El marido de Sofia Behrs - La Línea de Fuego
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El marido de Sofia Behrs

Detalle ilustración de Teresa S. Ruiloba

Sofia Tolstaia se sintió humillada cuando su marido publicó La sonata a Kreutzer. En esta novela, publicada en 1889, el protagonista aprovecha un viaje en tren para intentar redimirse después de matar a su esposa. Mediante un diálogo con su compañero de viaje, reflexiona sobre la institución del matrimonio, el amor, los celos, la lujuria y la hipocresía de los valores burgueses.

Los celos en el imaginario colectivo

El tema de los celos está tan incrustado en nuestra cultura, siendo el referente literario más famoso el Otelo de Shakespeare, que casi ni no nos sorprende lo rápido que avanza el contador de víctimas de violencia machista cada año, ese que se pone a cero el uno de enero, aunque esas vidas arrebatadas no se puedan reiniciar.

En la Sonata, la amistad que une a la mujer del protagonista con un músico es un reflejo de la relación platónica que la propia Sofia mantenía con el compositor Serguéi Taneyev. Tolstói justifica el asesinato en la novela y expone a su mujer, al insinuar que pudo haberle sido infiel. La identificación del matrimonio Tolstói con los protagonistas fue inmediata y el asunto se convirtió en la comidilla de la alta sociedad rusa. “Pobre Sofia”, decían. Y lo cierto es que Sofia ni quería, ni necesitaba esta condescendencia disfrazada de compasión.

“Soy la que satisface sus deseos, soy la niñera, soy un mueble más, soy una mujer.” Diarios, Sofia Tolstaia. 

Sofia Tolstaia, mucho más que la mujer de un genio

Pero, ¿quién era esta mujer? Sofia Tolstaia, de soltera Behrs, fue una aristócrata rusa. Recibió una educación exquisita y para cuando se prometió con Tolstói, dieciséis años mayor que ella, ya había escrito su primera novela. Poco antes de casarse, con tan solo dieciocho años, Sofia quemó esta novela junto a sus diarios de adolescencia, para empezar de cero una vida al lado del famoso escritor.

Desde el preciso momento en el que pronunció sus votos, esta joven inteligente y talentosa se vio condenada al ostracismo literario, siempre a la sombra de su marido, considerado uno de los mayores genios de la literatura universal.

“Sollogub me ha dicho que soy la mujer ideal para un escritor; según él, esta tiene que ser la niñera del talento”. Diarios, Sofia Tolstaia. 

Sofia era escritora, fotógrafa, pintaba, tocaba el piano, manejaba las finanzas de la hacienda familiar y se encargaba de la educación de sus trece hijos. Además, era la copista y lectora crítica de Tolstói; se dedicaba también a la edición y publicación de los numerosos tomos de las obras completas del escritor y realizaba labores de relaciones públicas. Esto resultaba fundamental, pues Tolstói tuvo que lidiar con la censura gran parte de su vida. Bueno, él no tuvo que lidiar con nada, porque ya se ocupaba Sofia de hacerlo por él.

«Pero no habría dicho todo esto si él antes no me hubiese gritado que él podía prohibirme vender sus libros. Muy bien- le dije- prohíbemelo, estaré encantada de vivir de mi propio trabajo como profesora o correctora de pruebas. Me encanta trabajar, no esta vida que no va conmigo y que me ha sido impuesta, por pura inercia, para satisfacer a mi familia». Diarios, Sofia Tolstaia. 

Sofia en el siglo XXI

Leyendo sobre Sofia no he podido evitar imaginar cómo sería ella si viviera en el siglo XXI. Probablemente sería una madre de dos hijos, de clase media-alta, culta, trabajadora y multitasking. Tendría niñera, pero se encargaría de organizar las comidas de la semana y asistir a las reuniones del AMPA. Su marido no se ocuparía de los niños porque su trabajo es “más importante”. Él no sabría ni cómo se llama la pediatra, pero le considerarían un padrazo, porque todas las noches leería un cuento a los niños y jugaría un rato con ellos antes de acostarlos. Además, de vez en cuando incluso prepararía la cena…y ella le daría las gracias, porque qué suerte que “ayuda” en casa. Si por él fuera, irían a por el tercero. Ella no quiere más por el momento, dan mucho trabajo. Él dice que es cuestión de organizarse, ella… “se pone histérica”.

«Juega con todos los niños, pero jamás se ocupa de ellos”. Diarios, Sofía Tolstaia.

Tolstaia no participaba activamente en el movimiento feminista que se estaba gestando en Rusia por aquel entonces, pero leyendo sus escritos es fácil darse cuenta de que nunca estuvo cómoda con el papel de esposa devota y sumisa que le tocaba desempeñar. En sus Diarios, publicados por Alba Clásica, encontramos numerosas entradas llenas de frustración en las que la autora se movía entre la culpa por no ser lo suficientemente buena esposa y la rabia por la injusta situación de las mujeres. 

Han pasado más de cien años, pero hay cosas que apenas han cambiado. Las raíces del patriarcado son tan profundas y operan a tantos niveles que las mujeres “liberadas” del siglo XXI siguen cargando, en su gran mayoría, con las responsabilidades familiares, arrastrando esa culpa perenne por no ser mejor madre, hija o esposa. Y esto sin olvidar que la realidad se torna mucho más complicada si estas mujeres, en lugar de ser blancas y de clase media alta, habitan los márgenes de la sociedad. 

«Liochovka ha dicho: <<Concibes una idea nueva, alumbras con toda la agonía del parto una filosofía espiritual ¡y todo lo que hacen es echarte en cara y negarse a comprender.» Yo le he contestado que, mientras ellos daban a luz a todos esos hijos espirituales, nosotras paríamos, con verdadero dolor, niños reales a los que luego había que alimentar y educar>>.» Diarios, Sofia Tolstaia. 

Tolstoi: hipocresía y censura

A Sofia le resultaba muy molesta la soberbia de Tolstói, que se mostraba muy poco indulgente con las faltas de los demás, sobre todo con las de ella, pero vivía en constante contradicción. En los Diarios encontramos muchas referencias  a la hipocresía del escritor por propugnar un estilo de vida que luego él no cumplía. No solo Sofia era consciente de estas contradicciones constantes de Tolstói, pues cuando se publicó Sonata a Kreutzer, fue motivo de burla entre los círculos culturales y aristocráticos rusos el hecho de que este defendiera la abstinencia total, incluso en el matrimonio, mientras su mujer no dejaba de quedarse embarazada una y otra vez. 

Cuando La Sonata a Kreutzer fue censurada, Tolstaia podía haberse mantenido al margen, intentado pasar desapercibida hasta que la polémica cesara; recluida en la finca familiar cuidando de sus hijos y nietos y administrando la hacienda como llevaba haciendo toda la vida. Podía, pero no lo hizo. Sofia Tolstaia removió cielo y tierra para conseguir que la obra de su marido, esa que ella detestaba, se publicara libre de censura. Cuando la cosa se complicó, escribió una carta para solicitar audiencia con Alejandro III en San Petersburgo. El zar recibió a Tolstaia y esta no solo consiguió el permiso para que Sonata a Kreutzer se incluyera en el último tomo de las obras completas de Tolstói, sino que se ganó el respeto y la admiración del hombre más poderoso de toda Rusia. 

“Nadie conoce el verdadero motivo por el que fui a San Petersburgo. Todo fue por la Sonata a Kreutzer. Alguna gente ha sospechado que está inspirada en mí, otros han llegado a compadecerme. Así que quería mostrarles que de víctima, nada. Sabía de antemano que conseguiría convencer al soberano. Si esa historia hubiera tratado de mí y mis relaciones con Liochovka, difícilmente le habría rogado que autorizase su difusión. Todo el mundo podrá entenderlo ahora”. Diarios, Sofia Tolstaia. 

Tras realizar esta hazaña, con la que consiguió limpiar su nombre, Sofia cogió la pluma y se puso a escribir una ácida respuesta, en forma de novela, a los planteamientos filosóficos y morales que hace Lev en la Sonata. Ese libro, que solo compartió con su círculo más cercano, tardó casi un siglo en publicarse. Ahora, por fin, podemos encontrarlo en castellano, bajo el título ¿De quién es la culpa?, publicado por Xordica y traducido por Marta Rebón. 

Esta novela de sencillo argumento se convierte en una auténtica delicia si se lee conociendo la historia que hay detrás de sus páginas, pues está llena de bofetadas verbales dirigidas hacia su marido. El título, ¿De quién es la culpa? se puede tomar o bien como una cuestión que invita a la reflexión, o bien como una pregunta retórica que señala con el dedo algo que muchos todavía no han aprendido hoy: el único culpable de un feminicidio es el asesino. Una muestra más de la genialidad de Sofia; de su mordacidad, elegancia, talento e inteligencia.

«¿Es este el destino de la mujer?, pensaba Anna. ¿Poner el cuerpo a disposición de un niño de pecho y luego del marido? Uno detrás de otro, ¡siempre! Pero, ¿dónde está mi vida? ¿Dónde está mi yo?». ¿De quién es la culpa? Sofia Tolstaia. 

La Historia está llena de Sofias. No tengo ninguna duda, al igual que no las tenía Virginia Woolf cuando se aventuró a decir que Anónimo, que tantas obras ha escrito, era a menudo una mujer. Sabemos de muchas escritoras que se escondían tras los nombres de un familiar varón para publicar su obra. Sabemos de maridos que robaban el trabajo de sus mujeres y de mujeres cuyo talento ha sido eclipsado o incluso enterrado solo por ser las compañeras de los llamados «grandes hombres de las letras», condenadas a ver cómo su identidad se diluía en cuanto les imponían esas odiosas etiquetas de «mujer de», o «amante de», como pasó con Anaís Nim, Elena Garro o la propia Sofía Tolstaia. 

Esto es lo que sabemos. Imaginad lo que no. Lo que se nos ha ocultado durante tanto tiempo y ahora va saliendo a la luz es, precisamente, lo que me llevó a sumergirme con avidez en los Diarios de Tolstaia. Y lo que jamás saldrá a la luz; todo ese conjunto de mujeres creadoras cuyos nombres han sido sepultados para siempre, es lo que me ha inspirado para escribir este artículo. 

Mi percepción sobre Tolstoi ha cambiado desde que leí esos diarios. Sigue siendo uno de mis escritores favoritos, pero ahora sé que además de genio literario era un gran misógino y un hipócrita. Ahora, y después de un proceso inconsciente, pero que considero de justicia divina, él es, para mí, el marido de Sofia Behrs.