La infanta Isabel Clara Eugenia
1598 - 1599. Óleo sobre lienzo, 112 x 89 cmDepósito en otra institución
Desde un punto de vista formal, este retrato de la infanta está a medio camino entre sus efigies de la corte española y las pintadas por Rubens, y fue realizado cuando ésta se había convertido ya en gobernadora de los Países Bajos. Aún conserva rasgos netamente españoles, pero ya presenta otras características que serán distintivas de su imagen como archiduquesa. La infanta aparece representada de algo más de medio cuerpo, girada tres cuartos hacia su izquierda y situada en un estricto primer plano compositivo, únicamente aligerado por la inclusión de una ventana, en el extremo superior derecho, que se abre a un segundo plano de paisaje montañoso, composición que sigue el método convencional del cuadro dentro del cuadro. Sostiene entre sus dedos, de forma bien visible, el retrato en miniatura de su padre, el rey Felipe II, ya anciano, muy semejante al semblante con el que es retratado por Pantoja de la Cruz en sus últimos años de vida, como en el retrato de cuerpo entero de la biblioteca del Escorial. La referencia al hombre validador de sus derechos es un recurso frecuentemente usado en los retratos femeninos, y en especial en el caso de dicha infanta. De este modo pretende explicitarse su ascendencia, aparte de expresar de alguna manera la gran proximidad sentimental a su progenitor. Esta será la iconografía más frecuente en los retratos de Isabel Clara Eugenia durante su etapa española, mientras se trataba de fundamentar sus derechos hereditarios sobre el gobierno de los Países Bajos. El detalle recurrente del retrato paterno en miniatura desaparecerá en su etapa matrimonial, al pasar a depender de otra figura masculina. En sus retratos de Flandes aparece junto a su esposo, o en solitario, pero haciendo pendant con el retrato de su marido, el archiduque Alberto. Atendiendo a la indumentaria de la retratada, se podría pensar que la obra corresponde a un momento posterior a la muerte de Felipe II, como denota el gran cuello de blonda, del tipo denominado "lechuguilla punteada". El tipo de peinado -llamado "de alto copete", adornado con diadema de forma puntiaguda, característico de las damas cortesanas y típicamente español- es muy similar al que luce desde la década de los noventa y durante sus años de gobernadora en Flandes. El detalle del collar de perlas y la manera en que va prendido al pecho aparece en todos los retratos de la infanta en la última década del siglo XVI. El retrato estuvo atribuido con anterioridad a Bartolomé González, y posteriormente catalogado como perteneciente a la escuela de Alonso Sánchez Coello. Estilísticamente, la factura del cuadro parece próxima a la del retrato de la infanta que se conserva en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid y que se atribuye a Pourbous el Joven. El retrato podría haberse realizado entre los años 1598-1599, en fecha cercana al fallecimiento del rey Felipe II, momento en el que la infanta tenía unos treinta y dos años, lo que parece encajar con el aspecto del semblante reflejado en la obra.
Sánchez del Peral y López, J. R., La infanta Isabel Clara Eugenia (h. 1598-1599).. En: Ruiz Gómez, L.: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006, p.56, n. 7