El techo del mundo

La invasión británica del Tíbet: el gran juego por el control de Himalaya

En 1904 los británicos invadieron el ancestral reino del Himalaya para impedir que el Dalái Lama se aliara con los rusos, lo que pondría en peligro a la India y las rutas comerciales que llevaban a China.

Fue el escritor Rudyard Kipling quien puso el nombre de El Gran Juego a la lucha que mantuvieron británicos y rusos por el control del Himalaya. Por entonces los múltiples principados que punteaban el techo del mundo eran una inmensa e inaccesible tierra de nadie que se extendía entre los dos grandes imperios de Asia, entre ellos ninguno era tan apetecible como el reino del Tíbet, que a principios de siglo XX cubría una área tan grande como España y Francia juntas.

Aunque la región llevaba formando parte intermitentemente de China desde el siglo XIII, la decadencia de la dinastía Qing permitió al Dalái Lama gobernar de manera autónoma desde su capital de Lhasa. Sin embargo el vacío dejado por Pekín pronto fue ocupado por las dos grandes potencias emergentes de la zona, Rusia y Gran bretaña, que empezaron a disputarse la zona.

La amenaza rusa

En 1899 George Curzon llegó a la India para asumir el cargo de virrey. Como gobernador de la más brillante joya del imperio Curzon tuvo que enfrentarse al creciente expansionismo ruso, que se acababa de anexionar las regiones de Merv y Pamir en la frontera de Afganistán con Persia y la India. 

La influencia rusa había también penetrado a finales de siglo en el Tíbet, gracias al monje budista Argvan Dorjieff, un agente del Zar que consiguió ganarse la confianza del 13º Dalái lama Thubten Gyatso, quien inició contactos diplomáticos con el Imperio Ruso.

13thDalaiLama1910

13thDalaiLama1910

Fotografía de Thubten Gyatso tomada en 1910, tras su regreso del exilio en Mongolia. El 13º Dalái Lama mantuvo un equilibrio entre los diferentes imperios que pugnaban por controlar el Tíbet, e incluso logró independizarse de China tras un levantamiento armado en 1913.

Wikimedia Commons

Con las manos atadas por las guerra que libraban contra los bóers en Sudáfrica los británicos no pudieron hacer nada hasta 1902, cuando al fin terminó el conflicto. La situación era aún más favorable para un contraataque en el Himalaya gracias a los japoneses, que estaban decididos a declararle la guerra a Rusia para apoderarse de la estratégica base naval de Port Arthur en Manchuria, lo que sin duda impediría al Zar acudir en ayuda del Dalái Lama.

Lord Curzon LCCN2014696090

Lord Curzon LCCN2014696090

Lord Curzon (arriba) fue uno de los más firmes defensores del dominio británico en Asia, una de sus frases más célebres fue: "mientras gobernemos la India seremos el poder más grande del mundo, si la perdemos pasaremos a ser una potencia de tercera".

Wikimedia Commons

Esta favorable sucesión de acontecimientos allanó el camino para Lord Curzon, quien envió una carta al Dalái Lama exigiéndole que rompiera relaciones con los rusos. Pese a las amenazas del lord británico, ningún ejército occidental había entrado nunca en el reino, de modo que Thubten se negó desdeñosamente a someterse. El virrey  envió entonces  una embajada para entrevistarse con el divino rey tibetano, pero esta fue detenida en la frontera y mandada de vuelta a la India.

Los británicos invaden el Tíbet

Con las negociaciones fracasadas parecía que solo las armas podrían arrancar el Tíbet del control ruso, de modo que se organizó una expedición en 1903 al mando del general James R.L. Macdonald y el coronel Francis Younghusband, con el objetivo de invadir el reino y obligar al Dalái Lama a ponerse bajo la tutela británica por la fuerza. 

Native Infantry Younghusband 1904

Native Infantry Younghusband 1904

Soldados sijs del contingente británico durante la campaña del Tíbet. Indios y nepalíes formaban el grueso de la expedición, equipados eso sí con modernas armas occidentales.

Wikimedia Commons

Tras algunas escaramuzas fronterizas los británicos entraron en el Tíbet en pleno invierno, el 11 de diciembre de 1903. Con solo 3.000 hombres  acompañados de 6.000 porteadores podía parecer que se trataba de una fuerza insuficiente para adueñarse de tan vasta región, pero pronto su armamento moderno empezó a marcar la diferencia.

De todos modo el primer enemigo al que tuvieron que enfrentarse los invasores no fueron los medievales guerreros tibetanos, sino las durísimas condiciones de la marcha, con temperaturas bajo cero y rudas carreteras de tierra cubiertas por una capa de hielo y nieve, que serpenteaban entre las montañas a más de 4.000 kilómetros sobre el nivel del mar. 

Meeting with tibetans

Meeting with tibetans

Un oficial británico negocia con los tibetanos en enero de 1904. Si bien los primeros pueblos por los que pasaron les ofrecieron techo y alimentos la resistencia aumentó al acercarse a Lhasa.

Wikimedia Commons

La combinación de frío y falta de oxígeno fueron demasiado para Macdonald, quien se habría echado atrás a esperar la llegada de la primavera de no ser por la insistencia de Younghusband de seguir adelante. 

El camino a Lhasa

Pasado lo peor del camino los británicos tuvieron su primera refriega el 31 de marzo de 1904 en el paso de Guru, donde un contingente de 3.000 tibetanos fue dispersado por el fuego de los rifles Martinini-Henri y ametralladoras Maxim, cuyo alcance y potencia de fuego eran infinitamente superiores a los anticuados mosquetes de los defensores.

Tibetan horseman

Tibetan horseman

Un soldado tibetano de caballería a principios de siglo XX. Al ser un estado aislado y sin enemigos a los que combatir salvo algunos bandidos, la modernización del ejército nunca había sido una prioridad para el Tíbet.

Wikimedia Commons

Dejando entre 700 y 1.000 muertos sobre la carretera nevada los tibetanos se retiraron hacia Lhasa, al tiempo que los humanitarios británicos establecían un hospital para cuidar de los pocos que habían sobrevivido a la carnicería. El avance prosiguió a lo largo del mes de abril, con Younghusband encabezando la marcha y Macdonald remoloneando en retaguardia, donde supervisaba la cadena de suministros sin exponerse al peligro. 

Wounded Tibetan in British hospital (c  1904)

Wounded Tibetan in British hospital (c 1904)

Tibetanos heridos en el hospital de campaña de Guru. Esta fotografía fue tomada por uno de los miembros de la expedición en 1904.

Wikimedia Commons

En junio los británicos alcanzaron la fortaleza de Gyantze, el último escollo que tendrían que superar antes de entrar en la sagrada capital del Tíbet. Construido encima de una empinada colina rocosa, este castillo del siglo XIV albergaba una guarnición de varios cientos de tibetanos equipados con unos pocos cañones de hierro.

iStock 177030176

iStock 177030176

El castillo de Gyantze Dzong controlaba la ruta que llevaba de la India a Lhasa y China. Tras un asedio de menos de dos semanas la fortaleza claudicó y el camino quedó abierto hacia la capital tibetana.

iStock

De nuevo la superior tecnología británica marcó la diferencia: tras dos semanas de bombardeo con artillería de montaña los proyectiles explosivos abrieron brecha en las murallas, y los gurkhas tomaron la fortaleza el 6 de julio. Con esta última victoria el camino a Lhasa quedaba expedito, y los británicos entraron en la capital el 3 de agosto, solo para encontrarse con que el Dalái Lama había huido a Mongolia. No volvería al Tíbet hasta 1909.

Tibet, Dalai Lama, Le Petit Journal   Thibet Le Dalaï Lama de Lhassa fuit la domination anglaise (cropped)

Tibet, Dalai Lama, Le Petit Journal Thibet Le Dalaï Lama de Lhassa fuit la domination anglaise (cropped)

El Dalái Lama parte hacia Mongolia en esta ilustración del diario Le Petit Journal publicada el 20 de noviembre de 1904 en París.

Wikimedia Commons

En ausencia de la mayor autoridad del reino, Younghusband obligó a sus ministros a ratificar una convención que lo situaba firmemente bajo la influencia británica. Además de una prohibitiva sanción de siete millones de rupias, los tibetanos levantaban todos los impuestos a los productos británicos y se comprometían a no establecer relaciones diplomáticas con otras potencias extranjeras. Para garantizar su cumplimiento se estableció una guarnición británica en el castillo de Gyantze, desde la cual se protegería la ruta hacia el paso de Sikkim y la India.

Lhasa gateway 1905

Lhasa gateway 1905

La entrada a Lhasa con el palacio de Potala al fondo en una fotografía de 1905. Los británicos solo permanecerían en el Tíbet un par de años, devolviéndoselo a los chinos en 1906.

Wikimedia Commons

Con todo el control británico del Tíbet fue más bien efímero, la tremenda derrota que sufrieron los rusos frente a Japón ese mismo año acabó con todas sus ambiciones coloniales en el Himalaya, por lo que al desaparecer la amenaza Curzon devolvió la soberanía del reino a China en 1906. De hecho el Tíbet lograría sacudirse el yugo de Pekín tras una revuelta en 1913, disfrutando de un breve período de independencia hasta la invasión de los soldados de Mao en 1950.