Crítica | Shame (2011): lo que nadie se espera - Revista Cintilatio

Shame
Lo que nadie se espera

País: Reino Unido
Año: 2011
Dirección: Steve McQueen
Guion: Steve McQueen, Abi Morgan
Título original: Shame
Género: Drama
Productora: Film4 Productions, UK Film Council, See-Saw Films
Fotografía: Sean Bobbitt
Edición: Joe Walker
Música: Harry Escott
Reparto: Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie, Jake Richard Siciliano, Hannah Ware, Alex Manette, Anna Rose Hopkins, Lucy Walters, Elizabeth Masucci, Rachel Farrar
Duración: 99 minutos
Festival de Venecia: Copa Volpi al Mejor Actor (2011)

País: Reino Unido
Año: 2011
Dirección: Steve McQueen
Guion: Steve McQueen, Abi Morgan
Título original: Shame
Género: Drama
Productora: Film4 Productions, UK Film Council, See-Saw Films
Fotografía: Sean Bobbitt
Edición: Joe Walker
Música: Harry Escott
Reparto: Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie, Jake Richard Siciliano, Hannah Ware, Alex Manette, Anna Rose Hopkins, Lucy Walters, Elizabeth Masucci, Rachel Farrar
Duración: 99 minutos
Festival de Venecia: Copa Volpi al Mejor Actor (2011)

La vergüenza determina nuestra forma de vida. La vergüenza nos arrastra, nos limita o nos hace ser lo que no somos. Shame explora cómo la vergüenza y los juicios a los que nos enfrentamos en nuestra sociedad oprimen la verdadera naturaleza del ser humano.

Hay algo trascendental en el cine independiente, fuera de esos filmes grandilocuentes más cercanos al blockbuster —con millonadas de dinero por detrás—, que le hace tener un valor especial. No solo tiene que ver con la «aparente» libertad a la hora de contar historias —que también—, pero, sobre todo, en el poder que tienen esas películas minúsculas a la hora de plasmar realidades y problemas que existen en la sociedad. De hecho, muchas veces, su ambición no se encuentra en narrar una historia truculenta o bien contrastada en hechos históricos, sino en ser reflejo de algo que ocurre en el mundo en el que vivimos. Uno de los últimos ejemplos podría ser Nunca, casi nunca, a veces, siempre (Eliza Hittman, 2020), una película fascinante sobre los problemas y los obstáculos con los que se encuentra una joven de clase baja americana para llevar a cabo un aborto —con una escena demoledora, en relación al título de la película—. Sin embargo, a veces, la magia del cine radica en el no ser explicito, en el hecho de que una película que aparentemente no va de absolutamente nada, tenga un significado mucho mayor en relación a la sociedad a la que hace referencia. Algo así ocurre con Shame (Steve McQueen, 2011), que nos habla de cómo el juicio constante al que nos enfrentamos en esta sociedad puede ser la perdición de la naturaleza humana.

Brandon podría parecer el hombre perfecto. Empresario inmejorable, atractivo y con aspecto de triunfador, pero que a la vez vive solo en su piso de Nueva York sin intención alguna de buscar pareja o formar una familia. Sin embargo, tiene un problema: su adicción al sexo le limita en su vida social y afectiva, ya que para él es su secreto mejor guardado. Justo en el momento en el que ha encontrado un equilibrio en su vida rutinaria aparece Sissy, su problemática hermana, que pondrá patas arriba esa vida ordenada que tanto le ha costado alcanzar.

Michael Fassbender y Carey Mulligan interpretan a dos hermanos muy opuestos pero que en el fondo se quieren.

Es verdad que Steve McQueen no tiene problema en plasmar con todo tipo de detalle esa hipersexualidad de Brandon —interpretado de manera extraordinaria por Michael Fassbender, en el que es, probablemente, su mejor papel hasta la fecha—, incluso pudiendo llegar a ser obsceno en ocasiones, pero al director no le interesa el «enseñar por enseñar», todas esas imágenes tienen un porqué: remarcar la turbiedad al que puede llegar la mente humana. Retrata como esa parte turbia también forma, en gran medida, parte de nuestra naturaleza, y cómo nosotros mismos lo intentamos negar y esconder. Y ahí es cuando surge la vergüenza, el «shame» al que hace referencia el título de la película.

McQueen detalla de manera casi magistral el proceso natural del ser humano de rechazar su verdadero ser, y cómo es capaz de disfrazarlo con kilos y kilos de maquillaje. La elección de Michael Fassbender para el papel es inmejorable, ya que su aspecto casi perfecto es el mejor disfraz de una persona casi vacía, de alguien tan avergonzado de sí mismo y de sus filias, que le hacen ser hermético ante el resto del mundo —incluso delante de su propia hermana—. Podríamos decir que Brandon presenta una personalidad cercana al espectro autista, ya que parece tener casi nulo interés en relacionarse con los demás, más allá de su jefe y las mujeres con las que quiere mantener relaciones sexuales. Sin embargo, su corte de pelo milimetrado, su vestimenta elegante y su esbelto físico parecen indicar justo lo contrario. Es pura fachada, una superficie de persona «normal y triunfadora» que esconde un mundo lleno de traumas y miedos. Y cuando esa fachada se rompe, todo se desmorona. Y justo es ahí cuando la película da en el clavo.

Una de las grandes críticas que se le pueden hacer a Shame es su indudable frialdad. Todo es triste, todo es frío, porque es lo que emite la vida de Brandon, pero es justamente la llegada de Sissy, lo que desestructura toda esa rectitud casi nórdica.

Pero no solo eso. Shame también explora los efectos adversos de la vida rutinaria, y cómo esa rutina a la vez puede funcionar como puro espejismo de la felicidad. Brandon ha sido capaz de estructurar su día a día a la perfección, sabiendo equilibrar sus filias y sus fobias, haciendo parecer que todo va viento en popa. El «todo está bajo control» es la aparente felicidad del personaje de Fassbender. Justamente, por ello, Shame funciona también como una crítica a esta sociedad occidental aparentemente más interesada en la vida de los demás, que en la nuestra propia. Todos vivimos dispuestos a juzgar a los demás, por lo que les gusta o les deja de gustar, y eso hace que nos retroalimentemos, que nuestra única manera de cuajar en este mundo y encontrar la felicidad sea aparentar una normalidad que no existe. «¿Por qué viajas solo?», «¿a qué esperas para buscarte un novio? Que se te va a pasar el arroz», «mira a ese chico que siempre anda con chicas, seguro que le gustan los tíos». Son comentarios que todo el mundo ha escuchado o ha hecho en algún momento de su vida, comentarios que denotan la innegable toxicidad en la que estamos sumidos, y que Shame, de manera poco explícita, trata de retratar.

Una de las grandes críticas que se le pueden hacer a Shame es su indudable frialdad. Todo es triste, todo es frío, porque es lo que emite la vida de Brandon, pero es justamente la llegada de Sissy, lo que desestructura toda esa rectitud casi nórdica. La escena más emotiva de la película, el momento en el que el personaje interpretado por Carey Mulligan canta esa versión tan personal del famosísimo New York, New York (John Kander y Fred Ebb, 1977), contrasta con el resto del film, y es una de las pocas ocasiones en las que vemos a Brandon romperse en público.

Sin duda, una de los puntos  fuertes de la película son sus dos interpretaciones principales. Como antes ya hemos mencionado, Michael Fassbender nos brinda una de las mejores interpretaciones de su carrera con un personaje «echado para dentro», introspectivo, pero lleno de detalles. Carey Mulligan también está fascinante, fuera de su registro de chica mona y risueña, crea con Sissy un personaje lleno de inseguridades y traumas, y que muestra sus carencias a través de una aparente locura que contrasta con la rectitud de su hermano. Es una de las actrices más infravaloradas del panorama cinematográfico actual, pero está a punto de mostrar su valía en su próxima película, Una joven prometedora (Emerald Fennell, 2020), siendo una de los nombres que más suena cómo favorita para el premio de mejor actriz en la próxima edición de los Óscar. En definitiva, Shame es un inteligente e interesante retrato sobre la manera en la que la sociedad actual puede llegar a oprimir la verdadera naturaleza humana. Lo mejor, lo bien que retrata Steve McQueen un problema tan mundano y a la vez tan representativo cómo es la vergüenza. Lo peor, que puede que la frialdad y lo obsceno del personaje protagonista te impidan poder llegar a conectar con el mensaje de la película.

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