[Cine] Crítica: ‘The White Crow’ (2018), de Ralph Fiennes: una oda al arte

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[Cine] Crítica: ‘The White Crow’ (2018), de Ralph Fiennes: una oda al arte

The White Crow

‘White Crow’ de Ralph Finnes es una representación bastante fiel del origen y desarrollo de una de las principales figuras del ballet del siglo XX: Rudolf Nuréyev. Una cinta obligada para los amantes del ballet y el arte

Las películas sobre el arte, especialmente sobre el ballet, obtienen poca atención por parte del ciudadano de a pie. Por ello, este trabajo de tinte biográfico se esforzó desde el inicio para atrapar a la audiencia. Al inicio de la cinta se introduce la expresión ‘White Crow’ (Belaya Vorona en ruso) que se emplea para describir a alguien inusual, extraordinario, distinto a los demás, un forastero.

Esa definición sin lugar a duda describe a una de las principales figuras del ballet del siglo XX: Rudolf Núreyev (interpretado por Oleg Ivenko). Nacido en la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, este bailarín siempre llevó una vida al límite, donde el arte, particularmente el ballet, ocupó una parte importante de su existencia. El trabajo de Ralph Finnes (director) y David Hare (escritor) es una de las representaciones más fieles de la vida de Nuréyev, la cual es presentada en tres líneas temporales: infancia (ocho años), época de formación en la Academia Váganova de Ballet (17 a 20 años) y el presente (23 años).

Una oda al arte

Después de la definición inicial, el trabajo de Finnes nos presenta un interrogatorio de la KGB a Alexander Ivánovich Pushkin (Ralph Fiennes), antiguo maestro y protector de Rudoolf Nuréyev, a quien se cuestiona si su exalumno había estado planeando su deserción de la URSS, a lo que el profesor de ballet responde negativamente, pues señala que el único interés de Nuréyev es el baile y no la política.

Así rápidamente nos vamos adentrando en las tres líneas argumentales: vemos como su madre dio a luz en el tren transiberiano y cómo tras la Segunda Guerra Mundial esta promesa del baile es aceptada en la Academia Váganova de Ballet.  Así, desde las primeras tomas de los 127 minutos de este trabajo, Ivenko no pierde tiempo en comenzar a construir su personaje: uno de gran determinación, pero considerado por la mayoría de sus biógrafos como temperamental, impulsivo, apasionado y, en más de una ocasión, grosero.

Debido a su carácter, la KGB presta atención a sus movimientos cuando sale con la compañía de ballet hacia Francia, donde presentarán su espectáculo. Y el joven bailarín no pierde el tiempo de satisfacer su necesidad artística: el primer día va a un café sólo y pregunta donde puede conseguir un tren de juguete; unos días después se levanta temprano para visitar el Museo del Louvre, donde tiene en mente apreciar La balsa de la Medusa

Nurýev The White Crow

Y es que el arte juega un papel central. Desde la contemplación intensa de pinturas y esculturas (guiño a la homosexualidad de Nuréyev), haciendo mención a personajes importantes en la vida cultural francesa (como André Malraux, Ministro de Cultura de Francia), e incluso brindando la interpretación de arte de diversos personajes de la película. Además, la banda sonora de este filme es notable y se funde de manera soberbia en la transición de las líneas argumentales: el protagonista aprecia obras de arte Occidental que le evocan su pasado mientras de fondo suenan piezas de la Orquesta metropolitana de Londres.

De cualquier forma, para gran parte de la audiencia el viaje y posterior asilo de Nuréyev en Francia es uno de completo egoísmo: no duda en tener relaciones sexuales con la esposa de su mentor, Alexander Ivánovich; y, las escenas finales parecen indicar que sólo utilizó a Clara Saint (Adèle Exarchopoulos) y Pierre Lacotte (Raphaël Personna) para quedarse en Francia. 

La principal crítica que recibe esta cinta es que a pesar de centrarse en un punto nodal de la vida de Rudolf Nuréyev, no se hace gran mención a su vida (apenas se muestran unas pocas escenas con su compañero Yuri Soloviev y del romance que tuvo con el bailarín alemán Teja Kremke), dando la impresión de que el ballet es su vida. Esto  ha ocasionado que se le catalogue como un retrato deshumanizado de una de las principales figuras del ballet clásico. No obstante, para quien esto escribe, la película parece centrarse más en la determinación y voluntad de un personaje que busca expresar su individualidad a través del arte.

Lo mejor: destacan dos puntos, la interpretación excelsa de Oleg Ivenko como Rudolf Nuréyev y la banda sonora a lo largo de la película.

Lo peor: David Hare despojó de todo interés amoroso a Nuréyev, presentándolo como un apasionado del ballet y no ahondando en su vida, dando la impresión de que el bailarín es un personaje unidimensional. 

Nota: 9/10

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Gilberto Cornejo Alvarez
Gilberto Cornejo Alvarez
Escribiendo desde México. Dame una representación positiva de las minorías y te daré lo que te gusta. Críticas, comentarios y reseñas llenos de sorpresas, como Halloween.

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