Algunos lo llaman un iluminado con visiones superiores del alma humana y el Universo. Para otros, William Blake fue tan sólo un tipo extravagante que sobrevivía a duras penas haciendo impresionantes grabados y una poesía inolvidable donde cuestionaba a la humanidad, como “La rosa enferma” o “El tigre”. Los críticos y la historia del arte lo catalogan como un prerromántico. Su temprana formación no se dio en colegio alguno, fue en parte autodidacta y en parte personalizada gracias a que su madre, Catherine, le daba clases en su hogar. Tanto ella como su marido siempre impulsaron el carácter artístico de Blake.
Al cumplir los diez años asistió a la escuela de dibujo de Henry Pars para después comenzar una preparación como grabador en los talleres de William Ryland y James Basire, sin embargo, su carácter soñador y melancólico lo hicieron refugiarse en la abadía de Westminster, a donde se fue a pintar y copiar las formas góticas que conforman el arte de este lugar.
Death’s Door (1865)
En la Royal Academy of Arts conoció a los artistas John Flaxman y Henry Fuseli, especialmente con éste compartiría el mismo gusto por la pintura fantástica en lugar de los paisajes y naturalezas simples que dominaban el arte inglés de aquella época. Su gusto por la poesía de John Milton les daría la libertad para plasmar en sus pinturas visiones humanas que se alejaban de la realidad.
Llegado el año de 1782, se casa con Catherine Boucher, una mujer que pese a no tener el mismo grado artístico ni educativo de su marido, se convertirá en su fiel pareja hasta la muerte de Blake y en su principal colaboradora al llegar a dominar las técnicas de grabado. Boucher era hija de un florista ambulante que a duras penas lograba sacar adelante a su familia. Blake le enseñó a su mujer a leer y escribir.
The Great Red Dragon and the Woman Clothed in Sun (1805-1810)
El arte visionario del que tanto se ha hablado en torno a Blake tiene diversas historias y opiniones. Algunos biógrafos afirman que el poeta y artista tuvo una visión en la que Dios se le apareció cuando tenía cuatro años de edad. También fue testigo del entierro de un hada cuyo cuerpo reposaba en el pétalo de una rosa. Cuatro años después tuvo un visión donde se le aparecía el profeta Ezequiel. Asimismo, Blake aseguró que vio cómo el alma de su hermano fallecido, Robert, se desprendía del cuerpo de éste. Ya entrada su juventud, durante los largos paseos que solía dar por la campiña inglesa, visiones de ángeles y arcángeles llenaron su imaginación. Asimismo, el tiempo que pasó en la abadía de Westminster estuvo lleno de este tipo de experiencias sobrenaturales que lo iluminaron toda su vida.
William Blake creía en los lados opuestos de la existencia como motor para las ideas y acciones del hombre
Estas extrañas experiencias, que Blake aceptaba como algo natural, le permitieron que su obra gráfica y poética tuviera un halo místico muy agudo donde la presencia de lo sobrenatural, lo bendito y lo omnipresente tienen un brillo muy peculiar. Sus ilustraciones eran un complemento para sus poemas y viceversa, algo pocas veces visto en los artistas de aquella época, quienes se limitaban a escribir o a pintar, pero pocas veces a explorar o complementar su obra de una manera tan íntegra. Toda la información o inspiración divina que recibía de los seres con los que hablaba fue plasmada de manera fidedigna, si es que en verdad lo que Blake veía fuese cierto. Sus metafísicos y místicos relatos le ganaron el apodo de “Bad” Blake (“Loco” Blake).
Nabucodonosor (1795 – 1805)
Blake se inspiró para la construcción de su universo literario y pictórico en temas como el agnosticismo, la alquimia, la cábala hebraica y la astrología, temáticas que hacen que el hombre voltee hacia territorios que no se hallan en la realidad inmediata y que su mente se expanda a otros tipos de verdades. Creía en los lados opuestos de la existencia como motor para las ideas y acciones del hombre, idea que plasmó en su gran obra visionaria Matrimonio del Cielo y del Infierno, que destaca no sólo por una poesía cargada de alusiones bíblicas, sino por unas pinturas que hacían referencia a otro universo y criaturas que plasmaban la evolución del ser humano en algo más al alcanzar la iluminación mental y espiritual. Para Blake, el arte y la religión eran una puerta que podía llevar al ser humano a darse cuenta de su grandeza para obtener conocimiento y verdades que a simple vista eran imposibles de detectar.
“The Entombment” (1805)
Éste es uno de sus poemas más afamados, una muestra de su gran talento con la pluma para crear visiones alucinantes:
Tigre, tigre
Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?
“The Ghost of a Flea” (1819-1820)
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?
Blake quería explorar la verdad del mundo interno y externo de los seres humanos y el ambiente a su alrededor. Por ello es que sus obras son tan difíciles de interpretar tanto en forma como en significado, ya que todo está convenientemente oculto por una marea de misterio. La imaginación es fundamental al momento de desentrañar lo que Blake legó al mundo. Su arte está fuertemente influenciado por las figuras de Miguel Ángel, pintor al que el inglés siempre expresó una profunda admiración.
The Whirlwind: Ezekiel’s Vision of the Cherubim and Eyed Wheels (1803)
La imaginación era el último estadio al que la humanidad tendría que llegar para liberarse de sus propias ataduras y entender la inmensidad del Universo y sus dioses, creía Blake. Sus pinturas son el testigo de que el ser humano era capaz de conectarse con una consciencia superior ya sea de manera natural o simbólica. Blake dejó un legado donde se nos invita a indagar en los secretos más ocultos del destino, del cosmos, de los diversos mundos en los que el ser humano se desplaza.
Blake se despide de nosotros regalando el siguiente poema breve titulado “Eternidad”, mostrando que el conocimiento y el alma humana eran un mismo ente que perseguía la iluminación total:
Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.
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Los mensajes del más allá que Blake recibía, algunos los han achacado a una esquizofrenia que presuntamente este genio del arte padecía. Su obra nos ha ayudado a entender las visiones divinas de un iluminado que viajó a los confines de su imaginación y tal vez del mismo infierno para entregarnos una pintura que nos incita a imaginar las partes invisibles del Universo.