Toma de la Bastilla

En el año 1789 iniciaría una de las revoluciones más impactantes y de mayor trascendencia en la historia, pues de esta derivarían conceptos económicos, políticos y sociales que aún permanecen vigentes en la actualidad. Tal fue su magnitud que incluso, según algunos historiadores, es considerada el paso de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea. Este hecho histórico es conocido como la Revolución francesa, la cual iniciaría con la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789.

Antecedentes de la toma de la Bastilla

El rey Luis XVI de Francia, quien fuese nieto del rey Luis XIV, mejor conocido como el el Rey Sol, sería quien originase y al mismo tiempo enfrentase las consecuencias de unas deficientes políticas económicas, en especial en materia de impuestos y gasto público.

La intervención francesa en la guerra de la independencia de los Estados Unidos y un gasto exacerbado de los impuestos gravados al Tercer Estado, esto es, la burguesía (mercaderes y artesanos) y el pueblo llano, había originado ya, en 1787, una primera revolución llamada la revuelta de los privilegiados.

En un principio, sería la burguesía quien comenzase a mostrar descontento y oposición frente a las políticas tributarias del rey Luis XVI de Francia, pues estos demandaban mayor libertad económica frente al absolutismo de la monarquía (lo que hoy se conoce como liberalismo económico).

Sin embargo, la ineficiencia del gobierno del rey Luis XVI comenzaba a manifestarse ya en el pueblo francés mediante hambrunas, malas cosechas y descontento en general.

Encontrándose acorralado por sus propias decisiones, en 1789 el rey Luis XVI aceptaría la recomendación de su ministro de finanzas, Jacques Necker, quien le había aconsejado convocar a los Estados Generales, es decir, una reunión de los tres estamentos (nobleza, clero y estado llano) para así encontrar una solución a la enorme crisis económica y social en la que se encontraba sumergida Francia.

Separación del Tercer Estado de los Estados Generales

Si bien la convocatoria de los Estados Generales el 5 de mayo de 1789 tenía como finalidad encontrar una salida a la gran crisis económica y social que enfrentaba Francia, esta se terminaría convirtiendo en uno de los principales detonantes de la Revolución francesa.

Estados Generales
Sesión de apertura de los Estados Generales. Imagen de un grabado de Jean-Michel Moreau.

El Tercer Estado, quien hasta ese momento había sido marginado por los otros dos, recibiría una reivindicación por parte del mismísimo rey Luis XVI, pues este había aceptado aumentar su representación en los debates que se presentasen en la reunión de los Estados Generales.

El aumento del poder e influencia del Tercer Estado en la reunión de los Estados Generales no fue bien visto por el clero (Primer Estado) y por la nobleza (Segundo Estado), por lo que estos se encargarían de boicotear y bloquear los debates previstos.

En consecuencia, el 17 de junio de 1789, los representantes del Tercer Estado y de una parte del bajo clero (Primer Estado) se desgajaron de los Estados Generales y se constituyeron bajo el nombre de Asamblea Nacional.

El rey Luis XVI se opuso rotundamente al surgimiento de la Asamblea Nacional, pero, impotente por el creciente poder de la misma y el descontento popular, se vio forzado a reconocer su nueva autoridad política.

Poco tiempo después de su nacimiento, los 577 miembros que conformaban la Asamblea Nacional se comprometerían, el 20 de junio de 1789, a no desintegrarse hasta entregarles a los ciudadanos de Francia una constitución. Aquel compromiso sería conocido tiempo después como el Juramento del Juego de Pelota.

Una creciente rebelión parlamentaria

La rebelión parlamentaria que se orquestaba desde la Asamblea Nacional contaba también con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos franceses, pues el descontento acumulado en los últimos años había llegado a su punto máximo.

Fue, quizás, esta sincronía entre el Tercer Estado, su poder parlamentario y la milicia popular de 48.000 hombres, que había nacido bajo el nombre de Guardia Nacional, lo que dotó de poder político a la inminente revolución.

Los aires de revolución, entusiasmo y libertad comenzaron a extenderse por toda Francia, manifestándose en múltiples focos de protestas en calles y plazas, especialmente en París.

Toma de la Bastilla
El pueblo hambriento haciendo cerrar la Ópera de París y silbando a la nobleza.

Toda esta creciente presión popular fue aumentando de manera exponencial, siendo lo suficientemente fuerte como para que muchos de los mandos y tropas de los regimientos comenzaran a inclinarse más por la causa popular y por la libertad.

La destitución de Jacques Necker

El 11 de julio de 1989, inestable y acorralado por la presión de la incontenible insurrección de sus ciudadanos, Luis XVI, influenciado por un selecto grupo de nobles, destituiría a su ministro de finanzas Jacques Necker, el cual había fungido como un mediador entre la monarquía y el Tercer Estado.

La destitución de Jacques Necker vino acompañada de un arbitrario movimiento político de la nobleza, encabezada por el mariscal Víctor-François de Broglie, el marqués de La Galissonière, el duque de La Vauguyon, el barón Louis de Breteuil y el intendente Foulon de Doué.

Estos tomarían posesión del gabinete del rey y sustituirían al marqués de Puységur, al conde de Montmorin Saint-Hérem, al cardenal La Luzerne, al conde de Saint-Priest y al ya mencionado Jacques Necker.

Esta serie de destituciones arbitrarias fueron interpretadas por la Asamblea Nacional, la Guardia Nacional y los parisinos como un golpe de Estado y una clara señal sobre la postura poco flexible del rey, la nobleza y el absolutismo monárquico que estos representaban.

Asedio a la Bastilla: 14 de julio de 1789

El 14 de julio de 1789 sería el día en el que la prisión de Bastilla caería en manos de los ciudadanos franceses que se habían levantado en armas contra su rey, como si de un solo cuerpo se tratase.

Toma de la Bastilla
Toma de la Bastilla y captura del gobernador Bernard-René Jordan de Launay. Imagen de una pintura anónima.

Si bien la toma de Bastilla es considerada en la actualidad por muchos historiadores como un punto de inflexión y/o no retorno de la Revolución francesa, lo cierto es que dicho acto fue meramente simbólico, pues para ese entonces la insurrección ya era inminente.

Desde la formación de la Guardia Nacional, el 10 de julio de 1789, pasando por la destituciones arbitrarias en el gabinete del rey, el siguiente día, y las incontenibles revueltas, que ocurrirían los días 12 y 13 de julio (aupadas por los múltiples regimientos que continuamente desertaban y abrazaban la causa popular), la revolución era indetenible.

¿Cuál era la finalidad de la toma de Bastilla?

La toma de la prisión de Bastilla tenía como finalidad suplir a la recién formada Guardia Nacional con la gran cantidad de armas y municiones que allí se encontraban almacenadas, así como también a los regimientos y soldados desertores.

Sin embargo, y aunque los asaltantes intentaron negociar la entrega de armas por la vía diplomática, el fuego cruzado comenzaría a tomar vidas de ambos bandos hacia las 15:00 de aquel fatídico día.

La conclusión del asedio

Aproximadamente, dos horas después de haber iniciado el fuego cruzado, y con casi 100 víctimas tendidas en el suelo de la prisión, el alcaide de Launay ordenó el cese del fuego y rindió sus armas junto a la guarnición que estaba bajo su mando.

Los asaltantes no tardarían en entrar a la prisión luego de que el fuego cesase; liberaron a los siete prisioneros, que eran políticos y/o detractores del absolutismo monárquico, tomaron la pólvora y las municiones y, como era de esperar, también tomaron la vida de Bernard-René de Launay, así como la de tres oficiales de la guarnición de la fortaleza y dos guardias suizos.

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