Stalingrado, la batalla más sangrienta de la historia de la humanidad

Un dos de febrero de 1943 terminaba la batalla de Stalingrado con más de dos millones de personas fallecidas.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 1 feb 2019, 21:58 CET
Artillería de campaña alemana bombardeando posiciones soviéticas en el verano de 1942.
Fotografía de Archivos federales alemanes, Wikimédia Commons

Veinticuatro horas era la esperanza de vida de un soldado soviético sometido a la sangrienta violencia de la batalla de Stalingrado, según afirma el historiador y periodista Jesús Hernández en ABC. Un enfrentamiento bélico entre el Ejército Rojo de la Unión Soviética y las fuerzas armadas de la Alemania nazi y sus aliados, el Imperio de Japón y el Reino de Italia, llamadas Wehrmacht.

Considerada como la peor batalla de la Segunda Guerra Mundial, este escenario tuvo lugar a lo largo del transcurso de la invasión alemana de la Unión Soviética. No existían registros fiables para calcular las bajas y, además, los historiadores rusos no pudieron investigar las muertes durante la época soviética por miedo a descubrir el precio pagado.

Gran cantidad de soldados soviéticos murieron incluso antes de llegar a la ciudad, al atravesar el río Volga, zona sometida a continuos ataques, o incluso ejecutados por cobardía. En este escenario, la derrota de la Alemania nazi y sus aliados del Eje en la ciudad de Stalingrado supuso un punto decisivo en la Segunda Guerra Mundial.

El centro de la ciudad de Stalingrado después de la liberación de la ocupación alemana. La gran guerra patriótica de 1941-1945. En el extremo izquierdo hay una gran ruina . A la derecha está la ruinosa casa de los ferroviarios.
Fotografía de Ria Novosti, Zelma, Wikimédia Commons

Con la idea de convertir al Estado soviético en la nueva Germania, Hitler invadió la Unión Soviética convencido de que sería como un “gigante con los pies de barro”. Los alemanes se disponían a conquistar Stalingrado durante el verano de 1942, cuando unos tres millones de soldados esperaron, distribuidos desde Finlandia hasta el mar Negro, el comienzo de la mayor operación militar hasta el momento. Además de los alemanes, unos 950.000 soldados aliados les acompañaban.

La operación azul o Fall Blau

Las tropas alemanas trataron de tomar los pozos petrolíferos del Cáucaso. La operación tenía como objetivo someter los puntos fuertes del Volga y, finalmente, el avance sobre el Cáucaso.

A pesar de que para proteger los planes de la operación se había prohibido la transcripción de las órdenes y todo debía ser comunicado por voz, un avión alemán con notas escritas sobre los planes fue derribado y los papeles llegaron a manos de los soviéticos. Sin embargo, Stalin consideró que eran falsos, convencido de que irían hacia Moscú. Al iniciar la ofensiva contra Vorónezh, el error de Stalin fue obvio.

Tras prever la rápida caída de la ciudad de Rostov, Stalin ordenó que Stalingrado quedase en estado de sitio y no permitió la salida de los civiles con el objetivo de alentar a los soldados a combatir al tener a sus familias cerca, motivo por el cual hubo tantas bajas civiles en la guerra.

La Guerra de las Ratas

La fuerza aérea de Alemania, llamada Luftwaffe, llegó finalmente hasta Stalingrado entre quiebro y quiebro en las órdenes de Hitler y fue convirtiendo gran parte de la ciudad en ruinas. A la vez que la ofensiva aérea, las tropas terrestres fueron de edificio en edificio tomando la ciudad, dando nombre a lo que llamaron la Guerra de las Ratas o RattenKrieg. Ocho de las veinte divisiones del Ejército alemán lucharon encarnizadamente en la ciudad, pero los soviéticos alimentaban el frente con soldados que venían de Siberia y Mongolia.

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    Soldados alemanes apostillados en una casa.
    Fotografía de Archivos federales alemanes, Wikimédia Commons

    Debido a que los soldados alemanes no estaban entrenados para combatir en las calles, las bajas alemanas aumentaron de golpe, llegando a tener entre el 50% y el 70% de las bajas, es decir, 2.500 soldados en los dos primeros días de batalla. Las del ejército soviético eran aún superiores, en torno a las 6.000, por lo que la ciudad pronto tomó un aire pútrido, un derroche de vidas que terminó con miles de cadáveres bajo las ruinas. Pero solo así, enviando miles de soldados incluso sin experiencia, el general Chuikov logró terminar con la superioridad técnica alemana.

    El caldero y la marcha de la muerte

    Para octubre, tras los intentos de tomar Stalingrado sin éxito, Hitler se dio cuenta de que no podrían tomar la ciudad en otoño por falta de abastecimiento. Además, la entrada del invierno, con temperaturas de -18 °C, trajo consigo plagas de paratifoidea, tifus y disentería que hicieron estragos entre las tropas.

    A pesar de su aparente superioridad y el éxito conquistando rápidamente gran parte de la ciudad, la Wehrmacht no pudo derrotar a los últimos soldados soviéticos, situados en la orilla oeste del río que dividía la ciudad, el Volga. Esta resistencia logró aislar al Ejército Alemán del general Palaus dentro de Stalingrado.

    El general Palaus trató de retirar al Ejército por el sudeste para evitar el encierro, pero Hitler se negó confiando en un puente aéreo que, en la práctica, era imposible debido a las fuertes tormentas de nieve. 250.000 soldados cercados, muriendo a causa del hambre, el frío, las enfermedades y los ataques continuos. Ante la situación, y contra las órdenes de Hitler, que se negaba a renunciar a la posesión de la ciudad, el general Palaus se dio cuenta de que lo que quedaba del Ejército tan solo era una pieza sacrificable en el juego.

    Un soldado soviético, portando un PPSh-41, con un prisionero alemán.
    Fotografía de Archivos federales alemanes, Wikimédia Commons

    El 30 de enero, el general Paulus fue promovido a Mariscal de Campo, cargo en el que nadie había sido capturado hasta la fecha, lo que tomó como una orden de suicidio, por lo que decidió rendirse con lo que quedaba del ejército tras las penas sufridas por el embolsamiento, 91.000 soldados.

    Tuvieron que andar sobre la nieve en la llamada “marcha de la muerte”, donde 40.000 personas más murieron, fueron capturados, recluidos en campos de concentración o atrapados como mano de obra para reconstruir la ciudad. Con temperaturas de hasta -30 grados bajo cero, muchos murieron de tifus, icteria y otras enfermedades. La rendición oficial fue el 2 de febrero de 1943, pero solo volvieron a Alemania 6.000 supervivientes.

    Rumbo al fracaso militar

    Esta batalla fue la primera confirmación de las sospechas de algunos expertos militares sobre que las fuerzas armadas alemanas no tenían la suficiente logística de abastecimiento como para atacar en un frente tan extenso: desde el mar Negro hasta el océano Ártico.

    Tras esta derrota, Alemania sufrió también las consecuencias de la batalla de Kursk, considerada una de las batallas más grandes de la historia con la participación de tres millones de soldados, más de 6.300 tanques y unos 4.400 aviones.

    Fue el último esfuerzo ofensivo alemán en el frente del este, por lo que reunión sus fuerzas acorazadas y sus armas más innovadoras para enfrentarse al Ejército Rojo. Pero el gobierno soviético tenía conocimiento previo de las intenciones alemanas gracias al servicio de inteligencia británico.

    Esta batalla fue la primera vez que se detuvo una ofensiva alemana antes de que lograse romper las defensas enemigas. Pero Hitler tuvo que cancelar la ofensiva tan solo una semana más tarde para llevar tropas hasta Italia, donde había comenzado la invasión aliada de Sicilia.

    Para entonces, los aliados de Alemania ya estaban considerando retirarse de la Guerra y Alemania había perdido tantos hombres y tanques durante estas batallas que el Ejército Rojo disfrutó de gran ventaja el resto de la guerra hasta su victoria.

    Esta batalla representó el primer momento en el que Alemania perdió la iniciativa y tuvo que ponerse a la defensiva, perdiendo crédito y prestigio entre los militares y aliados. El triunfo de la batalla trascendió más allá de las fronteras de la Unión Soviética, convirtiéndose en un punto de inflexión para toda la guerra. 

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