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Andrea D’Atri (ed.)
Bárbara Funes
Ana López
Jimena Mendoza
Celeste Murillo
Virginia Andrea Peña
Adela Reck
Malena Vidal
Gabriela Vino
Verónica Zaldívar
Luchadoras
Historias de mujeres que hicieron historia
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Primera edición: abril de 2006
I.S.B.N. 987-22717-1-2
ISBN13: 978-987-22717-1-8
Imagen de tapa: trabajadoras textiles montan piquetes en Greensboro, Georgia
(EE.UU.), durante la huelga general textil de 1934, cuando más de 400 mil
trabajadores en la región suspendieron labores. El gobierno de Franklin Roosevelt
envió más de 40 mil soldados para atacar a los huelguistas, matando a 16 e hiriendo
a cientos en el curso de esas batallas.
Los carteles que portan las trabajadoras señalan: “Queremos un contrato” y
“Dejaremos este piquete sólo cuando se congele el infierno”. Las fotografías se
publicaron en Teamsters Rebellion, de Farrell Dobbs (ver bibliografía).
Imagen de contratapa: The Soldaderas of the Mexican Revolution, 1911, publicada en
Women, War and Revolution, edited by Carol Berkin and Clara Lovett, HM
Publishers, New York, 1980.
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Todos los derechos reservados.
Prohibida su reproducción, total o parcial, por cualquier medio que fuere.
D’Atri, Andrea
Luchadoras: historia de mujeres que hicieron historia / Andrea D’Atri; Barbara
Funes; Celeste Murillo - 1ª ed. - Buenos Aires : Ediciones del I.P.S., 2006.
272 p.; 20x14 cm. (Género y clase)
ISBN 987-22717-1-2
1. Mujeres-Historias. 2. Mujeres-Género. I. Funes, Barbara II. Celeste Murillo
III. Título
CDD 920.72 : 305.4
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A nuestras camaradas obreras,
para quienes convertirse en tribunos de su clase,
como revolucionarias conscientes,
significa un esfuerzo doblemente mayor
que para el resto de nuestros compañeros trabajadores.
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6
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7
Indice
Agradecimientos .................................................................................................................................... 9
Prólogo
Celia Martínez .................................................................................................................................... 11
Introducción
Andrea D’Atri .................................................................................................................................... 13
I. Pioneras
Introducción
Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 27
Flora Tristán
Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 31
Louise Michel
Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 41
Carolina Muzilli
Verónica Zaldívar .................................................................................................................................... 49
Juana Rouco Buela
Verónica Zaldívar .................................................................................................................................... 57
II. Internacionalistas
Introducción
Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 69
Rosa Luxemburgo
Bárbara Funes .................................................................................................................................... 73
Clara Zetkin
Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 87
III. Rebeldes
Introducción
Celeste Murillo .................................................................................................................................... 95
Carmela Jeria
Ana López y Virginia Andrea Peña .............................................................................................. 99
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8
Lucrecia Toriz
Jimena Mendoza.................................................................................................................................... 109
Amelia Robles
Jimena Mendoza.................................................................................................................................... 117
María Cano
Celeste Murillo .................................................................................................................................... 123
IV. Combativas
Introducción
Celeste Murillo .................................................................................................................................... 131
Marvel Scholl y Clara Dunne
Celeste Murillo .................................................................................................................................... 137
Genora Johnson Dollinger
Celeste Murillo .................................................................................................................................... 147
V. Rojas
Introducción
Bárbara Funes .................................................................................................................................... 161
Natalia Sedova
Gabriela Vino y Bárbara Funes .............................................................................................. 169
Pen Pi Lan
Bárbara Funes .................................................................................................................................... 183
Mika Etchebéhère
Bárbara Funes .................................................................................................................................... 209
VI. Indómitas
Introducción
Andrea D’Atri .................................................................................................................................... 227
Nadezhda Joffe
Andrea D’Atri .................................................................................................................................... 233
Edith Bone
Celeste Murillo .................................................................................................................................... 249
Bibliografía ....................................................................................................................................................... 261
Las autoras ....................................................................................................................................................... 269
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9
Agradecimientos
Hablamos aquí de historias de mujeres rebeldes y revolucionarias que
lucharon por la causa de la clase obrera. Este cruce entre género y clase, en
muchos casos, nos dificultó el acceso a las fuentes, testimonios, documentos
sobre sus vidas y su pensamiento político. Por esa razón, habría sido impo-
sible la culminación de este trabajo sin la ayuda de numerosas personas a
quienes les debemos nuestro agradecimiento.
En primer lugar, a Esteban “Sieva” Volkov, nieto de Natalia Sedova1
y León Trotsky, quien desde México –donde reside– nos envió materiales
inéditos en español sobre su abuela y nos alentó en la tarea de recuperación
de su historia.
Desde Estados Unidos, contamos con la colaboración deYosef Mikhah,
con una larga trayectoria en el movimiento trotskista norteamericano, quien
nos proveyó permanentemente de libros, artículos y referencias sobre las
mujeres del Socialist Workers Party (SWP). Su voluntariosa ayuda, cada vez
que necesitamos que alguien “en persona” entrara a un archivo y buscara un
dato inhallable por otros medios, fue de gran valor para nosotras. También
agradecemos a Marcelo Cardozo, residente en New York, quien nos envió
una autobiografía de Nadezhda Joffe inédita en español. A través de ella
vislumbramos la vida de los oposicionistas en los campos de prisioneros
de la ex Unión Soviética.
Desde Londres, Alejandra Ríos y Philip Widall nos facilitaron volú-
menes de su propia biblioteca que nunca fueron publicados en español y que
ya tampoco existen para la venta en inglés, ni están digitalizados. Eso nos
1
Su abuela de sangre era Aleksandra Lvovna , primera esposa de Trotsky y madre de
sus dos hijas Zina y Nina; aunque, a raíz del aniquilamiento de casi toda su familia y
la prisión de su abuela materna, fue criado por su abuelo materno y su segunda esposa,
Natalia Sedova, en el exilio de éstos en Coyoacán, México. Veáse Natalia Sedova y
Nadezhda Joffe, en los capítulos V y VI, respectivamente.
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Luchadoras
10
permitió “descubrir” a algunas mujeres comunistas, poco conocidas para los
lectores de habla hispana, que relataron sus experiencias de vida. Guillermo
Leborán, de Barcelona, nos facilitó desinteresadamente bibliografía sobre
la cuestión de la mujer en las Internacionales.
Andrea Robles, Gabriela Liszt y Liliana Ogando Caló, del Centro
de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky, de Argentina,
nos han guiado en la consulta del archivo, la hemeroteca y la biblioteca del
centro que dirigen, especialmente en lo referido al período de la segunda
postguerra. Milton D’León y Nicolás Miranda –de la Juventud de Izquierda
Revolucionaria de Venezuela y del grupo Clase contra Clase de Chile, res-
pectivamente– fueron fuentes de consulta por su conocimiento de la historia
del movimiento obrero de Latinoamérica y el Caribe.
Agradecemos también a Christian Castillo, Juan Andrés Gallardo,
Rodrigo Arce, Juan Chingo, Anabella Sánchez, Fernando Scolnik, Viviana
Yánez, Cecilia Gárgano, Martín Yánez, Ernesto González, Ariane Díaz y
Juan Dal Maso que colaboraron en distintos aspectos de esta investigación,
bien traduciendo textos inéditos en castellano, o bien leyendo los primeros
borradores y planteando sus críticas agudas y constructivas, aportando
nuevas ideas y alentándonos constantemente a terminar este trabajo, a pesar
de las dificultades.
Además de estos camaradas y amigos, no queremos dejar de mencionar
a Laura Liffschitz por su permanente estímulo para la concreción de este
proyecto, desde los inicios, cuando sólo era un vago anhelo.
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11
Prólogo
Este libro narra historias de mujeres muy emocionantes. Todas ellas
iniciaron su lucha en plena juventud. Por eso, para las jóvenes luchadoras
y revolucionarias de hoy, este libro es una contribución a su crecimiento
político, es una forma de allanarles el camino, un gran aporte para esas ge-
neraciones que vienen detrás nuestro. Necesitamos saber que hubo grandes
luchadoras y grandes revolucionarias y que tiene que seguir habiéndolas.
¡Estas mujeres son un gran ejemplo!
A través de estas páginas podemos recorrer las vidas de mujeres apa-
sionadas y transmitir sus experiencias para preparar nuevas fuerzas revo-
lucionarias. ¡Llena de entusiasmo saber que nos antecedieron mujeres con
este espíritu de lucha! Por eso creo que es indispensable que las trabajadoras
conozcan las historias de estas mujeres.
La mayoría de nosotras salimos de la fábrica y tenemos que ir a nuestra
casa a limpiar y cocinar. ¿Por qué tenemos que trabajar tanto? ¿Dónde está
dicho que así deben ser nuestras vidas? Existieron muchas mujeres que se
rebelaron, que lucharon y algunas, incluso, se hicieron revolucionarias.
Hoy, cuando algunas personas piensan que la revolución es una utopía, las
enseñanzas que dejan las vidas de estas mujeres son un modelo para vivir en
la actualidad. La historia demostró que las luchas de la clase obrera siempre
se reavivan y la idea de revolución continuará volviendo mientras existan
la explotación y la opresión. Por eso también este libro es un aporte para
formarnos como trabajadoras concientes en estos momentos “de calma”,
sabiendo que no será una situación eterna, que la lucha se reanimará. Estas
mujeres vivieron hace muchos años pero sus vidas tienen gran actualidad.
Mi experiencia en la lucha de mi propia clase comenzó “por acciden-
te”. Más tarde, le fui “tomando el gusto” a luchar no sólo por la fuente de
trabajo, sino por un cambio social profundo. Intervenir en una asamblea en
la textil Brukman, ocuparla y ponerla a producir bajo control obrero fueron
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Luchadoras
12
los primeros pasos. Hace tiempo dije, ante miles de personas en la Plaza de
Mayo, que si las trabajadoras y los trabajadores podemos poner a producir
una fábrica, entonces también podemos gobernar un país. Después, mi
lucha dio un paso más, planteándome la necesidad de construir un partido
revolucionario. De asimilar las ideas del marxismo y de ser una de las voces
de Brukman, me propongo ahora convertirme en una voz de mi clase. Por
eso, para mí, estas historias representan una dosis de energía: las lecciones
que ellas nos dejaron se mantienen vigentes.
Reconstruir la historia de quienes lucharon por la clase obrera es una
necesidad. Al leer estas páginas sobre grandes mujeres de la historia de
nuestra clase veremos que, en su momento, fueron mujeres como nosotras,
que han salido a luchar, que han defendido ideales y que han dejado lec-
ciones que hoy están plasmadas en estas hojas. Entre ayer y hoy hay una
continuidad.
Louise, Flora, Juana, Carolina, Rosa, Clara, Carmela,Amelia, Lucrecia,
María, Marvel y Clara, Genora, Natalia, Pen Pi Lan, Mika, Nadezha, Edith.
Sus nombres florecen ante mis ojos. Su sangre ardiente por la causa de la
clase obrera corre también por mis venas. Si ellas pudieron, ¡yo puedo y
puedo más! Porque cuento con las huellas que ellas dejaron en el camino,
plagado de algunos triunfos y, sobre todo, de duras derrotas.
Con el tiempo, habrá otras historias. Las historias de mujeres con voces
y rostros propios que hoy necesitan conocer esta historia, que han escrito las
mujeres indómitas sobre las que trata este libro, para preparar el futuro.
Celia Martínez, obrera de la textil Brukman
Buenos Aires, marzo de 2006
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13
Introducción
El papel de las mujeres en la historia ha sido silenciado durante siglos.
Si ellas aparecían, lo hacían como “casos excepcionales” que alcanzaban
renombre por “extrañas” aptitudes para el arte o la ciencia, o bien porque la
herencia y oscuros designios divinos habían querido ungirla reina o santa.
Esto se modificó radicalmente recién con el advenimiento de la segunda ola
feminista en la década de 1970, cuando activistas y académicas comenzaron
a cuestionar esta ausencia y se propusieron investigar a las mujeres en la
historia, desnaturalizando la invisibilización y dando lugar a la Historia de
las Mujeres. Pero si la opresión social del género femenino está en la base
de esta eliminación de la participación de la mitad de la humanidad en los
procesos históricos, doble fue el ocultamiento cuando se trató de las mujeres
luchadoras, rebeldes, revolucionarias.
En Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clases en el
capitalismo1
intentábamos entrelazar las cuestiones relativas a la opresión y
la explotación a lo largo de la historia de la lucha de clases que se abre con
la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.Ahora, con Luchadoras.
Historias de mujeres que hicieron historia, nos proponemos rescatar, con
nombres y apellidos, a algunas de las protagonistas de ese período, no exento
de combates heroicos de la clase obrera y los sectores populares en la lucha
por su emancipación. Estas biografías han sido reelaboradas en función de
los mismos procesos en los que estas mujeres participaron, destacando este
aspecto por sobre otros relativos a sus vidas privadas. No fue una decisión
ingenua: es poca la atención que se presta, en las biografías masculinas, a
las vidas conyugales de los varones referenciados, sus paternidades y otros
detalles de su cotidianeidad; sin embargo, es habitual que las biografías de
mujeres destaquen estos aspectos por sobre otros. Por el contrario, en este
trabajo, quisimos mostrar la vida de estas mujeres desde el lugar que ellas
mismas decidieron tener en la historia, como protagonistas de su tiempo.
Estas mujeres de las que habla Luchadoras... vivieron bajo el domi-
1
Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, de
Andrea D’Atri, en esta misma colección.
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Luchadoras
14
nio del sistema capitalista. Desde sus albores, revolucionando la sociedad
y las relaciones personales, el capitalismo arrancó a la mujer del ámbito
privado, dando por tierra con los designios oscurantistas de la Iglesia que
naturalizaba el encierro de las mujeres en el ámbito doméstico. En plena
Revolución Industrial, con el desarrollo de la técnica y la maquinaria, el
capitalismo hizo posible la desmitificación del supuesto de tareas, trabajos y
profesiones masculinas o femeninas, basados en las diferencias anatómicas.
Más tarde, el desarrollo médico y científico permitió que, por primera vez
en la historia, pudiera separarse la reproducción del placer, cuestionando
de esta manera la concepción de que la maternidad es el único proyecto de
vida para la realización de las mujeres. Y, también, ha convertido en una
posibilidad al alcance de la mano la socialización e industrialización de las
tareas domésticas. Pero su enérgica revolución en las relaciones sociales
de producción, su impetuosa marea que podía arrastrar viejos prejuicios y
construir nuevas relaciones personales, sólo fueron –desde sus inicios– ten-
dencias que no pudieron desarrollarse íntegramente bajo la supervivencia
de la propiedad privada de los medios de producción. Una condición que
–cada vez más– choca irremisiblemente contra una producción cada vez
más socializada internacionalmente, provocando crisis, catástrofes y hasta
guerras mundiales.
En el caso de las mujeres, éstas fueron empujadas al trabajo fuera de la
casa, pero debiendo conformarse con salarios menores a los de los varones
por la misma tarea, para de ese modo también presionar a la baja del salario
de todo el proletariado. Y si puede hablarse hoy de la feminización de la
fuerza de trabajo, lo cierto es que este proceso no ha significado quitarle a
las mujeres la responsabilidad atávica del trabajo doméstico no remunerado,
recargándolas así con una doble jornada laboral. También, actualmente, a
pesar de los impresionantes avances científicos, los estados más poderosos
del planeta siguen sosteniendo los prejuicios del fundamentalismo religioso,
apoyándose en celestiales ideologías reaccionarias para mantener el some-
timiento y el dominio terrenal. El capitalismo no inventó la opresión de las
mujeres, es cierto. Pero también es cierto que, lejos de liberar a las mujeres
de aquella opresión ancestral, endureció los grilletes e hizo más pesadas
sus cadenas. Sin embargo, a pesar de la condena que el capitalismo sigue
imponiendo a las mujeres –condena que se transforma en cadena perpetua
para las trabajadoras y las mujeres de los sectores populares–, marxistas y
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Introducción
15
feministas sostienen debates acalorados e incluso, en ocasiones, irreconci-
liables, desde hace más de treinta años.
Las autoras de este libro somos militantes marxistas revolucionarias.
Su publicación no obedece sólo a nuestros anhelos personales de ver plas-
mado más de un intenso año de trabajo colectivo, sino fundamentalmente al
convencimiento de que no habrá emancipación de las oprimidas y oprimi-
dos si no es luchando por la revolución socialista. En las organizaciones a
las que pertenecemos2
, esta cuestión tiene relevancia: sabemos de las dobles
dificultades que enfrentan las trabajadoras en su camino de convertirse en
obreras concientes, dirigentes de su clase, militantes revolucionarias. Y, por
ello, impulsamos y participamos de las más amplias movilizaciones y luchas
por derechos democráticos elementales –como el derecho al aborto, entre
otros–, por las demandas específicas de las obreras en sus lugares de trabajo
–guarderías, igual salario por igual trabajo, etc–. Pero, también, insistimos en
la necesidad de que la clase obrera, empezando por sus mujeres, integre la
cuestión de su emancipación en su programa revolucionario, porque sabemos
que no puede liberarse de sus cadenas quien oprime a otros.
Como ya señalamos en otra oportunidad: “No concluimos que la
emancipación de las mujeres está garantizada automáticamente con la
revolución socialista o con algunas leyes y decretos progresivos que pueda
promulgar la clase obrera en el poder. Pero afirmamos que lo contrario sí
es cierto.”3
El capitalismo sólo nos reserva destrucción, cadenas, barbarie.
Claro que, si hasta allí podemos acordar con algunos sectores feministas
anticapitalistas, la pregunta que sigue sustentando el debate es ¿la revolución
proletaria es suficiente para la emancipación de las mujeres? Creemos que
no y trataremos de explicarlo. Pero eso no quita que, entre la mayoría de
las feministas que rechazan el marxismo, se encuentran muchas dispuestas
a ser menos impacientes en ver a las degradadas democracias capitalistas
2
Las autoras de esta compilación pertenecen al Partido de los Trabajadores Socialistas
(Argentina), la Liga de los Trabajadores Socialistas (México) y Clase contra Clase (Chi-
le), que conforman la corriente internacional Fracción Trotskista – Cuarta Internacional,
junto a la Liga Obrera Revolucionaria (Bolivia), la Liga Estrategia Revolucionaria
(Brasil) y la Juventud de Izquierda Revolucionaria (Venezuela).
3
Andrea D’Atri, op.cit.
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Luchadoras
16
convertirse (utópicamente) en democracias radicales y pluralistas, que en
combatir los prejuicios propios del patriarcado que la ideología dominante
impone a sus oprimidos.
Si hay un “espíritu revolucionario” del feminismo ése es el de mantener
una relación de diálogo y confrontación con lo más avanzado de la ideología
de una época, ayer encarnado en la Ilustración de una avasallante burguesía
que instauraba los estados nacionales modernos al calor de la máquina de
vapor y el telar industrial; más tarde, interpelando al marxismo en medio de la
movilización independiente de las masas que conmovió –con aquel espíritu se-
sentayochista– los pilares del orden mundial a uno y otro lado del planeta. Las
diatribas del feminismo de la primera ola se dirigieron contra el movimiento
revolucionario burgués, discutiendo sus parámetros de ciudadanía y derechos
humanos que no incorporaban a las “ciudadanas” a la vida social y política.
En el siglo XX, por su parte, discutió con el marxismo sobre cuestiones tan
variadas como la relación entre opresión y explotación, la reproducción de
los valores patriarcales al interior de las organizaciones de izquierda y el
fracaso de los llamados “socialismos reales”. Es que la mayoría de las teó-
ricas feministas radicales provenía de las filas de la izquierda marxista, con
la que desarrolla un enfrentamiento vehemente. No es extraño encontrarse,
entonces, con elaboraciones que, lejos del materialismo histórico, revelan sin
embargo, un lenguaje epocal que resuena con otras significancias: desde la
tesis de las mujeres como clase social, las elaboraciones sobre la explotación
económica del trabajo doméstico o las de la reproducción como explotación
de una clase sexual sobre otra.
Algunas autoras señalan que el surgimiento de la segunda ola feminista
tiene una relación directa con el escepticismo que fue generando la malhada-
da experiencia con el denominado “socialismo real”. Como si hubiera sido
ese mismo desencanto el que impulsó su aparición en la escena política de
los países centrales. Ese sentimiento de desazón es el que podría encontrarse
en la base de lo que el feminismo radical llegó a esbozar como tesis central
de su prédica: la conclusión de que quizás era necesaria una revolución para
cambiar el capitalismo, pero que eso no tenía relación con la liberación de
las mujeres. Enfatizando la existencia de la dominación masculina en todas
las sociedades conocidas, las feministas radicales intentaron demostrar la
inevitabilidad de la opresión y mostraron, así, su escepticismo sobre la
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Introducción
17
capacidad del socialismo para crear una verdadera democracia basada en
la abolición de la esclavitud asalariada y sobre la cual pudiera asentarse la
emancipación definitiva de las y los oprimidos. Contrariando el precepto
“izquierdista” de que cualquier objeción sobre la opresión intraclasista de
las mujeres obreras rompería la unidad popular necesaria para enfrentar al
sistema capitalista, el feminismo radical sostendrá que no habrá cambio
social sin una revolución cultural que lo preceda. Por lo que la tarea po-
lítica primordial pasa por cambiar uno mismo para lograr el cambio de la
sociedad. La consigna lanzada por el feminismo de la década de 1970 de
que “lo personal es político”, en la práctica adquirió más bien la forma de
que “lo político es lo personal”, permitiendo la libre interpretación acerca
de lo que significaba ser feminista, luchar contra el patriarcado, etc. De lo
que se trataba era de no tener hijos, o de tenerlos pero criarlos con valores
no sexistas, de vivir en comunidades de mujeres que permitieran recuperar
la autoestima del género o en reproducir la pareja monogámica heterosexual
pero compartiendo las tareas de la casa sin estereotipos de género… en fin, la
“revolución cultural” era lo que estaba en marcha y sólo así se podía aspirar
a que, alguna vez, cambiara el mundo.
Lo cierto es que tal reacción tenía un motivo que, si bien no la justifica,
al menos la explica parcialmente: mientras gran parte de los intelectuales
y la izquierda hacían oídos sordos a las barbaridades cometidas en nombre
del socialismo, se evitó debatir –entre otras cosas– sobre la opresión de las
mujeres obreras o la situación de las mujeres en los países que se encontraban
bajo la órbita de la Unión Soviética. No había posibilidades para la crítica
revolucionaria: cualquier argumentación antagónica era tildada de favorecer
al enemigo de clase. Sin embargo, los hechos no podían desmentirse: en la
Unión Soviética, bajo el régimen termidoriano de la burocracia stalinista,
se volvió a prohibir el aborto, se condenó la prostitución y se criminalizó
la homosexualidad. Ya en 1926, se había vuelto a instituir la obligación del
matrimonio civil para legalizar las uniones ante el Estado. Más tarde se
suprimió la sección femenina del Comité Central del PCUS4
y sus equiva-
lentes en los diversos niveles de la organización partidaria. En 1936, Stalin
–haciendo apología del rol estereotipado a las que son condenadas las muje-
res– declara: “El aborto que destruye la vida es inadmisible en nuestro país.
4
Partido Comunista de la Unión Soviética
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Luchadoras
18
La mujer soviética tiene los mismos derechos que el hombre, pero eso no la
exime del grande y noble deber que la naturaleza le ha asignado: es madre,
da la vida.”5
En 1944, el Estado refuerza este concepto, aumentando las
asignaciones familiares correspondientes a los salarios de los trabajadores.
La burocracia emprende el aggiornamiento de la ideología burguesa trans-
formándola muy pronto en una filosofía de Estado, a la que León Trotsky,
irónicamente, había denominado “filosofía de cura que dispone, además,
del puño del gendarme.”6
La izquierda stalinista repitió, irreflexivamente en todo el planeta, la
idea de que con la conquista del poder, la sociedad socialista se consumaba
en “sus nueve décimas partes”7
, desestimando los problemas económicos,
políticos, sociales y culturales que no se podían resolver mecánicamente con
la toma del poder por la clase obrera, entre ellos, el de las relaciones entre
varones y mujeres. Mientras tanto, la bandera de la emancipación femenina,
tomada en sus manos por la legendariaAlexandra Kollontai en los albores de
Octubre, fue arrumbada en el arcón de las supuestas provocaciones burgue-
sas, enemigas del proletariado soviético. Y el coro internacional de filisteos
eligió llevar adelante la misma prédica. Para los epígonos, el estandarte de
la causa proletaria invalidaba, automáticamente, cualquier apreciación sobre
el atraso de la clase obrera rusa, cualquier planteo sobre la opresión de las
mujeres en sus propias filas y, mucho más, sobre la cuestión de la mujer en
el llamado “socialismo real”.
Sólo algunas pocas y casi inaudibles voces de marxistas revoluciona-
rios hicieron frente a la marea. Esas voces, sin embargo, existieron. Y esta
única razón es suficiente para no admitir un discurso crítico contra el mar-
xismo que arroje “al niño junto con el agua sucia”. Si se revisa la historia del
marxismo revolucionario, nos encontraremos con que existe una continuidad
entre quienes sostuvieron el legado revolucionario, y su preocupación espe-
cial en relación a la cuestión de las mujeres. Por el contrario, los sectores que
asumieron posiciones reformistas han tratado los problemas específicos de la
5
Citado por Trotsky en La Revolución Traicionada
6
Trotsky, op.cit.
7
Esta era una de las ideas del propio Stalin sobre el desarrollo de la Unión Soviética,
criticada por los viejos cuadros bolcheviques –fundamentalmente por Trotsky y su teoría
de la revolución permanente– ya que contrariaba los análisis marxistas.
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Introducción
19
opresión de las mujeres desde una tónica marcadamente anti-femenina. Los
dirigentes más relevantes de la socialdemocracia alemana, quienes tuvieron
mayor responsabilidad en el desbarranque de la IIº Internacional, aprobando
la participación de la clase obrera en la Primera Guerra Mundial –en la que se
enfrentaron a sus hermanos de clase en defensa de las burguesías nacionales
de sus respectivos países–, defendían la igualdad de derechos civiles para
las mujeres; pero fueron los que más se opusieron –con ataques satíricos– a
la organización militante de las mujeres trabajadoras que encabezaba Clara
Zetkin.Augusto Bebel, a pesar de ser el autor de La mujer y el socialismo, fue
quien atacó con los más duros epítetos misóginos a la internacionalista Rosa
Luxemburgo, una de las más grandes dirigentes del proletariado mundial,
que, sin embargo, participó en los Congresos Internacionales de Mujeres
Socialistas intentando convencer a las socialdemócratas de su punto de vista
sobre la guerra mundial y sus críticas al curso que tomaba la dirección del
partido frente a estos acontecimientos. Como señala Thonnessen: “Hay
una conexión íntima entre el antifeminismo proletario y el revisionismo, así
como la hay entre el movimiento radical por la emancipación de la mujer
y la teoría ortodoxa socialista. El feminismo marxista ha llevado a cabo,
característicamente, una lucha en contra del reformismo y el obrerismo por
una parte, y contra el carácter limitado y elitista del feminismo burgués por
otra parte.”8
Esa “conexión íntima” entre antifeminismo y revisionismo
volvemos a encontrarla en el período, antes señalado, de la burocratización
del estado obrero surgido de la revolución de 1917.
En la década en que surge el feminismo de la segunda ola, las
mujeres se enfrentaron a discursos populistas, stalinistas y reformistas
que –con justificaciones pretendidamente de izquierda– desestimaban
la lucha contra la opresión de género. Lamentablemente, el feminismo
radical eligió la versión caricaturizada del marxismo para enfrentar a la
izquierda; sin advertir, que lo que se presentaba como dogma sagrado no
era el marxismo revolucionario. Nada más lejos del pensamiento de Marx
y Engels, que propagandizaron los orígenes y funciones de la familia, de-
nunciando la institución de dominio patriarcal. En sus análisis insistieron
sobre la existencia de la opresión de las mujeres en todas las sociedades
con Estado –y no sólo en el capitalismo–, vinculando el patriarcado a la
8
The Emancipation of Women: the Rise and Decline of the Women’s Movement in German
Social Democracy 1863-1933
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Luchadoras
20
existencia de las clases sociales. Con un tono extremadamente radical para
su época –e incluso mayor al de muchas feministas radicales que hicieron
su aparición un siglo después–, Engels señala en El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado que “la monogamia no aparece de ninguna
manera en la historia como un acuerdo entre el hombre y la mujer, y menos
aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en
escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la
proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces
en la prehistoria. En un viejo manuscrito inédito, redactado en 1846 por
Marx y por mí, encuentro esta frase: ‘la primera división del trabajo es la
que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos.’Y hoy
puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia
coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en
la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino
por el masculino. La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al
mismo tiempo inaugura, juntamente con la esclavitud y con las riquezas
privadas, la época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso
es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos
se verifican a expensas del dolor y de la represión de otros. La monogamia
es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar
ya la naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan
su pleno desarrollo en esta sociedad.”9
Incluso la idea de que un cambio
profundo de los valores y de la cultura es necesario para modificar la situa-
ción de opresión que pesa sobre las mujeres, tampoco es un invento de las
feministas radicales de la segunda mitad del siglo XX. Ya Lenin planteaba,
en 1920 –¡cincuenta años antes!–, que “la igualdad ante la ley todavía no
es igualdad frente a la vida. Nosotros esperamos que la obrera conquiste,
no sólo la igualdad ante la ley, sino frente a la vida, frente al obrero. Para
ello es necesario que las obreras tomen una participación mayor en la
gestión de las empresas públicas y en la administración del Estado. (...).
El proletariado no podrá llegar a emanciparse completamente sin haber
conquistado la libertad completa para las mujeres.”10
La igualdad formal no es igualdad frente a la vida, decía Lenin. Y
acordamos en este concepto fundamental de que los decretos revolucio-
9
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
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Introducción
21
narios no trastocan, de un día para el siguiente, los siglos de opresión que
pesan sobre nuestro género. La revolución tiene una duración indefinida
en la que, mediante una lucha interna constante, se van transformando las
relaciones sociales. “Las revoluciones de la economía, de la técnica, de la
ciencia, de la familia, de las costumbres, se desenvuelven en una compleja
acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio.”11
Pero que esto sea un proceso y no un acto, y menos aún el mágico resultado
de un decreto rojo o la automática consecuencia de la toma del poder, no
invalida que es, en los estrechos marcos del sistema capitalista, donde la
emancipación adquiere los ribetes de una verdadera utopía. La incorpora-
ción de las mujeres a los parlamentos y los organismos internacionales, el
acceso a puestos de poder, incluso el permiso para la ejecución de grandes
operaciones militares y políticas pueden actuar –para quien no quiera ver
la realidad– como un espejismo que esconde tras de sí las cifras dramáticas
de las mujeres que hoy mueren por hambre, SIDA, abortos clandestinos,
violencia... Y no se trata de violencia simbólica capaz de ser erradicada
mediante “revoluciones culturales”.
Por lo que expusimos, está claro para nosotras que la revolución
proletaria no es condición suficiente para la emancipación de las mujeres.
Pero, también está claro que los mil trescientos millones de pobres que
engendra el capitalismo son una razón suficiente para sostener que la
revolución proletaria es una condición necesaria para esa emancipación.
Nuestro llamado a que el proletariado tome en sus manos la lucha por su
propia liberación y la liberación de la humanidad oprimida por las cadenas
del capital, no significa pedirles a las mujeres que aplacen sus demandas
para cuando esta tarea ya haya sido resuelta íntegramente. Por el contrario,
el imperialismo ha conquistado tierras vírgenes y parajes inhóspitos para
incorporarlos al mercado mundial. Poblaciones enteras fueron deslocali-
zadas y países que hasta hace poco tiempo eran eminentemente campesi-
nos, se vieron transformados por las inversiones transnacionales que van
en busca de mano de obra “barata”, atravesando fronteras y prejuicios
ancestrales. De la mano de esta transformación, las mujeres han entrado
en masa en la producción y cada vez más constituyen uno de los sectores
10
A las obreras - discurso de 1920.
11
La Revolución Permanente, de León Trotsky.
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Luchadoras
22
más explotados del proletariado internacional. Aspiramos a que estos
millones de mujeres se incorporen a la lucha revolucionaria, luchando por
sus demandas y por mejorar sus condiciones de existencia aún bajo este
sistema del que sólo podemos esperar degradación y barbarie; avizorando
que para dejar de ser las “proletarias del proletario” es necesario acabar
con la sociedad de clases.
En la historia de la lucha de clases bajo el dominio del capital, nos
encontramos con batallas en las que las mujeres desplegaron toda su energía
y creatividad, acaudillando a las masas oprimidas, levantándose con ellas e
irguiéndose como valerosas combatientes contra la explotación y la opresión
capitalista. A ellas queremos homenajear a través de este trabajo de investi-
gación que aquí presentamos. Pero también queremos aprender de sus vidas
y que éstas sirvan de inspiración para las jóvenes generaciones de obreras
que aspiran a ser sujetos concientes de su propia emancipación.
Este trabajo no es una sumatoria de artículos escritos de manera in-
dividual, aunque cada uno tenga una autora. Es el resultado de un esfuerzo
colectivo que tuve el gusto de coordinar, en el que juntas reflexionamos,
intercambiamos opiniones y nos criticamos mutuamente para lograr la inte-
gridad que creemos haber conseguido. No sólo participaron de él compañeras
de militancia en Argentina, sino también camaradas de nuestros partidos
hermanos de Chile y México.
Dividimos el libro en seis capítulos. En el primero, abordamos las
historias de aquellas pioneras para las que su preocupación por la emanci-
pación obrera estaba indisolublemente ligada a la liberación de la “prole-
taria del proletario”, la mujer. En el segundo, recordamos a dos socialistas
internacionalistas que supieron enfrentar la traición de los dirigentes del
Partido Socialdemócrata Alemán en ocasión del estallido de la Primera
Guerra Mundial. Para el tercer capítulo, buceamos en la historia de mujeres
rebeldes latinoamericanas que participaron de las luchas obreras y populares
de principios del siglo XX, desde el río Bravo hasta la Patagonia austral.
En el cuarto capítulo, abordamos las historias de mujeres combativas, que
estuvieron presentes en huelgas obreras que se convirtieron en hitos del
proletariado norteamericano. El capítulo quinto se tiñe de pasión y heroísmo
con las rojas; así denominamos a las mujeres que fueron protagonistas de la
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Introducción
23
Revolución Rusa, la Revolución China y la Revolución Española, cuyas vidas
se sintetizan al calor de estos combates. Y por último, cierra esta edición, un
capítulo destinado a dos mujeres indómitas, porque no se doblegaron ante
las adversidades, resistieron la cárcel y la tortura sin abdicar de sus ideales
socialistas, cuando fueron víctimas del terror impuesto por Stalin en la ex
Unión Soviética y los países que se encontraban bajo su órbita.
La historia continuó. La década de 1970, que asistió al surgimiento del
feminismo de la segunda ola, fue también una década en la que las masas
desplegaron su energía combativa y radicalizada contra los pilares del orden
mundial. Las mujeres volvieron a ser protagonistas de gestas heroicas en la
Primavera de Praga, las huelgas de Polonia, el Mayo Francés, el Cordobazo,
los cordones industriales chilenos, Tlatelolco... Afirmamos aquí nuestro
compromiso de continuar desempolvando esas historias, donde las mujeres
han sido protagonistas con su creatividad y su fortaleza, en el camino de la
lucha de la humanidad por su liberación definitiva.
Andrea D’Atri
Buenos Aires, marzo de 2006
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I
Pioneras
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Las historias de las mujeres que se relatan en este libro comienzan
con vidas que transcurrieron durante el siglo XIX. Siglo de los más largos,
considerado históricamente, porque se inicia temprano en 1789, con la gran
revolución en Francia, y finaliza recién en 1914, con la Primera Guerra
Mundial. Siglo bisagra entre los vestigios residuales del orden feudal y la
consolidación del orden capitalista.
La inacabada historia de las mujeres escribe, en aquel tiempo, un
capítulo fundamental que incluye el advenimiento del espacio político
para el género femenino. Siglo en el que se afirma la noción de individuo,
convirtiendo esta cuestión en el fondo sobre el que surge la discusión
acerca de los derechos de las mujeres en términos de equidad con el varón.
En este período, además, las mujeres se introducirán en el mundo fabril
–predominantemente masculino–, pero todavía deberán esperar muchas
décadas hasta poder disponer, en forma autónoma, de su salario. El trabajo
femenino se analiza, en estos tiempos, de manera ambivalente: será lugar
de sobreexplotación al tiempo que de emancipación.
Por otra parte, se sobrevalora la función reproductora de las mujeres,
imponiéndose –en el imaginario social– la idea mujer = madre: la materni-
dad se convierte en la función “propia” de la mujer y, únicamente a través
de ella, alcanzará su realización y adultez.1
El orden capitalista reforzará la
asignación del papel de reproductora a la mujer: se trata de hacer hombres
porque es necesario que la clase obrera se reproduzca, como mano de obra o
como ejército de reserva. Las mujeres que, además de ser madres trabajarán
fuera de sus hogares, dejan a sus hijos al cuidado de otras mujeres que ocu-
pan su lugar a cambio de un salario. Así, nos encontramos con la figura de
la institutriz que, demandada hasta entonces por las clases altas, se afianza
en el siglo XIX ofreciendo a las mujeres de clases medias sus cualidades
maternales como “niñera”, convirtiendo a esta tarea en un medio de vida
propio para muchas otras.
Fue en este período que las mujeres –fundamentalmente de la bur-
1
Así como en el siglo XVIII se creó al niño y la infancia como sujetos sociales, jurídicos,
médicos, educativos, etc., el siglo XIX crea a la madre. En tiempos pre-modernos se
valorizaba la función reproductora de la mujer, los procesos de concebir y parir. Luego
se centró la importancia en la crianza y el cuidado de los hijos.
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Luchadoras
28
guesía y las clases medias– se crearon una identidad pública tanto por
medio de la producción literaria y de la actividad militante, como por sus
poderes de organización y planificación. La Revolución Francesa fue el
detonante que convirtió la cuestión de la mujer en una cuestión política
y despertó este movimiento. Las mujeres, que salieron a luchar por ellas
mismas, reclamaban la igualdad de derechos “haciéndose eco del discurso
burgués de la igualdad abstracta de todos los ciudadanos frente a la ley.” 2
El reclamo se inscribía en la lógica de la Ilustración que, paradójicamente,
“no cumplió sus promesas: [porque] la razón no es la Razón Universal. La
mujer queda fuera de ella como aquel sector que las Luces no quisieron
iluminar.” 3
Las mujeres reclamaban igualdad de derecho, independencia
de la tutela de los esposos, acceso a la educación, derecho a la participación
política, pero también hubo mujeres que se movilizaron contra la carestía,
por el trabajo, etc.4
Las trabajadoras ocuparon el centro de los discursos científicos, filo-
sóficos, religiosos y políticos. Es que su presencia ineludible en el mundo
del trabajo las convirtió en un “problema social”, ya que el discurso domi-
nante consideraba su inclusión en la producción como una violación de su
“naturaleza reproductora”. De estas mujeres se ocuparán, precisamente,
anarquistas, socialistas utópicos y marxistas en sus análisis sobre la explo-
tación capitalista.
En este período, en Inglaterra –el país económicamente más avanzado
del siglo XIX, cuna del capitalismo–, los obreros comienzan a organizarse
en sindicatos para conseguir aumento de salario, reducción de las horas de
labor y mejoramiento de las condiciones de trabajo. La situación de la clase
obrera generó, asimismo, un movimiento de defensa, de lucha y resistencia
que culminó en la creación, en 1864, de la Asociación Internacional de los
Trabajadores.5
Se organizaron centenares de grupos obreros, sindicatos,
asociaciones, uniones y, entre ellos, algunos que estuvieron integrados sólo
2
Pan y rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, de
Andrea D’Atri.
3
Dialéctica feminista de la Ilustración, de C. Molina Petit.
4
Ver Andrea D’Atri, op.cit.
5
También conocida como la Iº Internacional, fundada por Marx y Engels.
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por obreras.
Las mujeres que presentamos en este capítulo son paradigmáticas del
siglo en cuestión: adelantándose, como FloraTristán, en plantear la necesidad
de la unión internacional del proletariado antes que existiera la organiza-
ción dirigida por Marx y Engels; combatiendo en las barricadas parisinas,
como Louise Michel, cuando se constituye el primer gobierno obrero de
la historia y la clase trabajadora saca la lección de que ya la burguesía no
puede cumplir más el papel revolucionario de antaño. Otras mujeres, como
Carolina Muzilli y Juana Rouco Buela, son ejemplos del papel que tuvieron
socialistas y anarquistas en la organización del incipiente movimiento obrero
en Latinoamérica. Todas ellas debieron enfrentar agravios y prejuicios que,
sin embargo, no las doblegaron en el ejercicio de lo que consideraban su
deber en la lucha por la emancipación proletaria.
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Luchadoras
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Flora Tristán
“Tengo a todos en mi contra. A los hombres, porque
pido la emancipación de la mujer, a los propietarios
porque reclamo la de los asalariados.” 1
Flora Tristán
Hace doscientos años, en París, nació una de las mujeres más im-
portantes en la historia del socialismo y del feminismo: Flora Tristán,
hija de un peruano rico y una francesa. Aunque vivió sólo cuarenta años,
éstos fueron intensos, cargados de novedosas ideas y actitudes vitales.
Durante su existencia, esta mujer vislumbró que el sojuzgamiento que las
mujeres aceptaban como algo natural, al jugar el rol que la sociedad y la
cultura les destinaba como madres y esposas –reproductoras biológicas
y sociales– era similar a la relación que se da entre el amo y el esclavo,
entre el obrero y el patrón.
Cabe preguntarse por qué la historia oficial sólo la recuerda como la
abuela del pintor Paul Gauguin y, de esta manera, mantiene en el olvido a esta
extraordinaria mujer que se sobrepuso a las dificultades y logró plasmar sus
audaces pensamientos a través de la militancia, convirtiéndose, sin saberlo,
en una precursora de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Ella
se anticipó seis años a la potente idea del Manifiesto Comunista de Marx y
Engels, cuando escribió, en su obra Unión Obrera, acerca de la necesidad
imperiosa de que la clase trabajadora se uniera superando las fragmentaciones
nacionales y luchara por construir una organización única en todo el mundo,
que le diera la fuerza suficiente para lograr su emancipación.
La vida trágica de Flora fue el suelo fértil en que germinaron sus ideas
de reivindicación de los oprimidos. Quedó huérfana siendo adolescente y,
debido a que la relación de sus padres no se había formalizado, no pudo
heredar la riqueza paterna. Es así como pasó de una condición desahogada a
1
Citada por E. Thomas en Les Femmes en 1848.
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una vida de grandes penurias.Adolescente, empezó a trabajar como aprendiza
en un taller de grabados, cuyo propietario era un hombre brutal y despótico
con el que su madre la obligó a casarse cuando tenía apenas diecisiete años.
Así, Flora continuó oprimida: de la familia de sangre a un matrimonio y una
maternidad que no había elegido.
El esposo,André Chazal, pronto se muestra como un tirano bebedor y
jugador que derrocha el dinero de la familia, además de sentirse rabioso por
la frustración de no haber encontrado, en la joven esposa, la mujer sumisa y
apacible que buscaba. Hombre violento que, más tarde, intentará violar a su
hija, una púber de doce años. Según una biógrafa de Flora Tristán: “Flora
es plenamente consciente de que el matrimonio significa la apropiación
de la mujer por el hombre. Por ello, propugna la libertad de divorcio y la
libre elección del marido por parte de las mujeres, sin que en el matrimonio
intervengan los intereses económicos de los padres de los jóvenes. Sin em-
bargo, para ella el matrimonio es antagónico con el amor ya que rechaza
que ‘las promesas del corazón… sean asimiladas a los contratos que tienen
por objeto la propiedad’.” 2
Harta de las borracheras y de los abusos del marido, Flora abandona
la casa llevándose a los niños. A partir de ese momento, comienza una larga
y tenaz disputa por la tenencia de los hijos que termina cuando el esposo in-
tenta asesinarla en la calle, por lo que es condenado a veinte años de prisión.
Paradójicamente, gracias a esa bala, Flora finalmente consigue la anulación
del matrimonio, pero se gana el repudio de la sociedad. “Una esposa que
huye del domicilio conyugal y se lleva los frutos del matrimonio, no tiene
lugar en la sociedad: es una paria.” Estas son las palabras con las que el
hermano de su madre, el comandante Laisney, alude al abandono del hogar
conyugal, frase que le sugiere el calificativo exacto para sí misma. De ahora
en adelante, Flora sabe fehacientemente que será una paria.
Aline, su única hija, nació cuando Flora ya había abandonado al esposo
y representó para ella el símbolo de su liberación. Por eso escribe: “te juro
que lucharé por ti, que te haré un mundo mejor. Tú no serás ni esclava ni
paria.” 3
Sin embargo, para Flora la maternidad significa un accidente no
deseado que entorpece su libertad; así, vivencia la gran obligación y respon-
2
Feminismo y Utopía, de Yolanda Marco.
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sabilidad que tienen las madres obreras que, sin medios para educar a sus
propios hijos, son las únicas que se hacen cargo de ellos. Este aspecto de su
vida personal desata la necesidad de escribir y participar en luchas colectivas
a favor de la condición femenina y de los oprimidos sociales, plasmando en
folletos y libros la vida de las mujeres pobres. En 1837, publica el opúsculo
Petición para el reestablecimiento del divorcio, dirigida a los señores di-
putados. En sus trabajos denuncia cuán funcional resulta, al sistema social
imperante, que las muchachas proletarias no sean enviadas a la escuela, ya
que, formándose exclusivamente para las tareas domésticas, no tienen otro
horizonte de vida más que el de servir o ser esposas y madres.
Por la educación de las mujeres
Las conquistas de la Revolución Francesa, de efímera existencia, fue-
ron prontamente sustituidas por la monarquía borbónica restaurada. Derechos
como el divorcio quedaron eliminados. La gran revolución estalla en 1789;
pero, apenas cinco años después, empieza a declinar cuando se instaura la
dictadura de Napoleón, que durará hasta 1815.
Esta es una época de prosperidad para la burguesía francesa, ya que
el proceso de industrialización del país está en vías de transición, pasando
de la manufactura al maquinismo; se transforma la técnica del tejido y de
la hilandería. Una perfeccionada máquina de vapor permite instalar las
fábricas en las ciudades, ya que hasta entonces sólo podían funcionar a
orillas de ríos que proveyeran la energía necesaria. Así se va concentrando
la riqueza en manos de la burguesía, propietarios de los medios técnicos
y del capital.
La situación de la naciente clase obrera es el terreno en el cual surgen
pensadores que formulan las nuevas teorías del socialismo utópico, que
proyectan un nuevo tipo de sociedad basada en la cooperación mutua y
en la que no existiría la explotación.4
Saint Simon5
y Fourier6
, a quienes
Flora no conoce aún, ya han desarrollado los ejes fundamentales de su
pensamiento.
3
Id.
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A pesar de que Flora no tuvo una educación sistemática, adquirió
conocimientos por sí misma. Las únicas lecturas durante su adolescencia y
los primeros años que siguieron a la separación de su marido, fueron novelas
románticas y teatro. Pero, en 1825, después del nacimiento de su hijaAline,
lee por primera vez otro tipo de literatura: llega a sus manos Vindicación
de los Derechos de la Mujer, de Mary Wollstonecraft, que la impresiona
profundamente.7
En esa época, el pensamiento filosófico mantenía una tensión entre
los librepensadores economicistas que bregaban por la instauración del libre
mercado y los socialistas, para quienes la educación era vital a los fines de
conseguirunnuevoordensocial.Elidealismoquelosimpregnasehacepatente
en su consideración de que la mejoría del ser humano es la condición previa
para una sociedad justa, pensamiento del que Flora se apropia al darse cuenta
de la desventaja que supone para la mujer la carencia de educación. Aunque
4
Los socialistas utópicos fueron críticos de la sociedad burguesa, de la que captaron los
rasgos esenciales de su evolución y sus contradicciones, anticipando las transformaciones
necesarias para el advenimiento de una sociedad sin clases. Marx y Engels recuperaron
algunas de sus ideas y las desarrollaron científicamente. No obstante el socialismo utópico
está marcado por profundas contradicciones: exageran la importancia de la educación y
la razón en la conquista de la equidad social, son pacifistas, apelan a las clases superio-
res como medio para cambiar la situación de la clase trabajadora y no incorporan en su
análisis la crítica de la economía política clásica.
5
Saint-Simon (1760-1825): Historiador y teórico político socialista francés. Participó en
la Revolución Francesa y fue nombrado presidente de la Comuna de París en 1792. En
1821 escribió El sistema industrial y en 1825 Nuevo cristianismo. Propugnaba la idea de
que la propiedad privada sería buena en cuanto cada individuo recibiera su retribución
en función de su capacidad. A su parecer, el primer objetivo político del Estado tenía
que ser el desarrollo de la producción, por lo que su gobierno debía estar constituido por
industriales, entre los que consideraba a los obreros, los campesinos y los propietarios.
También proclamaba la abolición de los derechos hereditarios y la formación de una
asociación cuya función fuera impedir la guerra.
6
Charles Fourier (1772-1837): Pensador socialista francés, pionero en la crítica siste-
mática de la nueva sociedad capitalista.Atribuyó a la mala organización del intercambio
muchos males del mundo moderno y propuso un nuevo sistema de organización social
basado en la libre asociación en comunidades cooperativas de producción y consumo
donde regiría la armonía social. Entre sus obras se destacan Tratado de la asociación
doméstica y agrícola, El nuevo mundo industrial y La falsa industria.
7
Mary Wollstonecraft (1759-1797): Nació en Inglaterra, hija de un padre alcohólico, en
una familia de escasos medios. Tuvo que desempeñar diversos oficios para ganarse la
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intuye que los mecanismos de opresión de los que se vale la clase dominante
son de tipo económico, no llega a formular una teoría de la emancipación
social y siempre está presente, en su obra, la importancia de la educación de
las mujeres en el camino de la liberación.
De Lyon a Lima
En 1830 se produce en Francia la revolución de julio, instaurando
una monarquía constitucional que, enseguida, otorga mayores libertades a
la burguesía industrial, comercial y financiera permitiéndole enriquecerse
más rápidamente. Al mismo tiempo, ataca a la clase obrera porque ya co-
menzaba a evidenciarse una débil pero clara tendencia a la organización. En
ese momento, Flora se une al pueblo, impresionada profundamente por la
movilización popular. Un año después, estalla una insurrección obrera en las
sederías de Lyon, una ciudad fabril que queda en manos de los trabajadores
por varios días y donde tres años más tarde acontece otra revuelta. La doble
insurrección lyonesa reveló, por primera vez, la importancia revolucionaria
de la clase trabajadora que, aún en una sola ciudad, levantaba el estandarte
de rebelión contra la burguesía, apuntando agudamente contra la causa de
su miseria.
El 7 de abril de ese mismo año, Flora viaja a Perú, donde va a reclamar
su herencia. Esta experiencia la marcará en forma indeleble. La travesía en
barco dura más de cuatro meses, siendo la única mujer entre la tripulación.
Aunque a su llegada a tierras americanas su tío no la reconoció como he-
redera, en Lima experimentó las vivencias del dulce pasar de las limeñas
adineradas y de las duras condiciones en que vivían las mujeres pobres
–sirvientas, pordioseras, prostitutas–. También conoció a las ravañas, mu-
jeres de los pueblos originarios armadas que acompañaban a los soldados,
llevando a cuestas a sus hijos, aprovisionándose en los pueblos –por la fuerza
si era necesario– y que no pertenecían a ningún hombre en particular. Flora
vida, incluidos los de niñera y señorita de compañía. Tras publicar una novela y un libro
de historias para niños, en 1792 publicó Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde
denuncia la situación de la mujer en la sociedad. Defendió la Revolución Francesa y fre-
cuentó a los girondinos. Otras de sus obras son Reflexiones sobre la Revolución Francesa,
Cartas de Noruega y una novela póstuma Mary o la desgracia de ser mujer.
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percibe en estas mujeres una forma de vivir radicalmente diferente a la de
las mujeres que había conocido hasta entonces, lo que le plantea nuevos
interrogantes sobre la naturaleza de los sentimientos femeninos. Y, simul-
táneamente, reafirma su idea de que la educación es el verdadero factor que
logrará eliminar la desigualdad entre los sexos.
“Allá donde la ausencia de libertad se hace sentir, la felicidad no
puede existir”8
AParís regresó una Flora completamente distinta, en la que no queda-
ban casi rastros de ingenuidad y en la que las ideas socialistas y feministas
se concretaron a través de una obra literaria y de acciones políticas, prácticas
ambas irreverentes, en esa época, para una mujer. La estadía en Perú quedó
plasmada en dos volúmenes. Peregrinaciones de una paria, dedicado a los
peruanos y firmado por “vuestra amiga y compatriota”, diario de su viaje
a América que fue publicado en 1838. Ya antes había escrito De la necesi-
dad de dar buena acogida a las mujeres extranjeras, una crítica contra los
prejuicios sociales que pesan sobre las mujeres solas. Por caso, analiza la
situación de las mujeres trabajadoras en Francia e Inglaterra, constatando
que la remuneración que reciben es mucho más baja que la de los varones
por la misma labor. En 1842, escribe: “Los industriales, al ver a las obreras
trabajar más a prisa y a mitad de precio, despiden cada día a los obreros
de sus talleres y los reemplazan por obreras. Una vez que se entra en este
camino, se despide a las mujeres para reemplazarlas por niños de doce
años, finalmente se llega a no ocupar más que niños de siete u ocho años.
Dejad pasar una injusticia, pero estad seguros de que engendrará miles de
ellas.” 9
Según Flora, es el mismo opresor –el capitalista– el interesado en
la explotación del proletariado y de la mujer. Por la lógica del capital, la
mujer desplaza el ejército de reserva masculino debido a la menor retribución
económica que recibe por el mismo trabajo. Esta será una de las ideas que,
posteriormente, Karl Marx desarrollará en su obra El Capital.
Sensibilizada –gracias a una particular mirada que le permitía al-
8
Unión Obrera, de Flora Tristán.
9
Id.
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37
ternar entre los frívolos círculos privilegiados, así como sumergirse con
valentía en los ambientes más sórdidos–, hace suyos los desafíos que el
socialismo utópico comenzaba a construir. A tal grado lleva su actividad,
que las revistas de la época comienzan a publicar sus artículos en favor
de los derechos de las mujeres, de los obreros, por el divorcio, contra el
oscurantismo religioso, contra la esclavitud e, inclusive, por la abolición
de la pena de muerte.
También viaja a Inglaterra, país en el que la Revolución Industrial se
hallaba en su apogeo, donde los trabajadores vivían en condiciones paupérri-
mas, en ciudades sin servicios, hacinados, asolados por epidemias, agotados
por jornadas extenuantes. Allí conoce lugares de espanto, no titubeando en
disfrazarse de hombre para poder entrar a prostíbulos, manicomios y cárceles.
Pero también visita el parlamento británico, las carreras hípicas y los clubes
aristocráticos. A partir de esa experiencia, escribe Paseos por Londres, que
publica en 1840, donde responsabiliza a la burguesía y al sistema capitalista
de las condiciones de miseria en las que sobreviven hombres y niños, así
como de las aún más terribles condiciones de existencia de las mujeres,
muchas de las cuales están obligadas a prostituirse para poder sobrevivir. Y
es aquí donde Flora concibe la idea de que los trabajadores y las trabajadoras
son los únicos que pueden defenderse y luchar por mejorar esta situación.
Así se dispara en ella la necesidad de publicar el pequeño pero importante
trabajo Unión obrera en el que dice: “Obreros, durante doscientos años o
más, los burgueses han luchado valerosa y descarnadamente contra los
privilegios de la nobleza y por el triunfo de sus derechos. Pero, llegado el
día de la victoria, aunque reconocieron la igualdad de derechos para todos,
de hecho acapararon para ellos solos todos los beneficios y las ventajas de
esta conquista.” 10
El cambio social que propugnaba Flora debía ser pacífico y moral,
inspirado en “el amor por la humanidad” y basado “en la educación, res-
catando la generosidad y la solidaridad con los humildes.” 11
Pero su idea
de cambio desbordará las fronteras y tendrá un carácter internacional. En
su folleto, Flora decía “nuestra patria debe ser el Universo.” 12
El instru-
mento de la transformación social sería ese ejército de trabajadores laico
10
Ibíd.
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11
Ibíd.
12
Ibíd.
13
Citado en Yolanda Marco, op.cit.
14
Flora Tristán, op.cit.
15
Arnold Ruge (1802-1880): Político y filósofo alemán. Por su activismo político fue
encarcelado entre 1824 y 1830, teniendo que refugiarse en Francia e Inglaterra. Fue
y pacífico, la Unión Obrera, donde hombres y mujeres participarían en un
plano de absoluta igualdad y que, mediante la persuasión, la presión social
y el uso de instituciones legales, iría transformando de raíz la sociedad. Al
no encontrar editor que se animara a publicarlo decide, entonces, hacer una
colecta entre sus amistades y así consigue que salga a la luz éste, que será
su aporte para la organización de la clase trabajadora.
Ideológicamente, Flora se aleja de la posición de los socialistas utó-
picos que tanto influyeron en su formación, principalmente de las ideas que
sustentaba Fourier acerca del papel de la mujer como trabajadora. El filósofo
escribió que “aún siendo imprescindible la independencia económica de
la mujer para su emancipación, no es ni posible ni aconsejable que en la
sociedad del momento se le reconozca el derecho al trabajo, porque esto
no haría más que empeorar la situación general del proletariado.” 13
En
este aspecto, Flora más bien se adelanta a las ideas de su época: “Obreros,
tratad de comprender bien esto: la ley que esclaviza a la mujer y la priva de
instrucción, os oprime también a vosotros, hombres proletarios.” 14
Inclu-
sive, por sus posiciones políticas y su lucha a favor de la emancipación del
proletariado y las mujeres fue reivindicada en el libro La Sagrada Familia
de Marx y Engels.
En el mismo año en que sale a la luz Unión Obrera, conoce a Ruge,
el amigo de Marx, en una de las reuniones que se realizaban todos los do-
mingos en su casa.15
Durante el último año de la vida de Flora, ya en París
y sufriendo una grave enfermedad, los obreros deciden efectuar una colecta
para reeditar este libro que reaparece con un pequeño prólogo de Ruge. Pero
sus últimos días no los podrá pasar tranquila, ya que intentan desalojarla de
su casa, alegando que es la instigadora de una huelga obrera.
Flora Tristán fue una mujer que se adelantó como ninguna en la lucha
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I. Pioneras
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por la causa de las mujeres y por los derechos de los trabajadores del mundo,
porque vio indisolublemente ligadas las tareas de emancipación de la mujer
y del proletariado: “El hombre más oprimido puede oprimir a otro ser, que
es su mujer. La mujer es la proletaria del proletario.” 16
Se dirigió al pro-
letariado para que libere a las mujeres de su esclavitud atávica, al mismo
tiempo que se libera a sí mismo de la opresión social capitalista. Como dijo
el poeta Andrè Breton: “Acaso no haya destino femenino que deje, en el
firmamento del espíritu, una semilla tan larga y luminosa.” 17
profesor en Halle (1832) y publicó los Annales Franco Alemanes, junto a su amigo
Karl Marx. Además de numerosos artículos, escribió sus memorias en Recuerdos del
tiempo pasado.
16
Flora Tristán, op.cit.
17
Citado por Mario Vargas Llosa en La odisea de Flora Tristán.
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Luchadoras
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41
Louise Michel
“La revolución social es el más vivo de mis deseos;
más aún, me honro en ser
uno de los promotores de la Comuna.” 1
Louise Michel
Louise Michel fue una luchadora francesa, que no sólo defendió la
causa de la Comuna de París, con encendidos discursos y desbordante pa-
sión, sino también con las armas en la mano. Cursó estudios secundarios
en Chaumont, obteniendo el título de maestra. Ya en la ceremonia de gra-
duación, evidenció su personalidad desafiante y temeraria negándose a jurar
fidelidad al Imperio napoleónico, lo que la obligó a fundar una escuela libre
–inspirada en ideas radicales, republicanas y anti-eclesiásticas– para poder
ejercer su profesión. El gran poeta Víctor Hugo fue su maestro y consejero,
ejerciendo gran influencia sobre ella.
Su vida fue muy activa: mientras colaboraba en periódicos opositores,
seguía cursos nocturnos, frecuentaba reuniones en los centros clandestinos
de los comunistas y, además, era poeta. Una de sus más elocuentes poesías,
escrita en aquel 1871 de la Comuna de París, dice así:
Cuando la multitud hoy muda,
ruja como el océano,
dispuesta a morir,
la Comuna surgirá.
Volveremos, multitud sin número,
vendremos por todos los caminos,
espectros vengadores saliendo de la sombra,
vendremos estrechándonos las manos.
1
Palabras de Louise Michel durante el interrogatorio del Consejo de Guerra. Audiencia
del 16 de diciembre de 1871, citada por L. Michel en Mis recuerdos de la Comuna.
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Luchadoras
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La muerte llevará el pendón;
la bandera negra rizada por la sangre;
y, púrpura, florecerá la tierra,
libre bajo el cielo llameante.2
El primer gobierno obrero de la historia
En los meses de marzo a mayo de 1871, la clase obrera conquistó su
primer órgano de poder en la historia. Esta acción de las masas, que sólo
pudo ser anulada con una tremenda represión que duró semanas dejando
más de diez mil muertos, quedó inmortalizada como el primer gran intento
de los trabajadores de tomar el cielo por asalto y construir un nuevo orden
social, justo y equitativo. León Trotsky, años más tarde, describiría a la
Comuna de París como “un relámpago, el anuncio de una revolución pro-
letaria mundial.” 3
Vladimir Ilich Lenin explica el surgimiento de la Comuna de París por
una multiplicidad de factores: “la Comuna surgió espontáneamente, nadie
la preparó de un modo consciente y sistemático. La desgraciada guerra
con Alemania, los sufrimientos de la ciudad sitiada, la huelga obrera y la
decadencia ruinosa de la pequeña burguesía; la indignación de las masas
contra las clases superiores y las autoridades que habían demostrado una
incapacidad absoluta, la sorda efervescencia en el seno de la clase obrera,
descontenta de su situación y ansiosa de un nuevo régimen social; la com-
posición reaccionaria de la Asamblea Nacional, que hacía temer por los
destinos de la República, todo ello y muchas otras cosas se unieron para
impulsar a la población parisiense a la revolución del 18 de marzo, que
pasó el poder, inesperadamente de manos de la Guardia Nacional, a las de
la clase obrera y de la pequeña burguesía, que se había unido a ella. Fue
un acontecimiento histórico sin precedentes. Hasta entonces, el poder había
estado en manos de los terratenientes y de los capitalistas, es decir, de sus
apoderados, que constituían el gobierno. Después de la revolución del 18
de marzo, cuando el gobierno de Thiers huyó de París con sus tropas, su
2
Louise Michel, op.cit.
3
Lecciones de la Comuna, de León Trotsky.
4
La Comuna de París , de V. I. Lenin.
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I. Pioneras
43
policía y sus funcionarios, el pueblo quedó dueño de la situación y el poder
pasó a manos del proletariado.”4
En esa lucha revolucionaria, la presencia de las mujeres fue un factor
fundamental. Ellas pelearon por equiparar sus derechos de ciudadanas a los
de los varones, al mismo tiempo que lo hacían por mejorar los de los sujetos
más desvalidos del orden social imperante.
En aquellos tiempos, regía en Francia el Código Civil napoleónico,
uno de los instrumentos burgueses más restrictivos respecto al status social
femenino, ya que despojaba a las mujeres de cualquier derecho, sometiéndo-
las enteramente al padre o al marido. No reconocía las uniones consensuadas
y los hijos que nacían de esas relaciones eran considerados bastardos. Por
supuesto, estaban privadas del derecho al voto, mientras las trabajadoras
sufrían, además, la explotación en condiciones de vida miserables. Por todo
ello, la Comuna se presenta para las mujeres parisinas como una posibilidad
de conquistar no sólo la república, sino también de construir un orden social
que las incluyera.
Antecedentes revolucionarios de la Comuna
En 1852, Luis Napoleón III, mediante un golpe de estado, se había
hecho proclamar emperador, gobierno que se extendió hasta 1870. Su
régimen fue autoritario en el plano político pero, en el plano económico,
permitió el crecimiento de la industria, el comercio y las obras públicas.
París era una ciudad populosa que había alcanzado un gran desarrollo.
Una de sus grandes reformas fue la reconstrucción de diversas barriadas,
suprimiendo las viejas calles estrechas, transformadas en anchas aveni-
das, para impedir que se levantaran barricadas durante las protestas. El
extraordinario movimiento del capitalismo provocó un enorme aumento
de la población urbana. Las ciudades europeas desbordaban de gente para
la que había que construir casas, almacenes de comida, ferrocarriles para
transportar los productos, hospitales, escuelas. Grandes contingentes de
labriegos migraban hacia la ciudad, donde podían encontrar puestos de
trabajo. Carpinteros, yeseros, albañiles, plomeros, tapiceros, carniceros,
5
Ver El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de K. Marx
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Luchadoras
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panaderos, reposteros, sastres, modistas, bordadoras y demás oficios eran
requeridos por la metrópoli pujante.
Dos revoluciones fueron los antecedentes históricos de la Comuna. La
primera es la gran Revolución Francesa de julio de 1789; la segunda es la
de 1848, analizada por Marx.5
Entonces, el orden social existente se hallaba
amenazado: mientras el proletariado luchaba por reivindicaciones muchas
veces confusas, pero en las que estaba presente la exigencia de abolir los
antagonismos de clase entre capitalistas y obreros, la burguesía bregaba
por obtener mayores espacios de poder político. Ambos actores sociales se
aliaron para compensar sus respectivas debilidades frente al poder feudal,
alianza que rápidamente se mostró peligrosa para la nueva clase dominante,
apoyada en la explotación del trabajo asalariado. Cuando sobrevino la insu-
rrección de junio de 1848, con sus cinco días de lucha heroica, se produjo
un baño de sangre con prisioneros indefensos como jamás se había visto.
Era la primera vez que la burguesía ponía de manifiesto a qué insensatas
crueldades de venganza es capaz de acudir tan pronto como el proletariado
se atreve a mostrarle antagonismo. Y, sin embargo, lo de 1848 no fue más
que un juego de niños, comparado con la furia de la burguesía en 1871. Si
el proletariado no estaba todavía en condiciones de gobernar a Francia, la
burguesía tampoco podía seguir gobernando como hasta entonces. Luis Na-
poleón entra en escena, apoderándose del trono y haciendo saltar el último
baluarte de la burguesía francesa, la Asamblea Nacional. Así comienza el
Segundo Imperio.
Las incendiarias
En 1871, el imperio galo estaba concentrado en la guerra con Prusia
porque necesitaba ensanchar las fronteras y apoderarse de la rica margen
izquierda del río Rhin, con abundantes yacimientos de hierro y carbón,
materias sin las cuales es imposible concebir la industrialización capitalis-
ta. De esta manera, intentaba mantener la hegemonía francesa en Europa
continental y afirmar la autoridad interna. Pero la guerra se pierde y el
imperio se derrumba. Napoleón reconoce la derrota ante Bismarck, el can-
6
Ver V. I. Lenin, op.cit.
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I. Pioneras
45
ciller prusiano, dimitiendo del poder. Se produce así un vacío de gobierno,
pero París –que no se rinde– proclama la República, liderada por diputados
burgueses que hacen recaer la dirección del gobierno en el general Thiers.
La capital estaba sitiada, defendida ferozmente por la Guardia Nacional,
integrada por obreros. Ante el sitio, Thiers capitula al ejército prusiano y,
mediante el armisticio, intenta infructuosamente recuperar el armamento
que estaba en manos populares. Mientras tanto, los vencedores prusianos
no se atrevían a entrar a la ciudad en son de triunfo, tal era el respeto que
los obreros de París infundían a un ejército ante el cual habían rendido sus
armas las mismísimas tropas del Imperio francés. Era el proletariado que
proclamaría la Comuna.
El 18 de marzo de 1871, cuando los obreros izan la bandera roja en el
ayuntamiento de París, Louise Michel, con su temperamento y entusiasmo
subversivos, adquiere imponentes fuerzas, encabezando la insurrección.
Fueron las mujeres las que, interponiendo sus cuerpos delante de los ca-
ñones, impidieron que las tropas al mando de Thiers desarmaran París,
desencadenando la reacción popular. Ellas salieron de las casas y toma-
ron los lugares que habían dejado los hombres muertos o prisioneros; se
pusieron a trabajar en fábricas de armas y municiones, en los hospitales,
en las cocinas de la retaguardia preparando alimentos para los soldados;
pero, también, empuñaron los fusiles que recogían de los caídos. Incluso
hubo un batallón de la Guardia Nacional compuesto sólo por mujeres,
que luchó valientemente en las barricadas durante la última semana de la
Comuna, hasta que fueron fusiladas una por una.
Lecciones de la Comuna
La Comuna fue un ejemplo brillante de cómo el proletariado puede
cumplir las tareas democráticas que la burguesía sólo puede proclamar. Sin
ninguna legislación complicada, con toda sencillez, el proletariado que ha-
bía conquistado el poder suprimió la burocracia y estableció la elección de
los funcionarios por el pueblo. Deshizo instituciones caras al orden social
burgués, suprimiendo el ejército regular y contraponiéndole el pueblo en
armas; condonó los pagos de alquileres adeudados por los inquilinos; esti-
puló que cada cargo público tuviera una retribución equivalente al salario
de un obrero, para eliminar los privilegios de la casta de funcionarios; de-
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cretó la separación de la Iglesia del Estado, abolió las partidas consignadas
para fines religiosos y declaró de propiedad nacional todos los bienes de la
Iglesia. Por primera vez en la historia se proclamó, además, la igualdad de
derechos para las mujeres.
Dos errores, según Lenin, echaron a perder los frutos de la brillante
victoria.6
El proletariado se detuvo a mitad de camino: en lugar de proceder
a la expropiación de los expropiadores, se puso a soñar con la entronización
de la justicia suprema sin apoderarse de instituciones cruciales como, por
ejemplo, de los bancos. El segundo error consistió en la excesiva magna-
nimidad del proletariado: en lugar de exterminar a sus enemigos, trató de
influir moralmente sobre ellos, despreciando la importancia que tienen
las acciones militares en la guerra civil y, en vez de coronar su victoria en
París con una ofensiva resuelta sobre Versalles, se demoró permitiendo así
que el gobierno reuniese las fuerzas necesarias para preparar la Semana
Sangrienta de mayo.
Pese a todo, Lenin consideró que la Comuna constituye un magno ejem-
plo del más importante movimiento proletario del siglo XIX. Por grandes que
hayan sido las pérdidas de la Comuna, la significación que tuvo para la lucha
del proletariado las ha compensado: conmocionó al movimiento socialista de
Europa, mostró la fuerza de la guerra civil, disipó las ilusiones patrióticas y
acabó con la fe ingenua en los anhelos nacionales de la burguesía. La Comuna
enseñó al proletariado europeo a plantear en forma concreta las tareas de la
revolución socialista. Trotsky escribió que si se hojea página por página la
historia de la Comuna, se encontrará una sola lección: es necesaria la enérgica
dirección de un partido. El proletariado francés se sacrificó por la revolución
como ninguna otra clase social lo hizo. Pero también fue engañado, después
de haber sido sometido a las más crueles represiones de que se tenga noticia.
Después de la masacre, la burguesía lo deslumbró con todos los colores del
republicanismo, del radicalismo, del socialismo, para cargarlo siempre con
el peso de las cadenas del capital. Por medio de sus agentes, sus abogados
y sus periodistas, la burguesía ha planteado una gran cantidad de fórmulas
democráticas, parlamentarias, autonomistas, que no son más que los grilletes
7
Ver Trotsky, op.cit.
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I. Pioneras
47
con que ata los pies del proletariado, impidiéndole avanzar.7
Infatigable mujer de la trinchera
Louise Michel, durante los dos meses que duró la Comuna llevó una
vida ardiente de lucha, como soldado. Incansable, estaba en la primera fila o
en la retaguardia, conteniendo a los que huían. Combatió sin cesar; cuando
descansa su batallón, ella se incorpora a otro por no querer alejarse de la
lucha de ninguna manera. El diario oficial de la Comuna menciona así su
acción: “en las filas del batallón 61 combatía una mujer enérgica; mató a
varios gendarmes y guardianes del orden”.8
Animó el Club de la Revolución,
cuyas sesiones presidió a menudo. Conforme a sus convicciones, abogó por
la enseñanza profesional y la creación de orfanatos laicos, algo que en aquella
época resultó una innovación difícil de aceptar. Como militante, participó
en la Iº Internacional, fundando la Unión de Mujeres para la Defensa de
París y la Ayuda a los Heridos. Además de sus condiciones de luchadora
y propagandista, tenía condiciones dirigentes: fue elegida para presidir el
Comité Republicano de Vigilancia de los ciudadanos.
El 16 de diciembre de 1871, Louise aparece ante los jueces pidiendo
para sí la muerte. Al igual que sus hermanos de clase, reivindica morir en
el Campo de Satory donde, en la noche del 27 de mayo, millares fueron
masacrados por las tropas de Versalles. Mantiene una actitud heroica ante el
tribunal, ejemplo de firmeza y convicción revolucionaria, rechazando a los
abogados designados y presentando su defensa personalmente: “Pertenezco
enteramente a la Revolución Social. Declaro aceptar la responsabilidad
de mis actos (...) El Comisario de la República tiene razón. Ya que, según
parece, todo corazón que bate por la libertad sólo tiene derecho a un poco
de plomo, ¡exijo mi parte! Si me dejáis vivir, no cesaré de clamar venganza
y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de la Comisión
de las Gracias”.9
Finalmente fue deportada por nueve años a Nueva Caledonia,10
donde
enseñó a los nativos canaca a pensar en la libertad, acompañándolos en su
8
Luisa Michel, la Virgen Roja, de I. Boyer.
9
Louise Michel, op.cit.
10
Territorio de ultramar de Francia, archipiélago situado en el Pacífico Sur, entre Aus-
tralia y las Islas Fidji.
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rebelión contra el yugo colonial francés. Cuando regresa a París, es penada
con seis años de cárcel por encabezar una manifestación de desocupados
que culminó con la rotura de ventanas de panaderías y carnicerías. En esa
ocasión, llevaba una bandera negra, que más tarde fue tomada como sím-
bolo de lucha por los anarquistas. Reanuda su militancia: da conferencias
predicando la idea de la liberación por medio de la revolución social, en
contra de la pena de muerte y a favor de la huelga general. Entre 1890 y
1895 vivió en Londres, donde escribió algunas de sus poesías y novelas:
La miseria, Los malditos, La hija del pueblo, Los microbios humanos, El
nuevo mundo y sus Memorias sobre La Comuna.
En Marsella, en 1905, mientras dictaba una conferencia ante un audito-
rio obrero, murió la que después fue llamada “la virgen roja” y la “Juana de
Arco revolucionaria”. Una multitud integró el cortejo fúnebre. Era enterrada
una mujer que representó la participación femenina en actividades conside-
radas hasta entonces como exclusivamente de los varones, reafirmando la
fuerza revolucionaria de las mujeres obreras y del pueblo.
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49
Carolina Muzilli
“Es hora de que el feminismo deportivo
deje paso al verdadero,
que debe encuadrarse en la lucha de clases.” 1
Carolina Muzilli
Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, Argentina había
dejado de ser sólo una enorme extensión de tierra. Sus principales ciudades
comenzaron a recibir oleadas enteras de obreros y obreras que llegaban
del otro lado del Atlántico para apostar a un futuro prometido en el nuevo
continente. El país protagonizó un rápido desarrollo económico que en
principio giró en torno a la producción agro-industrial; esta veloz expansión
impactó en la población cambiando, muchas veces por la fuerza, el estilo
de vida al que acostumbraba. La clase obrera argentina fue formándose con
manos nativas y extranjeras; su crecimiento, en esta época, tendrá como
correlato la organización de un movimiento obrero que se nucleará en mu-
tuales y sindicatos por oficio, como primeros instintos de organización. El
gran peso de los inmigrantes facilitará la rápida irrupción del anarquismo
y el socialismo, corrientes ideológicas que venían extendiéndose desde los
grandes centros industriales. Los hombres y mujeres del proletariado euro-
peo aportaron, además, su mayor experiencia en la lucha de clases, vivida
en países que vieron prosperar el capitalismo antes que Argentina.
Desde antes de 1880, hay registros de diferentes conflictos obreros,
cuyo número e impacto fueron aumentando con el paso de los años. Las
primeras sociedades de resistencia surgieron en gremios como el de gráficos,
quienes además de poseer un alto grado de especialización o calificación,
tenían mayor acceso a la información y la cultura.Anarquismo y socialismo
acompañarán e influenciarán al movimiento obrero de diferentes maneras,
organizando a los trabajadores en iniciativas que fueron más allá de lo
1
Citado en Maternidad, política y feminismo, de Marcela Alejandra Nari.
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Luchadoras
50
sindical, e incentivando la existencia de espacios socio-culturales propios;
esta tendencia será continuada posteriormente por el Partido Comunista.
El movimiento obrero argentino, además, estaba ligado a los eventos que
ocurrían a nivel mundial, en gran parte gracias a la tradición internacionalista
que imprimieron militantes sindicales y de izquierda. Por eso conmemoró
desde su inicio el 1° de mayo2
, y envió delegados a los congresos de la Iº
y IIº Internacional.
El nuevo siglo trajo consigo una agudización de las luchas obreras,
y enseguida tuvo lugar la primera huelga general, en 1902. Entre 1910
y 1920 se produjeron cambios en la producción, que llevaron a nuevas
formas de lucha: los trabajadores comenzaron a organizarse en sindicatos
por rama de industria, y a utilizar métodos como los piquetes y la ocu-
pación de fábricas. Durante ese período cobrará importancia una nueva
corriente, el sindicalismo revolucionario, cuya influencia se hará sentir
cada vez más fuerte en detrimento del anarquismo (en franca decadencia)
y del socialismo.
Todo este proceso de surgimiento, consolidación y cambio en la clase
obrera en Argentina estuvo cruzado por un elemento que pocas veces es te-
nido en cuenta por los historiadores: la irrupción de las mujeres en el mundo
del trabajo fuera del hogar. Previamente, si las mujeres trabajaban en tareas
que no tuvieran que ver con el cuidado de sus hijos o el hogar, lo hacían
desde sus casas (por ejemplo, como costureras o tejedoras); esta modalidad
de trabajo fue ampliamente utilizada antes de la aparición de los grandes
establecimientos fabriles. Pero, a partir de este momento, su presencia se
hará sentir también en fábricas y talleres.3
Fabriqueras
2
El 1º de mayo, Día del Trabajador, se conmemora el asesinato de cinco luchadores
obreros, condenados a muerte luego de los serios enfrentamientos que tuvieron lugar en
Chicago y otras ciudades de Estados Unidos durante 1886; fueron asesinados numerosos
huelguistas que peleaban por reducir la jornada laboral a ocho horas. Se trata de un día
de lucha, que sin embargo muchos buscan convertir en una festividad, ocultando su
verdadero significado.
3
Para la primera parte del artículo fueron esenciales los aportes de Pablo Pozzi y Alicia
Rojo durante el curso Historia del Movimiento Obrero Argentino, dictado en el Instituto
del Pensamiento Socialista Karl Marx, Buenos Aires, mayo y junio de 2005.
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I. Pioneras
51
¿Qué tenían que hacer las esposas, madres o novias trabajando a la
par de cualquier obrero, fuera de sus casas? La llegada de las mujeres a las
fábricas y talleres fue un cimbronazo en la vida obrera, todo había cambiado.
Desdeconservadoresrecalcitranteshastasocialistasyanarquistasreaccionaron
ante este nuevo fenómeno; en general, todos coincidieron en señalarlo como
negativo. Comenzó una gran campaña de exaltación del papel de las mujeres
como madres y ejes del núcleo familiar, cuyo rol se suponía que se desvirtuaba
al trabajar fuera del hogar. Se atacó el trabajo femenino en las fábricas, con
argumentos que iban desde lo fisiológico (supuesta debilidad del organismo
femenino) hasta lo moral, ya que se consideraba que las fábricas eran “antros
de perdición”, sobre todo para las jóvenes. Cada sector propuso diferentes
“soluciones” para el “problema”, siendo la predilecta devolver a las féminas
a sus hogares. Socialistas y anarquistas, a pesar de su disconformidad con
el trabajo femenino, defendieron los derechos de estas nuevas trabajado-
ras, las fabriqueras, muchas veces en respuesta a la presión de sus mismas
compañeras, como lo muestran los primeros debates (calurosos por cierto)
en el periódico obrero La Voz de la Mujer.
Que esta discusión fuera tan generalizada en la sociedad, para algu-
nas intelectuales se debe al impacto inicial causado por el ingreso de las
mujeres a las fábricas; según ellas, se dio un “sobredimensionamiento” o
“espejismo” que hacía que se percibiera el fenómeno como algo más masivo
de lo que fue realmente, ya que la mayoría habría seguido en ocupaciones
tradicionales como la costura y la agricultura.4
Esto parece reforzado por
un informe presentado en 1902 por la feminista Cecilia Grierson (quien fue
la primera mujer en egresar de la Facultad de Medicina de Buenos Aires),
cuyas conclusiones van en ese sentido. Sin embargo, esta posición es rela-
tivizada por otros investigadores, quienes sostienen que la destrucción de
registros censales de las primeras décadas del siglo XX impide afirmarlo.
Si se tienen en cuenta las nóminas de empleados de fábricas de la época
puede calcularse que ya en 1895 el 20 % de los trabajadores industriales
4
“Tensiones entre la reproducción social y la producción: estudio de caso de las mujeres
gráficas de BuenosAires (1890-1914)”, de Mabel Bellucci en Desprivatizando lo privado
– Mujeres y trabajos, de C. Lipszyc, M.E. Ginés y M. Bellucci.
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Luchadoras
52
eran mujeres5
; algunos calculan que este porcentaje llegó al 50 % décadas
después. En lo que hay mayor coincidencia es en que las mujeres tendieron
a permanecer en los mismos sectores y tipos de tareas poco especializadas
dentro de la industria durante varias décadas, además de recibir salarios
más bajos que los de los hombres, siendo muchas veces utilizadas por los
patrones para suplir el trabajo masculino; esta razón llevó a muchos a clamar
por su regreso al hogar.
Los sectores industriales en los que más mujeres trabajaban eran
alimentación, textil, frigoríficos, tabaqueras y fosforeras; además fueron
teniendo una presencia cada vez mayor como oficinistas en las empresas
de servicios, como docentes y como vendedoras en las grandes tiendas que
intentaban asemejar a Buenos Aires a otras capitales del mundo. Este tipo
de ocupaciones era más frecuente entre las jóvenes de clase media.6
Las condiciones en las que trabajaban las primeras fabriqueras eran
terribles, y las llevaron a protagonizar numerosas huelgas; entre ellas, po-
demos mencionar las de costureras, cigarreras, chalequeras, pantaloneras,
alpargateras, camiseras, fosforeras, tejedoras y empleadas domésticas. Las
ciudades donde más movilizaciones de mujeres hubo durante los primeros
años del siglo XX fueron Buenos Aires, Rosario, Junín y Córdoba. Esto no
necesariamente se tradujo en un alto grado de organización de las trabaja-
doras, aunque algunos sectores se agruparon.7
En 1912, Carolina Muzilli
describía la situación en el gremio gráfico: “mientras el número de socios
aumenta paulatinamente, el número de mujeres inscriptas siempre se man-
tiene en el mismo núcleo insignificante y pasa desapercibido.” 8
Destacaba,
además, su escasa intervención en las asambleas y demás instancias de
participación sindical, debido en gran parte a la falta de apoyo de sus com-
pañeros y al rechazo social hacia el trabajo femenino.
Damas, feministas y militantes
5
“Concentración de capital, concentración de mujeres”, de Fernando Rocchi, en Historia
de las mujeres en la Argentina – Siglo XX, de F. Gil Lozano, M.G. Ini y V.S. Pita.
6
“Lenguaje laboral y de género en el trabajo industrial”, de Mirta Z. Lobato, en F. Gil
Lozano, M.G. Ini y V.S. Pita, op. cit.
7
Entre ellos estaban las costureras, cigarreras, tejedoras y empleadas de comercio, en la
mayoría de los casos impulsadas por los anarquistas.
8
Citado por Mabel Bellucci, op. cit.
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53
La inserción de las mujeres en el mundo fabril coincidió con el auge de
la primera ola del movimiento feminista en todo el mundo y su irrupción en
la “vida pública”. Las señoras adineradas se reunían en la Sociedad de Bene-
ficencia, que por supuesto distaba de ser feminista; luego comenzaron a surgir
activistas, generalmente profesionales (sobre todo médicas) entre las cuales
una de las más destacadas fue Cecilia Grierson. Esta intentó infructuosamente
nuclear a los diferentes grupos de mujeres que existían en el país, y finalmente
recurrió a la elite porteña y provincial para lograrlo; así surgirá, en 1900,
el Consejo Nacional de la Mujer9
. Al cabo de diez años, en 1910, los dos
sectores predominantes en el Consejo (damas y profesionales/intelectuales)
rompieron a partir de sus discrepancias sobre los festejos del Centenario; sus
diferencias las llevaron a organizar dos congresos de mujeres separados en
BuenosAires: uno con fuerte tónica tradicional y patriótica encabezado por
las señoras de la alta sociedad, y otro con tinte feminista e internacionalista
inaugurado por intelectuales y socialistas.
Entre las feministas más dinámicas de la época se encontraba la
médica Julieta Lanteri, quien luchó durante muchos años por conseguir la
igualdad de las mujeres en lo jurídico. Hizo del derecho al voto una de sus
banderas, a tono con el feminismo sufragista imperante en Estados Unidos
e Inglaterra. Se presentó como candidata en numerosas elecciones aprove-
chando un vacío legislativo con respecto al tema, e intentó votar en cuanto
comicio hubo, lográndolo varias veces. Lanteri fundó el Partido Feminista
Nacional, y también peleó contra la discriminación de las mujeres en los
ámbitos laboral y académico, problemas que había sufrido en carne propia:
le habían negado la posibilidad de ser docente en la Facultad de Medicina
de la Universidad de Buenos Aires sólo por ser mujer, aunque argumenta-
ron que el problema era otro. La imagen de Julieta parada en un cajón de
manzanas en plena plaza Flores o en un banco en la plaza Congreso quizás
sea una foto de la época, en la cual las mujeres peleaban por hacer escuchar
su voz, y exigían derechos elementales.
Paralelamente se formaron otro tipo de agrupaciones, generalmente
9
“Entre el conflicto y la negociación”, de Alejandra Vasallo, en F. Gil Lozano, M.G.
Ini y V.S. Pita, op. cit.
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54
pequeñas y de corta existencia, impulsadas por socialistas y anarquistas.
En 1902, a instancias del Partido Socialista, se crea el Centro Socialista
Femenino, ampliamente propagandizado en el periódico partidario La Van-
guardia. Del Centro participaban sobre todo militantes no obreras del partido
(destacándose las hermanas Chertkoff, Fenia de Repetto y Justa Burgos
Meyer, entre otras). Realizaron campañas a favor del divorcio y los derechos
civiles de las mujeres, organizaron actividades para niños y conferencias,
y también apoyaron huelgas. Sus posiciones las diferenciaban tanto de las
damas de caridad como de las feministas burguesas, aunque en su práctica
tenían numerosos puntos en común con estas últimas. El Partido Socialista,
que privilegiaba siempre la vía parlamentaria ante cualquier otra, presentó
diferentes proyectos de ley para proteger a las trabajadoras. Estos (sin dejar de
ser progresivos debido a la situación de indefensión y explotación existente)
utilizaban sin embargo argumentos como la hipotética “debilidad física” de
las mujeres y la necesidad de “preservarlas” para cumplir su “rol nato” de
madres, cuestión que les valió el rechazo de numerosas feministas. En 1903,
también por impulso del PS, surgirá la Unión Gremial Femenina, que “se
consideraba (...) como un primer paso para llegar a las mujeres obreras,
que después pasarían a integrar el Centro Socialista Femenino.” 10
Si de militantes socialistas se trata, hay una que se destacó tanto como
por sus investigaciones como por sus escritos y, especialmente, por su incan-
sable lucha junto a las trabajadoras: su nombre fue Carolina Muzilli.
La pasión de una joven llamada Carolina
Nacida en un barrio popular, en el seno de una familia de inmigrantes,
Carolina supo lo que era luchar desde la infancia, cuando debió lidiar con
sus padres para poder seguir estudiando. Esto estaba vedado a las muchachas
de su clase, quienes una vez finalizada la instrucción primaria debían aban-
donar toda perspectiva educativa. Se destacó como estudiante, rodeada de
muchachas de buen pasar, frente a las cuales no disimulaba sus diferencias;
un ejemplo es el ensayo que escribió criticando la práctica de la caridad, tan
10
Historia de una militancia de izquierda - Las socialistas argentinas de comienzos del
siglo XX, de Bárbara Reiter.
11
Carolina Muzilli, de José A. Cosentino.
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  • 1. Andrea D’Atri (ed.) Bárbara Funes Ana López Jimena Mendoza Celeste Murillo Virginia Andrea Peña Adela Reck Malena Vidal Gabriela Vino Verónica Zaldívar Luchadoras Historias de mujeres que hicieron historia http://Rebeliones.4shared.com
  • 2. Diseño de tapa e interior: Rodrigo Arce © Ediciones del IPS Riobamba 144 - Tel.: (54-11) 4951-5445 Ciudad Autónoma de Buenos Aires - C1025ABD Argentina ipskarlmarx@fibertel.com.ar http://www.ips.org.ar Primera edición: abril de 2006 I.S.B.N. 987-22717-1-2 ISBN13: 978-987-22717-1-8 Imagen de tapa: trabajadoras textiles montan piquetes en Greensboro, Georgia (EE.UU.), durante la huelga general textil de 1934, cuando más de 400 mil trabajadores en la región suspendieron labores. El gobierno de Franklin Roosevelt envió más de 40 mil soldados para atacar a los huelguistas, matando a 16 e hiriendo a cientos en el curso de esas batallas. Los carteles que portan las trabajadoras señalan: “Queremos un contrato” y “Dejaremos este piquete sólo cuando se congele el infierno”. Las fotografías se publicaron en Teamsters Rebellion, de Farrell Dobbs (ver bibliografía). Imagen de contratapa: The Soldaderas of the Mexican Revolution, 1911, publicada en Women, War and Revolution, edited by Carol Berkin and Clara Lovett, HM Publishers, New York, 1980. Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción, total o parcial, por cualquier medio que fuere. D’Atri, Andrea Luchadoras: historia de mujeres que hicieron historia / Andrea D’Atri; Barbara Funes; Celeste Murillo - 1ª ed. - Buenos Aires : Ediciones del I.P.S., 2006. 272 p.; 20x14 cm. (Género y clase) ISBN 987-22717-1-2 1. Mujeres-Historias. 2. Mujeres-Género. I. Funes, Barbara II. Celeste Murillo III. Título CDD 920.72 : 305.4 http://Rebeliones.4shared.com
  • 3. A nuestras camaradas obreras, para quienes convertirse en tribunos de su clase, como revolucionarias conscientes, significa un esfuerzo doblemente mayor que para el resto de nuestros compañeros trabajadores. http://Rebeliones.4shared.com
  • 5. 7 Indice Agradecimientos .................................................................................................................................... 9 Prólogo Celia Martínez .................................................................................................................................... 11 Introducción Andrea D’Atri .................................................................................................................................... 13 I. Pioneras Introducción Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 27 Flora Tristán Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 31 Louise Michel Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 41 Carolina Muzilli Verónica Zaldívar .................................................................................................................................... 49 Juana Rouco Buela Verónica Zaldívar .................................................................................................................................... 57 II. Internacionalistas Introducción Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 69 Rosa Luxemburgo Bárbara Funes .................................................................................................................................... 73 Clara Zetkin Malena Vidal y Adela Reck ................................................................................................................. 87 III. Rebeldes Introducción Celeste Murillo .................................................................................................................................... 95 Carmela Jeria Ana López y Virginia Andrea Peña .............................................................................................. 99 http://Rebeliones.4shared.com
  • 6. 8 Lucrecia Toriz Jimena Mendoza.................................................................................................................................... 109 Amelia Robles Jimena Mendoza.................................................................................................................................... 117 María Cano Celeste Murillo .................................................................................................................................... 123 IV. Combativas Introducción Celeste Murillo .................................................................................................................................... 131 Marvel Scholl y Clara Dunne Celeste Murillo .................................................................................................................................... 137 Genora Johnson Dollinger Celeste Murillo .................................................................................................................................... 147 V. Rojas Introducción Bárbara Funes .................................................................................................................................... 161 Natalia Sedova Gabriela Vino y Bárbara Funes .............................................................................................. 169 Pen Pi Lan Bárbara Funes .................................................................................................................................... 183 Mika Etchebéhère Bárbara Funes .................................................................................................................................... 209 VI. Indómitas Introducción Andrea D’Atri .................................................................................................................................... 227 Nadezhda Joffe Andrea D’Atri .................................................................................................................................... 233 Edith Bone Celeste Murillo .................................................................................................................................... 249 Bibliografía ....................................................................................................................................................... 261 Las autoras ....................................................................................................................................................... 269 http://Rebeliones.4shared.com
  • 7. 9 Agradecimientos Hablamos aquí de historias de mujeres rebeldes y revolucionarias que lucharon por la causa de la clase obrera. Este cruce entre género y clase, en muchos casos, nos dificultó el acceso a las fuentes, testimonios, documentos sobre sus vidas y su pensamiento político. Por esa razón, habría sido impo- sible la culminación de este trabajo sin la ayuda de numerosas personas a quienes les debemos nuestro agradecimiento. En primer lugar, a Esteban “Sieva” Volkov, nieto de Natalia Sedova1 y León Trotsky, quien desde México –donde reside– nos envió materiales inéditos en español sobre su abuela y nos alentó en la tarea de recuperación de su historia. Desde Estados Unidos, contamos con la colaboración deYosef Mikhah, con una larga trayectoria en el movimiento trotskista norteamericano, quien nos proveyó permanentemente de libros, artículos y referencias sobre las mujeres del Socialist Workers Party (SWP). Su voluntariosa ayuda, cada vez que necesitamos que alguien “en persona” entrara a un archivo y buscara un dato inhallable por otros medios, fue de gran valor para nosotras. También agradecemos a Marcelo Cardozo, residente en New York, quien nos envió una autobiografía de Nadezhda Joffe inédita en español. A través de ella vislumbramos la vida de los oposicionistas en los campos de prisioneros de la ex Unión Soviética. Desde Londres, Alejandra Ríos y Philip Widall nos facilitaron volú- menes de su propia biblioteca que nunca fueron publicados en español y que ya tampoco existen para la venta en inglés, ni están digitalizados. Eso nos 1 Su abuela de sangre era Aleksandra Lvovna , primera esposa de Trotsky y madre de sus dos hijas Zina y Nina; aunque, a raíz del aniquilamiento de casi toda su familia y la prisión de su abuela materna, fue criado por su abuelo materno y su segunda esposa, Natalia Sedova, en el exilio de éstos en Coyoacán, México. Veáse Natalia Sedova y Nadezhda Joffe, en los capítulos V y VI, respectivamente. http://Rebeliones.4shared.com
  • 8. Luchadoras 10 permitió “descubrir” a algunas mujeres comunistas, poco conocidas para los lectores de habla hispana, que relataron sus experiencias de vida. Guillermo Leborán, de Barcelona, nos facilitó desinteresadamente bibliografía sobre la cuestión de la mujer en las Internacionales. Andrea Robles, Gabriela Liszt y Liliana Ogando Caló, del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky, de Argentina, nos han guiado en la consulta del archivo, la hemeroteca y la biblioteca del centro que dirigen, especialmente en lo referido al período de la segunda postguerra. Milton D’León y Nicolás Miranda –de la Juventud de Izquierda Revolucionaria de Venezuela y del grupo Clase contra Clase de Chile, res- pectivamente– fueron fuentes de consulta por su conocimiento de la historia del movimiento obrero de Latinoamérica y el Caribe. Agradecemos también a Christian Castillo, Juan Andrés Gallardo, Rodrigo Arce, Juan Chingo, Anabella Sánchez, Fernando Scolnik, Viviana Yánez, Cecilia Gárgano, Martín Yánez, Ernesto González, Ariane Díaz y Juan Dal Maso que colaboraron en distintos aspectos de esta investigación, bien traduciendo textos inéditos en castellano, o bien leyendo los primeros borradores y planteando sus críticas agudas y constructivas, aportando nuevas ideas y alentándonos constantemente a terminar este trabajo, a pesar de las dificultades. Además de estos camaradas y amigos, no queremos dejar de mencionar a Laura Liffschitz por su permanente estímulo para la concreción de este proyecto, desde los inicios, cuando sólo era un vago anhelo. http://Rebeliones.4shared.com
  • 9. 11 Prólogo Este libro narra historias de mujeres muy emocionantes. Todas ellas iniciaron su lucha en plena juventud. Por eso, para las jóvenes luchadoras y revolucionarias de hoy, este libro es una contribución a su crecimiento político, es una forma de allanarles el camino, un gran aporte para esas ge- neraciones que vienen detrás nuestro. Necesitamos saber que hubo grandes luchadoras y grandes revolucionarias y que tiene que seguir habiéndolas. ¡Estas mujeres son un gran ejemplo! A través de estas páginas podemos recorrer las vidas de mujeres apa- sionadas y transmitir sus experiencias para preparar nuevas fuerzas revo- lucionarias. ¡Llena de entusiasmo saber que nos antecedieron mujeres con este espíritu de lucha! Por eso creo que es indispensable que las trabajadoras conozcan las historias de estas mujeres. La mayoría de nosotras salimos de la fábrica y tenemos que ir a nuestra casa a limpiar y cocinar. ¿Por qué tenemos que trabajar tanto? ¿Dónde está dicho que así deben ser nuestras vidas? Existieron muchas mujeres que se rebelaron, que lucharon y algunas, incluso, se hicieron revolucionarias. Hoy, cuando algunas personas piensan que la revolución es una utopía, las enseñanzas que dejan las vidas de estas mujeres son un modelo para vivir en la actualidad. La historia demostró que las luchas de la clase obrera siempre se reavivan y la idea de revolución continuará volviendo mientras existan la explotación y la opresión. Por eso también este libro es un aporte para formarnos como trabajadoras concientes en estos momentos “de calma”, sabiendo que no será una situación eterna, que la lucha se reanimará. Estas mujeres vivieron hace muchos años pero sus vidas tienen gran actualidad. Mi experiencia en la lucha de mi propia clase comenzó “por acciden- te”. Más tarde, le fui “tomando el gusto” a luchar no sólo por la fuente de trabajo, sino por un cambio social profundo. Intervenir en una asamblea en la textil Brukman, ocuparla y ponerla a producir bajo control obrero fueron http://Rebeliones.4shared.com
  • 10. Luchadoras 12 los primeros pasos. Hace tiempo dije, ante miles de personas en la Plaza de Mayo, que si las trabajadoras y los trabajadores podemos poner a producir una fábrica, entonces también podemos gobernar un país. Después, mi lucha dio un paso más, planteándome la necesidad de construir un partido revolucionario. De asimilar las ideas del marxismo y de ser una de las voces de Brukman, me propongo ahora convertirme en una voz de mi clase. Por eso, para mí, estas historias representan una dosis de energía: las lecciones que ellas nos dejaron se mantienen vigentes. Reconstruir la historia de quienes lucharon por la clase obrera es una necesidad. Al leer estas páginas sobre grandes mujeres de la historia de nuestra clase veremos que, en su momento, fueron mujeres como nosotras, que han salido a luchar, que han defendido ideales y que han dejado lec- ciones que hoy están plasmadas en estas hojas. Entre ayer y hoy hay una continuidad. Louise, Flora, Juana, Carolina, Rosa, Clara, Carmela,Amelia, Lucrecia, María, Marvel y Clara, Genora, Natalia, Pen Pi Lan, Mika, Nadezha, Edith. Sus nombres florecen ante mis ojos. Su sangre ardiente por la causa de la clase obrera corre también por mis venas. Si ellas pudieron, ¡yo puedo y puedo más! Porque cuento con las huellas que ellas dejaron en el camino, plagado de algunos triunfos y, sobre todo, de duras derrotas. Con el tiempo, habrá otras historias. Las historias de mujeres con voces y rostros propios que hoy necesitan conocer esta historia, que han escrito las mujeres indómitas sobre las que trata este libro, para preparar el futuro. Celia Martínez, obrera de la textil Brukman Buenos Aires, marzo de 2006 http://Rebeliones.4shared.com
  • 11. 13 Introducción El papel de las mujeres en la historia ha sido silenciado durante siglos. Si ellas aparecían, lo hacían como “casos excepcionales” que alcanzaban renombre por “extrañas” aptitudes para el arte o la ciencia, o bien porque la herencia y oscuros designios divinos habían querido ungirla reina o santa. Esto se modificó radicalmente recién con el advenimiento de la segunda ola feminista en la década de 1970, cuando activistas y académicas comenzaron a cuestionar esta ausencia y se propusieron investigar a las mujeres en la historia, desnaturalizando la invisibilización y dando lugar a la Historia de las Mujeres. Pero si la opresión social del género femenino está en la base de esta eliminación de la participación de la mitad de la humanidad en los procesos históricos, doble fue el ocultamiento cuando se trató de las mujeres luchadoras, rebeldes, revolucionarias. En Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clases en el capitalismo1 intentábamos entrelazar las cuestiones relativas a la opresión y la explotación a lo largo de la historia de la lucha de clases que se abre con la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.Ahora, con Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia, nos proponemos rescatar, con nombres y apellidos, a algunas de las protagonistas de ese período, no exento de combates heroicos de la clase obrera y los sectores populares en la lucha por su emancipación. Estas biografías han sido reelaboradas en función de los mismos procesos en los que estas mujeres participaron, destacando este aspecto por sobre otros relativos a sus vidas privadas. No fue una decisión ingenua: es poca la atención que se presta, en las biografías masculinas, a las vidas conyugales de los varones referenciados, sus paternidades y otros detalles de su cotidianeidad; sin embargo, es habitual que las biografías de mujeres destaquen estos aspectos por sobre otros. Por el contrario, en este trabajo, quisimos mostrar la vida de estas mujeres desde el lugar que ellas mismas decidieron tener en la historia, como protagonistas de su tiempo. Estas mujeres de las que habla Luchadoras... vivieron bajo el domi- 1 Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, de Andrea D’Atri, en esta misma colección. http://Rebeliones.4shared.com
  • 12. Luchadoras 14 nio del sistema capitalista. Desde sus albores, revolucionando la sociedad y las relaciones personales, el capitalismo arrancó a la mujer del ámbito privado, dando por tierra con los designios oscurantistas de la Iglesia que naturalizaba el encierro de las mujeres en el ámbito doméstico. En plena Revolución Industrial, con el desarrollo de la técnica y la maquinaria, el capitalismo hizo posible la desmitificación del supuesto de tareas, trabajos y profesiones masculinas o femeninas, basados en las diferencias anatómicas. Más tarde, el desarrollo médico y científico permitió que, por primera vez en la historia, pudiera separarse la reproducción del placer, cuestionando de esta manera la concepción de que la maternidad es el único proyecto de vida para la realización de las mujeres. Y, también, ha convertido en una posibilidad al alcance de la mano la socialización e industrialización de las tareas domésticas. Pero su enérgica revolución en las relaciones sociales de producción, su impetuosa marea que podía arrastrar viejos prejuicios y construir nuevas relaciones personales, sólo fueron –desde sus inicios– ten- dencias que no pudieron desarrollarse íntegramente bajo la supervivencia de la propiedad privada de los medios de producción. Una condición que –cada vez más– choca irremisiblemente contra una producción cada vez más socializada internacionalmente, provocando crisis, catástrofes y hasta guerras mundiales. En el caso de las mujeres, éstas fueron empujadas al trabajo fuera de la casa, pero debiendo conformarse con salarios menores a los de los varones por la misma tarea, para de ese modo también presionar a la baja del salario de todo el proletariado. Y si puede hablarse hoy de la feminización de la fuerza de trabajo, lo cierto es que este proceso no ha significado quitarle a las mujeres la responsabilidad atávica del trabajo doméstico no remunerado, recargándolas así con una doble jornada laboral. También, actualmente, a pesar de los impresionantes avances científicos, los estados más poderosos del planeta siguen sosteniendo los prejuicios del fundamentalismo religioso, apoyándose en celestiales ideologías reaccionarias para mantener el some- timiento y el dominio terrenal. El capitalismo no inventó la opresión de las mujeres, es cierto. Pero también es cierto que, lejos de liberar a las mujeres de aquella opresión ancestral, endureció los grilletes e hizo más pesadas sus cadenas. Sin embargo, a pesar de la condena que el capitalismo sigue imponiendo a las mujeres –condena que se transforma en cadena perpetua para las trabajadoras y las mujeres de los sectores populares–, marxistas y http://Rebeliones.4shared.com
  • 13. Introducción 15 feministas sostienen debates acalorados e incluso, en ocasiones, irreconci- liables, desde hace más de treinta años. Las autoras de este libro somos militantes marxistas revolucionarias. Su publicación no obedece sólo a nuestros anhelos personales de ver plas- mado más de un intenso año de trabajo colectivo, sino fundamentalmente al convencimiento de que no habrá emancipación de las oprimidas y oprimi- dos si no es luchando por la revolución socialista. En las organizaciones a las que pertenecemos2 , esta cuestión tiene relevancia: sabemos de las dobles dificultades que enfrentan las trabajadoras en su camino de convertirse en obreras concientes, dirigentes de su clase, militantes revolucionarias. Y, por ello, impulsamos y participamos de las más amplias movilizaciones y luchas por derechos democráticos elementales –como el derecho al aborto, entre otros–, por las demandas específicas de las obreras en sus lugares de trabajo –guarderías, igual salario por igual trabajo, etc–. Pero, también, insistimos en la necesidad de que la clase obrera, empezando por sus mujeres, integre la cuestión de su emancipación en su programa revolucionario, porque sabemos que no puede liberarse de sus cadenas quien oprime a otros. Como ya señalamos en otra oportunidad: “No concluimos que la emancipación de las mujeres está garantizada automáticamente con la revolución socialista o con algunas leyes y decretos progresivos que pueda promulgar la clase obrera en el poder. Pero afirmamos que lo contrario sí es cierto.”3 El capitalismo sólo nos reserva destrucción, cadenas, barbarie. Claro que, si hasta allí podemos acordar con algunos sectores feministas anticapitalistas, la pregunta que sigue sustentando el debate es ¿la revolución proletaria es suficiente para la emancipación de las mujeres? Creemos que no y trataremos de explicarlo. Pero eso no quita que, entre la mayoría de las feministas que rechazan el marxismo, se encuentran muchas dispuestas a ser menos impacientes en ver a las degradadas democracias capitalistas 2 Las autoras de esta compilación pertenecen al Partido de los Trabajadores Socialistas (Argentina), la Liga de los Trabajadores Socialistas (México) y Clase contra Clase (Chi- le), que conforman la corriente internacional Fracción Trotskista – Cuarta Internacional, junto a la Liga Obrera Revolucionaria (Bolivia), la Liga Estrategia Revolucionaria (Brasil) y la Juventud de Izquierda Revolucionaria (Venezuela). 3 Andrea D’Atri, op.cit. http://Rebeliones.4shared.com
  • 14. Luchadoras 16 convertirse (utópicamente) en democracias radicales y pluralistas, que en combatir los prejuicios propios del patriarcado que la ideología dominante impone a sus oprimidos. Si hay un “espíritu revolucionario” del feminismo ése es el de mantener una relación de diálogo y confrontación con lo más avanzado de la ideología de una época, ayer encarnado en la Ilustración de una avasallante burguesía que instauraba los estados nacionales modernos al calor de la máquina de vapor y el telar industrial; más tarde, interpelando al marxismo en medio de la movilización independiente de las masas que conmovió –con aquel espíritu se- sentayochista– los pilares del orden mundial a uno y otro lado del planeta. Las diatribas del feminismo de la primera ola se dirigieron contra el movimiento revolucionario burgués, discutiendo sus parámetros de ciudadanía y derechos humanos que no incorporaban a las “ciudadanas” a la vida social y política. En el siglo XX, por su parte, discutió con el marxismo sobre cuestiones tan variadas como la relación entre opresión y explotación, la reproducción de los valores patriarcales al interior de las organizaciones de izquierda y el fracaso de los llamados “socialismos reales”. Es que la mayoría de las teó- ricas feministas radicales provenía de las filas de la izquierda marxista, con la que desarrolla un enfrentamiento vehemente. No es extraño encontrarse, entonces, con elaboraciones que, lejos del materialismo histórico, revelan sin embargo, un lenguaje epocal que resuena con otras significancias: desde la tesis de las mujeres como clase social, las elaboraciones sobre la explotación económica del trabajo doméstico o las de la reproducción como explotación de una clase sexual sobre otra. Algunas autoras señalan que el surgimiento de la segunda ola feminista tiene una relación directa con el escepticismo que fue generando la malhada- da experiencia con el denominado “socialismo real”. Como si hubiera sido ese mismo desencanto el que impulsó su aparición en la escena política de los países centrales. Ese sentimiento de desazón es el que podría encontrarse en la base de lo que el feminismo radical llegó a esbozar como tesis central de su prédica: la conclusión de que quizás era necesaria una revolución para cambiar el capitalismo, pero que eso no tenía relación con la liberación de las mujeres. Enfatizando la existencia de la dominación masculina en todas las sociedades conocidas, las feministas radicales intentaron demostrar la inevitabilidad de la opresión y mostraron, así, su escepticismo sobre la http://Rebeliones.4shared.com
  • 15. Introducción 17 capacidad del socialismo para crear una verdadera democracia basada en la abolición de la esclavitud asalariada y sobre la cual pudiera asentarse la emancipación definitiva de las y los oprimidos. Contrariando el precepto “izquierdista” de que cualquier objeción sobre la opresión intraclasista de las mujeres obreras rompería la unidad popular necesaria para enfrentar al sistema capitalista, el feminismo radical sostendrá que no habrá cambio social sin una revolución cultural que lo preceda. Por lo que la tarea po- lítica primordial pasa por cambiar uno mismo para lograr el cambio de la sociedad. La consigna lanzada por el feminismo de la década de 1970 de que “lo personal es político”, en la práctica adquirió más bien la forma de que “lo político es lo personal”, permitiendo la libre interpretación acerca de lo que significaba ser feminista, luchar contra el patriarcado, etc. De lo que se trataba era de no tener hijos, o de tenerlos pero criarlos con valores no sexistas, de vivir en comunidades de mujeres que permitieran recuperar la autoestima del género o en reproducir la pareja monogámica heterosexual pero compartiendo las tareas de la casa sin estereotipos de género… en fin, la “revolución cultural” era lo que estaba en marcha y sólo así se podía aspirar a que, alguna vez, cambiara el mundo. Lo cierto es que tal reacción tenía un motivo que, si bien no la justifica, al menos la explica parcialmente: mientras gran parte de los intelectuales y la izquierda hacían oídos sordos a las barbaridades cometidas en nombre del socialismo, se evitó debatir –entre otras cosas– sobre la opresión de las mujeres obreras o la situación de las mujeres en los países que se encontraban bajo la órbita de la Unión Soviética. No había posibilidades para la crítica revolucionaria: cualquier argumentación antagónica era tildada de favorecer al enemigo de clase. Sin embargo, los hechos no podían desmentirse: en la Unión Soviética, bajo el régimen termidoriano de la burocracia stalinista, se volvió a prohibir el aborto, se condenó la prostitución y se criminalizó la homosexualidad. Ya en 1926, se había vuelto a instituir la obligación del matrimonio civil para legalizar las uniones ante el Estado. Más tarde se suprimió la sección femenina del Comité Central del PCUS4 y sus equiva- lentes en los diversos niveles de la organización partidaria. En 1936, Stalin –haciendo apología del rol estereotipado a las que son condenadas las muje- res– declara: “El aborto que destruye la vida es inadmisible en nuestro país. 4 Partido Comunista de la Unión Soviética http://Rebeliones.4shared.com
  • 16. Luchadoras 18 La mujer soviética tiene los mismos derechos que el hombre, pero eso no la exime del grande y noble deber que la naturaleza le ha asignado: es madre, da la vida.”5 En 1944, el Estado refuerza este concepto, aumentando las asignaciones familiares correspondientes a los salarios de los trabajadores. La burocracia emprende el aggiornamiento de la ideología burguesa trans- formándola muy pronto en una filosofía de Estado, a la que León Trotsky, irónicamente, había denominado “filosofía de cura que dispone, además, del puño del gendarme.”6 La izquierda stalinista repitió, irreflexivamente en todo el planeta, la idea de que con la conquista del poder, la sociedad socialista se consumaba en “sus nueve décimas partes”7 , desestimando los problemas económicos, políticos, sociales y culturales que no se podían resolver mecánicamente con la toma del poder por la clase obrera, entre ellos, el de las relaciones entre varones y mujeres. Mientras tanto, la bandera de la emancipación femenina, tomada en sus manos por la legendariaAlexandra Kollontai en los albores de Octubre, fue arrumbada en el arcón de las supuestas provocaciones burgue- sas, enemigas del proletariado soviético. Y el coro internacional de filisteos eligió llevar adelante la misma prédica. Para los epígonos, el estandarte de la causa proletaria invalidaba, automáticamente, cualquier apreciación sobre el atraso de la clase obrera rusa, cualquier planteo sobre la opresión de las mujeres en sus propias filas y, mucho más, sobre la cuestión de la mujer en el llamado “socialismo real”. Sólo algunas pocas y casi inaudibles voces de marxistas revoluciona- rios hicieron frente a la marea. Esas voces, sin embargo, existieron. Y esta única razón es suficiente para no admitir un discurso crítico contra el mar- xismo que arroje “al niño junto con el agua sucia”. Si se revisa la historia del marxismo revolucionario, nos encontraremos con que existe una continuidad entre quienes sostuvieron el legado revolucionario, y su preocupación espe- cial en relación a la cuestión de las mujeres. Por el contrario, los sectores que asumieron posiciones reformistas han tratado los problemas específicos de la 5 Citado por Trotsky en La Revolución Traicionada 6 Trotsky, op.cit. 7 Esta era una de las ideas del propio Stalin sobre el desarrollo de la Unión Soviética, criticada por los viejos cuadros bolcheviques –fundamentalmente por Trotsky y su teoría de la revolución permanente– ya que contrariaba los análisis marxistas. http://Rebeliones.4shared.com
  • 17. Introducción 19 opresión de las mujeres desde una tónica marcadamente anti-femenina. Los dirigentes más relevantes de la socialdemocracia alemana, quienes tuvieron mayor responsabilidad en el desbarranque de la IIº Internacional, aprobando la participación de la clase obrera en la Primera Guerra Mundial –en la que se enfrentaron a sus hermanos de clase en defensa de las burguesías nacionales de sus respectivos países–, defendían la igualdad de derechos civiles para las mujeres; pero fueron los que más se opusieron –con ataques satíricos– a la organización militante de las mujeres trabajadoras que encabezaba Clara Zetkin.Augusto Bebel, a pesar de ser el autor de La mujer y el socialismo, fue quien atacó con los más duros epítetos misóginos a la internacionalista Rosa Luxemburgo, una de las más grandes dirigentes del proletariado mundial, que, sin embargo, participó en los Congresos Internacionales de Mujeres Socialistas intentando convencer a las socialdemócratas de su punto de vista sobre la guerra mundial y sus críticas al curso que tomaba la dirección del partido frente a estos acontecimientos. Como señala Thonnessen: “Hay una conexión íntima entre el antifeminismo proletario y el revisionismo, así como la hay entre el movimiento radical por la emancipación de la mujer y la teoría ortodoxa socialista. El feminismo marxista ha llevado a cabo, característicamente, una lucha en contra del reformismo y el obrerismo por una parte, y contra el carácter limitado y elitista del feminismo burgués por otra parte.”8 Esa “conexión íntima” entre antifeminismo y revisionismo volvemos a encontrarla en el período, antes señalado, de la burocratización del estado obrero surgido de la revolución de 1917. En la década en que surge el feminismo de la segunda ola, las mujeres se enfrentaron a discursos populistas, stalinistas y reformistas que –con justificaciones pretendidamente de izquierda– desestimaban la lucha contra la opresión de género. Lamentablemente, el feminismo radical eligió la versión caricaturizada del marxismo para enfrentar a la izquierda; sin advertir, que lo que se presentaba como dogma sagrado no era el marxismo revolucionario. Nada más lejos del pensamiento de Marx y Engels, que propagandizaron los orígenes y funciones de la familia, de- nunciando la institución de dominio patriarcal. En sus análisis insistieron sobre la existencia de la opresión de las mujeres en todas las sociedades con Estado –y no sólo en el capitalismo–, vinculando el patriarcado a la 8 The Emancipation of Women: the Rise and Decline of the Women’s Movement in German Social Democracy 1863-1933 http://Rebeliones.4shared.com
  • 18. Luchadoras 20 existencia de las clases sociales. Con un tono extremadamente radical para su época –e incluso mayor al de muchas feministas radicales que hicieron su aparición un siglo después–, Engels señala en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado que “la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como un acuerdo entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria. En un viejo manuscrito inédito, redactado en 1846 por Marx y por mí, encuentro esta frase: ‘la primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos.’Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino. La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al mismo tiempo inaugura, juntamente con la esclavitud y con las riquezas privadas, la época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos se verifican a expensas del dolor y de la represión de otros. La monogamia es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar ya la naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan su pleno desarrollo en esta sociedad.”9 Incluso la idea de que un cambio profundo de los valores y de la cultura es necesario para modificar la situa- ción de opresión que pesa sobre las mujeres, tampoco es un invento de las feministas radicales de la segunda mitad del siglo XX. Ya Lenin planteaba, en 1920 –¡cincuenta años antes!–, que “la igualdad ante la ley todavía no es igualdad frente a la vida. Nosotros esperamos que la obrera conquiste, no sólo la igualdad ante la ley, sino frente a la vida, frente al obrero. Para ello es necesario que las obreras tomen una participación mayor en la gestión de las empresas públicas y en la administración del Estado. (...). El proletariado no podrá llegar a emanciparse completamente sin haber conquistado la libertad completa para las mujeres.”10 La igualdad formal no es igualdad frente a la vida, decía Lenin. Y acordamos en este concepto fundamental de que los decretos revolucio- 9 El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. http://Rebeliones.4shared.com
  • 19. Introducción 21 narios no trastocan, de un día para el siguiente, los siglos de opresión que pesan sobre nuestro género. La revolución tiene una duración indefinida en la que, mediante una lucha interna constante, se van transformando las relaciones sociales. “Las revoluciones de la economía, de la técnica, de la ciencia, de la familia, de las costumbres, se desenvuelven en una compleja acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio.”11 Pero que esto sea un proceso y no un acto, y menos aún el mágico resultado de un decreto rojo o la automática consecuencia de la toma del poder, no invalida que es, en los estrechos marcos del sistema capitalista, donde la emancipación adquiere los ribetes de una verdadera utopía. La incorpora- ción de las mujeres a los parlamentos y los organismos internacionales, el acceso a puestos de poder, incluso el permiso para la ejecución de grandes operaciones militares y políticas pueden actuar –para quien no quiera ver la realidad– como un espejismo que esconde tras de sí las cifras dramáticas de las mujeres que hoy mueren por hambre, SIDA, abortos clandestinos, violencia... Y no se trata de violencia simbólica capaz de ser erradicada mediante “revoluciones culturales”. Por lo que expusimos, está claro para nosotras que la revolución proletaria no es condición suficiente para la emancipación de las mujeres. Pero, también está claro que los mil trescientos millones de pobres que engendra el capitalismo son una razón suficiente para sostener que la revolución proletaria es una condición necesaria para esa emancipación. Nuestro llamado a que el proletariado tome en sus manos la lucha por su propia liberación y la liberación de la humanidad oprimida por las cadenas del capital, no significa pedirles a las mujeres que aplacen sus demandas para cuando esta tarea ya haya sido resuelta íntegramente. Por el contrario, el imperialismo ha conquistado tierras vírgenes y parajes inhóspitos para incorporarlos al mercado mundial. Poblaciones enteras fueron deslocali- zadas y países que hasta hace poco tiempo eran eminentemente campesi- nos, se vieron transformados por las inversiones transnacionales que van en busca de mano de obra “barata”, atravesando fronteras y prejuicios ancestrales. De la mano de esta transformación, las mujeres han entrado en masa en la producción y cada vez más constituyen uno de los sectores 10 A las obreras - discurso de 1920. 11 La Revolución Permanente, de León Trotsky. http://Rebeliones.4shared.com
  • 20. Luchadoras 22 más explotados del proletariado internacional. Aspiramos a que estos millones de mujeres se incorporen a la lucha revolucionaria, luchando por sus demandas y por mejorar sus condiciones de existencia aún bajo este sistema del que sólo podemos esperar degradación y barbarie; avizorando que para dejar de ser las “proletarias del proletario” es necesario acabar con la sociedad de clases. En la historia de la lucha de clases bajo el dominio del capital, nos encontramos con batallas en las que las mujeres desplegaron toda su energía y creatividad, acaudillando a las masas oprimidas, levantándose con ellas e irguiéndose como valerosas combatientes contra la explotación y la opresión capitalista. A ellas queremos homenajear a través de este trabajo de investi- gación que aquí presentamos. Pero también queremos aprender de sus vidas y que éstas sirvan de inspiración para las jóvenes generaciones de obreras que aspiran a ser sujetos concientes de su propia emancipación. Este trabajo no es una sumatoria de artículos escritos de manera in- dividual, aunque cada uno tenga una autora. Es el resultado de un esfuerzo colectivo que tuve el gusto de coordinar, en el que juntas reflexionamos, intercambiamos opiniones y nos criticamos mutuamente para lograr la inte- gridad que creemos haber conseguido. No sólo participaron de él compañeras de militancia en Argentina, sino también camaradas de nuestros partidos hermanos de Chile y México. Dividimos el libro en seis capítulos. En el primero, abordamos las historias de aquellas pioneras para las que su preocupación por la emanci- pación obrera estaba indisolublemente ligada a la liberación de la “prole- taria del proletario”, la mujer. En el segundo, recordamos a dos socialistas internacionalistas que supieron enfrentar la traición de los dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán en ocasión del estallido de la Primera Guerra Mundial. Para el tercer capítulo, buceamos en la historia de mujeres rebeldes latinoamericanas que participaron de las luchas obreras y populares de principios del siglo XX, desde el río Bravo hasta la Patagonia austral. En el cuarto capítulo, abordamos las historias de mujeres combativas, que estuvieron presentes en huelgas obreras que se convirtieron en hitos del proletariado norteamericano. El capítulo quinto se tiñe de pasión y heroísmo con las rojas; así denominamos a las mujeres que fueron protagonistas de la http://Rebeliones.4shared.com
  • 21. Introducción 23 Revolución Rusa, la Revolución China y la Revolución Española, cuyas vidas se sintetizan al calor de estos combates. Y por último, cierra esta edición, un capítulo destinado a dos mujeres indómitas, porque no se doblegaron ante las adversidades, resistieron la cárcel y la tortura sin abdicar de sus ideales socialistas, cuando fueron víctimas del terror impuesto por Stalin en la ex Unión Soviética y los países que se encontraban bajo su órbita. La historia continuó. La década de 1970, que asistió al surgimiento del feminismo de la segunda ola, fue también una década en la que las masas desplegaron su energía combativa y radicalizada contra los pilares del orden mundial. Las mujeres volvieron a ser protagonistas de gestas heroicas en la Primavera de Praga, las huelgas de Polonia, el Mayo Francés, el Cordobazo, los cordones industriales chilenos, Tlatelolco... Afirmamos aquí nuestro compromiso de continuar desempolvando esas historias, donde las mujeres han sido protagonistas con su creatividad y su fortaleza, en el camino de la lucha de la humanidad por su liberación definitiva. Andrea D’Atri Buenos Aires, marzo de 2006 http://Rebeliones.4shared.com
  • 25. I. Pioneras 27 Las historias de las mujeres que se relatan en este libro comienzan con vidas que transcurrieron durante el siglo XIX. Siglo de los más largos, considerado históricamente, porque se inicia temprano en 1789, con la gran revolución en Francia, y finaliza recién en 1914, con la Primera Guerra Mundial. Siglo bisagra entre los vestigios residuales del orden feudal y la consolidación del orden capitalista. La inacabada historia de las mujeres escribe, en aquel tiempo, un capítulo fundamental que incluye el advenimiento del espacio político para el género femenino. Siglo en el que se afirma la noción de individuo, convirtiendo esta cuestión en el fondo sobre el que surge la discusión acerca de los derechos de las mujeres en términos de equidad con el varón. En este período, además, las mujeres se introducirán en el mundo fabril –predominantemente masculino–, pero todavía deberán esperar muchas décadas hasta poder disponer, en forma autónoma, de su salario. El trabajo femenino se analiza, en estos tiempos, de manera ambivalente: será lugar de sobreexplotación al tiempo que de emancipación. Por otra parte, se sobrevalora la función reproductora de las mujeres, imponiéndose –en el imaginario social– la idea mujer = madre: la materni- dad se convierte en la función “propia” de la mujer y, únicamente a través de ella, alcanzará su realización y adultez.1 El orden capitalista reforzará la asignación del papel de reproductora a la mujer: se trata de hacer hombres porque es necesario que la clase obrera se reproduzca, como mano de obra o como ejército de reserva. Las mujeres que, además de ser madres trabajarán fuera de sus hogares, dejan a sus hijos al cuidado de otras mujeres que ocu- pan su lugar a cambio de un salario. Así, nos encontramos con la figura de la institutriz que, demandada hasta entonces por las clases altas, se afianza en el siglo XIX ofreciendo a las mujeres de clases medias sus cualidades maternales como “niñera”, convirtiendo a esta tarea en un medio de vida propio para muchas otras. Fue en este período que las mujeres –fundamentalmente de la bur- 1 Así como en el siglo XVIII se creó al niño y la infancia como sujetos sociales, jurídicos, médicos, educativos, etc., el siglo XIX crea a la madre. En tiempos pre-modernos se valorizaba la función reproductora de la mujer, los procesos de concebir y parir. Luego se centró la importancia en la crianza y el cuidado de los hijos. http://Rebeliones.4shared.com
  • 26. Luchadoras 28 guesía y las clases medias– se crearon una identidad pública tanto por medio de la producción literaria y de la actividad militante, como por sus poderes de organización y planificación. La Revolución Francesa fue el detonante que convirtió la cuestión de la mujer en una cuestión política y despertó este movimiento. Las mujeres, que salieron a luchar por ellas mismas, reclamaban la igualdad de derechos “haciéndose eco del discurso burgués de la igualdad abstracta de todos los ciudadanos frente a la ley.” 2 El reclamo se inscribía en la lógica de la Ilustración que, paradójicamente, “no cumplió sus promesas: [porque] la razón no es la Razón Universal. La mujer queda fuera de ella como aquel sector que las Luces no quisieron iluminar.” 3 Las mujeres reclamaban igualdad de derecho, independencia de la tutela de los esposos, acceso a la educación, derecho a la participación política, pero también hubo mujeres que se movilizaron contra la carestía, por el trabajo, etc.4 Las trabajadoras ocuparon el centro de los discursos científicos, filo- sóficos, religiosos y políticos. Es que su presencia ineludible en el mundo del trabajo las convirtió en un “problema social”, ya que el discurso domi- nante consideraba su inclusión en la producción como una violación de su “naturaleza reproductora”. De estas mujeres se ocuparán, precisamente, anarquistas, socialistas utópicos y marxistas en sus análisis sobre la explo- tación capitalista. En este período, en Inglaterra –el país económicamente más avanzado del siglo XIX, cuna del capitalismo–, los obreros comienzan a organizarse en sindicatos para conseguir aumento de salario, reducción de las horas de labor y mejoramiento de las condiciones de trabajo. La situación de la clase obrera generó, asimismo, un movimiento de defensa, de lucha y resistencia que culminó en la creación, en 1864, de la Asociación Internacional de los Trabajadores.5 Se organizaron centenares de grupos obreros, sindicatos, asociaciones, uniones y, entre ellos, algunos que estuvieron integrados sólo 2 Pan y rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, de Andrea D’Atri. 3 Dialéctica feminista de la Ilustración, de C. Molina Petit. 4 Ver Andrea D’Atri, op.cit. 5 También conocida como la Iº Internacional, fundada por Marx y Engels. http://Rebeliones.4shared.com
  • 27. I. Pioneras 29 por obreras. Las mujeres que presentamos en este capítulo son paradigmáticas del siglo en cuestión: adelantándose, como FloraTristán, en plantear la necesidad de la unión internacional del proletariado antes que existiera la organiza- ción dirigida por Marx y Engels; combatiendo en las barricadas parisinas, como Louise Michel, cuando se constituye el primer gobierno obrero de la historia y la clase trabajadora saca la lección de que ya la burguesía no puede cumplir más el papel revolucionario de antaño. Otras mujeres, como Carolina Muzilli y Juana Rouco Buela, son ejemplos del papel que tuvieron socialistas y anarquistas en la organización del incipiente movimiento obrero en Latinoamérica. Todas ellas debieron enfrentar agravios y prejuicios que, sin embargo, no las doblegaron en el ejercicio de lo que consideraban su deber en la lucha por la emancipación proletaria. http://Rebeliones.4shared.com
  • 29. I. Pioneras 31 Flora Tristán “Tengo a todos en mi contra. A los hombres, porque pido la emancipación de la mujer, a los propietarios porque reclamo la de los asalariados.” 1 Flora Tristán Hace doscientos años, en París, nació una de las mujeres más im- portantes en la historia del socialismo y del feminismo: Flora Tristán, hija de un peruano rico y una francesa. Aunque vivió sólo cuarenta años, éstos fueron intensos, cargados de novedosas ideas y actitudes vitales. Durante su existencia, esta mujer vislumbró que el sojuzgamiento que las mujeres aceptaban como algo natural, al jugar el rol que la sociedad y la cultura les destinaba como madres y esposas –reproductoras biológicas y sociales– era similar a la relación que se da entre el amo y el esclavo, entre el obrero y el patrón. Cabe preguntarse por qué la historia oficial sólo la recuerda como la abuela del pintor Paul Gauguin y, de esta manera, mantiene en el olvido a esta extraordinaria mujer que se sobrepuso a las dificultades y logró plasmar sus audaces pensamientos a través de la militancia, convirtiéndose, sin saberlo, en una precursora de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Ella se anticipó seis años a la potente idea del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, cuando escribió, en su obra Unión Obrera, acerca de la necesidad imperiosa de que la clase trabajadora se uniera superando las fragmentaciones nacionales y luchara por construir una organización única en todo el mundo, que le diera la fuerza suficiente para lograr su emancipación. La vida trágica de Flora fue el suelo fértil en que germinaron sus ideas de reivindicación de los oprimidos. Quedó huérfana siendo adolescente y, debido a que la relación de sus padres no se había formalizado, no pudo heredar la riqueza paterna. Es así como pasó de una condición desahogada a 1 Citada por E. Thomas en Les Femmes en 1848. http://Rebeliones.4shared.com
  • 30. Luchadoras 32 una vida de grandes penurias.Adolescente, empezó a trabajar como aprendiza en un taller de grabados, cuyo propietario era un hombre brutal y despótico con el que su madre la obligó a casarse cuando tenía apenas diecisiete años. Así, Flora continuó oprimida: de la familia de sangre a un matrimonio y una maternidad que no había elegido. El esposo,André Chazal, pronto se muestra como un tirano bebedor y jugador que derrocha el dinero de la familia, además de sentirse rabioso por la frustración de no haber encontrado, en la joven esposa, la mujer sumisa y apacible que buscaba. Hombre violento que, más tarde, intentará violar a su hija, una púber de doce años. Según una biógrafa de Flora Tristán: “Flora es plenamente consciente de que el matrimonio significa la apropiación de la mujer por el hombre. Por ello, propugna la libertad de divorcio y la libre elección del marido por parte de las mujeres, sin que en el matrimonio intervengan los intereses económicos de los padres de los jóvenes. Sin em- bargo, para ella el matrimonio es antagónico con el amor ya que rechaza que ‘las promesas del corazón… sean asimiladas a los contratos que tienen por objeto la propiedad’.” 2 Harta de las borracheras y de los abusos del marido, Flora abandona la casa llevándose a los niños. A partir de ese momento, comienza una larga y tenaz disputa por la tenencia de los hijos que termina cuando el esposo in- tenta asesinarla en la calle, por lo que es condenado a veinte años de prisión. Paradójicamente, gracias a esa bala, Flora finalmente consigue la anulación del matrimonio, pero se gana el repudio de la sociedad. “Una esposa que huye del domicilio conyugal y se lleva los frutos del matrimonio, no tiene lugar en la sociedad: es una paria.” Estas son las palabras con las que el hermano de su madre, el comandante Laisney, alude al abandono del hogar conyugal, frase que le sugiere el calificativo exacto para sí misma. De ahora en adelante, Flora sabe fehacientemente que será una paria. Aline, su única hija, nació cuando Flora ya había abandonado al esposo y representó para ella el símbolo de su liberación. Por eso escribe: “te juro que lucharé por ti, que te haré un mundo mejor. Tú no serás ni esclava ni paria.” 3 Sin embargo, para Flora la maternidad significa un accidente no deseado que entorpece su libertad; así, vivencia la gran obligación y respon- 2 Feminismo y Utopía, de Yolanda Marco. http://Rebeliones.4shared.com
  • 31. I. Pioneras 33 sabilidad que tienen las madres obreras que, sin medios para educar a sus propios hijos, son las únicas que se hacen cargo de ellos. Este aspecto de su vida personal desata la necesidad de escribir y participar en luchas colectivas a favor de la condición femenina y de los oprimidos sociales, plasmando en folletos y libros la vida de las mujeres pobres. En 1837, publica el opúsculo Petición para el reestablecimiento del divorcio, dirigida a los señores di- putados. En sus trabajos denuncia cuán funcional resulta, al sistema social imperante, que las muchachas proletarias no sean enviadas a la escuela, ya que, formándose exclusivamente para las tareas domésticas, no tienen otro horizonte de vida más que el de servir o ser esposas y madres. Por la educación de las mujeres Las conquistas de la Revolución Francesa, de efímera existencia, fue- ron prontamente sustituidas por la monarquía borbónica restaurada. Derechos como el divorcio quedaron eliminados. La gran revolución estalla en 1789; pero, apenas cinco años después, empieza a declinar cuando se instaura la dictadura de Napoleón, que durará hasta 1815. Esta es una época de prosperidad para la burguesía francesa, ya que el proceso de industrialización del país está en vías de transición, pasando de la manufactura al maquinismo; se transforma la técnica del tejido y de la hilandería. Una perfeccionada máquina de vapor permite instalar las fábricas en las ciudades, ya que hasta entonces sólo podían funcionar a orillas de ríos que proveyeran la energía necesaria. Así se va concentrando la riqueza en manos de la burguesía, propietarios de los medios técnicos y del capital. La situación de la naciente clase obrera es el terreno en el cual surgen pensadores que formulan las nuevas teorías del socialismo utópico, que proyectan un nuevo tipo de sociedad basada en la cooperación mutua y en la que no existiría la explotación.4 Saint Simon5 y Fourier6 , a quienes Flora no conoce aún, ya han desarrollado los ejes fundamentales de su pensamiento. 3 Id. http://Rebeliones.4shared.com
  • 32. Luchadoras 34 A pesar de que Flora no tuvo una educación sistemática, adquirió conocimientos por sí misma. Las únicas lecturas durante su adolescencia y los primeros años que siguieron a la separación de su marido, fueron novelas románticas y teatro. Pero, en 1825, después del nacimiento de su hijaAline, lee por primera vez otro tipo de literatura: llega a sus manos Vindicación de los Derechos de la Mujer, de Mary Wollstonecraft, que la impresiona profundamente.7 En esa época, el pensamiento filosófico mantenía una tensión entre los librepensadores economicistas que bregaban por la instauración del libre mercado y los socialistas, para quienes la educación era vital a los fines de conseguirunnuevoordensocial.Elidealismoquelosimpregnasehacepatente en su consideración de que la mejoría del ser humano es la condición previa para una sociedad justa, pensamiento del que Flora se apropia al darse cuenta de la desventaja que supone para la mujer la carencia de educación. Aunque 4 Los socialistas utópicos fueron críticos de la sociedad burguesa, de la que captaron los rasgos esenciales de su evolución y sus contradicciones, anticipando las transformaciones necesarias para el advenimiento de una sociedad sin clases. Marx y Engels recuperaron algunas de sus ideas y las desarrollaron científicamente. No obstante el socialismo utópico está marcado por profundas contradicciones: exageran la importancia de la educación y la razón en la conquista de la equidad social, son pacifistas, apelan a las clases superio- res como medio para cambiar la situación de la clase trabajadora y no incorporan en su análisis la crítica de la economía política clásica. 5 Saint-Simon (1760-1825): Historiador y teórico político socialista francés. Participó en la Revolución Francesa y fue nombrado presidente de la Comuna de París en 1792. En 1821 escribió El sistema industrial y en 1825 Nuevo cristianismo. Propugnaba la idea de que la propiedad privada sería buena en cuanto cada individuo recibiera su retribución en función de su capacidad. A su parecer, el primer objetivo político del Estado tenía que ser el desarrollo de la producción, por lo que su gobierno debía estar constituido por industriales, entre los que consideraba a los obreros, los campesinos y los propietarios. También proclamaba la abolición de los derechos hereditarios y la formación de una asociación cuya función fuera impedir la guerra. 6 Charles Fourier (1772-1837): Pensador socialista francés, pionero en la crítica siste- mática de la nueva sociedad capitalista.Atribuyó a la mala organización del intercambio muchos males del mundo moderno y propuso un nuevo sistema de organización social basado en la libre asociación en comunidades cooperativas de producción y consumo donde regiría la armonía social. Entre sus obras se destacan Tratado de la asociación doméstica y agrícola, El nuevo mundo industrial y La falsa industria. 7 Mary Wollstonecraft (1759-1797): Nació en Inglaterra, hija de un padre alcohólico, en una familia de escasos medios. Tuvo que desempeñar diversos oficios para ganarse la http://Rebeliones.4shared.com
  • 33. I. Pioneras 35 intuye que los mecanismos de opresión de los que se vale la clase dominante son de tipo económico, no llega a formular una teoría de la emancipación social y siempre está presente, en su obra, la importancia de la educación de las mujeres en el camino de la liberación. De Lyon a Lima En 1830 se produce en Francia la revolución de julio, instaurando una monarquía constitucional que, enseguida, otorga mayores libertades a la burguesía industrial, comercial y financiera permitiéndole enriquecerse más rápidamente. Al mismo tiempo, ataca a la clase obrera porque ya co- menzaba a evidenciarse una débil pero clara tendencia a la organización. En ese momento, Flora se une al pueblo, impresionada profundamente por la movilización popular. Un año después, estalla una insurrección obrera en las sederías de Lyon, una ciudad fabril que queda en manos de los trabajadores por varios días y donde tres años más tarde acontece otra revuelta. La doble insurrección lyonesa reveló, por primera vez, la importancia revolucionaria de la clase trabajadora que, aún en una sola ciudad, levantaba el estandarte de rebelión contra la burguesía, apuntando agudamente contra la causa de su miseria. El 7 de abril de ese mismo año, Flora viaja a Perú, donde va a reclamar su herencia. Esta experiencia la marcará en forma indeleble. La travesía en barco dura más de cuatro meses, siendo la única mujer entre la tripulación. Aunque a su llegada a tierras americanas su tío no la reconoció como he- redera, en Lima experimentó las vivencias del dulce pasar de las limeñas adineradas y de las duras condiciones en que vivían las mujeres pobres –sirvientas, pordioseras, prostitutas–. También conoció a las ravañas, mu- jeres de los pueblos originarios armadas que acompañaban a los soldados, llevando a cuestas a sus hijos, aprovisionándose en los pueblos –por la fuerza si era necesario– y que no pertenecían a ningún hombre en particular. Flora vida, incluidos los de niñera y señorita de compañía. Tras publicar una novela y un libro de historias para niños, en 1792 publicó Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde denuncia la situación de la mujer en la sociedad. Defendió la Revolución Francesa y fre- cuentó a los girondinos. Otras de sus obras son Reflexiones sobre la Revolución Francesa, Cartas de Noruega y una novela póstuma Mary o la desgracia de ser mujer. http://Rebeliones.4shared.com
  • 34. Luchadoras 36 percibe en estas mujeres una forma de vivir radicalmente diferente a la de las mujeres que había conocido hasta entonces, lo que le plantea nuevos interrogantes sobre la naturaleza de los sentimientos femeninos. Y, simul- táneamente, reafirma su idea de que la educación es el verdadero factor que logrará eliminar la desigualdad entre los sexos. “Allá donde la ausencia de libertad se hace sentir, la felicidad no puede existir”8 AParís regresó una Flora completamente distinta, en la que no queda- ban casi rastros de ingenuidad y en la que las ideas socialistas y feministas se concretaron a través de una obra literaria y de acciones políticas, prácticas ambas irreverentes, en esa época, para una mujer. La estadía en Perú quedó plasmada en dos volúmenes. Peregrinaciones de una paria, dedicado a los peruanos y firmado por “vuestra amiga y compatriota”, diario de su viaje a América que fue publicado en 1838. Ya antes había escrito De la necesi- dad de dar buena acogida a las mujeres extranjeras, una crítica contra los prejuicios sociales que pesan sobre las mujeres solas. Por caso, analiza la situación de las mujeres trabajadoras en Francia e Inglaterra, constatando que la remuneración que reciben es mucho más baja que la de los varones por la misma labor. En 1842, escribe: “Los industriales, al ver a las obreras trabajar más a prisa y a mitad de precio, despiden cada día a los obreros de sus talleres y los reemplazan por obreras. Una vez que se entra en este camino, se despide a las mujeres para reemplazarlas por niños de doce años, finalmente se llega a no ocupar más que niños de siete u ocho años. Dejad pasar una injusticia, pero estad seguros de que engendrará miles de ellas.” 9 Según Flora, es el mismo opresor –el capitalista– el interesado en la explotación del proletariado y de la mujer. Por la lógica del capital, la mujer desplaza el ejército de reserva masculino debido a la menor retribución económica que recibe por el mismo trabajo. Esta será una de las ideas que, posteriormente, Karl Marx desarrollará en su obra El Capital. Sensibilizada –gracias a una particular mirada que le permitía al- 8 Unión Obrera, de Flora Tristán. 9 Id. http://Rebeliones.4shared.com
  • 35. I. Pioneras 37 ternar entre los frívolos círculos privilegiados, así como sumergirse con valentía en los ambientes más sórdidos–, hace suyos los desafíos que el socialismo utópico comenzaba a construir. A tal grado lleva su actividad, que las revistas de la época comienzan a publicar sus artículos en favor de los derechos de las mujeres, de los obreros, por el divorcio, contra el oscurantismo religioso, contra la esclavitud e, inclusive, por la abolición de la pena de muerte. También viaja a Inglaterra, país en el que la Revolución Industrial se hallaba en su apogeo, donde los trabajadores vivían en condiciones paupérri- mas, en ciudades sin servicios, hacinados, asolados por epidemias, agotados por jornadas extenuantes. Allí conoce lugares de espanto, no titubeando en disfrazarse de hombre para poder entrar a prostíbulos, manicomios y cárceles. Pero también visita el parlamento británico, las carreras hípicas y los clubes aristocráticos. A partir de esa experiencia, escribe Paseos por Londres, que publica en 1840, donde responsabiliza a la burguesía y al sistema capitalista de las condiciones de miseria en las que sobreviven hombres y niños, así como de las aún más terribles condiciones de existencia de las mujeres, muchas de las cuales están obligadas a prostituirse para poder sobrevivir. Y es aquí donde Flora concibe la idea de que los trabajadores y las trabajadoras son los únicos que pueden defenderse y luchar por mejorar esta situación. Así se dispara en ella la necesidad de publicar el pequeño pero importante trabajo Unión obrera en el que dice: “Obreros, durante doscientos años o más, los burgueses han luchado valerosa y descarnadamente contra los privilegios de la nobleza y por el triunfo de sus derechos. Pero, llegado el día de la victoria, aunque reconocieron la igualdad de derechos para todos, de hecho acapararon para ellos solos todos los beneficios y las ventajas de esta conquista.” 10 El cambio social que propugnaba Flora debía ser pacífico y moral, inspirado en “el amor por la humanidad” y basado “en la educación, res- catando la generosidad y la solidaridad con los humildes.” 11 Pero su idea de cambio desbordará las fronteras y tendrá un carácter internacional. En su folleto, Flora decía “nuestra patria debe ser el Universo.” 12 El instru- mento de la transformación social sería ese ejército de trabajadores laico 10 Ibíd. http://Rebeliones.4shared.com
  • 36. Luchadoras 38 11 Ibíd. 12 Ibíd. 13 Citado en Yolanda Marco, op.cit. 14 Flora Tristán, op.cit. 15 Arnold Ruge (1802-1880): Político y filósofo alemán. Por su activismo político fue encarcelado entre 1824 y 1830, teniendo que refugiarse en Francia e Inglaterra. Fue y pacífico, la Unión Obrera, donde hombres y mujeres participarían en un plano de absoluta igualdad y que, mediante la persuasión, la presión social y el uso de instituciones legales, iría transformando de raíz la sociedad. Al no encontrar editor que se animara a publicarlo decide, entonces, hacer una colecta entre sus amistades y así consigue que salga a la luz éste, que será su aporte para la organización de la clase trabajadora. Ideológicamente, Flora se aleja de la posición de los socialistas utó- picos que tanto influyeron en su formación, principalmente de las ideas que sustentaba Fourier acerca del papel de la mujer como trabajadora. El filósofo escribió que “aún siendo imprescindible la independencia económica de la mujer para su emancipación, no es ni posible ni aconsejable que en la sociedad del momento se le reconozca el derecho al trabajo, porque esto no haría más que empeorar la situación general del proletariado.” 13 En este aspecto, Flora más bien se adelanta a las ideas de su época: “Obreros, tratad de comprender bien esto: la ley que esclaviza a la mujer y la priva de instrucción, os oprime también a vosotros, hombres proletarios.” 14 Inclu- sive, por sus posiciones políticas y su lucha a favor de la emancipación del proletariado y las mujeres fue reivindicada en el libro La Sagrada Familia de Marx y Engels. En el mismo año en que sale a la luz Unión Obrera, conoce a Ruge, el amigo de Marx, en una de las reuniones que se realizaban todos los do- mingos en su casa.15 Durante el último año de la vida de Flora, ya en París y sufriendo una grave enfermedad, los obreros deciden efectuar una colecta para reeditar este libro que reaparece con un pequeño prólogo de Ruge. Pero sus últimos días no los podrá pasar tranquila, ya que intentan desalojarla de su casa, alegando que es la instigadora de una huelga obrera. Flora Tristán fue una mujer que se adelantó como ninguna en la lucha http://Rebeliones.4shared.com
  • 37. I. Pioneras 39 por la causa de las mujeres y por los derechos de los trabajadores del mundo, porque vio indisolublemente ligadas las tareas de emancipación de la mujer y del proletariado: “El hombre más oprimido puede oprimir a otro ser, que es su mujer. La mujer es la proletaria del proletario.” 16 Se dirigió al pro- letariado para que libere a las mujeres de su esclavitud atávica, al mismo tiempo que se libera a sí mismo de la opresión social capitalista. Como dijo el poeta Andrè Breton: “Acaso no haya destino femenino que deje, en el firmamento del espíritu, una semilla tan larga y luminosa.” 17 profesor en Halle (1832) y publicó los Annales Franco Alemanes, junto a su amigo Karl Marx. Además de numerosos artículos, escribió sus memorias en Recuerdos del tiempo pasado. 16 Flora Tristán, op.cit. 17 Citado por Mario Vargas Llosa en La odisea de Flora Tristán. http://Rebeliones.4shared.com
  • 39. I. Pioneras 41 Louise Michel “La revolución social es el más vivo de mis deseos; más aún, me honro en ser uno de los promotores de la Comuna.” 1 Louise Michel Louise Michel fue una luchadora francesa, que no sólo defendió la causa de la Comuna de París, con encendidos discursos y desbordante pa- sión, sino también con las armas en la mano. Cursó estudios secundarios en Chaumont, obteniendo el título de maestra. Ya en la ceremonia de gra- duación, evidenció su personalidad desafiante y temeraria negándose a jurar fidelidad al Imperio napoleónico, lo que la obligó a fundar una escuela libre –inspirada en ideas radicales, republicanas y anti-eclesiásticas– para poder ejercer su profesión. El gran poeta Víctor Hugo fue su maestro y consejero, ejerciendo gran influencia sobre ella. Su vida fue muy activa: mientras colaboraba en periódicos opositores, seguía cursos nocturnos, frecuentaba reuniones en los centros clandestinos de los comunistas y, además, era poeta. Una de sus más elocuentes poesías, escrita en aquel 1871 de la Comuna de París, dice así: Cuando la multitud hoy muda, ruja como el océano, dispuesta a morir, la Comuna surgirá. Volveremos, multitud sin número, vendremos por todos los caminos, espectros vengadores saliendo de la sombra, vendremos estrechándonos las manos. 1 Palabras de Louise Michel durante el interrogatorio del Consejo de Guerra. Audiencia del 16 de diciembre de 1871, citada por L. Michel en Mis recuerdos de la Comuna. http://Rebeliones.4shared.com
  • 40. Luchadoras 42 La muerte llevará el pendón; la bandera negra rizada por la sangre; y, púrpura, florecerá la tierra, libre bajo el cielo llameante.2 El primer gobierno obrero de la historia En los meses de marzo a mayo de 1871, la clase obrera conquistó su primer órgano de poder en la historia. Esta acción de las masas, que sólo pudo ser anulada con una tremenda represión que duró semanas dejando más de diez mil muertos, quedó inmortalizada como el primer gran intento de los trabajadores de tomar el cielo por asalto y construir un nuevo orden social, justo y equitativo. León Trotsky, años más tarde, describiría a la Comuna de París como “un relámpago, el anuncio de una revolución pro- letaria mundial.” 3 Vladimir Ilich Lenin explica el surgimiento de la Comuna de París por una multiplicidad de factores: “la Comuna surgió espontáneamente, nadie la preparó de un modo consciente y sistemático. La desgraciada guerra con Alemania, los sufrimientos de la ciudad sitiada, la huelga obrera y la decadencia ruinosa de la pequeña burguesía; la indignación de las masas contra las clases superiores y las autoridades que habían demostrado una incapacidad absoluta, la sorda efervescencia en el seno de la clase obrera, descontenta de su situación y ansiosa de un nuevo régimen social; la com- posición reaccionaria de la Asamblea Nacional, que hacía temer por los destinos de la República, todo ello y muchas otras cosas se unieron para impulsar a la población parisiense a la revolución del 18 de marzo, que pasó el poder, inesperadamente de manos de la Guardia Nacional, a las de la clase obrera y de la pequeña burguesía, que se había unido a ella. Fue un acontecimiento histórico sin precedentes. Hasta entonces, el poder había estado en manos de los terratenientes y de los capitalistas, es decir, de sus apoderados, que constituían el gobierno. Después de la revolución del 18 de marzo, cuando el gobierno de Thiers huyó de París con sus tropas, su 2 Louise Michel, op.cit. 3 Lecciones de la Comuna, de León Trotsky. 4 La Comuna de París , de V. I. Lenin. http://Rebeliones.4shared.com
  • 41. I. Pioneras 43 policía y sus funcionarios, el pueblo quedó dueño de la situación y el poder pasó a manos del proletariado.”4 En esa lucha revolucionaria, la presencia de las mujeres fue un factor fundamental. Ellas pelearon por equiparar sus derechos de ciudadanas a los de los varones, al mismo tiempo que lo hacían por mejorar los de los sujetos más desvalidos del orden social imperante. En aquellos tiempos, regía en Francia el Código Civil napoleónico, uno de los instrumentos burgueses más restrictivos respecto al status social femenino, ya que despojaba a las mujeres de cualquier derecho, sometiéndo- las enteramente al padre o al marido. No reconocía las uniones consensuadas y los hijos que nacían de esas relaciones eran considerados bastardos. Por supuesto, estaban privadas del derecho al voto, mientras las trabajadoras sufrían, además, la explotación en condiciones de vida miserables. Por todo ello, la Comuna se presenta para las mujeres parisinas como una posibilidad de conquistar no sólo la república, sino también de construir un orden social que las incluyera. Antecedentes revolucionarios de la Comuna En 1852, Luis Napoleón III, mediante un golpe de estado, se había hecho proclamar emperador, gobierno que se extendió hasta 1870. Su régimen fue autoritario en el plano político pero, en el plano económico, permitió el crecimiento de la industria, el comercio y las obras públicas. París era una ciudad populosa que había alcanzado un gran desarrollo. Una de sus grandes reformas fue la reconstrucción de diversas barriadas, suprimiendo las viejas calles estrechas, transformadas en anchas aveni- das, para impedir que se levantaran barricadas durante las protestas. El extraordinario movimiento del capitalismo provocó un enorme aumento de la población urbana. Las ciudades europeas desbordaban de gente para la que había que construir casas, almacenes de comida, ferrocarriles para transportar los productos, hospitales, escuelas. Grandes contingentes de labriegos migraban hacia la ciudad, donde podían encontrar puestos de trabajo. Carpinteros, yeseros, albañiles, plomeros, tapiceros, carniceros, 5 Ver El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de K. Marx http://Rebeliones.4shared.com
  • 42. Luchadoras 44 panaderos, reposteros, sastres, modistas, bordadoras y demás oficios eran requeridos por la metrópoli pujante. Dos revoluciones fueron los antecedentes históricos de la Comuna. La primera es la gran Revolución Francesa de julio de 1789; la segunda es la de 1848, analizada por Marx.5 Entonces, el orden social existente se hallaba amenazado: mientras el proletariado luchaba por reivindicaciones muchas veces confusas, pero en las que estaba presente la exigencia de abolir los antagonismos de clase entre capitalistas y obreros, la burguesía bregaba por obtener mayores espacios de poder político. Ambos actores sociales se aliaron para compensar sus respectivas debilidades frente al poder feudal, alianza que rápidamente se mostró peligrosa para la nueva clase dominante, apoyada en la explotación del trabajo asalariado. Cuando sobrevino la insu- rrección de junio de 1848, con sus cinco días de lucha heroica, se produjo un baño de sangre con prisioneros indefensos como jamás se había visto. Era la primera vez que la burguesía ponía de manifiesto a qué insensatas crueldades de venganza es capaz de acudir tan pronto como el proletariado se atreve a mostrarle antagonismo. Y, sin embargo, lo de 1848 no fue más que un juego de niños, comparado con la furia de la burguesía en 1871. Si el proletariado no estaba todavía en condiciones de gobernar a Francia, la burguesía tampoco podía seguir gobernando como hasta entonces. Luis Na- poleón entra en escena, apoderándose del trono y haciendo saltar el último baluarte de la burguesía francesa, la Asamblea Nacional. Así comienza el Segundo Imperio. Las incendiarias En 1871, el imperio galo estaba concentrado en la guerra con Prusia porque necesitaba ensanchar las fronteras y apoderarse de la rica margen izquierda del río Rhin, con abundantes yacimientos de hierro y carbón, materias sin las cuales es imposible concebir la industrialización capitalis- ta. De esta manera, intentaba mantener la hegemonía francesa en Europa continental y afirmar la autoridad interna. Pero la guerra se pierde y el imperio se derrumba. Napoleón reconoce la derrota ante Bismarck, el can- 6 Ver V. I. Lenin, op.cit. http://Rebeliones.4shared.com
  • 43. I. Pioneras 45 ciller prusiano, dimitiendo del poder. Se produce así un vacío de gobierno, pero París –que no se rinde– proclama la República, liderada por diputados burgueses que hacen recaer la dirección del gobierno en el general Thiers. La capital estaba sitiada, defendida ferozmente por la Guardia Nacional, integrada por obreros. Ante el sitio, Thiers capitula al ejército prusiano y, mediante el armisticio, intenta infructuosamente recuperar el armamento que estaba en manos populares. Mientras tanto, los vencedores prusianos no se atrevían a entrar a la ciudad en son de triunfo, tal era el respeto que los obreros de París infundían a un ejército ante el cual habían rendido sus armas las mismísimas tropas del Imperio francés. Era el proletariado que proclamaría la Comuna. El 18 de marzo de 1871, cuando los obreros izan la bandera roja en el ayuntamiento de París, Louise Michel, con su temperamento y entusiasmo subversivos, adquiere imponentes fuerzas, encabezando la insurrección. Fueron las mujeres las que, interponiendo sus cuerpos delante de los ca- ñones, impidieron que las tropas al mando de Thiers desarmaran París, desencadenando la reacción popular. Ellas salieron de las casas y toma- ron los lugares que habían dejado los hombres muertos o prisioneros; se pusieron a trabajar en fábricas de armas y municiones, en los hospitales, en las cocinas de la retaguardia preparando alimentos para los soldados; pero, también, empuñaron los fusiles que recogían de los caídos. Incluso hubo un batallón de la Guardia Nacional compuesto sólo por mujeres, que luchó valientemente en las barricadas durante la última semana de la Comuna, hasta que fueron fusiladas una por una. Lecciones de la Comuna La Comuna fue un ejemplo brillante de cómo el proletariado puede cumplir las tareas democráticas que la burguesía sólo puede proclamar. Sin ninguna legislación complicada, con toda sencillez, el proletariado que ha- bía conquistado el poder suprimió la burocracia y estableció la elección de los funcionarios por el pueblo. Deshizo instituciones caras al orden social burgués, suprimiendo el ejército regular y contraponiéndole el pueblo en armas; condonó los pagos de alquileres adeudados por los inquilinos; esti- puló que cada cargo público tuviera una retribución equivalente al salario de un obrero, para eliminar los privilegios de la casta de funcionarios; de- http://Rebeliones.4shared.com
  • 44. Luchadoras 46 cretó la separación de la Iglesia del Estado, abolió las partidas consignadas para fines religiosos y declaró de propiedad nacional todos los bienes de la Iglesia. Por primera vez en la historia se proclamó, además, la igualdad de derechos para las mujeres. Dos errores, según Lenin, echaron a perder los frutos de la brillante victoria.6 El proletariado se detuvo a mitad de camino: en lugar de proceder a la expropiación de los expropiadores, se puso a soñar con la entronización de la justicia suprema sin apoderarse de instituciones cruciales como, por ejemplo, de los bancos. El segundo error consistió en la excesiva magna- nimidad del proletariado: en lugar de exterminar a sus enemigos, trató de influir moralmente sobre ellos, despreciando la importancia que tienen las acciones militares en la guerra civil y, en vez de coronar su victoria en París con una ofensiva resuelta sobre Versalles, se demoró permitiendo así que el gobierno reuniese las fuerzas necesarias para preparar la Semana Sangrienta de mayo. Pese a todo, Lenin consideró que la Comuna constituye un magno ejem- plo del más importante movimiento proletario del siglo XIX. Por grandes que hayan sido las pérdidas de la Comuna, la significación que tuvo para la lucha del proletariado las ha compensado: conmocionó al movimiento socialista de Europa, mostró la fuerza de la guerra civil, disipó las ilusiones patrióticas y acabó con la fe ingenua en los anhelos nacionales de la burguesía. La Comuna enseñó al proletariado europeo a plantear en forma concreta las tareas de la revolución socialista. Trotsky escribió que si se hojea página por página la historia de la Comuna, se encontrará una sola lección: es necesaria la enérgica dirección de un partido. El proletariado francés se sacrificó por la revolución como ninguna otra clase social lo hizo. Pero también fue engañado, después de haber sido sometido a las más crueles represiones de que se tenga noticia. Después de la masacre, la burguesía lo deslumbró con todos los colores del republicanismo, del radicalismo, del socialismo, para cargarlo siempre con el peso de las cadenas del capital. Por medio de sus agentes, sus abogados y sus periodistas, la burguesía ha planteado una gran cantidad de fórmulas democráticas, parlamentarias, autonomistas, que no son más que los grilletes 7 Ver Trotsky, op.cit. http://Rebeliones.4shared.com
  • 45. I. Pioneras 47 con que ata los pies del proletariado, impidiéndole avanzar.7 Infatigable mujer de la trinchera Louise Michel, durante los dos meses que duró la Comuna llevó una vida ardiente de lucha, como soldado. Incansable, estaba en la primera fila o en la retaguardia, conteniendo a los que huían. Combatió sin cesar; cuando descansa su batallón, ella se incorpora a otro por no querer alejarse de la lucha de ninguna manera. El diario oficial de la Comuna menciona así su acción: “en las filas del batallón 61 combatía una mujer enérgica; mató a varios gendarmes y guardianes del orden”.8 Animó el Club de la Revolución, cuyas sesiones presidió a menudo. Conforme a sus convicciones, abogó por la enseñanza profesional y la creación de orfanatos laicos, algo que en aquella época resultó una innovación difícil de aceptar. Como militante, participó en la Iº Internacional, fundando la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos. Además de sus condiciones de luchadora y propagandista, tenía condiciones dirigentes: fue elegida para presidir el Comité Republicano de Vigilancia de los ciudadanos. El 16 de diciembre de 1871, Louise aparece ante los jueces pidiendo para sí la muerte. Al igual que sus hermanos de clase, reivindica morir en el Campo de Satory donde, en la noche del 27 de mayo, millares fueron masacrados por las tropas de Versalles. Mantiene una actitud heroica ante el tribunal, ejemplo de firmeza y convicción revolucionaria, rechazando a los abogados designados y presentando su defensa personalmente: “Pertenezco enteramente a la Revolución Social. Declaro aceptar la responsabilidad de mis actos (...) El Comisario de la República tiene razón. Ya que, según parece, todo corazón que bate por la libertad sólo tiene derecho a un poco de plomo, ¡exijo mi parte! Si me dejáis vivir, no cesaré de clamar venganza y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de la Comisión de las Gracias”.9 Finalmente fue deportada por nueve años a Nueva Caledonia,10 donde enseñó a los nativos canaca a pensar en la libertad, acompañándolos en su 8 Luisa Michel, la Virgen Roja, de I. Boyer. 9 Louise Michel, op.cit. 10 Territorio de ultramar de Francia, archipiélago situado en el Pacífico Sur, entre Aus- tralia y las Islas Fidji. http://Rebeliones.4shared.com
  • 46. Luchadoras 48 rebelión contra el yugo colonial francés. Cuando regresa a París, es penada con seis años de cárcel por encabezar una manifestación de desocupados que culminó con la rotura de ventanas de panaderías y carnicerías. En esa ocasión, llevaba una bandera negra, que más tarde fue tomada como sím- bolo de lucha por los anarquistas. Reanuda su militancia: da conferencias predicando la idea de la liberación por medio de la revolución social, en contra de la pena de muerte y a favor de la huelga general. Entre 1890 y 1895 vivió en Londres, donde escribió algunas de sus poesías y novelas: La miseria, Los malditos, La hija del pueblo, Los microbios humanos, El nuevo mundo y sus Memorias sobre La Comuna. En Marsella, en 1905, mientras dictaba una conferencia ante un audito- rio obrero, murió la que después fue llamada “la virgen roja” y la “Juana de Arco revolucionaria”. Una multitud integró el cortejo fúnebre. Era enterrada una mujer que representó la participación femenina en actividades conside- radas hasta entonces como exclusivamente de los varones, reafirmando la fuerza revolucionaria de las mujeres obreras y del pueblo. http://Rebeliones.4shared.com
  • 47. I. Pioneras 49 Carolina Muzilli “Es hora de que el feminismo deportivo deje paso al verdadero, que debe encuadrarse en la lucha de clases.” 1 Carolina Muzilli Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, Argentina había dejado de ser sólo una enorme extensión de tierra. Sus principales ciudades comenzaron a recibir oleadas enteras de obreros y obreras que llegaban del otro lado del Atlántico para apostar a un futuro prometido en el nuevo continente. El país protagonizó un rápido desarrollo económico que en principio giró en torno a la producción agro-industrial; esta veloz expansión impactó en la población cambiando, muchas veces por la fuerza, el estilo de vida al que acostumbraba. La clase obrera argentina fue formándose con manos nativas y extranjeras; su crecimiento, en esta época, tendrá como correlato la organización de un movimiento obrero que se nucleará en mu- tuales y sindicatos por oficio, como primeros instintos de organización. El gran peso de los inmigrantes facilitará la rápida irrupción del anarquismo y el socialismo, corrientes ideológicas que venían extendiéndose desde los grandes centros industriales. Los hombres y mujeres del proletariado euro- peo aportaron, además, su mayor experiencia en la lucha de clases, vivida en países que vieron prosperar el capitalismo antes que Argentina. Desde antes de 1880, hay registros de diferentes conflictos obreros, cuyo número e impacto fueron aumentando con el paso de los años. Las primeras sociedades de resistencia surgieron en gremios como el de gráficos, quienes además de poseer un alto grado de especialización o calificación, tenían mayor acceso a la información y la cultura.Anarquismo y socialismo acompañarán e influenciarán al movimiento obrero de diferentes maneras, organizando a los trabajadores en iniciativas que fueron más allá de lo 1 Citado en Maternidad, política y feminismo, de Marcela Alejandra Nari. http://Rebeliones.4shared.com
  • 48. Luchadoras 50 sindical, e incentivando la existencia de espacios socio-culturales propios; esta tendencia será continuada posteriormente por el Partido Comunista. El movimiento obrero argentino, además, estaba ligado a los eventos que ocurrían a nivel mundial, en gran parte gracias a la tradición internacionalista que imprimieron militantes sindicales y de izquierda. Por eso conmemoró desde su inicio el 1° de mayo2 , y envió delegados a los congresos de la Iº y IIº Internacional. El nuevo siglo trajo consigo una agudización de las luchas obreras, y enseguida tuvo lugar la primera huelga general, en 1902. Entre 1910 y 1920 se produjeron cambios en la producción, que llevaron a nuevas formas de lucha: los trabajadores comenzaron a organizarse en sindicatos por rama de industria, y a utilizar métodos como los piquetes y la ocu- pación de fábricas. Durante ese período cobrará importancia una nueva corriente, el sindicalismo revolucionario, cuya influencia se hará sentir cada vez más fuerte en detrimento del anarquismo (en franca decadencia) y del socialismo. Todo este proceso de surgimiento, consolidación y cambio en la clase obrera en Argentina estuvo cruzado por un elemento que pocas veces es te- nido en cuenta por los historiadores: la irrupción de las mujeres en el mundo del trabajo fuera del hogar. Previamente, si las mujeres trabajaban en tareas que no tuvieran que ver con el cuidado de sus hijos o el hogar, lo hacían desde sus casas (por ejemplo, como costureras o tejedoras); esta modalidad de trabajo fue ampliamente utilizada antes de la aparición de los grandes establecimientos fabriles. Pero, a partir de este momento, su presencia se hará sentir también en fábricas y talleres.3 Fabriqueras 2 El 1º de mayo, Día del Trabajador, se conmemora el asesinato de cinco luchadores obreros, condenados a muerte luego de los serios enfrentamientos que tuvieron lugar en Chicago y otras ciudades de Estados Unidos durante 1886; fueron asesinados numerosos huelguistas que peleaban por reducir la jornada laboral a ocho horas. Se trata de un día de lucha, que sin embargo muchos buscan convertir en una festividad, ocultando su verdadero significado. 3 Para la primera parte del artículo fueron esenciales los aportes de Pablo Pozzi y Alicia Rojo durante el curso Historia del Movimiento Obrero Argentino, dictado en el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx, Buenos Aires, mayo y junio de 2005. http://Rebeliones.4shared.com
  • 49. I. Pioneras 51 ¿Qué tenían que hacer las esposas, madres o novias trabajando a la par de cualquier obrero, fuera de sus casas? La llegada de las mujeres a las fábricas y talleres fue un cimbronazo en la vida obrera, todo había cambiado. Desdeconservadoresrecalcitranteshastasocialistasyanarquistasreaccionaron ante este nuevo fenómeno; en general, todos coincidieron en señalarlo como negativo. Comenzó una gran campaña de exaltación del papel de las mujeres como madres y ejes del núcleo familiar, cuyo rol se suponía que se desvirtuaba al trabajar fuera del hogar. Se atacó el trabajo femenino en las fábricas, con argumentos que iban desde lo fisiológico (supuesta debilidad del organismo femenino) hasta lo moral, ya que se consideraba que las fábricas eran “antros de perdición”, sobre todo para las jóvenes. Cada sector propuso diferentes “soluciones” para el “problema”, siendo la predilecta devolver a las féminas a sus hogares. Socialistas y anarquistas, a pesar de su disconformidad con el trabajo femenino, defendieron los derechos de estas nuevas trabajado- ras, las fabriqueras, muchas veces en respuesta a la presión de sus mismas compañeras, como lo muestran los primeros debates (calurosos por cierto) en el periódico obrero La Voz de la Mujer. Que esta discusión fuera tan generalizada en la sociedad, para algu- nas intelectuales se debe al impacto inicial causado por el ingreso de las mujeres a las fábricas; según ellas, se dio un “sobredimensionamiento” o “espejismo” que hacía que se percibiera el fenómeno como algo más masivo de lo que fue realmente, ya que la mayoría habría seguido en ocupaciones tradicionales como la costura y la agricultura.4 Esto parece reforzado por un informe presentado en 1902 por la feminista Cecilia Grierson (quien fue la primera mujer en egresar de la Facultad de Medicina de Buenos Aires), cuyas conclusiones van en ese sentido. Sin embargo, esta posición es rela- tivizada por otros investigadores, quienes sostienen que la destrucción de registros censales de las primeras décadas del siglo XX impide afirmarlo. Si se tienen en cuenta las nóminas de empleados de fábricas de la época puede calcularse que ya en 1895 el 20 % de los trabajadores industriales 4 “Tensiones entre la reproducción social y la producción: estudio de caso de las mujeres gráficas de BuenosAires (1890-1914)”, de Mabel Bellucci en Desprivatizando lo privado – Mujeres y trabajos, de C. Lipszyc, M.E. Ginés y M. Bellucci. http://Rebeliones.4shared.com
  • 50. Luchadoras 52 eran mujeres5 ; algunos calculan que este porcentaje llegó al 50 % décadas después. En lo que hay mayor coincidencia es en que las mujeres tendieron a permanecer en los mismos sectores y tipos de tareas poco especializadas dentro de la industria durante varias décadas, además de recibir salarios más bajos que los de los hombres, siendo muchas veces utilizadas por los patrones para suplir el trabajo masculino; esta razón llevó a muchos a clamar por su regreso al hogar. Los sectores industriales en los que más mujeres trabajaban eran alimentación, textil, frigoríficos, tabaqueras y fosforeras; además fueron teniendo una presencia cada vez mayor como oficinistas en las empresas de servicios, como docentes y como vendedoras en las grandes tiendas que intentaban asemejar a Buenos Aires a otras capitales del mundo. Este tipo de ocupaciones era más frecuente entre las jóvenes de clase media.6 Las condiciones en las que trabajaban las primeras fabriqueras eran terribles, y las llevaron a protagonizar numerosas huelgas; entre ellas, po- demos mencionar las de costureras, cigarreras, chalequeras, pantaloneras, alpargateras, camiseras, fosforeras, tejedoras y empleadas domésticas. Las ciudades donde más movilizaciones de mujeres hubo durante los primeros años del siglo XX fueron Buenos Aires, Rosario, Junín y Córdoba. Esto no necesariamente se tradujo en un alto grado de organización de las trabaja- doras, aunque algunos sectores se agruparon.7 En 1912, Carolina Muzilli describía la situación en el gremio gráfico: “mientras el número de socios aumenta paulatinamente, el número de mujeres inscriptas siempre se man- tiene en el mismo núcleo insignificante y pasa desapercibido.” 8 Destacaba, además, su escasa intervención en las asambleas y demás instancias de participación sindical, debido en gran parte a la falta de apoyo de sus com- pañeros y al rechazo social hacia el trabajo femenino. Damas, feministas y militantes 5 “Concentración de capital, concentración de mujeres”, de Fernando Rocchi, en Historia de las mujeres en la Argentina – Siglo XX, de F. Gil Lozano, M.G. Ini y V.S. Pita. 6 “Lenguaje laboral y de género en el trabajo industrial”, de Mirta Z. Lobato, en F. Gil Lozano, M.G. Ini y V.S. Pita, op. cit. 7 Entre ellos estaban las costureras, cigarreras, tejedoras y empleadas de comercio, en la mayoría de los casos impulsadas por los anarquistas. 8 Citado por Mabel Bellucci, op. cit. http://Rebeliones.4shared.com
  • 51. I. Pioneras 53 La inserción de las mujeres en el mundo fabril coincidió con el auge de la primera ola del movimiento feminista en todo el mundo y su irrupción en la “vida pública”. Las señoras adineradas se reunían en la Sociedad de Bene- ficencia, que por supuesto distaba de ser feminista; luego comenzaron a surgir activistas, generalmente profesionales (sobre todo médicas) entre las cuales una de las más destacadas fue Cecilia Grierson. Esta intentó infructuosamente nuclear a los diferentes grupos de mujeres que existían en el país, y finalmente recurrió a la elite porteña y provincial para lograrlo; así surgirá, en 1900, el Consejo Nacional de la Mujer9 . Al cabo de diez años, en 1910, los dos sectores predominantes en el Consejo (damas y profesionales/intelectuales) rompieron a partir de sus discrepancias sobre los festejos del Centenario; sus diferencias las llevaron a organizar dos congresos de mujeres separados en BuenosAires: uno con fuerte tónica tradicional y patriótica encabezado por las señoras de la alta sociedad, y otro con tinte feminista e internacionalista inaugurado por intelectuales y socialistas. Entre las feministas más dinámicas de la época se encontraba la médica Julieta Lanteri, quien luchó durante muchos años por conseguir la igualdad de las mujeres en lo jurídico. Hizo del derecho al voto una de sus banderas, a tono con el feminismo sufragista imperante en Estados Unidos e Inglaterra. Se presentó como candidata en numerosas elecciones aprove- chando un vacío legislativo con respecto al tema, e intentó votar en cuanto comicio hubo, lográndolo varias veces. Lanteri fundó el Partido Feminista Nacional, y también peleó contra la discriminación de las mujeres en los ámbitos laboral y académico, problemas que había sufrido en carne propia: le habían negado la posibilidad de ser docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires sólo por ser mujer, aunque argumenta- ron que el problema era otro. La imagen de Julieta parada en un cajón de manzanas en plena plaza Flores o en un banco en la plaza Congreso quizás sea una foto de la época, en la cual las mujeres peleaban por hacer escuchar su voz, y exigían derechos elementales. Paralelamente se formaron otro tipo de agrupaciones, generalmente 9 “Entre el conflicto y la negociación”, de Alejandra Vasallo, en F. Gil Lozano, M.G. Ini y V.S. Pita, op. cit. http://Rebeliones.4shared.com
  • 52. Luchadoras 54 pequeñas y de corta existencia, impulsadas por socialistas y anarquistas. En 1902, a instancias del Partido Socialista, se crea el Centro Socialista Femenino, ampliamente propagandizado en el periódico partidario La Van- guardia. Del Centro participaban sobre todo militantes no obreras del partido (destacándose las hermanas Chertkoff, Fenia de Repetto y Justa Burgos Meyer, entre otras). Realizaron campañas a favor del divorcio y los derechos civiles de las mujeres, organizaron actividades para niños y conferencias, y también apoyaron huelgas. Sus posiciones las diferenciaban tanto de las damas de caridad como de las feministas burguesas, aunque en su práctica tenían numerosos puntos en común con estas últimas. El Partido Socialista, que privilegiaba siempre la vía parlamentaria ante cualquier otra, presentó diferentes proyectos de ley para proteger a las trabajadoras. Estos (sin dejar de ser progresivos debido a la situación de indefensión y explotación existente) utilizaban sin embargo argumentos como la hipotética “debilidad física” de las mujeres y la necesidad de “preservarlas” para cumplir su “rol nato” de madres, cuestión que les valió el rechazo de numerosas feministas. En 1903, también por impulso del PS, surgirá la Unión Gremial Femenina, que “se consideraba (...) como un primer paso para llegar a las mujeres obreras, que después pasarían a integrar el Centro Socialista Femenino.” 10 Si de militantes socialistas se trata, hay una que se destacó tanto como por sus investigaciones como por sus escritos y, especialmente, por su incan- sable lucha junto a las trabajadoras: su nombre fue Carolina Muzilli. La pasión de una joven llamada Carolina Nacida en un barrio popular, en el seno de una familia de inmigrantes, Carolina supo lo que era luchar desde la infancia, cuando debió lidiar con sus padres para poder seguir estudiando. Esto estaba vedado a las muchachas de su clase, quienes una vez finalizada la instrucción primaria debían aban- donar toda perspectiva educativa. Se destacó como estudiante, rodeada de muchachas de buen pasar, frente a las cuales no disimulaba sus diferencias; un ejemplo es el ensayo que escribió criticando la práctica de la caridad, tan 10 Historia de una militancia de izquierda - Las socialistas argentinas de comienzos del siglo XX, de Bárbara Reiter. 11 Carolina Muzilli, de José A. Cosentino. http://Rebeliones.4shared.com