Un símbolo nacional

Robert the Bruce, el heroico rey de Escocia

Junto a William Wallace, el rey Robert the Bruce es el mayor símbolo de la lucha de Escocia por mantener su independencia frente a la Corona inglesa.

Estatua de Robert the Bruce en el castillo de Stirling

Estatua de Robert the Bruce en el castillo de Stirling

Foto: Christian Bickel (CC)

Cuando uno piensa en la historia escocesa inevitablemente le viene a la mente el nombre de William Wallace, el héroe nacional que Mel Gibson devolvió a la vida en la inolvidable -con permiso de sus licencias históricas- película Braveheart. Sin embargo, un personaje igual o incluso más importante que él fue el rey Roberto I, conocido como Robert the Bruce, que culminó su lucha por la independencia de Escocia.

Entre dos países

La juventud de Robert the Bruce discurrió a medias entre su patria escocesa y la vecina Inglaterra, puesto que poseía tierras y títulos en ambos países. De hecho, algunos estudios sugieren que incluso podría haber nacido en uno de los feudos de su familia en Inglaterra, ya que se conoce la fecha de su nacimiento -el 11 de julio de 1274- pero no el lugar. Su linaje pertenecía a la nobleza de rango medio -tenía el título de earl, equivalente a un conde- pero era bastante prominente, ya que su abuelo había aspirado a la corona de Escocia. Se sabe que era un hombre culto que hablaba varias lenguas, dominaba disciplinas como la filosofía, la literatura y la historia, y había sido educado en los códigos de la caballería y la diplomacia, posiblemente sirviendo como paje antes ser ordenado caballero.

De hecho, los inicios de su vida de caballero están tan ligados a la suerte de Inglaterra como a la de Escocia. Su abuelo no había podido ceñir la corona escocesa y Robert pretendía ser él quien lo consiguiera ahora que estaba vacante tras la muerte del último rey, Alejandro III, en 1286. Pero para eso primero tendría que disputársela a otros aspirantes y, si hacía falta, con el apoyo del rey inglés Eduardo I, al que los propios nobles escoceses habían designado como árbitro pero que había aprovechado la ocasión para intentar arrancarles un juramento de lealtad directa a la Corona inglesa.

Tras la rebelión y ejecución de William Wallace en 1305, Eduardo I envió a varios nobles escoceses que le habían servido, entre ellos Robert, a ocupar los puestos de poder vacantes en varios castillos de Escocia. Sin embargo, a espaldas del rey, él y otros nobles estaban conspirando para deshacerse del control inglés. Los eventos se precipitaron cuando uno de ellos, John Comyn, advirtió a Eduardo de la conspiración; Bruce se reunió con él en una iglesia para reprocharle su traición y, con la ayuda de sus acompañantes, lo apuñaló mortalmente.

El asesinato de Comyn dejaba a Bruce con solo dos opciones: o se sometía al rey Eduardo y se enfrentaba al castigo por haber conspirado contra él, o tomaba el liderazgo de la rebelión. El clero escocés apoyó su coronación como rey, desafiando así al Papa -que había excomulgado a Robert por haber cometido un asesinato en el interior de una iglesia-, y conminó a los nobles y al pueblo a apoyarle. El 25 de marzo de 1306 fue acalamado como Roberto I de Escocia en la abadía de Scone, el lugar en el que desde hacía siglos se conoraba a los reyes escoceses.

La Piedra del Destino

La Piedra del Destino

Eduardo I se llevó a Londres la Piedra de Scone o del Destino, sobre la que los reyes escoceses eran coronados según el rito celta desde siglos atrás, en la abadía de Scone. La Piedra de Scone quedó instalada en la abadía de Westminster, colocada debajo de la Silla de la Coronación hasta que en 1996 fue devuelta a Escocia.

Foto: Gtres

La guerra por la independencia de Escocia

Robert the Bruce asumió el liderazgo de la lucha iniciada por William Wallace, esta vez como una guerra entre reyes que duró más de veinte años y por la que pagó un alto precio: la ejecución de sus tres hermanos, capturados por los ingleses junto con sus hermanas, su esposa y su hija; estas, sin embargo, fueron liberadas en un intercambio de rehenes tras la decisiva batalla de Bannockburn, en 1314, una de las mayores victorias escocesas en el conflicto.

El bando escocés se vio beneficiado por la muerte de Eduardo I en 1307: su hijo y sucesor, Eduardo II, tuvo un reinado difícil a causa de su mala salud y la oposición interna de los nobles ingleses que deseaban aumentar su propia influencia en la corte, por lo que a los pocos años de empezar su reinado fue retirándose paulatinamente de escena. Otro motivo de que el conflicto durara tantos años fue la Gran Hambruna que entre 1315 y 1317 sacudió la mayoría de Europa, y que hacía inviable una guerra a gran escala. La muerte de Eduardo II en 1327 acabó de decantar la balanza y las fuerzas escocesas penetraron en el norte de Inglaterra, forzando un acuerdo de paz.

El Tratado de Edimburgo-Northampton reconocía a Escocia como un reino independiente y a Robert the Bruce y sus sucesores como los reyes legítimos

El 1 de mayo de 1328 se firmó el Tratado de Edimburgo-Northampton, que ponía punto y final a más de treinta años de conflicto, aunque por un breve tiempo. A cambio del pago de 100.000 libras, la Corona inglesa reconocía a Escocia como un reino independiente “de forma perpetua” y a Robert the Bruce y sus sucesores como los reyes legítimos, además de fijar de nuevo la frontera entre ambos países a la existente en 1286, antes del conflicto.

La página que contenía los sellos de ambos reyes fue partida por la mitad, con una copia del texto escrita en la parte superior y otra en la inferior, de manera que en caso de conflicto pudiese comprobarse su autenticidad viendo si los bordes encajaban. Actualmente la copia escocesa se conserva en el Archivo Nacional de Escocia, en Edimburgo. Además, Inglaterra se comprometió a devolver a Escocia la Piedra del Destino, sobre la que se coronaba a los reyes escoceses, que había sido robada por los ingleses en 1296 pero que no fue devuelta hasta 1996.

A pesar de lo que había costado obtenerlo, el tratado solo estuvo vigente durante cinco años, ya que muchos nobles ingleses lo consideraron humillante. Cuando Eduardo III se hizo con el poder rechazó el tratado que había sido firmado en su nombre por su madre, la reina regente Isabel de Francia -conocida con el malnombre de “la loba de Francia”-; así, en 1333 inició una nueva guerra que duró otros 25 años.

Habiendo cumplido el objetivo de su abuelo de convertirse en rey de Escocia, le quedaba la pena de no haber logrado su otro gran sueño, que era el de participar en una cruzada.

El último deseo del rey

Robert the Bruce no vivió para ver este nuevo conflicto, ya que había muerto en 1329. La causa de su muerte ha sido objeto de debate durante siglos, ya que algunas fuentes de su tiempo mencionan que padecía una enfermedad semejante a la lepra, pero sería dudoso que en ese estado hubiera podido liderar una guerra tan larga e incluso mantenerse en el poder.

Habiendo cumplido el objetivo de su abuelo de convertirse en rey de Escocia, le quedaba la pena de no haber logrado su otro gran sueño, que era el de participar en una cruzada. Por ello, su corazón fue embalsamado y colocado en un relicario, que las tropas escocesas llevaron consigo cuando partieron hacia Castilla para apoyar al rey Alfonso XI en la guerra contra el reino nazarí de Granada. El relicario fue capturado por los nazaríes en una batalla, pero el rey Muhammed I, al ser advertido de que contenía el corazón del rey de Escocia, decidió devolverlo a Alfonso XI, quien a su vez lo hizo devolver a su país natal, considerando que su último deseo había sido cumplido.