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Clark Gable: una sexualidad de la que a�n se debate, 60 a�os despu�s de su muerte

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El actor, en un fotograma de la pel�cula 'Manhattan Melodrama'.
El actor, en un fotograma de la pel�cula 'Manhattan Melodrama'. GTRES

Transcurridos 60 a�os de la muerte de Clark Gable -que ya son m�s de los que vivi�, pues falleci� de un infarto de miocardio el 16 de noviembre de 1960, habiendo cumplido los 59-, hay un hecho que se ha mantenido inmarcesible en la memoria colectiva y en el pante�n de la cinefilia. Y es que Gable fue, y sigue siendo, uno de los galanes m�s admirables y reconocibles de Hollywood, el s�mbolo de una �poca y un ejemplo de porte, elegancia y apostura que a�n fascina a los nost�lgicos -herederos emocionales de Terenci Moix, podr�amos decir- de aquella idea de estilo y sofisticaci�n que mandaba en el mundo occidental hasta los a�os 50.

Con su bigote finamente recortado, su pelo delicadamente empastado de gomina, su estatura imponente -med�a m�s de metro ochenta- y su sonrisa sard�nica, Gable ha sido uno de los modelos m�s perfectos del atractivo de la masculinidad victoriosa, una condici�n que pocos otros actores le han disputado, y que quiz� s�lo pudiera arrebatarle Cary Grant. Es decir, fue y sigue siendo un icono.

Habiendo fallecido sin entrar en la edad anciana, el �ltimo recuerdo que nos queda de Clark Gable es el de su interpretaci�n en Vidas rebeldes (The misfits, dirigida por John Huston y estrenada p�stumamente en 1961), donde actu� con Marilyn Monroe y Montgomery Clift. Maduro y todav�a desprendiendo aura carism�tica, en aquel entonces Gable ya sent�a los vientos de cambio que estaban trayendo el nuevo Hollywood, en el que seguramente no hubiera tenido un lugar de haber vivido y trabajado algunos a�os m�s. Pero segu�a siendo una estrella. Monroe lleg� a explicar que poder trabajar con �l fue como un sue�o cumplido, pues de peque�a estaba enamorada -como tantos otros millones de mujeres en todo el mundo- de Gable, y que casi sinti� consumados sus deseos er�ticos en un momento en el que, accidentalmente, �l roz� su pecho con la mano.

David O. Selznick, Victor Fleming, Vivien Leigh y Clark Gable durante un descanso del rodaje de Lo que el viento se llev�.
David O. Selznick, Victor Fleming, Vivien Leigh y Clark Gable durante un descanso del rodaje de Lo que el viento se llev�.EL MUNDO

Clark Gable naci� en 1901 en Cadiz (sin tilde), una localidad del estado de Ohio. No le fue f�cil llegar hasta Hollywood: su madre muri� siendo �l a�n beb�, y le cri� su padre, un hombre severo, operario de f�brica -Ohio es un enclave capital en el 'rust belt' del Medio Oeste americano, el antiguo cintur�n industrial-, y que contempl� para su hijo una vida dura y sacrificada como la que a �l le hab�a tocado sufrir. De hecho, el joven Gable pas� por la industria y se puso delante de una cadena de montaje, pero dej� aquella vida sin horizontes por el sue�o del cine, y a principios de los a�os 20 se plant� en Los �ngeles.

Por aquel entonces, la factor�a de los sue�os funcionaba de manera distinta a la que hizo de Gable un dios: eran los tiempos del cine mudo, la transici�n al sonoro fue lenta, y tras aparecer en un pu�ado de cintas silenciosas, no fue hasta 1931 cuando consigui� su primer papel sonoro importante, en Amor en venta (Possessed), en la que actu� junto a Joan Crawford. A partir de ah� la carrera de Gable comenz� a ascender en vertical.

Todos sus bi�grafos coinciden en un aspecto de su vida: fue un hombre feliz en general, y esa bonhom�a y sorna que se trasluce de su imagen se correspond�a en gran medida con el Clark Gable real, un hombre que disfrut� de su �xito habiendo cumplido los 30 a�os, y que lo amortiz� de una manera hedonista y sin recato: particip� en fiestas, tuvo romances, amantes, se dedic� a su trabajo con empe�o y buenas dotes interpretativas, y finalmente se coron� como el rey de Hollywood. La ceremonia definitiva, por supuesto, fue su papel de Reth Butler en Lo que el viento se llev� (Gone with the wind, 1939), aunque eso no deber�a hacer que olvid�ramos otros t�tulos importantes de su trayectoria, como Sucedi� una noche (1934), Rebeli�n a bordo (1935), Yo la encontrar� (1942) o Mogambo (1953).

El actor, en su juventud.
El actor, en su juventud.

En lo que hay mayor discrepancia es en la verdadera sexualidad de Clark Gable, un debate que se sigue prolongando d�cadas despu�s de su fallecimiento, pues los episodios sentimentales de su vida arrojan algunas circunstancias que han dado pie, desde los viejos tiempos del Hollywood cl�sico y hasta hoy, a especular sobre si fue gay o bisexual, contradiciendo la versi�n oficial sobre su idiosincr�tica heterosexualidad que le llevaba a elegir, sobre todo, a mujeres mayores, a las que halagaba destacando su experiencia en la vida muy por encima de la de las chicas j�venes.

Sin embargo, su primera esposa, Josephine Dillon, una dama 17 a�os mayor que �l, explic� que el matrimonio que firm� con Gable en 1924 fue puramente de conveniencia, que hab�a una amistad personal y una buena relaci�n, pero que no dorm�an juntos ni nunca hubo sexo. A�os m�s tarde, ella se convirti� en su representante. Tambi�n se expres� en unos afectivos semejantes Ria Langham, su segunda esposa, una rica divorciada tambi�n varios a�os por encima de la edad de Gable. Seg�n Langham, aquel matrimonio tambi�n era una pantalla.

Ahora bien, cuando se cas� con la actriz de comedia Carole Lombard, parec�an la pareja perfecta, y aunque fue un matrimonio breve -Carole falleci� en un accidente de aviaci�n en 1942, tan s�lo tres a�os despu�s del enlace-, los amigos de Gable comentaron que �l estaba destrozado, verdaderamente roto por la p�rdida de una mujer a la que quer�a apasionadamente y con la que hab�a vivido los a�os m�s felices de su vida, en los que hab�a conquistado el triunfo profesional y personal. Tras aquello, el curr�culum de parejas del actor no se adelgaz� en ning�n caso: se cas� dos veces m�s (primero con Sylvia Ashley y finalmente con Kay Spreckels, con quien tendr�a un hijo que naci� cinco meses despu�s de morir), y tuvo diferentes affaires con actrices, entre ellas Nancy Davis, quien a�os m�s tarde se casar�a con Ronald Reagan.

Hay tambi�n una circunstancia que apuntan sus biograf�as m�s fiables: en cierto momento, y para dar salida a sus impulsos sexuales, dada su incontenible promiscuidad, Clark Gable comenz� a contratar la compa��a de prostitutas. Fue algo de lo que habl� abiertamente: "A ellas puedo pagarles para que se vayan. Las otras quieren quedarse, tener un gran romance, hacer el amor como en las pel�culas. Y yo no quiero ser el mayor amante del mundo".

Sin embargo, otra biograf�a publicada en 2008 y firmada por David Bret, apuntaba la teor�a de que Gable era uno de los muchos homosexuales encubiertos de Hollywood, la versi�n masculina de Greta Garbo, y que hab�a tenido relaciones con hombres poderosos de los estudios para poder ascender en su carrera, y que fue una condici�n que satisfizo discretamente durante todos los a�os siguientes. La versi�n m�s flexible de la tesis de Bret dice tambi�n que sus matrimonios, sus ligues y sus relaciones con prostitutas dar�an pie a extender la teor�a de que Gable era t�cnicamente bisexual, aunque naturalmente m�s inclinado por los hombres. Ha sido un runr�n durante d�cadas, y a�n as� no es una realidad que haya podido verificarse de manera s�lida. Lo cual, c�mo no, ha beneficiado a su imagen m�tica con el paso de las d�cadas. Ese misterio lustra su aura.

El �nico cotilleo consistente y perjudicial para la imagen de Clark Gable es el de su �nico defecto conocido: su dentadura deteriorada. Fue diagnosticado de piorrea, y perdi� pr�cticamente todos sus dientes. Por suerte, ya hab�a dentaduras postizas, pero ni siquiera eso pod�a disimular el mayor problema de fondo, que era su halitosis. Es c�lebre el rechazo de Vivien Leigh, la protagonista de Lo que el viento se llev� en el papel de Scarlett O'Hara, que en muchas escenas se neg� a besar a Clark Gable, o lo hizo con suma reticencia, por culpa de su mal aliento. Una mancha que, empero, no logra empa�ar la imagen que ha dejado para la posteridad del hombre perfecto, del gal�n definitivo pocas veces igualado en los a�os posteriores -Paul Newman y pocos m�s-, y se dir�a que nunca superado.

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