Illang: La brigada del lobo (2018), de Kim Jee-woon

Una película coreana producida por Netflix, donde también ha intervenido la Warner, cine futurista distópico, es la adaptación con actores de carne y hueso de un anime japonés, Jin Roh, que tiene un punto de partida atractivo y pegado a la actualidad: un contexto político donde las dos Coreas, desde el 2024, han trabajado codo con codo en el proceso de reunificación. Las superpotencias se oponen, y ha surgido un grupo terrorista opuesto a las intenciones del gobierno, y una unidad especial antiterrorista que lo combate, con métodos expeditivos que no siempre resultan bien. Ésta a su vez depende del organismo de seguridad, que se mueve con intenciones torcidas. Uno de los policías de elite contacta con la hermana de una terrorista adolescente de instituto, y surge cierta atracción, aunque ella resulta ser una espía sometida a presiones insoportables.

Verdaderamente explicar la trama del film que dirige Kim Jee-woon, responsable de títulos de acción como El bueno, el malo y el raro, no merece mucho la pena, pues tanto da si unos u otros son partidarios de una sola Corea, o de que organicen cada una por su cuenta unos juegos olímpicos o una competición floral. La idea de autoridades corruptas, subalternos que cumplen órdenes de modo cerril, y víctimas chantajeadas, no da para más, y a ratos hasta es confusa para el espectador que se distraiga un poco.

Lo que tenemos sobre todo es mucha acción estilizada, con fotografía nocturna en un paisaje urbano de luces de neón y en el alcantarillado surcado por las aguas, unos trajes de los policías que remiten a Darth Vader, una subtrama romántica sublimada e imposible, una curiosa parábola a cuenta de una versión sui generis de Caperucita Roja en que la niña vestida de rojo es devorada por el lobo.