Literatura

Stendhal, el rom�ntico que busc� la felicidad

Literatura

Galer�a de imprescindibles/544
Stendhal. E.M.

Espuela de Plata publica la traducci�n de "La cartuja de Parma" del poeta Manuel Machado, con pr�logo de Paul Morand

La literatura de Stendhal, ah� donde lo ven, en el primer tercio del siglo XIX, tuvo mucho de autobiograf�a. Fabrizio del Dongo (La cartuja de Parma), Juli�n Sorel (Rojo y negro) y Lucien Leuwen (en la novela hom�nima e inacabada) tienen mucho que ver con las fallidas peripecias vitales y amorosas de Henri Beyle, m�s conocido como Stendhal, y con los contextos y acontecimientos pol�ticos que condicionaron la vida del escritor de Grenoble, el franc�s que tanto quiso a Italia y a quien le hubiera gustado ser uno m�s entre los carbonari, los escritores liberales italianos que trat�.

F�tima Guti�rrez, en su edici�n de Rojo y negro (1830) para C�tedra, habla de que el tard�o novelista se manifest� literariamente entre el exhibicionismo y la m�scara, entre la ostentaci�n de su personalidad en diarios, novelas, textos memorial�sticos -Recuerdos de egotismo (1832) y La vida de Henri Brulard (1835), por ejemplo- e, incluso, cr�nicas viajeras y su ocultaci�n paradigm�tica en el uso que hizo de m�s de 200 pseud�nimos.

Gran psic�logo y gran l�rico del sentimiento amoroso -como le llama Consuelo Berg�s en el pr�logo a su traducci�n de Lucien Leuwen (1834) para Alianza-, el realista rom�ntico que fue Stendhal, que nunca se cas�, tuvo una larga lista de amantes, verdaderas o anheladas, una vida sentimental agotadora y, con frecuencia, frustrante -como la de Fabrizio en La cartuja de Parma (1838)-, enmarcada en una voluntad constante de lograr la felicidad y disfrutar de todos los dones de la existencia -"beylismo" se llam� a ese impulso- y, sin duda, condicionada por los sinsabores de su ni�ez y juventud.

Gran enamorado de la belleza, de la m�sica, de la pintura y de los paseos y viajes placenteros -pasiones que vincul� a sus escritos como cr�tico de diversas publicaciones y como ensayista, bi�grafo e historiador del arte-, diletante y adicto al lujo cuando pudo permit�rselo, elitista compatible con su condici�n de liberal progresista, Stendhal, de familia acomodada, perdi� a los 8 a�os a su madre, a la que besuqueaba hasta provocar su rubor en una relaci�n ed�pica de manual y al borde de lo incestuoso.

Un tir�nico preceptor jesuita que lo convirti� en ateo prematuro, un l�brego y autoritario padre con trazas de ogro y una t�a, sustituta de la madre en su educaci�n, a la que defini� como "un demonio hembra", ensombrecieron sus diecis�is a�os de estancia en Grenoble, donde s�lo tuvo el consuelo de la lectura y, curiosamente, de las matem�ticas que estudi� en la Escuela Central, reconfortado, al fin, por el cari�o y el est�mulo de un abuelo materno volteriano y enciclopedista. Pero, en cuanto pudo, se larg� a Par�s.

Las andanzas y las idas y venidas de Stendhal por Europa e Italia -tanto por gusto como por motivos de trabajo- forman una compleja y prolija madeja de itinerarios. Par�s fue la ciudad a la que siempre volvi�, en la que so�� de joven con darse la gran vida como comedi�grafo y amante de una actriz y en la que muri� en 1842 de un ataque de apoplej�a. Ten�a 59 a�os, y sus restos descansan en el cementerio de Montmartre bajo una placa que dice: "Henri Beyle. Milan�s. Escribi�, am�, vivi�".

�Milan�s! Mil�n fue la ciudad de su elecci�n. En ella lleg� a vivir siete a�os seguidos, entre 1814 y 1821, y en ella inici� su carrera como escritor, un escritor del Romanticismo se�alizado, en lo m�s visible, por las siguientes caracter�sticas: prol�fico, muy variado de g�neros y registros, incapaz de terminar bastantes libros que comenz�, con mucha obra publicada p�stumamente, considerado por algunos -�sorpresa!- como de estilo desma�ado -fue favorito de Baroja- y sin �xito en vida.

Combatiente ef�mero, como subteniente de dragones, a los diecisiete a�os, en el ej�rcito franc�s destacado en Italia, el grueso de la vida profesional de Stendhal consisti� en casi 15 a�os, hasta 1814, con diversos cometidos como destacado funcionario de la administraci�n napole�nica y, al final, desde 1830, y tras varios a�os dedicado a la escritura y al periodismo cultural, en un mal pagado y poco motivador empleo hasta su muerte como c�nsul en Civitavecchia.

En la edici�n de La cartuja de Parma -�escrita en 52 d�as!-, que ahora publica Espuela de Plata con la traducci�n in�dita en Espa�a de Manuel Machado, Paul Morand recuerda en su brillante, personal, extra�o y amargo pr�logo que Balzac, al elogiar casi en solitario la novela, se lament� de su destino minoritario. Como vaticinara el propio Stendhal, sus grandes obras s�lo fueron reconocidas como tales y llegaron a millones de lectores mucho tiempo despu�s de haber muerto.