charlotte casiraghi
Alix Marnat

Charlotte Casiraghi confiesa que se ha pasado toda la vida haciéndose preguntas. Ya de niña planeaban por su cabeza cuestiones existenciales –«como el simple hecho de estar aquí, en la Tierra», recuerda con inocencia– que hicieron que su curiosidad aleteara en busca de respuestas. Sin embargo, no fue hasta años después cuando encontró el modo perfecto de satisfacer sus inquietudes. «Es difícil precisar un momento exacto, pero diría que comencé a sentir el poder que tiene la literatura con la poesía, porque a través de ella me di cuenta de hasta qué punto ciertas asociaciones de palabras podían suscitar emociones, sensaciones. Esa capacidad de transportarte a otro lugar la experimenté con Baudelaire y Las flores del mal. El simple hecho de llevarme a otros sitios y hacerme soñar me conmovió», dice, enumerando después otras lecturas de adolescencia como Rimbaud, Verlaine, Victor Hugo..., que fueron completando una lista infinita de autores que han marcado su vida.

Licenciada en Filosofía, Charlotte Casiraghi (Montecarlo, 1986) se ha convertido en un rara avis dentro del clan de los Grimaldi. La hija mayor de Carolina de Mónaco parece haberle tomado el relevo como gran embajadora de Chanel, además de actuar como comisaria y moderadora de los exclusivos encuentros culturales de la maison.

En el sexto de sus Rendez-vous littéraires, celebrado en los jardines del hotel Ritz de París
–que siguen la estela de los que organizaba Coco Chanel en su domicilio de la aledaña rue Cambon–, convocó a la actriz franco-rumana Anamaria Vartolomei, a la historiadora literaria Fanny Arama y a la escritora y académica Chantal Thomas, de cuyo último trabajo, Journal de nage, leyeron algunos extractos que dieron pie al debate de temas como la liberación del cuerpo de la mujer, algo fundamental en la obra de la aclamada autora.

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Chanel /DR
Charlotte Casiraghi durante el último encuentro literario en París, auspiciado por Chanel.

Charlotte es una anfitriona serena. Con su voz grave y cautivadora da cuenta de la pasión que despiertan en ella estas reuniones. Amante de los libros –«no podría escoger uno solo que me haya marcado. Si lo hiciera tendría la sensación de abandonar a los demás y ¡son tantos los que me han acompañado!», concede con una amplia sonrisa–, comienza hablando de esa liberación de la mujer, todavía pendiente, que pasa por los cánones de belleza, la maternidad o la edad. Y reivindica de algún modo la necesidad de que nosotras mismas conduzcamos esa metamorfosis de una manera menos rígida y más amable, alejada de los prejuicios y los convencionalismos. «Aún nos hacen falta más referentes, también de hombres, para poder asimilar esos cambios con un poco más de dulzura y que todo resulte menos amargo o violento», dice con tono pausado.

Y aunque preferiría que se hablara de feminismo en términos más conciliadores, asume que esto «es un combate que aveces requiere una cierta firmeza y determinación para poder defender la igualdad», y apunta la necesidad de crear espacios «para que surjan más voces femeninas. Porque queda mucho por hacer».

La escritura, para ella, es uno de esos ámbitos «en los que el género se diluye», sostiene. Pero con alguna excepción: «El retrato de una mujer contado por otra mujer es muy diferente al que hace un hombre. Hay una mirada distinta. Y diría que la literatura femenina tiene un poder de subversión más fuerte». Por suerte, que muchas autoras hayan tomado la pluma ayuda a redibujar «ideas preconcebidas, convenciones o prejuicios existentes sobre nosotras en general y sobre la cuestión de nuestro cuerpo en particular».

La escritura no tiene género, pero un retrato de mujer contado por otra mujer es muy diferente al de un hombre

Por eso, no es de extrañar que una de sus escritoras recurrentes sea Virginia Woolf y le entusiasmen sus reflexiones sobre la intimidad: «Ella pensó mucho sobre la necesidad de tener “una habitación propia”, ese espacio personal para crear o simplemente para no ser molestada y que tanta falta ha hecho a las mujeres durante siglos. Es muy importante la dimensión material, pero también la mental. Es un lugar donde no hay intromisión y donde relajarse lejos de la vista de los demás, que también es muy importante».

En este punto, cabe preguntarse cómo encuentra ese espacio una persona que ha crecido a la vista del público desde que nació. «En realidad, creo que todos nos enfrentamos a las proyecciones de nosotros mismos», concede. «Muchas familias llevan encima el peso de una historia y lo que eso puede trascender. Y esto es algo que tenemos que aprender a dejar atrás en algún momento y, al mismo tiempo, estar orgullosos de nuestra herencia y de nuestro pasado», dice con naturalidad.

El poder de las imágenes y su impacto en las redes sociales es otro de los debates de la actualidad. «Desde luego son un medio interesante donde cada uno expresa su propio estilo o sus gustos, pero probablemente para encontrar esa manera de estar en el mundo también hacen falta espacios íntimos donde poder experimentar, aprender a sentir y reflexionar para saber cómo se es realmente». Asimismo señala las desventajas de vivir bajo una corriente uniformadora: «Parece que todo apunta a seguir un canon, ya sea estético o cultural». De ahí que le resulte mucho más interesante la diferencia y la singularidad de ser uno mismo: «Encontrar eso que nos hace únicos, con una sensibilidad aparte y sin arquetipos predefinidos».

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Alix Marnat

La literatura y la libertad

Pero ¿qué es exactamente un espacio de libertad? «Qué difícil explicar...», suspira. Después de una pausa, y más allá de definiciones filosóficas o conceptuales, se refiere a ello como «lo que te da la posibilidad ver las cosas de otra forma, de poder expresarte o poner tu mirada sobre lo que te rodea». Eso sí, apuntando especialmente a lo que ella denomina el “pensamiento compartido”: «Me parece mucho más interesante. Creo profundamente que somos libres cuando compartimos lo que nos pasa por la cabeza con otros y, en ese sentido, para mí la literatura y la filosofía generan una conversación muy valiosa». También con los autores: «Cuando lees un libro que te gusta, tienes la impresión de que quien lo ha escrito te habla en secreto. Es algo a lo que siempre he sido muy sensible. Incluso a veces llegas a pensar que alguien que murió hace cientos de años puede contarte algo atravesando el tiempo de una manera muy íntima, muy profunda». Eso, y que «con un libro, nunca te siente sola», concluye.

La moda es una forma de expresión, como la literatura. Te permite reinventarte, transformarte, ser otra cosa

No en vano, sus reflexiones coinciden con aquella frase adjudicada a mademoiselle Chanel que decía que «la moda es como un libro que nunca se acaba de escribir». Pero Charlotte, que luce como nadie un clásico conjunto de bouclé de la maison, añade más: «La moda es una forma de expresión, como la literatura. En realidad, parte de algo muy simple, que es que te permite reinventarte, transformarte o proyectarte en otra cosa. Es decir, que a través de la ropa puedes crear un personaje, explorar diferentes aspectos de tu personalidad y también manifestar tu singularidad, al igual que una novela. Creo que para las mujeres es además una manera de estar en el mundo, de transmitir su mensaje y de ser únicas».

Sin embargo, según ella, si hay algo que distingue a Chanel por encima del tiempo y de la historia es «su elegante silueta y ese corte sobrio que a veces también puede ser radical, pero que siempre conserva algo delicado y fluido. Te permite ser audaz, aunque manteniendo el encanto. Ahí radica su fuerza», remata.

Y es que si hubiera que encontrar un leitmotiv que prevea la fortaleza de Charlotte Casiraghi en los próximos años, tal vez encajaría también otra de las máximas de la curiosa, atrevida y elegante Coco Chanel: «Puedes ser preciosa a los treinta, encantadora a los cuarenta e irresistible durante el resto de tu vida».