¿Es Shutter Island como toda buena gran historia una historia de redención? Ese es el verdadero debate sobre el final de la película de Martin Scorsese Shutter Island, que a pesar de ser de 2010, se sigue debatiendo cada mes dado su impagable desenlace. ¿Se redime Andrew Laeddis/Edward Daniels, el personaje principal, el personaje de Leonardo DiCaprio, de sus pecados en esa escena final? El giro de guión del tercer acto está claro: resulta que el detective no es un detective, sino un paciente del manicomio con el que se ha probado una terapia experimental y su compañero de pesquisas Chuck Aule (Mark Ruffalo) es, en realidad, su terapeuta. "Este lugar me hace pensar. ¿Qué es peor? ¿Morir como un monstruo o morir como un buen hombre?", dice el personaje de Leonardo DiCaprio. Luego da una última calada a su cigarrillo y empieza a bajar las escaleras. Aule le dice: "¿Teddy?". Se acerca uno de los enfermeros con una jeringuilla-puntilla para proceder a su lobotomía. DiCaprio no responde.

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Pero, ¿quién es el que no responde? ¿Andrew Laeddis, el tipo que sabe absolutamente todo lo que ha ocurrido (la locura de su mujer, el terrible crimen de sus hijos, el momento en el que asesina a su mujer, el asco de vida que llevaba) y que no quiere recordar y por tanto les hace creer que la terapia no ha funcionado para someterse a una lobotomía que le hará olvidar? ¿El detective Edward Daniels, la identidad que protege a Laeddis, que no ha aceptado su locura? El final es el mismo: lobotomía cerebral, psicocirugía, sección de fascículos nerviosos. Pero, ¿cómo consecuencia o cómo remedio? En un caso hay redención, en el otro solo el irremediable peso de los acontecimientos. Toda la película deriva y cobra peso en el hecho de que Laeddis sea consciente de su locura, que la terapia haya funcionado, pero, que, sin embargo, quiera olvidar toda la locura. Nosotros es la explicación con la que nos quedamos. Es la única forma que tiene de escapar de la realidad estando cuerdo. Y para estar cuerdo, tiene que hacerse el loco. El espectador debería de preguntarse por su propia respuesta sobre qué preferiría, sobre si es verdad eso de que la ignorancia es la felicidad.

Sin embargo, el final se deja abierto y, por tanto, queda abierto a otras interpretaciones. Porque hay espectadores que se quedan con la otra opción, con que el tipo del final es Edward Daniels, que el personaje de Leonardo Di Caprio no se ha curado. Y creen que la clave está en el cigarrillo. Cuando Chuck le ofrece un cigarrillo a Andrew. Para muchos espectadores ahí vuele a la locura. Durante la película Andrew le insiste a todos sus amigos imaginarios que los cigarrillos son perjudiciales. Al aceptarlo, Edward regresa otra vez. Se lo está ofreciendo su compañero. En frente tiene al Señor Crawley, dispuesto a llevárselo, boom: Edward toma las riendas de su personalidad...