Ernesto Paolozzi, BENEDETTO CROCE: LA FILOSOFÌA DEL HISTORICISMO Y EL
DEBER DE LA LIBERTAD
Presentacion: Ana Jaramillo
Kairos, (Kindle), 2019.
ÍNDICE
Presentación................................................................................................................. ......3
Capítulo I. La lucha contra el racionalismo y el irracionalismo........................................8
Capítulo II. La Estética: la liberación del arte.................................................................12
Capítulo III. La Lógica: de lo abstracto a lo concreto. Pensamiento y acción................21
Capítulo IV. El problema de las ciencias: ¿son verdaderas, falsas o útiles ?..................31
Capítulo V. El mundo de la práctica: economía, política, ética, vitalidad......................36
Capítulo VI. El liberalismo metodológico.......................................................................42
Capítulo VII. La historia como historia contemporánea
y la historiografía ético-política.......................................................................................45
Bibliografía de Croce en castellano.................................................................................50
PRESENTACION
Conocí a Ernesto Paolozzi en la Universidad Suor Orsola Benincasa de Nápoles en ocasión del
sesenta aniversario de la muerte de Benedetto Croce, cuando fui invitada a presentar un libro mío
titulado Nuestra América, Pensamiento y Acción, dedicado a analizar la influencia crociana en la
intelectualidad y la política de Latinoamérica.
Tuve el honor de que Ernesto Paolozzi y Corrado Ocone presentaran y comentaran mi libro, tanto
en la Universidad como en sendos artículos periodísticos, publicados en la prensa napolitana.
Me honra Paolozzi una vez más, solicitándome la presentación de su libro en castellano para
difundir entre las nuevas generaciones, ya que los libros de Croce como los de los historicistas en
general, no han sido reeditados, en su gran mayoría, desde hace más de medio siglo.
Dado que he transcurrido mi infancia en la bellísima costa napolitana y luego estudié filosofía, le
ofrecí a Paolozzi realizar la traducción de este pequeño gran libro que seguramente incitará a
muchos a leer a Benedetto Croce.
Hemos acordado con Paolozzi en cambiar el nombre de su versión italiana titulada Benedetto Croce,
la logica del reale e il dovere della libertà, por el de Benedetto Croce, la filosofía del historicismo y
el deber de la libertad, dada la perentoria necesidad de evitar la continuidad de toda universalización
abstracta de muchas filosofías que han imperado en América Latina, que pretendieron y continúan
trasladando categorías surgidas de otras realidades (fundamentalmente europeas), para entender
otras culturas y otras historias concretas como son las políticas, el desarrollo y las realidades
latinoamericanas. Dicha perspectiva, de la cual Croce nos previene constantemente, pretende
encajar una realidad distinta en un andamiaje categorial surgido en otras épocas y otras latitudes.
Las teorías, nos explicó Croce, no surgen de otras semejantes, sino de problemas históricos. Sin
embargo, aún se siguen utilizando palabras como fascismo o populismo para denostar y vilipendiar,
cuando no invadir o bombardear, a pueblos soberanos que recorren otros caminos políticos,
sociales, ideológicos y culturales de la periferia, que luchan por la libertad y no aceptan recetas
universales abstractas o epítetos que no corresponden a sus realidades.
También Giambattista Vico nos explicó que la verdad es lo hecho, el verum ipsum factum. De esa
manera también comienza a desmontarse aquella "Verdad" que era la verdad teológica, era fe,
dogma que debía enseñarse a toda la humanidad. Esa verdad divina, que traducían los clérigos de
las sagradas escrituras fue, a través de distintos filósofos, transformándose en una verdad histórica,
construida a partir de la realidad humana. En la actualidad, con la secularización de la sociedad y
dentro de ella, de las universidades, se discuten las diversas interpretaciones históricas,
narraciones, construcciones interpretativas, sustituyendo la hermenéutica libresca, escrita y
sacralizada, por la hermenéutica social, por la interpretación de lo hecho, de la realidad construida
por los hombres. Se produce la inversión de la escolástica.
Croce sin embargo, desde la filosofía historicista, nos explicaba en 1932 en La Historia de Europa
en el siglo XIX: "En Alemania, en Italia, en Polonia, en Bélgica, en Grecia y en las lejanas colonias
de América Latina, existían esfuerzos y movimientos de naciones oprimidas contra dominadores y
tutores extranjeros, o de naciones y de mutilados miembros de naciones obligadas a unirse
políticamente con Estados que debían su origen y organización a conquistas, a tratados, a derechos
patrimoniales de familias principescas; o de naciones que se encontraban divididas en pequeños
Estados, que, por tal desmembramiento, se sentían impedidas, debilitadas o impotentes en cuanto
les tocaba desempeñar de la común vida mundial, a la vez mortificadas en su dignidad frente a las
otras naciones unidas y grandes".
"Como los antecedentes históricos y las condiciones presentes de los diversos pueblos eran
diferentes, así como sus almas y sus costumbres, aquellas exigencias variaban también, según los
diversos países, en el orden, la medida, las particularidades y el tono. En uno se daba la prioridad
a la liberación del dominio extranjero o a la unidad nacional y, en otro, a la sustitución del
absolutismo de gobierno por el constitucionalismo; aquí se trataba de simples reformas del
electorado y de extender la capacidad política, y allí en cambio, de fundar por primera vez, o sobre
nuevas bases, el sistema representativo; en unos países, que poseían ya por la obra de las
generaciones anteriores, especialmente por la de la Revolución francesa y del Imperio, la igualdad
civil y la tolerancia religiosa, se entablaban contiendas por la participación en el gobierno de nuevos
estados sociales y en otras partes convenía dedicarse preliminarmente a combatir privilegios
políticos y civiles de clases feudales y persistentes formas de servidumbre, y a quitarse de encima
la opresión eclesiástica. Pero aunque distintas en la importancia y diferentes en el orden de sucesión
en que se presentaban, todas estas exigencias se ligaban entre sí, y las unas arrastraban consigo,
antes o después, a las demás, y a su vez hacían surgir otras, que se perfilaban en lontananza; y
sobre todas había una palabra que las compendiaba y expresaba su espíritu animador: la palabra
"libertad".
"La idea de la nacionalidad, opuesta al humanitarismo abstracto del siglo precedente y a la
obtusidad que hacia la idea de pueblo y patria mostraban hasta escritores como Lessing, Schiller y
Goethe, y a la poca o ninguna repugnancia que solía sentirse por las intervenciones extranjeras,
quería promover a la humanidad a la forma concreta, que era la de la personalidad, tanto de los
individuos como de los complejos humanos, unidos por comunes orígenes y recuerdos, costumbres
y actitudes, de las naciones ya históricamente existentes y activas o de las que despertarían a la
actividad; e intrínsicamente no oponía barreras a las formaciones nacionales cada vez más amplias
y comprensivas, pues "nación" es un concepto espiritual e histórico y, por lo tanto, en devenir, y no
naturalista e inmóvil, como el de la raza. La misma hegemonía o primacía que se reivindicaba para
este o aquel pueblo..., era teorizada como el derecho y el deber de ponerse a la cabeza de todos
los pueblos para convertirse en apóstol de la civilización".
Sin embargo, aún en los últimos cincuenta años del siglo XX, a Croce se lo interpretaba y leía desde
su crítico Antonio Gramsci, que en realidad, a nuestro entender, tomó de Croce su marxismo no
determinista así como la incorporación de la cultura como parte importante del devenir histórico
dentro del esquema materialista. Ante la primacía del paradigma marxista, a Croce con su
historicismo, se lo catalogaba y conocía como idealista hegeliano. Pocos leyeron el libro de Croce
sobre lo vivo y lo muerto en Hegel.
Paolozzi, rescata la filosofía historicista en este libro y explica ciertas categorías filosóficas con
maestría, para aquellos que no son expertos en Croce, al mismo tiempo que hace su propia
interpretación de los alcances de la filosofía crociana.
En sus páginas explica la coherencia entre la postura crociana antipositivista (preponderante en esa
época no sólo en América del Norte y Europa, sino también en Latinoamérica), su estética y su
lógica. También nos resalta la idea de que no existe una historia objetiva, sino siempre una historia
que toma partido, instrumental o ideológica, donde el interés por la verdad se debe a su necesidad
de orientarse a la acción.
El historicismo llegó a la Argentina de la mano de otro napolitano que llegó al Río de la Plata exiliado
en 1827: Pedro de Angelis, que incorporó a Giambattista Vico al debate intelectual. Ahora resurge
dicha perspectiva, y ya la Universidad Nacional de Lanús ha publicado la Epistemología para la
periferia de Fermín Chávez. Pero Croce tuvo seguidores filósofos en toda América Latina,
fundamentalmente en México, como Leopoldo Zea y José Vasconcelos.
Croce es antimetafísico, niega la posibilidad de entender la realidad desde una causa particular o
única y también niega la posibilidad de que existan leyes en la historia, puesto que son los hombres
que hacen la historia como había ya explicado Giambattista Vico. La historia entonces no es
teleológica ni heterónoma, no transcurre por causas externas a ella misma, lo cual implica que
debemos seguir haciéndola nosotros.
Paolozzi también analiza la famosa frase crociana de que la verdadera historia es siempre
contemporánea y sólo por un interés actual se vuelve al pasado. Pero la batalla entre el positivismo
y el historicismo no ha concluido, como tampoco la postura de los científicos de la historia, por eso
se hace necesario volver al historicismo, aunque provoque el desprecio de los "académicos de la
historia", aquellos que para Croce serían profesores de historia y no verdaderos historiadores.
El actual interés por el historicismo en Latinoamérica se debe a la profunda necesidad política de
transformar la realidad sin copiar modelos ajenos, ya que con las supuestas leyes del Mercado, con
las recetas del Fondo Monetario y los organismos internacionales financieros, nuestros países han
quebrado, mientras que con las nuevas medidas que han tomado los países de nuestra América,
se ha logrado bajar rotundamente la pobreza, ampliar los derechos ciudadanos, realizar una mejor
distribución de la riqueza y terminar con el endeudamiento externo y el consecuente sometimiento.
Coincidimos plenamente con la aseveración de Paolozzi, que sostiene que en realidad Croce es un
precursor de la hermenéutica. Pero con respecto a que esto pueda entenderse como
posmodernismo o pensamiento débil, entiendo que la debilidad a la que se refiere Paolozzi es por
la falta o ausencia de leyes históricas. Se acabaron los metarrelatos, debemos relatar entonces
interpretando nuestra realidad particular y descartando la metafísica. También en su momento
criticaron al historicismo porque llevaba al escepticismo y al relativismo. Croce, que tampoco
aceptaba ni al espíritu absoluto de Hegel ni a las leyes del materialismo, sin embargo, creía en la
constante lucha por la libertad que era su única religión.
Creemos que algunos se aferran a leyes obsoletas y falsas para no perder su seguridad, su
estabilidad, su punto de apoyo existencial y terminan siendo reaccionarios. Otros, con la negación
de las leyes históricas y los metarrelatos, parecen creer en la ley de la selva, en la inmoralidad,
donde todo vale en el posmodernismo y finalmente, algunos, como dice un tango argentino, sienten
que la moral se ahogó en la sopa y los lleva a la depresión.
Pero quienes creemos que la historia transcurre como lucha por la libertad, nos dedicamos a
cambiar las leyes y las teorías para encarar y transformar los nuevos problemas de nuestra realidad,
al decir de Croce, no sólo la deseamos, no es pura imaginación, sino voluntad concreta de
transformación. Por eso debemos crear teorías nuevas para resolver los concretos y nuevos
problemas. La positividad de los hechos es siempre modificable, cuando se trata de construcciones
sociales hechas por los hombres.
En nuestras realidades latinoamericanas, algunos tenemos claro que "liberismo" no es "liberalismo"
como define Croce y explicita Paolozzi. Pero tanto en Europa como en América Latina, también son
muchos los que creen que el liberalismo está necesariamente acompañado por medidas
económicas liberales donde el Estado está ausente; no interviene en la regulación de la economía,
eso que Croce llama "liberismo". Pero lo paradójico es que el neoliberalismo en nuestra región fue
implantado a sangre y fuego, con dictaduras, genocidios y el apoyo de los imperialismos. Liberismo
y liberalismo son contradictorios ya que el liberalismo económico se implantó de la mano de las
dictaduras militares antidemocráticas.
Muchos se sorprenderían en Europa si supieran que el liberalismo económico fue promovido por
los dictadores. Para quienes creemos en la justicia social y en la democracia, liberalismo económico
significa el poder concentrado de los poderosos sostenidos por los regímenes militares, donde son
pocos los que gozan de la libertad. Por eso también es importante el ejemplo que hace Paolozzi
con la socialdemocracia sueca, que encontró su propio modelo societal, donde la democracia no se
resiente con medidas intervencionistas para la distribución de la riqueza. También las medidas
democráticas llevadas adelante por líderes políticos latinoamericanos buscan más democracia, con
más justicia social y con mayores derechos ciudadanos individuales.
En el siglo XVIII, se declararon los derechos del hombre y del ciudadano, comunes a todos. Como
sostiene Ortega y Gasset, todo derecho afecto a condiciones especiales quedaba condenado como
privilegio. En su libro La Rebelión de las masas, nos decía que en el siglo XIX, la masa lo veía como
un ideal. No ejercitaba los derechos, no los sentía propios, porque bajo las legislaciones
democráticas seguía como bajo el antiguo régimen y concluía: "el pueblo sabía ya que era soberano;
pero no lo creía". Ya en 1946, Ortega sostenía que "los derechos niveladores de la generosa
inspiración democrática se han convertido, de aspiraciones e ideales, en apetitos y supuestos
inconscientes... el sentido de aquellos derechos no era otro que sacar las almas humanas de su
interna servidumbre y proclamar dentro de ellas una cierta condición de señorío y dignidad. ¿No era
esto lo que se quería? ¿Qué el hombre medio se sintiese amo, dueño, señor de sí mismo y de su
vida? ya está logrado. ¿Por qué se quejan los liberales, los demócratas, los progresistas de hace
treinta años? ¿O es como los niños, que quieren una cosa, pero no sus consecuencias? Se quiere
que el hombre medio sea señor. Entonces no se extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame
todos los placeres, que imponga decidido su voluntad, que se niegue a toda servidumbre, que no
siga dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria: son algunos
atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío. Hoy los hallamos residiendo en el
hombre medio, en la masa".
También nos decía Ortega y Gasset que ideas tenemos, pero en las creencias estamos. Y en
Argentina creemos que de la idea de una sociedad cada día más democrática, sin aristocracias
letradas ni despotismos ilustrados, ya no hay marcha atrás. No es un metarrelato, es una historia a
construir. El tutor del libertador Simón Bolívar nos había dicho que el que copia se equivoca. Nos
proponía hacer nuestra propia historia, en eso estamos.
En América Latina, el historicismo no corre peligro de transformarse en escepticismo ni en
posmodernismo vacuo. Por el contrario, al decir de Croce, la política y la voluntad de transformación
y creación se vive con pasión, como pasión en una nueva lucha por la libertad.
Para los detractores del historicismo, la historia como hermenéutica que dejó atrás al positivismo,
inauguró la narración y el relato histórico planteado por Croce, así como la diferencia entre
liberalismo económico y libertades democráticas, la ausencia de leyes históricas, la concepción de
que la historia la hacen los hombres, se hizo conciencia y creencia. La necesidad de crear una
teoría acorde a nuestras propias realidades históricas ya es un hecho, ensayando la puesta en
marcha de nuevos modelos societales que forman parte de la eterna lucha por la libertad.
Es quizás para comprender esta historia contemporánea, que volvemos al historicismo y editamos
este minucioso libro de Paolozzi que remite a Benedetto Croce, quien sin tapujos, nos decía cuando
se pregunta en Italia: "¿qué se entiende en sentido elevado, por Nación o conciencia nacional? Y
se responde: "Es una voluntad, una tendencia hacia un estado ético, una pasión de ideal, que en
circunstancias particulares, para ciertos problemas particulares, toma esos colores, revístese con
esas fisonomías, se designa por un pueblo, parece identificarse con el alma de ese pueblo".
En América Latina, tenemos esa pasión por el ideal ético de construir una democracia con justicia
social. Para Ángel Rama, la fórmula educación popular + nacionalismo, significa democracia
latinoamericana. Por eso, para educar, presentamos este libro en castellano y también por todo ello,
insisto en felicitar a Paolozzi y recomendar la lectura de este pequeño gran libro.
Ana Jaramillo
CAPÍTULO I. LA LUCHA CONTRA EL RACIONALISMO Y EL IRRACIONALISMO
Un buen método para entender a un filósofo, como el mismo Croce sugiere, es el de preguntarse
con quién polemizaba y qué problemas intentaba resolver. Vale decir que es necesario historizarlo,
comprenderlo en la existencia concreta de hombre inmerso en la vida, en la historia de su tiempo.
Se dirá que, a través de esta metodología, se llega al relativismo y por consiguiente, al escepticismo.
Ciertamente es un riesgo que se debe correr. Pero lo contrario de ello, significaría destilar de la obra
viva de un pensador, una serie de fórmulas muertas y abstractas, de encasillar en un mosaico de
otras abstrusas e incomprensibles teorías que formarían esa historia de la filosofía que a tantos
estudiantes (pero también a tantos maestros que no se atreven a confesarlo) les aparece como una
serie de bizarrerías, desde lo supercelestial de Platón al tercer mundo de Popper, del idealismo de
Hegel al materialismo de Marx, de las mónadas de Leibnitz al trascendentalismo de Kant y así
sucesivamente.
La dificultad del intérprete consiste en saber tomar aquello de lo universal que vive en la
particularidad, o sea, aquello que está aún vivo e interesante en la obra del filósofo que se quiere
entender. Historizar a Croce, en nuestro caso, significa reconstruir sus problemas y sus razones,
probando tomar aquellos aspectos de su reflexión que puedan orientarnos para enfrentar nuestros
problemas, para reforzar nuestras razones. Para decirlo con Croce: hacer de Croce nuestro
contemporáneo, liberarlo de la historiografía antigua de nietzchiana memoria, en la cual se tiende a
encerrarlo en los últimos años, después de un largo periodo de áspera y preconcebida polémica.
Por lo tanto, ¿cuáles eran en el siglo pasado, las cuestiones sobre el tapete y cuáles eran las
referencias de Croce mientras que su pensamiento maduraba y consolidaba?
El adversario fundamental fue ciertamente el positivismo, contra el cual el joven filósofo, nacido en
1866, condujo una áspera batalla en línea con la renaciente filosofía europea. Se trataba de derrotar
el mito cientificista que prevalecía en la cultura europea y que en Italia había asumido formas
patológicas, encaramándose en el antiguo tronco de la típica vacua retórica de la degenerada
tradición humanística. El filósofo en formación, percibía el peligro implícito en una "mentalidad"
inclinada a extenderse a todos los campos del saber, desde la crítica literaria a la historiografía, de
la filosofía pura a la política, el método de las ciencias: un método, por otra parte, no comprendido
en su plenitud y complejidad. Croce ridiculizaba al literato italiano que disfrazaba la antigua y
pertinaz pedantería de connotados científicos. Este vicio, que jamás se perdió del todo si se piensa
que a cincuenta años de distancia, el fenómeno se repitió, bajo las mentirosas vestimentas de
complejos análisis "científicos" de los textos; con la semiología y la semiótica, volvieron al auge las
viejas fórmulas de los rectores y de los eruditos, de los lógicos y los gramáticos.
Se trataba de liberar la cultura italiana de las jaulas "naturalistas y materialistas", hacerla respirar
de nuevo permitiendo a estudiosos y artistas originales y creativos sacarse de encima el juego de
los académicos que, con la fórmula positivista, encontraban las armas para defender su pequeño
poder.
Fue una batalla difícil e inconclusa, que culminó con el programa de "La crítica" (1903), la revista
fundada por Giovanni Gentile, que fue el manifiesto del desaparecido grupo de estudiosos que
lentamente se fue imponiendo en el mundo cultural italiano primero y mundial después.
Croce pasó desde los estudios eruditos de la juventud a los primeros estudios de carácter
decididamente filosóficos, como "La historia reducida bajo el concepto general del arte" en 1893 (en
un primer momento escrita en un tono positivista y rápidamente revisada en borrador) que ya desde
el título revelaba el punto de vista del autor, y "La crítica literaria y sus condiciones en Italia" (1895),
una verdadera requisitoria sobre el estado de los estudios de la época y un primer llamado a la
naturaleza auténtica del arte.
Fueron efectivamente los estudios de filosofía del arte los que llevaron a madurar su pensamiento,
como lo atestigua el mismo Croce en la más autorizada fuente autobiográfica, "La contribución a la
crítica de mí mismo", escrito en 1915:
"Pero fue, como dije en el áspero trabajo que me costó La estética, que superé para mí y por mí el
naturalismo y el herbartismo, que todavía me ataban: superé, o sea, la lógica naturalista gracias a
la de grados espirituales o del desarrollo, no logrando de otra forma entender la relación entre la
palabra y la logística, entre fantasía e intelecto, entre utilidad y moralidad; y superé la trascendencia
naturística a través de la crítica que venía cumpliendo irresistiblemente de los géneros literarios, de
la gramática, de las artes particulares, de las formas retóricas, tocando casi con la mano, como en
el sincero mundo espiritual del arte se introduce la "naturaleza", construcción del espíritu mismo del
hombre; y la negada realidad a la naturaleza del arte, me allanó el camino a negarla por todas
partes, descubriéndola en todas partes no como realidad, sino como producto del espíritu
abstractivo" .
Seguidamente buscaremos clarificar los términos de la compleja reflexión crociana que dio lugar a
tantos equívocos. Aquí nos parece útil recordar, como ya se dijo, las referencias y las fuentes en
las cuales el filósofo se inspiró a medida que su obra se iba formando.
Habiendo perdido a sus padres en el terremoto de Casamicciola e Ischia, fue confiado al tío, Silvio
Spaventa, del cual aprendió a admirar los principios renacentistas y, también podría decirse, el
estilo, además del fuerte sentido moral de aquella derecha histórica liberal, que por muchos
aspectos permanece como ejemplo insuperable de solidez y firmeza ético-política en la historia no
exaltante de Italia. Pero, del otro tío, Bertrando Spaventa, filósofo y estudioso influyente, lo separaba
la ortodoxia hegeliana de ésta y aquella actitud teológica en comparación a la filosofía que definirá
la constante diferencia entre el historicismo de Croce y el idealismo italiano. Croce busco siempre,
quizás de manera casi irreverente, desmentir el error según el cual su hegelianismo provenía de la
frecuentación de su tío . Error lamentablemente no desaparecido, ya que aún hoy en muchos
sumarios para los liceos, rubrican a Croce con la etiqueta: idealismo italiano.
Su verdadero maestro, el único que reconoce como tal, fue Antonio Labriola, cuyas lecciones el
joven Croce seguía a pesar de estar inscripto en la Facultad de Jurisprudencia, donde por otra parte,
no consiguió nunca el título. Se debe también a la intensa relación con el mayor intérprete italiano
del marxismo , el decisivo desplazamiento del joven estudioso de los estudios meramente eruditos
hacia los estudios filosóficos y el compromiso ético-político.
Las referencias fundamentales de Croce, por lo tanto, son fácilmente reconocibles (por su directo
testimonio) en las juveniles lecturas de De Sanctis, en la "concepción platónica-escolásticaherbartiana" y en los estudios de economía, en parte ligados a la interpretación del pensamiento de
Marx. Dicho esto, sería superficial reducir a estas únicas lecturas la procedencia cultural de Croce:
bastaría pensar, en la profunda influencia que ejercieron sobre el filósofo los empiriocriticistas ,
como la corriente de pensamiento más avanzada de la epistemología de la época. Basta pensar en
Mach y en Avenarius y, para otros aspectos, en Poincaré, cuyas reflexiones muestran la verdadera
y
profunda
ruptura
con
la
dominante
mentalidad
positivista.
Del herbartismo Croce toma en parte, el sentido de la distinción y la claridad del pensamiento; de
De Sanctis la capacidad de concebir la actividad artística de su autonomía (una vez más la
distinción), y del marxismo la identificación de lo útil como categoría espiritual positiva.
Pero no se debe ceder a la tentación del esquematismo y encasillar como una especie de
rompecabezas las distintas doctrinas y las muchas lecturas que milagrosamente habrían constituido
el pensamiento de Croce. En realidad, el trabajo crociano se revela muy sufrido y tiene su génesis
en la espontánea propensión a buscar siempre lo concreto, aquello que de individual se puede
tomar en la única realidad que nos es dada a conocer y experimentar, nuestra vida; o sea la historia
en la cual estamos siempre inmersos, y de la cual no podemos nunca emerger definitivamente si
no es con la muerte. Encontramos en los orígenes del pensamiento crociano a De Sanctis, más que
a Herbart, el marxismo, en tanto historicismo. Del gran crítico y de la consuetudinariedad con
Spaventa y Labriola, Croce llega a Hegel y Vico, sus dos autores de la madurez, los grandes
filósofos cuyo estudio sistemático acompañará la escritura de las grandes obras que componen "La
Filosofía del Espíritu", a través de los cuales llegará a la gran tradición de la filosofía y con los cuales
se confrontará con los grandes temas de la dialéctica, del concepto, del juicio y de la lógica de la
filosofía
hasta
los
últimos
escritos
sobre
la
vitalidad.
Si en estos años, como se ha dicho, el problema de fondo consiste en la superación del naturalismo
materialista-positivista y del democraticismo en parte ligado a la cultura positivista (es bueno quizá
recordar que fue justamente la lectura de Marx la que llevó a influenciar a Croce, como él mismo
recuerda, de la abstracción de cierto democraticismo y socialismo), rápidamente el filósofo se
encontró enfrentando aquel "sensualismo y decadentismo" que avanzaba, al mismo tiempo, con el
irracionalismo europeo más general, en el cual se puede rastrear los inicios de los movimientos
totalitarios
que
irían
a
escandalizar
al
mundo
entero
en
pocos
años.
La posición de Croce entre el racionalismo y el irracionalismo, es por lo tanto original en el panorama
de la filosofía de esa época. Antipositivista y antirracionalista, el filósofo italiano participa y no
participa podríamos decir, del movimiento general antipositivista de comienzos de siglo. Si los
parangones fueran posibles, nos llevaría a parangonar la posición especulativa e incluso psicológica
de Croce, a aquella asumida por Hegel en la "Fenomenología del Espíritu" de 1807, en relación con
el debate de su tiempo: antiiluminista pero no romántico hasta el fondo como sus jóvenes amigos.
Si se piensa en la asociación con Gentile, a las comunes batallas conducidas contra tantos
científicos positivistas por el renacimiento "idealista" en Italia ¿cómo puede la ruptura con el filósofo
siciliano (filosófica, antes que política) sobre el gran tema de la lógica de los distintos, no recordar
la polémica hegeliana con la filosofía de Schelling, "la noche en la cual todas las vacas son negras"?
Esta interpretación puede ser apoyada por muchos hechos, desde el gusto crociano, que conducía
el filósofo al preferir a Carducci (cuya escuela crítica la concibe muy inferior a aquella de De Sanctis),
poeta "viril" respecto a tantos poetas "decadentes" de moda en ese momento , a la escritura, al
estilo apasionado sin duda, complejo y trabajado pero nunca oscuro o sensual, retórico o vanamente
buscado. Bastaría pensar una vez más en precursores, en Vico, Hegel (y como veremos Kant) en
Macchiavello, Marx, en De Sanctis, cuya originalidad y creatividad consiste en aquella capacidad
de ser innovadores sin ser bizarros, en estar arraigados en la historia sin ser tradicionalistas . Pero
la
prueba
decisiva
es
la
obra
misma
de
Croce,
su
filosofía.
Queriendo rastrear el hilo rojo que recorre el pensamiento crociano, podríamos identificarlo (lo
veremos en detalle en los próximos capítulos) en la libertad como principio moral y método de
interpretación de la realidad: no únicamente porque durante y después del fascismo él delineará
una verdadera y propia concepción liberal de la vida, sino porque siempre su pensamiento busca
librar a la actividad humana de todo vínculo exterior o naturalista. Ya fuese la vieja y siempre
reiterada metafísica del ser, el principio, la totalidad, o la aparentemente opuesta metafísica de la
materia como absoluto determinante; ya fuese el determinismo naturalista tendiente a involucrar al
hombre en leyes científicas opresivas, o el sensualismo irracionalista que reduce la libertad creativa
a mera sensación psicofísica.
Estas disposiciones opuestas y tan distintas, encuentran un punto común en la objetiva limitación
de la libertad individual, aún cuando como en el caso del dannuncianismo se presenta como
imprudente ideología del libertinaje. Falsa libertad, como suenan falsos tantos aparentemente
desprejuiciados,
recónditos
y
escondidos
sentimientos.
En esta oposición sólo en parte (en una pequeña parte) mediación dialéctica de los varios
movimientos culturales de su tiempo, es posible rastrear la fuerza y originalidad del pensamiento
crociano y también uno de los motivos del sustancial rechazo (una suerte de inconfesada antipatía)
de
parte
de
la
cultura
italiana
y
no
sólo
italiana
a
la
obra
de
Croce.