LA ITALIANA QUE MEJORO LA COCINA FRANCESA

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LA ITALIANA QUE MEJORO LA COCINA FRANCESA

1519: Florencia (Italia) es esplendorosa en medio de sus intrigas y exquisiteces.

TINA ALARCON. Especial para EL TIEMPO
1519: Florencia (Italia) es esplendorosa en medio de sus intrigas y exquisiteces.
En la primavera de ese año nace un nuevo miembro de la familia Médicis: Catalina. La criatura queda huérfana antes de cumplir los dos meses. Crece, entonces, bajo la férula de su tío, que se perfilaba como Papa.
La vida de la niña es bien complicada y con un bagaje lleno de contradicciones viaja a Francia a casarse con Enrique II, quien nunca la quiso de verdad, pero con quien, en todo caso, tuvo 10 hijos.
Alrededor de esta reina se tejieron desde siempre infinidad de leyendas negras, muy negras. Culpable o no, la historia la hace responsable de la pavorosa Noche de San Bartolomé, así como de la muerte de uno de sus cuñados e incluso de su hijo Carlos, que al leer un libro de cetrería envenenado, que no era para él, muere en cuestión minutos.
Italiana complicada, que en medio de todas sus historias de intriga, sangre y desamor, tuvo el mérito de redimir definitivamente la cocina francesa. Afirmación sobre la cual caerán un par de críticas.
Catalina aprendió a comer muy bien desde niña. En aquellos días Florencia era el eje de cuanto cambio culinario uno se pueda imaginar. Allí se crearon las primeras academias de cocina, los cocineros eran tan importantes como los ministros o los panaderos. Fue allí también donde por primera vez combinaron la tradicional gelatina con infinidad de sabores salados y con frutas y azúcares.
Aportes a la mesa francesa
Catalina pasaba sus días entre las huertas de los palacios familiares para descubrir la magia de las aromáticas, que más tarde en costales, hechas semillas, viajaron con ella, a enriquecer las huertas francesas.
Uno de los transplantes más importantes que hizo la reina fue el de las espinacas, tanto que aún hoy si hablamos de un determinado plato a la florentina podemos deducir que la cosa es con espinacas.
Catalina de Médicis no fue el único embate que le hizo Italia a los calderos franceses, ya antes las legiones romanas, habían llevado entre escudos y alforjas patés, semillas de anís, la salazón de los griegos y gajitos de vides. Detalles, que desde los lejanos días de Asterix y Pompilium y otros más recientes como los de Catalina de Médicis, fueron dándole cuerpo a la verdadera leyenda de la cocina francesa.
Se ha dicho con mucha insistencia que doña Catalina inventó el tenedor, cosa que no es exactamente cierta, pues había sido creado por una princesa bizantina. El tenedor viajó directo a Venecia y de allí los mercaderes lo llevaron a la mesa de los Médicis. Lo que en realidad hizo Catalina fue llevarlo a Francia y advertirle a Monsieur Christofle sobre las posibilidades comerciales del pequeño utensilio.
La fina niña murió de un extraño mal, al parecer por interponer entre sus dedos y los alimentos un cuerpo extraño, extensión muy censurada en la época.
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