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Romano IV Diógenes, Emperador de Bizancio (¿-1072).

Emperador romano de Bizancio (1068-71). Procedente de una familia de magnates de Anatolia, murió destronado y cegado en un monasterio, el 29 de junio del año 1072.

Brillante general de las tropas fronterizas situadas en el Danubio, Romano supo aprovechar su gran prestigio militar en los momentos difíciles de crisis que venía atravesando el Imperio tras la muerte del emperador Constantino X. Como líder indiscutible del partido militar, Romano presionó e incluso conspiró abiertamente para derribar a la emperatriz regente, Eudoxia, la cual reinaba en nombre de su hijo menor de edad, el futuro emperador Miguel VII. Gracias a su posición, Romano consiguió desposarse con la emperatriz Eudoxia y ceñir la diadema imperial, que le impuso el patriarca de Constantinopla, Juan Jifilino, el 1 de enero del año 1068, quien le había apoyado en la lucha por el poder en contra del potente partido cortesano. Romano IV subió al poder debido a las esperanzas puestas en él para acabar con la amenaza de los selyúcidas en las fronteras orientales, ya que éstos amenazaban seriamente con penetrar en toda la Anatolia e instalarse a un paso de la propia Constantinopla. Romano IV, para acallar posibles protestas o intentos desestabilizadores por parte de la poderosa facción cortesana, asoció al trono a los tres hijos de su esposa (Miguel, Andrónico y Constantino).

Una vez asegurado el poder y la sucesión al trono, Romano IV se dispuso a solucionar el problema selyúcida, para lo cual había sido aupado al trono. Tal empeño pareció haberlo solucionado en la campaña militar que organizó por tierras de Siria, entre los años 1068-69. Pero mientras contenía a los musulmanes por el este, empezó a tener serios problemas en el sur de Italia, cuando la ciudad de Bari, insuficientemente defendida por los bizantinos allí asentados, cayó en poder de los normandos, a lo que se sumaron continuos ataques de las tropas selyúcidas en varias islas griegas, conquistando Iconos y Coni, en el año 1070. Preparó para el año siguiente una nueva campaña militar contra el enemigo oriental, con objeto de acabar con tan peligroso enemigo y así asegurarse el frente oriental y dirigir sus ataques hacia sus fronteras occidentales. Reunió en Dorilea un impresionante ejército, compuesto en su mayoría por tropas mercenarias de francos, armenios, normandos y pechenegos. Con semejante fuerza armada, Romano IV comandó en persona la tropa, que salió de la Capadocia en dirección al lago Van. Los primeros enfrentamientos con las tropas del sultán selyúcida Alp Arslan se saldaron favorablemente para Romano IV, pero, paulatinamente, si hizo evidente la superioridad táctica del enemigo turco. Tras varios meses de escarceos sin importancia entre ambos ejércitos, Romano IV quiso forzar el desenlace en pleno campo de batalla. En agosto del año 1071, los selyúcidas, mostrando una vez más su mayor superioridad táctica y de reacción, cercaron con su veloz caballería ligera las dos alas del ejército bizantino, situado en la llanura de Manzinkert, y aniquilaron literalmente al grueso de las tropas bizantinas. Andrónico Ducas, comandante de la retaguardia bizantina, parece ser que se desinhibió un tanto de la situación tan desesperada de las tropas imperiales. Romano, a pesar de su valentía y de su experiencia militar, cayó herido en manos del enemigo, fue llevado maniatado y a rastras hasta el sultán Alp Arslan, acción ésta que llevaba hasta sus últimas consecuencias la humillación sufrida por Bizancio, con su todopoderoso emperador esposado y arrodillado ante un infiel.

El emperador se vio forzado a firmar con el sultán un tratado por el que se comprometía a pagar un rescate y a devolver los prisioneros turcos, a la vez que contrajo también la obligación de proporcionar en el futuro un contingente militar al ejército vencedor. No obstante, el Imperio quedó exento de pérdidas territoriales. Cuando Romano IV quedó libre de su cautiverio, la noticia del desastre de Mantzinkert ya se había instalado en Constantinopla, la cual fue aprovechada y explotada inmediatamente por el partido cortesano, liderado por Miguel Psellos. La primera medida que tomaron fue la de obligar a la emperatriz Eudoxia a ingresar en un convento y destituir solemnemente a Romano IV, a favor de Miguel VII, que fue aclamado y coronado como nuevo emperador. Romano IV no se conformó con su destronamiento. Gracias a la ayuda armenia pudo reunir un ejército de partidarios para regresar a Constantinopla y recuperar su trono. Pero, tras una breve resistencia en las ciudades de Cilicia y Amasia, fue derrotado por los ejércitos imperiales, mandados contra él y dirigidos por dos de sus hijastros, Andrónico y Constantino Ducas. Cuando Romano IV comprendió lo estéril de su resistencia, se rindió a las tropas imperiales. Fue cegado en el camino hacia Constantinopla. Murió en un monasterio de la localidad de Prote, el 4 de agosto del año 1072, a causa de las terribles heridas infringidas por sus captores.

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Bibliografía

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CHG.