Barcelona medieval: un viaje en el tiempo 700 años atrás por la Ciudad Condal

Desde Portal de l’Àngel hasta el Pla de Palau, pasando por Portaferrissa, el Castell Nou o la antigua judería: la ruta medieval definitiva de Barcelona.

Barcelona medieval: un viaje 700 años atrás a la Ciudad Condal

Alamy

El medievo fue una de las épocas de mayor esplendor de Barcelona. En medio de un mundo oscuro y feudal, la ciudad comenzó a adquirir su espíritu libre y cosmopolita espoleado por el comercio y la riqueza venida de todos los rincones del Mediterráneo.

700 años después es todavía fácil imaginar y recorrer la ciudad como era entonces. Las piedras de muchas fachadas de la Ciudad Condal han permanecido como testigos silenciosos de una historia que la mayoría de transeúntes ignora en su rutina diaria.

El recorrido comienza en Portal de l’Àngel, cuyo nombre no tiene otro origen que ser una de las puertas de entrada en la muralla de la ciudad. Para hacerse una idea, la muralla medieval de Barcelona seguía todo el actual perímetro de las Rondas de Sant Pere, Sant Pau i Sant Antoni, la calle Pelai, y luego se cerraba hacia el mar por el Born y el inicio del Paral.lel, incluyendo las Drassanes en su interior.

Interior de la parroquia de Santa Anna

Alamy

El Paseo de Gràcia no era más que un camino de tierra rodeado de campos (y así lo fue hasta el siglo XIX). Una vez dentro de la ciudad, se gira por la calle de Santa Anna, y ahogada por los altos edificios, verás la plaza de Ramón Amadeu, con la Parroquia de Santa Anna, un monasterio del siglo XII vinculado a la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.

En la actualidad la iglesia mantiene diferentes actividades sociales, sobre todo, de acogida a jóvenes extranjeros en situación vulnerable. Es un buen inicio para recordar que la Barcelona de los siglos XIV y XV era una urbe multicultural, donde convivían cristianos, judíos y musulmanes, así como razas de diferentes pueblos del Mediterráneo.

Como sucede hoy, muchos venidos de fuera eran ciudadanos de segunda o privados de derechos, incluso esclavos traídos a la fuerza después de las numerosas guerras que libró la Corona de Aragón.

La ruta continúa bajando por la calle Bertrellans, para cruzar por la plaza de la Villa de Madrid, donde se encuentran unos restos de sepulcros romanos. La ciudad romana es otra joya de Barcelona, pero no es tan fácil de imaginar como la ciudad medieval, de la que se conservan decenas de edificios intactos y la trazada de las calles.

Puerta de la parroquia de Santa Anna

Alamy

Después se baja por la calle d’en Bot hasta Portaferrissa, donde hay que acercarse a La Rambla, a la derecha. Ahí se encuentra un mural de azulejos que representa otra de las puertas de la primera muralla medieval, que recorría toda La Rambla hacia el mar.

Esta calle emblemática de Barcelona por la que hoy transitan miles de turistas era una riera natural de barro y hierba. El rey Pedro el Ceremonioso amplió la muralla por este lado, encerrando lo que es el actual barrio del Raval, que permaneció casi sin edificaciones a lo largo de cientos de años.

Volviendo atrás por Portaferrissa, se gira por la calle Petritxol, donde se puede parar a desayunar en La Pallaresa, un local mítico de chocolate con churros.

Siguiendo por Petritxol, se llega a la basílica de Santa María del Pi, del siglo XIV, en la que hay que dejarse asombrar por las luces que en su interior proyecta su espectacular rosetón. El camino continúa por la calle de n’Alsina hasta la calle de la Boquería (otra de las puertas antiguas de la primera ciudad medieval), que en la época estaba plagada de tabernas.

El mural de azulejos en Portaferrissa representa otra de las puertas de la primera muralla medieval

Alamy

Por la calle de l’Arc de Santa Eulàlia, donde los romanos tuvieron presa a la patrona de Barcelona, se llega a la calle Ferran. Ahí está la iglesia de Sant Jaume. La fachada y el interior son posteriores a la época medieval, cuando se construyó con el nombre de Parroquia de la Santíssima Trinitat. El escudo de encima, con una estrella de David, recuerda que el templo fue levantado por los judíos conversos que, en la mayoría de los casos, abrazaban el cristianismo para salvar la vida.

Desde Ferran, se sube por Avinyó hasta el inicio de la calle del Call. Encima de la clásica sombrerería Obach todavía queda una pequeña ventana de lo que en su día fue el Castell Nou, una fortificación que se construyó después de que Almanzor saquease la ciudad. El Castell Nou se convirtió en una de las entradas a la judería de Barcelona y dentro de sus muros se produjo una de las más terribles persecuciones contra los judíos en el año 1391.

La judería estaba aislada del resto de la ciudad, como se puede ver todavía en una de las fachadas de la calle del Call: los restos de un arco de piedra recuerdan que ahí había una puerta que cerraba la calle. Lo mismo sucedía en otros extremos del barrio. El recorrido sigue por la calle de l’Arc de Sant Ramon del Call, en cuya esquina se puede parar a probar una de las increíbles variantes de café del Satan’s Coffee Corner.

Sinagoga Mayor de Barcelona, una de las más antiguas de Europa

Alamy

De ahí se va a la calle de Salomó ben Adret, que en su cruce con la calle Marlet, si se mira arriba, se pueden ver palacios de los judíos del siglo XIV. Muchos judíos de la época eran sabios cultivados y su pericia para el comercio les hizo amasar fortunas. En el mismo cruce está la antigua sinagoga, que data del siglo III. También está ahí el Idea Bar, el mejor lugar para acabar la noche si se hace el recorrido por la tarde, con música en directo los viernes.

La ruta sigue por la calle de la Fruita y luego por Sant Honorat, pasando por la fachada medieval del palacio de la Generalitat. Por Sant Sever se llega a la calle del Bisbe, donde hay que asomarse al patio del palacio del Arzobispado, que se conserva tal como era en la época medieval, cuando también era la sede del poder religioso. Al lado está la plaza de la Catedral, de obligada visita.

No hay que dejarse engañar por su impresionante fachada Gótica, que no se construyó hasta finales del siglo XIX. De hecho, hasta entonces fue un muro casi plano y, es altamente probable que su entrada noble estuviese en el lateral de la calle dels Comptes, donde se alza la torre.

La Catedral fue construida por el rey y la Iglesia, como símbolo del poder de ambas instituciones. Una muestra de ello es el claustro abierto con palmeras, fuentes y numerosos detalles arquitectónicos.

La plaza del Rei, donde está el antiguo palacio de los reyes de Aragón

Alamy

Seguimos por la calle de la Pietat hasta la plaza del Rei, donde está el antiguo palacio de los reyes de Aragón. Durante la Corona de Aragón, este edificio se usó para alojar al rey cuando venía a Barcelona, donde despachaba en el salón del Tinell (lo que sería un salón del trono). En el interior del palacio está también el Museo de Historia de Barcelona y la capilla real de Santa Àgueda.

El recorrido continúa por la calle del Veguer hasta Jaume I, donde se puede ir hacia la plaza de Sant Jaume y ver la entrada antigua del ayuntamiento en la calle de la Ciutat. Entonces se llamaba Casa de la Ciutat y allí se reunía el Consejo de Ciento, una institución formada por representantes de los gremios y diferentes prohombres que gobernaban la ciudad.

Volviendo a la plaza Sant Jaume, puede verse en la calle del Bisbe el arco elevado del Pont del Bisbe, que conecta el actual palacio de la Generalitat con otros edificios. Arcos como este eran comunes en toda la ciudad para que los altos estamentos pudiesen desplazarse por ella sin pisar el barro de las calles por el que transitaba el resto.

El Pont del Bisbe, en el barrio gótico

Getty Images

Por la Baixada de la Llibretería se llega hasta la plaza de l’Àngel, antes conocida como plaza del Blat y donde se ejecutaban a los reos condenados a muerte de las peores formas imaginables. La Via Laiteana rompe el trazado de callejuelas de la época, que se cruza para bajar, por la calle de l’Argenteria, hasta la monumental Santa María del Mar.

Si la Catedral fue construida por el rey y la Iglesia, el pueblo construyó su propia catedral a lo largo del siglo XIII, con piedras traídas a la espalda desde la montaña de Montjuïc. Si uno se fija bien en las pequeñas esculturas de los capiteles de su pórtico de entrada, salen retratados los bastaixos que levantaron el templo, dirigidos por el arquitecto Berenguer de Montagut, también artífice de la Catedral de Palma.

Saliendo de Santa María, se llega al paseo del Born, un antiguo mercado del barrio de la Ribera, que entonces estaba poblado por marineros. La alargada plaza también se usaba para celebrar torneos medievales de caballeros.

Los bastaixos, detalle de la puerta principal de Santa María del Mar

Alamy

A la izquierda está la calle Montcada, en la que se pueden observar los patios abiertos de los palacios de los patricios de Barcelona de los siglos XIV y XV. Esta calle vendría a ser entonces la avenida Pearson actual de la Ciudad Condal.

Tras la larga caminata, puede cerrarse el recorrido en Sagàs, donde se encuentran unos de los mejores bocadillos de Barcelona, en el Pla de Palau. Y si aún quedan fuerzas en las piernas, se puede volver en otro momento a visitar las Drassanes, también fundadas en la época medieval y que ahora son el Museo Marítimo de Barcelona.

Otra visita interesante es el antiguo Hospital de la Santa Creu en la calle del hospital, en el Raval. Fue uno de los hospitales más importantes de Europa y se ha conservado perfectamente desde que se construyó hace poco más de 600 años.

Las Drassanes Reials, sede del Museo Marítimo de Barcelona

Alamy

Ver más artículos

Todo sobre Barcelona