Shame (2011), de Steve McQueen (II)

Brandon es un yuppie con una excelente posición económica, y una grave adicción autodestructiva al sexo. Vive solo en su lujoso apartamento neoyorquino, y consume la pornografía más retorcida en internet, se acuesta con toda mujer que se pone a su alcance -y lo cierto es que tiene mucho “éxito” con ellas-, paga a prostitutas... Su (des)ordenada vida se ve alterada por la aparición de su tampoco muy equilibrada hermana Sissy, a lo que parece gravemente enferma; y aunque intenta ignorarla, asomarán algunos restos de humanidad en el muy hecho polvo Brandon.

Steve McQueen (II) ya demostró en Hunger ser un cineasta extremo, su dibujo allí de la huelga de hambre de un activista del IRA pretendía y conseguía incomodar al espectador. Aquí vuelve por los mismos derroteros, su intención en Shame es mostrar muy gráficamente cómo una persona puede casi dejar de serlo por el embrutecimiento sexual. Lo que significa abundante metraje con las piruetas copulatorias del protagonista, un Michael Fassbender cuyo premio al mejor actor en Venecia resulta exagerado.

Como la facilidad de acceder a material depravado está hoy al alcance de cualquiera con las nuevas tecnologías, y vivimos en sociedades avanzadas y hastiadas, parece claro que el tema abordado por McQueen es muy actual, se entiende por ello que haya caído en gracia a buena parte de la crítica. Pero lo cierto es que el cineasta, poderoso en algunos pasajes como los del metro que abren y cierran la cinta, se muestra reiterativo y nada pudoroso a la hora de exponer lo que sin duda es un problema real e inquietante.