La casa real de Isabel II

Los Windsor, la familia real británica que quiso esconder su pasado alemán

Durante la primera guerra mundial, el rey Jorge V decidió cambiar su apellido Sajonia Coburgo Gotha a Windsor para borrar cualquier referencia a su origen alemán y frenar el desprestigio que acumulaba entre sus súbditos.

En 1917 el rey Jorge V tenía un problema de imagen y de liderazgo muy grave. Estaba fuertemente emparentado con las casas reales de sus enemigos en la I Guerra Mundial e, incluso, su apellido era alemán: Sajonia Coburgo-Gotha. A partir de marzo de ese mismo año, cuando el avión alemán Gotha G.IV comenzó a bombardear Londres, el nombre fue directamente aborrecido por sus súbditos.

Él no tenía la culpa, era ciudadano británico de nacimiento, como su padre, su abuela, la reina Victoria, y los ancestros de esta. El problema es que su abuelo, quien le legó el apellido, pertenecía a una estirpe ducal alemana. Jorge V decidió cortar por lo sano y borrar cualquier referencia alemana en su nombre. Así, el 17 de julio de 1917, emitió un edicto en el que declaraba que "a partir de la fecha de esta Nuestra Proclamación Real, Nuestra Casa y Familia serán denominadas y conocidas como la Casa y Familia de Windsor".

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Este es el origen del apellido que desde entonces usan los monarcas británicos, incluidos la fallecida reina Isabel II y su hijo y ahora rey, Carlos III. Jorge V lo eligió por su relación milenaria con la monarquía inglesa. El castillo de Windsor, fue erigido por Guillermo I el Conquistador poco después de la conquista normanda y está ligado a la casa real británica desde el siglo XI.

Pero la sangre alemana corría por las venas de la familia real británica desde al menos 200 años antes del cambio de nombre sin haber constituido un grave problema. En 1714 Jorge I, británico y bisnieto de Jacobo IV Estuardo por parte de madre y alemán y heredero del ducado de Hannover por parte de padre, fue entronizado como rey de Gran Bretaña e Irlanda iniciando el reinado de los Hannover. Esta dinastía se prolongó hasta el reinado de la reina Victoria, que se casó con Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, así que, aunque su hijo Eduardo VII era descendiente directo del primer monarca Hannover, el nombre de la casa real británica cambió por el del de su padre cuando accedió al trono en 1901.

Una caricatura de la época muestra a Jorge V barriendo sus antepasados alemanes para ocultarlos.

Foto: CC

El rey playboy

El tatarabuelo de Carlos III se casó con la princesa Alejandra de Dinamarca, con la que tuvo cinco hijos. Esta vida matrimonial no le impidió ser un reconocido playboy y amante de la buena vida. Su reinado coincidió con la llamada Belle Époque, una era de avances científicos y tecnológicos que permitían llevar una vida placentera y de lujos, sobre todo a los que se lo podían permitir.

Eduardo VII tuvo múltiples amantes, entre las que se contaban coristas y actrices como la mismísima Sarah Bernhardt. Mantuvo una relación con lady Randolph Churchill, la madre de Winston Churchill. Su lujuria solo era igualada por su sobrepeso y el ebanista Louis Soubrier le fabricó lo que él denominaba "la silla del amor" para que pudiera mantener relaciones sexuales en el burdel Le Chabanais.

Eduardo VII era un bon vivant lujurioso que tuvo múltiples amantes, en cambio su hijo Jorge hubo de hacer frente a la I Guerra Mundial.

Eduardo reinó menos de una década, unos años de paz y abundancia de los que no disfrutarían sus herederos. En 1910, JorgeV sucedió a su padre y tuvo que hacer frente a la Gran Guerra, al desprestigio de su familia y al cambio de nombre que la mantuvo en el trono. No solo eso, sino que sufrió el cruento conflicto civil de Irlanda en la década de 1920 que desembocaría en la partición de la isla y la grave recesión económica que afectó al mundo en la década de 1930.

La reina Victoria flanqueada por su hijo, el futuro Eduardo VII a la izquierda de la imagen, y su nieto, Jorge V, el día del bautizo del primogénito de este último (que la reina tiene en brazos), el efímero Eduardo VIII.

Foto: The Print Collector/Heritage Images / Cordon Press

Un villano y un héroe

Los convulsos años 30 también marcarían el cortísimo reinado de su hijo y heredero Eduardo VIII. Acusado de tener demasiada simpatía con el régimen nazi –otra vez el fantasma alemán asomaba sobre la familia real británica–, Eduardo reinó entre el 20 de enero y el 17 de noviembre de 1936 y abdicó ante las presiones políticas y familiares para que eligiera entre el trono o su prometida, Wallis Simpson, una plebeya norteamericana divorciada. Finalmente renunció al trono y pasó el resto de su vida en París, con poco contacto con la familia real.

El sucesor de este efímero rey fue su hermano, que subió al trono con el nombre de Jorge VI, y se convirtió en la antítesis del odiado Eduardo VIII. Jorge VI no esperaba subir al trono y es conocido por haber superado sus problemas de dicción y tartamudez y es considerado, junto a Winston Churchill, un héroe que supo mantener al país unido y resistente ante los duros años de la II Guerra Mundial. Fumador empedernido, el padre de Isabel II murió a causa de un cáncer de pulmón en 1952, a los 52 años.

El futuro

Con la muerte deIsabel II, la monarca más longeva de la historia del Reino Unido, se cierra una época de la monarquía inglesa. A Carlos III no le ha sucedido lo mismo que a su abuelo Edurado VII, ya que Isabel II y su esposo, Felipe de Edimburgo, acordaron que sus descendientes directos conservarían el apellido Windsor en adelante.

El árbol genealógico de Isabel II y sus descendientes directos.

Foto: Historia National Geographic

La fama de Isabel II como la abuela de todos los ingleses

no podrá ser igualada por su hijo y sucesor y quién sabe si volverá a planear la posibilidad del fin de la monarquía como ya estuvo a punto de suceder a inicios de siglo. Pero la familia real actual tiene asegurada la línea sucesoria, en la figura de Guillermo, convertido en príncipe de Gales y su primogénito Jorge, segundo en la línea de sucesión, ahora mismo.

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Si algo pasara, sus hermanos Carlota y Luis deberían ser los siguientes en los que recayera la responsabilidad de reinar. Los siguientes en la línea sucesoria habría que buscarlos en el príncipe Enrique y sus hijos. Ante la posibilidad muy remota de tener que salir de la línea del actual monarca, Carlos III, habría que recurrir a los descendientes de sus hermanos. Esto puede no verse como una posibilidad real, pero es justo lo que le pasó al bisnieto alemán de Jacobo I cuando, un siglo después de su reinado, los Estuardo se quedaron sin descendencia y tuvieron que ir a buscarla hasta Alemania para encontrar al que sería el primer Hannover, Jorge I.

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