20 años del espectacular Valentino que llevó la reina Sofía en la cena de gala del Jubileo de Oro de Isabel II

En el amplísimo programa para celebrar los 50 años de su graciosa majestad en el trono figuró un banquete con casi todos los soberanos europeos, entre ellos, los reyes Juan Carlos y doña Sofía.

Isabel II de Reino Unido ha celebrado este junio su Jubileo de Platino. La reina no ha gozado, amparándose en el cansancio físico, de la mayoría de los festejos organizados en su honor para conmemorar los 70 años que lleva sentada en el trono más famoso del mundo. Por ejemplo, durante el tradicional desfile, la monarca fue sustituida, dentro de la carroza estatal de oro, por un holograma de su coronación en 1953 y la última jornada su heredero, el príncipe Carlos, tuvo que señalarle la devoción y algarabía con la que le esperaban muchísimos ciudadanos para que saliese a saludar, en carne y hueso, desde el balcón del Palacio de Buckingham. Un pecado perdonado de antemano. Su graciosa majestad peina 96 primaveras. Nunca antes se había permitido tanta condescendencia. En 2002 Lilibeth no se saltó ninguna de las misas y verbenas encargadas para aplaudir sus bodas de oro como monarca y jefa de la Iglesia anglicana y eso que había perdido a su hermana, la princesa Margarita, y a su madre, Isabel Bowes-Lyon, en febrero y marzo respectivamente. 

El ambicioso programa de hace dos décadas incluía una cena para sus homólogos europeos en el Castillo de Windsor, el favorito al servicio de su majestad y donde ahora reside de forma permanente y oficial. Al ágape del 17 de junio asistieron, además de la anfitriona británica y su marido el duque de Edimburgo, los reyes de Bélgica, Suecia, Noruega, la reina de los Países Bajos, la de Dinamarca y su consorte el príncipe Enrique, los grandes duques de Luxemburgo y sus antecesores, Juan y Josefina Carlota. Tampoco faltaron los soberanos de España, ahora eméritos, Juan Carlos y Sofía. La española de origen heleno deslumbró con un dos piezas de Valentino, su diseñador de confianza, el único que la acompañó con su pluma (el italiano dibujaba más que cosía) a lo largo de las casi cuatro décadas de reinado del padre de Felipe VI. El conjunto, en blanco y negro, formó parte de la propuesta de Alta Costura de Garavani para la primavera de 1999. 

Los reyes y consortes europeos en Windsor en 2002. 

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El binomio de doña Sofía estaba compuesto por un cuerpo de manga larga en encaje negro con abundantes rosas en su esplendor bordadas a mano en hilo níveo sobre un vestido blanco, recto por delante y con una coqueta cola por detrás que nacía desde la corva creando un efecto de corte sirena. Lo estrenó esa noche y el vestido lo ha repetido, por ejemplo, para asistir a la misa de canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II en 2014 y a la cena de gala organizada en el Palacio Real de Madrid en honor del presidente indio Pratibha Devisingh Patil un lustro antes. En ambas ocasiones lo combinó con una chaqueta bordada semitransparente de la colección Primavera/Verano 2006 de Alta Costura de Valentino

No es Haute Couture todo lo que reluce citándose así. Muchas veces el término es confundido con ‘hecho a medida por encargo’, puros ejercicios de estilo al servicio de los bolsillos más abultados. La Chambre Syndicale de la Haute Couture (ahora dentro de la Fédération de la Haute Couture et de la Mode) precisa, entre otras exigencias, que para que una prenda obtenga el sello de Alta Costura requiere un mínimo de 200 horas de trabajo. Quien empieza la labor, debe terminarla. Además la firma debe tener un par de talleres propios en París con un mínimo de 20 empleados a tiempo completo y presentar dos colecciones, una en enero y otra en julio, compuestas por al menos 30 propuestas durante el calendario oficial de la semana de la Alta Costura de París. Los precios oscilan, generlmente, desde lo 10.000 a los 60.000 euros. 

A la izquierda, los reyes en su visita a Windsor en 2002; a la izquierda, modelos posan con Valentino Garavani con motivo de la colección de Alta Costura de 1999.

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La reina Sofía no fue la única que eligió un atuendo floral aquella noche. La homenajeada y decana de Europa lució un modelo, del estilo del Norman Hartnell de su proclamación, en lienzo blanco de raso y florituras de abalorios en amarillo, rosa, azul y verde. Pese a todo el brillo, destacaba, abrigando su cuello, la gargantilla de diamantes de Cartier que el Nizam de Hyderabad le regaló por su boda en 1947.

Beatriz de los Países Bajos, devota de la moda de 1981, incluso antes de 1981, se vistió con una pieza carmesí cubierta con encaje dorado. Margarita de Dinamarca se cubrió con el mismo vestido que había lucido en la boda de su sobrina Alexandra en junio de 1998. Una opción confeccionada con una tela salpicada de ramilletes de cosmos y calibrachoas silvestres en tonos rosas y lilas que también empleó la popular 'reina' de Marbella, Gunilla Von Bismarck, para la elaboración de un atuendo más ajustado y escotado. La soberana danesa es conocida por comprar en tiendas de tapizado los tejidos que viste. La reina Silvia de Suecia se decantó por una favorecedora pieza de escote asimétrico en blanco y negro, como la emérita. 

Doña Sofía eligió como joya principal, suspendida de un collar de perlas regordetas, la controvertida Perla Peregrina. La falsa, porque la original, la que perteneció a Felipe II en el siglo XVI, acabó caminito de París cuando Napoleón invadió España en 1808. La falsa Peregrina formó parte del cofre de la reina Isabel II de España y antes de que saliese a subasta pública en 1905 la compró su nieto, Alfonso XIII, quien se la regaló un año después a su prometida, la princesa Victoria Eugenia de Reino Unido. La abuela de don Juan Carlos siempre se mostró convencida de que se trataba del nácar auténtico, apodado así no por su espíritu viajero sino por su rareza morfológica. 

Beatriz de los Países Bajos, Sonia y Harald de Noruega, Isabel de Reino Unido, Margarita de Dinamarca y la reina Sofía celebrando los 50 años en el trono de Lilibeth. 

FIONA HANSON/ Gtres.