Calendario juliano

Una de las reformas más significativas emprendidas por Julio César fue la del calendario romano, cuya supervisión le correspondía como pontífice. Hasta entonces, Roma se había regido por los años lunares: periodos irregulares de 355 días a los cuales se les corregía, de manera tosca, añadiendo algunos días en determinados meses.

Todo ello cambiaría gracias a la reforma de Julio César y la instauración de un nuevo calendario, el calendario juliano, en el año 46 a. C. A continuación, os contamos la historia de una de las reformas más trascendentales de la historia de la humanidad.

Definición de calendario juliano

Se define como calendario juliano a la reforma aplicada al calendario romano, en el año 46 a. C., por órdenes del entonces cónsul y dictador perpetuo Julio César, quien, tras conocer la exactitud del calendario solar de 365 días que empleaban los egipcios, decidió aplicar una reforma similar en Roma, valiéndose, para ello, de la ayuda del astrónomo Sosígenes de Alejandría y de su propia condición de amo de la República romana.

La reforma de Julio César entraría en vigor un año después de su postulación, es decir, en el año 45 a. C. y 709 desde la fundación de Roma. Se cree que la intención principal de César era corregir el notable desfase del calendario romano respecto al inicio de las estaciones.

Historia del calendario juliano

Antecedentes del calendario juliano

Rómulo y el primer calendario romano

Rómulo, además de ser el primer rey y fundador de Roma (ver la leyenda de Rómulo y Remo), fue el encargado de instaurar el uso del calendario romano, aquel que habría de regir las actividades sociales y militares de los romanos durante los próximos 709 años.

Rómulo lleva al templo de Júpiter las armas del vencido Acrón
Rómulo lleva al templo de Júpiter las armas del vencido Acrón, pintura al óleo de Jean-Auguste-Dominique Ingres (año 1812).

Este primer calendario romano iniciaba con el mes martius (marzo), nombre que tomaba de Marte, el dios romano de la guerra. Generalmente, los senadores y el alto mando militar romano planificaban las múltiples batallas que emprenderían a lo largo del año durante dicho mes.

El segundo mes del calendario romano era aprilis (abril), y su llegada marcaba el inicio del abrir de las flores tras el fin del invierno. Este era seguido por maius (mayo) y junius (junio), el tercero y cuarto mes del calendario respectivamente.

Ambos, maius y junius, tomaban sus nombres directamente de deidades romanas: maius por Maya, diosa romana de la primavera, y junius por Juno, diosa del matrimonio y reina de los dioses; la primera representaba el crecimiento y la segunda el florecimiento de la cosecha.

En contraste con los primeros cuatro meses del calendario romano, los siguientes meses poseían nombres mucho más seculares, limitándose a indicar únicamente su posición en el año. Estos eran quintilis, sextilis, septembris, octobris, novembris y decembris; el quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno y décimo mes del año respectivamente, pues, en un principio, el año romano tenía solo 10 meses.

Cada uno de los diez meses romanos tenía una duración basada en los ciclos de la Luna, es decir, de unos 29 o 30 días. En total, el año del antiguo calendario romano contaba con un total de 295 días. Por extraño que parezca, los 70 días restantes del año trópico eran destinados a rituales de purificación y no eran considerados parte de ningún mes en particular.

La primera reforma del calendario romano

Durante la época etrusca, es decir, entre los siglos VII y VI a.C., posiblemente durante el reinado de Numa Pompilio, sucesor de Rómulo, tendría lugar la primera reforma del calendario romano.

Numa Pompilio recibe de la ninfa Egeria las leyes de Roma
Numa Pompilio recibe de la ninfa Egeria las leyes de Roma, óleo sobre lienzo de Felice Giani (año 1806).

Esta añadió dos meses extras después del décimo mes: ianuaurius, dedicado a Jano, dios de las puertas, los comienzos y los finales; y februaris, dedicado al festival Februa, también llamado Frebuattio.

Asimismo, los días totales de los meses serían modificados, dando como resultado un calendario de 355 días.

Esta reforma, aunque insuficiente, permitió paliar en gran medida el enorme desfase existente en el calendario previo de 295 días. De hecho, los romanos eran conscientes de la insuficiencia de la reforma, por lo que añadían un decimotercer mes cada cierto tiempo para corregir el desfase acumulado.

Origen del calendario juliano

Guerra civil egipcia: Cleopatra VII, Ptolomeo XIII y Julio César

En el marco de la segunda guerra civil romana, el entonces aclamado general romano Julio César arribaría a Egipto en busca de formar una alianza con su monarca.

Sin embargo, en aquel entonces, Egipto se encontraba en medio de su propia guerra civil, ya que los hermanos Cleopatra VII y Ptolomeo XIII luchaban por el control y el dominio absoluto de Egipto.

Sin darse cuenta, Julio César terminaría envuelto en la guerra civil de ambos hermanos, viéndose obligado, además, a tomar partido. Así, pues, César decidiría aliarse con Cleopatra en contra de su hermano, devolviéndole el trono de Egipto tras vencer a Ptolomeo XIII en la batalla del Nilo.

César dando a Cleopatra el trono de Egipto
César dando a Cleopatra el trono de Egipto, pintura al óleo de Pietro da Cortona (año 1637).

Una vez restaurada en el trono, Cleopatra sellaría la alianza política entre Egipto y Roma, la cual se vería reforzada aun más tras el nacimiento de Cesarión (el supuesto hijo de Julio César y Cleopatra).

No obstante, Cesarión no sería el único legado de la fugaz incursión de César en Egipto, pues este marcharía a la batalla de Zela, llevando consigo una copia del calendario civil egipcio (el primer calendario basado en el ciclo solar de toda la humanidad).

Sobre la deducción de los egipcios acerca del ciclo solar

Entre los años 3200 y 2800 a. C. la ciudad egipcia de Asuán poseía una latitud de 24°, equivalente, entonces, con la latitud del Trópico de Cáncer (actualmente, situada a unos 23.5° al norte por encima del Ecuador).

Esta particularidad les permitía a los antiguos astrónomos egipcios calcular con gran exactitud el ciclo solar, pues, si se situaba una vara perfectamente vertical sobre Asuán durante el mediodía del solsticio de verano (20-21 de junio), esta no debía proyectar sombra alguna sobre el suelo.

Esto último debido a que la luz del sol cae perpendicularmente sobre el suelo del Trópico de Cáncer, en aquel entonces situado sobre Asuán, durante el solsticio de verano.

La inundación cíclica del Nilo y su relación con el calendario egipcio

Curiosamente, pocos días después de que el solsticio de verano tuviese lugar, cada año el deshielo en las zonas del África ecuatorial provocaba una considerable crecida del río Nilo, la cual inundaba todo su valle, dotando de gran fertilidad a las tierras cercanas a este.

Esta inundación marcaba el inicio del año egipcio, el cual estaba delimitado por 3 estaciones de 4 meses de 30 días cada uno: akhet (crecida), peret (siembra) y shemu (cosecha).

Los colosos de Memnón durante una inundación del río Nilo
Litografía de los colosos de Memnón durante una inundación del río Nilo, obra de David Roberts (año 1838).

En un principio, el calendario egipcio estaba compuesto por un año de 360 días; sin embargo, los antiguos sacerdotes decidieron añadir 5 días adicionales, llamados epagómenos, y dedicarlos a cinco de los dioses egipcios más importantes: Osiris, Horus, Seth, Isis y Neftis (resultando, finalmente, en un calendario de 365 días exactos).

Hoy día, en base a distintas pruebas arqueológicas, se sabe que el calendario solar egipcio ya estaba en uso durante el reinado Shepseskaf (c. 24862479 a. C), quien fuese el penúltimo faraón de la dinastía IV de Egipto y bisnieto de Keops, el constructor de la Gran Pirámide de Guiza.

Ptolomeo III Evergetes y el Decreto de Canopo

El calendario egipcio, al igual que su homologo romano, poseía un problema inherente: su cálculo del año trópico no era exacto del todo, ya que este dura, en promedio, 365 días, 5 horas, 48 minutos, y 45.10 segundos.

Lo que es peor, no todos los años tienen exactamente la misma duración. Por extraño que parezca, los astrónomos egipcios eran conscientes de dicha situación, pero, por distintos motivos, decidieron no hacer nada al respecto.

Hacía finales del siglo III a. C., el desfase del calendario egipcio era fácilmente distinguible, por lo que, en marzo del año 237 a. C., el faraón Ptolomeo III Evergetes, mediante el Decreto de Canopo, intentó proponer una reforma para añadir un sexto día epagómeno cada 4 años.

Esto último se hizo con la finalidad de corregir el desfase del calendario civil egipcio. Sin embargo, su reforma no tuvo aceptación alguna, pues el clero egipcio la consideró contraria a la tradición.

La reforma juliana

Habiendo conocido la historia de Ptolomeo III, Julio César decidiría no desestimar sus propuestas, por lo que, cuando recibió el calendario egipcio de manos de Sosígenes de Alejandría, decidió colaborar con este último para añadir las reformas del Decreto de Canopo a su nuevo calendario.

Una vez en Roma, y en condición de dictador supremo, Julio César proclamaría el que sería conocido como calendario juliano en el año 46 a. C.

Sin embargo, dado que para entonces los desfases del calendario romano anterior no podían ser ignorados, César decidió extender la duración del año 46 a. C. a 445 días, bautizándolo, además, como el último año de la confusión.

En términos generales, el calendario juliano era el mismo calendario propuesto por Ptolomeo III, aunque con ciertas modificaciones. Así, por ejemplo, los días epagómenos se distribuyeron a lo largo del año y la duración de los once primeros meses fue alternándose entre 30 y 31 días por mes, dejando los 28 días restantes al último de los meses, febrero, al cual se le añadiría, además, un día cada cuatro años a partir de entonces.

Tras los acontecimientos del idus de marzo, Marco Antonio, fiel compañero de Julio César, ordenó cambiar el nombre del quinto mes, quintilis, por julius en honor a Julio César.

La reforma en tiempos de Augusto

Un par de décadas después de que tuviese lugar la reforma juliana, el Senado romano añadiría una nueva reforma al recién instaurado calendario juliano en honor al emperador Augusto.

Augusto de via Labicana
Augusto de via Labicana (alrededor del año 10 a. C.).

Como resultado, el sexto mes del año (sextilis) pasó a llamarse augustus; y su duración, de entonces 30 días, se extendió hasta 31 días para que así este no quedase en desventaja retórica respecto a julius, el mes de Julio César.

Características del calendario juliano

A continuación, se presenta una lista con las características principales del calendario juliano:

  • Un año juliano tiene una duración promedio de 365,25 días.
  • Un año común tiene una duración de 365 días.
  • Un año bisiesto tiene una duración de 366 días.
  • Un año juliano se divide en doce meses:
    • Enero (ianuaurius), de 31 días.
    • Febrero (februaris), de 28 días (o 29 días si es bisiesto).
    • Marzo (martius), de 31 días.
    • Abril (aprilis), de 30 días.
    • Mayo (maius), de 31 días.
    • Junio (junius), de 30 días.
    • Julio (anteriormente quintilis, el quinto mes pasó a llamarse julius por iniciativa de Marco Antonio), de 31 días.
    • Agosto (anteriormente sextilis, el sexto mes pasó a llamarse augustus por iniciativa del Senado romano), de 31 días.
    • Septiembre (septembris), de 30 días.
    • Octubre (octobris), de 31 días.
    • Noviembre (novembris), de 30 días.
    • Diciembre (decembris), de 31 días.
  • El año juliano posee un exceso de duración de 11 minutos y 14 segundos respecto al año trópico.
  • La diferencia en la longitud media del año entre el calendario juliano y el calendario gregoriano es del 0,002%.
  • El calendario juliano añade un día bisiesto a febrero cada cuatro años.
Referencias

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