La revolución académica medieval: universidades y 'renacimiento aristotélico' en Europa

La revolución académica medieval: universidades y 'renacimiento aristotélico' en Europa

Las universidades medievales, herederas de la antigua tradición académica, se consolidaron como centros de enseñanza y pensamiento. Surgieron de escuelas eclesiásticas y recibieron influencia de Toledo en la recuperación de la obra aristotélica, transformando el panorama intelectual europeo con su enfoque racional y libertad académica.

La revolución académica medieval: universidades y 'renacimiento aristotélico' en Europa (Alessandro Gianetti)

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La universidad es una de las instituciones más importantes que la sociedad moderna ha heredado de la Edad Media, y que mejor ha conservado sus funciones primordiales como centro de transmisión del saber, de investigación y producción de nuevos conocimientos. 

En la Antigüedad clásica no faltaron instituciones comparables a las modernas universidades, siendo el mayor ejemplo la Academia de Atenas. Existió hasta después de la muerte del filósofo Filón de Larisa, alrededor del 83 a. C., e inspiró entre otras la Academia Neoplatónica de Florencia, que Marsilio Ficino creó en nombre de Cosme de Médicis.

'La Escuela de Atenas', pintura de Rafael Sanzio en los Museos Vaticanos (Roma)

'La Escuela de Atenas', pintura de Rafael Sanzio en los Museos Vaticanos (Roma)P. Zigrossi - 1996 / iStock

La Academia de Atenas representó el símbolo de la filosofía platónica en toda la Antigüedad e incluso Plutarco, en época romana, se describió a sí mismo, y a los pensadores que como él se referían a Platón, como «académicos» (akademikoi). Lo que distingue a las instituciones clásicas de la universidad medieval, sin embargo, es el especial reconocimiento jurídico que esta última otorgaba a quienes se beneficiaban de su enseñanza, ya que la antigua institución académica no concedía títulos ni grados.

La universidad medieval tenía la doble característica de studium generale, es decir, lugar de estudio abierto a todos, y universitas studiorum, corporación que gestionaba establecimientos de enseñanza; pero también era considerada corporación de maestros y eruditos, de ahí el nombre más común de universitas magistrorum et scholarium.

Esta universidad concedía, previo examen, la licentia ubique docendi y, el que se licenciaba, una vez convertido en doctor o magister, no era aceptado en la universidad en la que había cursado sus estudios, sino que se marchaba a otro lugar a enseñar o a ejercer su profesión. 

El punto esencial de la evolución histórica de la universidad consiste precisamente en la forma en que se realiza el desprendimiento del alumno de la universidad en la que estudió; de modo que universidades como las francesas han conservado la característica medieval de la venia legendi, con la que el alumno completa allí la primera lección de su carrera; mientras que otras la han perdido.

Lección en la Universidad de Bolonia según una miniatura de una edición medieval de la Ética a Nicómaco de Aristóteles.

Lección en la Universidad de Bolonia según una miniatura de una edición medieval de la Ética a Nicómaco de Aristóteles.Álbum

Las primeras universidades surgieron de escuelas eclesiásticas, por lo que es imposible determinar cronológicamente su nacimiento. Las más antiguas siguieron desarrollando sus actividades de oficio, pero para el establecimiento de las nuevas universidades era necesaria la autorización papal o imperial, por lo que solo para estas últimas puede hablarse de una fecha precisa de fundación. 

El centro de estudios superiores más antiguo, aunque no se trate de una verdadera universidad, es la famosa Escuela de Medicina de Salerno (a mediados del siglo XI), reorganizada por Federico II Hohenstaufen en el año 1231, pero fueron las universidades de Bolonia y de París las que proporcionaron los dos modelos organizativos en los que se inspirarían todas las demás. 

A lo largo de los siglos XII y XIII se verificó en efecto una verdadera «revolución cultural» en el ámbito europeo, que culminó en el desarrollo de nuevas formas de expresión artística (como la construcción de extraordinarias catedrales), y, fundamentalmente, en una formidable reevaluación del valor de la educación de masas. Esta fase de rápida reorganización encumbró la Universitas scholarum de Bolonia y la Universitas magistrorum de París como las primeras y más relevantes universidades de Occidente.

Universidad de Bolonia

Considerada la universidad propiamente dicha más antigua del mundo, la fundación del Alma mater studiorum (madre prolífica de estudios) data tradicionalmente de 1088. La fecha fue fijada en 1888 por una comisión presidida por el poeta italiano Giosuè Carducci, y no parece estar muy alejada de la realidad histórica, ya que hay constancia de la ciudad de Bolonia como importante centro de estudios ya en la primera mitad del siglo XII (el apelativo docta se atestigua a partir de 1118). 

El florecimiento de los estudios de Derecho en Bolonia debe relacionarse con el ambiente jurídico formado en la corte de Matilde de Canossa. La condesa aspiraba a unificar sus heterogéneos dominios mediante el instrumento del Derecho, lo que condujo a un desarrollo de las actividades jurisdiccionales en los tribunales de las regiones de Toscana y Emilia. 

Bolonia introdujo facultades seculares abiertas, no solo a aristócratas o eclesiásticos, sino a todos los ciudadanos, ya fueran boloñeses, extranjeros o foráneos, de modo que hacia 1200 a la facultad original de Derecho se unieron las de Medicina y Filosofía, y más tarde la de Teología. Desde su nacimiento, en Bolonia prevaleció la universitas scholarum, el gremio de estudiantes al que el emperador Federico I Barbarroja concedió privilegios especiales.

Lección en la Universidad de Bolonia según una miniatura de una edición medieval de
la Ética a Nicómaco de Aristóteles

Lección en la Universidad de Bolonia según una miniatura de una edición medieval de la Ética a Nicómaco de AristótelesÁlbum

Universidad de París

La Universidad de París nació de la expansión de la Escuela Catedralicia de Notre-Dame, que, por diversas circunstancias, había adquirido una preeminencia sobre todos los demás centros de estudio durante el siglo XII, atrayendo a estudiantes de toda Europa. La curia romana favoreció su desarrollo y sus tendencias autónomas, sustrayéndola de la protección directa del rey, del obispo y de su canciller.

La organización universitaria permitió una verdadera internacionalización de la vida intelectual de la época, en plena armonía con la multiplicidad de intercambios y el creciente movimiento de personas que se producía en la sociedad. En este sentido, desempeñaron un papel decisivo las propias órdenes mendicantes, ya no sedentarias, deseosas de afirmar su presencia en los grandes centros.

Fueron extranjeros como el inglés Alejandro de Hales, el alemán Alberto Magno, los italianos Buenaventura y Tomás de Aquino, los que hicieron de París la capital intelectual de la cristiandad: en palabras del papa el «horno en el que se cocía el pan intelectual del mundo latino».

En París prevalecía la universitas magistrorum et scholarum, es decir, una especie de gremio unitario de maestros y estudiantes. Otro rasgo característico es la apertura a profesores y estudiantes de todas las clases sociales, señal de que la comunidad universitaria no conocía diferencias de casta o, más bien, generaba una nueva casta compuesta por los elementos sociales más heterogéneos.

Imagen: Getty Images.

Universidad de París.iStock

La universidad medieval, por tanto, a diferencia de las universidades de épocas posteriores, era «popular» en el sentido de que acogía a estudiantes, incluso pobres, hijos de campesinos y artesanos, a los que se permitía completar sus estudios mediante ciertos privilegios como la exención de impuestos o becas y alojamiento gratuitos. Los goliardos y los clérigos constituían así un mundo propio, cuya nobleza ya no estaba representada por su clase de origen, sino por la cultura adquirida.

La Universidad de París ocupó un lugar destacado en el contexto sociocultural de la época, no solo porque santo Tomás alcanzó allí un enorme prestigio, sino porque representaba el prototipo de las nuevas escuelas, el fruto maduro de la nueva sociedad, la sede espiritual de un verdadero renacimiento.

A diferencia de Bolonia, el gremio de maestros de París recibió su primer reconocimiento oficial a principios del siglo XIII y su estatuto definitivo en 1231. Característicos de la Universidad de París eran los colegios mayores, el más famoso de los cuales era la Sorbona.

Esta peculiaridad influyó en la constitución de las universidades inglesas. El origen de Oxford quizá se deba a una migración de estudiantes expulsados de París, que tuvo lugar hacia 1167. Algo posterior es la Universidad de Cambridge, reconocida como studium generale entre 1230 y 1240.

Universidad de Salamanca

La Universidad de Salamanca —cuyo rector, el escritor y filósofo Miguel de Unamuno, pronunciaría en 1936 su célebre discurso «Venceréis, pero no convenceréis» en presencia del fundador de la Legión española, José Millán-Astray—, tuvo un origen eminentemente jurídico, en consonancia con la Universidad de Bolonia y en contraste con las universidades de Oxford y París.

El studium generale fue instituido en 1218 por Alfonso IX de León, e incluía las cátedras de Derecho, Medicina, Lógica, Gramática y Música. Los profesores de asignaturas relacionadas con el Derecho gozaban de un sueldo mayor, al tratarse de una universidad inclinada hacia las disciplinas jurídicas. Pero el espaldarazo decisivo le llegó en el año 1255, con la bula del papa Alejandro IV, que le otorgó la licentia ubique docendi, con la que se reconocía la validez de los grados otorgados en todo el mundo. Las clases se impartían en latín, lo que facilitaba la movilidad internacional de profesores y estudiantes al ser una lengua utilizada en toda Europa.

Escultura de fray Luis de León frente a la fachada de la Universidad de Salamanca

Escultura de fray Luis de León frente a la fachada de la Universidad de SalamancaWikimedia

La mayor parte de los alumnos provenían de la Meseta Norte, Portugal, Galicia y Asturias. A finales del siglo XIV estudiaban en Salamanca entre 500 y 600 alumnos. Durante el siglo XVI eran ya unos 3000, todos varones y con predominancia de los clérigos sobre los laicos.

Recuperación del pensamiento aristotélico

Antes de la aparición de las primeras universidades medievales, Toledo fue el principal centro intelectual de recepción, asimilación y transmisión del saber antiguo —en especial de la ciencia y filosofía de Aristóteles—, gracias a las innegables contribuciones hispano-árabes.

Fue Amable Jourdain, en su conocida obra póstuma, Recherches critiques sur l’âge et l’origine des traductions d’Aristote et sur les commentaires grecs ou arabes employés par les docteurs scholastiques (Paris, 1819), el que se refirió por primera vez al conjunto de estudiosos (musulmanes, cristianos y judíos) que trabajaban traduciendo los textos del saber antiguos, desde el árabe o el griego al latín, en la diócesis de Toledo, entre los siglos XII y XIII, bajo el influjo del arzobispo Raimundo de Sauvetat, como «collège de traducteurs».

Platón y Aristóteles en la Escuela de Atenas

Platón y Aristóteles en el centro de La Escuela de Atenas, uno de los frescos pintados por Rafael Sanzio, entre 1509 y 1511, en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano.Foto: Shutterstock.

Por tanto, si bien el Occidente latino había tenido conocimiento del Organon antes del siglo XII, por medio de las traducciones de Boecio, no hay que olvidar los aportes realizados por los filósofos hispano-árabes en el conocimiento de la filosofía de Aristóteles, unos aportes que tuvieron un papel decisivo en su posterior renacimiento en el siglo XIII.

La recepción y difusión de la obra aristotélica en la Universidad de París supuso una verdadera conmoción intelectual. Precedidas por los comentarios de Averroes, las obras aristotélicas se fueron introduciendo en la década de 1220-1230. Esto lo sabemos no solo por las glosas existentes en los manuscritos, sino también por las distintas prohibiciones que tienen lugar con respecto a las mismas. En 1210 acontece la primera prohibición de leer a Aristóteles en París, en el seno de la herejía amalricense.

Lo que se prohíbe es la lectura, pública o privada, de la filosofía natural aristotélica: «Y que no se lean en París los libros de filosofía natural de Aristóteles, ni los comentarios, ya sea en público, ya en privado; lo prohibimos bajo pena de excomunión» (Vid. Denifle, H., Chatelain, A., Chartularium Universitatis Parisiensis).

Miniatura del siglo XIII, de autor desconocido. Boceto de un código medieval que muestra la composición del Colegio de Doctores, Jueces y Abogados.

Miniatura del siglo XIII, de autor desconocido. Boceto de un código medieval que muestra la composición del Colegio de Doctores, Jueces y Abogados.Álbum

Alrededor de 1240, sin embargo, las prohibiciones habían perdido efecto. Entre 1240 y 1247, Roger Bacon enseñó los libros naturales de Aristóteles en París y Oxford con patrones de estudio similares; y desde 1250, salvo alguna excepción, el curriculum de la Facultad de Artes era aristotélico en su práctica totalidad, como recogen los estatutos de 1255, que suponen la adopción oficial del aristotelismo en la Universidad de París y los primeros enfrentamientos.

La Facultad de Artes es ya lo que podríamos llamar una Facultad de Filosofía, y sus miembros pronto buscan impartir sus enseñanzas con independencia de la teología. A pesar de mantener el status de facultas inferior, la Facultad de Artes empieza a dejar de ser una puerta hacia los estudios superiores para adquirir un peso específico. Sus miembros reclaman el derecho a impartir enseñanzas sobre todos los textos que poseen, a discutirlos, con independencia del grado de verdad que se les atribuya. 

Empieza a configurarse la idea de libertad en la enseñanza y, con ella, la de libertad intelectual. Las primeras cuestiones problemáticas tienen lugar en el ámbito de la filosofía moral, pero pronto llegan a cuestiones de filosofía natural. El paradigma clerical en ciencia empezaba a desvanecerse para dar paso a una nueva concepción del mundo y del quehacer filosófico y científico guiada por la causalidad natural antes que por la providencia divina.

Manuscrito del canon de Avicena

Manuscrito del canon de Avicena —médico visita enfermo— siglo XV. Fuente: Wikipedia

Del mismo modo, el léxico filosófico creado por Aristóteles, junto con las diversas disciplinas en que se divide la filosofía —lógica, física, metafísica, ética, política, poética— se mantuvo intacto y permitió el desarrollo de nuevas disciplinas. Central en este proceso fue la actitud de teólogos como Guillermo de Auxerre, Felipe el Canciller y Guillermo de Auvernia, que comenzaron a articular un discurso científico sobre la Teología y su relación con la Metafísica; así como de los magistri Artium, a quienes se debe el planteamiento de la reflexión sobre las obras de Aristóteles mediada por el uso de los comentarios de Avicena y Averroes.

Ambos aspectos culminan en la obra de Alberto Magno, apodado Doctor Universalis por la amplitud de sus intereses. De su magisterio arrancaron diferentes desarrollos doctrinales como el averroísmo de Sigieri de Brabante, la decisiva síntesis aristotélico-cristiana de Tomás de Aquino, los temas neoplatónicos- dionisíacos y la conexión entre la vida filosófica y, finalmente, la experiencia mística que va a caracterizar a la filosofía alemana y, en particular, a la obra del Maestro Eckhart a finales del siglo XIII.

Podemos afirmar que el nacimiento de las universidades se inscribe en un vasto movimiento de renovación cultural que, según la afortunada expresión de C.H. Haskins, suele definirse como el «Renacimiento del siglo XII». Hasta ese momento la sabiduría del mundo antiguo había sobrevivido casi exclusivamente en los monasterios (como evoca de forma muy sugerente Umberto Eco en su novela El nombre de la rosa).

Este movimiento, como hemos visto, pudo producirse en la medida en que cambió la relación entre cultura medieval y cultura clásica, con una particular atención a las ideas más favorables al desarrollo de nuevas disciplinas y nuevos conocimientos. 

Asimismo, reconocer como base de los estudios el mundo de la experiencia, que se compone de realidades individuales y no de entidades abstractas, buscar sus causas y llevar esta búsqueda cada vez más lejos, como sostenía Aristóteles, fue una actitud que llevó a las universidades europeas a ser consideradas las más prestigiosas fuentes del conocimiento.

De ese modo, a los dos polos en torno a los cuales había girado el pensamiento medieval, el regnum y el sacerdotium, se unió el studium. Europa parece renovarse siempre recuperando su pasado, para terminar encontrando, mediante su reflexión, el impulso para dar un salto hacia adelante.

* Este artículo fue publicado originalmente en la edición impresa de Muy Historia.

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