La Belle Époque en Viena - Factores históricos
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C ontextualización del objeto de estudio

4.1 Primer nivel de contextualización: estudio de los hechos tecnológicos, socioeconómicos, socioculturales y estéticos

4.1.3 Factores históricos

4.1.3.2 La Belle Époque en Viena

A principios del s. XIX se fundó el Imperio Austro-Húngaro, teniendo por capital a Viena. En este momento histórico surgieron problemas en todos los sectores: social, económico, religioso, político, etc., que a su vez, contrastaron con un ambiente idealista de cierto optimismo. Sin duda, fue el periodo más brillante en el ámbito cultural y artístico para el Imperio Austro-Húngaro, y para su ciudad más importante, Viena.165

Desde finales del siglo XIX, la capital del Imperio Austro-Húngaro se había transformado en un crisol de etnias, naciones y lenguas. Así mismo, Viena inició un despegue demográfico en la segunda mitad, acompañado de reformas urbanísticas, que la transformaron en una gran ciudad, multiplicando su población por diez en un siglo. Se convirtió en la capital del Imperio y en un importante centro cultural, artístico, político, industrial y financiero.

Por otro lado, se derribaron las murallas abriéndose una nueva avenida, la

Ringstrasse, donde se construyeron significativos edificios como el de la Ópera.

En torno a las nuevas y amplias calles se empezó a desarrollar una cultura del ocio en la que no faltaron, como en el caso de Paris, multitud de teatros y cafés con gran concurrencia.

Así mismo, se produjeron profundas modificaciones en la economía, a causa de la acelerada industrialización, y las antiguas instituciones feudales comenzaron a desaparecer. Sin embargo, esta Belle Époque que se vivió en el Imperio Austro-Húngaro no es homogénea en todas las zonas geográficas, sino que radica esencialmente en Viena y sus alrededores, extendiéndose posteriormente a más territorios.

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En el caso de las mujeres, durante este período, no hubo grandes modificaciones. Se les siguió negando el acceso a la enseñanza superior y tampoco tuvieron la perspectiva de conseguir algún trabajo en el que se las reconociera profesionalmente, ni bien remunerado.

En este contexto surgió un arte disidente y contestatario ante el academicismo dominante: la Wiener Secession. Fueron diecinueve pintores, liderados por Gustav Klimt, los que se inscribieron en esta nueva corriente artística. A éstos, se les sumaron otros profesionales, como los arquitectos Otto Wagner, Josef Hoffman y Josef María Olbrich. En total, cuarenta y nueve artistas conformaron este movimiento cultural.

El denominado estilo Secession transformó el espíritu modernista del Art Nouveau y fue fundado dentro de la Vereinigung Bildender Künstler Österreich, la Asociación de los artistas de las Bellas Artes, siendo Klimt elegido su presidente. Aunque la Secession se incluyó dentro del modernismo que se desarrolla durante la Belle Époque, presentaba importantes diferencias con el Art Nouveau de otros países.

En la Secession predominó la sobriedad formal, e incluso cierta severidad, y en los casos en que se transgrede esa sobriedad, sale a la luz el expresionismo. Así, podemos decir que en líneas generales, los integrantes de la Secession, rechazaron la ornamentación curvilínea en favor de una estructura rectilínea y geométrica basada en el funcionalismo.

Los artistas vieneses quisieron otorgar a su arte una expresión despojada de velos y poco envuelta en accesorios. No obstante, aunque no pretendieron imitar al arte exterior, sí que les sirvió de inspiración. La decoración no resultó orgánica ni naturalista, como en el modernismo francés o español, sino que

tendía a la abstracción. La tipografía fue un elemento determinante que cuidaron mucho, y donde se produjeron grandes innovaciones estilísticas.

Por otro lado, cabe destacar la enorme influencia que tuvo el estilo de la Secession vienesa, en gran parte de las ciudades de tradición germánica que formaron parte del Imperio. Guardaron muchas características estilísticas en común, aunque la idea que predominó ante todo fue la libertad. "A cada época su arte. Al arte su libertad"166, y sí lo dejaban plasmado en letras doradas sobre la entrada del edificio de exposiciones, diseñado hace más de cien años por el arquitecto Josef María Olbrich. Es reseñable que los carteles artísticos vieneses, al contrario de lo que sucede en otras capitales que siguieron el estilo Art Nouveau, tuvieron, en líneas generales, una temática más cultural que comercial. Los trabajos fueron muy estructurados, concediéndole mucha importancia al orden y a las figuras geométricas. Se puede apreciar en este cartel que se efectuó para la exposición número trece de la Secession:

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ZÁTONYI, M.: Gozar el arte. Gozar la arquitectura, Buenos Aires: ediciones Infinito, 2006.

13ª exposición de la Secession Vienesa

Koloman Moser 1902

4.1.3.3 La Belle Époque en Berlín

El liderazgo de Gran Bretaña como única potencia industrial, a lo largo del siglo XIX comenzó a ser desafiado por otros países, que luego se industrializaron a un ritmo acelerado. Éste es el caso de Alemania, que en 1870, se sitúa como un país muy poderoso en química, electricidad y siderurgia.

A partir de la fundación del Imperio alemán en 1871, se inició un periodo de gran desarrollo en el campo geográfico, económico y político. Berlín se convirtió en la capital del Imperio Alemán y en 1895 contaba ya con un millón y medio de habitantes. La ciudad de Berlín se transformó así a finales del s. XIX, en uno de los focos más importantes de la cultura y la prosperidad europea.

Durante la Belle Époque, el consumo de masas167 se convirtió en uno de los más importantes instrumentos de socialización de la población, es decir, en una forma de transformar en "sociedad" los reductos de la antigua "comunidad" que aún quedaban en la ciudad. Así, en la gran tarea educativa que el gran capital y el gobierno alemán habían emprendido con el fin de ajustar la sociedad a los ritmos del capitalismo, el consumo demostró ser un instrumento mucho más eficaz que el arte y el folclore tradicional, al que la élite cultural alemana había concedido aquella misión en un inicio. Esto tendría unas consecuencias importantes. El hecho de que la actividad comercial gozase de unas connotaciones tan típicamente burguesas, ofreció finalmente a esta clase social la posibilidad de modelar la nueva cultura de masas, arrebatándosela a los antiguos y muy academicistas dictados del Káiser y su aristocracia.

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En relación a la condición de la mujer, no es hasta 1919, cuando las alemanas accedieron al voto. Sin embargo, ya se habían ido produciendo muchos cambios anteriormente, durante finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Algunas de ellas empezaron a ser independientes económicamente, e incluso a frecuentar los bares y cafés. También abanderaron una nueva estética, como signo visible de su rebeldía. Esta modernidad, se manifestó de una forma más evidente en los primeros años del siglo XX, aunque ya se había ido desarrollando en los últimos años del siglo XIX. Así, paralelamente a la renovación que se produce durante la Belle Époque en el arte y la cultura, podemos hablar también de una ruptura con la tradición en las costumbres sociales, liderada en gran parte por las artistas.

Al igual que en Paris, en el Berlín de este periodo existió una animada vida nocturna, que acogía a la incipiente bohemia alemana. Ésta estará formada, no sólo por los marginados y artistas, sino también por burgueses que empezaron a rechazar las normas sociales establecidas. El papel de las mujeres burguesas alemanas, fue de gran importancia y formaron parte, aunque tan sólo una minoría, de algunas de las creaciones culturales de la época, participando en la literatura, la música168 y el teatro.

El primer cabaret alemán fue el Überbrettl169, fundado en 1901, y podemos decir que es el equivalente alemán de conocidos cabarets parisinos, como por ejemplo, el Chat Noir de Montmartre. Numerosas mujeres artistas de la época participaron en las representaciones que se organizaban en él cada noche, alcanzando un éxito profesional notable, teniendo en cuenta el periodo histórico al que nos estamos refiriendo. Estas mujeres se atrevieron a romper con las normas morales de la época, tanto por su atrevida estética, como por las

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LEPRONT, C.: Clara Schumann: la vida a cuatro manos, Barcelona: Luis de Caralt, 1990. 169

EIGLER, F.: The feminist encyclopedia of german literature, Greenwood: Ed. Westport, 1997.

actitudes y poses desinhibidas que mostraban ante el público. Un paradigma de este modelo de mujer, fue la popular Louise Malloy, a la que podemos ver a continuación retratada durante una de sus actuaciones:

A pesar del cruce con las tendencias modernistas características de la Belle Époque, los estilos nacionales distintivos llegaron a ser evidentes. En el caso alemán, también debemos diferenciar el desarrollo de las tendencias artísticas en Munich y en Berlín, ya que en ambas ciudades se dieron formas desiguales de este movimiento artístico. Estas diferencias fueron representadas en cada caso por dos revistas muy importantes para la época, en cuanto a su labor de difusión estética: Jugend en Munich y Pan en Berlín.

El Art Nouveau adquirió en Alemania la denominación de Jugendstil, a partir del título de la revista Jugend y la consideración de arte abarcó también a las artes aplicadas. En el caso concreto de Berlín, sin embargo, se produjo una menor preocupación por las artes decorativas.

Louise Malloy en el cabaret Überbrettl Lieder

Fotógrafo: Breuce Connew 1902

No obstante, como señala Gutiérrez Espada170, las exigencias estéticas del Jugendstil: simbolismo, ornamentación e intensidad de expresión, resultaron especialmente adecuadas para el arte publicitario, y más concretamente, para el florecimiento del cartel.