Polanski y los abusos sexuales: tres historias (ya) que no paran de crecer

Otra supuesta víctima denuncia al cineasta por una presunta violación cuando tenía 16 años
© Getty Images

Esta semana hemos asistido al penúltimo episodio de una historia sórdida y compleja que se inició hace más de 40 años. Una mujer ha acusado a Roman Polanski de abusos sexuales producidos en el 1973, cuando ella era una menor de 16 años. Es la ** tercera vez** que ocurre. En una rueda de prensa en Los Ángeles, la mujer, identificada como Robin, declaró haber sido “sexualmente victimizada” por el director cuatro décadas atrás. “El día después de que ocurriera le conté a una amiga lo que el señor Polanski me había hecho”, dice Robin, de hoy 59 años. “Con esta excepción, el motivo por el que me lo guardé para mí fue porque no quería que mi padre hiciese algo que pudiese llevarle a prisión durante el resto de su vida”.

Pocos detalles más han trascendido. La abogada de la mujer identificada como Robin, Gloria Allread, ha añadido que el abuso se produjo en el sur de California y que pese a que esta acusación no tiene validez legal, su clienta podría ser llamada como testigo en un hipotético juicio futuro. La denunciante alega haberse decidido a contar su historia de forma pública después de que ** Samantha Geimer** expresase su voluntad el pasado junio de cerrar el caso iniciado en el 77.

Hasta aquí, las novedades. Novedades que entroncan con el momento en el que se abre el drama que conocemos como espectadores, con la denuncia de Samantha Geimer de que Polanski la había violado en casa de Jack Nicholson. Y lo que nos dicen estos casos y nuestra reacción a ellos sobre nosotros mismos no es nada reconfortante.

Cuando aparece la palabra “violación” en un caso, es casi seguro que las reacciones frías y sosegadas saldrán por la ventana. Si a ese término se une el nombre de un famoso, el escándalo, el ruido y la furia se multiplicarán. El de Polanski y Geimer es uno de los más conocidos e infames, en parte por la fuga del director a Europa, por la relación como poco curiosa que mantienen víctima y culpable y por episodios estrambóticos como el ** arresto domiciliario** del director en Suiza en 2009-2010.

De su caso se ha dicho de todo, tanto que hasta la propia Geimer ha acabado cargando contra los medios acusándolos (acusándonos) de amarillismo y de emplearla como reclamo. En un plano más popular, se la ha acusado de cazafamosos, de ir sólo tras el dinero y la fama o de emplear una relación sexual consentida para enriquecerse. “Pequeña putilla de Hollywood” es solo uno de los apelativos más suaves que se le han aplicado, extendido a ella y a su madre, por supuesto, porque la sombra de la influencia materna siempre aparece como perversa. Su ejemplo es uno de los más preclaros de culpabilización de las víctimas de abusos sexuales. En vez de cargar contra el acusado, una gran parte de la sociedad juzga a la víctima y su comportamiento. “¿Qué hacías allí?”, “¿Qué estabas buscando?”, “Si vas a casa de un hombre que te fotografía desnuda y te metes en su jacuzzi, ¿qué esperas?”, “Te lo mereces por tonta”. La misma Samantha ha caído en eso de alguna manera, cuando por ejemplo declaraba “Es posible que sí hiciera algo malo: ser una estúpida. Eso de posar con las tetas fuera, beber y tomar pastillas… no sé qué pensaba ”.

Roman Polanski y Sharon Tate el día de su boda

© Getty

En otra manifestación aún más perversa de nuestra actitud ante estos temas, se ha negado que la violación siquiera existiese. “Aquello no fue una violación-violación” dijo Whoopi Goldberg, poniendo en su boca lo que muchos siguen pensando. El hecho, reconocido por Polanski, es que se acostó con una menor de 13 años después de darle drogas. Él alega que fue sexo consentido, pero claro, no existe el consentimiento si uno de los implicados tiene 13 años. Fue una violación, punto. Se llama estupro. Si creemos como sociedad que para mantener relaciones sexuales tiene que haber una edad mínima de consentimiento (algo establecido por ley y regulado en la inmensa mayoría de los estados) , el debate debería acabar ahí. Que no lo haga, y que siga coleando durante 40 años, nos habla de lo poco cerrados que tenemos estos asuntos y lo lejos que están todavía de estarlo.

Porque si se analizan a fondo las circunstancias y el contexto de la historia, no nos sale solo un hombre que reconoce en su propia biografía haber mantenido cientos de relaciones sexuales con mujeres muy jóvenes y casi desconocidas para él, sobre todo a raíz, pero también antes, de la tragedia del asesinato de su esposa Sharon Tate. Nos sale también el cuadro de un mundo y una época completamente permisiva con la sexualidad adolescente, pero sobre todo en su vertiente de hombres mayores y poderosos que pueden servirse de mujeres ingenuas y en una posición de inferioridad –por edad, por poder, por ambición– que sólo tienen un arma para hacerse valer: su cuerpo. Hollywood, la industria del entretenimiento, una gran parte de nuestro mundo, funciona y sigue funcionando así, la diferencia es que en algunos aspectos nos hemos pulido y nos escandalizamos por cosas que hasta anteayer, sencillamente, eran normales. Cuando Polanski hablaba con Martin Amis después de la acusación de Geimer y decía que el caso había sido tan escandaloso y había tenido tanta publicidad porque “todo el mundo quiere follarse a jovencitas ”, estaba constatando una realidad.

Polanski, con Emmanuelle Seigner y Mathieu Amairic

@Getty

Decíamos que es la tercera vez que una mujer declara haber sufrido abusos por parte del director. Entre Samantha y esta Robin estuvo Charlotte Lewis, una actriz británica de efímera carrera que en 2010 declaró que Polanski la había violado en 1983, cuando ella tenía 16 años. En 1986 Charlotte participaría en la película Piratas, dirigida por el mismo Polanski, que fue junto a El chico de oro la única participación reseñable de la joven en la industria del cine. Su abogada era la misma Gloria Allred que defiende ahora a Robin, una prestigiosa letrada vinculada a la defensa de la familia de la esposa de OJ Simpson o a las mujeres que acusaron a Bill Cosby de abusos.

Que la acusación de Lewis apareciese en medio del proceso para extraditar a Polanski desde Suiza –ella misma dijo que había sido la indignación por sus defensores lo que la había motivado a hablar– fue empleado para desacreditarla, igual que la presencia de su abogada tan ligada a casos controvertidos. El abogado del director negaba todos los hechos y lo calificaba de intento de chantaje. En un texto publicado en prensa , el filósofo Bernard Henri Levy salía en defensa de su amigo y para desacreditar el testimonio de ** Charlotte Lewis** utilizaba los siguientes términos: “Esta Charlotte Lewis que recobra la memoria al cabo de veinticinco años para reclamar en el último minuto su cuarto de hora de fama o, tal vez, sus treinta monedas, y que, entre paréntesis, hace diez años daba –en una entrevista en News of the World– otra versión del asunto (entonces no dijo tener 16 años en el momento de los supuestos hechos, sino 17... "quería ser su amante"... por no hablar de esa parte de la confesión que revuelve el estómago, ya que, al evocar el periodo anterior a su encuentro con el realizador de Piratas, la actriz se describía como una niña de 14 años que vendía sus encantos a "hombres mayores", y reconocía: "no sé con cuántos hombres me acosté por dinero en aquella época") ”.

Morgane, hija de Roman Polanski y Emmanuelle Seigner.

© Alex Bramall

Es muy difícil que lleguemos a saber la verdad sobre las acusaciones de Lewis y Robin. Siempre está la obligada presunción de inocencia y las dudas sobre acusaciones vertidas sin pruebas. Pero en el modo en el que encaramos estas noticias, cómo reaccionamos a ellas y los argumentos que empleamos como grupo social para reafirmarlas o contradecirlas asoman ** los tics más perversos** de nuestra realidad, y nos iluminan de forma esclarecedora sobre lo que pocas veces queremos ver.

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