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‘El monstruo de los jardines’, cuando Aquiles se convirtió en Segismundo

Pocos episodios tan inspiradores para creadores de todas las disciplinas artísticas como el de Aquiles en Esciros, que recogió Estacio en su ‘Aquileida’. Obras literarias -desde Dante a Marguerite Yourcenar-, pinturas, esculturas, mosaicos, óperas -más de treinta, escritas por compositores como Haendel o Corselli-. ballets y obras de teatro. Entre estas últimas, ‘El monstruo de los jardines, de Pedro Calderón de la Barca.

Esta comedia mitológica, que se estrenó en Madrid en 1661 (fue representada para los Reyes), es la nueva producción de la sexta promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Iñaki Rikarte, el responsable de la deslumbrante ‘Forever‘, de Kulunka Teatro, y que ya montó para la JCNTC ‘El desdén con el desdén‘, ha adaptado y dirige la función, que interpretan Íñigo Arricibita, Xabi Caudevilla, Cristina García, Ania Hernández, Nora Hernández, Antonio Hernández Fimia, Pascual Laborda, Cristina Martín Miró, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Rasco y Marc Servera. La función estará en cartel en el Teatro de la Comedia hasta el 26 de mayo.

«El hecho de que un texto tan hermoso, tan divertido y con tantas posibilidades no haya sido representado antes por la CNTC da una idea de la magnitud y la calidad de nuestro repertorio áureo», dice Rikarte, que califica ‘El monstruo de los jardines’ como «una obra inagotable».

Calderón de la Barca adapta el relato de ‘Aquiles en Esciros’ y convierte a su protagonista en una suerte de Segismundo, a quien su madre encierra en una cueva para evitar su profetizada muerte. La obra muestra el viaje iniciático de Aquiles al salir de la cueva, y su búsqueda por parte de Ulises. «Es la historia de cómo se recluta a un soldado», dice Rikarte.

El director vasco ha querido dar a la obra «un trasfondo trágico desde una mirada contemporánea» y ha llevado la acción a mediados del siglo XX. «La Guerra de Troya tiene un elemento romántico y queríamos algo más crudo, porque hay un final trágico que no está en la obra. Hemos apostado por este final y también por bajar a los héroes de los pedestales; la guerra está más presente en nuestro montaje que en el propio texto».

Sí había en Calderón la voluntad de que en la obra confluyeran todas las artes, y asegura Rikarte que ha querido seguir esa idea. «En esa época el público pasó de ser oyente en los corrales a espectador en los teatros». «En esta comedia -añade- conviven, en insólita armonía, todos los géneros dramáticos. Sorprenden la imaginación desbordante, la libertad creativa, la belleza de los versos, la vigencia de algunas escenas y, sobre todo, cómo se trenza la hondura del planteamiento con un espíritu lúdico».

En ‘Forever’, Iñaki Rikarte contó -maravillosamente, por cierto- la historia de una familia sin palabras, únicamente a través de los gestos. En esta ocasión tiene el texto de Calderón, palabras mayores. «Hay algo en común en la manera de contar historias. En el teatro clásico hay muchas palabras pero tenemos dificultad para entenderlas, y en el teatro de máscaras no hay palabras pero tenemos dificultad para entender lo que pasa. Trabajar sobre la situación es, en ambos casos, un camino que el público agradece; la situación es una barandilla en la que los espectadores se apoyan, que les da seguidas. Si entiendes la situación entiendes lo que pasa, que es lo que mantiene el interés. Lo malo es cuando la situación no está bien contada, entonces el espectador se tambalea». «A menudo -apostilla Pascual Laborda-, con un pequeño gesto se puede contar más que intentando ensuciarlo con muchos movimientos. El trabajo de simplificación ha sido una constante».

Content Source: www.abc.es

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