Elizabeth Holmes y el fraude sanguíneo de Theranos

Elizabeth Holmes y el fraude sanguíneo de Theranos

Theranos debía revolucionar el mundo de la analítica médica, pero detrás de todo solo había un gran fraude. Te lo explicamos.

Elizabeth Holmes. | Peter da Silva (Efe)

Elizabeth Holmes rozó la gloria de Silicon Valley con la yema de sus dedos gracias a su start-up Theranos, una compañía con la que pretendía revolucionar la industria de los test médicos. ¿El supuesto hito? Realizar cientos de pruebas de laboratorio con solo unas pocas gotas de sangre extraídas de la punta del dedo de un paciente ¿Qué había detrás? Un fraude: este pasado 3 de enero, Holmes fue condenada por fraude y conspiración para cometer fraude después de años en los que periodistas e investigadores federales desvelaron una espiral de mentiras con las que convenció a multitud de inversores para que inyectaran casi 1.000 millones de dólares en Theranos.

El inicio de la mentira

El inicio de Theranos se remonta a 2003, cuando Elizabeth Holmes empieza la carrera de Ingeniería química en la prestigiosa Universidad de Stanford. Al final del primer curso, Holmes pasa el verano en Singapur, donde trabaja en el Instituto del Genoma haciendo test de un virus que había desatado un brote en China.

  • Sí, el síndrome respiratorio agudo severo, o SARS-CoV-1, el predecesor del SARS-CoV-2 que causa COVID-19.

Tras desilusionarse con la forma tradicional de hacer test, fuera con muestras de sangre obtenidas con jeringuilla o muestras mucosas extraídas con hisopos, Holmes cree que debe haber una mejor forma de conseguir los mismos resultados.

  • Es ahí cuando Holmes dice dar con una forma de llevar a cabo múltiples test al mismo tiempo con una sola gota de sangre.

Holmes presenta una patente, funda su propia compañía y convence a un catedrático de Stanford para que la ayude a despegar. Ese profesor, Channing Robertson, se convierte en el primer miembro de la junta de directivos de Theranos y en la puerta de acceso de Holmes a los inversores de riesgo de Silicon Valley.

  • En marzo de 2004, en su segundo año en Stanford, Holmes abandona la carrera. Y para finales de ese mismo año, su nueva compañía ya logra recaudar más de 6 millones de dólares.

¿Pero es algo verdad? Por entonces, nadie lo sabe. Theranos logra mantener su tecnología en secreto desde el comienzo y a lo largo de la siguiente década gracias a un zona gris regulatoria a la que no se pueden adscribir otros grandes jugadores del sector de los test como Quest y Labcorp.

  • A diferencia de esas dos, que compran su equipo de compañías extranjeras que necesitan aprobación regulatoria para operar en Estados Unidos, Theranos produce su propio equipo de testeo, así que puede operar sin supervisión federal salvo que empiece a venderlo o moverlo.

¿La excusa? Holmes quiere mantener la tecnología en secreto para evitar que sus rivales directos les copien.

El boom de Elizabeth Holmes 

El secretismo de Theranos catapulta a Holmes al estrellato en Silicon Valley, donde la figura de la mujer emprendedora choca con el statu quo de hombres genios como Mark Zuckerberg (Facebook), Jack Dorsey (Twitter) o Elon Musk (Tesla).

  • Nadie quiere perderse el próximo tren del éxito después de las experiencias con otras compañías revolucionarias de niños prodigio que han enriquecido las arcas de tantos inversores atrevidos.

Una buena historia, un perfil enigmático y sobrado carisma le valen a Holmes para cimentar una de las campañas de marketing más vacías en la historia de la industria, gracias en gran parte a la nula rendición de cuentas que le exigen inversores y directivos. ¿Y por qué?

  • A finales de 2010, Theranos ya cuenta con inversiones cercanas a los 100 millones de dólares.
  • Y en los tres años siguientes, figuras como los ex-Secretario de Estado George Schultz y Henry Kissinger, el senador Sam Nunn y el ex-director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades William Foege se suman a su junta a directivos.

A favor de Elizabeth Holmes también juegan su retórica, valiéndose de declaraciones grandilocuentes y una denuncia al poco asequible y poco accesible sistema sanitario estadounidense, y su estética, amén de los jerséis negros de cuello alto para ser previsiblemente comparada con Steve Jobs.

  • Las portadas de Fortune, Forbes, Inc. e incluso T: The New York Times Style Magazine son un buen resumen de ese éxito.

Primeros vaivenes

La buena cobertura mediática de Theranos entre los años 2013 y 2015 esconde en realidad unos tumultuosos meses durante los que varios empleados empiezan a descubrir que la compañía revolucionaria para la que trabajan puede haber estado exagerando sus logros —y esté empezando a tantear un terreno éticamente peliagudo.

  • En el otoño de 2013, Theranos aterriza en decenas de farmacias Walgreens, una de las franquicias más conocidas de Estados Unidos. Pero en realidad nada está funcionando como Elizabeth Holmes había prometido.

La premisa de Elizabeth Holmes tenía que ver con una pequeña máquina de testeo llamada Edison —después, miniLab. En ella, se introducen las muestras de sangre de los pacientes para llevar a cabo cientos de análisis que después desvelarán desde niveles de colesterol y glucosa a posibles problemas en riñones e hígado.

  • La realidad es que en los primeros meses de colaboración con Walgreens las muestras tienen que enviarse al laboratorio de Theranos con tal de evitar problemas con la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), la agencia regulatoria federal.

Mientras tanto, en el laboratorio de Theranos, las máquinas de testeo no son más que prototipos plagados de fallos y los empleados se ven en algunos casos obligados a usar equipos de otras compañías. Según escribe el periodista John Carreyrou en su libro ‘Bad Blood:

“Esos problemas van desde brazos de robots aterrizando en los lugares equivocados, causando que las pipetas se rompan, hasta espectrofotómetros desalineados. Llegado un punto, el centrífugo que mueve la sangre en uno de los miniLabs explotó”.

Holmes tiene un problema de base: su ambición de conseguir crear una máquina capaz de hacer tantos test responde más al pensamiento mágico que a una posibilidad tecnológica real, algo de lo que ya le habían avisado otros expertos y profesores en el pasado.

  • O bien no había suficiente muestra de sangre para tantos test, o bien la máquina acababa por estropear las muestras por fallos técnicos o temperaturas demasiado elevadas.

Además, la cultura laboral que habían impuesto Elizabeth Holmes y su consejero de operaciones, Sunny Balwani, premia la lealtad de quienes quieren ver la victoria total de Theranos a cualquier coste y castiga a quienes cuestionan la valía de la tecnología o los procedimientos para maquillar y manipular sus malos resultados.

  • Muchos trabajadores acaban dimitiendo al ver que Holmes decide apostar por la colaboración con Walgreens pese a que sus empleados saben que muchos de los resultados de los test son erróneos —y que por tanto los pacientes están recibiendo información equivocada sobre su estado clínico.

Un final desastroso para Elizabeth Holmes

Todas esas fallas empiezan a desvelarse en octubre de 2015, cuando Carreyrou publica un explosivo reportaje en The Wall Street Journal que dinamita el crecimiento de Theranos, una compañía que a esas alturas había alcanzado un valor de casi 10,000 millones de dólares.

  • Elizabeth Holmes intenta frenar la cascada de críticas en los medios, llegando a decir: “Primero piensan que estás loca, luego luchan contra ti y después, de repente, has cambiado el mundo”.

Carreyrou sigue publicando artículos sobre Theranos apoyándose en testimonios de exempleados e informantes que revelan las principales carencias de la compañía, lo que a su vez desata una serie de investigaciones que finalmente se traducen en la acusación federal contra Holmes y Balwani por fraude.

  • La fiscalía del Distrito Norte de San Francisco alega que Elizabeth Holmes y Balwani han estado mintiendo acerca de su tecnología para lograr inversiones millonarias, lo que a su vez ha significado engañar a pacientes que se han sometido a sus test.

El pasado 3 de enero, tras un juicio varias veces retrasado con motivo de la COVID-19 y del embarazo de Holmes, el jurado del caso anuncia un veredicto por el que declara culpable a Elizabeth Holmes de fraude y conspiración para cometer fraude contra inversores.

  • En cambio, la declaran no culpable de los cargos por haber defraudado a pacientes, una parte del caso a la que la fiscalía había prestado menos atención por la dificultad de argumentar la intencionalidad de Holmes —ella tenía relación directa con los inversores, pero no así con los pacientes.

A la espera de una sentencia sobre el fraude para Elizabeth Holmes, el siguiente paso de la justicia será lidiar con Balwani mientras residentes y espectadores de Silicon Valley siguen fascinados por la historia de Holmes, que ya ha protagonizado libros, podcast y documentales.

  • Y en marcha están una serie con Amanda Seyfried y una película con Jennifer Lawrence dirigida por el cineasta de No mires arriba.
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