Elegido por las Cortes

Amadeo I, el rey al que no dejaron reinar

Hijo de Víctor Manuel II de Italia, Amadeo de Saboya fue elegido rey de España por las Cortes en 1870. La inestabilidad política del país lo llevó a abdicar al cabo de dos años.

Retrato de Amadeo I realizado  por Antonio Gisbert. Universidad Complutense de Madrid.

Retrato de Amadeo I realizado por Antonio Gisbert. Universidad Complutense de Madrid.

Retrato de Amadeo I realizado por Antonio Gisbert. Universidad Complutense de Madrid.

CAGP / Photoaisa

Tras el triunfo de la revolución Gloriosa de septiembre de 1868, que condujo al destronamiento y el exilio de la reina Isabell II, se reunieron unas Cortes Constituyentes con la misión de decidir cuál sería el nuevo régimen del país. Tras largos debates, en junio de 1869 se aprobó una Constitución que buscaba combinar el cambio y la estabilidad, la modernidad y la tradición. Así, junto a avances como el sufragio universal o el reconocimiento de derechos fundamentales, se decidió mantener la institución monárquica.

 

Cronología

El monarca de un país en revolución

16-XI-1870

Amadeo de Saboya, duque de Aosta e hijo de Víctor Manuel II de Italia, es elegido rey de España por las Cortes.

30-XII-1870

El primer ministro español, el general Juan Prim, valedor de Amadeo, muere a causa del atentado sufrido el día 27.

2-I-1871

Amadeo I llega a Madrid, donde acude a presentar sus respetos ante el cadáver de Prim antes de jurar su cargo.

18-VII-1872

El rey y su esposa son tiroteados al volver al Palacio Real en un coche descubierto, pero salen ilesos.

11-II-1873

Amadeo I abdica del trono en una sesión solemne en las Cortes, tras lo cual regresará a Italia.

 

Condenado a muerte por el jurado popular, Landru es ejecutado en la guillotina en la entrada de la prisión de Versalles.

El problema era decidir quién la encarnaría. El primogénito de la destronada Isabel II, Alfonso de Borbón, no podía ser el elegido, porque, como señalaba el periodista Ramón García, se había educado «al calor de la farsa, de la doblez y del escándalo». Se inició así una ardua búsqueda de candidatos, muchos de los cuales sólo sabían «bailar o hacer gimnasia» y eran ignorantes «de nuestra lengua, de nuestras costumbres, de nuestras leyes y de nuestras necesidades», según criticaba el escritor Enrique Buisen. 

 

Medalla conmemorativa

Medalla conmemorativa

Medalla conmemorativa de la elección de Amadeo I.

Foto: AKG / Album

 

Finalmente, el general Prim, primer ministro y principal impulsor de la revolución, consideró que el candidato perfecto era Amadeo de Saboya, duque de Aosta y segundo hijo de Víctor Manuel II, monarca de la recién unificada Italia. Aunque Prim sabía que en un principio Amadeo no despertaría grandes pasiones en su favor, vio en él juventud, valentía y una actitud austera y cercana que contrastaba con la imagen de su antecesora en el trono. Al recibir la propuesta, Amadeo, por entonces un joven de 25 años, mostró reticencias, pero la obediencia al padre y su sentido del honor acabaron haciendo que aceptara la Corona. 

 

Inicio funesto

El 16 de noviembre de 1870, Amadeo de Saboya se convirtió en el primer rey de España elegido en un Parlamento, gracias al voto de 191 diputados frente a 63 por la República, 38 por otros candidatos y 19 en blanco. Pero nada iba a ser fácil. Al tiempo que desembarcaba en Cartagena, el 30 de diciembre, el general Prim moría víctima de un atentado, con lo que el rey se quedaba sin su gran valedor. 

Amadeo I fue el primer rey de España elegido por los diputados de las Cortes

Amadeo causó al principio buena impresión entre los españoles, en gran medida debido al contraste con Isabel II. Las odas dedicadas al rey destacaban que «tras un trono inmundo y harto corrompido», llegaba «un rey sabio y generoso» que devolvería «a la patria sus preciosos dones: orden, derechos, libertad y leyes». Amadeo era, según los industriales de Sabadell, la representación «genuina de una nueva era».

Tenía a su favor la juventud y la apostura. Romanones le consideraba «proporcionado de líneas, esbelto, de facciones correctas, bien podía pasar por un gallardo mozo», y el periodista José Berruezo lo describía como un monarca «joven, guapo y meridional». Su fama de mujeriego no afectó a su imagen popular, pues este rasgo de su personalidad se consideraba como algo propio del comportamiento masculino de la época y de su origen noble e italiano, que encajaba bien con la figura del Don Juan español. 

Por su parte, su joven esposa, María Victoria dal Pozzo, era un complemento perfecto. Madre de dos hijos pequeños, a los que se añadiría un tercero nacido en España, la prensa resaltó pronto su religiosidad y su vasta instrucción. La pareja mostró interés por la fundación de establecimientos benéficos, que ella supervisaba personalmente. 

Otro rasgo del carácter de Amadeo que le granjeó la simpatía de la opinión pública fue su proximidad a los ciudadanos. Su primera aparición en Madrid fue objeto de muchos comentarios por la sencillez de sus modales. Ante la visita del monarca en 1871, las autoridades de Lérida destacaban que el rey estrechaba la mano «al indigente obrero con la misma efusión que la de un encumbrado magnate». Amadeo I se esforzaba por actuar «como un ciudadano cualquiera que no posee gran riqueza». Un periódico describía cómo durante una visita al Hospital Militar de Madrid pasó totalmente desapercibido hasta que se oyó a los convalecientes gritar «Viva el rey». Estuvo en la cocina, «donde probó la comida», e incluso en la sala de los enfermos de viruela. 

El escritor Edmondo De Amicis, en la crónica del viaje que hizo por España durante el reinado de su compatriota, señala que el monarca no actuaba así de forma calculada, para ganarse el favor del pueblo. Parecía que él mismo «no supiera que fuese Rey: contemplaba a los chiquillos que pasaban, los escaparates de las tiendas, los soldados, las diligencias, las fuentes con una curiosidad casi infantil». 

Sin embargo, esta popularidad no impidió que Amadeo se enfrentara a serias dificultades políticas muy pronto. La nobleza, que se identificaba como alfonsina, esto es, partidaria de la restauración de los Borbones a través del príncipe don Alfonso, dio desde el principio la espalda a la pareja regia, mientras que los republicanos soñaban con derrocar sin más la monarquía. Pero el principal problema para Amadeo vino de la escisión del partido progresista que lo había llevado al trono, entre una corriente conservadora liderada por Sagasta y la más progresista de Ruiz Zorrilla. 

Caricatura

Caricatura

Caricatura aparecida en la revista La Flaca a inicios de 1871, que satiriza la decadencia y la corrupción política de la época. 

Foto: Heritage / Aurimages

No hay duda de que, como rey, Amadeo actuó con las mejores intenciones. A través de la embajada italiana escribía a su padre, a quien no quería decepcionar: «Habrá visto que he hecho y estoy haciendo todo lo posible para mejorar las condiciones de este país y llegar a una solución que me permita gobernar». Pero se sentía cada vez más descolocado ante las disputas políticas españolas y empezó a desconfiar de todos. Las críticas contra él se intensificaron. La prensa satírica destacaba sus dificultades para hablar el castellano, mientras que el líder progresista Ruiz Zorrilla lo consideraba un joven inexperto y maleable, «un niño con barbas».

 

Atentado en la calle del Arenal

El 18 de julio de 1872, el monarca y su esposa regresaban al palacio en un carruaje descubierto cuando, al pasar por la calle del Arenal, unos individuos dispararon sus trabucos contra ellos. Los reyes salieron ilesos, mostrando una entereza que la prensa se apresuró a destacar. El rey se presentó a pie y sin acompañamiento, a la mañana siguiente, en esa misma calle, entre las aclamaciones de la población. Posteriormente, se ofreció una recepción que le permitió gozar «por unos minutos de la popularidad soñada» y le hizo creer que «las raíces del trono saboyano se adentrarían en tierra hispánica», según escribió la historiadora Ana de Sagrera. 

Sin embargo, el final del reinado estaba próximo. El deterioro político y un posible enfrentamiento con el Ejército llevaron a Amadeo a abdicar. En su mensaje de renuncia, el 11 de febrero de 1873, el monarca insistió en que había buscado la solución dentro de la ley, pero no logró hallarla. En la despedida a los reyes, de los catorce diputados y senadores elegidos para acompañarlos, sólo se presentaron cuatro. La reina, muy delicada de salud tras su tercer parto, fue conducida en silla de manos al tren. En el momento de partir, sus escasos partidarios continuaban hablando del «rey generoso y leal y la reina pía y buena» traicionados por los partidos políticos. 

Amadeo sintió alivio al renunciar a un título que nunca había deseado. Como anotó  el escritor italiano Oreste Ferdinando Tencajoli, «aquella corona fue para él de espinas y no de piedras preciosas y su abdicación fue una liberación». De vuelta a Italia, Amadeo vio cómo su esposa moría en 1876, con sólo 29 años. Él falleció a los 44, dejando el recuerdo de un príncipe cuya fidelidad al ideario liberal le había costado el trono de España.

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Un soldado en el trono de España

Al elegirlo como rey de España, los progresistas españoles destacaron que Amadeo era un digno representante de la dinastía «guerrera» de los Saboya, que en los años anteriores, de la mano del padre de Amadeo, Víctor Manuel II, había logrado la unidad del reino de Italia. De hecho, en 1866, con 21 años, resultó gravemente herido en la batalla de Custoza, en la que las tropas italianas fueron derrotadas. En España muchos esperaban que Amadeo, al que se presentaba como «atrevido y valiente» (ardito e coraggioso), trajera consigo un auténtico «espíritu regenerador».

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La reina virtuosa

La reina María Victoria

La reina María Victoria

La reina María Victoria en un grabado de 1870.

foto: Prisma / Album

En un artículo publicado en 1872, Benito Pérez Galdós describía a la reina María Victoria como una mujer de «ejemplar modestia», cuyas «virtudes y sentido doméstico han devuelto al hogar más alto de la nación el prestigio que tuvo hace muchos años».

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La inevitable renuncia

Amadeo de Saboya

Amadeo de Saboya

Amadeo de Saboya y su esposa abandonan el palacio Real de Madrid tras su abdicación.

Foto: Oronoz / Album

En 1872, España se había sumido en una espiral de inestabilidad y violencia. En el País Vasco, Navarra y Cataluña los carlistas se alzaron en armas, en varias ciudades se produjeron insurrecciones republicanas y el propio Amadeo fue víctima de un atentado. Los sucesivos Gobiernos carecían de apoyo parlamentario estable. Finalmente, un desencuentro con el presidente del Gobierno Ruiz Zorrilla por la disolución del cuerpo de artilleros colmó el vaso de la paciencia del rey, quien decidió abdicar.
El mismo día que se dirigió por última vez a las Cortes, el 11 de febrero de 1873, éstas proclamaron la República.

 

 

 

 

Este artículo pertenece al número 229 de la revista Historia National Geographic.

 

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