La triste historia de Alejandro de Grecia, el olvidado tío de Constantino y Sofía que murió por la mordedura de un mono en Tatoi

En 1920, un mono acabó con la vida del joven rey en el palacio de Tatoi. Al morir sin hijos varones, la Corona pasó unos años después a su hermano pequeño, Pablo de Grecia, padre de la reina Sofía y Constantino II. 
Alejandro de Grecia en 1916, un año antes de convertirse en reyGetty

El 2 de octubre de 1920, un penoso accidente dio un vuelco a la sucesión al trono de Grecia al acabar con la vida del entonces rey de los helenos, Alejandro I. Ocurrió en el palacio de Tatoi, cerca del lugar en el que unos días después el rey fue enterrado y donde desde hace poco más de una semana reposan también los restos mortales de su sobrino, Constantino II de Grecia

Alejandro I, quien en aquel entonces tenía 27 años y llevaba solo tres en el trono, había salido a pasear con su pastor alemán, Fritz, por los terrenos del palacio de Tatoi. De pronto, el mono del administrador de los viñedos de la familia real en Tatoi se abalanzó sobre el perro y empezó a morderle. El rey Alejandro se apresuró a separar al mono de Fritz, pero un segundo mono se unió a la pelea y le atacó a él, mordiéndole varias veces en la pierna y el vientre. 

Las heridas eran profundas. Sin embargo, el monarca no le dio demasiada importancia al accidente, del cual ni siquiera quiso que se informara. Alejandro se equivocaba. Esa misma tarde, las heridas se infectaron y el rey enfermó gravemente. Sus médicos habían considerado la posibilidad de amputarle una pierna, pero no llegaron a tomar la decisión, lo que provocó poco después la infección se hubiera propagado por todo el cuerpo del joven monarca. El 25 de octubre, tras tres semanas de fiebre y dolores, murió de septicemia Alejandro I. 

Su final fue doblemente trágico, porque la turbulenta situación política que se daba esos años en Grecia hizo que su familia no pudiera acompañarle.

Los reyes Constantino y Sofía de Grecia con sus hijos: Jorge II, Alejandro I, Elena, Pablo e Irene en 1904Getty

En 1917, solamente un día después de la subida al trono de Alejandro I, la familia real griega había abandonado Tatoi para partir hacia el extranjero. El rey Constantino I, padre de Alejandro, había sido forzado al exilio por el Gobierno de Venizelos, entonces primer ministro de Grecia y enemigo de la familia real, quien tras librarse de él dispuso el traspaso de la Corona al joven Alejandro por considerarle una persona más fácil de someter a su voluntad. 

Así, cuando Alejandro I cayó enfermo en Tatoi, su familia se encontraba exiliada. El gobierno griego solo autorizó a la reina Olga, viuda del rey Jorge I, a regresar a Grecia para acompañar a si nieto, pero cuando la reina llegó a Atenas hacía ya doce horas que había muerto. 

Alejandro I y su mujer, Aspasia de Grecia, en 1920

Cordon Press

Hemos dicho que el final de Alejandro I fue doblemente trágico. En realidad, lo fue por partida triple, porque solo un año antes el rey había conseguido casarse con su novia, Aspasia Manos, una chica griega de origen aristócratico a la que conocía desde niño.

Mucho costó este triunfo del amor para lo poco que pudieron disfrutarlo los enamorados. A pesar de que Aspasia descendía de una de las mejores familias de la aristocracia helena (incluso había nacido en Tatoi) el rey Alejandro había tenido que casarse con ella en secreto, pues sus padres, Constantino I y Sofía, no aceptaban su matrimonio con ella por ser morganático o desigual. Tampoco gustaba demasiado el noviazgo del joven rey con Aspasia al primer ministro de Grecia, quien al parecer prefería que Alejandro I se casara con la princesa María de Reino Unido pensando que eso fortalecería las relaciones con este país. Así, cuando finalmente se hizo pública, la boda causó tanta polémica en Grecia que marido y mujer tuvieron que abandonar un tiempo Atenas, sin que a por otro lado se permitiera a Aspasia tener el título de reina consorte. 

En 1920, de regreso ya en Tatoi, Aspasia de Grecia se quedó embaraza de su primer hijo con Alejandro, una niña a la que tristemente este último no vivió lo bastante para llegar a conocer. Cinco meses después de la muerte del rey, nació la que con el tiempo sería reina consorte de Yugolavia, la princesa Alejandra, llamada así en su honor. 

La temprana muerte de Alejandro sin hijos varones hizo que el trono revirtiera a su padre, Constantino I. Después, la Corona pasó a su hermano mayor, el rey Jorge II, y finalmente, tras la muerte de este último en 1947, al hermano pequeño de Alejandro I, el rey Pablo I, padre de la reina doña Sofía y de Constantino II de Grecia. Entre todos estos sucesores descansa desde hace más de  un siglo en Tatoi, aunque en su tumba se le identifica solo como príncipe: Constantino I nunca abdicó, por lo que para la familia real griega Alejandro jamás fue un rey legítimo. 

En cuanto a Aspasia de Grecia, tras dar a luz comenzó a tener buena relación con la familia real griega, cuyos miembros respiraron tranquilos en cuanto comprobar que su bebé era una niña y un heredero varón (en la monarquía helena, las mujeres no podían reinar). En 1922, se concedió a la viuda de Alejandro I el título de princesa de Grecia y Dinamarca. Los últimos años de la princesa Aspasia transcurrieron en una de las villas más célebres de Venecia, pero esa es otra historia.