Nostalgia

La princesa Margarita y el vestido de novia más sencillo de la historia

No fue una novia (real) común; un vestido sencillo y moderno que rompía los moldes de las bodas reales y una tiara que ella misma compró 
La princesa Margarita en su boda con Antony ArmstrongJones
La princesa Margarita en su boda con Antony Armstrong-JonesBettmann

La boda de la Princesa Margarita y Antony Armstrong-Jones marcó un antes y un después por varios motivos. El más importante, que se trataba del primer caso en más de cuatrocientos años que una princesa de la familia real británica contraía matrimonio con un plebeyo. Armstrong-Jones era un fotógrafo que había trabajado para cabeceras como Tatler o Vogue, y representaba a la perfección el espíritu rebelde y soñador del movimiento swinging sixties, el movimiento cultural reinó en Londres de la década de los 60. Por otro lado, el pasado más reciente de Margarita y aquel romance imposible con el capitán Townsend, aumentaron el interés del pueblo por la vida amorosa de la princesa, que se comprometió con Armstrong-Jones al poco tiempo de conocerse. Y, por último, la cobertura mediática. Esta sería la primera boda real en ser televisada, lo que supondría un hito que convertiría el enlace en un hecho histórico.

La princesa y el fotógrafo se conocieron en una cena poco después que Margarita acabase su relación con el capitán Peter Townsend. Mantuvieron el romance en secreto durante un tiempo y, a los dos años de aquel primer encuentro, anunciaron su compromiso. Al dar la noticia, la monarca lució un vestido gris marengo y el  anillo de compromiso de rubíes diseñado por el propio Antony. 

La princesa Margarita y Antony Armstrong-Jones el día que anunciaron de su compromiso. Hulton Archive

La boda se celebró el 6 de mayo de 1960 en la Abadía de Westminster. La princesa Margarita recorrió el camino entre Clarence House -la residencia de la familia real en Londres- Westminster en el Glass Coach -el carro de caballos de la realeza-, junto a su cuñado, el príncipe Phillip. Dado que el padre de la novia, el rey Jorge VI, había fallecido años atrás, fue el Duque de Edimburgo el encargado de acompañar a la princesa Margarita hasta el altar. Aquel fue un evento sin precedentes. La pareja se dio el sí quiero ante las más de dos mil personas que acudieron a los alrededores de Westminster. Además, fue la primera boda televisada de la historia, que vieron en directo más de 20 millones de telespectadores

La Abadía de Westminster durante la boda real de la princesa Margarita y Antony Armstrong-Jones Fox Photos

Como en cualquier boda real, el vestido de novia adquirió una relevancia notoria. La princesa Margarita escogió a Norman Hartnell, uno de los modistas de confianza de la familia real británica, quien ya diseñó, en 1947, el traje nupcial de la Reina Isabel II -el mismo que, en julio de 2020, volvería a llevar su nieta, la princesa Beatriz-. Pero el de la princesa, pese a ser obra del mismo creador, distaba de la estética y los adornos que incorporaba el diseño de su hermana. 

La princesa Margarita y Antony Armstrong-Jones en el día de su bodaFox Photos

Margarita optó por un vestido de líneas simples, con un corpiño entallado a la cintura, manga larga, escote en V y una falda voluminosa con una pequeña cola. El vestido estaba confeccionado en organza de seda y carecía de bordados, encajes, pedrerías o cualquier otro detalle. La simpleza y elegancia de aquel diseño rompía con cualquier diseño que una novia real hubiese llevado hasta la fecha; era sofisticado e increíblemente moderno y tuvo una gran acogida en la prensa de la moda de la época. La revista Life lo definió como “el vestido de novia real más sencillo de la historia”. Y, aquella descripción, lo acompañaría para siempre. 

La princesa Margarita en el día de su boda con la tiara Poltimore. Central Press

Pero las elecciones transgresoras de la princesa Margarita en lo referente a su look nupcial no acabaron con el diseño del vestido. Tal y como dicta la tradición, la novia completo el estilismo con una tiara, que sostenía el velo de tul que acompañaba al vestido. Sin embargo, en lugar de lucir una de las tiaras familiares -como siempre han hecho las novias reales-, Margarita decidió llevar una que ella misma se había comprado: la tiara Poltimore. Esta joya fue creada en 1870 por la casa Garrard para Lady Poltimore. La princesa Margarita la compró antes del anuncio de su compromiso y la llevó varias veces antes de la boda. Pese a saltarse la tradición de lucir una tiara de la corona, lo cierto es que aquella espectacular composición de diamantes -fabricada para ser dividida en un collar y once broches- merecía formar parte de la historia. Dos años después, el ya Duque de Snowdon la fotografió con ella puesta en la bañera, creando así uno de los retratos más icónicos de la princesa Margarita. 

Tras la boda real, la pareja disfrutó de su luna de miel en un crucero por el Caribe que duró seis semanas, a bordo del yate Brittania. La felicidad de aquellos meses no duró demasiado. La pareja se separó en 1978, protagonizando el primer divorcio de la familia real británica. 

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