Alfonso XIII, muerte en el exilio

Alfonso XIII, muerte en el exilio

El bisabuelo de Felipe VI falleció el 28 de febrero de 1941 en Roma, casi diez años después de perder el trono por la proclamación de la Segunda República.

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Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, coronado como Alfonso XIII y también llamado "el Africano" –por su implicación en la Guerra del Rif–, fue rey de España desde su mismo nacimiento en 1886, si bien no asumió el poder efectivo hasta cumplir los dieciséis años (el 17 de mayo de 1902). Sin embargo, su reinado no duraría hasta su muerte: tras proclamarse la Segunda República el 14 de abril de 1931, renunció a la Jefatura del Estado –aunque sin abdicar formalmente– y esa misma noche abandonó el país en un buque de la Armada rumbo a Marsella.

Su trayectoria como monarca tuvo más sombras que luces. Entre estas últimas, cabe destacar la modernización del Estado, la creación de la Ciudad Universitaria de Madrid y acontecimientos como la Exposición Universal de Barcelona o la Iberoamericana de Sevilla (ambas en 1929). Entre las primeras, la Guerra de Marruecos, un creciente descontento social que dio lugar a numerosas revueltas, como la Semana Trágica de Barcelona (1909), que fue el caldo de cultivo que acabó generando la llegada de la República; y la dictadura de Primo de Rivera. También, aunque esto es más una anécdota que otra cosa, fue el primer productor español de películas pornográficas (guionizó, costeó y produjo dos películas de entre 20 minutos y media hora).

Sería precisamente el apoyo que desde el principio mostró hacia el golpe de Estado de Primo de Rivera lo que condenaría para siempre a Alfonso XIII. El rey, la máxima autoridad del estado español por aquel entonces, había decidido colaborar con un militar golpista y entregar la escueta democracia bipartidista en la que vivía el país como rehén a cambio de una momentánea estabilidad social. Cuando Primo de Rivera abandonó el poder en 1930, Alfonso XIII intentó fingir que nada había pasado y reinstaurar el viejo sistema de turnismo político, pero ni los partidos políticos ni las clases populares estaban dispuestos a olvidar todo lo que había pasado.

Desde Marsella, Alfonso XIII marchó a París, primera escala de un exilio poco edificante que transcurrió en hoteles de lujo de diferentes ciudades europeas, cuyas elevadas facturas costeó con el dinero previamente evadido de España y depositado en cuentas bancarias suizas e inglesas. Al poco tiempo de iniciar este periplo, el ya ex rey se separó de su mujer, Victoria Eugenia de Battenberg. En 1935 se instaló en la Roma fascista de Mussolini, desde donde apoyó fervientemente al bando sublevado al estallar la Guerra Civil española en 1936.

Alfonso XIII pensaba que los planes de los sublevados pasaban por derrocar al gobierno de la Segunda República y reinstaurar el sistema previo a 1931, con él a la cabeza. Pero Franco, que había sido promocionado por el propio rey pero en el fondo lo despreciaba, enseguida le dejó claro que no tenía prisa por restaurar la monarquía y que, en todo caso, esa restauración no pasaba por su persona. Así las cosas, en enero de 1941, acabada la guerra e iniciada la dictadura franquista, Alfonso XIII renunció a la jefatura de la Casa Real en favor de su hijo Juan, pero este no tendría mucha mejor suerte en lo que a sentarse en el trono se refiere. Fue su último acto político antes de fallecer, el 28 de febrero de ese mismo año, en el Gran Hotel de Roma a causa de una angina de pecho. Su nieto, Juan Carlos I, repatriaría sus restos en 1980.

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