Constancio, y pasó a ser emperador único del oeste al derrotar a su rival, Majencio, en la Batalla del Puente Milvio, en el 312 d.C. Al año siguiente, cuando Licinio asumió el poder en el este, Constantino le desafió, derrotándole finalmente en la batalla de Crisópolis (324 d.C.) y reunificando el Imperio.

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Constantino no tenía claro dónde establecer su nueva capital, aunque descartó la antigua Roma, al entender que la infraestructura de la ciudad era decadente, su economía estaba estancada y su única fuente de ingresos iba en descenso. Nicomedia tenía todo lo que podía desear para una capital – un palacio, una basílica e incluso un circo – pero ya había sido la capital de sus predecesores, y él quería algo nuevo. Aunque estuvo tentado de construir su capital donde había estado la antigua Troya, Constantino decidió que era mejor ubicarla en la antigua Bizancio, dándole el nombre de Nueva Roma. Tenía múltiples ventajas: estaba más cerca del centro geográfico del Imperio, podía ser defendida con facilidad al estar casi totalmente rodeada de agua (especialmente cuando se extendía una cadena a través de la bahía), y su ubicación proporcionaba un puerto excelente – gracias al Cuerno de Oro – así como un fácil acceso a la región del Danubio y la frontera del Éufrates. Gracias a la financiación con las riquezas de Licinio y un impuesto especial, comenzó un gran proyecto de reconstrucción.

Constantinopla se convertiría en el foco cultural y económico del Este y en el centro de los ideales del cristianismo y de la Grecia clásica.

Aunque mantuvo algunas reminiscencias de la antigua ciudad, se dijo que Nueva Roma – cuatro veces más grande que la Bizancio original – estaba inspirada por el Dios cristiano, aunque en todos los aspectos siguiera siendo clásica. Construida sobre siete colinas (como la antigua Roma), la ciudad estaba dividida en catorce distritos. Supuestamente diseñada por el propio Constantino, tenía grandes avenidas flanqueadas por estatuas de Alejandro Magno, Julio César, Augusto, Diocleciano y, por supuesto, el propio Constantino, vestido como Apolo, con un cetro en una mano y una esfera en la otra. El centro de la ciudad estaba definido por dos calles con columnatas (que se remontaban a Septimio Severo) que se cruzaban cerca de los baños de Zeuxippos y el Tetrastoon.

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La intersección de las dos calles estaba marcada por un arco con cuatro entradas, el tetrápilo. Hacia el norte estaba la antigua basílica, que Constantino convirtió en un patio rectangular, rodeado de pórticos, que albergaba una biblioteca y dos santuarios. Al sur, el nuevo palacio imperial, con su imponente entrada, la puerta de Chalke. Además de un nuevo foro, la ciudad disponía de un gran centro de reuniones que se utilizaba como mercado, bolsa de valores y juzgado. El antiguo circo se transformó en un monumento de la victoria, incluyendo el que se había erigido en Delfos – la Columna de las Serpientes – que conmemoraba la victoria sobre los persas en Platea en el 479 a.C. El viejo anfiteatro quedó abandonado (a los cristianos no les gustaban las luchas de gladiadores) y se amplió el hipódromo para dar cabida a carreras de carros.

Una de las primeras preocupaciones de Constantino fue el suministro de agua en cantidad suficiente para la población. Mientras que en la antigua Roma no había problema, Nueva Roma afrontaba períodos de intensa sequía en el verano y principios de otoño, y lluvias torrenciales en invierno. Además del problema del agua, siempre existía la posibilidad de asedios, con lo que la ciudad necesitaba un suministro fiable de agua. Ya había suficientes acueductos, túneles y canales para traer agua a la ciudad, pero aún había una carencia de almacenamiento. Para resolverla se construyó, en el 330 d.C., la Cisterna de Binbirdirek (que todavía existe).

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Valens Aqueduct, Constantinople
Acueducto de Valente, Constantinopla
Oleg (CC BY-NC-ND)

La religión adquirió un nuevo significado en el Imperio. A pesar de que Constantino apoyó abiertamente al cristianismo (su madre era cristiana), hay dudas entre los historiadores acerca de si él realmente se convirtió, esperando hasta su lecho de muerte para hacerlo. Nueva Roma ostentaba templos dedicados a deidades paganas (se mantuvo la antigua acrópolis) y diversas iglesias cristianas; Santa Irene fue una de las primeras iglesias encargadas por Constantino, que sería destruida en los disturbios de Niká en el 532 d.C., durante el reinado de Justiniano.

En el 330 d.C., Constantino consagró la nueva capital del Imperio, la ciudad que un día llevaría su nombre. Constantinopla se convertiría en el foco cultural y económico del este y en el centro de los ideales del cristianismo y de la Grecia clásica. Su importancia adquiriría una nueva dimensión con el saqueo de Roma por Alarico en el 410 d.C. y la caída final de la ciudad ante Odoacro en el 476 d.C. Durante la Edad Media, la ciudad sería un refugio para los antiguos textos griegos y romanos.

De Constancio a Teodosio (337 - 526 d.C.)

En el 337 d.C. murió Constantino, dejando a sus sucesores y al Imperio sumidos en la confusión. Constancio II derrotó a sus hermanos (y a todos los demás rivales) convirtiéndose en emperador único. El único al que perdonó la vida fue su primo Juliano, de sólo cinco años por entonces y a quien no consideraba una amenaza, pero que, sin embargo, un día le sorprendería convirtiéndose a su vez en emperador, Juliano el Apóstata. Constancio II aumentó la burocracia del gobierno, añadiendo cuestores, pretores e incluso tribunos. Construyó otra cisterna y silos de grano adicionales. Aunque algunos historiadores no están de acuerdo (atribuyendo a Constantino su fundación), en general se le atribuye la construcción de la primera de las tres iglesias de Santa Sofía, la iglesia de la Sabiduría Sagrada, en el 360 d.C. La iglesia fue destruida por un incendio en el 404 d.C., reconstruida por Teodosio II, y destruida y reconstruida nuevamente durante el reinado de Justiniano, en el 532 d.C.

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La muerte de Constancio II, adepto al arrianismo, dejaría amenazado el ya inseguro estatus del cristianismo en el Imperio. Su sucesor, Juliano el Apóstata, un estudiante de filosofía y cultura griega y romana (y el primer emperador nacido en Constantinopla), sería el último emperador pagano. Aunque Constancio le había considerado débil y en absoluto una amenaza, Juliano se había convertido en un brillante militar, ganándose el respeto y el apoyo del ejército, y asumiendo con facilidad el poder a la muerte del emperador. Aunque intentó borrar todas las huellas del cristianismo en el Imperio, no lo consiguió. A su muerte en lucha con los persas, en el 363 d.C., el Imperio quedó dividido entre dos hermanos, Valentiniano I (que murió el 375 d.C.) y Valente. Valentiniano, el más capaz de los dos, gobernó en el oeste mientras que Valente, más débil y corto de miras, lo hacía en el este, con la única contribución de diversos acueductos, y que en su intento de apuntalar la frontera del Imperio –había permitido a los visigodos asentarse en ella – perdería una batalla decisiva y la vida en Adrianópolis, en el 378 d.C. Tras la comprometedora derrota de Valente, los visigodos pensaron que Constantinopla era vulnerable e intentaron asaltar sus murallas, sin conseguirlo.

El sucesor de Valente fue Teodosio el Grande (379-395 d.C.) que, en respuesta a Juliano, prohibió el paganismo e hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio, en el 391 d.C. Convocó el segundo concilio ecuménico, reafirmando el Credo de Nicea, escrito durante el reinado de Constantino. Como último emperador en gobernar a la vez este y oeste, acabó con las vírgenes vestales de Roma, prohibió los Juegos Olímpicos y eliminó al Oráculo de Delfos, que había existido desde mucho antes de Alejandro Magno. Su nieto Teodosio II (408-450 d.C.), reconstruyó Santa Sofía tras ser destruida por un incendio, fundó una universidad y, temiendo una invasión de los bárbaros, expandió las murallas de la ciudad en el 413 d.C.; las nuevas murallas tendrían una altura de 12 metros (40 pies) y un espesor de casi 5 metros (16 pies).

Hagia Sophia Panorama
Panorama de Santa Sofía
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

Justiniano y la Revuelta de Niká (527 - 565 d.C.)

A Teodosio II le siguieron varios emperadores débiles, hasta que Justiniano (527 - 565 d.C.) – el creador del Código de Justiniano – llegó al poder. En ese momento la ciudad contaba con trescientos mil habitantes. y Justiniano puso en vigor numerosas reformas administrativas, reforzando el control de las provincias y mejorando la recaudación de impuestos. Construyó una nueva cisterna, un nuevo palacio y las nuevas iglesias de Santa Sofía y Santa Irene, ambas destruidas durante la Revuelta de Niká del 532 d.C. Su asesor con más talento y nivel intelectual fue su esposa Teodora, la hija de un domador de osos en el hipódromo. Se le atribuye una gran influencia en numerosas reformas imperiales: la extensión de los derechos de las mujeres en los divorcios, el cierre de todos los burdeles y la creación de conventos para antiguas prostitutas. Bajo el liderazgo de su brillante general Belisario, Justiniano expandió el imperio por el Norte de África, España e Italia. Lamentablemente, sería el último de los emperadores realmente grandes; tras su muerte, el Imperio entraría en una decadencia gradual, hasta la conquista de la ciudad por los turcos en 1453 d.C.

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Uno de los momentos más oscuros de su reinado fue la Revuelta de Niká. Comenzó como una pelea en el hipódromo entre dos rivales deportivos, los azules y los verdes. Ambos estaban molestos con Justiniano por sus recientes decisiones políticas y se oponían abiertamente a su presencia en los Juegos. La pelea se extendió a las calles, donde se produjeron saqueos e incendios. La puerta principal del palacio imperial, el edificio del Senado, baños públicos y muchas casas residenciales fueron destruidos. Aunque inicialmente pensaba huir de la ciudad, su mujer convenció a Justiniano de que permaneciera y luchara: el resultado fueron treinta mil víctimas. Cuando el humo se disipó, el emperador vio la oportunidad de deshacerse de los restos del pasado y hacer de la ciudad un centro de civilización. Cuarenta días más tarde, Justiniano comenzaba la construcción de la nueva Santa Sofía.

No había que reparar en gastos. Quería que se construyera a lo grande – una iglesia que nadie se atreviera a destruir. Trajo oro de Egipto, porfirio de Éfeso, mármol blanco de Grecia y piedras preciosas de Siria y el Norte de África. El historiador Procopio escribió:

… se eleva hasta la altura del cielo y, como si surgiera de otros edificios, es tan alta que observa abajo los restos de la ciudad…se regocija con una belleza indescriptible.

Su construcción ocuparía a más de diez mil trabajadores durante casi seis años. Se dice que Justiniano dijo después: “Salomón, te he superado”. Cerca de la cúspide de su reinado, la ciudad sufrió una epidemia en el 541 d.C. – la peste negra – en la que morirían más de cien mil de sus habitantes. Incluso Justiniano no fue inmune, aunque sobrevivió. La economía del Imperio ya no se recuperaría nunca.

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Binbirderek Cistern, Constantinople
Cisterna Binbirderek, Constantinopla
marcus_jb1973 (CC BY-NC-ND)

Constantinopla medieval (hasta 1453 d.C.)

Otros dos emperadores son dignos de mención: León III y Basilio I. León III (717 - 741 d.C.) es sobre todo conocido por implantar la iconoclasia, la destrucción de todas las reliquias e iconos religiosos – la ciudad perdería monumentos, mosaicos y obras de arte –, pero también debería serlo por salvar la ciudad. Cuando los árabes asediaron la ciudad, utilizó un arma nueva, el “fuego griego”, un líquido inflamable, para rechazar a los invasores. Era comparable al napalm, y el agua era inútil contra él y no servía más que para extender las llamas. Mientras que su hijo Constantino V tuvo un éxito comparable, su nieto León IV, al principio un iconoclasta moderado, murió poco después de asumir el poder, dejándolo en manos del incompetente Constantino VI y a su madre Irene como regente. Irene gobernó con mano de hierro, prefiriendo la diplomacia a la guerra, con la ayuda de diversas purgas en el ejército. Aunque permitió la restauración de los iconos religiosos (ganándose la simparía de la Iglesia romana), su poder sobre su hijo y el Imperio acabó cuando decidió dejarlo ciego; fue exiliada a la isla de Lesbos.

Basilio I el Macedonio (867 - 886 d.C.) (llamado así aunque nunca pisó Macedonia), se encontró una ciudad y un imperio en estado de abandono, y comenzó una programa de reconstrucción masiva: la piedra sustituyó a la madera, se restauraron los mosaicos, se construyeron iglesias así como un nuevo palacio imperial y, finalmente, se recuperó un extenso territorio que había sido perdido. Buena parte de la reconstrucción, sin embargo, se perdió durante la Cuarta Cruzada (1202 - 1204 d.C.), cuando la ciudad fue saqueada e incendiada, no por los musulmanes sino por los cristianos, que inicialmente habían sido llamados para rechazar a los invasores, pero que fueron ellos mismos quienes saquearon la ciudad. Los cruzados deambularon por ella, vandalizando tumbas, profanando iglesias, y el sarcófago de Justiniano fue abierto y sus restos tirados fuera. La ciudad y el imperio nunca se recuperaron de las cruzadas, que los dejaron vulnerables frente a los turcos otomanos en 1453 d.C.

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Bibliografía

  • Brownsworth, L. Lost to the West. Three Rivers Press, 2009
  • Grafton, A. The Classical Tradition. Harvard University Press, 2008
  • Hill, D. Ancient Rome: From the Republic to the Empire. Parragon Books, 2007
  • Kinross, Lord. Hagia Sophia. Newsweek Book Division, 1972
  • Pollardm J. Wonders of the Ancient World. Metro Books, 2008
  • Potter, D. Constantine: The Emperor. Oxford University Press, 2013

Sobre el traductor

Antonio Elduque
Soy doctor en Química y trabajo en el sector biomédico. También licenciado en Humanidades, especialmente aficionado a la Historia. Me gusta traducir porque obliga a una lectura lenta y cuidadosa, buscando el sentido del texto más que el significado de las palabras.

Sobre el autor

Donald L. Wasson
Donald impartió clases de Historia de la Antigüedad, de la Edad Media y de los Estados Unidos, en el Lincoln College (Normal, Illinois) y desde que comenzó a leer sobre Alejandro Magno, siempre ha sido y será un estudiante de historia. Le hace ilusión transmitir conocimientos a sus alumnos.

Cita este trabajo

Estilo APA

Wasson, D. L. (2013, abril 09). Constantinopla [Constantinople]. (A. Elduque, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-700/constantinopla/

Estilo Chicago

Wasson, Donald L.. "Constantinopla." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. Última modificación abril 09, 2013. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-700/constantinopla/.

Estilo MLA

Wasson, Donald L.. "Constantinopla." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 09 abr 2013. Web. 22 abr 2024.

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