El siglo XVIII en Europa | Contexto histórico, social y cultural del siglo XVIII

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El siglo XVIII en Europa

Una época de transformación

El siglo XVIII abre una etapa de grandes transformaciones sociales, políticas y filosóficas con dos epicentros clave: Inglaterra, donde las reformas van calando lenta pero irreversiblemente gracias a los cambios asentados en la etapa histórica anterior, y Francia, donde el poder de la burguesía es tan grande como la resistencia del régimen al que trata de derrocar, lo que implica que haya que recurrir a la revolución para modificar las viejas estructuras de poder. Además, los cambios fructificaron gracias a la erradicación de las grandes epidemias y de un desarrollo comercial e industrial que prosperó en diversos sectores productivos, incluido el agrícola.

A medida que el siglo avanza se asientan nuevas formas políticas, artísticas y de pensamiento: la Ilustración, el Despotismo Ilustrado y el Neoclasicismo.

Cuadro de la Libertad guiando al pueblo
Wikimedia Commons/Eugène Delacroix. La Libertad guiando al pueblo (Dominio público)



La Ilustración

El espíritu de la Ilustración se resume perfectamente en el lema adoptado por Kant en ¿Qué es la Ilustración?, publicado en 1784: Sapere aude!, o lo que es lo mismo, "¡Atrévete a pensar!". Su fuerza reside en liberar al ser humano para que use la inteligencia por sí mismo. Esta libertad de pensamiento comenzó en Inglaterra, aunque su repercusión alcanzó al conjunto de Europa, siendo Francia la nación más determinante a la hora de difundir las doctrinas que tuvieran a la razón y al conocimiento originado desde la experiencia como base. Las minorías exigían cambios profundos para desterrar las falsas creencias y estaban dispuestas a dinamitar las estructuras del antiguo régimen.

Una de las transformaciones más radicales se produjo en el método científico. Gracias a Isaac Newton nace la ciencia moderna, basada en la observación, en la experimentación y en la presentación de leyes que explican las características de la realidad y su funcionamiento. Dicho de otra forma: si una afirmación no se puede comprobar siguiendo este método, no se dará por válida, independientemente de quien la formule.

Las ciencias humanas no quedan al margen de esta ola de cambio racionalista. Gracias al filósofo John Locke, el método de Newton se aplicará al ámbito de la moral, de la economía o de la política. Para que sea relevante, el saber deberá llegar mediante la observación y el descubrimiento. Adam Smith también realiza valiosas aportaciones en el campo de la economía. Una de sus teorías más famosas es la del "principio del egoísmo" como motor económico. Las personas buscarán por encima de todo producir riqueza para satisfacer sus propios deseos. Ante esta visión, Smith propone dividir el trabajo para que este sea la fuente principal de la riqueza de una nación. El ámbito religioso tampoco escapará a las reformas, aunque, debido al poder ejercido por el antiguo régimen, el culto a la razón tiene resultados muy virulentos.

En 1751, se inicia una labor titánica: recoger por escrito el espíritu racionalista y progresista de la Ilustración. Así comienza su andadura La Enciclopedia, impulsada por el escritor y filósofo francés Dennis Diderot y el matemático D'Alambert. La obra constaba de 28 volúmenes y recogía el saber de la ciencia experimental, las técnicas y oficios, la religión, el orden social y la política. En su redacción se involucraron numerosas personas que tuvieron que salvar sus diferencias priorizando algo por encima de todo: el conocimiento es progreso y como tal ha de ser divulgado. Tras hacer frente a numerosos obstáculos, en 1772 se dio por finalizado el trabajo que, sin duda, fue determinante para iniciar la revolución de 1789.

Retrato de Isaac Newton
Pixabay/GDJ. Retrato de Isaac Newton (Pixabay License)

El Despotismo Ilustrado

El Despotismo Ilustrado es la teoría política más característica del siglo XVIII. En esta época, el rey sigue siendo la pieza clave en una estructura social altamente jerarquizada. El absolutismo monárquico organiza a una sociedad clasista, concebida como una rígida pirámide con estamentos separados entre sí. Ante esta visión se abre paso una nueva forma de organización que valora la eficacia y donde las cualidades burguesas del trabajo se sitúan en primer plano.

¿Dónde radica el éxito del Despotismo Ilustrado? En mantener la jerarquía del estatus nobiliario mientras se impulsaba el desarrollo de la burguesía. Para lograr este equilibrio era indispensable acelerar el progreso económico y cultural de la sociedad a través del fomento de la instrucción. Esta era la receta para poder aumentar el bienestar de los ciudadanos.

Taberna
Pixabay/Victoria_Borodinova. Taberna (Pixabay License)

El Neoclasicismo

En lo referente al apartado artístico, el Neoclasicismo constituye una reacción contra los planteamientos del último Barroco. Si el Barroco se caracteriza por una libertad creativa desmedida y recargada, el Neoclasicismo propone líneas austeras, sencillas y claras. Ante esta realidad hay una intención evidente: volver a los modelos clásicos, más moderados y sobrios, donde el equilibrio y la búsqueda de la practicidad sean esenciales en su desarrollo. Este aspecto se puede observar, por ejemplo, en el campo de la arquitectura. El XVIII es un siglo de expansión demográfica, por lo que, si se quiere facilitar la vida a las personas, se deberá cuidar la estética al mismo tiempo que la utilidad práctica de los edificios.

Si en cuestiones sociales, económicas y políticas la ola de cambio es imparable, en el ámbito artístico hay más diversidad de estilos. Hay consenso en considerar el Neoclasicismo como la forma de expresión artística del Despotismo Ilustrado, a pesar de que el siglo XVIII acoge a otras manifestaciones influenciadas por épocas pasadas o con otras que anticipaban lo que estaría por llegar. Otras movimientos artísticos del siglo XVIII son el Posbarroco, el Rococó  y el Prerromanticismo.

Ejemplo de un edificio neoclásico
Pixabay/Pexels. Edificio neoclásico (Pixabay License)