La literatura hebrea: la Biblia

Manuscritos del Mar Muerto (Foto: ABC)

La Biblia (del griego βιβλία) es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y del cristianismo. Es una compilación de lo que, en un principio, eran documentos separados, llamados libros, que fueron escritos primero en hebreo y arameo (Antiguo Testamento) y después en griego (Nuevo Testamento), aunque algunos de los libros que lo componen utilizaron también como lengua el arameo.

Los primeros libros que se compusieron fueron los del Antiguo Testamento, denominado Tanaj por los judíos, y luego los del Nuevo Testamento. Ambos forman la Biblia cristiana. El pueblo judío identifica la Biblia exclusivamente con el Tanaj, al que jamás denominan Antiguo Testamento, ya que, además, no se acepta la validez del Nuevo Testamento. Únicamente aceptan la Torá (la Ley), los Nebim (los Profetas) y los Ketibim (los Escritos).

La Biblia cristiana, tal como la conocemos hoy, fue ensamblada por primera vez en el Concilio de Hipona en el año 393 de nuestra era. Dicho canon, compuesto por 73 libros, fue confirmado por el Concilio de Cartago en el año 397 y posteriormente por decreto en la cuarta sesión del Concilio de Trento del 6 de abril de 1546 (este último solo es válido para los católicos romanos).

La Biblia Septuaginta se llama así porque, según los informes, setenta o setenta y dos eruditos judíos participaron en el proceso de traducción.

Fue escrita a lo largo de, aproximadamente, 1000 años (900 a. C y 100 d.C) y ha sido traducida a más de 2030 lenguas, por lo que puede afirmarse con rotundidad que se trata del libro con mayor difusión de la historia de la humanidad. Conocemos dos traducciones fundamentales: la del Antiguo Testamento al griego, conocida como Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta, que se inició en Alejandría bajo el reinado de Ptolomeo Filadelfo, y a partir del siglo II d.C., la traducción de la Biblia, conocida como Vulgata, que realizó san Jerónimo al latín vulgar a principios del siglo V por encargo del papa Dámaso I. La versión toma el nombre de la frase “vulgata editio” (edición para el pueblo), y se escribió en latín corriente, en contraposición con el latín clásico de Cicerón, como el propio san Jerónimo lo llamaba. Su objetivo, además de que resultara una traducción más exacta que las que le habían precedido, era que su comprensión fuera más sencilla para todos los que se acercaran a su lectura.

Vulgata

Durante la época medieval, el acceso directo a la Biblia estaba limitado a quienes sabían latín. Con la invención de la imprenta y la Reforma (siglo XVI), esta situación cambiará para siempre. El acto de leer la Biblia individualmente y de realizar una interpretación propia de la misma se convertirá en una especie de símbolo de libertad intelectual, y las traducciones de la Biblia a las lenguas modernas europeas influirán en la consolidación de un modelo de lengua literaria. Aunque a partir del siglo XVII la influencia del cristianismo en la cultura occidental disminuyó progresivamente, el bagaje inmenso de temas, de motivos, de personajes y de argumentos de la Biblia ha continuado influyendo e inspirando la literatura moderna, de James Joyce a Kafka.

La Biblia es para los creyentes la palabra de Dios porque para ellos resulta indudable que su escritura se realizó por inspiración divina. Es un libro eminentemente espiritual y habla sobre la historia de la humanidad, su creación, su caída en el pecado y su salvación, expone cuáles son los atributos y el carácter de Dios, y cómo este se relaciona con el ser humano.

Pero indiscutiblemente su influencia va más allá: su presencia alcanza casi todos los aspectos que conciernen al hombre: la literatura, la historia de la lengua, pues a través de las diferentes traducciones a las lenguas vernáculas se ayudó a que estas evolucionaran cuando se encontraban en estados tempranos en su uso escrito el arte, la música y la historia. Son algunas de las disciplinas que más evidencian su influjo: imágenes, temas, motivos, etc. se evocan constantemente

El Antiguo Testamento

Según la versión católica, consta de cuarenta y seis libros escritos en hebreo y en arameo. Su fecha de composición abarca un amplio periodo de tiempo, pues las composiciones más antiguas, como el Cantar de los Cantares, se remontan al 950 a. C. y los más recientes, como el libro de los Proverbios, datan del siglo II a. C.

Atendiendo a su contenido se pueden clasificar en:

  • Libros históricos: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio (constituyen el Pentateuco: «los cinco libros»); Josué, Jueces, Ruth, Samuel I y II; Reyes I y II; Crónicas I y II; Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther, Macabeos I y II.
  • Libros poéticos: Libro de Job, Salmos, Cantar de los cantares y Libro de las Lamentaciones.
  • Libros sapienciales o gnómicos: Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico.
  • Libros proféticos: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel (los Profetas mayores) y Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías (Profetas menores)

Libros históricos

La historiografía hebrea destaca por su carácter providencialista, es decir, todos los acontecimientos humanos están definidos por la voluntad de Dios, quien ha elegido Israel para revelar su palabra.

Al igual que otras civilizaciones orientales, los hebreos constituyen una explicación mítica de la creación del universo y de sus orígenes como pueblo, pues establecen una larga cadena genealógica que emparenta a sus reyes con los primeros patriarcas, descendientes, a su vez, del linaje de Adán y Eva.

El núcleo fundamental de estos libros es el Pentateuco, también denominado Torá, dentro de la tradición judía:

  • En el Génesis se narra el origen del mundo, la expulsión de Adán y Eva del paraíso, el fratricidio cometido por Caín, el diluvio universal y las historias de los primeros patriarcas.
La creación de Adán de Miguel Ángel (1511) [Wikipedia]

Leed este fragmento del comienzo del Génesis:

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos, y las tinieblas cubrían el abismo, pero el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. Entonces dijo Dios: "Haya luz", y hubo luz. Vio Dios que la luz era buena y la separó de las tinieblas, y llamó a la luz del día y a las tinieblas noche. Hubo así tarde y mañana: Día primero.
Después dijo Dios: "Haya un firmamento entre las aguas, que separe las unas de las otras", y fue así. E hizo Dios el firmamento, separando por medio de él las aguas que hay debajo de las que hay sobre él. Y llamó Dios al firmamento cielo. De nuevo hubo tarde y mañana: Día segundo.
Dijo luego Dios: "Reúnanse en un solo lugar las aguas inferiores y aparezca lo seco", y fue así. Dios llamó a lo seco tierra y a la masa de las aguas llamó mares. Y vio Dios que esto era bueno.
Dijo después Dios: "Produzca la tierra hierbas, plantas sementíferas de su especie y árboles frutales que den sobre la tierra frutos conteniendo en ellos la simiente propia de su especie". Y fue así. Produjo la tierra hierbas, plantas sementíferas de su propia especie y árboles frutales que dan fruto conteniendo en ellos la simiente propia de su especie. Y vio Dios que esto era bueno. Hubo de nuevo tarde y mañana: Día tercero.
Después dijo Dios: "Haya luminares en el firmamento que separen el día de la noche, sirvan de signos para distinguir las estaciones, los días y los años, y luzcan en el firmamento del cielo para iluminar la tierra". Y fue así. Hizo, pues, Dios dos luminares grandes, el mayor para el gobierno del día y el menor para el gobierno de la noche, y las estrellas. Los colocó Dios en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, regular el día y la noche y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que esto era bueno. Hubo de nuevo tarde y mañana: Día cuarto.
Después dijo Dios: "Pulule en las aguas un hormigueo de seres vivientes y revoloteen las aves por encima de la tierra y cara al firmamento del cielo". Así creó Dios los grandes animales acuáticos y todos los seres vivientes que se mueven y pululan en las aguas según su especie y el mundo volátil según su especie. Y vio Dios que esto era bueno. Y Dios los bendijo diciendo: "Creced y multiplicaos y llenad las aguas del mar y multiplíquense las aves sobre la tierra". Hubo de nuevo tarde y mañana: Día quinto.
Después dijo Dios: "Produzca la tierra animales vivientes según su especie; ganados, reptiles y bestias salvajes según su especie". Y fue así. Hizo, pues, Dios las bestias de la tierra, los ganados y los reptiles campestres, cada uno según su especie. Y vio Dios que esto era bueno.
Después dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra propia semejanza. Domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre las fieras campestres y sobre los reptiles de la tierra".
Dios creó al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó,
macho y hembra los creó.
Y Dios los bendijo diciendo: "Sed prolíficos y multiplicaos, poblad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre cuantos animales se mueven sobre la tierra". Y añadió: "Yo os doy toda planta sementífera sobre toda la superficie de la tierra y todo árbol que da fruto conteniendo simiente en sí. Ello será vuestra comida. A todos los animales campestres, a las aves del cielo y a todo cuanto se mueve sobre la tierra con ánima viviente yo doy para comida todo herbaje verde". Y fue así. Vio Dios todo lo que había hecho y he aquí que todo era bueno. De nuevo hubo tarde y mañana. Día sexto.
  • El Éxodo relata la salida de Egipto del pueblo de Israel, guiado por Moisés.
  • El Levítico, un código sacerdotal y el Deuteronomio, son textos una predominante finalidad legal.
  • Números presenta un censo de las tribus de Israel y describe sus peregrinajes por el desierto.

Tras la descripción de la primitiva vida patriarcal, el resto de libros históricos desarrollan una historia política y militar que se detiene en la narración de hechos guerreros y actos de gobierno. Dentro de este grupo de obras, han trascendido por su popularidad figuras como Sansón, el rey David y el rey Salomón, o episodios como el de Judit y Holofernes.

La historia de Judit y Holofernes

Judit, la heroína nacional de Israel, fue una viuda joven y piadosa que utilizó sus artes de seducción para destruir al general del ejército asirio que sitiaba su ciudad. Esta sugestiva historia de una mujer, a la vez fuerte y delicada, figura entre las más celebradas de la Biblia por el magnífico trazado de la protagonista y por la sencillez con que está contada. La literatura, la pintura e incluso la música se inspirarán después repetidamente en esta historia

    El campo de los asirios, su infantería, sus carros y su caballería los tuvieron cercados por espacio de treinta y cuatro días; de manera que a los habitantes de Betulia se les agotaron todas las aguas. Quedaron vacías las cisternas, y el agua se les distribuía con medida. Desmayaban las mujeres y los niños, y los jóvenes desfallecían de sed y caían sin fuerza en las calles de la ciudad y en los pasos de las puertas.
     Vivía en su casa Judit, guardando su viudez hacía tres años y cuatro meses. Era bella de formas y de muy agraciada presencia. Su marido, Manasés, le había dejado oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, que ella por sí administraba. Nadie podía decir de ella una palabra mala, porque era muy temerosa de Dios.
     Era precisamente la hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la casa de Dios, el incienso de la tarde, cuando clamó Judit con gran voz al Señor, diciendo: «Mira que los Asirios tienen un ejército poderoso, se engríen de sus caballos y jinetes, se enorgullecen de la fuerza de sus infantes, tienen puesta su confianza en sus broqueles, en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no saben que tú eres el Señor que decide las batallas, cuyo nombre es Yavé. Quebranta su fuerza con tu poder, pulveriza su fuerza con tu ira, porque han resuelto violar tu santuario, profanar el tabernáculo en que se posa tu glorioso nombre y derribar con el hierro tu altar. Pon los ojos en su soberbia, descarga tu cólera sobre su cabeza, dame a mí, pobre viuda, fuerza para ejecutar lo que he premeditado».
     Una vez que cesó de clamar al Dios de Israel se quitó el saco que llevaba ceñido y se despojó de los vestidos de viudez; bañó en agua su cuerpo, se ungió con ungüentos, aderezó los cabellos de su cabeza,  se puso encima la mirra, se vistió el traje de fiesta con que se adornaba cuando vivía su marido Manasés, calzóse las sandalias, se puso los brazaletes, ajorcas, anillos y aretes y todas sus joyas, y quedó tan ataviada, que seducía los ojos de cuantos hombres la miraban. Entregó a su sierva una bota de vino y un frasco de aceite, llenó una alforja de panes de cebada y de tortas de higos, envolviéndolo todo en paquetes, y se lo puso a la esclava a las espaldas.
     Siguiendo la dirección del valle, caminaron hasta que les salió al paso una avanzada de los asirios, que la apresaron y le preguntaron: «¿Quién eres tú y de dónde y adónde vas?». A lo que ella contestó: «Soy una hija de los hebreos. Voy a presentarme a Holofernes, general en jefe de vuestro ejército, para marcarle el camino por donde puede subir y dominar toda la montaña, sin que perezca ni uno solo de sus hombres».
Cuando oyeron tales palabras y contemplaron su rostro, que les pareció maravilloso por su extremada belleza, le dijeron: «Ve, pues, a su tienda; dos de los nuestros te acompañarán hasta entregarte a él».
     Llegada Judit a presencia de Holofernes y de sus servidores, todos se quedaron maravillados de la belleza de su rostro. Se postró ante él, pero los servidores la levantaron. Le dijo Holofernes: «Ten buen ánimo, mujer, y no te intimides, que yo nunca hice daño a nadie que estuviera dispuesto a servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra». Judit le respondió: «Oye las palabras de tu esclava, que no diré a mi señor esta noche cosa que no sea verdad. Yo misma te guiaré por en medio de Judea hasta llegar a Jerusalén y haré que te sientes en medio de ella y los conduzcas como ovejas sin pastor. Ni un perro ladrará contra ti. Todo esto me ha sido comunicado por revelación y para anunciártelo he sido yo enviada».
     Le dijo Holofernes: «Bebe y alégrate con nosotros»y contestó Judit: «Beberé, señor, que yo tengo este día por el más grande de toda mI vida». Tomó lo que la sierva le había preparado, y comió en presencia de Holofernes, el cual se alegró sobremanera con ella, y bebió tanto vino cuanto jamás lo había bebido desde e! día en que nació. 
     Cuando se hizo tarde, los siervos de Holofernes se salieron aprisa y se fueron a sus lechos, pues estaban rendidos porque el banquete había sido largo. Quedó Judit sola en la tienda, y Holofernes tendido sobre su lecho, todo él bañado en vino. Puesta entonces en pie junto al lecho de Holofernes, dijo en su corazón: «Señor, Dios todopoderoso, mira en esta hora la obra de mis manos, pues ésta es la ocasión de ejecutar mis proyectos, para ruina de los enemigos que están sobre nosotros». Y acercándose a la columna del lecho que estaba a la cabeza de Holofernes, descolgó de ella su alfanje; llegándose al lecho, le agarró por los cabellos  de su cabeza al tiempo que decía: «Dame fuerzas, Dios de Israel, en esta hora». y con toda su fuerza le hirió dos veces en e! cuello, cortándole la cabeza. Envolvió el cuerpo en las ropas del lecho, quitó de las columnas e! dos e! y, tomándolo, salió enseguida, entregando a la sierva la cabeza de Holofernes, que ésta echó en la alforja de las provisiones, y ambas salieron juntas como de costumbre.

La historia de Judith y Holofernes que acabáis de leer ha fascinado a los pintores de todas las épocas. A continuación, podéis disfrutar de una colección de pinturas inspiradas en la historia de estos personajes. Prestad atención a la obra de dos excelentes pintoras: Artemisia Gentileschi y Fede Galizia y no olvidéis que, como dijo Virginia Wolf, tras el «autor anónimo» se escondía muchas veces una mujer:

  • Judith con la cabeza de Holofernes - Agustin Riedel (1840)

La historia de David y Betsabé

En el Libro de Samuel se cuenta la historia de David y Betsabé:

Al año siguiente, en la época en que los reyes suelen ir a la guerra, David envió a Joab, a sus oficiales y a todo Israel, los cuales asolaron el país de los amonitas y sitiaron Rabá. David se quedó en Jerusalén.
Una tarde, paseando después de la siesta por la terraza de palacio, vio a una mujer bañándose. Era muy bella. David mandó que se informasen acerca de ella y le dijeron:
— Es Betsabé, hija de Alián, mujer de Urías, el hitita.
Entonces David envió a que se la trajeran y yació con ella. Después Betsabé volvió a su casa. La mujer concibió y mandó decir a David:
— Estoy embarazada.
Entonces David envió este mensaje a Joab:
— Mándame a Urías, el hitita.
Joab se lo envió. Cuando llegó Urías, David le pidió noticias sobre Joab, el ejército y la marcha de la guerra. Después le dijo:
— Baja a tu casa y lávate los pies.
Cuando Urías salió del palacio, se le envió un obsequio de la mesa real para él. Pero Urías durmió a la puerta del palacio con los guardias de su señor y no fue a su casa.
Comunicaron a David que Urías no había ido a su casa. Entonces David dijo a Urías:
—¿Acaso no vienes de viaje? ¿Por qué no has ido a tu casa?
Urías le respondió:
— El arca, Israel y Judá viven en tiendas; y mi señor Joab y los oficiales de mi señor acampan al aire libre, ¿cómo iba yo a entrar en mi casa para comer, beber y acostarme con mi mujer? ¡Por el Señor y por tu vida que nunca haré tal cosa!
David dijo entonces a Urías:
—Quédate aquí hoy también, y mañana te despediré.
Se quedó Urías aquel día y el siguiente en Jerusalén. David lo convidó a comer y a beber con él hasta embriagarlo. Por la tarde salió a dormir en su cama, junto a los guardias de su señor; pero no descendió a su casa. 

A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio del propio Urías. Decía en ella: "Poned a Urías en primera línea, en el punto más duro y dejadlo solo para que lo hieran y muera."
Así, cuando Joab sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes. Salieron los de la ciudad y pelearon contra Joab; cayeron algunos del ejército de los siervos de David, y murió también Urías, el hitita.
Entonces Joab mandó a comunicar a David todos los asuntos de la guerra. Y dio esta orden al mensajero: "Cuando acabes de contar al rey todos los asuntos de la guerra, si el rey comienza a enojarse, y te dice: "¿Por qué os habéis acercado tanto a la ciudad para combatir? ¿No sabíais lo que suelen tirar desde el muro? ¿Quién hirió a Abimelec, hijo de Jerobaal? ¿No arrojó una mujer desde el muro un pedazo de rueda de molino, y murió él en Tebes? ¿Por qué os habéis acercado tanto al muro?". Entonces tú le dirás: "También tu siervo Urías, el hitita, ha muerto".
Partió el mensajero, y, al llegar; contó a David todo aquello que Joab le había mandado. Dijo el mensajero a David:
—Pudieron más que nosotros los hombres que salieron al campo en contra nuestra, bien que les hicimos retroceder hasta la entrada de la puerta; pero los flecheros tiraron contra tus siervos desde el muro, y murieron algunos de los siervos del rey; también murió tu siervo Urías, el hitita.
David respondió al mensajero:
—Así dirás a Joab: "No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas." Y tú aliéntale.
Al oír la mujer de Urías que su marido había muerto, hizo duelo por él. Pasado el luto envió David por ella, la trajo a su casa y la hizo su mujer; ella le dio a luz un hijo. Pero esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos de Jehová.

Esta historia, tan melodramática, está también en el origen de numerosas obras de arte. Disfrutadlas:

Libros poéticos

Destacan por su extraordinario valor literario los libros poéticos del Antiguo Testamento: el Libro de Job, los Salmos, el Cantar de los Cantares y el Libro de las Lamentaciones.

Libro de Job

Está considerado como una de las mejores muestras de la poesía hebrea. Se trata de un poema dramático cuyo tema principal es el sufrimiento ante la adversidad. En la introducción en prosa se presenta al protagonista: un hombre religioso, bueno y rico, cuya vida transcurre felizmente. Dios permite a Satanás que lo pruebe para comprobar si le seguirá siendo fiel a pesar de las desgracias. Así, Job pierde todos sus bienes, mueren sus hijos y enferma, cubriéndose su cuerpo de dolorosas úlceras. Tras recibir a unos amigos, se inicia un largo diálogo en verso en el que Job expresa su sufrimiento e incomprensión ante un Dios que causa aflicción a un hombre justo. En el epílogo en prosa, Yahvé sana a Job, le devuelve a sus hijos y duplica sus pertenencias.

Salmos

Los Salmos pueden considerase oraciones en verso. Son composiciones destinadas al culto donde se canta el poder de Dios frente a la miseria de los hombres.

Cantar de los Cantares

El Cantar de los Cantares, probablemente el texto bíblico de mayor antigüedad, aborda el amor humano con naturalidad y realismo, sin citar en ningún momento a Dios. Es un poema amoroso dialogado de compleja interpretación. “El mundo no fue tan digno como el día en el que el Cantar de los Cantares fue entregado a Israel”. Esta frase, atribuida al rabino Aquiva, de principios del siglo II d. C. resume la fascinación que ha producido siempre esta obra maestra de la literatura erótica. Dios no está ni interviene en absoluto en el Cantar, pero desde muy pronto este libro fue leído en clave alegórica. Los amantes dejarán de ser una mujer y un hombre jóvenes y se convertirán en imagen de la relación entre Dios y el alma; o entre Dios y el pueblo de Israel.

Leed este fragmento del Cantar de los Cantares:

La amada
Que me bese con los besos de su boca.
Son mejores que el vino tus amores,
exquisito el olor de tus perfumes,
tu nombre es aroma que se expande,
por eso te aman las doncellas.
Llévame contigo, ¡corramos!,
condúceme, rey mío, a tus estancias,
para alegrarnos y gozar contigo,
y celebrar tus amores más que el vino.
¡Por algo se enamoran de ti!

Primer cantar


La amada
Soy morena, pero hermosa,
muchachas de Jerusalén,
como las tiendas de Quedar (1) ,
como los pabellones de Salem (2).
No os fijéis en mi color moreno,
es que me ha tostado el sol.
Mis hermanos se enfadaron conmigo,
y me pusieron a guardar las viñas.
¡Y mi propia viña no la guardé!
Dime tú, amor de mi alma,
dónde apacientas el rebaño,
dónde lo llevas a sestear al mediodía,
para que no ande desorientada
tras los rebaños de tus compañeros.

Coro
Si no lo sabes tú, la más bella de las mujeres,
sigue las huellas del rebaño,
y lleva a pacer tus cabritos
junto a las cabañas de los pastores.

El amado
Yo te comparo a la yegua
de la carroza del faraón.
¡Qué hermosas tus mejillas con los zarcillos,
y tu cuello con los collares!
Te haremos zarcillos de oro
con adornos de plata.

La amada
Mientras el rey  se halla en tu diván,
mi nardo  exhala su fragancia.
Mi amado es para mí una bolsita de mirra (3)
que descansa entre mis pechos;
mi amado es para mí un manojito de alheña (4)
de las viñas de Engadi. (5)

El amado
¡Qué hermosa eres,
amada mía, qué hermosa eres!
¡Palomas son tus ojos!

La amada
¡Qué hermoso eres,
amado mío, qué encanto!
Nuestro lecho es de flores;
las vigas de nuestra casa de cedro,
nuestro techo, de ciprés.


(1) Las tiendas de Quedar: en el desierto de Siria, se confeccionaban con el pelo negro de las cabras. En el interior de estas tiendas se guardaban los bienes de sus dueños. (2) Salen: Jerusalén (3) Mirra: sustancia aromática que se obtenía de la resina de un árbol y que se utilizaba para elaborar perfumes y ungüentos. (4) Alheña: planta de la que se extrae la henna. (5) Engadi: oasis, lugar paradisíaco de gran belleza natural cerca de la orilla occidental del mar Muerto, en el que se refugió David huyendo de sus perseguidores.

Libro de las Lamentaciones

Está formado por cinco endechas (composiciones líricas de carácter fúnebres, semejantes a la elegía), en las que la voz poética canta su pesar por la destrucción de Jerusalén. Pudo ser compuesto tras la conquista de la ciudad por el rey babilonio Nabucodonosor II, en 587 a.C.

Libros sapienciales o gnómicos

Los libros sapienciales o gnómicos son Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico. En ellos se recoge una antología de enseñanzas morales breves en forma de sentencias, proverbios, alegorías y refranes.

Dentro de los libros sapienciales de la Biblia destacan los Proverbios, una colección de sentencias escritas en versos breves, directos, de suma eficacia. Las hay referidas a Dios y al culto, pero la mayoría tiene que ver con la moral: toda forma de pecado, injusticia y maldad es corregida y condenada. Comienza con unos consejos a un joven, puestos en boca de la Sabiduría: continúa con unas recomendaciones contra los vicios, la impiedad, el adulterio, etc. y termina con unas exhortaciones acerca de la vida. Todo el libro destila cordura y sentido práctico.

PROVERBIOS DE SALOMÓN, HIJO DE DAVID, REY DE ISRAEL

Para conocer la sabiduría y la disciplina,
para entender sensatos dichos,
para alcanzar la disciplina y discreción,
justicia, equidad y rectitud;
para procurar astucia a los simples,
perspicacia y circunspección a los jóvenes.
Oyéndolos, el sabio crecerá en doctrina
y el entendido adquirirá destreza

Las malas compañías

Escucha, hijo mío, la instrucción de tu  padre
y no desdeñes las enseñanzas de tu madre;
porque serán corona de gloria en tu cabeza
y collar en tu cuello.
Hijo mío, si los malos pretenden seducirte,
no consientas; si te dicen:
“Ven con nosotros
pongamos asechanzas para derramar sangre,
tendamos sin razón lazos contra el puro”,
No te vayas con ellos, hijo mío,
ten tus pies muy lejos de sus sendas;
porque corren sus pies al mal
y se apresuran a derramar sangre.

Excelencias de la sabiduría

Bienaventurado el que alcanza la sabiduría
y adquiere inteligencia,
porque es su adquisición mejor que la de la plata
y es de más provecho que el oro puro.
Es más preciosa que las perlas
y no hay tesoro que la iguale.
Lleva en su diestra la longevidad
y en su siniestra la riqueza y los honores.
De su boca brota la justicia
y lleva en la lengua la ley la misericordia.
Sus caminos son caminos deleitosos
y son paz todas sus sendas.
Es árbol de vida para quien la consigue;
quien la abraza es bienaventurado.
Con la sabiduría Yavé fundó la tierra,
con la inteligencia consolidó los cielos.

Atenciones debidas al prójimo

No niegues un beneficio al que lo necesita,
siempre que en tu poder esté el hacérselo;
no le digas al prójimo: “Vete y vuelve,
mañana te lo daré”, si es que lo tienes a mano.
No trames mal alguno contra tu prójimo
mientras él confía en ti.
No pleitees con nadie sin razón
si no te ha hecho agravio.
No envidies al violento 
ni elijas sus caminos; 
porque el perverso es abominado de Yavé,
que sólo tiene sus intimidades para con los justos.

La pereza

Ve, ¡oh perezoso!, a la hormiga;
mira sus caminos y hazte sabio.
No tiene juez,
ni inspector, ni amo.
Y se prepara en el verano su mantenimiento,
reúne su comida al tiempo de la mies.
O ve a la abeja y aprende cómo trabaja
y produce rica labor,
que reyes y vasallos buscan para sí
y todos  apetecen.
Y siendo como es pequeña y flaca,
es por su sabiduría tenida en mucha estima.
¿Hasta cuándo, perezoso, acostado?
¿Cuándo despertarás de tu sueño?

El borracho

No mires mucho al vino cuando rojea
y cuando espumea en el vaso;
entrase suavemente, pero al fin muerde como serpiente
y pica como áspid;
y tus ojos verán cosas extrañas
y hablarás sin concierto;
te parecerá estar acostado en medio del mar
y estar durmiendo en la punta de un mástil.
“Me han pegado, y no me ha dolido;
me han tundido, y no lo he sentido;
cuando me despierte volveré a buscarlo”.

El Eclesiastés constituye una reflexión sobre la vanidad de los bienes materiales, del amor, del conocimiento y, en general, de la vida humana, que se encamina inevitablemente hacia la muerte, en un mundo donde nada perdura.

Leed este fragmento del Eclesiastés (1, 2-11) y fijaos bien. Jorge Manrique se inspiró en él para escribir las Coplas a la muerte de su padre. Acordaos cuando os lo explique en clase: no hay nada nuevo bajo el sol.

¡Vanidad de vanidades! —dice Qohelet—.
¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todas las fatigas
que lo fatigan bajo el sol?
Generación va, generación viene,
la tierra siempre está quieta.
Sale el sol, se pone el sol,
jadea hacia su puesto; de allí vuelve a salir.
Camina al sur, gira al norte,
gira y gira y camina al viento.
Todos los ríos caminan al mar,
y el mar no se llena.
Del sitio adonde llegan los ríos,
de allí vuelven a caminar. [...]
Lo que fue, eso será; lo que pasó, pasará:
nada hay nuevo bajo el sol.
Si de algo se dice: "Mira, esto es nuevo",
ya sucedió antes de nosotros.
Nadie se acuerda de los pasados
y lo mismo pasará con los futuros:
no lo recordarán su sucesores.

(Antología de la poesía hebrea. Fundación Teresa de Jesús)

Libros proféticos

Imagen extraída de http://www.biblia.com

Los escritos de los profetas constituyen una de las manifestaciones más originales de la literatura hebrea. Según el judaísmo y el cristianismo, los profetas eran mensajeros divinos, pues Dios se servía de ellos para transmitir su palabra al resto del pueblo. En este conjunto de obras aparecen tanto profecías de tiempos venideros como duras críticas contra el pueblo pecador para reconducirlo hacia la observancia de la ley divina.

Entre los libros proféticos, destaca Isaías por su lirismo y por la fuerza de sus recursos estilísticos.

El Libro de Isaías es una de las más grandes creaciones de la literatura profética. Su autor es considerado el profeta clásico de la Biblia: la belleza de sus versos, su equilibrio, la fuerza de sus imágenes y el cuidado uso que hace de los recursos retóricos lo elevan a esa categoría.

Nuevo Testamento

Consta de veintisiete libros escritos, casi en su totalidad, en lengua griega, con un estilo sencillo, natural y libre de artificios. Su fecha de composición está comprendida entre los siglos I y II de nuestra era, aunque su fijación definitiva tuvo lugar en el año 393, cuando la Iglesia católica determinó en el Concilio de Hipona cuál sería la lista oficial de libros que integraría la Biblia canónica.

Las obras que forman parte del Nuevo Testamento se clasifican en cuatro grupos: los cuatro Evangelios canónicos, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis.

Papiro 66, también llamado Papiro Magdalena, conservado en el Magdalen College de Oxford – Wikipedia

Los cuatro Evangelios canónicos

Estos cuatro libros reciben su nombre por relatar la “buena noticia” (ese es el significado en griego de “evangelio”), es decir, el acontecimiento que según el cristianismo ha cambiado el curso de la historia: la muerte y resurrección de Jesucristo. Se considera que fueron compuestos entre los años 65 y 80, aproximadamente.

Tradicionalmente se atribuye la redacción de estos textos a Mateo y Juan, testigos directos de lo que narran, y a Marcos y Lucas, discípulos predilectos de Pedro y Pablo, cuyos testimonios utilizan repetidamente. Los estudiosos bíblicos modernos indican que posiblemente estos libros, al igual que otros del Nuevo Testamento, fueron escritos por autores desconocidos que utilizaron tradiciones o documentos previos del autor a quien se acredita el libro; cuando se redactó la versión definitiva, utilizando una costumbre literaria de la Antigüedad, lo hicieron bajo el nombre del personaje cuyos relatos recogieron, lo que se conoce como pseudografía.

En conjunto, se trata de cuatro relatos biográficos que cuentan la vida, doctrina y milagros de Jesús de Nazareth, centrándose especialmente en los últimos años de predicación. Por la semejanza que guardan entre sí, se denominan sinópticos. Todos están escritos en griego, a excepción del Evangelio de san Mateo, que está escrito en arameo.

El Evangelio de san Mateo, puesto que se dirige a judeocristianos, incluye constantes referencias al Antiguo Testamento, sobre todo a los profetas Isaías, Miqueas y Zacarías. Su narración se centra en presentar a Jesús como el Mesías esperado y anunciado en el Antiguo Testamento.

El evangelista san Mateo, Gabriel Maelesskirchner (1478) [Museo Thyssen -Bornemysza] El símbolo de san Mateo es un hombre o un ángel.

El Evangelio de san Marcos es el más breve, pero, sin embargo, es el que aporta mayor concreción y realismo a través de los numerosos detalles que describe.

A San Marcos se le suele representar como un león alado que lleva en sus garras un libro y una espada. Este maravilloso ejemplar se encuentra en uno de los edificios más bonitos de Zaragoza, el edificio de «La Adriática» en plena calle del Coso de Zaragoza.

El Evangelio de san Lucas es el que refiere de manera más extensa los episodios de la infancia de Jesús y narra parábolas como la del hijo pródigo o la del buen samaritano.

El evangelista san Lucas, Gabriel Maelesskirchner (1478) [Museo Thyssen -Bornemysza] Como se puede ver en la imagen, el animal que representa a san Lucas es un toro.

Por otra parte, el Evangelio de San Juan es el más rico en simbología y en él se insiste especialmente en la esencia divina de Dios.

Imagen de san Juan Evangelista. Evangelarios de Lorsch. (ca. 800) [Imagen: Artehistoria] El águla de san Juan aparece en el escudo de los Reyes Católicos.

Hay que señalar que existen otros evangelios conocidos como Evangelios apócrifos, que no fueron incorporados a la Biblia por no ser reconocidos por las iglesias cristianas. 

Los Hechos de los Apóstoles

Papiro 50. Una copia en griego de los Hechos de los Apóstoles (principios del siglo III).

En un primer momento fueron redactados como una parte del Evangelio de san Lucas, pero antes de que se escribieran los manuscritos que nos han llegado hasta hoy día, los textos se separaron. En ellos se narra la historia de la Iglesia primitiva durante el llamado periodo apostólico. No desarrolla la vida de cada uno de los apóstoles, sino que su objetivo es reflejar el nacimiento de la primera comunidad cristiana, cómo comenzó a singularizarse respecto a la religión judía y cómo empezó a expandirse territorialmente.

Epístolas

Representación de san Pablo escribiendo las epístolas, Valentin de Boulogne (ca. 1618-1620)

En el Nuevo Testamento se incluyen 21 epístolas, de las cuales, catorce fueron escritas por san Pablo. Se trata de diferentes cartas dirigidas a comunidades cristianas concretas o a todos los fieles en general. En ellas, se ofrecen pautas de comportamiento a los cristianos, se responde a sus inquietudes, se les reprende por sus malas conductas, se habla de la organización interna de la Iglesia, etc.

Las 14 epístolas que escribió san Pablo durante sus viajes misioneros tras su conversión al cristianismo. Estas cartas, junto con las Epístolas católicas, pertenecen al género epistolar, en el que se fusionan el carácter religioso de los textos bíblicos con el género didáctico y sapiencial. De hecho, la epístola, tras el humanismo y el Renacimiento, se convirtió en un género casi ensayístico, pues resultó ser una forma de discurso adecuada para la expresión de ideas y pensamientos que, además, permita mantener cierta intención moral y didáctica.

Las epístolas paulinas están dirigidas a los romanos, los corintios, los gálatas, los efesios, los colosenses, los tesalonicenses, a Timoteo, a Tito, a Filemón y a los hebreos. Su finalidad es dar instrucciones a los cristianos sobre el modo de comportarse y responder a sus inquietudes. En ellas da ánimos a sus lectores y responde a sus preguntas y preocupaciones, los reprende por sus malos actos y, a veces, les escribe para darles muestra de agradecimiento por su conducta. El tema principal de las epístolas pastorales difiere de las anteriores. En ella se trata prácticamente cómo debe organizarse internamente la Iglesia (obispos, presbíteros, diáconos, etc.)

Las siete Epístolas católicas, cuyos autores son Santiago, san Pedro, san Juan y san Judas. Se denominan católicas por ir dirigidas a todos los fieles en general y no a ninguna persona o comunidad cristiana en particular. Constituyen un corpus de escritos doctrinales que guardan cierta relación con la literatura sapiencial del Antiguo Testamento.

Apocalipsis

Los cuatro jinetes del Apocalipsis

Esta obra, atribuida a San Juan, es el libro más hermético de toda la Biblia, pues la complejidad de símbolos utilizados, así como la abundancia de imágenes y alegorías, hacen que su lectura sea de muy difícil comprensión.

En resumen, es un libro profético donde se anuncia que el fin de los tiempos está por llegar. Tras las plagas y devastación que han extendido por la tierra los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, aparecen diferentes bestias que simbolizan la degradación de los reinos terrenales, que están bajo el dominio de Satanás. Finalmente, se menciona la esperanza en el triunfo de Cristo y el Juicio final, en el que los muertos comparecerán ante Dios y serán juzgados según sus obras.

Por su género, es el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. El Apocalipsis quizá sea el escrito más críptico de toda la Biblia, pues el gran número de símbolos, visiones y sucesos que describe complica en gran manera la interpretación del texto; por este motivo, ha sido objeto de numerosas investigaciones y debates a lo largo de la historia.

En cuanto a su estructura se pueden diferenciar cuatro partes:

  • Introducción y Cartas a las Iglesias (Ap.1-3): en esta primera parte se presenta la visión de todo el libro, haciendo un llamamiento a todas las Iglesias para que estén dispuestas a lo que va a suceder.
  • El Cordero y los Siete Sellos y Trompetas (Ap. 4-11). Se ven aquí muchos símbolos que hacen alusión a la liturgia cristiana. En esta parte abundan los símbolos numéricos, especialmente el 7, y cromáticos. La sección comienza con la famosa descripción de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, que llevan numerosas plagas a la humanidad. Durante la apertura de cada sello, se desarrollan también las visiones de las catástrofes naturales, que concluyen en el Juicio Final. Con la apertura del séptimo sello, comienza el desarrollo de un nuevo simbolismo numérico de desastres, anunciados por siete trompetas, y el surgimiento de una primera Bestia que guerrea con dos testigos.
  • El Dragón y el combate (Ap. 12-20): la historia narra un combate cósmico para explicar el sentido de la historia. Para algunos estudiosos simboliza el enfrentamiento de los primeros cristianos con el Imperio Romano.
  • La Nueva Jerusalén (Ap. 21-22). Como conclusión y despedida final del libro, se menciona la esperanza que guía todo el libro. La visión concluye con la reconstrucción de la Tierra y el cielo, así como de Jerusalén, renacida como símbolo de la ciudad de Dios, en donde Dios habita de forma directa entre todos los hombres. El libro y, por tanto, la Biblia cristiana concluyen con una bendición y con la petición que solicita el pronto regreso de Jesucristo.
Beato de Fernando I de doña Sancha (hacia 1047). [Imagen tomada de http://www.artehistoria-com]

Podéis leer un fragmento del Apocalipsis:

Las dos bestias

Y vi subir del mar una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, con una diadema en cada cuerno y un título blasfemo en cada cabeza. La bestia que vi se parecía a una pantera, aunque sus patas eran como de oso y sus fauces como de león. El dragón le dio su fuerza, su trono y su inmenso poder. Una de las cabezas parecía haber sido herida de muerte, pero su herida mortal estaba ya curada. La tierra entera corría fascinada tras la bestia. Y adoraron al dragón porque había su poder a la bestia y adoraron también a la bestia, diciendo:
— ¿Quién es semejante a la bestia?, ¿quién es capaz de luchar contra ella?
Se le dio autorización para proferir palabras orgullosas y blasfemas, y poder para actuar durante cuarenta y dos meses. Y así lo hizo: profirió blasfemias contra Dios, contra su nombre, contra su santuario y contra los que habitaban en el cielo. También se dio autorización para hacer la guerra a los creyentes y vencerlos; y se le otorgó poder sobre las gentes de toda raza, pueblo, lengua y nación. Y todos los habitantes de la tierra, a excepción de aquellos que desde la creación del mundo están inscritos en el libro de la vida del Cordero degollado, le rendirán pleitesía. Quien tenga oídos, que escuche esto:

El que esté destinado al cautiverio,
al cautiverio irá. 
El que haya de morir a espada,
a filo de espada morirá.

¡Ha llegado la hora de poner a prueba la paciencia y la fe de los creyentes!
Vi otra bestia que surgía de la tierra: tenía dos cuernos como de carnero y hablaba como un dragón. Ejercía todo el poder de la primera bestia a favor de la misma, haciendo que la tierra y todos sus habitantes adorasen a la primera bestia, aquella cuya herida mortal había sido curada.  Hacía grandes prodigios, hasta el punto de hacer bajar fuego del cielo sobre la tierra, a la vista de los hombres. Seducía también a los habitantes de la tierra con los prodigios que se le había otorgado realizar a favor de la primera bestia y los animaba a erigir una estatua en honor a la bestia que sobrevivió a la herida de la espada. Se le permitió dar vida a la estatua de la bestia, de modo que incluso hablase la estatura, y se le dio poder para hacer morir a cuantos no adorasen la estatua de la bestia. Hizo también que todos, chicos y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, llevasen tatuada una marca en la mano derecha o en la frente, Y solo quien llevaba tatuado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre era ciudadano en plenitud de derechos. ¿Quién alardea de sabio? El que presuma de inteligente puede probar a descifrar el número de la bestia, que es un número humano. El seiscientos sesenta y seis es su cifra. 

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