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Historia, maleta y niños

Impresionismo para niños

¿Qué encontrarás en este artículo?

¿Qué es el Impresionismo?

El Impresionismo es una corriente artística, principalmente pictórica, aunque luego se extendió a otras artes como la música, la literatura o el cine. Surgió en Francia en los años 70 del siglo XIX y, desde allí, se extendió por todo el mundo.

El Salón de París era mayor evento artístico de Occidente. Se venía celebrando anualmente desde 1667 para presentar las novedades y, en el siglo XIX, su criterio y prestigio eran incontestables. Todo artista que se preciara deseaba exponer en el Salón: su fama crecería como la espuma y probablemente comenzara a vender cuadros como churros y forrarse. Bueno, eso en teoría, la realidad era bastante más dura.

Claude Monet. Impresión: sol naciente. 1872. Óleo sobre lienzo. 48 x 63 cm. Musée Marmottan Monet, Francia.

En 1874, un grupo de jóvenes artistas fueron rechazados del Salón. Sus cuadros eran… raros. ¿Los habían terminado? ¿Qué eran esas manchas? No encajaban con el perfil que buscaba el Salón, que representaba el mejor arte según los cánones de la Escuela de Bellas Artes. Las críticas fueron demoledoras. Lejos de dejar los pinceles estos artistas se asociaron en la Société anonyme des artistas, peintres, sculpteurs, graveurs, etc. Su nombre de guerra sería los Impresionistas, que tomaron de un cuadro de Monet, llamado Impresión: sol naciente.

¿Cuáles son los principios de la pintura impresionista?

Todos los impresionistas se sentían agentes del cambio. Eran los más modernos e innovadores: nadie nunca había pintado como ellos.

La idea fundamental del Impresionismo es ser capaz de captar la luz en un momento dado. La luz gobernaba sobre las formas, los detalles o las escenas. El artista pinta rápidamente, atrapando un instante preciso. Para conseguirlo, disminuye la precisión de la pincelada, que se vuelve mucho más suelta y ligera. Es rápido, como si sacas el móvil del bolsillo para hacer una foto, pero pintando.

En cuanto a los colores, el impresionismo da un protagonismo total a los colores puros que, al estar muy próximos unos a otros en el cuadro, parecen mezclados. La realidad es que no lo están: cada uno es su propia manchita independiente. Además, los impresionistas no utilizaban el color negro.

Pierre-Auguste Renoir. Detalle de El baile en el Moulin de la Galette. 1876, Óleo sobre lienzo. 131,5 x 176,5 cm. ©RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)/Mathieu Rabeau, Francia

Los temas son bastante variados, pero en el Impresionismo hay un gran desarrollo del paisaje. ¿Por qué? Bueno, la mejor forma de observar y trabajar con la luz es estando al aire libre, algo que a los impresionistas les encantaba y practicaban siempre que podían. Ellos lo llamaban pintar a plein air. Eran capaces de realizar series completas de un mismo paisaje o escena: había que conocer a fondo cómo incidía la luz en las distintas horas del día para apreciar la en su totalidad la belleza. También pintaban sobre escenas sociales -bailes, excursiones- y escenas de la vida diaria -como madres con sus hijos.

¿Cómo empezó el Impresionismo?

Durante la primera mitad del siglo XIX estuvo en auge un movimiento artístico llamado Romanticismo. Los artistas buscaban lo sublime, dándole una absoluta prioridad a los sentimientos. Se puso muy de moda el género del paisaje. Uno de los grandes maestros fue John Constable, que procuraba captar la fugacidad de la naturaleza.

Otro de esos paisajistas, llamado William Turner, quien comenzó a darle un nuevo aire a sus cuadros. Las formas ya no estaban nítidamente definidas, más bien al contrario: todo estaba borroso, como oculto por la niebla o la lluvia. Décadas más tarde los Impresionistas se fijaron en el trabajo de Turner y aprendieron de él: ellos también captarían la fugacidad del instante.

Joseph Mallord William Turner. Lluvia, vapor y velocidad. 1844. Óleo sobre lienzo. 91 x 121.8 cm. The National Gallery, Reino Unido.

La tercera fuente de la que bebieron los impresionistas fue James Whistler, compañero de estudios en su juventud de algunos de ellos. Sus pinceladas ya eran más sueltas y ligeras, pero no se centró en demostrar los juegos luminosos como harían años después sus compañeros.

Los impresionistas también tuvieron como referente al pintor francés Édouard Manet quien, aunque era casi de su misma edad, era muy innovador y ya tenía las ideas claras sobre cómo habría de ser el arte del futuro.

Finalmente está Francisco de Goya. Dentro de su muy extensa carrera, el artista español supo no sólo adaptarse a los tiempos, sino evolucionar hacia el futuro. En sus últimos años, cuando ya estaba aquejado de la sordera que le aislaba del mundo, Goya pudo ver más allá. Sus pinceladas se volvieron cada vez más rápidas y ligeras, llenando las composiciones de velocidad.

¿Qué rechaza el Impresionismo?

El Impresionismo rechaza la forma tradicional de pintar: querían romper con todas las normas que marcaban desde la Academia de Bellas Artes. No les importaban los detalles diminutos del dibujo, sino el aspecto general de la composición. Los impresionistas también pasaban bastante de las reglas de la perspectiva y los escorzos, la suya era una técnica que iba por libre.

Un ejemplo del paisajismo impresionista de Alfred Sisley. Claro de un bosque. 1895. Óleo sobre lienzo. 56,4 x 65,4 cm. © Colección Carmen Thyssen. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, España.

Los artistas impresionistas trabajaban con el color puro aplicado en pinceladas cortas y visibles, causando el horror de los académicos más puristas, a quienes gustaba todo bien pulido y matizado.

Nada que ver con este paisaje academicista y lleno de detalles de William Tylee Ranney. El destacamento de exploradores. 1851. Óleo sobre lienzo. 55,8 x 91,4 cm. ©Colección Carmen Thyssen. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, España.

¿Qué materiales se utilizan en el Impresionismo?

El Impresionismo es, principalmente, una manera de pintar, así que los materiales empleados eran óleos, témperas y acuarelas.

En cuanto a los pigmentos, tradicionalmente eran molidos por el artista -o su aprendiz- y posteriormente mezclados con el aglutinante -aceite, en el caso del óleo. Esta técnica tenía muchísimas limitaciones, entre otras, conseguir exactamente el mismo tono de una vez a otra. Los artistas almacenaban la pintura en vejigas de cerdo o jeringas de cristal, con los consiguientes riesgos de que ambas reventaran. En 1811 John Goffe Rand patentó un invento revolucionario: la pintura al óleo en tubo metálico. Sí, algo que nos parece tan sencillo y cotidiano -aunque no seamos pintores, el tubo metálico emplea la misma tecnología que la pasta dentífrica- facilitó el trabajo del artista.

Ésta es la paleta con la que trabajaba Claude Monet. Se conserva en el Museo Marmottan Monet, Francia.

Los óleos podrían ser fabricados a granel, abaratando los costes. Y sólo había que volver a cerrar el tapón para guardar la pintura sobrante, pudiendo ser transportada con suma facilidad. Los artistas podrían dedicarse al plein air todo cuanto quisieran porque siempre tendrían los óleos preparados.

¿Quién es el padre del Impresionismo?

Aunque el Impresionismo es un movimiento colectivo creado a partir de una sociedad de artistas que participaba conjuntamente en exposiciones, se considera el padre de la criatura a Claude Monet. ¿Por qué? Monet fue de los artistas que mejor comprendió los postulados del grupo impresionista, mejorando la técnica y perfeccionado el estilo. Su legado artístico ha dejado una huella indeleble en la Historia del Arte y su influencia sigue siendo relevante a día de hoy.

¿Cuándo se terminó el Impresionismo?

La última exposición impresionista se celebró en 1886, cerrando así, oficialmente, la andadura del grupo impresionista. Pero su estética perduró en el arte mucho más tiempo, ya que hubo artistas que seguían pintando a la manera impresionista entrado el siglo XX.

A continuación, una selección de los impresionistas más destacados. Están presentados por estricto orden cronológico de la obra que he elegido como más característica de cada uno, para que se pueda apreciar una evolución en la corriente artística.

Claude Monet

Claude Monet (1840-1926) es uno de los artistas más icónicos e influyentes de la Historia. De hecho, su cuadro Impresión del sol naciente fue la que le dio nombre al Impresionismo. Monet era el líder indiscutible del movimiento impresionista y, gracias a su forma tan novedosa de comprender el arte, es el padre de la modernidad artística.

Fotografía de Claude Monet con algunas de sus cuadros sobre los nenúfares de su jardin hacia 1923. Coloreada por Danna Keller.

Claude Monet nació en la ciudad costera de Le Havre, al noroeste de Francia. Desde pequeño destacó por su gran talento para el dibujo y la pintura, lo que lo llevó a recibir clases con el reconocido pintor Eugene Boudin en su juventud. Más tarde se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de París, pero Monet pronto se alejó de los estilos tradicionales: aquella forma de entender el arte no era para él.

Por eso se unió a un grupo de artistas radicales que buscaban capturar la naturaleza y la vida cotidiana a través de una técnica más fresca y espontánea. En 1874, Monet y sus colegas impresionistas expusieron sus obras por primera vez en una exposición conjunta, que resultó ser un éxito rotundo. Monet participó hasta 1882 en las exposiciones del grupo.

A lo largo de su vida, Monet se dedicó a pintar la luz y el color del mundo natural, especialmente los paisajes de Normandía y los jardines que creó en su casa de Giverny. Aunque casi, casi Monet no necesite presentación, su obra maestra es la serie de los Nenúfares, un conjunto pinturas impresionistas de los coloridos estanques de su jardín. Aquí desplegó todo su talento explorando la luz, el agua, los reflejos y la naturaleza, una verdadera fuente de inspiración incluso hoy en día.

Además, a Monet le fascinaba viajar, y pudo visitar Italia, Reino Unido, Argelia y otros lugares en busca de nuevas inspiraciones. Su obra refleja la variedad de paisajes y atmósferas que encontró en sus viajes, desde la catedral gótica de Ruan, en Francia, hasta las luminosas playas de la costa italiana.

A pesar de su éxito, Monet también enfrentó muchas dificultades económicas y tragedias en su vida personal. Perdió a su esposa por un cáncer cuando sus hijos eran aún pequeños. En ese momento la familia Monet convivía con los Hoschedé: unos antiguos marchantes del pintor que se habían quedado en la bancarrota. Siguieron viviendo juntos toda la vida y, cuando el señor Hoschedé murió, Monet y la nueva viuda se casaron. Con el paso del tiempo Monet desarrolló cataratas en los dos ojos, pero siguió trabajando mientras podía. En 1923 fue operado con gran éxito, ya que recuperó la vista, pero una creciente depresión hizo que no tuviera tantas ganas de continuar pintando. Su obra que ha resistido el paso del tiempo y sigue siendo una fuente de inspiración y belleza para generaciones de amantes del arte.

Las amapolas, 1873

Monet pintó Las amapolas cuando se instaló en Argenteuil al regresar de su estancia en Reino Unido. Los coloridos paisajes de la región le tenían entusiasmado ya que encontraba motivos para pintar donde quiera que mirase. Monet disfrutó muchísimo pintando a plein air a diario Las amapolas se presentó en la primera exposición impresionista en 1874.

Claude Monet. Las amapolas. 1873, Óleo sobre lienzo. 50,0 x 65,3 cm. ©RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)/Hervé Lewandowski, Francia

Una madre y un hijo, probablemente la familia de Monet, caminan entre las flores, mientras que otra pareja van por la parte alta del terraplen. Aprovechando que hace un día estupendo y muy luminoso, han salido ha dar un paseo y disfrutar de los colores del campo cerca de casa: tampoco es que se hayan ido a un lugar muy remoto. Las amapolas tienen un tamaño gigantesco, demostrando ya que la perspectiva no es tan importante como las alegres manchas que salpican toda la pendiente. Es una escena muy cotidiana, muy clase media, que nada tenía que ver con los espectaculares paisajes que llegaban al Salón.

Édouard Manet

Édouard Manet no es lo que se dice un impresionista de los pies a la cabeza, si no que fue un artista puente. Su carácter innovador y su talento sirvieron de conexión en la transición entre el realismo y el impresionismo. Aún así, lo incluyo en este artículo de impresionistas porque creo que es donde mejor encaja y más cómodo se sentiría.

Nadar. Edouard Manet. Colorada por Painters in color.

Édouard Manet nació en París en 1832 en una familia acomodada que le brindó una educación tradicional. Sin embargo, desde joven mostró interés por el arte, así que sus padres le buscaron un tutor que encauzara su talento. Con él aprendió todo sobre el estilo académico, pero Manet, que era un joven inquieto, se sentía atraído por las nuevas corrientes artísticas que surgían en la época. En 1859, realizó el clásico viaje a Italia, donde descubrió el arte de los maestros renacentistas y barrocos. A su regreso a París, comenzó a experimentar con técnicas de pintura más sueltas y audaces.

El viaje le había abierto los ojos y Manet ya no se consideraba a sí mismo un pintor académico. Es más, cada vez le interesaba menos lo que tuviera que decir la Academia sobre el arte. En 1863, expuso con gran escándalo su obra Almuerzo en la Hierba en el Salón de París. La polémica estaba servida. Si bien a lo largo de la Historia del Arte representar el cuerpo desnudo era más que común, toda esa carne tenía una razón de ser – era mitología clásica, amigos. Pero en Almuerzo en la hierba la señora estaba desnuda porque sí, sin venir a cuento. ¿Por qué se había quitado la ropa en medio de un picnic si sus acompañantes, hombres, estaban perfectamente vestidos? Bueno, menudo salvaje este Manet, ¡qué desfachatez!

Así, el arte moderno estaba llamando a la puerta… Y los impresionistas estaban dispuestos a dejarle pasar.

Manet continuó explorando nuevas formas de expresión a lo largo de su carrera, experimentando con la luz y el color. Trabajaba en escenas de la vida urbana parisina: estaciones de tren, bares, retratos… A pesar de su influencia en el arte moderno, Manet no fue reconocido en su tiempo como un gran artista. Sin embargo, su obra tuvo una gran influencia en artistas posteriores como Edgar Degas y Pierre-Auguste Renoir.

Manet murió en París en 1883 a los 51 años, víctima de una amputación de la pierna debida a una gangrena.

El Gran Canal de Venecia, 1874

Édouard Manet completó el cuadro El Gran Canal de Venecia en 1874. La pintura muestra una vista del Gran Canal de Venecia, que es la principal arteria de la ciudad y es una de las vías acuáticas más famosas del mundo.

Edouard Manet. El Gran Canal de Venecia. 1874. Óleo sobre lienzo. 58,7 x 71,4 cm. Shelburne Museum, EE.UU.

En esta ocasión logró capturar con precisión la grandeza del canal y la belleza de la arquitectura veneciana. La paleta de colores utilizada por Manet es sorprendentemente vívida, y los tonos de azul y verde que se ven en el agua son particularmente notables. Da la impresión de que estamos allí mismo, ¿verdad? Además, la pincelada es rápida y suelta, creando una sensación de movimiento y energía. Y es que, aunque Manet no fuera un impresionista como tal, sí comprendió perfectamente la dinámica y estética del grupo.

El Gran Canal de Venecia es un tema popular en el arte, y muchos artistas lo han representado a lo largo de los siglos. Sin embargo, la versión de Manet fue única en su estilo y enfoque. A diferencia de otros artistas, Manet evitó la tentación de idealizar la ciudad y sus alrededores. En su lugar, se centró en la arquitectura de manera realista, tal cual la veía, y en la actividad diaria de lo que ocurre en el agua y en los edificios a lo largo del canal.

Eva Gonzalès

Eva Gonzalès (1849-1883) fue la única alumna oficial que tuvo Manet, quien le pintó este retrato en el primer año que trabajaron juntos. A partir de aquí, ella comenzó su propia serie de autorretratos, identificándose a sí misma como artista profesional.

Edouard Manet. Retrato de Eva Gonzalès. Óleo sobre lienzo. 191 x 133.4 cm. National Gallery, Reino Unido.

La joven se había criado en un ambiente culto y refinado: su padre era escritor y periodista y su madre era música. Desde pequeña había estado en contacto con los intelectuales más reputados de París. Gonzalès recibió clases de pintura del artista Charles Chaplin -sí, se llamaba como el actor- que había diseñado un plan de estudio específico para mujeres. Después, entró en contacto con Manet, para quien fue alumna y modelo.

En 1876 expuso por primera vez en el Salón de París. Gonzalès disfrutó de reconocimiento por parte de críticos y público, que estaban encantados con las escenas familiares que la artista representaba. A pesar de compartir las ideas del movimiento impresionista y mantener una excelente relación con los demás artistas, Gonzalès siempre prefirió seguir exponiendo en el Salón oficial en vez de hacerlo junto con el resto del grupo impresionista.

Lamentablemente su carrera se truncó pronto, pues en 1883 Gonzalès falleció al dar a luz a su hija.

Un palco en el Teatro de los Italianos, 1874

Como buena alumna, Gonzalès dejó ver la influencia de su maestro Manet en este Palco en el Teatro de los Italianos de 1874. El cuadro es una vista interior del teatro de ópera, donde una mujer en un palco mira fijamente al escenario mientras un hombre se sienta detrás de ella. ¡Que empiece la función!

Eva Gonzalès. Un palco en el Teatro de los Italianos. 1874. Óleo sobre tela. 97,7 x 30 cm. © Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt, Francia.

El Palco es plenamente impresionista: Gonzalès utilizó una paleta suave de colores pastel y pinceladas sueltas. La luz natural que entra en el teatro desde la izquierda crea un efecto de iluminación suave y atractivo. Lo más notable de la pintura es la figura de la señora. Su postura erguida y su expresión impasible sugieren que está completamente absorta en la obra que se representa en el escenario. Su elegante vestido azul y su cabello recogido en un moño también resaltan la gracia y la sofisticación de la figura.

Por su parte, el caballero parece estar más interesado en ella que en la función. ¿Qué relación guardan entre ellos? ¿Se trata de unos recién casados o tal vez estén iniciando un nuevo romance? ¿Quizá es la primera vez que la mujer va a la ópera y él, un dandy experimentado, está presumiendo de sus conocimientos?

Un Palco en el Teatro de los Italianos es una obra que evoca la elegancia y la sofisticación de la alta sociedad de la época. Gonzalès supo captar la emoción y la tensión en el palco, en una escena puramente teatral.

Berthe Morisot

Berthe Morisot (1841-1895) es la más impresionista de los impresionistas. Contaba con una capacidad para captar escenas fugaces y dotarlas de gran naturalidad. Sus ágiles pinceladas y su preferencia por los colores pastel otorgaban a sus cuadros la apariencia de un sueño: todo era brillante porcelana, reluciente cristal y delicioso algodón de azúcar.

Edouard Manet, Berthe Morisot con un ramo de violetas. 1872, Óleo sobre lienzo. 55,5 x 40,5 cm. ©Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais
/Patrice Schmidt
, Francia.

Debido al interés de su familia por el arte, Berthe y su hermana Edma recibieron clases particulares de pintura desde que eran pequeñas. Fue su maestro, el pintor Camille Corot quien las animó a pintar al aire libre, a pesar de las restricciones sociales que estaban impuestas para las mujeres: pintar acompañadas, en parques públicos… Nada de irse a mitad del monte con el caballete y los óleos a trabajar. Las hermanas eran realmente talentosas y, en 1864, consiguieron exponer en el Salón de París.

Edma se casó y renunció a la pintura. Berthe, por su parte, siguió trabajando. Conoció a Edouard Manet mientras copiaba unos cuadros en el Louvre y se hicieron muy amigos. Morisot posó para el pintor en muchas ocasiones y, finalmente, se casó con su hermano Eugène Manet. El matrimonio no supuso el fin de la carrera de Morisot, sino que siguió estando muy a la vanguardia artística.

A pesar de no poder participar en las tertulias de los cafés ni recibir clases en la Academia, Morisot comprendió perfectamente la esencia del Impresionismo. Formó parte del grupo impresionista desde el origen. De todos ellos, Morisot era la que mejor captaba la luz y la plasmaba trabajando el color con brevísimas y rápidas pinceladas. Presentó su obra en todas las exposiciones que hizo el grupo excepto una: cuando nació su hija Julie.

Morisot logró exponer individualmente y con tremendo éxito, algo totalmente inaudito. El mismo año de su muerte, sus amigos artistas organizaron una gran exposición retrospectiva de su obra.

Mujer en su baño, 1875

La obra Mujer en su baño fue exhibida por primera vez en la quinta de las ocho de las exposiciones impresionistas que se celebraron. Morisot recibió muchos elogios por esta composición en la que una señora aparece arreglándose frente al espejo de su tocador. No era nada común que otra mujer fuera la que representara una escena tan privada, en la que la protagonista parece no darse cuenta de que está siendo retratada.

Berthe Morisot. Mujer en su baño. 1875. Óleo sobre lienzo. 60.3 × 80.4 cm. Art Institute of Chicago, EE.UU.

Las pinceladas rápidas de Morisot hace que se mezcle el vestido con el papel pintado de la pared y con el cristal de los frascos en la repisa. Toda la escena parece suceder en un instante fugaz, como un destello. El espectador se asoma a la puerta, ve a la mujer acicalándose el pelo y, cuando vuelve a mirar, quizá ella se esté pintando los labios o ya se haya levantado de la silla.

Pierre-Auguste Renoir

Conozcamos ahora a Pierre-Auguste Renoir (1841-1919), uno de los pintores que más se asocian al arte francés en general y al movimiento impresionista en particular.

Frédéric Bazille, Pierre Auguste Renoir, 1867, Óleo sobre lienzo. 61,2 x 50,0 cm. ©Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais/Patrice Schmidt, Francia.

Nacido en Limoges, Francia, Renoir se mudó a París a una edad temprana y comenzó su carrera artística como aprendiz en un taller de porcelana. De allí dio el salto a la Academia de Bellas Artes, pero pronto se unió pronto se unió a un grupo de artistas independientes que estaban interesados en desafiar las convenciones del arte académico. En 1874, Renoir participó en la primera exposición impresionista en París.

A lo largo de su carrera, Renoir experimentó con diferentes temas y estilos, pero siempre mantuvo su compromiso con la representación de la belleza en la vida cotidiana. Pintó retratos, paisajes, escenas de baile y desnudos, y se convirtió en uno de los artistas más creativos de su generación. Todo esto fue muy rompedor, ya que no tenía nada que ver con los ideales que se promulgaban desde la Academia.

Sin embargo, a medida que Renoir envejecía, sus obras se volvieron más conservadoras y menos experimentales. En sus últimos años, sufrió de artritis y tuvo que adaptar su técnica de pintura a sus limitaciones físicas, lo que se refleja en la suavidad de sus pinceladas y la falta de detalles.

El baile del Moulin de la Galette, 1876

El Baile del Moulin de la Galette es una de las obras más conocidas, no sólo de Renoir, sino del todo el movimiento impresionista. Fue presentada en la tercera exposición del grupo en 1876. Este cuadro captura el ambiente animado y alegre de la vida urbana parisina de finales del siglo XIX.

Auguste Renoir. Baile en el Moulin de la Galette. 1876, Óleo sobre lienzo. 131,5 x 176,5 cm.
©RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)/Mathieu Rabeau, Francia

La pintura muestra a un gran número de personas disfrutando de una tarde de domingo en el popular Moulin de la Galette, un molino de viento que había sido convertido en un lugar de baile y reunión. La escena está llena de movimiento y color, con figuras bien definidas que se mueven y se mezclan en medio de un paisaje urbano lleno de vida.

La luz, el color… ésos son los verdaderos protagonistas de la pintura. El sol brilla a través de los árboles y crea curiosas sombras en los vestidos y en las caras de las personas. Los colores son brillantes y luminosos, y se mezclan en la escena como si la vida misma estuviera representada en la pintura.

Además de la belleza visual de la obra, Renoir también logra capturar la atmósfera social de la época. Las personas que aparecen en la pintura son de diferentes clases sociales, y se puede observar la diversidad de la ciudad de París en aquel momento. La gente se divierte y disfruta de la compañía de amigos y conocidos, y esta sensación de comunidad y alegría es lo que hace que este cuadro sea tan especial.

Mary Cassatt

La artista estadounidense Mary Cassatt (1845-1926) fue una de las figuras centrales del Impresionismo. Comenzó su carrera en EE.UU, ya que había estudiado arte en Filadelfia, pero pronto cruzó el charco, instalándose en París. Estaba entusiasmada por la nueva corriente artística del Impresionismo: la luz, los colores, poder pintar al aire libre… Se integró en el grupo de artistas parisinos y participaba con ellos en las exposiciones que se celebraban.

Mary Cassatt hacia 1914. Archives of American Art, Smithsonian Institution, EE.UU.

Al igual que ellos, Cassatt vio como algunas de sus obras fueron rechazadas en los Salones. El público reconoció el talento de la pintora, y Cassatt obtuvo muchísimo éxito. Aunque vivió casi toda su vida en París, fue una de las primeras artistas estadounidenses en recibir reconocimiento internacional, y sus obras se encuentran en las colecciones de museos de todo el mundo.

En su trayectoria destacan las composiciones de madres con sus hijos y niños en solitario. El espectador accede a este mundo privado, ya que los retratados parecen no darse cuenta de que les miran. Siguen tranquilamente con sus tareas y sus juegos, leyendo o trabajando. Esta exposición de la intimidad resultaba tremendamente atractiva para el público, ya que Cassatt proporcionaba una ventana a un mundo encantador y desconocido.

Niña pequeña sentada en la butaca azul (1878)

La Niña pequeña sentada en la butaca azul es la culminación de la amistad entre Mary Cassat y los Impresionistas. La americana estaba muy entusiasmada con esa nueva forma de pintar, hasta el punto que decidió hacerla suya.

La Niña fue exhibida en la cuarta exposición impresionista, celebrada en 1879. La pequeña era hija de unos amigos de Degas, mientras que el perro era de Cassatt. El pintor aconsejó a Cassatt sobre el fondo que podría pintar en la obra, e incluso está confirmado que se permitió dar algunas pinceladas.

Mary Cassatt. Niña pequeña sentada en la butaca azul. 1878. Óleo sobre lienzo. 89.5 ×129.8 cm. National Gallery of Art, EE.UU.

Tanto la niña como el perro están agotados. Quizá ha habido una fiesta en la casa y se hayan pasado el día corriendo y jugando con los amigos y primos. Ahora, todos los invitados se han ido y el silencio reina en la casa. El caso es que han encontrado un poco de tranquilidad en esas confortables butacas azules y, por la expresión en la cara de la niña, como siga ahí mucho rato seguro que se queda dormida.

Alfred Sisley

De todo el grupo impresionista, Alfred Sisley (1839- 1899) es el artista que está más especializado en la pintura de paisajes. A pesar de tratarse de uno de los genios del movimiento, Sisley tuvo que esperar a morir para ser reconocido por la crítica y el público.

Alfred Sisley. Imagen via.

Alfred Sisley nació en París en 1839 en una familia de comerciantes de origen inglés pero afincados en Francia por negocios. Su padre se dedicaba a la importación de la seda, mientras que su madre era una gran conocedora de la música. Ambos querían que el niño continuara con el negocio familiar, así que le enviaron a Londres a estudiar. Pero el joven Sisley pasó más tiempo en los museos conociendo las obras de Constable y Turner que en la escuela de negocios. Al regresar a París, consiguió que sus padres le permitieran matricularse en la Escuela de Bellas Artes.

En esa época de estudio, conoce a Monet y Renoir, y su arte comenzó a cambiar. Los amigos se sienten impresionistas y Sisley comenzó comenzó a experimentar con la pintura al aire libre. A partir de entonces, el paisaje se convirtió en su tema principal y se especializó en la representación de escenas de ríos y puentes.

Al principio Sisley no obtuvo demasiado reconocimiento comercial. Además, su padre le había desheredado por haberse casado sin la aprobación de la familia. Cuando comenzó la guerra Franco-Prusiana en 1870, los Sisley tuvieron que huir de París a Louveciennes. Gracias al apoyo económico de algunos mecenas, Sisley pudo pasar breves temporadas en Reino Unido que tuvieron un profundo impacto en su obra, volviéndose más reflexiva y melancólica.

Tras la guerra, tuvo la mala suerte de descubrir que su taller había sido arrasado por los prusianos, por lo que casi tuvo que empezar de nuevo. Los problemas económicos persistían, y Sisley se mantuvo en la pobreza durante gran parte de su vida. En 1898 su mujer falleció, mientras que él veía como perdía la salud por causa de un cáncer. Viendo que el fin estaba cerca, dejó a sus hijos al cuidado de su amigo Monet, que ya había alcanzado la fama y, en enero de 1899, falleció.

En los meses siguientes a su muerte, la obra de Sisley comenzó a revalorizarse. Las exposiciones póstumas se sucedieron, y el artista alcanzó un éxito del que fue privado en vida.

Nieve en Louvenciennes, 1878

En este cuadro Sisley representa un paisaje invernal de la localidad francesa de Louvenciennes, cerca de París, donde se había mudado, tenía su taller y parece que hacía un frío helador.

Alfred Sisley. Nieve en Louvenciennes. 1878. Óleo sobre lienzo. 61 x 50,0 cm.
© Musée d’Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt, Francia

Sisley captó la atmósfera de un día frío y nevado perfectamente: vemos el cuadro y a uno le entran ganas de prepararse una bebida calentita. Con las pinceladas muy sueltas y un amplia gama de blancos relucientes, el artista ha conseguido transmitir el movimiento de la nieve cayendo, demostrando así que el cuadro es un instante congelado en el tiempo -nunca mejor dicho-.

Edgar Degas

Edgar Degas (1834-1917) es otro de los pintores impresionistas más populares. Ha pasado a la Historia por sus acertados retratos y escenas de la vida cotidiana pero, sobre todo, se le conoce por sus representaciones de bailarinas.

Autorretrato de Degas en su biblioteca. Coloreado por Painters in color.

Nacido en París en una familia de clase media alta, Degas comenzó a estudiar derecho mientras estaba inscrito como copista en el Louvre, pero su pasión por el arte lo llevó a abandonar la carrera y estudiar con el pintor clásico Louis Lamothe. Además, pudo permitirse un viaje a Italia para estudiar a los maestros renacentistas. Degas regresó a París en la década de 1860 y pudo exponer varias veces en el Salón oficial. Tuvo que dejar la pintura al alistarse en el ejército durante la guerra Franco-Prusiana y, al acabar la contienda, se trasladó a Nueva Orleáns con parte de su familia.

A su regreso a París, se unió al grupo de artistas impresionistas. A pesar de su afiliación, Degas mantuvo una perspectiva única en su trabajo, alejándose del estilo impresionista tradicional en algunas de sus obras. Le gustaba experimentar con nuevas técnicas y materiales, incluyendo la fotografía y el grabado. Degas era más de trabajar en interiores frente al plein air que practicaban sus compañeros. Debido a su carácter discreto, a Degas le desagradaba mucho la polémica que generaban las exposiciones impresionistas.

Degas era especialmente conocido por sus retratos, que a menudo presentaban a sus amigos y familiares en momentos íntimos y cotidianos. También creó una serie de pinturas de bailarinas, capturando la gracia y la belleza de estas artistas en escenas de práctica y actuaciones. Estas pinturas también ofrecen una visión de la vida detrás del escenario, destacando las tensiones y rivalidades entre las bailarinas y el personal del teatro.

Otra de las grandes pasiones de Degas fueron las carreras de caballos, tema que abordó a lo largo de su trayectoria. Su amor por la hípica lo llevó a pasar tiempo en hipódromos, donde estudiaba la anatomía y el movimiento de los animales para luego plasmarlo en sus pinturas.

Aunque Degas disfrutaba del éxito y reconocimiento en vida, sus últimos años fueron marcados por la soledad y la pérdida de visión. Hacia el final de su vida se dedicó cada vez más a la escultura y trabajó en una serie de pequeñas figuras de cera que retratan bailarinas y otros temas de la vida moderna.

Bailarina basculando (Bailarina en verde), 1879

El cuadro Bailarina basculando de Edgar Degas es un ejemplo emblemático de la obsesión de Degas con el movimiento y la forma en su arte. La pintura muestra a una bailarina en una pose única y dinámica, con una pierna en el aire y los brazos extendidos en una preciosa pirueta.

Edgar Degas. Bailarina basculando (Bailarina en verde). 1877 – 1879. Pastel y gouache sobre papel. 64 x 36 cm. ©Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, España.

Toda la atención se centra en ella: de sus compañeras de verde apenas podemos ver los tutús y unas piernas. Mientras, las bailarinas de naranja aguardan su turno para salir a actuar. Apenas se pueden intuir sus expresiones y el fondo de la composición también queda muy difuminado.

La escena es totalmente fugaz, un instante único capturado para siempre sobre el papel.

Camille Pissarro

Camille Pissarro (1830-1903) comenzó a pintar mientras descubría el color y la luz de su Caribe natal. Era hijo de una familia bastante multicultural: su padre era un judío sefardí con ancestros portugueses pero nacido en Francia, y su madre era dominicana y descendiente de españoles. El propio Camille nació en Carlota Amalia, la ciudad más importante de las Islas Vírgenes, que en ese momento eran una colonia danesa.

El pintor Camille Pissarro con su caballete portátil hacia 1895. Coloreada por Painters in color.

La cuestión es que los padres enviaron a Pissarro a estudiar en Francia, donde aprendió a dibujar y a disfrutar del aire libre. Al acabar la escuela, volvió a Carlota Amalia, para trabajar en el negocio familiar. Los Pissarro se dedicaban a vender piezas para los buques que recalaban en el puerto. No les gustaba nada el interés artístico de su hijo por lo que, tras muchas discusiones, el joven se fue de casa.

Pissarro conoció a un pintor danés, Fritz Melbye, que se hizo su maestro y mentor. Juntos viajaron por todo el Caribe, donde el aprendiz iba tomando buena nota de todo lo que veía.

En 1855, Pissarro llegó a Francia, donde se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de París y en la Acadèmie Suisse. Su círculo social se amplió, metiéndose de lleno en la vanguardia artística. Monet, Renoir, Sisley… pronto todos eran amigos. Pissarro, que tenía alma de anarquista, creía en las cooperativas de artistas, así que movilizó a sus conocidos para la creación del grupo impresionista, organizando sus exposiciones y actividades. Él fue el único que participó en las ocho exposiciones que celebraron.

En 1883 se organizó la primera exposición individual de Pissarro. Para ese momento, el artista ya llevaba varios años viviendo con su mujer e hijos en pequeños pueblos a las afueras de París. Allí podía salir a pintar al aire libre siempre que quisiera y observar a los trabajadores rurales. Le gustaba representar el contraste entre el campo y la ciudad, destacando la seriedad en el trabajo de los campesinos y su alegre sencillez. Pero también era capaz de captar la belleza y bullicio de la ciudad moderna en sus pinturas urbanas. Era la mezcla perfecta de ambos mundos.

Mujer tendiendo la ropa, 1887

El de la mujer tendiendo la colada es un tema que repiten varios de los impresionistas. Debido a su sencillez no era difícil encontrar a la modelo ya que en todas las casas se lava y tiende la ropa con mucha frecuencia. Lo impresionista aquí es la acción que, no por ser mil veces repetida, pierde su encanto.

Camille Pissarro, Mujer tendiendo la ropa. 1887, Óleo sobre lienzo. 41 x 33 cm. ,
©RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)/Hervé Lewandowski, Francia

Cecilia Beaux

Cecilia Beaux (1855–1942) nació en EE.UU., hija de madre americana y padre francés. Pero pronto su padre, que enviudó cuando Beaux era muy pequeña, la dejó al cuidado de otros familiares. Comenzó a estudiar arte animada y tutelada por una prima suya, que ya era artista profesional. Beaux comenzó trabajando como ilustradora científica, dibujando fósiles para el U.S. Geological Suvey y decorando porcelanas con escenas infantiles. En 1883, abrió su propio estudio independiente, donde trabajaba, fundamentalmente, como retratista.

Cecilia Beaux, Autorretrato. 1894, Óleo sobre lienzo. National Academy Museum,, EE.UU.

En 1887 envió una obra al Salón parisino, que fue muy bien aceptada. Un año después viajó a París para ampliar su formación y tener contacto con las nuevas corrientes artísticas. La experiencia fue muy enriquecedora, ya que durante los siguientes dos años, Beaux se matriculó en Academie Colarossi y la Academie Julian, además de trabajar codo con codo con algunos artistas de primera línea. Durante esos veranos, viajó por Europa gracias a su trabajo.

Siguió cosechando éxitos al regresar a EE.UU, exponiendo en la Academia Nacional en 1892 y ganando el prestigioso premio Dodge un año más tarde. Beaux fue la primera mujer profesora en la Academia de Bellas Artes de Pennsilvania, estado donde residía. Beaux pintaba sin descanso, en especial retratos para la alta sociedad de la costa este. También recibió algunos encargos oficiales, como un autorretrato para la Galería de los Uffizzi (Italia) y una serie de retratos de héroes de guerra europeos para la Comisión de Retratos de Guerra de EE.UU.

En 1924 se cayó mientras paseaba por las calles de París y se rompió la cadera. Durante su larga convalecencia tuvo que disminuir el ritmo de trabajo. En 1933 fue nombrada miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras donde, en el año de su muerte, recibió la medalla de oro por su prolífica carrera.

Sita y Sarita, 1893

Lo primero que llama la atención de este retrato es lo blanquísimo que es el vestido de la mujer. A pesar de estar mirando hacia una fuente de luz -quizá una ventana- toda la luminosidad del cuadro viene de su elegante y reluciente traje. Este blanco tan limpio se conseguía con albayalde -carbonato básico de plomo-: la pintura quedaba densa, cubriente y maravillosa. Pero, desgraciadamente, era un pigmento altamente tóxico y provocaba el cólico de los pintores… Es decir, un envenenamiento por plomo. No consta que Beaux lo padeciera, pero mejor estar prevenidos.

Cecilia Beaux. SIta y Sarita. 1893 – 1894, Óleo sobre lienzo. 94,5 x 63,5 cm. ©RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay)/Daniel Arnaudet / Jean Schormans Francia

Los protagonistas son Sarah Allibone Leavitt Sarita, que era prima de Beaux, y Sita, que era el nombre del gato. ¿En qué está pensando Sarita? ¿Por qué está tan concentrada? Sita, en cambio, nos mira fijamente a nosotros con sus brillantes ojos amarillos. ¿Qué estará tramando?

La composición recuerda mucho a la Olimpia de Manet. Aunque Olimpia está completamente desnuda y Sarita vestida, las dos colocan su mano elegantemente sobre la pierna, mientras que los gatos nos miran con absoluto descaro. ¿Quizá fue Sita y Sarita un decoroso homenaje al pintor?

Actividades sobre Impresionismo para niños

¡Es divertido que los niños practiquen distintas técnicas artísticas! No importa que los mayores no seamos unos maestros del Impresionismo, lo importante es que tengamos ganas de pasar un rato divertido con los pequeños y crear algo juntos. Venga, vamos a cubrir la mesa con un mantel de plástico, periódicos viejos por el suelo, poneos los delantales y ¡al lío!

Pintar en la lluvia

Vamos a pintar una escena que nos guste: un jardín, una playa, las montañas… Utilizaremos rotuladores de distintos colores y, preferiblemente, papel de acuarela -es algo más grueso y rugoso que una hoja normal-. Al pintar, procuraremos que los trazos sean gruesos, no es necesario que el dibujo quede perfecto.

Si está lloviendo, colocaremos nuestra obra unos instantes bajo la lluvia. Rápidamente, secaremos el dibujo con papel absorbente, dando toques, para eliminar el exceso de humedad. ¡Ojo, que en seguida se borra!

Para poder controlar la situación, podemos utilizar nuestro propio espray. En vez de pulverizar el agua directamente sobre nuestra obra de arte, lo haremos sobre el papel absorbente. Entonces lo aplicamos dando golpecitos sobre el dibujo, mezclando los colores.

Y, ¡ya está!

Con papel de seda

En esta actividad pintaremos sin pintura. ¿Cómo? Utilizando los colores del papel de seda. Podemos elegir copiar un cuadro de los artistas impresionistas que ya conocemos, o quizá dejarnos llevar por las musas y realizar nuestra propia composición.

¿Qué necesitamos? Papel de seda de colores, un lienzo, cola blanca, agua, pinceles, lápiz y tijeras. Primero dibujamos a lápiz los contornos la obra que queremos hacer. Preparamos una mezcla de agua y pegamento en cola en un recipiente -mitad de agua y mitad de cola-. Vamos recortando el papel de seda y pegándolo sobre el lienzo. Aplicaremos el pegamento con la ayuda de un pincel.

Y, ¡ya está! El resultado será rugoso y difuminado. Si no queremos que tenga este aspecto, en vez de cola blanca, se puede pegar el papel de seda sólo con agua. Cuando se seque, se retira el papel de seda y éste habrá dejado una «impresión» de su color sobre el lienzo.

Pintar con esponjas

Pintar con esponjas da muy buenos resultados y a los niños les encanta experimentar con las texturas. Pensemos la obra que queremos trabajar y los colores que necesitaremos.

¿Qué necesitamos? Unos trozos de esponja, pintura acrílica, de dedos o témpera, pincel y una cartulina o papel de acuarela como el que utilizamos antes. La pintura acrílica o témpera será de los colores del fondo de la composición: verde, azul, marrón… Cada uno como haya elegido.

Bueno, elegido el color, utilizamos la esponja para ir cubriendo la cartulina. No importa que no quede perfectamente cubierta, casi mejor que se vean los trazos. Cuando esté seca pasamos a crear los nenúfares. Vamos a utilizar trozos más redonditos de esponja, mojamos en el color y lo distribuimos por todo el estanque.

Y, ¡ya está!

Libros sobre Impresionismo para niños

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