Galileo, el científico perseguido porque desafió fanatismo católico - Radio La Primerisima

Galileo, el científico perseguido porque desafió fanatismo católico Managua. Fuentes múltiples.

Galileo, el científico perseguido porque desafió fanatismo católico Managua. Fuentes múltiples.

Hace 391 años, el 12 de abril de 1633, el padre Vincenzo Maculano da Firenzuola, nombrado inquisidor jefe por el Papa Urbano VIII, comenzó el interrogatorio del físico y astrónomo Galileo Galilei, acusado de herejía por su teoría heliocéntrica, es decir, que la Tierra y los planetas se mueven alrededor del Sol.

Galileo había sido enviado a Roma para someterse a juicio por sostener la creencia, considerada herética (que cuestiona los dogmas católicos), de que la Tierra gira alrededor del Sol. Esta era la segunda vez que el científico debía enfrentar a la Iglesia por negarse a aceptar la teoría geocéntrica.

La primera vez, en 1616, se le había prohibido sostener y defender sus creencias. En 1633, Galileo Galilei fue condenado a prisión y se le impuso recitar una vez por semana los Siete Salmos Penitenciales.

El físico se comprometió a no enseñar más su teoría y pasó el resto de su vida bajo arresto domiciliario. Más de 300 años debieron pasar para que la Iglesia aceptara la teoría de Galileo, uno de los personajes clave de la revolución científica.

Semblanza

Galileo Galilei nació en Pisa, Italia, el 15 de febrero de 1564. Fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico que estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica. Eminente hombre del Renacimiento, mostró interés por casi todas las ciencias y artes (música, literatura, pintura). Sus logros incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones astronómicas, la primera ley del movimiento. Ha sido considerado como el padre de la astronomía moderna, el padre de la física moderna y el padre de la ciencia.

En 1610, el genial científico Galileo Galilei publicó el Siderius nuncius, o “Mensajero estrellado”, una obra en la que presenta al mundo sus notables observaciones con el telescopio recién inventado (los cráteres de la Luna, los satélites de Júpiter). Galileo cuestionó radicalmente la idea de la perfección de los cielos y la centralidad de la Tierra en el universo. De hecho, la aparición del librito se considera uno de los grandes momentos de la historia de la ciencia.

El científico, que puso a prueba antiguas teorías y elaboró otras nuevas tras meticulosos experimentos, cayó en desgracia ante la Iglesia Católica por cuestionar la visión ptolemaica o geocentrista del universo. Declarado culpable de herejía en un juicio celebrado en 1633, Galileo se vio obligado a vivir sus últimos años bajo arresto domiciliario en su villa de la Toscana. Sus descubrimientos y, sobre todo, su enfoque de la experimentación y la comprobación de hipótesis hicieron de Galileo una figura influyente en la revolución científica.

Galileo era mucho más que un matemático: era un profundo conocedor de las artes. Durante muchos años fue un voraz lector de los poetas clásicos que lo inspiraron a experimentar con las formas literarias pero no como mero pasatiempo, pues le permitieron a escribir con claridad y verosimilitud sobre las cosas más inverosímiles.

De hecho, Galileo cambió el mundo no sólo porque revolucionó la astronomía, sino porque transmitió sus descubrimientos de forma tan clara y nítida que no podían eludirse ni negarse. Si alguna vez un descubridor estuvo perfectamente preparado para hacer y explotar su descubrimiento, ése fue el diestro humanista Galileo apuntando al cielo con su primer telescopio.

Las manchas solares

Su telescopio fue superior a los entonces conocidos, con el que realizó observaciones novedosas del cielo nocturno, en particular que la superficie de la Luna tiene montañas, que Júpiter tiene cuatro lunas satélites y que las manchas solares del Sol, bajo observación cuidadosa, revelan que es una esfera en movimiento. Además de la astronomía, Galileo realizó muchos otros experimentos científicos a lo largo de su vida, ya que estaba muy interesado en la física.

Efectivamente, el descubrimiento astronómico más importante de Galileo no fueron los detalles de la Luna o los satélites de Júpiter, sino su observación de las manchas solares en el Sol, utilizando su telescopio. Las manchas solares ya se habían observado en la Antigüedad, pero ahora Galileo podía, con el uso de filtros, ver cosas que nadie había visto antes. Galileo describió lo que vio:

“Las manchas oscuras que se ven en el disco solar por medio del telescopio no están en absoluto alejadas de su superficie, sino que están contiguas a ella o separadas por un intervalo tan pequeño que resulta imperceptible… Su duración varía de uno o dos días a treinta o cuarenta. En su mayor parte son de forma muy irregular, y sus formas cambian continuamente, algunas rápida y violentamente, otras más lenta y moderadamente… Además de todos estos movimientos desordenados tienen en común un movimiento uniforme general a través de la cara del sol en líneas paralelas. De las características especiales de este movimiento uno puede aprender que el sol es absolutamente esférico, que rota de oeste a este y sobre su propio eje, que lleva las manchas con él en círculos paralelos, y que completa una revolución entera en aproximadamente un mes lunar”.

Las matemáticas fueron cruciales para que Galileo comprendiera el universo, como explica aquí en su “El ensayador” de 1623, citado por el historiador británico David Wootton, en su obra «Galileo: Vigilante de los cielos»: “Uno no puede entenderlo a menos que aprenda primero a entender el lenguaje y a reconocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lenguaje matemático y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas; sin estos medios es humanamente imposible entender una palabra de él; sin ellos solo se puede andar a tientas en un oscuro laberinto”.

Pero Galileo era un pensador polifacético interesado en cualquier disciplina del pensamiento que le proporcionara respuestas a los problemas que deseaba resolver. Su primer biógrafo, Vincenzo Viviani, señala lo siguiente, parafraseado por uno de sus biógrafos, el historiador estadounidense John L. Heilbron, fallecido en 2023:

“[Galileo] podía competir con los mejores astrónomos de la Toscana, aconsejar a pintores y poetas sobre cuestiones de gusto artístico y recitar de memoria extensas obras de Petrarca, Dante y Ariosto. Pero su gran fuerza, dijo Galileo cuando negociaba un puesto en la corte de los Médici en 1610, era la filosofía, a la que había dedicado más años de estudio que meses a las matemáticas”. En resumen, Galileo “no era más (¡ni menos!) matemático de lo que era músico, artista, escritor, filósofo o artesano… a Galileo le habría ido bien en cualquiera de varias profesiones”, afirma Heilbron.

En 1610, Galileo fue nombrado filósofo de la naturaleza y matemático oficial del duque (el primer título le permitía presentar teorías sobre el lugar de la Tierra en el universo, algo que un simple matemático no podía hacer). En 1611, fue admitido en la prestigiosa sociedad científica de Roma llamada Academia dei Lincei. En 1612, su Discurso acerca de los cuerpos flotantes atacó la filosofía natural aristotélica. En 1613, presentó sus teorías pro-Copérnico en Cartas sobre las manchas solares, una obra que le acarreó serios problemas.

El juicio de Galileo

Claudio Ptolomeo, un astrónomo, astrólogo, químico, geógrafo y matemático griego que vivió en el segundo siglo de nuestra era (100-170) había presentado la teoría de que la Tierra era el centro del universo y que todo giraba a su alrededor. A la Iglesia cristiana le gustaba esta idea, ya que situaba a la humanidad en el centro de las cosas.

Copérnico presentó su teoría de que era el Sol el que estaba en el centro y la Tierra y otros planetas giraban a su alrededor. Esto no gustó a la Iglesia Católica en particular. Cuando Galileo se puso de parte de Copérnico, cuya obra fue incluida en el “Índice de Libros Prohibidos de la Iglesia Católica” en 1616, se expuso a la posibilidad de una censura formal por herejía.

Galileo no negaba la existencia de Dios, pero, quizás lo más importante, se había granjeado muchos enemigos personales a lo largo de los años, además de los institucionales. Hubo, por ejemplo, una enemistad notable con el astrónomo jesuita Christoph Scheiner (1573-1650). Galileo, al parecer, tenía una habilidad especial para molestar a la gente (esta fue una de las razones por las que abandonó Pisa por Padua en 1592). Su gusto por burlarse de las creencias de los demás y su habilidad para la discusión filosófica, en la que desmontaba dichas creencias, le granjearon tan pocos amigos como los que había tenido Sócrates en la Atenas del siglo V a.C. Por otro lado, Galileo también era bueno ganando amigos y seguidores, ya que era «un enérgico divugador de sus propias ideas y un magnífico comunicador de ideas técnicas». En resumen, Galileo era un problema difícil de manejar para la Iglesia.

La mayoría de los astrónomos no estaban realmente interesados en desafiar la ortodoxia religiosa y no consideraban que sus nuevos descubrimientos con telescopios y otros instrumentos pusieran necesariamente en tela de juicio un universo creado como el descrito en la Biblia.

Galileo consideraba que la teología y la filosofía de la naturaleza eran temas completamente distintos. Lo que estaba haciendo era demostrar que el mundo físico de la Tierra estaba totalmente relacionado en términos de materia y leyes físicas con lo que podía verse en los cielos. Esto iba en contra de la visión aristotélica tradicional. Al final, los escritos de Galileo no fueron prohibidos por la Iglesia, pero fue apartado y amonestado en privado por el cardenal Roberto Belarmino (1542-1621).

Galileo era ya una figura pública, sobre todo porque escribía sus obras en italiano en lugar del latín (más restringido al público) que utilizaban la mayoría de los grandes pensadores. Las obras de Galileo también se tradujeron a otros idiomas poco después de su publicación.

En una reunión celebrada el 26 de febrero de 1616, se animó a Galileo a no seguir adelante con sus teorías copernicanas, que parecían contradecir la Biblia. Así lo hizo durante un tiempo, pero la visión copernicana del universo era cada vez más aceptada a raíz del trabajo de otros astrónomos.

También existían posiciones intermedias, como la de Tycho Brahe (1546-1601), que defendía la idea de que el Sol orbitaba alrededor de la Tierra y los demás planetas alrededor del Sol. En resumen, el problema de qué giraba alrededor de qué no iba a desaparecer, por mucho que la Iglesia quisiera ocultar las investigaciones de los astrónomos bajo la alfombra eclesiástica de la doctrina aceptada.

En 1632, Galileo escribió su «Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo». En su diálogo, Galileo hace que dos grandes pensadores, uno ptolemaico y el otro copernicano, discutan sobre qué cuerpos giran alrededor de qué en nuestra galaxia (y a estas alturas, Galileo ya estaba convencido de que lo que podíamos ver a través de un telescopio era solo una galaxia y no el universo entero). Hay un tercer personaje, un pensador neutral que al final se convence de aceptar el modelo de Copérnico. Curiosamente, el filósofo ptolemaico se llama Simplicio (sospechosamente parecido a «simplón»), y el otro, en realidad el propio Galileo, se llama Salviati (aludiendo a la salvación mediante el conocimiento correcto).

El “Diálogo” fue un paso demasiado lejos para la Iglesia, y Galileo fue acusado de herejía. Fue llevado ante un tribunal para ser juzgado en 1633. Declarado culpable, Galileo tuvo que dejar de promover las teorías copernicanas y fue obligado a permanecer bajo arresto domiciliario en su casa de Florencia durante el resto de su vida. También tuvo que recitar los “Salmos Penitenciales” una vez a la semana durante los tres años siguientes, un castigo menor pero sin duda molesto para un hombre que valoraba tanto su tiempo.

Muerte y legado

Galileo pasó el tiempo que le quedaba diseñando un reloj de péndulo, y escribió un resumen de todo su trabajo en física en Discurso y demostración matemática, en torno a dos nuevas ciencias, terminado en 1638, pero, debido a su juicio y castigo, fue publicado en Leiden, en los Países Bajos (Holanda). Con el tiempo, Galileo perdió la vista (el hecho de mirar sin cesar a través de lentes pudo ser la causa) y sufrió artritis. La tranquilidad de su retiro forzoso solo se vio interrumpida por las visitas ocasionales de forasteros como John Milton, poeta y ensayista inglés, conocido especialmente por su poema épico «El paraíso perdido».

Galileo siguió adelante con sus estudios, especialmente con el péndulo y el intento de encontrar una ayuda a la navegación que funcionara para los marinos, pero así como su mundo visual se había reducido de las estrellas a la mano que tenía delante de su cara, el final se acercaba. «No me detengo en mis especulaciones, aunque con considerable daño para mi salud, ya que junto con mis otros problemas me privan del sueño, lo que aumenta mi melancolía por la noche», afirmaba, según su biógrafo Heilbron.

Galileo murió el 8 de enero de 1642 a los 77 años. Sus restos fueron enterrados en la iglesia de la Sante Croce de Florencia.

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