Yo me encargo de la cerveza (2022), de Peter Farrelly

Sorprendente película basada en hechos reales, que demuestra que no hace falta adoptar cara de perro y poner a caer de un burro al ejército o al propio país para mostrarse crítico con algunas de las actitudes y decisiones que rodearon a la guerra de Vietnam. De este modo Peter Farrelly prosigue su renovado rumbo fílmico que arrancó con la oscarizada Green Book, combinando la humanidad de los personajes con la emoción, y ello sin perder su proverbial sentido del humor, aunque olvidando, eso sí, la chabacanería que le dio la celebridad junto a su hermano Bobby.

Chickie Donohue es un chico de barrio de Nueva York, buen tipo, al que le encanta tomarse unas cervezas con los amigos en el bar que regente el Coronel. Pero son los años 60, y muchos de sus colegas están combatiendo por Estados Unidos en Vietnam, en algunos casos dando su vida. Por ello le enerva lo que considera información parcial de los medios de comunicación, y las protestas civiles en la calle, donde participa su propia hermana. De pronto tendrá una asombrosa ocurrencia: ya que no cabe incorporarse a filas, como un soldado más, al menos podrá mostrar el apoyo a sus amigos viajando al país asiático con un cargamento de cervezas, que irá ofreciendo a unos y otros. No dejará de cumplir con su cometido, pero también experimentará un baño de realidad.

Ante una trama de las características descritas, resulta esencial dar con el tono adecuado, que exige un equilibrio para no pasarse ni por un lado ni por el otro. Porque de entrada, suena a surrealista lo que se propone el protagonista, y resulta fácil derivar hacia el esperpento, o cargar las tintas en su ingenuidad para ofrecer un previsible panfleto pacifista.

El caso es que el guión de Brian Hayes Currie, Peter Farrelly y Pete Jones guía al espectador para que se identifique con Chickie, bien interpretado por Zac Efron, compartiendo su viaje de descubrimiento. Él tiene un punto de vista definido, patriótico, está con su país y con los chicos que se juegan la piel. Pero no es cerril, abre los ojos, y puede quedar sorprendido por el modo de operar de la CIA, o por el pánico de los campesinos a los que supuestamente vienen a defender. Cuando conoce a los periodistas ahí destacados, les afeará su punto de vista, que no ayuda a la moral de los combatientes, pero también va entendiendo que su función de contar la verdad de lo que pasa es importante. La cinta no pretende ser un tratado sobre el papel de Estados Unidos en los conflictos internacionales, pero sí invita al espíritu crítico, y a considerar que no todas sus intervenciones merecen la misma calificación moral.

La película, de espléndida factura visual, tiene momentos divertidos en torno al reencuentro de Chickie con sus amigos, que alucinan viéndole aparecer por ahí, y que pueden reír o llamarle insensato, pero que desde luego tocan literalmente su camaradería cuando agarran sus botes de cerveza. Y resulta hilarante la confusión en torno a él de los que va reconociendo, pues resulta tan absurda su presencia ahí, que lo único que pueden concebir es que se trata de alguien que trabaja para la CIA.

La mayor parte del reparto la componen desconocidos, aunque da gusto ver en pequeños papeles a dos grandes veteranos, Bill Murray como el Coronel, y Russell Crowe de avezado periodista, ambos orgullosos finalmente y a su modo, tras una ligera evolución en su percepción, de la presencia de Chickie en Vietnam.