Recordamos la visita de Juan Carlos y Sofía a 'su prima Lilibeth' hace 35 años (con aparición sorpresa de las infantas Cristina y Elena)

El 22 de abril de 1986, los reyes Juan Carlos y Sofía emprendieron por primera y última vez, un viaje de Estado a Reino Unido. La reina Isabel II y el duque de Edimburgo les devolvieron la cortesía un par de años después. Pero esa es otra historia.

Cena oficial de los reyes de España en Windsor, con motivo de su visita a Londres en 1986. La reina Isabel II y el duque Felipe de Edimburgo les recibieron.

© Getty Images

El último monarca hispano en visitar el feudo de los Windsor había sido Alfonso XIII en 1905, de donde se volvió prendado de la que sería su única esposa, Victoria Eugenia de Battenberg, sobrina del anfitrión del Borbón, Eduardo VII, y nieta de la poderosa reina-emperatriz Victoria.

Los padres de Felipe VI aterrizaron cerca del mediodía del 22 de abril en el aeropuerto de Londres-Heathrow. Fueron recibidos a pie de escalera por los príncipes de Gales, Carlos y Diana, entonces ya malavenidos pero todavía oficialmente enamorados. Dos parejas distanciadas que se saludaron con reverencias y besos en las mejillas. La madeja de lazos familiares entre las casas reales de España, Grecia e Inglaterra los lleva a tratarse como parientes. Ellos vistieron uniforme militar de gala: don Juan Carlos el de la Armada española y el príncipe Carlos el de la Marina Real británica, el mismo con el que se casó cinco años antes. La princesa Diana lució un conjunto bicolor en blanco y negro y la reina Sofía un abrigo verde (a los monárquicos les gusta jugar con la idea de que las letras de este color se corresponden con las siglas del vítor “Viva El Rey de España”), un vestido oscuro estampado con margaritas –a juego con el broche de jade que llevaba en la solapa- y un sombrero. La reina emérita detesta los sombreros.

La reina Isabel y el duque de Edimburgo reciben a los reyes de España, Don Juan Carlos y Sofía, en el Palacio de Windsor, 1986.

© Getty Images

Isabel II dispuso que sus homólogos se alojasen en el Castillo de Windsor, donde falleció el pasado 9 de abril su esposo, el duque de Edimburgo. Una de las propiedades favoritas de la monarca británica a la que llegaron ambas parejas de reyes, los titulares en uno y los consortes en otro, en coches de caballos techados y al calor de los aplausos de numerosos alumnos de los colegios próximos a la fortaleza. Aquel mes de abril de 1987 fue el segundo más frío del siglo XX. Los príncipes de Gales lo hicieron en un carruaje abierto.

Tras pasar revista a las tropas, los seis disfrutaron de un almuerzo acompañados del arzobispo de Canterbury, las princesas Ana y Margarita de Reino Unido y la conocida como Reina Madre (Isabel Bowes-Lyon, consorte de Jorge VI y madre de Isabel II) que confiando en lo escrito por Adrian Tinniswood en el libro Behind the Trone: A Domestic History of Royal Household ya habría disfrutado de su combinado favorito diario de ginebra y Dobonnet para lo que se conoce como abrir boca o el apetito. Según Colin Burguess, secretario privado de la reina viuda, Bowes-Lyon “era una bebedora devota” aunque nunca la encontró ebria.

Ese mismo martes por la noche en el hall de San Jorge del castillo, donde todas las Navidades se coloca el árbol más aparatoso de Windsor, la reina Isabel y el príncipe Felipe ofrecieron una cena de gala en honor. La anfitriona vestía de blanco, como acostumbra en las ceremonias de este tipo desde principios de los ochenta, y se adornó con la tiara Kokoshnik de la reina Victoria e inspiración rusa. La reina Sofía eligió un diseño de Valentino también níveo con bordados en paisley de pedrería azul y la diadema Flor de Lis (emblema de la familia Borbón de su marido), también conocida dentro de la familia como La Buena por el tamaño de sus diamantes y que Alfonso XIII regaló en 1906 a su prometida, la reina Victoria Eugenia (tía abuela de la reina Isabel), con motivo de sus esponsales.

Cena oficial de los reyes de España en Windsor, con motivo de su visita a Londres en 1986. La reina Isabel II y el duque Felipe de Edimburgo les recibieron.

© Getty Images

Al día siguiente, los reyes españoles visitaron el palacio de Westminster en Londres. Son muchos los que aseguran que la mecha entre Juan Carlos y Sofía se prendió en esta ciudad durante la boda de los duques de Kent un cuarto de siglo antes. En la sede del Parlamento don Juan Carlos, fue el primer monarca en hacerlo y en entrar por la Puerta Real, pronunció un discurso en inglés en el que no evitó referirse a la cuestión más sensible para la buena marcha de las relaciones bilaterales entre los países: el Peñón de Gibraltar.

Después partieron rápido –la agenda era apretadísima– rumbo a Downing Street donde fueron recibidos por la primera ministra, Margaret Thatcher. La indumentaria del rey, vestido de civil con un traje azul marino, hacía juego con el vestido de la conocida como 'La dama de hierro', que por supuesto los recibió con su omnipresente bolso negro de asa corta en la mano izquierda –aseguraba que en este complemento almacenaba sus mejores ideas–. Doña Sofía vistió un conjunto similar al del día anterior, vestido estampado y abrigo oversize, esta vez en rosa algodón de azúcar, sobre el que destacaba un alfiler también de jade formando flores que había pertenecido a su madre, la reina Federica de Grecia.

Al atardecer Juan Carlos y Sofía disfrutaron de un ágape en Guildhall, sede del Ayuntamiento de Londres, para el que doña Sofía se vistió con un dos piezas bordado en perlas que combinaba con la diadema de diamantes y perillas de 1867 que había pertenecido a la infanta Isabel, más conocida como La Chata, y que coronaba su reconocible media melena. Ésta es una de las primeras joyas montadas en platino por la casa francesa Mellerio dits Meller, la misma que ahora se ocupa de realizar el Balón de Oro.

El jueves 24 arrancó en la Universidad de Oxford donde don Juan Carlos fue investido Doctor Honoris Causa en Derecho Civil en el teatro Sheldonian del campus y recorrió, junto a su cónyuge, el Museo Ashmolean, el primero de tinte universitario del que se tiene conocimiento. Doña Sofía llevaba un imperdible en oro amarillo y rubí sobre su chaqueta de lunares con forma de Rosa Tudor, insignia de la casa real inglesa a la que perteneció la reina María, segunda esposa del rey español Felipe II.

Por la noche los soberanos hispanos recibieron a sus homólogos británicos en la Embajada de España regida entonces por José Puig de la Bellacasa, buen amigo de don Juan Carlos. Hasta el Salón de España del edificio trasladaron, con una semana de adelanto, la vajilla y la cristalería que se utilizan en el Palacio de Oriente de Madrid para los banquetes más importantes. Los 65 invitados disfrutaron de un menú compuesto por consomé madrileño, lenguado de Dover en hojaldre, pularda con trufas de Soria y sorbete de frutas tropicales. Las viandas estuvieron regadas por vinos españoles, Viña Sol y Cune del 70, y al final brindaron con cava.

El rey vestía uniforme de Gran Etiqueta del Ejército de Tierra y lucía sobre su pecho el Toisón de Oro, máxima distinción de la Casa Real que capitaneaba entonces. Isabel volvió a recurrir al albo y se tocó con la tiara Vladimir, de cuyos aros no colgaban ni las perlas ni las esmeraldas que suele lucir. La reina Sofía, que se coronó de nuevo con la diadema de la abuela de su esposo, vistió uno de sus conjuntos favoritos de Valentino Garavani formado por un cuerpo plata y una falda abullonada en rosa Schiparelli de la colección de primavera de Alta Costura 1984 que había estrenado en Madrid durante la visita oficial a la ciudad del presidente de la república griega Costantinos Karamanlis.

A la cena en la Embajada de España en Londres, amenizada por música española interpretada por la banda del regimiento de alabarderos de la Guardia Real, se unieron por sorpresa las hijas de los reyes, la infanta Elena y Cristina, y la princesa Irene de Grecia, hermana de doña Sofía. Según la crónica de el diario El País, firmada por Camilo Valdecantos, Juan Carlos I se dedicó a presentarle a lady Di, que se mostraba especialmente dicharachera y llegó a reconocer que conocía la revista ¡HOLA!, a sus colegas mientras el príncipe Carlos, todavía hoy heredero al trono que ocupa su madre desde 1952, se lamentaba de no saber castellano para poder relatar en el idioma de Cervantes cómo se había lastimado el dedo con un martillo.

Gtres

Al día siguiente a los monarcas españoles les reservaron el honor de plantar un árbol en los jardines del Castillo de los duques de Wellington antes de volver por donde habían venido, el aeropuerto Heathrow. Tomaron el avión con dos amplias sonrisas que, sin duda, reflejaban el éxito de la expedición.

La reina Isabel y el duque se despiden de los reyes tras su visita a Londres, 1986.

© Getty Images