Yo vigilo el camino (1970), de John Frankenheimer

Un pueblecito de la América profunda. Un sheriff atribulado por la edad y la monotonía de su vida matrimonial y familiar, y con un trabajo aburrido. Se sentirá fascinado por una jovencita que forma parte de una familia cuyo padre está inmerso en oscuros negocios con una destilería clandestina. Cuando un agente federal llega al lugar para investigar, se produce el enfrentamiento, también azuzado por un ayudante demasiado concienzudo, frente a la visión del protagonista de hacer la vista gorda, pues no hacen daño a nadie y completan así sus exiguos ingresos económicos. Todo ello según la novela “An Exile”, de Madison Jones transformada en guión cinematográfico por Alvin Sargent, uno de los grandes escritores del séptimo arte ganador de dos Oscar por Julia (1977) y Gente corriente (1980).

La película se beneficia del formato ancho de pantalla, que fotógraficamente juega con inteligencia con las líneas que se mencionan en el título original. De consciente ritmo cansino, todo un reto para un director del dinamismo de John Frankenheimer, sufrió algunos cambios en la mesa de montaje, quizá el más significativo fue que se añadió una canción de Johnny Cash, “I Walk the Line”, con tanta relevancia que incluso se adoptó como título original del filme en detrimento del elegido en primer lugar, September Country. Sea como fuere, ayuda a crear el buscado "mood", a lo que ayudan los silencios y sobreentendidos, tan importante es lo que se dice como lo que no se dice.

Está estupendo Gregory Peck, como el sheriff de vuelta de todo, encendido de nuevo por la pasión, mientras que las dos actrices Tuesday Weld y Estelle Parsons simbolizan la novedad de la juventud, y la rutina de la esposa previsible. Y se acierta con algunos actores no profesionales, como el que da vida al padre del protagonista, que refleja bien ese tipo de personajes que se han conformado con la vida que les ha tocado.