Vida de Piedra 3 Nº
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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594

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Vida de Piedra: Libro 3/ Mirta Liliana Ramírez

Fontana. Chaco; compilado por Mirta Liliana Ramírez 1 ed. Editorial MIRA- Fontana – Chaco- 2020

121 páginas; 20 x 14 cm- ( Colección Internacional/

Ramírez Mirta Liliana Libro 3 de 5) Vida de Piedra 3

Registrado desde 02/03/2022 Nº 2203020627594

1. Antología Literaria. Narrativa. Contemporánea Argentina. II. Ramírez Mirta Liliana comp.

2.

COD 861

Diseñadores de tapa: Florencia Correa y Marcelo Tatel

Ravarotto

Foto de tapa de Florencia Correa: Cabo Polonio- Rocha - Uruguay

Idea, compilación, corrección y edición de Mirta Liliana Ramírez Ed. MIRA

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Escritores participantes

Mirta Liliana Ramírez

Fontana – Chaco- Argentina

Estela Marinho

Montevideo – Uruguay

OCris Peña

Maldonado- Uruguay

Mercedes Lilians Bogado

Fontana – Chaco- Argentina

Mireya Machí

Algenit – España

María Gabriela Pavas Álvarez

Colombia

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Prólogo

Cuando nos preguntan inocentemente y… antes… Ese ANTES es como si marcara una vida o varias vidas atrás…

Aunque la edad cronológica no sea tanto los años transcurridos quedaron tan lejos que nos cuesta traerlos a la memoria…Antes de la virtualidad suena como a Era de piedra por eso esta colección se llama Vida de Piedra…

En la memoria se escurren recuerdos como gotas de agua, que al ser transmitidos en forma oral quedan atónitos intentando imaginarse cómo era posible sobrevivir sin aburrirse…

Realmente fuimos felices con los juegos, amigos e incluso en la escuela y el estudio…

Aprendan a ser felices con cosas sencillas.

Mirta Liliana Ramírez Escritora Chaqueña

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Mirta Liliana Ramírez

Fontana – Chaco- Argentina

Desayuno a lo de antes…

Una vez levantados, Rubén sacaba agua del pozo.

Un pozo de agua calzado con ladrillos, agua clara, limpia de la cual tomábamos porque aún el agua corriente no llegaba a la zona, siempre pensé que esos insectos eran pescaditos, no sabíamos que eran larvas de mosquito.

Rubén lanzaba al pozo el balde atado a la cuerda y lo levantaba con la rondana, yo siempre lo sostenía agarrándolo de la ropa. Nos cuidábamos mucho.

Nos lavábamos la cara en una palangana y luego a peinarnos, ambos usábamos flequillo, yo cabello rubio semi largo, él cabello renegrido cortito.

Sin piedad nos peinaban para estar listos y desayunar.

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(chocolate) en verano. En invierno el ritual del mate cocido: lechera de aluminio con agua hirviendo, se agregaban dos cucharadas soperas de yerba mate y había que cuidar de invierno el ritual del mate cocido: lechera de aluminio con agua hirviendo, se agregaban dos cucharadas soperas de yerba mate y había que cuidar de al hervir no se cayera, ya que las cocinas se mantenían impecables como recién compradas…

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Recuerdos de la niñez

Cuando era pequeña, mi contextura física era extremadamente delgada… Era rubia con cabello color oro y ojos verdes los cuales resaltaban porque mi piel estaba oscura por tanto andar por el sol en el verano chaqueño.

Mis compañeros de baile, de juegos, de travesuras eran mi querido hermano y mi primo.

Mi hermano Rubén cuatro años mayor que yo, tez blanca, cabello negro, ojos marrones y nariz aguileña, siempre me llamó la atención su nariz, se parecía a la de San Martín. Su contextura física era delgado y bastante alto.

Tuqui era el apodo de mi primo-hermano un año mayor que mi hermano. Hijo único de la Tía Nacha, hermana de papá. Morocho, cabello renegrido, nariz ancha, ojos negros y labios gruesos. Él era fibroso y grande.

Prácticamente vivíamos juntos, nunca recuerdo cuando llegaba o cuando se iba de casa. Él siempre estaba y fue el único que siempre me llamó gata (decía que era más mala que una bolsa de gatos y encima lo reafirmaba con mis ojos verdes claros).

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protectores en mi crecimiento y mis guardias de seguridad en la adolescencia.

Aunque a los nueve años me fui a vivir a unas cuadras de la casa paterna con mis tíos Negra (hermana de papá) y su esposo Hilario, mis padres – tíos, porque me criaron.

Fui su única hija, se caracterizaban por criar sobrinos.

Me alejé del barrio, pero Rubén y Tuqui jamás se separaron. Yo iba o ellos me visitaban prácticamente diariamente.

Rubén se casó y por razones obvias se alejó hasta que dejamos de vernos.

Tuqui sin importar nada siempre iba a verlo. Crecimos y cuando me dieron la vivienda me alejé del todo…aunque Rubén quería protegerme de la persona con la cual estuve, me alejé sin reparos.

Tuqui fue de visita al cielo hace unos años y no regresó.

Pasada una década Rubén lo fue a visitar.

Estoy sola aquí recordando lo leales que éramos y como la vida puede separarte físicamente de muchas maneras, pero el amor siempre quedará intacto.

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Aprendiendo a bailar rocanrol

Cuando era pequeña, mi contextura física era extremadamente delgada y por lo tanto era muy ágil…

Como era la única mujer en este trío Tuqui y Rubén, se pelaban para enseñarme a bailar, porque había competencia de baile en la kermés los días sábados frente a la casa del tío Titi (hermano de papá), y a los ganadores les entregaban premios…Era tan emocionante practicar varias horas al día para competir, encima competíamos contra nuestros primos, los hijos del tío Titi.

Bueno, creo que eran las vacaciones de verano, porque nos levantábamos, aseábamos y desayunábamos, volvíamos al dormitorio grande donde estaba la cama grande de dos plazas frente a la puerta y debajo de la ventana grande de cuatro cuerpos, el ropero de cuatro puertas, hacia la izquierda y a su lado una cómoda con la parte de arriba quemada, decían que se había caído una vela y se había quemado; al lado un combinado donde se colocaba el disco de vinilo de rock.

Tuqui y Rubén oficiaban de profesionales de la música y elegían los temas.

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lo acompañaba hasta que cambiaba de mano y me hacía girar, volvía a cambiar de mano y me pasaba por detrás de él. Siempre en movimiento, me acuerdo de mi vestidito rojo al cuerpo, cortito, donde mis pasitos cortitos resaltaban con las sandalias blancas.

Luego, se complicaba cuando me tenía que agachar porque Tuqui me tiraba entre sus piernas hacia adelante y yo debía seguir bailando sin perder el paso.

Y luego, me levantaba y bailaba conmigo arriba y me bajaba y seguíamos bailando así hasta que terminaba la música. Era buena bailarina y pienso pobre Tuqui si quisiera bailar ahora conmigo y ni soñando intentaría levantarme.

Después cambiábamos de damo, y Rubén tenía otra técnica, marcaba mucho los pasos, hasta eran muy fuertes los cambios de mano, un día, sin querer en un cambio de mano no llegué a agarrarlo y salí despedida como cohete e inexplicablemente caí y quedé atorada debajo de la cómoda, mis hombros quedaron trabados y yo los miraba y me rogaban que no llorara hasta que me sacaran porque la Tía mamá Negra se enojaría mucho. Fue solo un susto y un momento…Después seguimos bailando.

Llegó al fin el fin de semana y llamaban a las parejas por

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micrófono y primero bailaba con Tuqui y felices íbamos por nuestros premios un rompecabezas…los hijos del Tío Titi lloraban porque habían perdido…

En el segundo baile ya lo hacía con mi hermano y felices retirábamos nuestros premios, éramos tres y ganábamos cuatro rompecabezas, así que el que sobraba le regalábamos a nuestros primos que habían perdido en la competencia. Era tan linda la niñez y cuánto amábamos a nuestros primos, como la vida te lleva por caminos diferentes y ahora solo son recuerdos de esas historias…

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Un día, no hace mucho, fuimos con Jazmín (mi nieta) al Museo de medios de Comunicación de Resistencia, ella feliz y curiosa descubrió entre todas las cámaras fotográfica una especialmente le llamó la atención porque tenía mis iniciales. Observó cada una de las máquinas fotográficas y se detuvo en ésa precisamente y preguntó:

- Abu, esa máquina tiene las letras de tu nombre, entonces le conté que cuando su mamá y tíos eran chiquitos fuimos a donar esa máquina allí porque ya no se conseguían los rollos ni el flash, decidí donarla y ante el enojo de todos, ella hoy puede disfrutarla allí en el museo.

Se detuvo en todos los teléfonos, modelos y marcas, los teléfonos negros de escritorio, que solo unos pocos lo tenían cuando yo era chica, miraba y me imagino que su cabecita intentaba asimilar la información con lo que sabía , imaginaba y tratar de entender cómo había tan pocos en ese momento. Hasta que se detuvo en uno negro muy grande y yo con tan mala suerte le dije, esos eran los celulares en la época de la Abu cuando era chica…

observó, pensó y no aguantó más y me dijo: ¿Y cómo hacían para salir con ese celular a la calle cuando se iban a pasear?

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Señal del cable

Cando mis hijos eran chicos, poca gente tenía señal de cable y por ahí se le colocaba una papa a la antena del televisor y se creía que de esa manera captaba la señal.

A la madruga, a veces, enganchaba dibujos animados y despertábamos a mis hijos para que pudieran mirar los dibujitos.

Ellos muy pequeñitos disfrutaban las horas de televisión, hasta que a la mañana se iba la señal. Y ahí dormían hasta muy tarde por el desvelo recreativo que habían disfrutado.

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Torta a la parrilla sobre el fuego

Una de las primeras veces que fuimos de vacaciones a la Isla del Cerrito, no llevamos todo lo que íbamos a necesitar, con la emoción de armar la carpa , buscar la leña , prender el fuego para la noche y para cocinar, nos olvidamos de llevar pan, los pequeños tenían hambre y querían tomar su cosido con leche , y se me ocurrió la nefasta idea de hacer torta a la parrilla , pero no había parrilla ni donde apoyarla, con tanta mala suerte que se me ocurrió solucionarlo cocinándolas sobre un la leña Ardiendo, fue mala la idea , se quemaron , pero hubieron partes salvables y mis hijos tomaron su leche , raspando lo quemado ….

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Todo por una chispa

Estábamos acampando a orillas del río Paraná, en la Isla del Cerrito, al anochecer comenzaron a aparecer los enjambres de mosquitos.

Esteban corría de un lado a otro desesperado porque los pinchazos traspasaban la ropa, corría de un lado a otro, sin embargo, tenía hambre y yo corría detrás de él dándole de comer.

De repente, el viento sopló, y una chispa se posó en la nariz de mi pequeño hijo. Y comenzó a correr y a gritar desesperado, y cuanto más corría, más avivaba la chispa.

Yo corría detrás de él para sacársela.

Él no dejaba que lo tocara, por lo tanto la chispa lo quemó.

Lloró hasta que me di cuenta que su nariz tan blanca, lucía una ampolla grande.

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Esteban solo repetía: “todo por una chispa, me quedó la nariz así “…

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 El gran pescador

En las vacaciones de las Isla del Cerrito, Esteban con cuatro años, estaba pescando y sacó un pequeño apretador.

Me pidió que lo pusiera en un gancho para que se notara su pesca, aunque en realidad, el gancho era más grande que la pieza obtenida.

Cada vez que pasaba alguien, él posaba al lado de su pequeño pescado y amaba cuando el que observaba decía

“qué buena pesca, muy buen pescador”.

Mi niño estaba feliz porque la gente lo reconocía como el buen pescador.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Cómo hacer una tete rica

Joaquín, mi nieto de tres años, sabía que yo como abuela hacía años que no preparaba leche en mamadera y yo en casa solo tenía leche en polvo.

Él decidió enseñarme a hacer una tete rica.

Comenzó a darme las indicaciones:

Abu, calienta agua. (Lo hice, y él controlaba el tiempo, quizás su instinto se lo indicaba.)

Coloca el agua en la mamadera (yo muy responsablemente, hacía caso).

Ahora busca una cuchara chiquita, y con cuatro cucharadas de leche está bien, ahora, con dos cucharadas de azúcar estará bien.

Le pasé la mamadera y él controlando la temperatura, tomó un pequeño sorbo, me miró fijamente y me dijo:

-¡ Viste que ahora sabes hacer una tete rica!

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 El pozo de agua

Cuando era niña y aún no existía en mi barrio la canilla pública, porque la red de agua estaba muy lejos.

El agua corriente era para algunos sectores.

Desde que recuerdo, el pozo estuvo allí, no sé de cuántos metros de profundidad, calzado con ladrillos, que ya tenía vegetación viviendo allí (entre ladrillo y ladrillo).

Unos postes sosteniendo otro arriba, de donde colgaba una rondana, una soga con un balde, listo para ser usado.

Mi sensación de temor era cuando dejaban caer el balde, mi imaginación volaba…

El balde caía sobre la cabeza del monstruo del fondo del pozo, se despertaba y quería castigar a quienes lo despertaban.

Recuerdo que cuando me acercaba y veía las ondas que producía el balde, esperaba con un susto tremendo que saliera el monstruo saliera a buscarme.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Las chicharras

Cuando a la siesta comenzaban a sonar los cantos de las chicharras, era la seña inconfundible que llegaba la época de sandías y melones.

En verano, en plena siesta chaqueña, nos escabullíamos de los mayores, para no dormir.

Salíamos en grupo: Silvia (mi amiga), Rubén (mi hermano), Tuqui (mi primo) y Nino (hermano de Silvia) a cazar chicharras, como gatos agazapados esperábamos que ellas cantaran, nos acercábamos e intentábamos cazarlas.

Era un arte intentarlo, éramos héroes si lo lográbamos.

Nos convertíamos en expertos para diferenciar el canto de las chicharras Cocó- Cocó (era un canto grave que paraba constantemente). Eran grandes, con lomo marrón con diferentes tonos, el vientre era gris.

Las Yoyó eran verdes, llamativas, de vientre negro, su canto era estridente, a veces, sentíamos que nos ensordecería, su canto paraba muy de vez en cuando.

A todas les atábamos un hilo y las soltábamos para que volaran, esperando que en su vuelo, en algún momento

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ellas aguantaran nuestro peso y pudiéramos elevarnos.

Nunca sucedió, hoy de grande me di cuenta, qué inocentes éramos.

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En verano, las vacaciones escolares se preparaban para acabar.

Sin embargo papá nos llevaba de viaje porque él manejaba un camión Mercedes 1114, buscaba carga de cerveza Quilmes, cuando aún no existía aquí en la zona.

Mi primo, mi hermano y yo felices, cada viaje era una aventura.

Recuerdo un ombú enorme al costado de la ruta, en la localidad de San Justo en Santa fe –Argentina. Ese árbol centenario era el lugar donde papá nos llevaba a descansar del viaje y sus grandes raíces semejaban bancos, y nos permitía subir hasta ramas para corroborar si había nidos y admirar a la diversidad de aves que lo habitan.

Mi querido padre, compraba una sandía grande de las blanquecinas y dos melones

Empezábamos a cortar la sandía por la mitad, como éramos cuatro, dos por cada mitad. El ruido a tergopor cuando se abría la sandía, verificar que estuviera muy roja y dulce, eran dulcísimas.

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Y allí empezábamos las conversaciones sobre aves y plantas, sobre viajes y sueños.

Tan despreocupados de los problemas del mundo, solo viviendo la niñez.

Los malones blancos, eran raros, verdes por dentro.

Sin embargo, eran guardados como postre para después de la cena. Los melones inundaban de aroma raro, fuerte y dulzón en todo el camión.

Papá controlaba todos los detalles, estaba a cargo de tres niños de los cuales dos eran muy tranquilos, por lo tanto, había tres personas detrás de mí, para cuidar que no me pasara nada, era inquieta y curiosa, propio de la edad.

Mientras los tres dormíamos en la cama, papá aprovechaba a manejar durante toda la noche.

Hoy me doy cuenta que tuve una niñez feliz.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Las empanadas

El tío Hilario alguna vez en su juventud, fue ayudante en panadería.

En algún momento de la semana, decidía que haría empanadas para la cena.

Yo solo lo observaba, harina común con medidas a ojo, depende de la cantidad de comensales que había en casa.

Considerando que era un lugar de reunión de todos los amigos de su juventud.

Picaba con toda la paciencia a mano la carne, la Tía negra (su esposa, mi tía y madrina, mamá postiza quien me crio desde los 18 meses), ella preparaba el mejunje (relleno: carne, cebollita, cebolla, ajo, perejil, huevo duro agregado cuando se estaba enfriando).

Él cortaba los círculos con el contorno de una taza, armaba las empanadas, y ella, las freía, siempre en alguna había corcho o le agregaban papa como broma, aquel que la elegía debía lavar los platos (que jamás se cumplía) o debía acarrear agua o hacer los mandados.

¡Qué tiempos aquellos!

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Empanadas con pan

Cuando las empanadas estaban, a los niños nos servían en un plato con dos majares esperándonos allí.

Doradas, fritas, te invitaban a llevarlas a la boca de inmediato, pero el calor que emanaba de ellas frenaba las ganas.

Había que soplarlas al partirlas por la mitad porque hervían por dentro.

Mi hermano y mi primo se sentaban en la mesa chiquita conmigo, los mayores compartían la mesa grande.

Rubén y Tuqui comían un bocado de empana y la acompañaban con un bocado de pan, creo que además de intentar satisfacer sus ansias de comer, ayudaban que al tragar no lo hicieran caliente, bajaban la temperatura del manjar al tragarlo, siendo que yo tardaba mucho tiempo para probarlas.

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Mirta Liliana Ramírez

Nacida en Resistencia- Chaco – Argentina el 27/10/1965, comenzó a escribir a los 12 años. Es Profesora para la Enseñanza Primaria. Madre de tres hijos y abuela de dos nietos. Comenzó la lectura de sus escritos en los Encuentros de Artistas Emergentes. Perteneció al grupo de Slam Corrientes y Slam NEA.

Diseño, ilustraciones, modelo profesional y fotografías son seleccionados y realizados por Ana Florencia del Rosario Correa (su hija) que cursa el Profesorado de Artes Visuales. Avelino sainar Núñez es a quien confió su colección y todas sus publicaciones. 2016: Participó:

Antología “Una Ferretería en Andalucía” Publicó

“Susurros del alma “Libro 1: “Semillas de vida” Libro 2:

“Germinar no fue fácil…Crecer lo es menos…” Antología de cuentos “Duplicidad: Este muerto no es mío / El lado bello de la oscuridad humana”./ 2017: Publicó “Susurros del alma” Libro3: Infantoadolescencia”- Libro 4: “¡A volar!” /2018: Ideó, Compiló y publicó la Antología Internacional de 5 ejemplares fue presentada en Argentina y Uruguay- Directora Zonal de SIPEA De Fontana. Publicó su libro “Mujeres al borde del abismo

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emocional”. Antología Internacional de Jóvenes

“Expresándonos si voz”. La Colección de cinco ejemplares de Mujeres al borde del abismo 2. Organizadora de Eventos Culturales como Encuentros de Escritores, Poetas y Artistas Nacionales e Internacionales

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Estela Marinho Uruguay

Platero Burrito peludo.

Puñadito de algodón.

Ternura de luna.

Alegría de niño.

Burrito suave.

Dulzura de flor.

Canto de palomas.

Verdor de praderas.

Burrito peludo y suave.

Platero.

Ternura y dulzura de niñez.

Perfume de jazmín.

Platero.

Burrito peludo y suave.

Que te has metido en mi corazón.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Mi barrio

Calles de mi barrio.

Bordeada de árboles grandes y fuertes.

Casas chicas, casas blancas.

Bullicio de niños.

Juegos y gorjeos.

Y una cancha de fútbol, improvisada.

Calles donde el sol deja sus huellas.

Donde se puede mirar las estrellas.

Mi barrio, humilde, sencillo.

En sus calles juegos, alegría.

Árboles grandes y casas blancas.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Vivencias

El olor de las glicinas

inundaban el patio en el que yo jugaba.

Alrededor de las ventanas, macetas improvisadas con malvones,

rojo, fucsias, naranjas llenaban de color el lugar y en un rincón del cantero

el cedrón, la ruda y el romero formaban parte de ese pequeño paisaje del jardín de mi abuela.

Había lavandas, rosas

y cada noviembre el perfume del jazmín llenaba aquel lugar de fantasía.

Así fue mi infancia, sencilla, simple.

Hoy al pasar de los años cada primavera, me veo allí en cada rincón de aquel lugar, retenido en mi memoria

y en lo más profundo de mi corazón.

Y veo a la niña que fui,

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con mis zapatitos de charol, el vestido rosado de organza y las moñas en mis largas trenzas.

Frágil, sensible, pequeña.

Y aquellas fragancias, esos olores vuelven a estar presentes en mí.

Y las flores y las plantas, cuidadas

por las manos envejecidas de mi abuela LOLA.

Y siento que valió la pena, el camino recorrido.

Y haber vivido, todo lo que he vivido.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Barrilete

Cometa serpenteante que cual pájaro por el cielo vas.

Hecha con las manos

de mi abuela, de mi tía, de mi mamá.

Gajos de caña, hojas de papel, cintas y mariposas, colorida ilusión.

Cada primavera al campito iba yo.

Orgullosa contigo

a estrenar nuevos sueños.

Hasta el cielo llegarías remontando felicidad.

Sentir, reír y pensar.

Creer que algún día como tú, estaría tan alto volando, llegando hasta el sol.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 La canción

Canción de cuna,

con la que mi madre arrullaba cual luna mis noches.

Sensación de calma, de abrigo, de felicidad.

Poquitas letras

entonadas con amor, con dulzura.

Y esas manos suaves que acariciaban las mías.

Esas manos que aún algunas noches, cuando triste estoy

me acompañan.

Canción de cuna que yo también canté a mis tres hijos,

hoy a mi nieto,

mañana a los que vendrán.

“Duérmete mi niña, pasito a pasito.

Duérmete con un coro de angelitos.

Y ve que la luna guarda tus sueños.

Y las estrellas guían tu andar.

Duérmete que yo aquí estoy, a tu lado por siempre,

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 dándote todito mi amor, y si tú lo quieres

también mi corazón.”

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Las rondas

Arroz con leche me quiero casar.

Así jugábamos a la ronda cuando éramos niñas.

Yo con un capitán tal vez un doctor.

Pasaron los años y fuimos creciendo

y todas esas rondas quedaron en los recuerdos.

“Martin Pescador” déjeme pasar.

O “La blanca paloma”.

O “La Farolera”.

En ellos iba nuestra inocencia, nuestra alegría.

En los recreos, con frio o calor.

Con el uniforme gris,

con la pollera tableada y larga por debajo de la rodilla.

La niñez, la escuela que lejos están y tan cerca algunas veces,

cuando abrimos ese baúl que atesoramos

en el fondo más profundo de nuestros sentimientos.

En el lugar más escondido de nuestra alma.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 El balero

Aquellas tardes

en las que con mis primos jugábamos en el fondo de su casa.

Al fútbol, a la rayuela, al yoyo, a la payana.

Alegría, ingenuidad y picardías.

Luego la merienda

la rica leche calentita con chocolate y el pan con manteca.

Después a seguir jugando.

El último juego, el más difícil.

En el que no se podía hacer trampa.

Ese objeto de madera,

con sus cuerditas y la pelota al final,

“El Balero”.

Así transcurrían

muchos de nuestros días, en aquel fondo, bajo la parra.

Así de simple fue nuestra niñez.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Cuento de hadas

Adolescencia, plenitud el despertar a la vida.

El primer beso, las primeras caricias.

Y ese amor, increíble, mágico, que aparece como si fuera un sol.

Creer que todo es posible.

Ser a veces como un huracán,

arrasando con todo a nuestro alrededor.

Otras querer volar, como pájaros para surcar los cielos.

En algún momento parecernos a las flores frágiles, débiles, inciertas.

Y cantar y soñar esperando cada noche

cuando la luna se asoma por el horizonte, que con ella llegue hasta nosotros, ese príncipe, dulce, apuesto.

Que hará que nuestro cuento de hadas se haga realidad.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Imágenes

Llegan a mí

imágenes del ayer.

Aquella casa con techo de tejas.

Con su jardín cubierto de rosas.

Con sus paredes blancas.

Aquella casa en la cual yo vivía.

Bordeada de árboles.

Bajo los cuales yo soñaba.

La casa que nos cobijaba en las noches de invierno.

La casa, que luego abandoné para vivir mis sueños.

Por querer hacerlos realidad.

En esta tarde

triste y fría de invierno.

Llegan a mi imágenes del ayer.

Mi casa, mi niñez.

Mis sueños, mis rosas.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594

Donde crecí

En ese lugar pasé los mejores años de mi niñez.

Muy temprano en la mañana llegaba hasta allí después de caminar doce cuadras, con mi mamá que trabajaba como cocinera.

Con lluvia, frío o calor todos los días de lunes a sábado esa era nuestra rutina, llegar hasta el colegio de las hermanas Franciscanas misioneras de María.

Durante largas horas hasta la noche, ese sitio se convertía en mi hogar. Y yo era una alumna privilegiada, porque conocía los dormitorios de las hermanas, incluso las solía ver sin su hábito o muchas veces con su cabello suelto.

Fueron años de alegría, con sueños, cargados de emociones.

Recuerdo a cada una de las hermanas, a la madre superiora, los campamentos en el balneario La Paloma cada febrero. Allí aprendí a compartir, a ser buena

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594

persona, a ser amiga de verdad. La disciplina y la dichosa

y aburrida catequesis.

Pero todas esas cosas hicieron junto al amor y los valores que me dio mi familia (Una familia de mujeres, mamá, abuela, tía) esta mujer que hoy soy. Ésa era mi escuela, en cada rinconcito de mi memoria habitan cada aula, el patio, el jardín interior con la imagen de la virgen de Lourdes, en medio de una gruta y la capilla. Han pasado demasiados años, pero el rostro y el nombre de mis compañeras, están guardados en un lugar de mi corazón.

Cada vez que paso por la puerta de aquel lugar vuelvo por un instante a regresar a ese tiempo dulce y feliz de mi niñez.

Hoy allí ya no hay una escuela, pero sigue estando la capilla de la Asunción. Y un día hace algún tiempo llegue hasta allí, con mis tres hijos muy pequeños aún.

Ese era mi pequeño homenaje a un lugar que me dio mucho.

Al que le debo gran parte de este ser que soy hoy.

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Ésa era mi escuela que seguirá metida en mi piel, en mi

corazón por siempre.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Será

Será que he vivido todo lo que he querido.

Habré sido gaviota.

Me habré parecido un poquito al sol.

Algunas veces poderosa,

otras frágil cual pétalo de una flor.

Tendré todo lo que he soñado Alegrías, caricias, amor.

O tal vez falten cosas por hacer.

Camino un sendero despacio, sin prisa pues él me lleva al final,

donde el arcoíris se esconde.

Dentro de mi recuerdo, lágrimas, amores, felicidad.

Y conmigo aquella niña que fue, o esta niña que hoy todavía es.

Y esta amarradita dentro de mi alma.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594

Estela Marinho Rodríguez.

Nació en Montevideo, Uruguay el 29 de julio de 1958.

Vive en Montevideo.

Es Educadora Preescolar.

Se capacitó en la promoción social del adulto mayor.

Cursó Primeros Auxilios en la Cruz Roja Uruguaya.

Asistió al curso de periodismo, artesana, escritora y poeta.

Participó en varios encuentros de poetas en Uruguay.

Forma parte del rincón literario de la Casa de la Cultura del prado, dirigido por la poeta Graciela Monteverde.

Participó en varias antologías digitales de los Escritores Eleutheros.

Fue parte de la antología “Mujeres al borde del abismo” II Volumen 3.

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OCris Peña Uruguay

Mi pasión

Heredé la pasión por la lectura de la abuela Rufina. La tía Nelda compraba aburridos libros infantiles para que leyera en las vacaciones. Ansiosa esperaba la hora de ir a dormir para estar a solas frente a la biblioteca, recorría con ojos incautos los estantes, los títulos y los nombres de los autores eran difíciles de recordar, los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer eran música seductora como la del flautista de Hamelin, cuando descubrí las novelas románticas, las sensaciones que fluían desde las páginas, encendían mi curiosidad hasta que amanecía. Elegía las novelas por el título, de pronto, me encontré envuelta en el laberinto de la mente de un investigador privado, tomé contacto con el crimen y con la mentalidad oscura de los asesinos. La pasión por la lectura de las novelas policiales me atrapó en una telaraña

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de situaciones impensadas para mi mente de niña. La edad no impidió entendiera lo que leía, olvidaba que era ficción e imaginaba que era la rubia que conquistaba al detective.

La niña curiosa que elegía libros por el título se transformó en una adolescente que sabía diferenciar a los autores y la personalidad de los detectives, tratando de adivinar como iban a reaccionar y descubría los pequeños detalles que pasaban por alto los policías, eran los que les daban la pista para encontrar al asesino.

Atesoro libros de diferentes autores que pertenecieron a la abuela, al leerlos revivo el cálido placer que recorría mi cuerpo con las novelas románticas, las novelas de Agatha Christie las preferidas de la abuela, me siguen cautivando con sus inesperados finales. Mi padre guardó los libros de Raymond Chandler, por ese motivo no los volví a leer, viendo una película, recordé al detective Philip Marlowe, un hombre honesto, sentimental, impertinente y cínico que no le daba importancia al dinero, rodeado de personajes y situaciones creíbles, que lograban conquistar al lector.

Recuerdo la sensación maravillosa de flotar envuelta en imágenes de diferentes culturas que

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incentivaron mi imaginación, y forjaron mi personalidad a temprana edad. Escribiendo, me doy cuenta de mi audacia al leer y ocultar los libros prohibidos en mi bolso de viaje, fue un crimen perfecto. Que ni Philip Marlowe hubiera logrado resolver.

OCris - Abril 2017

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El misterio del zapato

Esperaba con entusiasmo que llegaran las vacaciones, porque me iba a quedar a la casa de la abuela materna, Elvira, con ella vivía la tía Antonia con Franco y Fernanda, mis primos favoritos. En la tarde llegaba el tío Pocho con Mirthita que era la menor de los primos. Nos divertíamos escuchando hablar a los loros de la abuela, cuando nos cansábamos, dibujábamos la rayuela en el patio y organizábamos concursos, ella, nos daba de premio sus exquisitos buñuelos de manzana. Recuerdo con nostalgia el momento en que el abuelo Pedro nos hizo un ARO de HULA- HULA y se divertía viéndonos intentar dominarlo, cuando anochecía, tendíamos una manta en el suelo y él nos enseñaba los nombres de las estrellas que se veían hermosas en el firmamento, luego nos acompañaba a disfrutar del maravilloso espectáculo de luces que nos regalaban las luciérnagas en el campo enfrente a la casa. Después de cenar íbamos a darle las buenas noches a la abuela que sentada en la cama tejía tapices usando cintas de seda que cortaba de medias y ropa interior, disfrutaba observando como la alfombra tomaba forma salpicada de diferentes tonos de verde, celeste, rosado y beige. Mirthita se detuvo a observar las

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fotos que la abuela tenía sobre una pequeña mesa al costado de la puerta, tomo entre sus manos la más grande.

— ¡Abuela qué linda y joven saliste en esta foto!

¿Quién es el niño que está sentado en tu falda?

—Es tu papá. Y comenzó a nombrar a sus hijos:

Francisco, Ezequiel, Cita, María, Antonia, Olga…. Y Mirthita la interrumpió con otra pregunta:

— ¿Porque no está el abuelo Pedro en la foto?

No dejé que la abuela contestara y dije: —El abuelo Pedro no es el padre de los hijos de la abuela.

—No entiendo… ¿Es nuestro abuelo?

— ¡Por supuesto que es nuestro abuelo! Pero el padre es, él, y señalé un zapato que se veía al costado de la silla donde estaba sentada la abuela.

Por un segundo Mirthita quedó en silencio y después comenzó a reírse diciendo: ¡El padre de los hijos de la abuela… es un zapato… un zapato negro y viejo!

Nos contagió la risa, le dimos un beso a la abuela y abrazadas nos fuimos a dormir.

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tía, me explicó el misterio del zapato de su padre, cuando eran pequeños, él, se iba a trabajar al campo y demoraba muchos meses en volver, la abuela, le suplicó que no se volviera a ir, porque era difícil mantener la familia sola, si se iba era mejor que no regresara, él se fue, en venganza ella recortó la foto, nunca se volvieron a ver. Cuando conoció a Pedro, un hombre cariñoso y trabajador que había emigrado de Bulgaria huyendo de la guerra, encontró a un compañero inseparable y el mejor abuelo que el Universo nos regaló.

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Carnaval con la prima

Después de merendar nos sentamos con mamá en el banco que estaba en el jardín para esperar a la prima Rosa que venía a quedarse por el feriado de carnaval, desde ahí la veríamos bajar del ómnibus, la vimos llegar caminando por la vereda como si estuviera desfilando por una pasarela, la falda acampanada se movía como las alas de una mariposa, corrí y la abracé con tanta fuerza que casi se cae.

Fuimos hasta mi cuarto y Rosa me mostró la solera de seda celeste con flores lilas y azules que se iba a poner para ir al tablado, los zapatos negros de gamuza de tacos altos, completaba el atuendo, un hermoso antifaz de terciopelo violeta con plumas negras, mamá entró al cuarto con mi disfraz de picaflor, que había usado en la fiesta de fin de curso de la escuela, ella lo había hecho con la ayuda de una amiga que era modista sobre una malla habían cosido papel celofán, azul tornasolado, verde y celeste, el tocado les había quedado espectacular, me trenzaban el pelo con el papel celofán dejando cintas que flotaban en el aire, el pico y el antifaz con plumas verdes eran el toque final a la creación de mamá. Me daba

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me convencieron de disfrazarme porque iban a llevar ropa para que me cambiara.

A Mamá le pareció hermosa la solera de la prima Rosa, opinó que era muy elegante y que se le iba a dificultar caminar con los tacos altos por las calles del pueblo que eran de balastro.

Fue divertido observar cómo la prima se maquillaba y se pintaba los labios y las uñas de rojo.

Cuando las tres estuvimos prontas papá se ofreció a llevarnos, ya que el tablado estaba a dos kilómetros de la casa y mi hermano de siete años quería ir, se había disfrazado de cowboy del lejano oeste con cananas, revólver de plástico y el sombrero del abuelo. Cuando llegamos vimos a muchos niños disfrazados que corrían y gritaban, tiraban serpentinas, nos alejamos porque tenían pomos con agua, hacían sonar pitos de esos que se estiran y el sonido te aturde.

Una murga con trajes coloridos subió al escenario y comenzó actuar buscamos donde sentarnos para escuchar la actuación, yo no entendía mucho lo que cantaban pero mis padres y la prima se reían y aplaudían, cuando terminaron anunciaron a un grupo de candombe, los tambores sonaban con ritmo contagioso, la prima se descalzó, se puso a bailar, me tomó de las manos para que

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la acompañara.

— ¡Se te van a romper las medias de nylon! Le advirtió mamá.

—No importa, vine a disfrutar, amo el candombe.

Cuando terminaron las actuaciones, el locutor le pidió a Rosa que subiera al escenario, después de felicitarla por lo bien que bailaba, le entregó el premio como la bailarina de la noche, estaba radiante luciendo el collar que le habían regalado, los jóvenes se acercaban a felicitarla y la invitaban a ir al baile del Club.

— ¿Podemos ir un ratito? Preguntó sonriendo, los dientes blancos y perfectos resaltaban enmarcados por sus labios pintados de rojo.

Mamá no se pudo resistir a la sonrisa cautivadora de Rosa. Un miembro de la comisión del club nos invitó a la fiesta, hasta papá y mamá bailaron, mi prima tenía muchos admiradores que no la dejaron descansar durante toda la noche.

Mientras la memoria no me falle seguiré reviviendo momentos especiales de la niñez. Aunque hubiera sido maravilloso tener un celular para captar

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imágenes y filmar, mis padres tenían una pequeña cámara cuadrada que sacaba fotos en blanco y negro pero solo se podía usar durante el día.

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Bailar es recordar

Los bailes en los dos clubes sociales de la ciudad, eran cita ineludible para adolescentes y adultos, orquestas y cantantes en vivo eran parte del encanto de esa época inolvidable, las madres se turnaban para acompañarnos hasta que las convencimos que podían confiar en nosotras y en nuestros amigos que se comprometieron acompañarnos a casa cuando terminaba el baile.

Suena la música y todos salen a bailar, en la pista se distinguen los colores alegres de la ropa de las chicas, minifaldas, pantalones amplios y vestidos largos, ellos, de traje, camisa y corbata. Estaba sentada junto a Adriana, mirábamos distraídas el entorno disfrutando de la música, hasta que sentí que me tocan el hombro y un joven preguntó:

— ¿Bailas?

En el mismo momento, mi amiga presionó con

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fuerza mi mano era la señal para que respondiera que sí. El joven me tomó del brazo y caminamos hasta la pista, al mirarlo me doy cuenta que lo conozco del liceo, con suavidad rodea mi cintura y en forma casi automática comenzamos a bailar, la música nos envuelve con su magia, cuando la media hora termina, él preguntó:

— ¿Te acompaño a la mesa o esperamos y seguimos bailando?

—Prefiero sentarme. Le contesté mirándolo a los ojos.

—Perdón por mi falta de educación, no me presenté, mi nombre es Eduardo.

—El mío Analía.- Hablábamos mientras nos dirigíamos a la mesa.

— ¿Entonces vuelvo a buscarte para seguir bailando?

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—Sí. El inclinó la cabeza y se fue.

Adriana había salido a bailar con un joven de baja estatura, era mi culpa porque no estuve para prevenirla.

Cuando se sentó, dijo:

— ¡No te rías!

Respondí que no me estaba riendo, le pregunté porque estaba de mal humor, el chico parecía simpático, contestó que cuando terminó la música, la miró serio y dijo: — ¿Te perezco gallardo? Adriana, entendió que le preguntaba si le parecía alto y le contestó:

— ¡No!

Me tapé la boca para no reírme y cuando le expliqué que se había equivocado con el significado de la palabra, se puso nerviosa.

—Qué vergüenza, vámonos, si lo veo venir me escondo debajo de la mesa.

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—No seas boba, el pobre con lo que le dijiste huyó y ya debe estar llegando a la casa. Recordamos durante mucho tiempo lo ocurrido esa noche.

Cuando terminaba el baile, sentados en los bancos de la plaza esperábamos a que abriera la panadería para comprar bizcochos, los comíamos sin esperar a que se enfriaran, sin gritos, ni malas palabras. Caminábamos descalzos por las calles solitarias, disfrutando de la paz del amanecer. La adolescencia está presente en las reuniones con amigos, al recordar momentos únicos e irrepetibles, los secretos compartidos, bailes en casas de familiares y compañeros con la cálida colaboración de los padres, cumpleaños de quince con o sin invitación, noches de verano en la playa sentados en la arena entorno al fuego, el cielo repleto de estrellas fue testigo silencioso de inolvidables momentos.

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Noche de cumpleaños

La tarde de invierno era ideal para estar cerca del fuego, invitamos a la familia y a los amigos para festejar, el cumpleaños de mi esposo y el mío. Preparé chocolate caliente, medialunas rellenas de jamón y queso, bizcochitos de anís y la torta de cumpleaños rellena con dulce de leche. Nuestros hijos y sobrinos rompían la monotonía de la tarde, imposibilitados de salir a jugar al jardín, cuando el sol se ocultó comenzó hacer más frío y el agua nieve se derretía al tocar el vidrio de la ventana. Los niños se pusieron inquietos fui a calmarlos les sugerí que jugaran a las cartas o al ludo, pero no los convencí y se me ocurrió decirles que era divertido adivinar películas con mímica, les gustó la idea, les expliqué cómo se jugaba y me fui para la cocina, antes que se aburrieran y me pidieran más ideas para entretenerse. Estaban en el living comedor de la entrada y los adultos en la cocina en el fondo de la casa.

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Conversábamos de temas de actualidad y recordábamos anécdotas familiares. Como no escuchábamos hablar a los niños, mi esposo se levantó y sin hacer ruido, observó por la puerta entre abierta que daba al living, cuando volvió nos dijo:

—Están sentados en torno a la mesa del comedor escribiendo en unos papelitos y los están poniendo alrededor de una copa.

Recordé que les había contado una anécdota de la adolescencia a nuestras hijas, algo que había ocurrido una noche de invierno, en esta casa. Sospechaba lo que intentaban hacer y cuando intente disuadirlos comenzaron a convencerme…

—Mamá no seas mala, la noche se presta para invocar espíritus con la copa. Dijo Vero.

—No es tan fácil como parece, lo que nos sucedió, fue una casualidad.

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—Dale mamá, no estamos solos y no va a pasar nada malo.

—Tienen razón, lo que puede suceder es que los espíritus les den un buen susto, con ellos no se juega, después no digan que no se los advertí. Mientras me alejaba escuché, las risas contagiosas de los niños.

Volví a la cocina y compartí lo que querían hacer los niños que tenían entre nueve y diez años y les conté la anécdota de la adolescencia:

—Un sábado en la noche en vacaciones de invierno mis padres no estaban, invité a dos de mis mejores amigas que vivían cerca, para invocar el espíritu de mi perro que era nuestro fiel compañero de aventuras que encontramos muerto en el arroyito del fondo, sospechábamos que lo habían envenenado. Cortamos cartones, escribimos letras y números, encendimos una vela, apagamos la luz, el living quedó iluminado por el fuego, nos sentamos entorno a la mesa con el dedo índice

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sobre el borde de la copa y comenzamos a invocar al espíritu del perro, solicitando que nos hiciera una señal si estaba presente en la habitación, la respuesta fue silencio y el crujir de las ramas movidas por el viento. ¡Negrito… si estás en la habitación danos una señal! Repetimos la pregunta varias veces y nada, hasta que nos sobresaltó, el timbre del teléfono que retumbó en la habitación, como las campanas de la iglesia, nos abrazamos temblando, me animé a contestar aunque la mano me temblaba y cuando logré hablar dije: —Hola…Hola… y nadie contestó, aterradas decidimos terminar con la noche de invocación de espíritus.

La anécdota causó sorpresa y risa, mi esposo se levantó y observó lo que estaban haciendo los niños que ya habían apagado la luz, se escuchaban cuchicheos y risas. El salió por la puerta de fondo y golpeó con fuerza el vidrio del ventanal, escuchamos gritos y los niños se chocaron tratando de huir por la puerta en dirección a la cocina, Vero llegó llorando y me abrazó con fuerza diciendo:

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— ¡Tenías razón mamá que los espíritus nos iban a dar un susto!

—No llores, tranquila, no fueron los espíritus, fue tu padre que golpeó la ventana.

La risa fue un bálsamo que borró el susto, decidimos ir para el living con los niños y comenzamos a inventar juegos, fue el cumpleaños más divertido que compartimos con la familia y amigos.

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Difícil decisión

Había pospuesto la limpieza del altillo, muchas veces. Una tarde fría de otoño, decidí hacerlo, con tristeza y curiosidad me puse a revisar las cajas con aromas a niñez y rubores de adolescencia. Mirar fotos, leer cartas, trajeron a la memoria momentos especiales y a seres queridos que se habían ido hacía muchos años.

No estaba preparada para dejar atrás el pasado y transformarlo en cenizas. Si no lo hacía, llegaría el momento en que otra persona lo haría o el tiempo se encargaría de destruir los maravillosos reflejos del ayer que brillaban en mi mente.

Bajé las cajas y las acerqué a la estufa, comencé a quemar fotos, cartas y postales, el fuego no podría borrar de la memoria momentos tan especiales, algunos los recordaba al tener las fotos entre las manos o leer cartas arrugadas, por la chimenea volaron, para entrar en contacto con la eternidad del universo, respiré profundo

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y me cuenta, que en aquel fuego tembloroso, no quedó una huella encendida del pasado. Decidí que en el fuego vivirían por siempre los recuerdos mágicos de la vida.

OCris- mayo de 2017

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Encuentros

Con amigos

ilusión sutil de años lejanos.

Caricias del ayer que se deslizan al hoy niñez inocentes

Adolescencia entre gritos y susurros Se transforman en pegajosa miel.

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Recuerdos

Entorna los ojos y llegan los restos de la infancia, felices y tristes ella decide cuales recordar, volar con la rayuela, muñecas despeinadas por el viento primaveral, el aroma a tierra mojada, las luces tintineantes de las luciérnagas en las noches cálidas de verano.

Constelaciones de recuerdos que nunca la abandonaran porque necesita esos restos de infancia para crear nuevos recuerdos con felicidad.

OCris – agosto 2017

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Auto retrato

Infancia con jardines con aromas inolvidables, pájaros y mariposas. Caminaba apurada en las mañanas, vestida de blanco, adornada de azul, ronda y rayuela, pinté el futuro, con dibujos y letras. Amé las minifaldas y el rock, aleteos de gaviotas, arenas blancas y aguas tibias, secretos compartidos, amigas para siempre. Caricias y besos a escondidas, prometimos amor eterno, tomados de la mano, nos unió la vida. Era época de estruendos lejanos, derechos avasallados, rodeados de oscuridad. Se abrieron nuevos horizontes y emprendimos la aventura a la eterna primavera. Entre volcanes y la selva en mi vientre por dos veces sentí el milagro de la creación. Volví a caminar junto al río como mar, pero el aroma a libertad aún estaba lejos. Prosperaban ilusiones y en mi vientre una nueva vida. Momentos imborrables entre llantos y sonrisas, que hoy son recuerdos hermosos. Se adelantaron familiares y amigos con los que compartimos tristezas y alegrías. Los años volaron y aún había tiempo

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de crear un futuro, al que llegaron ángeles que le agregaron años a mi vida y hoy estoy viviendo en el lugar que soñé, potenciando un don que creía perdido.

OCris -2 de noviembre 2017

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Cristina Peña publica como OCris Rossi es la abreviatura de sus nombres y el segundo apellido de la abuela paterna Nació en la ciudad de Pando, 14 de julio de 1952, a treinta kilómetros de Montevideo capital de La República Oriental del Uruguay. Escribe desde niña y es autodidacta. En 2007 asistió al taller literario de Cristina Galeano y retomó su pasión por la escritura

Ha participado en foros literarios nacionales e internacionales. En la actualidad reside en la ciudad de Maldonado. En 2017 asistió al Taller Literario que coordina el escritor Andrés Echevarría. Desde 20017 asiste al Taller Literario que coordina el escritor Alberto Tarigo.

Integra El Grupo de escritores de Maldonado.

Participó en la Feria Internacional del Libro de Montevideo (2016 y 2017), Feria Internacional del Libro de Punta del Este de 2017 y Fiesta del Libro de Piriapolis 2017. Presentando, “EL máximo Consejero de Las

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Profundidades”, novela de ficción, romance, misterio y fantasía que escribió incentivando la imaginación de su nieto Gabriel y editó de manera independiente en noviembre de 2013 y como libro digital en Amazon. Promociona “El Máximo Consejero de Las Profundidades”, realizando conferencias sobre cuidado del medio ambiente, trabajo en equipo, incentivando la lectura y la escritura en institutos de enseñanza primaria y media e instituciones en Uruguay, Argentina, Chile, España y Perú. Gracias a contactos de Facebook y amigos personales “El Máximo Consejero de Las Profundidades”

ha viajado: España, Puerto Rico, República Dominicana, Holanda, Argentina, México, Colombia, Estados Unidos, Chile, Italia, Alemania, Francia y navega en la biblioteca del crucero Norwegian Sun.

“El Máximo Consejero Develando Misterios” y “Reflejos Mágicos de la vida” son sus novelas inéditas y está en proceso creativo: “El Máximo Consejero La Nueva Era”. Participa como invitada en la Antología Mujeres al Borde del abismo 5 y Vida de Piedra.

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Mercedes Lilians Bogado

Fontana- Chaco- Argentina

Tiempo de niñez

Recuerdo aquellos días en que era una niña...

El patio que, a mis ojos, era tan grande fue el lugar que más amé de mi casa.

Pomelos, naranja, limoneros y bananales alrededor.

Recuerdo que mis ídolos llamado hermanos se juntaban con amigos y yo entre ellos disfrutaban de la música que salía de alguna guitarra y de las voces de los que cantaban...

Era el tiempo de mis hermanos y yo los veía como a gigantes que con ellos nadie me haría daño.

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No creo que haya tiempo o circunstancia que borren el amor por ellos...

¡Me han dado tanto! Me han regalado valores tan preciados que aún hoy están tan vivos en mí.

Como única mujer y la más chica gozaba de todos los privilegios que sólo los tienen los que como yo llegaron últimos y únicos.

Las siestas eran increíbles.

El silencio casi obligatorio porque había que dormir. Papá y mamá debían descansar...

El murmullo, que yo escuchaba saliendo de la habitación de mis hermanos me invitaba a levantarme despacito e ir hacia ellos...

¡Andate de acá! ¡Rajá! Me decía algunos de ellos y yo haciendo uso de mi poder decía despacio –la llamo a mamá

¡eh!

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¡Ustedes se están por escapar! ¡Yo le cuento! ¡Shhh!

¡Callate bocona! Carlos o Enzo....

Es que era muy común escaparse a la laguna en las siestas de verano.

No querían llevarme y yo quería.... O en la calma siestera mi muñeca, mis trapos y yo.

Recuerdo que me apasionaba disfrazarme con trapos (repasadores) que me ponía cual de novia armando mi boda.

Hablaba mucho sola. Mantenía un diálogo de lo más placentero con mis muñecas en ese mundo mágico que solía romper Carlos.

Mi hermano metido que robaba algo de ese mi mundo y yo lloraba...

En esas situaciones, Cacho, Andito y Enzo, los tres contra Carlos.- ¿Qué hacés? ¿No ves que se va despertar

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papá? - ¿Y? -Cómo y? ¡Culpa que la Negra llora no vamos a poder ir a la canchita! ¡Callate mi Negra! ¡No llores Merce! Te llevamos con nosotros… Ahí, de nuevo los mimos... A veces me llevaban. Otras no...

Llegaba la tarde....

Mi patio bien regado y barrido olía a tierra húmeda y ya estaba listo para mis visitas.... Marita, Alicia, Beatriz o la que llegaba con sus juguetes...

Mi patio en ese momento se convertía mágicamente en nuestra casita... Un cajón de manzanas con mantelito y una botellita con flores como mesa y otros cajoncitos como asientos. La casita ya estaba armada... Otra parte era la calle por la que caminábamos con nuestras hijas y parábamos a hablar....

Los recuerdos del patio familiar son miles...

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Nos vio crecer... Bajo su sombra hemos escrito nuestra vida. Esa mesa sin mantel, larga que se llenaba de carne, que de la parrilla directo las tablitas y a uñas y diente empezaba la comilona familiar. Los gritos, las risas, los retos... Combo completo para este puñado de gente.

Un papá que no pegaba pero la mirada era peor que el cinto y una mamá brava, gritona como una tana original y cinco hijos, de todas edades, era el caos acomodar.

Mi infancia, donde la fantasía fue mi fiel compañera.

Mi niñez repleta amor.

¡Cuántas cosas no tuve! Pero qué feliz con lo poco que sí tuve.

Esas tardes sentada con mis padres en el patio ellos con su mate y yo con mi pavita y mate de plástico. ¡Cómo los disfrutaba!...

Un día en ese patio me encontré hablando con papá y mamá hablando del Amor.

Empezaba a dejar mi niñez…

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Mi mamá

Recuerdo su ir y venir en la casa. Ordenando, acomodando, lavando, cocinando... Poniendo cada cosa en su lugar...

¡Son las cinco! ¡A bañarse!

La ropa planchada nos esperaba sobre nuestra cama o sobre la silla. Jamás nos hacía poner una ropa sin planchar. Pobres, pero limpios y prolijos. Nos decía un poco enojada cuando alguno de sus cinco hijos insinuaba sus pocas ganas para el baño.

El cocido o la cascarilla con leche y el pan humeaban en la mesa de esos fríos, tan distintos a los de hoy...

Cuando se iniciaba el mes llegaba el cacao y el café. Manteca nunca faltó, pues ella la hacía con la Tía Tonina que le había enseñado a hacer manteca y crema de leche...

Papá salía a las 20 y la casa debía oler a limpia. Recuerdo que toda ella tenía pisos de ladrillos y " Nelly" los tenía tan rojos o anaranjados fuerte que puedo asegurarles que hasta brillaban de tanto limpiarse.

Llegaba la noche y sentados en ese comedor de

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sobremesa yo me acomodaba en su regazo y ella me acariciaba diciéndome con canciones inventadas ¡cuánto me amaba!

Yo crecía admirando a mi madre porque era mi ídola.

Siempre olía rico. Esa mezcla de la piel limpia con crema

y colonia....

- Jamás debes descuidar tus pies- , me enseñaba mientras refregaba sus talones sobre la rusticidad del pisito del fondo...

Teñía sus cabellos y eso sí era ser moderna y coqueta para esa época. ¡Sí señor!

Autoritaria a la hora de encaminarnos pero sumamente cariñosa y demostrativa con sus hijos. ¡Sin dudas!

Aprendió a coser a máquina para hacernos la ropa.

¡Cada vestido me hacía! Reciclaba todo y yo siempre estrenaba.

Del guardapolvo que ya no andaba salían unos soleros increíbles. Bordados o con puntillas.

Tejía increíble y a veces amaneció haciéndolo para que tuviera mi conjunto de suéter y pollerita para la fiesta del 20

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de junio, creo que le tocaba a la escuela 103 la jornada festiva y el baile familiar...

No sé cómo pero yo siempre vestía lindo y hasta me anotaba en los desfiles que organizaba la escuela. De primero a séptimo presente en la pasarela de la 103.

Cuando dejé mi niñez y empezaba mi adolescencia la perdí unos años...

Entró en pozo depresivo que más se pasaba encerrada y acostada que levantada... Esa época me marcó y mucho... Yo no entendía nada y nunca lo entendí hasta que ya adulta me animé a esa charla profunda que supe tener con ella y la entendí tanto.

Fue un largo período que mi papá ocupó ese lugar que yo requería y me respondía a cuantas preguntas hacía y ahí era como si estuviera hablando con mi mamá u otra mujer.¡ Un capo mi padre!

Volvió el tiempo en que mi madre se repuso y de nuevo fue esa Madre presente, compañera...

Dejó todo por sus hijos y a mí me dio su vida hasta su último aliento...

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Los que la conocieron saben que no miento.

Me mimaba tanto como tanto discutíamos cuando yo "

marcaba terreno" pues por ahí se olvidaba que su " nena"

era una mujer con marido y con hijos. Pero nuestra discusión terminaba siempre con un " perdoname ma" o perdoname nena". Telenovela y mate eran la Pipa de la paz.

Hoy valoro su presencia en mi vida como quizás no lo hice cuando la tenía. Porque para mí ella era eterna. Juro que nunca pensé siquiera en su ausencia.

Mi madre, gritona, cuenta cuentos, cantante de boleros mientras limpiaba... Lectora activa al ciento por ciento y hasta le hizo una poesía a mi maestra de sexto grado.

Mujer que levantó por siempre la bandera moral y la conducta pero por sobre todo nos mostró a nosotros, sus hijos y al mundo entero que no existe ni existirá para su vida un mejor tiempo que el darles a sus hijos.

En memoria a mi madre Doña Nelly Cáceres

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 Despertares

Estoy en esa etapa en que los recuerdos están aflorando a este presente en que la vorágine de lo cotiano se ha calmado...

El tiempo de estar jubilada me regala ese momento tan único y mío. No es que antes no me daba mi tiempo sino que era distinto...

En ese meterme sin apuros dentro de mi propio yo, viajo al pasado lejano de mi adolescencia. Etapa muy bella por cierto, pues es ese despertar inolvidable al Amor y el afán de verte bien para conquistar aunque sea una mirada distinta del jovencito que te hace verte distinta...

¡Cómo olvidar a mis amigas de esa época! Cómo no traerla a mi presente si en esas reuniones en la vereda nuestros sueños eran tan reales que hasta podría decir lo tomábamos con nuestras manos.

Los sábados de salida y los préstamos de pantalones, polleras o abrigos eran paquetes que se sacaban de las casas a escondida para evitar el clásico " no prestes tu

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ropa”! Total cuando aparecías producida el reto por estar vestida con " algo" ajeno lo tenías igual. Para qué dos veces ¿no?

Por Dios, ¡cómo me gustaba prestar y que me presten!

Alicia y su saco rojo yo mi saco natural. O los pantalones o las camisas y ¡ni qué hablar de las botas! Alicia, Beatriz, Marita y hubo una etapa donde se sumó Susana mi prima.

¡Cómo disfrutamos de esa etapa! Sentadas, como ya dije en la vereda o en patio nos contábamos con picardía y en voz baja, cosa que nadie más que nosotras escuchara, el beso recibido o la caricia que rechazamos.

La osada y valiente del grupo siempre fue Ali. Era tan hermosa. Yo muchas veces le decía ¡cómo quisiera tener tu cuerpo! Y ella se movía haciendo alarde de sus atributos...

Las salidas de los sábados eran tan importantes.

Permiso... Una vez al mes al baile porque " figurita repetida" no era de una señorita que bien se apreciara.

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Vida de Piedra 3 Nº 2203020627594 ¡Eran otras épocas!

Mamá nos llevaba al club elegido de Resistencia, Regatas, Hindú, Sociedad Española o Italiana...

Ahí se armaba la discusión cuando se unía al grupo Edi o Normita pues ellas tenían por costumbre ni bien nos acomodábamos a presagiar que esa noche "

planchábamos"(término usado para indicar que nadie vendría a invitarnos a bailar) entonces aparecía el miedo y teníamos ganas de hacerlas desaparecer.

Muchas noches ellas, por ser selectiva disfrutaban menos que nosotras que aceptábamos, aunque sea un tema, a los chicos que nos invitaban. Es que íbamos a bailar no a otra cosa. Si se daba una cita era para el domingo.

Terminaba nuestra salida con un café y charla en algún lugar que estuviera abierto a esa hora de la madrugada, nuestro cole empezaba a la cinco de la mañana. Mi lugar era el café del Profe Guillermo por la Güemes creo que estaba.

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