Los astrónomos más reconocidos del país, y quienes este martes conmemoran el Día de la Astronomía, relataron algunas de las que consideran sus historias y anécdotas favoritas en el área.

Con motivo de la celebración este martes 21 de marzo del Día Mundial de la Astronomía, figuras reconocidas de esta área como José Maza, María Teresa Ruiz y Mario Hamuy, y algunos de sus pares en la divulgación científica compartieron a BioBioChile sus anécdotas favoritas, que incluyen descubrimientos, misterios históricos, y algunos recuerdos de especial valor personal.

José Maza recordó el enigmático muerte de un importante astrónomo europeo, cuya causa de muerte sólo pudo ser identificada recientemente: “El 24 de octubre de 1601 muere en Praga el gran astrónomo danés Tycho Brahe. Once días antes de su muerte había ido a una fiesta en la que aparentemente él no orinó, y eso -decía la historia- le había provocado una congestión renal que lo llevó a la muerte”.

“En el año 2000 se abrió su tumba en la iglesia de Týn en Praga y se encontró una calavera con un bigote grande, que era característico además, Tycho era colorín. En ese bigote aplicaron pruebas de toxicología y se dieron cuenta de que 11 días antes de su muerte hay una tremenda dosis de mercurio”, relató el astrónomo y docente de la Universidad de chile.

De esta forma, constataron que Brahe “había estado mal durante 10 días, pero empezó a repuntar y un día antes de su muerte tiene otro peak de mercurio. Lo más probable es que alguien le dio el veneno eso le produjo una parálisis renal que provocó toda su crisis y, cuando vio que estaba mejorando, le dio la segunda dosis. Así que aparentemente lo mataron; no se sabe quién”.

Por su parte, María Teresa Ruiz recordó una anécdota personal, cuando “hace unos años me invitaron a dar una charla en la Universidad Autónoma de México (UNAM), sobre mis trabajos más recientes. En ese momento yo estaba trabajando en el estudio de cadáveres de estrellas como el Sol, que dejan atrás al morir una roca como del tamaño de la Tierra pero muy densa”.

“A esa materia los físicos le han llamado materia degenerada, por algo que tiene que ver con la estructura de los átomos, y a mí me interesaba ver aquellas que eran las más frías”, explicó la astrónoma y también docente de la Universidad de Chile.

Esto último, “porque al principio cuando recién muere la estrella eso es muy caliente y es una roca que se va enfriando, y las más frías son las que te pueden dar una idea de cuándo nacieron y cuánto tiempo ha vivido esa estrella”.

Entonces, “cuando di mi charla, el título era ‘enanas degeneradas frías’, que era lo que yo estaba trabajando. Ese título salió publicado en la página web de la universidad, y me encontré con la sorpresa cuando llegué a dar la charla, en vez de haber 40 o 50 astrónomos que es lo que normalmente había en la sala, estaba llenísima y había gente en los pasillos y de pie atrás”.

“No podía entender, así que bueno cuando empecé mi charla, y empecé a mostrar gráficos y ecuaciones, se desocupó la sala y quedaron sólo los astrónomos”, concluyó.

En tanto, el presidente de la Fundación Chilena de la Astronomía, Mario Hamuy, rememoró un descubrimiento clave para su propia carrera: “Una de las cosas que más me ha sorprendido a lo largo de mi carrera científica fue el descubrimiento de la aceleración del universo debido a una misteriosa energía oscura a partir del estudio de las supernovas”, indicó desde las cercanías del Observatorio Cerro Tololo, en Vicuña, quien también es vicepresidente y jefe de misión de los observatorios de la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronomía de Estados Unidos (AURA).

Las historias de los divulgadores

La astrónoma y divulgadora Bernardita Ried, quien además cursa un doctorado en astrofísica en la Universidad de Stanford, recuerda una de las imágenes más importantes que hemos capturado del universo, y su accidentada historia: “Una de las anécdotas más curiosas que conozco de la Astronomía es que los físicos Arno Penzias y Robert Wilson tuvieron que limpiar una antena en 1974 porque detectaban una antena en 1974 porque detectaban una señal y no estaban seguros de qué era”.

“Y a mí me llama mucho la atención que tuvieron que sacar un montón de palomas, de hecho tengo esta imagen en la cabeza, para que finalmente no se fuera esta señal y terminara siendo la imagen más antigua que tenemos de nuestro universo. Así fue como descubrieron el fondo de radiación cósmica de microondas y finalmente se ganaron un premio Nobel por ese gran descubrimiento”, comentó.

La imagen del fondo de radiación de microondas.
Wikimedia Commons

Desde La Serena, la astrónoma y divulgadora, Catalina Urrejola, sostuvo que “dentro de los hitos de la Astronomía, y uno de los más importantes para mí, se encuentra el campo ultraprofundo del Hubble”.

“Es una imagen que nos muestra la gran variedad de objetos que hay en el universo, tanto en tamaño, en forma, en colores, en edades. Esta imagen nos permite también dimensionar qué tan grande puede llegar a ser el universo, y también nos hizo plantear muchos desafíos para poder entenderlo. Dentro de sus principales resultados se encuentra que la luz que proviene de algunos objetos corresponde a cuando el universo tenía tan solo 800 millones de años”, detalló la también directora de Ciencia e Investigación en la Fundación Tecfem.

El campo profundo del Hubble.
Wikimedia Commons

En tanto, desde Concepción, el divulgador y físico teórico de la Universidad San Sebastián Fernando Izaurieta destacó como su dato curioso favorito de la astronomía que “en un agujero negro el espacio y el tiempo intercambian sus roles. Una dirección del espacio se transforma en tiempo, y el tiempo en una dirección del espacio. Tú no puedes parar de caer por la misma razón que no puedes parar de envejecer”.

“¡El futuro es hacia adentro, hacia la singularidad, en que incluso el tiempo se destruye!”, recalca.

A su vez, la divulgadora Teresa Paneque explicó que “uno de los datos astronómicos que más me sorprenden es que todos los planetas del sistema solar caben en el espacio que hay entre la Luna y la Tierra”.

“Aunque nos parezca que la Luna está súper cerca, en verdad se encuentra a más de 300 mil kilómetros de distancia”, acotó.

La también comunicadora científica Francisca Contreras, por su parte, se remitió a una antigua leyenda: “De seguro has escuchado sobre la Cruz del Sur. Es una constelación que no se puede ver en todo el mundo, pero que sirve a navegantes y pilotos para orientarse”.

“Pueblos originarios ya reconocían este conjunto de estrellas como la Cruz Andina, pero en el sur, los patagónicos tenían una leyenda muy hermosa en que ésta formaban en realidad la pisada de un ave llamado kank (un gran ñandú macho), que logra escapar de los cazadores y dejan éstos en el cielo muy cerca de la cruz dos estrellas, llamadas las boleadoras, que nosotros actualmente conocemos la más brillante como Alpha Centauri, la estrella más cercana al Sistema Solar”.

Y desde España…

Finalmente, participó también el físico y divulgador español Javier Santaolalla, explicando que “una de mis historias favoritas de la astronomía es la relativa a la medida de la velocidad de la luz, y es que se pudo medir esta cantidad tan complicada gracias a que se usó la luna de Júpiter como si fuera una especie de reloj”.

La velocidad luz, prosigue, “es muy difícil de medir, porque es muy alta, así que no hay ningún método sencillo de cronometrar para saber a qué velocidad va. Es tan alta que nada así funcionaría. Así que sorprende mucho que tan pronto como en 1676 ya se tuviera una medida tan precisa, tan interesante de esta magnitud, y se hizo gracias a una investigación que realizó el astrónomo Olaf Roemer junto con Cassini”.

“Se propuso medir el tiempo que tardaba esta luna Io en dar vueltas a Júpiter y lo que observó es que el paso por detrás de Júpiter de Io se retrasaba según la órbita de la Tierra. Lo que concluyó Roemer fue que esto era debido a que la Tierra al hacer su órbita se alejaba de Júpiter, por lo que cada vez le costaba más a la luz llegar a la Tierra”, relató. “Este retraso era debido a la velocidad de la luz que no era infinita. Así pudo calcular este retraso que eran unos 22 minutos para la órbita de la Tierra, que traducido junto con la distancia en velocidad, salía en torno a los 220 mil kilómetros por segundo. Una cantidad aproximada a la que hoy considerada como válida”.